Partida Rol por web

-¡¡Te debo la vida!!- digo a Marcos entre jadeos al tiempo que me incorporaba.

Con una mano temblorosa, tomo la suya y tiro de ésta para encaminarnos hacia el interior de la vivienda -¡¡En marcha!!- y dicho ésto, comienzo a correr en dirección a la casa.

Mis piernas temblaban, pensaba que no podría sostenerme en pie por mucho tiempo y todo debido al pánico de lo ocurrido. Afortunadamente habíamos salido de ésta con vida ¿Tendríamos suerte la próxima vez? Nadie lo sabía, pero tenía suerte de contar con un grupo de buenos y valientes amigos.

El salto fue de maravilla, y Liz se sintió a salvo durante todo el trayecto entre el techo del coche y el suelo. La cosa cambió cuando el pie sobre el que se plantó venció hacia un lado, y con un grito se torció el tobillo mientras hacía lo posible por no caerse, dando tumbos descontrolados hacia delante intentando zafarse de los zombis.

Quizás hubiera caido al suelo, pero en ese momento apareció Romo, que la alzó en el aire cogiéndola en brazos y guiñándole un ojo.

Apretando los dientes por el dolor del tobillo, sonrió apretada contra su pecho. "Pues pesaré poco, pero a esos zombis les parecía muy apetitosa, casi me meriendan", dijo asustada. Un momento después estaba sobre la silla de la entrada, y mientras su amigo miraba afuera hacia Isabel y Marcos, ella se quitaba el zapato y miraba cómo se empezaba a formar una bola de colores en el tobillo herido. "Ojalá no fuera tan torpe...". Luego miró hacia Romo agradecida. "Si no es por tí me habrían comido... ¿vienen Marcos e Isabel?".

Entrasteis todos dentro de la casa y rápidamente Marcos cerró los portones de madera de golpe al entrar Romo cargando a Liz. Eran puertas de madera vieja, pues la casa era antigua pero estaban bien cuidadas y eran resistentes. Cuando la puerta fue cerrada, un golpe retumbó en aquella madera, seguramente uno de esos zombies se había abalanzado en el último momento para intentar agarrar a sus presas. Después de ese golpe vinieron un par mas y luego cesaron, aunque se seguían oyendo fuera los gruñidos, lamentos y golpes a aquella furgoneta.

Ahora estabais todos en el recibidor de aquella casa y pudisteis tomar aire de nuevo y respirar tranquilos, por el momento. La casa era antigua aunque estaba bien cuidada y reformada. La construcción era de madera, tanto las vigas principales, como las puertas y ventanas. A fuera aún era de día y aunque esa casa no era especialmente luminosa, teníais luz suficiente para ver, pues esta se filtraba a través de las ventanas cerradas y de la cocina que parecía estar en el fondo del pasillo.

En el recibidor mismo, había unas escaleras que subían hacía un piso superior, seguramente desde donde Marcos y Romo entraron y posteriormente bajaron para abriros desde dentro.

Las palabras de Isabel lo golpearon como si de una descarga eléctrica se tratara. Nunca había echo algo así, siempre era él, siempre era su seguridad. Quizás algo estaba cambiando en su forma de ser. Apretó la mano de su amiga mientras corrían hacia la puerta, por el rabillo del ojo fugaces sombras trataban de cerrarles el paso. Todo estaba mal, como si estuvieran viéndose a si mismo correr, pero en un ángulo absurdo e imposible. Como si todo a su alrededor se difuminara para que solo una parte se viera con claridad: la puerta de la casa.

Cerraron la puerta detrás de suyo, el primer golpe fue seguido por otro, esperaban una lluvia de golpes y el posterior derribo de la puerta. Pero esta resistió.

-Romo, las ventanas- le dijo a su amigo, el único que parecía estar en condiciones aparte de él. Tenían que asegurar las ventanas y cualquier puerta trasera.

Una vez realizado esto habría tiempo para hablar… y para planear que hacer a continuación.

En cuanto Marcos e Isabel entraron en la casa, las pesadas puertas de madera se cerraron tras ellos. Sonrio al comprobar el clásico cerrojo metálico en la puerta, ya solida de por si, así como los cierres de los ventanales, que impedían la entrada de mucha luz, pero al mismo tiempo, nos ocultaba de la vista de los monstruos.

- Encargaos vosotros de asegurar puertas y ventanas, - susurro a Marcos - mantened la calma y procurad hacer ruido. No queremos llamar la atención demasiado, ¿verdad?

Sin perder más tiempo, subo las escaleras - yo mientras tanto, intentaré alejar a los muertos de la casa y asegurar la puerta que hemos roto del balcón - comento mientras llego al segundo piso de la casa.

Busco algún reloj de pared u objetos similares por el piso de arriba, algo para lanzar a través del balcón, y con suerte, golpear en algún coche lejano con alarma, algún cristal, cualquier cosa que atraiga la atención de los zombies lejos de este edificio.

Marcos asiente a Romo aunque dudaba de que alguno de esos torpes muertos pudieran trepar más valía ser precavidos. Con rapidez comienza a verificar todas las ventanas. Busca aquellas que no tengan rejas o que tengan apariencias débiles. Tenía pensado usar cualquier mueble de obstáculo en el caso de que no haya más que un vidrio lo que los separe de las criaturas. Esperaba que si esa casa era medianamente segura pudieran descansar un rato para luego pensar en como salir. Liz no podía correr y todos estaban exhaustos. Acordándose de repente de algo se saca su mochila y se la entrega a Isabel.

-Llena de nutritiva comida- dice con un una media sonrisa. La mochila estaba llena de comida chatarra. Bolsas apretadas con furia y desesperación, algunas abiertas y con su contenido desparramado por todo el interior.

Aquella corta distancia hacia la casa, había parecido eterna, pero al fin lo habíamos conseguido. Estábamos vivos.

Al entrar, exhalo y me dejo caer en el suelo, dejando la herramienta a un lado y comienzo a inspirar y exhalar para así recuperar el aliento.

Permanezco en silencio por un momento, tomando mi cabeza en las manos. Temblaba y pensaba que mi corazón iba a salirse. Aquel momento perturbador y de pánico, seguía en mi mente, no podía alejar la imagen de aquel ser a punto de deborarme.

La voz de Marcos hizo que levantara la cabeza. Le dedico una media sonrisa, un poco fingida debido al miedo que sentía -Gracias... estoy en deuda eterna contigo...- murmuro y miro la mochila llena de "comida nutritiva" -¿Cómo han conseguido ésto?- pregunto atónita y saco uno de los paquetes, pero lo dejo a un lado, apetito no tenía y quizás en unas buenas horas no iba a tener.

De lejos se empezó a oír..

Al parecer algo había hecho saltar las alarmas de un coche bastante alejado, y por lo que os pareció oír la mayoría de zombies que rondaban las puertas de la casa se fueron alertas por ese nuevo sonido que para ellos significaba nuevas victimas, más comida. La verdad que era un golpe de suerte para vosotros, pues si empezaban a acumularse en la entrada de la casa os habríais quedado atrapados. De todas maneras aquel pueblo parecía completamente infestado, así que seguramente acabarían volviendo algunos por ahí, pero al menos no tan agrupados como antes.

Al cabo de unos instantes bajó Romo, con una sonrisa cómplice entre los labios y frotándose las manos en señal de haber hecho un "buen trabajo".

Liz ayudó como pudo, a la pata coja, intentando cerrar silenciosamente persianas y cercionándose de que las puertas estaban cerradas. Cuando el sonido de la alarma comenzó a resonar echó un vistazo por un hueco de la ventana, y vio alejarse a la marabunta de monstruos, susurrando. "Espero que no sean gente viva... esto es horrible..."

Una vez más se siente algo turbado por las palabras de Isabel. Sonríe casi con timidez, el nunca fue alguien tímido. Se pone ha hacer algo para no pensar demasiado en la implicancia de su acciones. Se detiene al escuchar un sonido lejano. Sonríe al ver venir a Romo.

-Muy bien, eso nos da algo de tiempo- suspira refregándose los ojos, ya pasada la tensión y la adrenalina todo su cuerpo acusaba agotamiento. Señala la mochila y diciendo-. Asaltamos una maquina, casi nos costo la vida. Literalmente.

No tenían auto, apenas algo de comida, estaba por el momento a salvo de los zombis pero eso no era para nada una seguridad. Una vez revisada las ventanas y asegurándose de que nada entrara, comenzó a buscar comida.

Los sonidos en la lejanía me habían hecho sobresaltar. Aún me sentía nerviosa, quizás con el transcurso del día los nervios regresarían a su lugar.

Miro a Marcos, un poco seria -No debemos arriesgar la vida, ni siquiera por comida- frunzo ligeramente el ceño -Nuestra vida estará siempre riesgo, no estámos seguros, ni aquí dentro, ni en ningun otro lugar- suspiro, algo frustrada -Cuando estábamos en el coche, escuchamos algo en la radio, una grabación, todo el país se encuentra en la misma situación...- hago una pausa y me pongo en pie -existen refugios, pero no sabemos donde exactamente, debemos encontrarlos, aunque obviamente no será nada fácil- me encojo de hombros y muevo la cabeza hacia los lados.

-En fin... ya pensaremos en algo ¿Hay algún baño? Quisiera refrescarme o beber algo de agua- mi estado anímico no era el mejor, intentaba ocultarlo, pero estaba casi imposible.

Sonrío a Romo quien se acercaba al pequeño grupo -Gracias, guapo. Has salvado a mi amiga, te lo agradezco- una sonrisa más y comienzo a caminar en busca de un lugar más íntimo.

Os encargáis de cerrar las puertas y ventanas. En la cocina hay una puerta que da a un patio de luces, para tender la ropa, que cerráis a cal y canto, luego rebuscáis por si hay comida o algo útil. Al parece la casa no se debe utilizar demasiado, aunque podéis encontrar algunas latas en conserva, whisky, agua y vino. La cocina va en consonancia como el resto de la casa, está hecha de madera y piedra, aunque os fijáis como los electrodomesticos y otros enseres están renovados y son completamente nuevos. Al parecer los dueños la renovaron hacía muy poco tiempo. No había agua corriente y la luz no funcionaba. Los fogones en cambio si que funcionaban pues iban con gas (había una bombona debajo).

En la parte de abajo, aparte del recibidor y la cocina hay un pequeño salón-comedor, con un sofá, un televisor y unos muebles con platos y otras utilidades para esa habitación. También había una chimenea para hacer fuego un montón de leña apilada debajo de un mueble lateral, completamente seca. Ahí pudisteis encontrar algunas fotografías de los inquilinos, parecía un matrimonio mayor, y por lo que podíais deducir algunos no eran ni siquiera de Barcelona, así que debían ser visitantes esporádicos que venían a veranear.

En esos momentos os dabais cuenta como vuestras mentes habían cambiado, pensabais ya de una manera diferente. Cerca de la chimenea había un pequeño colgador con herramientas típicas de hierro para manipular el fuego, vosotros enseguida las visteis como armas potenciales para defenderos de lo que había afuera.

En la parte de arriba está la habitación de matrimonio. Está decorada muy rustica, como el resto de la casa, en otra ocasión os habría parecido bonita y acogedora pero en estos momentos nadie pensaba en esas cosas. La ventana lateral estaba rota pues Marcos y Romo habían forzado la entrada por el balcón. Por el suelo había cristales y alguna que otra mancha de sangre vuestra, al caer. También había un pequeño lavabo al lado.

"Creo que lo primero que necesitamos son víveres...", dijo Liz. Cojeando, fue hasta la cocina y buscó en los estantes y en las alacenas algo para comer: conservas, fruta o lo que fuera. A medida que iba encontrando cosas, las dejaba ordenadas encima de la mesa de madera. "¿Podéis buscar algo donde meter la comida?, la mochila de Marcos está bien, pero no es infinita...".

Lo que pasaba era tan horrible que necesitaba mantenerse activa para no derrumbarse.

Mira a Isabel marcharse al cuarto de baño, pensando en las palabras que le dijo. Ahora una bolsa con frituras era muy importante, les daría algo de fuerza para poder vivir un día más…

Liz comenzó a juntar lo que pudiera servirles de comida, Marcos abrió un grifo pero no salio ni una gota de agua. De todas las casas de ese pueblo se fueron a meter en una que no tenia agua y al parecer tampoco había electricidad.

-Liz, después acostate y descansa, ese pie no se va a arreglar por arte de magia. A lo mejor Isabel se da una idea de como curarte- le guiña el ojo agregando-, la próxima aterriza de pecho.

Rápidamente sale de la cocina antes de que ella le dijera algo. Sube las escaleras y se mete en el cuarto, busca algún armario o mueble de ropa. Buscaba tanto ropa para ellos como algo para llevar lo poco que encontraran. El apenas tenia un pantalón corto, una remera junto con un pequeño abrigo, se sentía desnudo al pensar en los dientes de los zombis. Si fuera por el y hubiera allí se llevaría una armadura de metal.

-Y no es mala idea- se dijo con sarcasmo.

Junto todo lo que puso y lo llevo abajo, suspiro al ver el montón de ropa y dijo.

-Bueno podemos cambiarnos de ropa por algo mas practico y seguro- miro a romo cuya elegante ropa ahora estaba llena de rasguños, tierra, sangre y pedazos de color rojo oscuro de algo que ninguno quería averiguar de que eran, diciendo-. No creo que haya algo tan bueno como lo que tenías pero mejor que eso…

Sin duda habíamos encontrado un buen sitio. La casa tenía muchas comodidades y al parecer no correríamos peligro.

Al llegar al baño, abro el grifo y descubro que no había agua -Genial...- murmuro con cierto enfado. Necesitaba refrescarme, limpiar las pequeñas heridas que ahora cobrían mis piernas que comenzaban a escocer.

Después de unos minutos inspeccionando la casa, decido regresar al salón, donde estában mis amigos, sorprendiéndome por la ropa que había allí -¿Y ésto?- pregunto tomando una de las prendas -Hemos encontrado un buen lugar, podremos descansar, comer y cambiarnos de ropa- comento un poco más animada -Por cierto ¿Se han dado cuenta que no hay agua? Eso es un gran problema...

Busco por la cocina, el baño y la entrada de la casa donde pudiera estar la llave de paso del agua. Como bien señalaba Isabel, el disponer de agua corriente era muy necesario ahora mismo. Ya buscaría algo de ropa,comer algo y descansar más adelante.

Debajo de una de las maderas de la cocina Romo encontró la llave de paso de agua. Parecía que todo el circuito era nuevo, por lo que se había conservado en bastante buen estado, aunque esas zonas siempre estaban húmedas y llenas de polvo. Al girarla sin demasiada dificultad, los noventa grados que permitía, se podía oír como empezaba a circular agua. Una vez hecho este cambio comprobasteis si volvía a funcionar los grifos.

Al encender, visteis como empezaba a salir agua, pero un chorro muy escaso.

Seguramente habría habido algún problema de suministro de agua, y por eso salía tan poco.

- Bueno, no es gran cosa, pero al menos es un poco de agua fresca para limpiar heridas - comento a los demás cuando vuelvo de la cocina.

Después, busco el calentador de agua. Si tenía un deposito de al menos 50 o 75 litros, puede que con suerte nos podríamos dar una ducha rápida.