Partida Rol por web

Los agentes fueron llegando al Departamento muy pronto por la mañana. Los primeros en llegar fueron Raynor y Jefferson, más madrugadores que el resto. Jefferson por ser un hombre tranquilo se había ido pronto a la cama, en el caso de Ryan, la cosa había sido diferente. Atormentado por los recuerdos de cuando estuvo sirviendo en Afganistan se despertó varias veces durante la noche. No podía dormir y decidió ponerse a hacer flexiones. Pasó gran parte de la madrugada entre ejercicio y ejercicio y para cuando el reloj despertador sonó a las siete de la mañana, ya se había tomado cuatro cafés. Aquello no le ayudó a dormir, pero al menos le mantuvo alerta. (Si, no tenía demasiado sentido para la mayoría de los mortales, pero Ryan Raynor sabía de que iba el asunto. Él siempre lo sabía).

El siguiente en llegar fue Zoddert. El agente orco llegó puntual, aunque con bastante desgana. Madrugar no era lo suyo, pero no le quedaba otra. Había elegido ese trabajo y aunque su hábitat era la unidad nocturna, los bajos fondos y el mundo de la noche en general, las amenazas que había venido sufriendo últimamente le habían convertido en un agente de investigación. Con un poco de suerte, una vez resolvieran el caso y todo regresara poco a poco a la normalidad, podría pedir el traslado a otra ciudad y dedicarse a su verdadera vocación.

Por último llegaron Vaamar y Courier con cara de haber dormido más bien muy poco. Que Celarian estuviera de mala hostia era algo dentro de la normalidad, pero no en Courier y por como les miró a todos y por como saludó, parecía que se había convertido en un clon de la elfa. Quien sabe que habían estado haciendo durante la noche. Aunque bueno... conociendo las aficiones de Vaamar, todos podían suponerlo.

Fuera como fuera, a las 8:07 de la mañana del día 5 de mayo de 2018, todos los agentes de la unidad volvían a estar en su despacho. El ambiente que se respiraba esa mañana en el Departamento era un tanto extraño. Había nerviosismo, malas caras y miradas furtivas. Miradas furtivas que señalaban en dirección al grupo de delitos raciales. Ninguno de sus componentes entendía muy bien que era lo que estaba sucediendo. ¿De qué no se habían enterado? No tenían ni la más remota idea. Todos estaban bastante confundidos salvo uno de ellos. Zoddert se olía lo que estaba pasando.

En ese momento apareció un agente conocido por todos ellos. Había formado pareja en más de una ocasión con alguno de los agentes, durante la época en la que estuvieron realizando servicios normales de patrullero. La época previa a que les devolviesen el despacho y el caso del Aesino de Elfos. Se trataba de uno de sus compañeros más competentes, el agente Derrick Mungo. Traía consigo una sonrisa y un diario sobre la mano.

- ¡Salí en primera plana, chicos! - Les dijo con una sonrisa en el rostro. - ¡Buen trabajo! 

Y entonces lanzó el diario sobre la mesa del escritorio para que todos pudieran ver de que era sobre lo que estaba hablando. 

- Si Raynor me lo permite, hoy os invito al café yo...  - Dijo entonces. - Ya era hora de que alguien le pusiera las pilas a McGee. Se rumorea que se está cociendo su destitución y James Robinson el nuevo comisario...
 

Joder.

Putos periodistas.

McGee no merecía ser destituido en aquellos momentos, cuando ellos estaban haciendo su trabajo. No, era otra la cuestión. Sin duda, a alguien de arriba no le había gustado que interrogáramos a Nimwë y había movido los hilos necesarios para cargarse la investigación. Si mi instinto no me engañaba, después de McGee le seguirían ellos y la investigación se iría directo al retrete.

Vete a la mierda, Mungo. Y métete tu café por el culo -le dije, y me fui directo al despacho de McGee.

Ni siquiera me molesté en llamar. Directamente abrí la puerta y entré.

- No te molestes en tocar a la puerta... - Dijo McGee al ve entrar a Vaamar como un huracán.

Aquel enano por primera vez no vestía con su clásico uniforme y sus medallas colgando del pecho. Lucía un chándal y tenía el pelo de la barba despeinado. Algo que tampoco era habitual en aquel hombre.

El comisario se encontraba recogiendo sus cosas del despacho, las cuales iba introduciendo en la clásica caja de cartón de papel de impresora. Era evidente lo que acababa de suceder, Khorlin McGee había sido fulminante destituido.

- Habéis hecho un buen trabajo filtrando todo el asunto a la prensa... - Le dijo con mucha más tranquilidad de la normal de la normal en él. - Al fin y al cabo, es cierto que no he estado a la altura. Muchas presión política, mucha pero mucha mierda Celarian. Un puesto así te quita vida. Os tengo que estar agradecido...

Mierda, he llegado tarde.

Nosotros no hemos filtrado una mierda, jefe. En mi opinión ha sido o Harrison o el propio Nimwë. Si cree que me gusta que se vaya, está muy equivocado.

Entonces me acerqué hasta la mesa.

Puede que no nos llevemos todo lo bien que deberíamos, que no estemos de acuerdo en muchas cosas y que opine que de vez en cuanto se comporta como un gilipollas, pero es "nuestro" gilipollas, y no me hace ninguna gracia que se vaya. Y si puedo evitarlo, lo haré.

Entonces di la vuelta para coger el teléfono. 

Llame al maldito comisionado. Resolvamos esto ahora mismo. 

- Gracias por el apoyo, agente Vaamar. No me lo esperaba de usted ni mucho menos. Pero lo cierto es que no hay mucho que hacer. Es una orden que viene directamente de la alcaldesa... - Se detuvo un momento a meditar. - Me cuadra con lo que acaba decirme. Es del partido Republicano y también elfa... - Alzó las cejas. - Podría ser cosa de Nimwë. El hecho es que da igual. Por suerte soy funcionario y tengo mi plaza de comisario. No seré el jefe pero seguiré el departamento. Llevaré a cabo otras funciones, pero... Nos seguiremos viendo... - Sonrió. Parecía efectivamente mucho menos estresado, igual si le venía bien un cambio.

Solté el teléfono con desgana, pero miré con furia. Puta política, siempre interponiéndose en todas partes y jodiéndolo todo. McGee no sería un policía de los que hacen historia, pero hacía lo que podía con lo tenía y no merecía aquello. Si no confiaban en él, que no lo hubieran puesto allí en primer lugar, para empezar.

-Lo siento, jefe. 

Lo miré unos segundos y entonces salí a la sala general. Allí no parecía que ocurriese nada, e incluso daba la sensación de que todo iba mejor que bien con su despido, pero eso era algo que yo no podía permitir.

-¡Todo el mundo con el culo fuera de sus putas sillas y de pie ahora mismo. Se marcha un agente de policía! -ordené, a pesar de que muchos tenían el mismo rango que yo, incluso mayor antigüedad. Después me eché a un lado para que pasara McGee. No iba a permitir que se fuese como un fracasado.

La mayor parte de los allí presentes hicieron caso a las instrucciones de Vaamar. Se pusieron en pie y saludaron a McGee cuando pasó por su lado portando consigo aquella pequeña caja de cartón con las pertenencias que había recogido de su despacho. Todo lo que había supuesto su jefatura del Departamento de la Policía Metropolitana de Nueva York, quedaba atrás y como prueba de que había pasado por ahí tan solo le quedaba esa casa y ahora, el respeto, aunque fuera forzado a la gran mayoría de los presentes, de todos aquellos agentes que ese cinco de mayo estaban de servicio y vieron como su antiguo jefe abandonaba las dependencias.

Una vez McGee se marchó, Vaamar regresó al despacho 17. Tenían mucho que organizar. El día tenía que ser provechoso y con las pocas pistas que tenían, iba a ser relativamente fácil llegar hasta la resolución de cada una de ellas. La ex-pareja de la última víctima, el vagabundo, las pruebas del laboratorio y Boyle... Ahora todo dependía de Celarian Vaamar y de como repartiera las labores a cada uno de los miembros de aquella unidad.

A Jefferson no le dio especial lástima ver que el comisario McGee era destituido. Quizá el enano no fuera mala persona y sólo había querido cerrarles el caso colocando a un cabeza de turco, pero la forma en que prácticamente les había hecho cerrar el caso sin ni siquiera preocuparse de quién estaría entre rejas... Para el agente orco, que McGee hubiera sido sustituido sólo era algo que tarde o temprano iba a suceder.

-Pues usted dirá, agente Vaamar, ¿cómo nos distribuimos? -quiso saber Jefferson, expectante por recibir nuevas órdenes de la jefa de su unidad.

Resoplé. Aquello parecía una repetición del día anterior. Repartir tareas, distribuirse y rezar por conseguir algo, lo que fuera.

-Está bien. Esto es lo que yo pienso. Nimwë nos está apretando las tuercas y no sería una elfa si dentro de poco no apareciera alguien para decirnos que dejemos este caso y nos dediquemos a hacer nuestro trabajo. Pero nosotros, llegaremos hasta el final, caiga quien caiga.

Miré a todos, sabiendo que como equipo, a pesar de nuestras diferencias, nos protegíamos el culo unos a otros, así que no tuve dudas de que así sería. Intenté evitar mirar durante demasiado tiempo a Nine porque además, no teníamos tiempo que perder.

-Pero eso significa que vamos contrareloj. Así que necesitamos algo concreto ya. Ahora mismo bajo a ver qué tiene el laboratorio. Frank, tú vendrás conmigo. Según los resultados, puede que tengamos que ir a detener a Nimwë o no. Ryan y Nine, a ver a la ex-pareja de la última víctima y el vagabundo*. Zoddert, consigue hablar con Boyle, como sea. Si no está, usa el teléfono y si no, palomas mensajeras. No puede terminar el día sin que sepamos lo que tiene que decirnos.

De nuevo recorrí con la mirada al equipo.

-¿Algo que decir?

Cada vez le quedaba mejor el puesto de líder a la elfa. Y cada vez se sentía menos frustrada al haber dado un paso atrás en su carrera. Ya fueran por las razones que fueran.

Celarian había dado órdenes claras, y todos sentían la presión del reloj invisible que les marcaba el tiempo límite. A nadie le caía en gracia el comisario, pero aquí éramos todos un equipo. Aun aquellos que se esforzaban por tratar de hacer sentir lo contrario, como el idiota de Mungo.

-Supongamos que si después de la demostración de ayer decidimos creer en la inocencia de Nimwe. El caso sería que alguien está queriendo inculparlo. No lo estoy defendiendo, pero solo se me ocurren dos opciones. O que él sea el asesino y que en todos los casos haya medido su fuerza, o que sea una campaña de desprestigio en contra de él. Tal vez debiéramos investigar también esa posibilidad. Pero… se lo planteé directamente a Nimwe, y no tuve mucha acogida. No respondió a ninguna de las preguntas que le hice con respecto a quien tenía acceso a su caja fuerte, ni sobre quien podía querer estar inculpándolo. – la agente se encogió de hombros.

- En cuanto a mi parte, si el agente Raynor no está incomodo conmigo después de que haya pateado su trasero la ultima vez… por mi está bien. – dijo distendiendo un poco el asunto. – Se la veía de mejor humor que de costumbre.

-Entendido, Vaamar -asintió el agente orco, de acuerdo con la división realizada por la jefa de la unidad-. Laboratorio entonces.

Jefferson no tenía mucho que decir en esa ocasión. Poseían pocas pistas y todo indicaba que Finwe, fuera o no el culpable, se había cubierto las espaldas lo suficientemente bien. La opinión del orco era cercana a la Jeannine: alguien estaba intentando inculpar de los asesinatos al candidato a la alcaldía.

Zoddert no hizo el gesto de levantarse por esa abominación que se hacía llamar jefe de policía, no le respetaba, puto burócrata que le había encolomado un asesinato a alguien inocente y encima de su misma raza!

Al irse McGee, el orco no pudo más que ponerse a aplaudir para que desde el ascensor se escuchara como la tropa se alegraba que ese político abandonara el recinto, quedandole claro que nadie le quería ahí.

Ryan tú pones el café y yo invito a pastas en el Mcelfo vale? Esto hay que celebrarlo!

Cuando la jefa volvió, Zoddert se tranquilizó, no quería discusiones con ella por un truhán como ese, por lo que cuando le dió su misión hizo un gesto con la mano llevándosela a la frente, como si fuera un novato saludando a un superior, así quedaba claro que haría todo lo posible por ver a ese esquivo funcionario.

Mientras esperábamos, recordé lo último que había dicho en el despacho antes de irme.

Estoy de acuerdo con vosotros en que existe la posibilidad de que alguien quiera incriminarle, pero basémonos solo en hechos y no en conjeturas. A la hora del juicio es lo único que vale. Y ahora, en marcha -les dije, poniéndonos en marcha, aunque antes, detuve a Zod colocándome justo delante. No iba a cometer el error de ponerle una mano encima a un orco, pero tampoco pensaba dejar pasar la ocasión de decirle lo que pensaba.

-No creas que no me he fijado en que no te has levantado. Yo opino igual que tú respecto a McGee. No era el mejor ni de lejos para el cargo y ha sido como un grano en el culo, pero ese cargo de allí suele tener ese efecto y cualquier policía honrado, gilipollas o no, merece nuestro respeto. Te aseguro que cuando llegue el nuevo, lo echaremos de menos.

Después, me marche con Frank al laboratorio. Esperaba que ahora que estábamos allí, tuviéramos algo con lo que trabajar.

Celarian y Jefferson se encaminaron de nuevo al departamento forense. Allí se encontrarían con los expertos del departamento, el doctor Takamiya y el doctor Murdock. La unidad les estaba dando bastante trabajo en las últimas fechas, aunque no eran los únicos. Nueva York era una fuente inabarcable de trabajo para una pareja de forenses. Cierto era que el departamento contaba con otros cuatro expertos forenses, pero aún así, no daban a basto.

Una vez la agente elfa y el agente orco descendieron al primer sótano, se toparon con la doctora Littlefoot. Una experta criminalista que no alzaba más de un metro y veinte centímetros del suelo, pues pertenecía a la raza de los hobbits. Al ver a los dos agentes alzó la cabeza y les miró desde abajo. 

- ¿Vienen por las pruebas de ayer, verdad? - Les preguntó. - Síganme. Creo que Rupert tiene algo para ustedes.

La mediana les condujo a través de los pasillos hasta el despacho de doctor Murdock. La puerta estaba cerrada. Junto a ella una placa rezaba el nombre del propietario del despacho: R. Murdock. Aquel hombre era el director del área. Desde la ventana se filtraba algo de luz. Posiblemente la persona a la que habían ido a ver se encontraba en el interior. La mediana tocó a la puerta. 

- ¡Señor Murdock, tiene visita! - Dijo la mediana, les guiñó un ojo y se marchó.

- Adelante... - Dijo una voz procedente del interior. Ambos agentes la identificaron como la del doctor Murdock.

Una vez abrieron la puerta encontraron a Rupert sentado detrás del escritorio. Se encontraba redactando unos informes en el ordenador y ni tan siquiera se molestó en desviar la mirada para ver a quien tenía en frente. Celarian fue a hablar y Rupert le hizo un gesto con la mano para que se mantuviera en silencio.

- Enseguida estoy con ustedes... - Dijo y continuó tecleando en el ordenador.

Zoddert Everton tenía de nuevo la misma misión que el día anterior. Entrevistarse con aquel esquivo informático. Estaba cansado de perseguir a Boyle. Todos lo estaban. Edward Boyle era un agente informático muy bueno en su trabajo, pero entre la baja, el viaje a Canada y sus continuas desapariciones, estaba poniendo en jaque a la unidad y a la investigación. Todo por seguramente nada.

¿Qué probabilidades tenían realmente de que aquel hombre hubiera logrado captar algo en las cámaras de seguridad? Algo que les fuera mínimamente útil claro... Muy pocas. Podía ser que llevasen meses esperando poder hablar con él por nada y tanto Zoddert como el resto de sus compañeros estaban ansiosos por descartar de una vez por todas a ese hombre de la ecuación. 

Si conseguían algo gracias a él, bienvenida fuera la prueba, pero de no hacerlo, no querían volver a escuchar el nombre de Boyle en mucho tiempo. Al fin y al cabo, lo más seguro era que, de encontrar algo, sería una nueva matrícula que si no era la que correspondía con el vehículo que estaba a nombre de la Asociación del Pueblo Élfico de Nueva York, de poco iba a servirles. Posiblemente la única utilidad que encontrasen a esa placa fuera la de tener que ir a descartar a un nuevo sospechoso.

Zoddert subió al laboratorio informático. Estaba todo como siempre y una vez tocó a la puerta y abrió, se encontró con lo que esperaba. Allí estaba únicamente Rurik Smith. Ni rastro de nuevo de Edward Boyle. ¡Aquello ya era exasperante!

- Buenos días agente... - Dijo el enano. - ¿Otra vez por aquí? - Preguntó con una sonrisa. - ¿Viene por Boyle, verdad? - Le preguntó. - Ayer por la noche llamó a última hora. Está de nuevo de baja... - Chasqueó la lengua y se encogió de hombros. - ¡Tienen mala suerte, pero hoy no vendrá!

La cara de Zoddert fue un poema. Ira asesina era la que acababa de sobrevenirle a aquel orco. De no haber evolucionado, hubiera actuado como lo hacían sus antepasados, lanzándose en una carga frenética tratando de morder en el cuello a aquel enano. Pero no, logró contenerse.

- ¡Que no, que no! - Dijo sonriente. - Está en el baño, ahora viene... - Desveló.