Partida Rol por web

- Gimnasio, señora. En el gimnasio. - Logró articular Kate, jadeando por la carrera. Estaba en forma, sí, pero el torrente de adrenalina era tal que empezaban a temblarle las piernas. Se miró las manos y se sintió desfallecer. La sensación de "fuga" cada vez era más fuerte. - Oh dios...

-Kate, ¿estás bien? ¿Te han herido? -preguntó la directora poniéndole una mano en el hombro-. Si no te encuentras bien quédate aquí y espera a que vuelva. Puedes tumbarte en el sofá, pero procura no mancharme mucho la tapicería ¿de acuerdo?

Edgar logró llevar a Celia hasta la puerta, a rastras si hacía falta. Mientras había contemplado con asombro y horror como el recién llegado chico negro, Donny, también iniciaba una metamorfosis para terminar convertido en otro perro-oso-del-infierno. Verlos pelearse le hacía sentirse como en una peli de Godzilla o algo parecido. Los monstruos enzarzados en una pelea a muerte mientras los humanos, insignificantes, corrían y buscaban refugio. ¿Pero qué otra cosa podían hacer? ¿Y por qué eran curiosamente los dos alumnos nuevos los que estaban en el centro de ese follón?

Se volvió hacia la puerta. Estaba cerca, pero mover a Celia le estaba costando. Entonces vio a Viviane. Era la única que estaba reaccionando como a él le parecía lógico, es decir, poniéndose a salvo. Parecía que casi la totalidad de la clase había optado por perder el sentido, o los nervios, y quedarse temblando allí donde estaban. No era la táctica de supervivencia más efectiva del mundo, según su punto de vista. Otros habían tenido ataques epilépticos o algo parecido... no sabía que tanta gente sufriese de esa dolencia. Había muchas cosas que no entendía, y destacando entre ellas, estaban esos enormes animales terroríficos. Se volvió hacia Viviane.

- ¡Olsen! ¡Viviane! ¡Ayúdame! - tiró de Celia, arrastrándola hacia la puerta, mientras gritaba - ¡Ayúdame a mover a Celia!

Probablemente lo más sensato hubiese sido pedirle que buscase ayuda, pero no estaba pensando con calma en ese momento. Sólo sabía que no quería dejar a su amiga en el gimnasio de los horrores.

- Estoy bien, la sangre no es mía - Explicó Kate, sentándose, intentando acompasar la respiración. - Es del profesor, tenía la nariz rota. Vaya, vaya... yo la esperaré aqui, descuide.

Y se quedó sentada, intentando no tocar nada, deseando que la directora se marchara ya. No quería que la viera en una de sus desconexiones.

Viviane salió corriendo del gimnasio sin ayudar a nadie, ni siquiera a Tiffany, que se había escondido en los baños. Se detuvo a retomar el aliento en el patio nevado. Fumar no era nada bueno para sus pulmones. En la ropa de deporte, con el sudor aún sobre la piel, el frío no tuvo ningún remordimiento en atacarla allí fuera. Iba a ser un invierno terrible, pero aquello era lo que menos le importaba ahora.

La directora llegó corriendo poco después, sola y únicamente cubierta por su habitual traje de chaqueta. Se paró un momento frente a Viviane y jadeó:

-¡Quédate aquí, no te muevas!

Y, determinada, entró al gimnasio.

Viviane llegó hasta la puerta y no se lo pensó dos veces, salió corriendo fuera. Alguien había gritado su nombre, pero le daba igual. No se iba a quedar a ayudar a nadie después de ver como un bicho de dos metros le partía la columna vertebral a Larry Chang. ¿Egoísmo? No, supervivencia. Cuando estuviese más tranquila seguramente se arrepentiría de no haber cogido a Tiffany, pero en ese instante lo único que quería era salir de allí.

Cuando llegó fuera se paró. Hacía frío y la adrenalina recorría su cuerpo haciéndola ser consciente de muchas, y a la vez la incapacitaba para centrarse en ninguna de ellas. No sabía qué tenía que hacer. Era como cuando sonaban las sirenas de policía mientras estaban metiendo bulla. Sencillamente corrían hasta de dejaban de escucharlas. Pero claro, entonces era divertido y la gente no moría. Tenía que avisar a alguien, quizás a… alguien.

Entonces, mientras jadeaba con las manos apoyadas en las rodillas casi sin aliento, vio a la directora aparecer.

-¡Pero hay… hay tres…! –Demasiado tarde, ya había entrado.

Se quedó parada sin saber qué hacer. Otra vez. Había visto a Kate salir corriendo delante de ella, pero no estaba por allí. Seguramente había sido la pelirroja la que había avisado a la directora. Entonces, cuando se dejó caer sobre la nieve (mala idea, se levantó de inmediato por el frío), se acordó de Tiffany. ¿Y si le estaban arrancando la cabeza en ese mismo momento? Avanzó un paso, retrocedió dos, pero al final logró sobreponerse al pánico que la abordaba y se plantó delante del gimnasio, sólo para entreabrir la puerta y asomarse.

Poco después de que Kate saliera irrumpió en el gimnasio la directora Lovejoy. Sin amedrentarse ante el espectáculo de los tres monstruos que peleaban entre sí dio un grito potente que resonó en los oídos de todo el mundo:

-¡FUERA! ¡HAY UN OSO EN EL GIMNASIO! ¡TODO EL MUNDO FUERA, YA!

Aquellos que podían moverse y hacer algo más que temblar obedecieron el mandato de la directora, pero había al menos cinco alumnos en el suelo lloriqueando como bebés. La directora no se centró en ellos, sino que buscó el cuerpo de Larry Chang y se arrodilló junto a él. Le tomó el pulso y se giró hacia Viviane.

-Viviane, ve a llamar a una ambulancia. Pide que avisen a Carcetti.

Todo esto, claro, tendría más sentido si no hubiese tres bestias forcejeando a pocos metros de ella. La directora, si los había visto, no les pretaba demasiada atención.

Viviane, que había salido y ahora estaba asomándose en la puerta para ver el espectáculo, asintió de inmediato y volvió a desaparecer.

Los ojos de Viviane habían visto que esos tres seres de osos tenían poco. Uno de ellos en concreto, ya que era calvo y feo como una rata enorme. De repente se paró en seco en medio del pasillo al recordar que… Oh, Dios. Donny y Hécate eran esos monstruos. O algo. No tenía sentido, así que lo obvió, o su mente lo bloqueó para hacerla capaz de responder como se esperaba de ella. Dio con una cabina cerca de la entrada y empezó a rebuscar entre los bolsillos de la chaqueta algunas monedas. No tenía, claro. Se habían cambiado de ropa. Pero entonces recordó que los números de emergencia eran gratis.

Los pitidos de espera le parecieron eternos hasta que por fin alguien cogió el teléfono.

-Buenos días. ¿En qué podemos ayudarle? -preguntó una voz masculina.

-¿Servicio de emergencias?

-Sí.

-Necesitamos una ambulancia en el… en el Instituto de Secundaria Riverside. En el gimnasio –dijo con nerviosismo.

-¿Podría darnos sus datos por favor?

-Viviane Olsen. Por favor, dense prisa –Y antes de que siguieran preguntándole colgó. Sabía por experiencia que cogían tus datos para que si llamabas gastando una broma luego pudieran localizarte. Ese no iba a ser el caso.

Miró durante unos segundos a izquiera y derecha tratando de recordar dónde estaba la clase del profesor Carcetti. Izquiera. Esprintó de nuevo hacia allí y sin llamar a la puerta entró. Se arrepintió en cuanto un montón de ojos se clavaron en ella, pero no había tiempo para eso.

-Profesor Carcetti, la directora le necesita en el gimnasio. Hay… hay tres… -hizo un gesto indescifrable con la mano, algo que quería decir “muy grande”, pero que se quedó en un movimiento idiota. Lo que sí estaba claro era el pánico que se reflejaba en su mirada.

El profesor de Historia dejó el libro sobre la mesa y se despidió de la clase ordenando al delegado que se ocupase de ella. El señor Carcetti salió y cerró la puerta echando a andar hacia el gimnasio. Esbozó una sonrisa tensa.

-¿Estás bien? Lys me mataría si te pasara algo -dijo mientras caminaba-. Escucha, esto es muy importante. No tienes que hablar de lo que ha pasado con nadie que no seamos la directora o yo, ¿vale? Nadie se acordará de lo que ha visto, pero si te pones a hablar de bestias salvajes los vas a asustar y mucho.

El profesor no parecía demasiado preocupado por que Viviane comprediera lo que pasaba tanto como que guardara silencio. Pero tan pronto salieron al patio dejó de decir nada. Afuera había un buen montón de alumnos corriendo despavoridos y aterrados, pero Carcetti no les hizo ni caso. Entró en el gimnasio y soltó una exclamación.

-¡La madre que me ha parido!

El profesor Carcetti entró en el gimnasio seguido de Viviane. Se llevó una mano a la boca pero conservando la calma igual que la directora. Sin embargo, él sí que se dirigió a los monstruos.

-Hécate y... como te llames, ocupaos de que vuelva a la normalidad. Pam, tenemos que llevárnosla antes de que venga todo el mundo. ¿Quién ha sido? ¿Ashley? -La directora asintió-. ¿Sólo ha herido a Chang? Bien.

Se quitó el sudor de la frente y trató de ayudar al profesor Osbourne a levantarse y a dejar de temblar.

¿Volverla a la normalidad? Hécate en aquel momento no sabía muy bien cual era su prioridad, si conseguir que Ashley volviese a la normalidad o defenderse de las garras de aquella Garou desquiciada dándole un buen golpe. Por suerte para la metis podía hacer las dos cosas a la vez.

Mientras Donny mantenía sujeta a peluda Ashley, Hécate levantó una de sus garras y la descargó con fuerza sobre el hocico de la crinos.

El puñetazo de Hécate impactó en el rostro de la bestia indefensa, que se sacudió dolorida y se tambaleó en brazos del otro Crinos. Usualmente un Crinos soportaba más castigo que aquel, pero la primera vez la forma resultaba mucho más incontrolable. Perdió la conciencia y comenzó a cambiar de nuevo con una rapidez inusitada. El pelo desapareció de la superficie y brotó sólo en la cabeza, rubio ceniza. Lo que había sido una bestia de casi tres metros regresaba a su forma habitual, la de una joven de diecisiete años desnuda y pálida, con la boca llena de sangre.

La directora volvió a hablar, esta vez dirigiéndose a los otros dos monstruos.

-Sacadla de aquí y llevadla al Túmulo. Charles -dijo volviéndose al profesor de historia-, coge tu coche y que nadie la vea. Yo me ocupo.

Se encontró con Ashley desnuda e inconsciente entre las garras. Ahora parecía muy fácil cortarla en trozos si no tenía mucho cuidado. Volvió la enorme cabeza para mirar a aquellas dos personas que no conocía. Pero parecían saber lo que hacían, así que no discutió.

En otras circunstancias, verse repentinamente con una chica desnuda en brazos habría causado otro tipo de reacción en Donny, otro que no fuera cargársela al hombro con poca o ninguna delicadeza y debatirse entre ir a los vestuarios o esperar las instrucciones del hombre. Preferiría que Hécate le dijera qué hacer, o que nadie le dijera qué hacer.

Joder. La que se había liado por su culpa en un momento.

La mención de su madre la desconcertó, más si cabía. ¿Eran amigos? ¿Por qué eran amigos si su madre ni siquiera vivía allí? Viajaba y siempre estaba de un lado para otro. Pasaba por casa cada cuatro o cinco meses unos cuantos días, aunque en los últimos años más. Nunca se había molestado especialmente en mostrarle su cariño por que, bueno, nunca había estado y siempre había sido su padre quien había cargado con la situación sin darle demasiadas explicaciones. En cierto sentido le tenía mucho resquemor.

A pesar de todo, Viviane no tuvo demasiado tiempo para reflexionar sobre ello porque el profesor enseguida le llenó la cabeza con otras ideas. Más bien órdenes. No debía hablar de ello con nadie. Pero, ¿cómo no iban a recordarlo? Habían aparecido tres osos enormes de la nada en el gimnasio, y Larry Chang estaba herido si no muerto. ¿Cómo iban ha no acordarse? No obstante era un profesor, y conocía a su madre. Le haría caso, sólo para enterarse más tarde de qué coño estaba pasando. Asintió y siguió caminando de vuelta al gimnasio.

Cuando llegaron, Carcetti empezó a organizar todo el barullo y Viviane se quedó a pocos pasos de él, contemplando la escena. Hécate (o el bicho sin pelo que parecía una rata mutante) le soltó un zarpazo a uno de los otros dos y entonces empezó a cambiar ante sus ojos, igual que si fuera un Digimon. De repente Ashley estaba desnuda sujeta por el otro monstruo peludo, el cual se la echó al hombro. Le dieron ganas de gritar o algo, pero el profesor y la directora estaban la mar de tranquilos, así que no debía haber riesgo… O algo. Pero no entendía absolutamente nada. Sencillamente miraba a Donny y Hécate con la boca abierta. Entonces recordó la ambulancia y se acercó a la directora, confusa y temblorosa.

-Em… Llamé a la ambulancia. Debería llegar pronto. -La miró con pavor-. No entiendo nada…

Viviane le ignoró y salió del gimnasio, pero acto seguido alguien entró. Se trataba de la directora Lovejoy, que, sin inmutarse por el espectáculo de terror improvisado que sucedía a unos pocos metros, ordenó a todo el mundo que saliese de ahí. Él hizo un esfuerzo y logró sacar a Celia, que seguía sin colaborar, fuera del gimnasio, donde la dejó y contempló como recuperaba su posición fetal. Sacudió la cabeza, desconcertado. ¿Qué demonios estaba pasando?

Cuando vio a Viviane volver junto al profesor de historia, les siguió de nuevo dentro del gimnasio; no sin miedo, pero sí con ganas de obtener alguna respuesta. Tanto el señor Carcetti como la directora no parecían alterados lo más mínimo, y el primero incluso parecía saber que dos de esos monstruos eran los nuevos alumnos. Y según decían, el tercero era... ¿Ashley?

- De... debo de estar volviéndome loco... - murmuró, y esa sensación se acrecentó cuando el bicho enorme sin pelo, "Hécate", dejó K.O. de un golpe a la primera criatura y esta adoptó un aspecto humano. En efecto, era la jefa de animadoras, tal y como Carcetti había dicho. Pero todo eso no tenía sentido, no podía estar pasando... Sin embargo, ¿y si no estaba pasando sólo ahí?

- Oh, mierda... Dana... - dijo. Su hermanita estaba en clase. ¿Y si aparecía otro de esos monstruos ahí? Sin detenerse a ver el desenlace de esa situación, se dio la vuelta y salió del gimnasio, para a continuación echar a correr hacia donde supuso tendría clase ahora su hermana. No podía correr mucho pues estaba agotado tras el esfuerzo de sacar a Celia de ahí, pero se daba tanta prisa como podía.

-Chicos, deberíais cambiar y vestiros. No hace tiempo como para andar fuera en plan nudista -dijo Carcetti, evitando en lo posible contemplar el cuerpo desnudo de Ashley-. Os espero en el aparcamiento. El Ford Focus rojo; Hécate, espero que lo recuerdes.

El profesor de historia salió del gimnasio al trote sacando las llaves del bolsillo.

La directora se volvió hacia Viviane, que no sabía muy bien lo que estaba ocurriendo, y le hizo un gesto para que se acercase a ella.

-Viviane, me gustaría que fueras a mi despacho, donde está Kate, y me esperaras allí. Ese chico que acaba de irse corriendo... Rourke, ¿verdad? Bien, he de pedirte por favor que vayas a por él y lo lleves también a mi despacho antes de que haga cundir el pánico. Todo está controlado y os informaré de lo que ocurre allí, pero primero tengo que hablar con los ATS para que se lleven a Chang. Y recuerda: un oso ha entrado en el gimnasio y lo ha atacado. Y ahora, ve.

Viviane ladeó la cabeza un poco confusa, pero al final asintió. ¿Qué más podía hacer a parte de obedecer? Miró a Donny y Hécate sin terminar de creerse que de verdad fueran ellos. Estaba más tranquila, pero su presencia seguía causándole pánico a la vez que hacía que algo se removiese dentro de ella, aunque no era demasiado consciente de ello.

Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta del gimnasio, pero volvió la cabeza una última vez hacia sus tres compañeros de clase antes de sprintar tras Edgar. Estaba cansada de correr.

Edgar no había llegado a atravesar el patio -el cual también atravesaba el profesor Carcetti en ese momento, aunque en dirección al aparcamiento-, cuando Viviane le alcanzó.