Partida Rol por web

-Es... es demasiado cruel... -La mujer soltó un sollozo, pero se dominó y la miró a los ojos-. Yo no quería que lo heredaras.

Tragó saliva y se sentó en el sofá, animando a la chica a que hiciese lo mismo.

-¿Quieres saber? ¿De verdad? Quizás te arrepientas, Kate... Pero te lo diré. Te contaré lo que hizo tu padre.

Cuando yo tenía diecisiete años, vivía con mis padres. Éramos vendedores ambulantes, mi hermano y yo no íbamos a clase y hacíamos lo que había que hacer. De vez en cuando parábamos en algún pueblo y nos juntábamos con los primos de mi padre. Ya lo sabes, pero tenemos familia y primos lejanos en todas partes, desde irlandeses a gitanos, tantos que no recuerdo ni cómo se llaman. Bien, tu padre era uno de esos primos. Lo conocí en Luisiana. Tenía veinte años más que yo, era fuerte, alto y rudo. Habló conmigo en el porche una noche, intentó besarme, yo le rechacé... -Sarah frunció el ceño, como si lo viera ante ella-. Al día siguiente vino con su grupo de lobos. Venían convertidos en bestias horribles, mitad lobo y mitad hombre. Él era más alto que nunca, con mucho pelo por todas partes y unos colmillos que me aterraron. Se acercó a mi padre y le dijo... le dijo que tenía derecho. Que era lo que había que hacer. Que yo era de la familia, que quería un hijo...

Sarah rompió a llorar de nuevo.

-Mi padre le dio permiso. Es por Gaia, me dijo. Y entonces... -Cogió a Kate de las manos y las apretó-. Después me escapé de allí. Robé un coche y conduje como una loca hasta que me quedé sin gasolina. Busqué un empleo y una casa donde quedarme, un cuchitril lleno de cucarachas. Y allí estuve, en medio de ninguna parte, hasta que descubrí que estaba embarazada de ti. Pero no fui la única. Unos espíritus me habían encontrado y habían conducido a mi familia hasta mí. Mis padres me llevaron con ellos de nuevo y me di cuenta de que, pese a todo lo que había ocurrido, ellos tragarían. No les importaba mi dolor, ni lo que me habían hecho. Y supe que, si eras como yo, te obligarían a hacer lo mismo. Y si eras como él, se te llevarían. El Clan de tu padre te reclamaría.

Cuando fui mayor de edad, me marché y lo dejé todo atrás. El resto ya lo conoces. Y conforme te hacías mayor no podía dejar de temer que, al Cambiar, te llevarían con ellos. Intenté esconderme, pero te habían marcado. Cuando cumpliste catorce, mi padre me dijo que me mantuviera quieta, que te diese un hogar. Pero en realidad lo que ellos quieren es tenerte a mano para arrastrarte donde quieran cuando hayas Cambiado.

Sarah se quitó las lágrimas de las mejillas.

-¿Entiendes ahora por qué? ¿Te das cuenta?

Kate recordaba que su madre le había contado cosas de su padre. Le habia dicho que había sido un buen hombre, que las había querido a las dos, pero que había muerto antes de que Kate supiera andar. Que tenía su mismo cabello y sus mismos ojos, que sabía pescar salmones, que le encantaban las motos. Comparado con la verdad, estaba muy claro por qué le había mentido.

Kate siguió a su madre hasta el sofá cuando esta por fin cedió. Se acurrucó a su lado, como antaño hacían, dispuesta a escuchar. Tenía, de algún modo, la certeza de que iba a ser una historia dura. Minutos después tuvo que reconocer ante sí misma que no esperaba que lo fuera tanto.

En algún momento de la historia ella también había empezado a llorar. Sus propias ganas de llorar por todo lo que había ocurrido aquel día se sumaron al dolor de su madre junto con todo el amor que ella le había profesado durante todos aquellos años en los que solo eran ellas dos, aunque continuamente estuvieran acompañada de todos aquellos primos y conocidos.

Y la revelación de que su padre en realidad seguía vivo, y era un cabrón que no había tenido ningún reparo en aprovecharse de su madre por un derecho que ella dudaba mucho que realmente tuviera.

- ¿Está vivo? ¿Ese que se supone que es mi padre está vivo? - Dijo, intentando ubicar en su esquema mental a un hombre al que hacía muchos años que creía muerto. Quizá fuera por todas las sorpresas que habían traído aquel día, pero del algún modo no le costó demasiado ponerlo en su lugar. No con la imagen familiar que durante todos aquellos años había tenido de alguien que nunca había estado a su lado, y que de algún modo seguía tan muerto como hasta hacía un minuto, sino la imagen de un desconocido, de alguien que un día aparecería ante ella, tendría la desfachatez de llamarla hija y de exigirle que fuera con él. Apretó los dientes con furia, haciendo que sus palabras sonaran como un murmullo ahogado. - ¿Y pretende que vaya con él? Por encima de mi...

Cerró los ojos un instante, mareada. Tardó algunos segundos en darse cuenta que lo que sentía no era tanto la rabia que esperaba o la estupefacción que podría esperar, sino las señales de que su cabeza estaba a punto de desconectarse. Se llevó las manos a la cabeza, aún acurrucada junto a su madre.

-Oh, joder... ahora no.- murmuró. Pero antes de que pudiera darse cuenta ya no estaba allí, aunque en realidad tampoco estaba en ninguna parte.

El rostro de Viviane se contrajo en una mueca de asco y horror al escuchar sus palabras y la descripción del Wyrm. No estaba segura de que no fuese algo o sólo un ente abstracto, pero sonaba a malo invencible de película contra los que sólo unos pocos elegidos podían actuar para morir de forma épica en la batalla final aunque la humanidad nunca llegase a conocer su grandiosa labor. Pues ella no estaba muy segura de querer ser eso, una guerrera, a pesar de los poderes chulis (los cuales desconocía y le sonaron a chino).

-Joder... -balbuceó con un hilo de voz cuando Adam hizo una pausa.

Entonces empezó a hablar de él, y el desconcierto fue sustituído por la lástima. No tenía que ser fácil. No más de lo que era saber que vas a ser carne de cañón.

-Pero... ¿por qué no procrean entre ellos? Así sería más fácil. Tendrían a sus cachorros en el sitio ese y podrían educarlos desde pequeños sin tener que arrancarlos después de su vida.

Las últimas palabras sonaron con un resentimiento mordaz.

Espíritus. Sarah había hablado de espíritus, que la habían descubierto y conducido a su familia hasta ella.

¿Serían aquellas formas vagas que parecían moverse a su alrededor, en aquella extraña realidad que la envolvía? ¿Acaso existían en realidad? 

Allí estaba de nuevo, la vaga sensación de que aquella grisicitud que la envolvía cobraba forma momentáneamente, se movía o lo parecía, y volvía a la masa indistinguible. ¿Dónde estaba? ¿Y porqué le ocurría esto a ella?

-¡¿Hola?! - Gritó. O pensó que lo hacía, no estaba segura. La palabra pareció flotar a su alrededor, en ondas vaporosas, tomando forma y vida como el resto de cosas que se movían en aquella realidad que no comprendía, que no podía entender. Nunca antes había intentando algo así, demasiado asustada como para pensar siquiera que pudiera ser algo más que una lúcida pesadilla. ¿Pero y si no lo era? - ¿Hay alguien aquí?

"AQUÍAQUíAQuíAquíaquí..." La palabra se repitió en un eco fantasmagórico a su alrededor, poniéndole la carne de gallina.

"Yo te protejo, te cuido, te marco. Ellos te encontrarán, por que yo estoy aquí para eso. El te encontrará, por que eres carne de su carne, espíritu de su espíritu. Yo te protejo, te cuido, te marco. Ellos te encontrarán... "

La cantinela, apenas audible, empezó a envolverla de repente, procedente de todas partes y de ninguna a la vez. Kate se revolvió, intentando encontrar su origen, pero toda la gran masa grís parecía ser lo mismo, todo y nada la vez.

- ¡NO! - Gritó, desesperada. Y todo se detuvo de repente, como si le hubieran dado al "Pause". Un instante después sintió que se caía, despeñada, y cuando abrió los ojos estaba de vuelta.

Tenía el cuerpo cubierto de sudor frío, la respiración acelerada y sentía que su corazón se le iba a salir por la garganta.

-¡Kate! ¡Kate!

Cuando Kate recuperó la capacidad de ver con sus ojos se encontró con una copia de los suyos, aunque surcados de arrugas y lágrimas. Su madre la estaba zarandeando.

-¿Qué te ha pasado? Parecía que estuvieses sonámbula... He pensado que te había dado un ataque o algo así...

- Algo así, mamá... Espera... un segundo. - Dijo, mientras se incorporaba un poco en el sofá.
Sacudió la cabeza para despejarse, mientras le cogía una mano a su madre, entre otras cosas para que dejara de zarandearla. Respiró profundamente un par de veces, intentando calmarse. ¿Qué diablos había sido eso? Nunca antes le había parecido tan real, nunca había "vuelto" con aquella sensación de desasosiego. ¿Qué diablos le pasaba?

Sintió más que vio los ojos de su madre, clavándose en ella, esperando por una respuesta. El nudo del estómago había vuelto, apretándose más que nunca. Desde que decidiera no contarle nada a su madre había hecho cosas imposibles para que no la pillara en una de sus desconexiones, para que no fuera testigo de lo que le ocurría. Pero ahora ya no había escapatoria, y el ya viejo miedo a que la considerara loca la atormentaba.

Giró la cara para mirarla y supo porqué no lo había hecho la primera vez. En sus ojos había miedo, un miedo atroz a perderla. Pero por primera vez entendió que ese miedo no se debía a ella como instintivamente había creído, sino a todo lo que le había pasado y las consecuencias que eso tendría. Cosas que Kate acababa de conocer.

Tenía que contárselo, se dijo, como debería haber hecho cuatro años atrás. Volvió a suspirar, apoyándose en el sofá y en su madre. Desnudando su mayor secreto ante la persona a la que más temía perder en la vida.

- No es la primera vez que me pasa. - Dijo, en un susurro, mirándola con un valor doloroso. - Empezó cuando estábamos en Europa y desde entonces... me ocurre a veces. ¿Recuerdas cuando íbamos en tren a Suiza, cuando "me dormí"? No estaba dormida, sino que me "desconecté". 

Volvió a respirar profundamente, ayudando a su corazón a acompasarse, pese a que seguía latiendo más rápido de lo habitual. Estaba nerviosa, y lo sabía, y le costaba hilar los pensamientos de forma mínimamente coherente. El recuerdo de la cantinela tarareaba en el fondo de su mente.

- No se como explicarlo con palabras, ni siquiera se porqué me pasa. Pero de repente dejo de estar "aquí". No se dónde estoy, por que realmente no me muevo, pero durante unos segundos desde luego no estoy aquí dentro. - Como había hecho con la directora se tocó la cabeza, intentando explicar gráficamente lo que las palabras no eran capaces de expresar. - A veces pasan segundos, otras veces, minutos. En aquel tren estuve media hora desconectada, fue la vez que más tardé en "volver". Es algo que no puedo controlar, que a duras penas "siento" que va a ocurrir... Y siempre me ha dado miedo pensar que estoy loca. - concluyó, con un murmullo.

Adam negó con la cabeza.

-La sangre es tan fuerte que engendrar entre vosotros daría como resultado hijos estériles y deformes, como productos de la endogamia continuada. ¿Ves como no es tan sencillo? Si hubiese una solución fácil, la escogeríamos. Pero no la hay. Nada es fácil, Viv.

Le dio un beso en la sien y la estrechó de nuevo.

-Cariño, sé que lo harás bien y que Lysandra cuidará de ti. Eres una superviviente. Seguro... seguro que en unos años tendrás a tus propios niños, me harás abuelo y podré morir feliz sabiendo que tú eres feliz.

-¡Quítate eso de la cabeza! -exclamó Sarah, mirando a su hija muy seria-. No estás loca. No sé qué es, pero no estás loca, así que no digas tonterías. Quizá es algo neurológico. ¿Por qué no me lo has dicho antes? Podría haberte llevado a ver un médico. ¿Te duele la cabeza, te mareas, ves mal o algo así?

Kate se encogió ligeramente, pese a que la reacción de su madre la reconfortaba de algún modo. Pero el miedo seguía ahí, un miedo al que se había acostumbrado aquellos años pero que nunca la había abandonado.

- No sabía como decírtelo, como explicarte esto. Empezó como una tontería, como algo que bien podía haber imaginado, o soñado. La primera vez que ocurrió fuerte fue en ese tren, en Suiza y estuve apunto de contártelo todo pero... estaba tan asustada cuando "volví"... - Kate se acurrucó aún más, esta vez escondiéndo la cara entre los pliegues de la manta. - No se porqué no lo hice, estaba asutada, tenía miedo de asustarte a tí y de algún modo no quería reconocer lo que acababa de pasar... así que me callé. Y durante cuatro años he intentado fingir que no pasaba...

Respiró profundamente antes de volver a levantar la cara, aunque no miraba a su madre. Tenía la mirada perdida en algún punto indeterminado de la chimenea apagada, recordando.

- No me mareo, ni veo mal normalmente, ni tengo dolores de cabeza, ni sufro ninguno de los otros síntomas posibles de tener algún tipo de desorden cerebral. Creéme, desde la primera biblioteca que pisé me he estado leyendo todos los tratados de medicina que he podido encontrar buscando una razón para esto. Pero no he podido encontrar nada físico que explique que de repente desconecte, por que no es que pierda el sentido, o me desmaye, sino que algo en mi cabeza "sale" de ella y se va a otra parte, dejándome a mi esperando a que regrese. Y a veces... - tragó saliva- me parece ver cosas mientras estoy fuera, pero no se que son.

Pensó durante un instante en la experiencia que hacia apenas unos minutos que había sufrido. Lo muy real que le había parecido. Lo muy desconcertante de pensar, por primera vez, que aquello fuera realmente real, y no un producto de su imaginación o su supuesta locura.

- Hasta esta mañana... siempre pensé que algo aquí arriba no funcionaba, que de algún modo tenía visiones, o estaba loca, y que el primer médico que me pillara me iba a meter en un sanatorio y a atiborrarme de pastillas de por vida. Y no quiero eso, por que ni nos podemos permitir pagarle a un matasanos para que me diga que estoy loca o que me falta un tornillo ni por que, en el fondo... algo me dice que no es así. Que quizá esto tenga que ver con el hecho de ser... - calló un instante, valorando lo que iba a decir, por que todavía no se lo creía. Tuvo que mirar a su madre, volver a ver toda aquella pena, toda aquella preocupación para volver a repetirse que sí, que era real, que la persona en la que más confiaba en el mundo se lo había confirmado con dolorosa realidad. - ser garou.

Productos de la endogamia, pensó. En aquel momento no cayó en la cuenta de que Hécate era fruto de eso, su mente sólo era capaz de centrarse en el hecho de que los Parentelas, osea, su padre, eran como marionetas destinadas a generar más Garous, a cuidarlos, a ayudarlos, y a no decir absolutamente nada cuando estos tuviesen que ir a "la guerra". Viviane se quedó parada dándole vueltas a aquella cuestión mientras los brazos de su padre la rodeaban. Era, sencillamente, horrible y cruel.

Viviane subió las piernas al sofá y se encogió sobre sí misma mientras miraba el cielo nublado através de la ventana. Sentía una gran carga sobre su espalda, como si de repente muchas cosas importantes en el mundo pendiesen de una palabra suya. Ella no quería tener niños, ¿para qué? Tal cual se pintaba la cosa en aquel momento sólo salía perdiendo. También suponía buscarse una pareja y explicarle todo eso, y para Viviane el amor o el compromiso eran algo desconocido e inpensable. Sí, se había enrrollado con tíos, pero de ahí a la descendencia había un salto abismal y aterrador, y aquel "en unos años" había sonado demasiado cerca. Además, ¿quién se creería todo ese cuento chino de "Hola, soy un hombre-lobo y vengo a salvar el mundo"? Los hombres-lobo eran seres malignos que deboraban gente y hacían masacres, no la última esperanza de Gaia. No alguien con quien compartir tu vida...

-Yo no quiero que te mueras. -Fue lo único que se le ocurrió decir.

Su madre la miró con una pena infinita, como si aquello lo hubiese provocado ella. Le tendió la mano y la abrazó con fuerza.

-No lo sé, nadie me dijo cómo sería, sólo... Sólo que se te llevarían cuando cambiaras, Kate. Pero... pero si vamos al Clan y le preguntamos a alguien, quizás puedan decirnos si eso que te pasa es culpa de ser Garou o es algo más. Tenemos que estar seguras.

Adam sonrió y le dio dos besos seguidos en la mejilla.

-Vamos, no digas tonterías. Escucha, ¿que quieres hacer este fin de semana? ¿Te apetece que vayamos al parque de atracciones o a patinar sobre hielo, o a cualquier otra cosa?

Aquello sonaba a "tenemos que aprovechar el tiempo que nos queda", pero ella sabía que era lo que Adam deseaba más.

Kate se dejó abrazar como si tuviera cinco años y su mayor mal fuera que se había raspado una rodilla. Dejó escapar el aire que contenía lentamente, como si temiera que el momento pudiera desvanecerse. Sabía que estaba necesitada de aquel calor humano, de la sincera y estrecha cercanía de su madre, pero no se había dado cuenta de cuánto. Y por primera vez en más meses de los que podía recordar volvía a sentirse entera y segura.

- Nadie va a llevarme a ningún lado mamá, y mucho menos ese hombre que dice ser mi padre. - Respondió, segura y decidida. - No pienso ir a ningún lugar al que no quiera ir, lo diga quien lo diga. Y ya puede venir un bicho de esos de tres metros a exigírmelo cuando yo también lo sea, por que se va a llevar una buena. ¡Como hay dios!

De algún modo estaba enfadada con el mundo. Por todo lo que había sufrido su madre, por toda la pena y el dolor que durante tantos años había minuciosamente escondido, por todo lo que ella misma había tenido que pasar y esconder en aquel tiempo y por que hubiera alguien en el mundo que se creyera con el derecho de hacerlas sufrir así. No iba a permitirlo, de ningún modo.

- Y esta mañana la directora dijo que ahora que lo sabemos, y en tanto no cambiemos, es posible que los ancianos, y no me preguntes quienes son, no tengo ni idea, posiblemente quisieran conocernos y contarnos cosas. Y me gustaría hacerlo, por que quiero saber, y quizá alguno sepa decirme si esto es normal para ellos... - se detuvo de repente y giró la cara, para mirar una vez más a su madre. Sus tristes ojos volvieron a golpearla, como siempre hacían, pese a todas las verdades que se habían confesado en aquel rato. Y de algún modo supo que quizá nunca podría curar aquella herida, ya que de algún modo ella misma era parte de aquel dolor. Apretó los dientes un instante, tragando aquella amarga verdad. - ¿Te parece bien que lo haga? ¿O preferirías que me alejara de ellos, mamá, que nos marcháramos juntas de aquí, como otras veces? 

Por que lo cierto es que la joven todavía no tenía claro que deseaba más, si conocer o seguir siendo la niña que había sido años atrás.

No recordaba la última vez que habían hecho algo "en familia". Lo cierto es que, si se paraba a pensarlo detenidamente, no sabía nada acerca de Adam. Su libro favorito, si le gustaba el cine o la música country, si tenía alguna afición aparte del trabajo... Sí, le quería y le tenía aprecio porque era su padre, pero no tenían ni idea el uno del otro y tenía ¿cuánto? ¿un mes para ser lo que no habían sido en los últimos cuatro años? Era un poco violento así de pronto, pero era eso o nada.

-Em... No sé. Quizás patinar estaría bien, sí -comentó, no muy segura.
Se atrevió a levantar la cabeza y mirarle directamente unos instantes. Esperaba que comprendiese que todo era demasiado confuso como para mostrarse más motivada. Entonces se le ocurrió algo.

-Oye, papá. ¿Crees que podrías cogerte unos días de vacaciones? Me gustaría ir a... a Luisiana o Misisipi para ver todo eso. ¿Crees que podríamos ir?

A Viviane le gustaban todas esas cosas de indios y vaqueros. De pequeña le encantaba ponerse plumas en la cabeza y cabalgar sobre escobas igual que un indio. Eso había derivado a libros, comics y películas, como Bailando con lobos, la cual había visto recientemente. Siempre había querido ir allí, ver esos sitios y cosas por el estilo, y se había dado cuenta de que si iba al Túmulo a entrenarse después no iba a tener tiempo. Igual a Adam no le parecía buena idea, pero por intentarlo no perdía mas que un poco de tiempo y saliva.

Edgar fue invadido por una alegría salvaje al derramar por fin la sangre de su enemiga. Ella retrocedió y le habló en un idioma extraño, que de algún modo aún más extraño él logró comprender. Sin embargo, no estaba en ese momento pendiente de idiomas o misterios. Sólo quería volver a hundir sus garras en la loba negra. Ni se fijó en el cuchillo que ella había hecho aparecer, sólo cargó hacia ella. Logró que sus garras rasgasen el hombro de Ismene antes de que esta le hundiese el cuchillo en el pecho. El dolor que sintió fue algo que no había experimentado nunca, ni siquiera cuando el coche les embistió a él y a Dana. Le hizo cerrar los ojos.

Cuando los abrió, habían pasado horas, o días quizá. Se miró las manos, que volvían a ser las suyas de siempre, sin garras, sin vello. Se sentía entumecido, confuso, sin fuerzas. Casi esperaba ver a su alrededor una habitación de hospital, y a una enfermera diciéndole que tanto él como su hermana estaban bien.

- ¿Bien? ¿¡Bien!? - casi le parecía oír la voz de su padre - ¡Mi hija no volverá a bailar! ¡Nunca! ¡Ni andar puede siquiera!

Se llevó las manos al rostro y se frotó los ojos. No estaba en un hospital. Estaba en un sitio que no reconocía, algún tipo de cabaña. El pecho le dolía horrores, y eso le animaba a quedarse ahí y descansar, pero no sabía donde estaba, ni si la tipa loca del parche iba a volver. Quizá era su prisionero, incluso. Tenía que averiguar donde estaba. Soportando el dolor como pudo, se levantó de la cama y echó un vistazo a su alrededor, buscando alguna ventana a través de la que pudiese ver dónde se encontraba.

-¿Y qué te parece si, en lugar de visitar los Estados, vamos a ver nuestras raices? ¿Por qué no vamos a Grecia? -propuso Adam, ilusionado de repente.

Sarah la miró con culpabilidad.

-Kate, si te he traido aquí ha sido para dejar de huir. Necesitas saber quién y cómo eres, por mucho que eso signifique que te llevarán de mi lado... -Le acarició el pelo, peinándoselo con los dedos como hacía cuando era niña-. Ve al Clan y habla con los Ancianos, ellos te dirán lo que debes saber. Y que sea lo que vaya a ser...

Edgar descubrió una pequeña ventanita con un cristal en uno de los laterales de la cabaña. Al mirar a través, se dio cuenta de que estaba en el bosque. Habia gente alrededor yendo y viniendo: un grupo arrastraba un venado muerto y ensangrentado. Un lobo daba vueltas alrededor de él, saltando y llorando de hambre. Atravesaban un camino de nieve despejada que un chico negro se ocupaba de cavar. Edgar se percató de que el chico era Donald, el que se había convertido en monstruo en el gimnasio. Seguía con aquel semblante hosco, pero el ejercicio parecía sentarle bien.

No le hacía especial ilusión viajar a Europa. No más que ir a cualquier otro sitio que no fuera el que ya había dicho. Eso de las raíces no lo entendóia muy bien, o bueno, no le daba la importancia que se merecía. Pero era una chiquilla y sin haber pasado el primer Cambio, todo aquello le sonaba a película. Aun así hizo el esfuerzo de sonreír y fingir ilusión, pues si su padre quería, con la cara de ángel que se le había puesto, no iba a chafárselo.

-Claro, papá. Eso sería... fantástico. Además nunca he estado en Europa. ¿Cuánto se tarda en cruzar el océano?

Kate asintió, sin apenas moverse. Ella era la primera que quería saber, que de algún modo sentía y comprendía que debía estar allí, al menos por el momento. ¿Pero tendría que renunciar a su madre para ello? Decidió que no, que jamás.

- No van a separarnos mamá. no voy a consentirlo. No tienen ningún derecho a ello. No han sido ellos los que han estado conmigo todos estos años, los que me han llevado a ver el mundo, los que me enseñaron a leer y escribir. Sí, necesito saber quién soy, qué soy, pero tendrá que ser contigo... o que no cuenten conmigo, ninguno de ellos.

Las caricias de su madre la arrullaban y relajaban. Siempre la había relajado un montón que le tocaran el pelo, y no sería la primera vez que se quedaba dormida así, no importaba los años que pasaran. Abrazada a su madre, como a un baluarte seguro y firme, intentó imaginarse una vez más al hombre que, al parecer, pretendía separarlas. Alto, fuerte, rudo, y 20 años mayor que su madre. Ni todos los tíos y primos que había visto en años le parecían tan desconocidos como aquel supuesto "padre".

-Nadie... - murmuró, cerrando los ojos. Nadie, y mucho menos él.