Partida Rol por web

Despiertas y el olor de es familiar. Y tan familiar, cualquier olvidaría aquel ambientador que tu madre siempre había insistido en que el servicio atufara la casa con él. El olor a rosas rancias se te clavaba en la nariz e insistía en anidar allí.

Aquella habitación está como siempre, como la recuerdas. O como la recordabas en aquella época donde pasabas tantas horas en casa con un tutor privado. Miras tus manos y son pequeñitas. Todo es oscuro, aterrador y enorme. Tus ojos tardan en acostumbrarse a la penumbra de tu habitación con sus horribles muebles elegidos por tu madre.

Sientes miedo, uno normal que siempre sentías. Como cuando bajabas de la cama y tenías ese temor que unas manos salieran de la oscuridad que reinaba debajo para cogerte los pies y arrastrarte al mismo infierno.

No, no querías salir de la cama. Pero te hacías pipí y mucho. Sales de tu habitación a oscuras, oyendo solo tus pasos sobre el suelo de madera. Cruzas el pasillo hasta el cuarto de baño, pero cuando pasas al lado de las escaleras te tienes que parar y mirar abajo.

Una especie de chirrido se oye en alguna parte, no sabes qué es, pero te hiela la sangre. La urgencia de hacer pipí sigue ahí, pero la curiosidad… La curiosidad es mayor.

Que te entren ganas de hacer pis en la cama es lo peor. Tienes que salir de las mantas cálidas, estando a gusto o sino te lo haces encima. A mamá no le gusta eso. Me riñe muy feo y no eso me hace sentir mal. Lo hace delante de los criados y eso no me gusta. Por eso acabo saliendo de la cama, en silencio, solo acompañada del quejido del suelo. Eso me da miedo. A veces tenía pesadillas de escuchar esas pisadas cuando no había nadie en casa. Otras tantas me parecía escucharlas de verdad y me escondía bajo la sábanas.

Me veo sola en mitad de la noche. Me abrazo a mi misma porque eso me confortaba, pero me tengo que parar en seco ante aquel ruido. ¿Estaría alguien despierto? Me aprieta mucho el pipí, y aunque la curiosidad es fuerte, voy a aprisa para allá. Atenta al ruido. 

El baño está a oscuras y también es bastante impresionante. Te da miedo sentarte en la taza, porque en su interior está todo oscuro. Temes que una mano salga de su interior y te atrape mientras haces pipí. Casi no sale el chorrito de los nervios, hasta que sale y... nada pasa. Nada viene de su interior, ni nada te toca el culete para asustarte o arrastrarte a dentro del váter.

Aliviada y con el susto inicial pasado, vuelves a pasar por el pasillo y mirar hacia el piso de abajo. El chirrido sigue ahí, algo extraño y nuevo para ti, pero aterrador igualmente. Tu casa no debía hacer ruidos y papá y mamá dormían. O dormían o no estaban en casa, no había más opciones.

Me siento mejor después de haber hecho pipí. Ya no sentía esa incomodidad como si fuera a salir en cualquier momento. Y aun mejor, sin que ningún monstruo me haya cogido por el culete y me haya arrastrado hasta las cañerías. Al salir del baño y contemplar la oscuridad que desciende de las escaleras, vuelvo a sentir miedo. Aun mas por aquel chirrido. Era del todo raro.

Miro para la habitación de mis padres, extrañada. Aun sin quererlo, como al curiosidad mató al gato, me veo transportada escaleras a bajo. A pasitos pequeños y lo menos ruidosos posibles.

La gran puerta de la habitación de tus padres está cerrada, todas lo están. Sigues escuchando ese chirrido y algo te llama a bajar abajo a comprobar. Eres muy pequeña y pesas muy poco como para que las tablas del parquet suenen siquiera bajo tus pies. Das pasitos pequeños en completo silencio y llegas abajo.

Tu casa era muy muy grande, al bajar por las escaleras tienes a la derecha el gran salón donde no te dejan pasar. Está el piano de cola de mamá, que aunque no lo toca nunca no te deja jugar con él. Es un rollo. A tu izquierda está la gran sala de estar, donde está la tele y donde pasas horas y horas delante de ella cuando tu niñera está cansada de ti. Simplemente te enchufa los teletubies y deja el tiempo pasar.

El chirrido viene de la parte de atrás de la casa, de la cocina o el comedor. Podías ir hacia la izquierda o la derecha indistintamente para acceder a esas otras habitaciones.

Miro ya todo con cara de sospecha. Aquello era raro. ¿Quizá estaba haciendo ruido algún chisme de la cocina? Totalmente absorta por la curiosidad, aunque con un cosquilleo en el estómago por que en el fondo me daba un poco de miedo, encamino mis pasos para la izquierda. Muy despacito.

Menos mal que había hechos pis, o quizá de los nervios me lo hubiera hecho encima.

A la izquierda está la sala de la tele. Hay un enorme sofá que sobrepasa tu altura y que ahora te parece amenazador porque solo lo ves de espaldas. Quizás del otro lado, en la oscuridad absoluta, pudiera esconderse cualquier tipo de ser que saltaría sobre ti en cualquier momento.

La tele está frente al sofá, encima de la chimenea. Allí colocada para que papá pudiera ver los deportes cuando estaba en casa, casi nunca. Ahora se ve como una superficie plana, reflectante y oscura.

Y oscuridad y sombras es lo que inunda el lugar, sin contar con la leve luz de la luna que entra por la ventana y evita que te tropieces con las cosas. Ves tu reflejo en la tele y caminas, pero por el rabillo del ojo te parece ver una sombra moverse muy rápido sobre ese mismo reflejo. Te hace girar la cabeza con temor.

Camino a pasitos cortos, temerosos. La oscuridad no me gustaba... Incluso tenía que dormir con una lucecita en el cuarto, para que al menos viera un poco de luz. A medida que avanzo en la oscuridad, voy arrepintiéndome de haber bajado... Ahora podría estar en mi cama, calentita, tapada hasta la cabeza y bien resguardada de los monstruos. 

Una vez en la sala de la tele siento un escalofrío y tengo que tragar salida. Miro la pantalla de la tele, esperando que en cualquier momento aparezca algo detrás de mi, mirándome. La sensación de que me estaban mirando. 

Pero algo pasa... algo que me hace dar un bote en el sitio y mirar hacia el lado de donde proviene el movimiento. Siento como el corazón me late muy fuerte. 

No ves nada, solo hay oscuridad a tu alrededor, o más bien esa semi penumbra. Fuera comienza a soplar un viento fuerte que mueve las ramas de los árboles. Aquel sonido de las hojas al moverse era como si millones de pequeños seres de pesadilla batieran sus alas al otro lado de las ventanas.

Oscuridad y silencio. Nada más a tu alrededor. Jurarías que habías visto algo por el rabillo del ojo, pero el qué es queda en tu imaginación, como un monstruo salido del mismo abismo.

Siento en corazón muy acelerado y miedo. No veo nada a mi alrededor, pero está todo oscuro y eso me asusta, los sonidos, lo que me pareció ver por el rabillo del ojo, o lo que no me pareció ver... Siento un escalofrío y sin pensarlo mucho, echo a andar a paso ligero de vuelta a mi habitación.  Ahí me taparía hasta la cabeza con la colcha y ningún monstruo podría hacerme daño.

Corres hasta tu habitación. Tus pasos son rápidos y hacen crujir la madera volviendo. Haces demasiado ruido y seguro que los monstruos ahora sabían que estabas ahí. Te das prisa y subes las escaleras. Miras hacia atrás para ver si te sigue algún ser de la oscuridad. Porque estás cerca de tu cuarto y quieres cerciorarte.

Al llegar a lo alto de las escaleras, chocas con algo. Eso hace que pierdas el equilibrio, al filo de las escaleras. Durante los milisegundos que te das cuenta de que vas a caer de espaldas, tienes un momento de incertidumbre en el que pasan demasiadas cosas por tu cabeza a una velocidad de vértigo.

Antes de que tu espalda dé con los escalones y sufras un trágico final escaleras abajo, ese algo con lo que te chocastes te agarra del brazo. Te aprieta y te hace daño.

Mi corazón parece un tambor y no soy totalmente consciente de como subo las escaleras, pero creo que hasta voy saltando escalones. Siento que me siguen y por eso es que me vuelvo para mirar, chocando con algo y desconcertándome. Se que me voy a dar un golpe contra las escaleras y eso me hará daño. Pánico. Que se compagina con la reacción de pura inercia de mirar hacia delante y ver con qué choqué. Y que me sujeta de esta forma.

¿Papá y mamá no estaban, no?

Frente a ti hay unos pantalones finos de seda, que no pertenecen a nadie más que a tu padre. Cuando levantas la cabeza le ves con la cara medio dormida, medio enfadada. Él gruñe al verte despierta y aprieta más tu brazo, haciéndote más daño aún.

-¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué no estás en tu cama, mocosa?- da un tirón y te lleva con los pies casi sin tocar el suelo para tu habitación.

Al ver a papá lo que siento es alivio, aunque también siendo algo de miedo. Es raro. A veces no entendía muy que era exactamente que sentía por papá.

- ¡AUH! - digo, pues me hace daño en el brazo. Estaba apretando mucho - Me levanté a hacer pipí y escuché un ruído raro abajo. Me estás haciendo daño... - digo con los ojos al borde las lágrimas.

-No deberías estar fuera de la cama- te guía hacia tu habitación casi en volandas, dejándote frente a tu cama. –Ni se te ocurra volver a salir sola y andar por ahí, o te llevarás una tunda por ello, Brooke.

Te deposita en la cama y se marcha. Papá era raro y mamá también. Era como vivir con dos personas mayores que solo veías a veces y cuando los veías era para regañarte. Ellos en sí eran como monstruos casi, en cierto modo, aunque no sabías si como los monstruos que habías creído ver abajo o peores. La cama está mullidita y papá te aprieta las sábanas tanto que apenas puedes moverte. Caes en un sueño profundo…