Partida Rol por web

 El horror se extendía ante Lyla. Sintió una arcada subiendo desde la parte inferior de su estómago, empujando por salir a través de su garganta hacia el exterior. Aquello solo tenía una definición, y era la del sinsentido, la locura más instintiva y primaria desatada en toda aquella masacre. ¿De que era capaz el ser humano, al fin y al cabo? Desgarra, mutila, quema, empala... Un verdadero carnaval de los horrores, una estampa pintada en medio de aquel tenebroso marco, reposando expectante para mostrarse ante los incautos viajeros

De alguna manera, logró controlar sus más bajos instintos, que la instaban a salir corriendo, a alejarse de allí para esparcir el desayuno ya disuelto en su estómago detrás de algunos anónimos arbustos. Cerró los ojos durante un segundo; Sí, eso fue lo que se permitió a sí misma: Un segundo. Un momento para contar hasta diez, donde el tiempo se reduce y puedes intentar aislarte de la locura que te rodea. Luego inspiró, y volvió a abrirlos

Sí, seguían allí. Esa maldita orgía de sangre y cuervos seguía allí, por mucho que le hubiera gustado haberlo visto desaparecer, haberse dado cuenta de que solo era una imaginación, y no algo real. Pero no, no iba a tener esa suerte. Porque los esqueletos, los cuerpos humanos ya carentes de carne fresca (O simplemente de carne), no se habían marchado, y la sonreían desde la distancia, como instándola a venir. Como si estuvieran susurrando su nombre: "Lyla... Lyla... Lyla..."

Alexander, por otra parte, ya no estaba

Logró mantener la calma suficiente como para girarse y observarle corriendo de forma desbocada, alejándose de aquel macabro puzzle. Y su cuerpo reaccionó de forma directa, clara, y rápida: Salió corriendo detrás, obviamente. No iba a dejar a Alexander, por mucho que pasara a su alrededor, incluso aunque esos difuntos se hubieran bajado de las estacas y hubieran comenzado a bailar delante de sus narices. No, demasiadas vivencias juntos como para saber que aquella visión había afectado a Alexander de forma directa y brutal... Y que el ilusionista necesitaba un apoyo

No tardó en alcanzarle. El chico estaba sentado en el suelo, jadeando, con los ojos cerrados y una mueca desencajada pendiente de su rostro. Lyla no se lo pensó dos veces: Se agachó, lentamente, y le abrazó con todas sus fuerzas, permitiendo que la cabeza de este reposara en su pecho. Lo hizo con delicadeza, como si Alexander fuera un muñeco que pudiera llegar a romperse en caso de moverle violentamente. Cuando pasaron unos segundos, rompió el silencio

Vamos, Alex. No te guardes nada dentro. Sácalo todo

Quizás lo dijo más por ella que por él. Casi sentía los ojos llorosos. Aquello no era algo que se viera todos los días

Alexander se revolvió ante el abrazo de Lyla, aunque, al descubrir que era ella la que lo hacía, se rindió por completo. Undió su cabeza en el pecho de su compañera, sollozando, y prácticamente al borde del llanto. ¿Quien podría haber manifestado tamaño desprecio por la vida? El chico se había encontrado cara a cara con la muerte, y aquella representación tan cruda de la vileza humana le había tocado hondo. ¿Quien o que podría haber hecho aquello, siendo capaz de jugar con todas aquellas personas? Personas que alguna vez tuvieron familia, amigos, deseos e ilusiones...

Temblando de pies a cabeza, y con los ojos anegados en lágrimas, miró a Lyla. Intentó pronunciar un par de palabras, sin demasiado acierto. Era incapaz de describir en horror que había sentido. ¿Y si fuese él quien estuviese empalado? Peor, ¿Y si fuese Anger, Ivan, o la propia Lyla?

Este último pensamiento fue la gota que colmó el vaso de la débil estabilidad emocional del chico. Rompió a llorar, y notó como sus lágrimas le resbalaban por su mejilla, y se agolpaban en su barbilla. Aquella manifestación de los sentimientos que no podía expresar con palabras le quemaba, pero también le hacía sentir mas humano. ¿Cuanto tiempo hacía que no lloraba? ¿Cuando fue la última vez que había derramado una lágrima? Alexander, el hombre de hielo, había dedicado mucho tiempo y esfuerzo a construir una férrea defensa sobre su corazón. Nada le afectaba y nada le alteraba, así era como debía ser, y así era como quería que fuese. Sin embargo, con Lyla todo aquello había cambiado drásticamente. Ahora, el chico estaba descubriendo la parte mas humana de su existencia, con todo lo bueno, pero también con todo lo malo.

-Yo...no...no puedo-Dijo, entre espasmos, refiriéndose a aquella imagen. El chico no se veía con fuerzas para volver a enfrentarse a la escena. La simple idea de volver a contemplarla le helaba la sangre.

 Lyla siguió abrazándole, inmóvil, intentando reconfortarle. Si se sinceraba con ella misma, era fácil darse cuenta de que tampoco estaba dispuesta a volver a ese lugar. No, ese camino no le había gustado ni un pelo, y esos cadáveres no eran más que un aviso, una muda advertencia a los viajeros. Otra advertencia...

Por otra parte, ya habían vuelto sobre sus pasos una vez. Los caminos se les acababan, y aquellos bosques no parecían un buen lugar para trasnochar. Además, aquel era un buen lugar para que Alexander se enfrentara a sus miedos, y, aunque debía reconocer que ella también sentía algo de temor al evocar la escena, comenzaba a pensar que quizás fuera necesario... O al menos, una opción como cualquier otra. ¿Quién sabe? Quizás estaban en guerra por aquella región. Aunque esos esqueletos no eran muy recientes

Se estremeció ligeramente, pero intentó disimularlo. No quería que Alex se diera cuenta. Debía mantenerse fuerte...

Tras unos minutos, miró a los ojos a Alexander, y acto seguido le besó en la frente primero, luego en la boca, y, por último, en los ojos, limpiando los rastros que aún quedaban de sus lágrimas perladas. Su tono al hablar, fue serio aunque amistoso

No tenemos porque volver a verlo si no quieres, Alex. No hay ninguna razón para no volver atrás y elegir otro camino. Pero ten esto por seguro: Cosas como las que hemos visto ocurren, y más de lo que nos gustaría reconocer. Apartar la vista es una opción, pero afrontar tus miedos es otra igualmente válida

Suspiró, y volvió a abrazar al chico, intentando trasmitirle sus energías

Podemos volver atrás, y buscar otra senda. O podemos ir hacia delante, enfrentarnos a ese horror, y salir indemnes. Puedes huir, o plantar cara a tus fantasmas. Elijas lo que elijas... Estoy aquí

Le tomó de la mano, y sonrió, intentando reconfortarle

Alenxander corrió. Corrió evitando cerrar los ojos ya que cuando lo hacía, la escena volvía una y otra vez a su mente, como si estuviera grabada a fuego en su cerebro. Se sentó a un lado del camino, intentando recuperar el aliento y por sobre todas las cosas, olvidar lo que había visto y que le había volcado el estómago y revuelto las tripas. Lyla, por su parte, no pareció afectada por la visión de cuerpos en putrefacción empalados en el camino, y regresó con su compañero para poder ayudarle.

Ahora, ambos estaban en un punto medio de uno de los tétricos caminos de Moth, entre los cuerpos empalados y entre el lugar en el que habían visto al anciano, sin embargo, ahora la niebla no parecía cubrir todo como hace algunas horas. Ahora simplemente, parecía flotar en el aire moviéndose con la húmeda brisa que traspasaba los árboles.

Fue en ese momento, cuando un grito los sacó de su comversación.

No era un grito de terror, para nada, era un grito con fuerza, seguido de un terrible estruendo de metal contra metal. El ruido venía desde los árboles de la derecha del camino, pero no parecía cercano. Tal vez el viento estaba haciendo de las suyas y atraía ese sonido hasta los oídos de los aventureros, sin embargo, el sonido continuaba llegando. Una y otra vez, los golpes de metal contra metal traspasaban los troncos de los árboles y reberveraban en el camino...

Para ese momento, Alex ya se había olvidado de todo lo vivido, ahora su concentración, junto con la de Lyla, estaba puesta más allá de los árboles, en dirección a esos sonidos...

Al parecer, las sorpresas todavía no se habían acabado...

 Lyla se levantó mientras agarraba la espada bastarda con su mano derecha y la sacaba de su espalda, trazando un arco en el aire

Parece que habrá que decidir más tarde. Si hay alguien en peligro, deberíamos echarle una mano

Se giró hacia Alex

¿Vamos?

Alexander se dejó reconfortar por Lyla. Para el chico era gratificante sentir que podía confiar en su compañera, que ésta no estaba por motivos circunstanciales, y, por extensión, que ella le quería casi tanto como él.

Durante un tiempo, las dudas habían acosado al muchacho. ¿Sabría querer a Lyla? ¿Sentiría ella lo mismo que el? ¿Sería una carga para la chica? Sin embargo, la confianza y el afecto que habían sido depositados en él habían disipado casi todas las inseguridades. Con el tiempo, había aprendido a respetar su espacio, y había aprendido que la chica era independiente, pero que, al igual que él, necesitaba del cariño de los demás. Quizá era esa empatía la que les había unido. Un sentimiento quizá egoísta a priori, pero que había mutado para convertirse en algo mucho mas grande y gratificante.

Por eso mismo tomó muy en consideración la oferta de Lyla. Algo dentro de él le decía que huyese de aquel lugar, que sería lo mejor para todos, así como lo mas fácil. Sin embargo, su parte racional se impuso.

"¿Sabes, Alex? La vida es una lucha constante. Nunca dejamos de pelear ni de defender aquello en lo que creemos. Sin embargo, la lucha mas complicada será aquella en la que te enfrentes a ti mismo, puesto que en ella estarás solo, y serás tu quien deba encontrar el motivo por el cual seguir peleando." le había dicho Ivan en una ocasión, al encontrarle llorando en un árbol tras la muerte de su hermano pequeño. Cuanta razón tenía. Desde aquel momento, el chico no había dejado de sufrir. ¿Cuanto tiempo mas aguantaría? ¿Acaso no se merecía la felicidad que Lyla podía ofrecerle?

Alexander abrió la boca un instante para responder a la mentalista, sin embargo, un grito belicoso cortó la concentración del muchacho y le instó a levantarse del borde del camino.

Asintió en silencio ante la pregunta de Lyla, y se dispuso a caminar en dirección hacia los gritos.

Los compañeros comenzaron a caminar hacia dónde provenía el sonido, despacio, pero atentos a tu alrededor.

Atravesaron primero la pared de árboles de la parte derecha del camino, sin separarse ya que ambos sabían que era muy fácil perderse en estos bosques y sobre todo, con la poca luz que dejaban pasar las copas de los árboles hacia el suelo.

Los gritos continuaron un poco más, intercalados con el sonido de golpes de metal, cada vez más fuertes, sin embargo, más espaciados. Si allí delante había una lucha, los contendientes estaban cada vez más y más cansados.

Alexander y Lyla caminaron durante unos cuatro o cinco minutos hasta que de repente, el ambiente mortecino del bosque comenzó a aclararse. Como si algo delante permitiera pasar la luz del sol.

El combate parecía estar a pocos metros de dónde se encontraban... simplemente estaban separados por una última fila de árboles...

Alexander frenó en seco y se llevó el dedo índice a los labios, indicando a Lyla que guardase silencio.

No sabían que podrían encontrarse allí, y lo mejor era estarse prevenido.

Con mucho cuidado, se acercó hasta la línea divisoria que separaba el bosque de lo que parecía ser un claro, intentando vislumbrar algo mas.

 Lyla asintió, y luego acompañó a Alexander en silencio. Mientras, su mente comenzó a concentrarse, previendo una posible batalla en ciernes

Los aventureros se apróximaron lentamente, escondidos entre los árboles y casi sin hacer nada de ruido. Se colocaron en cuclillas, junto a unos árboles y a unas rocas llenas de un musgo verdoso, que los ocultaban perfectamente de lo que sucedía en la especie de claro que se abría justo delante de ellos. Allí, un hombre de tez oscura, cubierto con unos ropajes grises y una capucha que le cubría casi la mitad del rostro, luchaba con una enorme espada contra otro hombre o mujer, ataviado en una pesada armadura de placas que le cubría cada parte de su cuerpo, excepto unos ojos oscuros, que se dejaban ver a través de la hendidura en té de su casco.

Pero eso no era todo lo que sucedía en el lugar.

Además de los dos contendientes, dos criaturas extrañas, vestidas con túnicas negras esperaban detrás del luchador con armadura, como si fueran sus padrinos o guardaespaldas. No intervenían en la pelea, simplemente, estaban allí, espectantes.

La lucha era terrible.

Las espadas chocaban y de ellas saltaban chispas. El caballero de armadura utilizaba las dos manos para luchar con ella, asestando unos tremendos golpes que el hombre de la túnica bloqueaba. Eran dos poderosos guerreros, que medían sus fuerzas en ese claro, haciendo que los golpes se escucharan en todo el bosque cercano. La armadura completa parecía abollada en algunas partes y de algunas juntas, corrían hilillos de sangre oscura. También el otro hombre parecía herido. Su túnica estaba cortada en algunos sitios, de los cuales también caían gotillas de sangre.

Pero en ese momento, el caballero levantó su espadón por encima de su cabeza, descargando un tremendo golpe sobre el otro guerrero, el cual a duras penas pudo parar con el filo de su espada. El golpe fue tal, que la onda expansiva hizo mover la tierra que había en el claro y el viento que levantó revolvió las hojas de los árboles encima de la cabeza de los curiosos escondidos.

El impacto hizo caer al otro guerrero de espaldas al suelo y de entre sus ropas, una pequeña esfera oscura cayó al suelo rodando un par de metros hacia los aventureros. Ambos guerreros miraron hacia allí, pero el de la armadura no se distrajo con ello, sino que levantó la espada para asestar el golpe de gracia.

En ese momento, el rostro del hombre en el suelo cambió.

Su cara no era de terror, sino de seriedad completa.

Alzó una mano y de ella salió una especie de aura que sólo pocos pudieron ver. Justo cuando el otro hombre o mujer iba a golpear, una ráfaga de energía salió de esa mano, la cual hizo que las criaturas y el caballero salgan despedidos hacia atrás varios metros para caer en el suelo despatarrados.

El hombre de la túnica se incorporó.

Miró la esfera oscura, y después negó con la cabeza, desapareciendo automáticamente por un portal que al parecer, el mismo había creado, cerrándose al instante.

El caballero se incorporó con dificultad y se descubrió el rostro al ver que el otro se había marchado.

Era una mujer.

Bella, de unos veinticinco años, con el pelo rubio y los ojos oscuros a esa distancia. Se acercó a la piedrecilla que estaba en el suelo, y la cogió entre sus manos, al mismo tiempo que sonreía.

Alexander observó con una mezcla de miedo y fascinación la batalla que estaba llevándose a cabo entre los contendientes. Era como si bailasen cada vez que lanzaban una estocada. Un baile aprobado con la voluntad de aquellos dos personajes, sólo consentido por la necesidad de matarse mutuamente. Sus movimientos eran ondulantes, fluidos y casi hipnóticos. Dos verdaderos artistas marciales versados en el arte del combate. ¿Que les habría llevado a enfrentarse?

El chico reflexionó un instante. Ellos dos no debían conocerse. Él sabía cómo eran los duelos, así como toda la parafernalia que traían consigo, y aquello no parecía una simple batalla en la que estaba en juego el honor. No, aquello era mucho mas salvaje y brutal. Aquello era una batalla a muerte. Pero, ¿Que interés tendrían en matarse?

Fue entonces cuando ocurrió. El guerrero cayó al suelo, y una esfera de color oscuro rodó hacia ellos. Le intrigaba, desde luego, pues no parecía del todo normal. ¿Sería mágica? Alexander contrajo las pupilas, intentando enfocar mejor el peculiar objeto, así como intentando determinar su naturaleza.

Sin embargo, casi al instante, sucedió algo que le distrajo, pero que, sin embargo (Y Alexander no habría sabido explicar por que) no le alteró. "Magia" pronunció el chico, sin dejar que de su boca saliese ningún sonido. Aquello solo podía ser magia.

Al contrario de lo que habría esperado, el primer guerrero (el que, a todos los efectos llevaba las de ganar), no pareció sorprendido en absoluto, así que supuso que ya estaría acostumbrado a tratar con aquel tipo de fenómenos, lo que no les dejaba en una posición muy buena. Podría ser un "Cazador de brujas", denominación que Alexander odiaba a mas no poder, y si les descubría poco tendrían que hacer contra el. Por suerte, parecía demasiado distraído como para haberse fijado siquiera en ellos.

El chico estaba pletórico. Era consciente del peligro, pero aquella dosis de acción le había estimulado de una manera que nunca habría imaginado que podría hacer. Ardía en deseos por ver que iba a hacer aquella guerrera con el orbe. Si, Alexander se estaba volviendo mas temerario y alocado de manera paulatina, pero no podía olvidar que no estaba solo, así que lanzó una mirada a su compañera. ¿Querría quedarse a mirar un poco mas? ¿O preferiría irse, sin arriesgarse a ser descubiertos?

Alexander sintió un escalofrío que le recorrió toda la columna, como si de un dedo helado se tratase. Aquello no había sido para nada natural. Rápidamente apartó los ojos de aquella esfera. Parecía como si tuviese vida propia.

¿Para que lo querrían? Al guerrero que acababa de desaparecer no parecía haberle importado en exceso el objeto. Quizá la chica mostrase algo mas de entusiasmo. Aquello se ponía emocionante, a la vez que peligroso.

 Lyla estaba muda del asombro. Aquel duelo entre titanes sobrepasaba por mucho sus habilidades, y entrometerse era el equivalente a buscar problemas que no podían resolver. Demasiado peligroso, demasiado insensato. No tenía claro como reaccionarían al darse cuenta de que habían estado observando, pero había visto demasiadas situaciones aparentemente seguras que acababan degenerando en huidas precipitadas cuando trabajaba de mercenaria como para pensárselo dos veces antes de quedarse a mirar. Quizás no deberían estar viendo eso. Quizás se estaban poniendo en gran peligro al permanecer allí

Y, aún así, no podía apartar la mirada. Se giró a Alexander, y al notar su excitación, casi se sintió identificada con él. Su mente dejó de funcionar, y solo quedaron sus emociones. Emociones que la incitaban a permanecer a la espera, expectante, preparada para ver el siguiente suceso extraordinario...

La mujer, que no llevaba distintivo alguno en su armadura, se acercó lentamente hasta la piedra que estaba posada en el suelo. De alguna parte, como si acabara de hacer un truco de magia, extrajo una caja de madera llena de runas que brillaban con un color violáceo y con sumo cuidado, depositó la piedra esférica dentro de la caja.

Ahora que la mujer levantó la piedra, pudistéis ver lo pequeña que era. Medía aproximadamente un centímetro de diámetro y era oscura, negra como la más oscuras de las noches. Cuando cerró la cajita, la sensación que tenía Alex desapareció por completo, pero fue en ese momento cuando la mujer levantó la mirada hacia los dos aventureros que estaban escondidos detrás de esas piedras.

La chica sonrió, mostrando una perfecta y blanca dentadura, pero, aunque la sonrisa parecía sincera, sus ojos negros azabaches no decían lo mismo.

Giró la cabeza hacia las dos criaturas encapuchadas sin decir nada y automaticamente, estas miranron hacia vuestra posición y bajaron sus manos a un lado de su cuerpo, haciendo aparecer en ella unas pequeñas cuchillas plateadas que brillaban con la poca luz del sol que no lograban detener los árboles.

La mujer desgarró el aire con su mano, y abrió una especie de puerta, por la que entró para desaparecer automáticamente de ese lugar...

Las criaturas, comenzaron a avanzar lentamente hacia donde estaban Alex y Lyla, aferrando fuertemente las dagas y con la clara intención de matarlos.

 Oh

Ahora Lyla no estaba tan segura de que debieran haberse quedado a curiosear. Se levantó, agarrando con fuerza la espada bastarda entre sus manos mientras fruncía el ceño. Les habían descubierto, estaba claro. No había ya ningún sentido en esconderse

Escuchad: No tenemos ninguna mala intención hacia vosotros, y no queremos combatir. Solo vinimos a curiosear

Sabía que las negociaciones eran, probablemente, inútiles

Alexander se levantó de un salto y se colocó al lado de Lyla. No quería luchar, pero aquellos "Seres" parecían dispuestos a ello.

-Parece que al final si que vamos a tener emociones-Le dijo a la mentalista, en un comentario que mezclaba sarcasmo, emoción y cierto pesar. Y es que no podría ser de otra manera, pues ni el propio Alexander estaba muy seguro de lo que quería en ese momento. La emoción de la lucha le había estimulado mas que cualquier otra cosa (Exceptuando a la propia Lyla). Pero toda batalla conllevaba mayor o menor grado de peligro, y no estaba dispuesto a arriesgar sus vidas por una tontería.

¿Pero era de verdad una tontería? El chico recordó aquella extraña esfera. Completamente negra, como si no hubiera ninguna luz en su interior, como si estuviese hecha de puro mal. ¿Era eso por lo que luchaban?

Demasiadas eran las preguntas y muy poco el tiempo. Retrocedió un paso, preparándose para luchar. Mientras él estuviera presente, aquellos seres ni rozarían a Lyla. No iba a permitirlo.

 Lyla se interpuso entre los dos extraños individuos y Alexander, manteniendo su espada inclinada en posición defensiva

Prepara tus hechizos, Alex. Yo te cubro

No iba a atacar sin motivo alguno. Pero estaba ya bastante claro que ahí iban a haber más que palabras, e ignorarlo sería de necios. No, no daría el primer golpe

Pero ya podían rezar lo que supieran esos dos extraños si se atrevían a atacarles

Alexander comenzó a gesticular y a pronunciar ensalmos ininteligibles en una lengua ya olvidada. Con cada gesto y palabra bien formulada, se dibujaba una pequeña runa en el aire frente al chico.
Por lo visto, aquellos dos seres estaban decididos a llevar a cabo las ordenes de su ama, pero no se lo pondrían fácil.