Partida Rol por web

El agua humeante llena la bañera. Tienes una cesta llena de artículos de lujo para el baño.

Las vistas del lugar tampoco están nada mal, aparte de estar apartada en una isla, puedes ver el mar cerca y unas praderas verdes que se extienden hasta él. Sin duda tu anfitrión tenía dinero si se podía permitir esa privacidad.

Pierdo la vista en las praderas mientas la bañera se llena. Para cuando me doy cuenta casi desborda, absorta como estaba en mi hilo mental, y cierro el grifo a prisas, levantando levemente le tapón para que cuele agua de agua. Luego huelo los potingues de la cesta y echo alguno que otro. 

Mi madre era asidua a estas mierdas, pero yo nunca había sido muy fan. Ahora... ahora era un mero entretenimiento, una vía de escape. Una excusa para centrar los sentidos en el olor de unas sales de baño y no en otras cosas.

Me acabo metiendo en la bañera.

Lo potingues huelen bien y a caros, desde luego el señor Dávalos tenía el dinero para eso y más. Te había secuestrado sin dejar muchas trazas, eso quería decir algo. Te metes en la bañera y los olores inundan tu nariz.

¿Te echarían de menos tus padres? ¿O el señor Dávalos les habrá contado ya la milonga de la beca? Seguramente lo segundo más que lo primero, también estaba la tercera opción que les diera igual. El baño desde luego es relajante, más desde que no te descansas del todo cuando duermes. Aunque estar ahí metida en el agua te recuerda a la experiencia que has tenido hace no tanto, la del sueño inducido.

Dejo que mi cabeza se inunde mil preguntes mientras estoy a remojo en la bañera. Me abrazo las piernas, casi en modo ovillo, y apoyo la cabeza en mis rodillas.

En parte tenía claro que mis padres no se iban a hacer muchas preguntas, si Dávalos les había dicho lo de la beca. Siempre están ausentes, siempre de viaje. Siempre demasiado ocupados. No, no me echarían en falta.

La relajación que me da el baño hace que empieza  sentir cierto sueño, pero me inquieta lo que he vivido hace apenas unos minutos y me resisto a Morfeo todo lo que puedo. Al menos lo intento. Hasta que el agua se enfríe.

Tus padres claramente no se iban a preocupar por ti, porque si te habían dado una beca pese a los problemas que dabas en el instituto, ellos no se iban a cuestionar mucho. Un internado que les salía gratis, en realidad.

El baño es relajante y te invita a echar una pequeña siesta, pero la inquietud te mantiene despierta. El agua fría no tarda en despertarte del todo cuando pasa se va el calor. El baño en cambio sigue con cierto vapor en el ambiente y el silencio inunda tu habitación. Además de que la luz natural es más tenue que antes. Un quejido en tu tripa te hace darte cuenta que tienes algo de hambre. ¿Desde cuándo no comías?

Posiblemente hacía dos días, o a saber, había perdido la noción. Roto el "encanto", acabo emergiendo del agua ya fría de la bañera y voy a buscar una toalla o albornoz para envolverme y secarme. Seguramente podía usar el teléfono para pedir comida y eso hago precisamente, tras liarme en algo. Llamar, pero antes miro si está el número que tengo que marcar por alguna parte. Porque tendría que marcar alguno, aunque fuese una tecla.

Tienes toallas y albornoces, mullidos y secos allí. Está todo bien colocado para que te sirvas. Te puedes liar en uno de los albornoces y una toalla en la cabeza. Descuelgas el teléfono y no ves número en sí alrededor. No parece ser como en las habitaciones lujosas de los hoteles, con una carta y todo.

Sin embargo al toquetear botones al azar, te acaban contestando al otro lado. Una voz de mujer.

-¿Necesita algo, señorita Peltz?

De primeras, me choca que me llamen directamente por mi nombre. Pero claro, Davalos debía tenerlo todo más que preparado. La sorpresa solo me dura unos dos o tres segundos, luego logro reaccionar.

- Hola - digo finalmente - Si... - digo ante lo de ayuda - ¿Alguien me puede traer un sandwich de lo que sea y una cocacola?

-No se preocupe, en unos minutos lo tiene- asegura la voz al otro lado del teléfono antes de colgar. Y efectivamente no tardan en llamar a tu puerta, abrir y pasarte un carrito con lo que has pedido. Quien lo sube es un señor delgaducho con ninguna característica especial, debía tratarse de alguien del servicio.

Antes de que suba nadie, me visto de vuelta. No sabía realmente si alguien en el secuestro se había ocupado de coger algunas de mis pertenencias para que pudiera ataviarme. Miro en armarios y si no hay nada a la vista, simplemente recupera la ropa que llevaba puesta. 

No presto mucho atención al señor que sube la comida, pues el hambre que traía me hace perder la vista en los sandwich, que tenían bastante buena pinta.

- Gracias - me limito a decirle.

Tu maleta está ahí como te dijo Abby, con tus pertenencias, pero puedes vestirte con la ropa que traías de vuelta. El señor te deja la comida y se marcha, no parece tampoco querer saber mucho de ti o de las razones por las que estabas ahí. Él hacía su trabajo, simplemente, dejarte la comida y salir de nuevo de la habitación.

Me visto entonces con ropa limpia y fresca... O todo lo fresca que puede estar acinada sin doblar en una maleta.

Luego doy cuenta de la comida, casi con voracidad, después del ayuno y el agotamiento.

Te vistes con la ropa arrugada que metiste hecha una bola en la maleta cuando te expulsaron de aquel internado tan pijo. Al final habías salido de una cárcel para meterte en otra. La comida es simple y ningún festín pero está buena. Después de la misma y ,saciado el hambre, el cansancio hace mella en ti y no puedes evitar caer rendida en los brazos de Morfeo una vez más...

Despiertas y sientes la angustia y la frustración que te asolaba en el bosque. Estás sola y a oscuras, a excepción de la luz leve de la luna que se filtra por la ventana. No puedes evitar derramar unas lágrimas de desesperación ante el recuerdo del olor a pólvora, a polvo y a la humedad de los árboles.

Nada más abrir los ojos, emerge de mi garganta un gemido agónico. La frustración y la pena son tan tangibles, casi físicas, que se materializan en mi pecho, dificultándome toda respiración. Por momentos no se donde estoy, ahí en penumbra, y mi mirada empañada desde el principio se fija en la luna y luego en todo lo demás. 

Luego sobrevienen el llanto nervioso, con espasmos en mi pecho como si de hipo se tratara. A modo de socorro, dirijo mis pasos al aseo en penumbras, para echarme un poco de agua en la cara.

Te diriges al baño para despejarte, te lavas la cara y cuando vas a secarte y mirarte frente al espejo. No te ves a ti misma sino a esa persona que eras en el bosque. Parpadeas confusa y por fin aparece tu imagen al otro lado del espejo, mirándote con expresión taciturna, con grandes ojeras y unos ojos rojos al borde del llanto.

Me toco la cara cuando al otro lado del espejo sigo viendo a la mujer del sueño. Por momentos dudo si sigue inmersa en eso o ya desperté. Cuando la imagen desaparece y vuelvo a contemplar mi cara horrible por las ojeras y los ojos enrojecidos, balbuceo y derramo algunas lagrimas más.

Acabo echandome agua fria en el rostro para despejarme, tratando de razona que solo fue uno de eso sueños. Luego voy a ver qué hora es.

Palpas tu cara y es bien tu cara, no eres la mujer del sueño ni estás pasando por lo que ella pasó. El sueño era muy vívido, como si fuera una vida paralela que vivieras cuando dormías, todo muy extraño. Te despejas pero sigues sintiéndote confusa y con cierta pena por lo ¿vivido?

Cuando vas a comprobar la hora que es parece que es de madrugada, sobre la una. No muy tarde para dormir de nuevo y algo pronto para seguir despierta.