Partida Rol por web

Lyara paseó la vista por las múltiples situaciones que concurrían en aquel abarrotado lugar. Con mayor o menor acierto decidió centrarse en algunas peculiares escenas, pero trataba de no detenerse demasiado en ningún lugar en particular escudándose en Celarian y sin separarse de ella.

—Los sitios como este nunca fueron mi predilección. —contestó con aparente resignación.

Parecía muy centrada aunque mantenía una sonrisa en el rostro por si cualquiera las observaba cuando se giró para escuchar a su compañera.

—No es un mal plan el que dices, pero... —miró discretamente a un lado y otro con su habitual paranoia antes de acercarse a su oído— Esa pareja de elfos, ¿crees que coinciden con la descripción? La mujer es peliblanca como la de la ficha, y tiene un carácter agresivo. Van juntos, y el otro parece más curtido que ella, como dijeron... quizás estoy siendo muy optimista. —dejó caer levemente los hombros.

—Pero te dejo escoger. —añadió retirándose un tanto, ampliando ligeramente la sonrisa— Y no te preocupes, lo recuerdo. —le guiñó un ojo, quizás volviendo al papel que estaba interpretando.

Llevaban un buen rato ya en aquella fiesta y si bien habían recibido muchas miradas, hasta el momento nadie se había atrevido a acercarse a ellas para entablar conversación, algo que en parte agradecían. No obstante, también era cierto que se suponía que las expertas en empezar una conversación y romper el hielo eran ellas. Al fin y al cabo, se suponía que se ganaban la vida de ese modo. Fuera como fuera, tarde o temprano tendrían que hacer algo, pues no estaban allí por gusto y si querían empezar a sacar información de algún tipo, era necesario relacionarse con los invitados a aquella fiesta.

Ambas apoyadas contra la barra del local, esperaban sin perder detalle la oportunidad precisa de iniciar una conversación, y sin embargo la conversación llegó desde donde menos lo esperaban, de su espalda.

- ¿Van a tomar algo, señorita? - Les preguntó una voz gruesa y al girarse se toparon con el camarero, un joven de sonrisa amable y bigotillo gracioso.

- Sea lo que sea, ponlo a mi nombre. - Dijo una nueva voz que les sorprendió a ambas justo cuando se habían girado hacia el barman. 

Al darse la vuelta se toparon con un imponente elfo de una altura más que considerable, pues debía alcanzar fácilmente los dos metros. Era un elfo de ojos dorados y totalmente rapado. Vestía un elegante traje negro y una corbata gris eléctrica. Las miró muy serio de arriba abajo, con interés y una sonrisa que tan solo se dejaba entrever.

- No las había visto nunca por aquí, señoritas. - Les dijo aquel hombre. - Es su primera vez en el Templo, ¿me equivoco?

Mezclarse no estaba resultando tan sencillo como yo me lo había imaginado. Muy a menudo, los planes salían perfectos en mi cabeza, pero completamente al revés en la realidad; yo era la prueba viviente de ello, yo y mi situación. Pero eso no significaba que no fuese a seguir intentándolo, porque al final, lo único que me daba fuerzas era tener algo en lo que pensar, una idea que perseguir y una estrategia.

Pero el tiempo transcurría vacío, con lo cual la posibilidad de que un cerdo sin importancia se acercase a nosotras era cada vez mayor. No habían pasado ni dos segundos después de pensar en ello cuando una voz a nuestra espalda, nos hizo volvernos, para encontrarnos con el barman.

A menudo, eran quienes conseguían la mejor información, pero estaba bastante convencida que no de la que nos interesaba. Pero tenía una apariencia que mantener, así que no podía mandarle a la mierda.

-Pues...

Y como si se hubiesen puesto de acuerdo, otra voz, esta diferente, más segura y varonil, sonó en el lado opuesto, y en aquella ocasión, sí que parecía ser importante. Yo no servía para eso de catalogar a la gente, pero quizás hubiésemos encontrado lo que estábamos buscando, o él a nosotras, en aquel caso.

-Muchas gracias. Eh, sí, es... nuestra primera vez -dije, muy despacio, usando el doble juego de palabras, en voz algo más baja de lo habitual y acompañándola de un gesto de timidez consistente en mirar un poco hacia el suelo, al mismo tiempo que esbozaba una pequeña sonrisa -. Me temo que hasta el momento, no hayamos tenido mucho éxito conociendo a gente. Nos dijeron que era un lugar especial, pero... bueno, quizás es pronto todavía. Oh, discúlpeme, yo me llamo Lauretha y ella es mi amiga Lutheren.

Joder, fingir que soy gilipollas va a ser más difícil de lo que que pensaba, pero todo sea por el jodido plan de Johnson, pensé, mientras procuraba congelar la sonrisa de virgen casta y pura que evidentemente, él debía saber que no era, pero que al mismo tiempo tenía que usar como reclamo.

Aún estaba pensando en el modo de acercarse a aquel peculiar dúo cuando fueron asaltadas por partida doble. Quizás fuera mejor así. Una conversación resultaba más sencilla de hacer fluir.

—Un Bloody Mary estará bien. —respondió al barman con media sonrisa, aunque se giró con una sorpresa no del todo fingida cuando llegó aquella súbita invitación— ¡Vaya, muchas gracias! —respondió gesticulando con la diestra de manera espontánea.

—¡Sí, justo! ¿Tanto se nos nota? —rió un poco, rodeando la cintura de Celarian con el brazo libre— El ambiente es muy agradable, es fácil acostumbrarse. ¿Verdad, Lauretha? No estés tan alicaída. —sonrió de nuevo hacia su compañera antes de mirar directamente al hombre— ¿Queréis tomar asiento en algún lado? —sugirió prontamente, como si hubieran encontrado alguna presa: a fin de cuentas se esperaba de ellas que encontraran clientes.

Aunque estaba acostumbrada a fingir, aquella charlatanería era impropia de ella. Sin embargo eso no era nada que un desconocido tuviera que llegar a suponer.

- Bien. - Dijo sonriente. - Vamos a esa mesa de allí. - Señaló con la mirada a una mesilla apartada junto a una esquina.

El barman sirvió las copas que habían pedido y el elfo rapado le hizo un gesto a éste para que apuntara en su cuenta lo que habían pedido. Acto seguido los tres pasaron a través del resto de clientes, deslumbrándoles con su apariencia y finalmente se sentaron alrededor de aquella apartada mesa.

- ¿Os gusta el ambiente? - Le preguntó el elfo. - No podéis negar que el sitio es excepcional. - Sonrió levemente. - Sí... - No les dejó responder. - Es un poco decadente. Toda esta gente pobre de espíritu, disfrazada de felicidad, con una fachada de persona profunda e interesante. - Negó con la cabeza. - Son como zánganos, ¿verdad? - Se acercó a ellas y las miró a los ojos alternativamente. - ¿Cuál de vosotras es la abeja reina? - Preguntó de forma enigmática.

El elfo se mostraba sonriente y complaciente, y tras servirnos las bebidas, nos condujo a una mesa algo apartada del resto. Aquel hombre no debía ser cualquiera, puesto que se conducía con cierta arrogancia y demasiada seguridad en sí mismo como para transmitir que estaba allí solo por invitación.

Además, el hecho de sentarse con las dos, y de estar solo, incrementaba en mí la sensación de que estábamos ante alguien importante.

-Es todo... muy lujoso -dije, en respuesta a su pregunta. Sin embargo, para mi sorpresa, su siguiente comentario fue todo lo contrario. Parecía no gustarle lo que veía, y criticarlo con disgusto.

Era algo contradictorio.

-Bueno, un zángano es alguien que hace lo que se les diga, ¿no? -respondí en voz suave, intentando no pasarme en cuanto a mi seguridad al decir las cosas, o el tono, que solía ser mucho más fuerte y brusco. No es que fuese una melodía, pero intentaba que no resultara demasiado disonante.

Y entonces, lanzó aquella pregunta que ninguna de las dos nos esperábamos. Miré a Lyara, confundida, mientras le daba un sorbo a mi bebida, más que nada para aparentar y ocultar mis gestos. Sabía que había que responder algo, pero resultaba complicado saber el qué. En el peor de los casos, podíamos perder su interés, pero nos pasábamos, quizás despertásemos sus sospechas.

Era un juego peligroso.

-Eso depende de quién sea el rey -respondí yo, mirándole fijamente a los ojos, no desafiante, pero sí segura de mí misma. No podía evitar ser cómo era y entrar en aquellos juegos como si ya hubiese participado en todos ellos.  Miré entonces a nuestro alrededor y localicé a un elfo baboso que luchaba por intentar meterle mano a una de las chicas, sin conseguirlo. No tenía estilo, no tenía físico, y dentro de poco, quizás no tuviese huevos tampoco porque serían aplastados por una buena patada, aunque eso no iba a decirlo. Pero podría utilizarlo para completar mi respuesta

-¿Ve a ese de allí? -le pregunté a nuestro anfitrión, señalando al baboso -. Si ese fuese el rey, yo no sería la abeja reina aunque me pagasen con todo el oro de la ciudad. Para mí es como si fuese un orco. ¿Por qué dejan a esas criaturas tan asquerosas seguir caminando como si tal cosa por ahí?

Puse cara de asco, despreciando a los orcos, alegrándome de que Everton no estuviese allí.

—Mmh. —afirmó cuando señaló aquella mesa, y aunque evaluó las inmediaciones con un vistazo rápido tampoco dudó más de la cuenta en seguir a aquel elfo para acomodarse junto a su compañera— Es un buen sitio. Aunque como decís es cierto que hay algunas manchas... —comentó paseando la vista por algunas de las escenas que concurrían en el establecimiento, frunciendo los labios de manera sutil cuando topaba con situaciones especialmente vulgares.

No fue hasta que realizó aquella pregunta que volvió a centrar su atención en él. Ladeó la vista hacia Celarian cuando expuso su posición respecto aquel tema, limitándose a sonreirle ligeramente.

—Bueno. —rió un poco, enfocándose ahora en el rapado— No me gusta verme como una abeja reina, ¿uh? Encerradas en una colmena, cumpliendo con una función muy determinada... ¿quién es la esclava allí? Prefiero disfrutar de la miel evadiendo a los zánganos, siempre hay mejores destinos. —llevó una mano al cuello aunque mantuvo una sonrisa divertida— Pero aunque me gusta obrar con libertad no me importa guiar a quienes merecen la pena. —palmeó ligeramente la espalda de Vaamar al decir aquello.

No tenía muy claro como afrontar aquella conversación, así que trató de sonar igualmente ambigua, aunque al notar que quizás se tornaba demasiado densa se centró en un punto mucho más mundano.

—¿Y tú cómo te ves en esta gran colmena...? —hizo una pequeña pausa, pensativa, tratando de sonar natural—¿Cómo decías que te llamabas?

- Muy buenas respuestas señoritas. - Sonrió de forma pícara. - Se ve que tienen experiencia en estas lides. - Asintió con la cabeza.

- Orcos... - Comentó con un semblante serio y con cierto asco en su mirada. - Es cierto que hay algunos elementos disonantes en nuestra propia raza. Es triste, pero por desgracia es así y difícilmente salvaremos en los próximos años esa... - Se mantuvo pensativo unos instantes. - ...ese infortunio. No al menos fácilmente. De hecho, creo que la raza irá a peor. Por desgracia, cada vez nos parecemos más a los humanos...

Fue entonces cuando llegaron las preguntas para él. - No he dicho mi nombre, señorita Lutheren. - Le respondió siguiendo su juego y sin desvelar la incógnita, como para crear una especie de aura de impaciencia. - Supongo que me tengo bien merecida la pregunta. Si estuviéramos en un tablero de ajedrez, no sería más que un peón, pero mi consuelo es que al menos se me permite jugar la partida. - Sonrió. - ¿Y ustedes, quien realmente seguir haciendo lo que hacen? O por contra, ¿quieren jugar la partida?

Misterioso. Esa era la palabra que mejor definía a nuestro hombre. Parecía reacio a darse a conocer y sobre todo, reacio a ofrecer demasiada información. Eso nos obligaría a movernos y en consecuencia, a arriesgarnos más. Yo solo podía pensar en Claire y en que mucho me temía que aquella noche, terminara de una única manera para poder salvarla. 

Al menos ya había dejado clara mi opinión acerca de otras razas, logrando que él también realizase un pequeño movimiento. No era mucho, pero era algo.

-Si me permite que lo diga, caballero, usted no parece un peón -le dije, dejando mi vaso sobre la mesa -, pero como dice, lo importante es poder jugar la partida y por supuesto, nosotras estamos aquí para jugar. ¿Verdad, Lutheren?

No quería mostrarme demasiado atrevida, pero tampoco perderlo. Si él era un peón, yo era la reina del striptease, así que había que aprovechar que parecía ser nuestra única oportunidad de sacar algo en claro de allí, aunque el precio... podía ser demasiado alto.

-¿Es... un buen jugador? -le pregunté, apoyando los codos sobre la mesa y mirándole fijamente a los ojos, con una sonrisa traviesa. Era todo cuanto tenía para ofrecer, por el momento, y lo importante era seguir adelante.

Apartó momentáneamente la vista cuando mencionaron nuevamente a los orcos, fingiendo despreciarlos de igual manera.

—Estoy segura de que no hace falta darles tanta importancia en esta mesa. —comentó al volver la atención a ambos, sonriendo de manera escueta como quien quiere pasar página.

—Hay quien prefiere simplemente observar, pero siempre me he decantado por asir las riendas de mi vida. —enfocó la vista ahora en Vaamar— Si te quedas sólo mirando, sin propósito alguno, es muy probable que te arrastre la corriente. Y que esta no sea de tu agrado...

Se tomó entonces una mano con la otra, devolviéndolas al regazo en un gesto recatado. Se limitó a pronunciar su sonrisa ante la negativa a su pregunta.

—Pero para jugar a cualquier juego han de conocerse sus normas, ¿verdad? —ladeó entonces el rostro. 

- Juegos, normas, partidas... - Sonrió el elfo rapado. - Cualquiera diría que estamos metidos en alguna trama sobre apuestas ilegales o algo por el estilo. ¿Verdad?

Parecía evidente que aquel elfo estaba disfrutando de la conversación y de la compañía. Se le vía cómodo e interesado en ellas, pero también tranquilo. Era evidente que se desenvolvía bien en esas circunstancias. Le dio un sorbo a su copa mientras miraba fijamente a Lutheren. Era evidente que le estaba dando vueltas a algo en al cabeza. Y entones, por fin volvió a hablar.

- ¿Cómo es que dos mujeres tan sofisticadas como vosotras derrochan su talento en lugares como este y muchas veces con tipejos desagradables? - Preguntó intrigado. - ¿Qué es lo que buscáis? ¿Qué creéis que vais a encontrar en este mundo? ¿Cuándo os daréis por satisfechas?

La conversación fluía bien y eso era señal de que no desentonábamos tanto en aquel lugar. Pero las siguientes preguntas de aquel elfo misterioso, que decía ser un peón pero que aparentaba mucho más (para mí bien podía ser el dueño de aquel lugar), parecían crearnos un auténtico problema.

En mi cabeza, aquella manera de elevarnos para después preguntar por nuestros motivos, ponían en serias dificultades todo, puesto que según nuestras respuestas, podíamos perder lo que habíamos conseguido. La verdad es que tenía ganas de quitarle los zapatos de tacón y sacarle respuestas a puñetazos, pero era evidente que en aquel lugar, no se estilaba eso, salvo que a alguien le fuera el sado-maso, que seguramente, alguno habría.

-¿Piensas que somos sofisticadas? Bueno, quizás un poco, pero precisamente eso es lo que nos permite... no sé, separar los niños de los hombres, ¿no crees Lutheren? De todas formas, ¿qué busca cualquiera en un lugar así?  Yo... olvidarme del mundo. No con cualquiera... pero sí mientras pueda. 

No quería concretar mucho más para no cerrar demasiado nuestras opciones. Podía ser tan grosera como lo era siempre, y decir las cosas a mí manera. Podía decirle.... eh, estamos aquí para follar, déjate ya de rollos y llévanos a algún reservado en donde te la podamos comer a gusto... pero si hacía eso, aparte de que tendríamos que aceptar eso como parte de la misión, y mejor prefería no pensar en ello, me daba que aquel hombre no tardaría en salir huyendo. No, él buscaba otra cosa. ¿El qué? No lo sabía, aunque miraba a Lyara de una manera que parecía dejar claro que le interesaba.

Ella sí que podía haberle calado lo suficiente como para tener éxito.

-Creo... que quizás hablo demasiado. A veces, cuando estoy con gente en quien confío, suelo hacerlo. Ella es mi amiga, mi mejor amiga, y tú... bueno, no te conocemos, pero si no me equivoco leyendo a la gente, creo que te aburre la vulgaridad y que buscas algo que sea diferente, que te haga sentir distinto a como te sientes habitualmente. Quizás nosotras podamos ayudarte en eso, y no me refiero solo al sexo, sino... a poder ser como somos todos en realidad. Creo que ahí radica la verdadera felicidad, ¿no?

Celarian, calla, que la estás liando, dijo una voz en mi interior.

—Por suerte no hay nada de ilegal en charlar. —rió entre dientes antes de acomodarse en el asiento.

Paseó de nuevo la vista entre el rapado y su compañera según intercambiaban palabras, apoyando una mano en su propia nuca por un instante antes de interceder.

—Quizás no hemos sabido leer mejores oportunidades hasta el momento. —esbozó media sonrisa— Pero es cierto que hemos filtrado aquello que queremos asumir y lo que no. —asintió al comentario de Vaamar.

—Lidiar con aquello que no nos gusta es lo que nos fortalece. —ladeó ligeramente el rostro una vez más— Podríamos evadir el peligro al completo, quizás sumiéndonos en una rutina aburrida pero más segura. Vivir una vida sencilla y de amarga monotonía. —escondió con la zurda un fingido bostezo para dar énfasis a su afirmación— Y entonces... —desvió la vista para mirar las inmediaciones— Tal vez acudiríamos a este mismo lugar para abstraernos como otros hacen ahora.

—¿Qué esperamos encontrar? Es una pregunta difícil de responder, a fin de cuentas andamos a ciegas. Esquivamos obstáculos y tomamos oportunidades cuando se presentan, pero rara vez podemos verlas venir hasta que están a nuestro alcance. —dejó caer los hombros sutilmente.

Luego sonrió de nuevo hacia Celarian.

—Al final, como dices, se trata de ser una misma.

- Me llamo Elderen. - Desveló finalmente. - No se puede decir que no sepáis capear. - Asintió mirándolas fijamente y de arriba abajo. - Creo que podemos pasar a otro nivel. - Murmuró con una sonrisa pícara en los labios. - ¿Qué os parece? - Les preguntó. - ¿Queréis pasar al siguiente nivel? - Les preguntó entonces mucho más serio. - Creo que... - Sonrió de nuevo. - Os gustará.

Ya fuese por pura insistencia o porque consideraba que habíamos pasado la primera prueba, porque daba la sensación de que de eso se trataba, de una serie de pruebas para valorarnos, aquel elfo arrogante de mierda terminó soltando su nombre. Lo anoté mentalmente (Elderen, Elderen) y mantuve la sonrisa mientras hablaba.

¿Quién habla ahora de juegos, eh? ¿Siguiente nivel? ¿Qué coño de nivel será ese? ¿El de chuparte la polla?

No sabía qué pensar, pero estábamos allí para eso, así que no nos quedaba otra que seguirle la corriente, o el juego, ya que estábamos.

-Bueno... Elderen, para eso estamos aquí, para seguir avanzando, así que... creo que estamos dispuestas, sobre todo si como has dicho, será algo que nos guste -le dije, mirándole fijamente y después, a Layara.

Yo solo tenía ganas de darle una patada en los huevos y salir de allí, pero me había comprometido demasiado como para huir tan rápidamente, más sin terminar de entender qué se traía entre manos aquel gilipollas, así que... borré de mi mente todo lo que no fuese interpretar un papel, salvo el rostro de Claire.

Espero que me perdones por esto, Claire, si es que al final ocurre algo, pensé, sin estar muy segura de que pudiese seguir adelante con ello.

El pensamiento de Lyara fluctúaba entre la hipótesis de que habían dado con la persona acertada y la idea de que quizás simplemente se habían dado de bruces con un desequilibrado mental. En cualquier caso estaba dispuesta a averiguarlo, echarse atrás a aquellas alturas era impensable, y al menos, fuera de una u otra manera, confirmaría cualquiera de las dos teorías. Por lo menos ya tenían un nombre.

En cualquier caso mantuvo una sonrisa escueta en el rostro, alzando la ceja con aparente curiosidad.

—Las menos ambiciosas suelen buscar plantarse antes de asumir riesgos, pero he de admitir que nosotras no formamos parte de ese grupo. —sonrió ligeramente— ¿Qué se esconde tras el telón? Me... —negó ligeramente con la cabeza y miró a Celarian al escucharla, ensanchando ligeramente la sonrisa— ...nos intriga.

Esperaba que las probaran de alguna manera, si es que aquella oferta iba en la dirección que buscaban. Si se ahondaba o no en ello ya sería algo que se vería más adelante, pero parecía que al fin tenían acceso a un poco de información.

- Venid conmigo... - Dijo de pronto poniéndose en pie y comenzando a caminar hacia un lado apartado de la sala. 

A medida que aquel elfo se alejaba entre la multitud, ésta parecía apartarse de forma automática, como una prenda impermeable haría con las gotas de lluvia. Nadie parecía verle pasar, era como si fuera etéreo o el tiempo se detuviera a su paso. Fue tan solo una sensación, pero una sensación que sintieron las dos al mismo tiempo. Cuando Elderen giró la cabeza para mirar si las dos jóvenes le seguían, éstas todavía no se habían movido de sus sitio más que para ponerse en pie. Entonces, las dos comenzaron a caminar, como hipnotizadas por la mirada de aquel hombre, quien al ver que empezaban a seguirle, sonrió levemente satisfecho.

Elderen les condujo hasta una puerta con un cartel de acceso restringido a personal autorizado. Sacó una tarjeta de su bolsillo y la situó junto a un detector de tarjetas, enseguida la puerta se abrió y Elderen invitó a pasar a las dos mujeres de orejas picudas. Clearian accedió a la habitación que se abría frente a ella sin dudarlo y en cambio Lyara, se lo pensó dos veces.

Como si algo hubiese despertado en aquel elfo altivo, se puso de repente en pie y tras decirnos que le siguiésemos, lo que casi sonó como una orden, se dirigió hacia una zona alejada de donde estábamos. Me fijé en que la gente se apartaba a medida que él aparecía, lo que indudablemente me hizo pensar que no era un cualquiera, o alguien "poco importante", sino todo lo contrario.

De todas maneras, tardé en moverme porque no estaba segura de hacerlo, hasta que se giró y su mirada se cruzó con la mía. En ese momento, me dije... qué coño, por lo que me levanté y me dirigí hacia él.

Parecía que nuestro destino era una puerta de acceso restringido. Justo el lugar al que nos convenía ir si queríamos averiguar algo. Vi como usaba una de esas tarjetas magnéticas de identificación, me fijé en dónde se la guardaba y tras abrirse la puerta, se hizo a un lado para que entráramos.

Vamos allá, me dije, atravesando el umbral.

Tras hacerlo, miré hacia atrás. Lyara parecía no querer entrar. Me extrañó la duda que planeaba sobre ella, teniendo en cuenta que era a eso a lo que habíamos venido.

Inquisitivamente, la miré desde mi posición, esperando a ver qué decidía.

Por un momento se sintió espectadora de sus propias acciones, algo que sin duda la turbó. Más aún la sorprendió ver a Vaamar hallarse en la misma situación, conociendo el carácter que tenía... estaba segura de que aquello no le gustaría un pelo cuando se percatara. ¿Por qué resultaba tan sencillo obedecerle?

Y allí se encontraba, frente la entrada: el sentido común la invitaba a tomar a su compañera del brazo y salir por piernas de allí, pero pudo razonar rápidamente y calmarse. Si se daban a la fuga en aquel momento, la infiltración terminaría. Así que solo tenía dos elecciones: o fingirse una corderita, o tratar de desafíar a Elderen. No iba a declararse en rebeldía, pero tal vez así podría llamar su atención. Una jugada arriesgada, pero que quizás valía la pena.

Así pues se detuvo frente la puerta, acomodándose el bolso antes de echar un vistazo a un lado y otro con cierta parsimonia.

—Aún declarandoos un mero peón, no parece que se os nieguen a menudo vuestros deseos. —sonrió de manera escueta, para entonces sí, pasar al otro lado.

A fin de cuentas no iba a abandonar a su compañera.