Partida Rol por web

22 de enero de 1866
Alrededores de Kyoto, Japón

Las gestiones en el mercado no duraron mucho. Encontrar las provisiones necesarias fue rápido, y pagarlas, sencillo. Al fin y al cabo, aunque los Ichijo no eran ricos, tampoco les faltaban medios para mantener el templo, y aquella misión era de gran importancia. Genbo les había indicado que podían comprar todo lo que necesitaran y decir a los mercaderes que él pagaría. Como todos conocían a Akari y Juzoh, no hubo ninguna dificultad y en poco tiempo estuvieron listos para partir.

Cruzaron las calles de la ciudad sin llamar apenas la atención. O por lo menos, llamándola mucho menos de lo que debían estar haciéndolo Shigen y Zantetsu. En un rato se encontraron en las afueras, mirando en dirección al monte Fuji.

- Estupendo, otra vez de viaje... -gruñó Juzoh, acomodándose el enorme fardo que llevaba a la espalda-. Ya sé que nuestra misión debería ser secreta y todo eso, pero... ¿podríamos al menos intentar no ir a pie?

Lo único que le faltaba era que además de hacer de mula de carga, le tocase caminar todo el trayecto hasta su destino. Estaba ansioso por ayudar a que Hikari sanara, pero si podía hacerlo sin cansarse absurdamente, sin duda lo prefería.

Yuki miró hacia la montaña. No estaba muy segura de que fuese una buena idea meterse con una pequeña recua de burros, pero si que podían servirles hasta llegar al pie de la montaña de una forma más veloz. Después ya ascederían a pie. No era unicamente cuestión de los alimentos que podían llevar para los animales, al fin y al cabo la misma montura podía cargar con sus raciones; lo que más le preocupaba era que llamarían demasiado la atención y, como había dicho Washizuka, otros podían estar buscando a la Dama para asesinarla y así impedir el sellado de la puerta.

–No estoy muy segura de que sea buena idea... Una vez en la montaña llamaríamos demasiado la atención. Pero no veo inconveniente en ir con ellas hasta el linde. Despues podemos continuar a pie.–sugirió intercambiando la mirada con el resto– La ascensión no debería ser demasiado larga, pero no sabemos cuanto pasará hasta que la Dama aparezca.

Si aparece

Mientras hablaba, la chica no había podido evitar fijarse en Juzoh, quien se removía incómodo bajo el peso de todo el equipaje. Yuki sintió una repentina simpatía por la situación del joven gigantón, con quien en realidad estaban siendo algo injustos.

–Por cierto, no hace falta que lleves toda la carga. Déjame llevar parte... Ya sabes, llevándolo dividido será más fácil encontrar algo si lo buscamos con prisa.–añadió para que Juzoh no se sintiese ofendido ni pensase que estaba poniendo en duda su resistencia.

Niega con la cabeza a lo del transporte. Sería una buena idea si no fuese porque los carros son más propensos a ser emboscados. Caminando como la gente normal, aunque tarden más, tienen más posibilidades de pasar desapercibidos. Aunque con Juzoh a su lado es casi imposible.

-No creo que sea buena idea. Es cierto que el Monte Fuji está a unos 400 km, pero pasaremos desapercibidos si tomamos la Tôkaidô*. Muchos viajeros la toman, al igual que los comerciantes. Al ser una ruta imperial, estará protegida. Cuanto más protegida mejor. Nuestros enemigos no son el único problema**.

Comienza a caminar, saliendo de Kyoto en dirección a la Tôkaidô.

-Tenemos que espabilarnos si queremos llegar en poco más de una semana.

–Desde luego, tiempo no nos sobra– respondió a la onmyoji

Yuki miró a Okina en busca de su opinión ya que era el único que no se había pronunciado al respecto. Lo que decía Akari tenía sentido, pero en su corazón quería llegar cuanto antes. En una semana, sus enemigos podían haber localizado y asesinado a aquella misteriosa mujer. Y ahí la idea de Juzoh de llevar montura era buena...aunque por su puesto, no subiendola hasta la cima del Monte Fuji.  Lo único que le consolaba y le animaba a seguir la idea de Akari era que, según la historia de Okina, aquella mujer, aquel ser, tenía poderes mágicos sobre la nieve. Esperaba que fuese suficiente para que se defendiese y probablemente así fuese; nadie se convertía en un ser "antiguo" sin aprender unos cuantos trucos.

Sabiendo que su cabello rubio llamaría la atención desde lejos, la joven lo ató con la cinta antes de ponerse el kasa e hizo un gesto a Juzoh, separando las manos, en un claro "¿Qué le vamos a hacer?". Antes de continuar, volvió a señalar el grueso fardo.

–Insisto, Juzoh-san. Llevaré parte– dijo con firmeza. Les esperaba un largo camino y no iba a dejar que el pobre hombre cargase con todo, por muy fuerte que fuese.

La expresión de Juzoh cambió a medida que las chicas hablaban, y pasó de la alegría ante la sugerencia de Yuki de ir hasta el pie de la montaña en burro, a la desolación cuando su hermana menor señaló que sería mejor andar para pasar más desapercibidos.

- Pe... pero... -miró alrededor desesperadamente, hasta que se fijó en Okina-. ¿Qué pasa con el vie... con el maestro? ¿Vas a hacerle ir caminando hasta el monte Fuji?

Señaló al anciano como si le escandalizara terriblemente lo que Akari proponía.

Okina se rió con ganas ante el intento de Juzoh de usarle como excusa para no caminar, y movió una mano.

- No te preocupes, joven -dijo, riendo aún-. Creo que de todos nosotros, yo seré el que más descansado llegue.

Y abriendo su cesta de mimbre, sacó una enorme tortuga sobre la que se sentó. La tortuga echó a andar a buen paso, y al poco el maestro Okina les miraba desde unos cuantos metros de distancia.

- ¿Vamos? -sonrió-. La sugerencia de la joven Ichijo me parece acertada. La Tokaidô será sin duda una buena manera de llegar sin correr peligro.

Juzoh dejó caer los hombros y emitió un quejido lastimero. No habría más remedio que andar...

Miró a Yuki y negó con la cabeza. Sonrió para darle las gracias a la guerrera por su ofrecimiento.

- No es que pese tanto, no te preocupes -dijo riendo-. Es sólo que... bah, no importa. De todas formas, Padre y Hikari se enfadarán si se enteran de que no me he esforzado al máximo.

Luego lanzó una mirada de reojo a Akari.

- Y seguro que se enteran... -murmuró.

Tienen suerte de poder ir juntos. Moriya...Kaede...

–Sospecho que antes de que esto acabe todos nos habremos esforzado al máximo– respondió la joven con un suspiro. Momentos después se puso en marcha detrás de Akari y Okina. Con un poco de suerte vería como demonios subía aquel animal las escaleras para así poder comentarlo con Kaede y Moriya. Seguramente el anciano Okina la metiese en la cesta y subiría el andando, pero no estaba claro. Había tantas cosas en aquella aventura que no lo estaban...

–Esperemos que el tiempo nos acompañe– añadió la chica– porque entonces si no es así, esa semana podría alargarse.

-Seguro que sí, Juzoh... - sonríe inocentemente.

Está claro que si se entera, será porque ella ha dejado caer algún comentario.

-No nos detendremos, llueva o nieve. Salvo que sea demasiado complicado moverse. Pensad que será complicado moverse una vez dejemos el camino... ¿vamos a detenernos solo por eso? No, ¿verdad? Pues ya sabéis... el objetivo está enfrente, pero no nos relajaremos hasta que estemos en sus faldas.

Al menos, ella no se detendrá. La vida de muchas personas está en juego y evitar lo peor es su objetivo.

–No es detenernos, pero una tormenta fuerte hará que vayamos más despacio. De eso no hay duda–respondió la guerrero mientras caminaba.–Pero lo cierto es que no tiene ningún sentido pensar en eso ahora.

Le hubiese gustado mostrarse tan optimista como Akari, Juzoh y Okina, pero había algo en su interior que le preocupaba. Como si se hubiese olvidado de algo importante. Pero no debía pensar en ello, tan solo debía centrarse en el siguiente paso y en lo que podía acechar a su alrededor. Si algo tenía claro es que no les pillarían desprevenidos.

Mientras hablaban sobre lo que el viaje les depararía, empezaron a caminar a buen paso. Juzoh aún rezongó un par de veces sobre lo incómodo que le resultaba tener que salir otra vez del barrio que tanto amaba, tener que ir todo el rato con sandalias y tener que estarse pinchando con las cosas que contenía el fardo que llevaba, pero las admoniciones de Akari bastaron para que se resignara a todo ello. Y tampoco sirvió que Yuki insistiera sobre aliviarle de parte de la carga. Por mucho que se quejara, estaba claro que para Juzoh llevar aquél saco era poco más que llevar un montón de plumas.

Caminaron durante buena parte de la mañana, hasta que finalmente tuvieron frente a sí la concurrida Tokaidô. A pesar de ser invierno, había multitud de viajeros transitando por ella. No sería difícil mezclarse entre ellos para poner rumbo al monte Fuji sin llamar demasiado la atención.

Juzoh echó un vistazo a la ruta y se encogió de hombros. La había visto pocas veces, pero tenía el mismo aspecto de siempre.

- Por lo menos se me hundirán menos los pies...

El anciano Okina también contempló la ruta, y se bajó de su tortuga. Con mucho cuidado, la levantó del suelo y la metió en la cesta, donde cabía con bastante dificultad. Era difícil imaginar que el viejo pudiera llevar algo más allí dentro aparte de aquella compañera con caparazón.

- Será mejor que camine -dijo-. Al menos mientras vayamos por la ruta, con toda esa gente mirando...

Pero justo antes de echar a andar, miró en derredor. Y no sonreía.

- Noto algo extraño -murmuró-. No sé muy bien qué es. ¿Lo percibís también o son imaginaciones mías...?

Yuki se detuvo y giró la cabeza, tratando de oír aquello a lo que se refería Okina. El maestro no solía equivocarse con aquellas cosas y no era cuestión de tomar a broma aquella advertencia. La mano de Yuki se deslizó por la naginata como si la estuviese acariciando, preparada para lo que pudiesen encontrarse y esperando que no fuese necesaria una confrotación. Llamaría demasiado la atención.

–Creo que...–comenzó.

Tras caminar un rato, llegan a la Tôkaidô. Está concurrida. Muchos usan ese camino para viajar de ciudad en ciudad ya que es accesible y lleva hasta las mismas puertas de ciudades importantes. Además, aunque ahora se internen en el país, si no recuerda mal, en Nagoya el camino se dirige a la costa y quizá eso les acompañe para el viaje.

Cuando Okina comenta eso, trata de notar lo que ha notado el anciano. Si él cree que es importante, es porque lo es.

Okina se mantuvo un momento en silencio, muy concentrado. No movió ni un músculo, ni dijo nada. Akari y Juzoh no percibieron nada extraño, pero los instintos guerreros de Yuki sí le permitieron notar algo. No sabía muy bien de dónde venía esa sensación, pero estaba segura de que alguien o algo les observaba... y no le gustó nada. Entonces el anciano maestro se volvió hacia unos árboles cercanos que había al borde del camino.

- Ahí... -dijo.

Cuando el resto del grupo miró, al principio no descubrieron nada extraño. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de algo muy inusual. Había una lechuza, muy grande y de color gris como un cielo tormentoso, observándoles fíjamente desde una de las ramas.

Juzoh se encogió de hombros.

- ¿Os referís a ese pájaro, maestro? -preguntó-. Es raro ver lechuzas de día... pero no creo que sea nada preocupante.

Yuki se acercó para ver mejor el animal. Tenía un plumaje realmente hermoso y parecía no inmutarse con su presencia, de una manera elegante y firme. La chica buscó los ojos del animal para encontrarse con ellos. ¿Sería algún Hengeyōkai? Claro que, ¿Quién había oído hablar de uno que tomase forma de lechuza? Ciertamente era raro encontrarse una durante el día. Sí aún fuese última hora de la tarde...

–Me gustan las lechuzas. Ven allá donde el resto del mundo está ciego –dijo al cabo de un rato– Y es precisamente lo que necesitamos. Sin embargo... Esa parece estar muy interesada en nosotros.

Mira en dirección en la que apunta Okina y se encuentra con una lechuza enorme. Está claro que no es de la zona. Las lechuzas que sobreviven ahí son aquellas que tienen el color terroso de los árboles. Así es como se salvan de los depredadores.

-La Dama... - murmura.

Una lechuza de las nieves... sin duda, vive en un lugar donde la nieve abunda.