Partida Rol por web

_-_Distopía_-_

1.2.3 Hogar, dulce hogar

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06/08/2009, 20:50

No le tomó mucho tiempo a Max llegar con los chicos a lo que era su casa, los niños parecían inquietos pero al mismo tiempo cansados, aunque no acusaban recibo de haber sido maltratados como bien ya había podido comprobar el padre. Todo estaba en orden en la casa, aunque los niños tendrían que dormir en la misma cama ya que Max no tenía otra disponible. El ambiente se sentía ligeramente distinto y todo el lugar estaba invadido de un ligero olor a canela, una de esas especias que ya no se conseguían en los tiempos que corrían.

Los hijos del mexicano decidieron que estaban muy cansados, que querían dormir antes que hablar con mamá, así que dejaron a solas al padre y se apropiaron de la cama como bien pudieron. Eso sí, se despidieron de Max religiosamente, no habían dejado de quererlo, las cosas que habían pasado entre sus padres era asunto de ellos como siempre se los había dicho su madre. Luego de un rato, aún se esuchaba a los chiquillos murmurar en la habitación contigua del supuesto salón, una vez que dejaron de oírse, Max pudo estar tranquilo para hacer lo que planeaba.

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10/08/2009, 20:43
Max "Machete" Aguirre

Maximiliano Aguirre era un hombre de su casa. Tenía el mejicano por costumbre no dejar cacharros en el fregadero, ropa acumulada en un barreño o los restos de la comida del día anterior. Más aún, el apartamento rezumaba el sabor añejo del orden y la pulcritud que la ciudad había perdido hacía ya demasiados años: en aquellos 53 metros cuadrados, Max encontraba un refugio.

Se agachó frente a la puerta principal, aún ataviado con ese extraño traje, y colocó a "Don Vicente": tensó una tanza de pescador de lado a lado, enganchadas a un par de alcayatas. Uno de los extremos se pasaba por una arandela para darle recorrido y continuaba siguiendo la línea de la pared a un palmo del suelo, hasta doblar la esquina que daba a la cocina. Allí el cordel quedaba fijo al botón de Play de un antiquísimo radiocassete (una reliquia absolutamente desfasada, pero que funcionaba como el primer día), firmemente sujeto al muro gracias a una carcasa atornillada, con una cinta en su interior.
De esa manera, cualquier pendejo que quisise entrar sin invitación, hacía que Vicente Fernández cantase aquello de

"No tengo trono ni reina
ni nadie que me comprenda...
..., pero sigo siendo el Rey."

a un nivel decibélico que haría reventar los oidos de un artillero antiaéreo. El pobre infeliz tenía entonces dos opciones: salir de ahí cagando leches o llevarse un machetazo en el pecho.

Con "Don Vicente" ya bien colocado, el radiocassette a volumen brutal y la cinta ajustada para que sonase el estribillo, Machete respira más tranquilo -por él y por los chamacos- y se dirige a su habitación. Sí, aquella que conserva una cama de matrimonio en la que sobra frío y espacio...y en la que falta ella.
Se desprende del traje y lo dobla para meterlo en el canapé sin saber muy bien por qué lo hace: quizá por automatismo propio de persona ordenada. En calzones queda Aguirre, con los pequeños puñales (los que conserva) sobre la cómoda de la habitación, y con Tijuana y su esposo en las manos: a esos se los lleva al baño, donde va a tomar una ducha. Pero antes...

...antes se lo toma con calma. Hoy se lo ganó: quizá la noche no haya servido para pagar el alquiler, para hacer la compra del mes o para llegar a los 150 pavos que cuesta la puta camiseta de los "New York Slashers" que quiere Daniel por su cumpleaños. Pero valió para sentirse padre en Sábado: más de lo que se atreve a pedirle a Dios.
El humo entra en los pulmones y Max lo aguanta ahí unos segundos mientras sus dedos abren y cierran la tapa del mechero Zippo,...y sus pensamientos se van lejos, al tipo que se lo regaló.

Con Tijuana reposando en un taburete al lado de la bañera, una recortada en el armario, un puro barato en los labios y sus hijos en casa ...Max echa mano del teléfono portátil y deja la conversación con Diane para después de la ducha.

Ahora es tiempo para los favores y para los negocios...

Notas de juego

Una llamadita al contacto, a ver qué pasa.

P.D: Aquí tienes a Don Vicente...

P.P.D: No me quedó claro lo del olor a canela. ¿Es propio del apartamento de Max o le resulta extraño?. Si es lo segundo, lo podríamos rolear como que Max aún no se percató del detalle.

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12/08/2009, 19:33
Vincent Steinbech

El teléfono sonaba del otro lado, demoraban un tanto en responder, al parecer era demasiado temprano para nadie pero la línea no dejaba de insistir, de pronto se escuchó el caracteristico sonido de que hay alguien del otro lado de la línea. Vincent abrió los ojos, estaba de mal humor. Había tenido una mala noche y su mujer le había dejado, claro, la que dormía a su lado no era su mujer. Sacó su brazo de debajo de la rubia peliteñida y atendió con la voz pastosa aún, con deseos de matar a quien fuera pero cabía la posibilidad de que fuera de Militech. Si no le hubiera dolido tanto la cabeza y no se sintiera como un desperdicio humano, habría mirado el display para descubrir quién era, en cambio atendió.

-Más vale que sea importante o voy a arrancarte la...-un alto.

La mujer se movió en la cama y Vincent se volvió a verla, le extrañó ver que no era una prostituta de las caras, ni una de las secretarias del trabajo, sino nada menos y nada más que la hija de uno de sus mejores amigos. Vincent casi se cae de la cama, en menudo lío se había metido. En fin, volvió su atención al telefono, luego vería el modo de arreglar aquello.

-Sí, que sea importante y me alegre el dia. ¿Quién habla?

Notas de juego

Lo del olor a canela no es propio, una cosilla del master ;).

Vaya canción se eligió nuestro amigo ^^, nada más y nada menos que a don Chente.

Me perdonas la demora?? :(

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15/08/2009, 18:26
Max "Machete" Aguirre

Max guardaba aquella tarjeta de visita como si del mismo Santo Grial se tratase: su valor residía en lo que podía conseguir a través de ella, pero también en lo que habría que pagar. Aguirre sabe que el altruísmo ha muerto.

-Soy Maximiliano Aguirre, Señor Steinbech...- dice con la boca seca y la lengua a medio trabar. Militech facturaba 50.000 millones de dólares al año, empleaba a más de 1600 personas y su gráfica de evolución parecía la subida por la cara Norte del Kilimanjaro, con un crecimiento interanual del 42%. Naturalmente, estos datos se le escapan a Max. Lo que sí sabe es que las cifras oficiales no eran más que migajas comparadas con lo que la macrocorpación movía en negro:

existía el rumor de que uno de cada cinco proyectiles que se disparaban a nivel mundial procedía de las factorías Militech. Financiación de partidos políticos, contratos gubernamentales. En Venezuela, por ejemplo, Militech suministraba armas tanto al ejército regular como a los guerrileros opositores: si Simón Bolívar levantase la cabeza, se la volarían con una bala de la Gran M.

El tejido empresarial de la compañía se comportaba como un inmenso cefalópodo cuyos tentáculos se ramificaban llegando a toda esfera industrial y a cualquier estrato social existente. Aquel pulpo gigante tenía varias cabezas: hombres que decidían lo que se mostraba en los informativos o quién habría de gobernar. Hombres cuyo trabajo consistía en hacer dinero e hinchar el globo de la influencia. Hombres que permacían ocultos a los flashes, manejando los hilos en la sombra.

Vincent Steinbech era uno de esos hombres,...y a Max, un tipo que vive de sus agallas, le tiembla la mano que sostiene el celular.

-Machete, señor.- tragó saliva.-Usted...usted me dió su número personal y...siento mucho importunarle a estas horas, pero...

Los temores del mejicano están bien fundados: si Steinbech tenía un mal día, si esa llamada llegaba en momento inadecuado,...el pequeño apartamento de 58 metros cuadrados volaría por los aires y con él todo el edificio. Miguel y Daniel acabarían con sendos tiros en las pequeñas nucas, Diane aparecería carbonizada en su coche de empresa y hasta un primo segundo de Aguirre que vive en un pueblucho de mierda en el culo del mundo saldría en el noticiero local con la cara destruída por un bate de baseball. Max, por supuesto, serviría de abono.
Y todo eso pende ahora de un hilo. O ,más bien, de si Steinbech recuerda el momento en que decidió regalarle un mechero Zippo y entregarle su tarjeta a una vieja gloria del "Saturday Gore Party"...

-...me preguntó si podría perdirle un pequeño favor.

...mientras un olor que creía olvidado puede con el humo del puro barato.

Notas de juego

He andado un poco liado pero ya pasó. Vuelvo a mi ritmo normal de posteo.

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16/10/2009, 19:22

Notas de juego

Cielo, no sé cómo retomar contigo. Si desde la llamada, lo cual sería ilógico o bien, hacer como que Steinbech no te pudo atender en aquel momento y tú te fuiste y ahora que llegas a casa, es él quien te llama.

Ya me dirás.
Y perdón por andar tan descolgada pero realmente no tengo cabeza.
Espero que tus cosas estén bien.

Mel

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19/10/2009, 15:28
Max "Machete" Aguirre
Sólo para el director

Cómo vá, Mel?. Creo que con la escena de Steinbech podríamos hacer un "apaño": darla por zanjada, por hecha. Como en las pelis, ya sabes. No tiene por qué finalizar por completo una escena para pasar a otra, sino que se puede dar por entendida.

En realidad lo que esperaba del tipo para Max era protección para sus hijos (Machete espera algo gordo detrás de este trabajito) y un pequeño préstamo en forma de armamento (aunque Winter ya dijo que tendríamos armas nuevas a nuestra disposición), así como algo de información sobre McMord y "la rubia".

Creo que no es necesario rolearlo, sino resumirlo. Tú ya sabes lo que quiero y ahora me dices lo que obtengo. Así de fácil...y pasamos a otra cosa. ¿Qué te parece?.

Por supuesto, si prefieres rolearlo...yo estoy totalmente dispuesto y a tu entera disposición :)

Notas de juego

Ánimos desde aquí, guapetona. Que esto sirva un poco para desconectar y mantener la cabeza, aunque solo sea por un rato, lejos de los malos rollos.

Un beso.

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19/10/2009, 17:02

Notas de juego

OK, pues. Sus deseos son órdenes :)
Sabes que Max tendrá protección para sus hijos. Steinbech estará feliz de poder hacerlo y me parece genial la idea. Ahora, supongo que entonces tendrás que esperar un poco, Winter está con la rubia y Zoe con Keith, roleando un poco. Así que si tienes ganas roleamos aquí o de plano esperamos a que ellos terminen. Ya sabes que no se me da bien esto de ser master, como sea, me pongo a tu disposición. Eso sí, aviso que estoy bastante poco inspirada y que estoy haciendo unos posts de porquería, si no me crees, pregunta a Gica xD.

Muchas gracias por la buena onda, por aguantar que sé que no es fácil y por ser tan excelente escritor o contador de cosas, da igual como te quieras llamar.

Un beso

Mel

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28/10/2009, 19:10

Algunos rayos de sol o lo que parecían rayos de sol, se filtraban por la ventana maltrecha de la casa de Aguirre, era aún temprano para la cita que tendrían más tarde. Afuera, tres hombres custodiaban la casa del hombre, Steinbech había cumplido su palabra, él era así con la gente a la que apreciaba y Maximiliano era una de esas personas. Nada sucedería a sus hijos si los matones de Steinbech podían evitarlo. Había uno claramente a la puerta y dos más abajo, vigilando cada persona que pasaba cerca o intentaba hacerlo pues al verlos por regla general se largaban lejos de allí.

Los pequeños hijos de Max aún dormían y no era para menos, habían tenido unos días bastante extraños aunque pronto despertarían y empezarían a hacer preguntas normales para chicos de su edad. Igualmente aquello no era mayor problema. La casa estaba en perfecto silencio, excepto por uno que otro ruido que venía desde fuera pero nada que molestara en demasía. Lo que si empezaba a molestar era el olor a canela en toda la casa, parecía como si hubieran viajado al pasado y tuvieran a una abuela haciendo té de canela en la cocina. Curiosamente aquella mañana no hace frío, más bien se siente calor. Habrá que ponerse en marcha.

Una bocina de auto suena desde afuera, alguien parece tener prisa por irse o por llegar a algún lugar. La ciudad empieza a despertar y la mierda a salir a la calle cuando de pronto el aparato telefónico de Aguirre suena una y otra vez, es demasiado temprano como para no saber quién es y esa debe ser su ex esposa sin duda. La que se levanta a esas horas para ir al exclusivo gimnasio que el hijo de mil..., de McMord le paga por mes. El sonido del teléfono es ya hasta molesto, de suerte que Max no tiene que caminar mucho para atender esa cosa que de vieja casi podría llamarse obsoleta pero no, aún funciona.

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30/10/2009, 15:28
Max "Machete" Aguirre

Unos minutos antes de que el teléfono sonase, la enorme cabeza de Max asomó por la ventana. Los ojos del mejicano recibieron al sol de la mañana achicando espacios, y conforme se cerraban los párpados se abrían las aletillas de la nariz: definitivamente ese olor no venía de fuera.

Con cuidado, cerró la ventana y pasó un dedo por la junta de silicona. Estaba bastante deteriorada y la humedad había conseguido traspasarla afectando al picado de la pared, levantándolo. Llevaba Max un par de semanas prometiéndose dedicar unas horas para raspar el fragmento de pared, pintar y aplicarle imprimación...pero siempre había algo - nunca la apatía - que retrasaba la faena. Aquello empezaba a irritar al mejicano, pues su pequeño piso era un oasis de orden, limpieza y pulcritud en medio de un barrio humilde al extremo, deprimido y - no pocas veces- peligroso. Y eso lo había conseguido Machete supliendo la falta de pericia con la paciencia absoluta.

Pero todo aquello no era más que un rumor compitiendo con gritos a megáfono. Ni los chamacos, ni Don Chente, ni los tres tipos con cara de ex-boxeador y espaldas de armario empotrado que custodiaban un cichitril de barrio bajo, ni Steinbech, ni Ojos Verdes, ni la Rubia, ni los putos cinco mil...

El cerebro de Max sólo atiende a un asunto por vez. Si hay que desmembrar a un par de gilipollas, por favor, que nadie le pida que diga la tabla del siete mientras desgarra carne...porque no podrá. Una sola cosa. Una..., pero bien hecha hasta la obsesión. Y ese asunto del que Max no puede escapar ahora es el jodidamente intenso, embriagador, dulce, intrigante y extremadamente delicioso olor a canela.

Y lo peor de todo es que el aroma parece venir de todas partes y de ninguna. Aguirre revienta de ganas por encontrar la fuente que, en medio de toda esta mierda artificial de plástico, metacrilato, metal y lluvia ácida, le devuelve al tiempo del 1,50...cuando la viruela aún no había destrído ni su cara ni su autoestima. Y ahí suena el teléfono.

-Si.- responde secamente, esforzado por callar al jodido chisme antes de que despierte a los chicos.

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30/10/2009, 17:40
Teléfono

No hay esa antigua estática, es obvio que le están hablando de un teléfono de última generación, la voz tarda unos instantes en aparecer y por fin se escucha del otro lado.

-¿Max? Max, quiero ver a los chicos. ¿Voy por ellos o me los vas a traer? Antes que digas nada, ya sabes que ellos tienen que estar conmigo, además, deben estar extrañándome...-la voz sonaba ligeramente llorosa pero ella no parecía querer ocultarlo, tantos años siendo su esposa y sabía que él la conocía, aún así, mientras él no la interrumpiera, continuaría con su monólogo.-Pasaré por allí en una hora, Max. Sí, eso es lo que haré, así no tendrás que moverte de tu casa...

Pero no cortó, sabía que tenía que escucharlo si no quería enfurecerlo más de lo que ya debía estar.

Notas de juego

¿Me das el nombre de la actriz que pusiste como esposa de Max o no importa que sea cualquiera? Perdón por lo abrupto y si algo en el post que no te cuadre, avísame y lo cambiamos.

Te escribo mejor un MP.

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03/11/2009, 15:32
Max "Machete" Aguirre

Diane era una experta del monólogo dialogado: cuando hablaba, daba por sentado que su posición era la correcta, que había poco más que añadir. Por eso mismo, a Max le sorprende que no haya colgado justo después de hablar.

- Hola, Diane.- contesta seco tras una pausa a la que sigue otra. Aguirre se muerde el labio y traga saliva por ese punto de mala leche. ¿Qué le podía reprochar a McMord?. El tipo le había dado un futuro, un bonito piso en la parte rica de la ciudad, comprensión y aceptación para una madre madura,...¿cariño?. Tal vez. Muy probablemente. Ese fulano podría tener a quince strippers ninfómanas a sus pies con sólo chasquear los dedos...pero escogió a Diane. Debe quererla. Mucho.- Los chicos están bien...y ya echan de menos a su madre.

Fué Max quien colgó. Se quedó mirando unos instantes al teléfono, y la cabeza se le fué al comienzo de su ruina.

Ella lo supo desde el principio, y aguantó hasta que se le agotaron los motivos para quererlo. Ahora Max mira a la puerta y, como un resorte, abandona el pasado y lo cambia por un aviso a los tipos de Steinbech.- Diane Lendquist. Rubia, metro setenta, unos cuarenta y cinco. Viene sola.- e inmediatamente, sin hacer demasiado ruido, agarró cepillo, recogedor, plumero y fregona.

El esmero por la visita era síntoma de que aún la seguía amando.

Notas de juego

Creo que la actriz de marras no es otra sino la propia esposa de Danny Trejo. Por "Danny Trejo wife" en google tienes unas cuantas fotos..., aunque no tendría ningún inconveniente en que cambiases su avatar. A bote pronto se me ocurren Sharon Stone, Susan Sarandon, Kim Basinger, Michelle Pfeiffer...

Tú eliges, Jefa!!

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04/11/2009, 20:03
Diane

Los pasos resonaron en el pasillo, a pesar de que esta vez no llevaba unos lujosos y altisimos tacones en lugar de eso calzaba unas comodas zapatillas y muy poco maquillaje, a decir verdad, Diane parecía muy cansada y el tono negro de su ropa no ayudaba en absoluto. Los hombres le dejaron pasar, había aparecido una hora después de haber hablado con su ex esposo pero es que quería darle tiempo a despertar según había oído la voz del otro lado de la línea. Cuando se paró frente a la puerta del modesto departamento de Max, no pudo evitar que montones de recuerdos le vinieran a la memoria.

-Todo habría sido muy distinto si...

La cantidad de veces que quiso creer en él le volvió a la mente como un recuerdo cruel y duro de la realidad, lo había amado hasta el límite de darle hijos, cosa que ella no planeaba hacer con ningún otro hombre y le había amado tanto que lo había perdonado infinidad de veces pero todo el mundo tiene un limite y el de ella había sido rebalsado por Max. Casi sintió los ojos humedecidos y se pasó una mano por estos esperando que él no lo notara. Lo echaba de menos, era verdad, echaba de menos que estuviera con ella y con los chicos y echaba de menos en especial, lo que él era cuando estaba con ellos.

Espantó esos pensamientos de su cabeza, ahora era la mujer -en turno, quizás- de McMord y aunque sabía que era desechable, al menos conseguía una buena vida para ella y los niños. En un principio llegó a sentirse vendida pero luego, se autoconvenció de que era lo mejor para los tres y no iba a echarse atrás ahora. De reojo miró al guardia, sin duda estaba mirándole el culo, normal, no se esperan que alguien de 45 años luzca tan bien; le lanzó una feroz mirada y llamó a la puerta.

-Maximiliano, abre, soy Diane.

Guardó silencio, se sentía nerviosa. Hacía mucho tiempo que ella no pisaba aquel departamento, que ellos no estaban a solas pues estaba segura que sus hijos aún dormían.

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10/11/2009, 15:58
Max "Machete" Aguirre

Como el Doctor Jekyll o Harvey Dent, Maximiliano Aguirre era un hombre de contrastes. Y como buen hombre de contrastes, el mejicano mostraba la cruz mientras despellejaba seres humanos con los mismos nervios que un filete de koala,...y enseñaba la cara de la moneda ruborizándose, ante la voz de su ex mujer, como el chiquillo que recibe su primer beso.

Tardó unos segundos en abrir. Sabía que ella estaba al otro lado y que sólo un trozo de aglomerado plástico - al que el casero tenía cojones de llamar "puerta" - los separaba. La mano, crispada por la ansiedad, se cerró sobre el pomo. Allí quedó Max un instante, con las carnes abiertas de miedo y hambre por volver a verla. Era Diane, la madre de sus hijos, la mujer de su vida. Su confidente, su amiga...y el objeto de su traición. Diane era todo eso y mucho más...

La mano, directamente conectada a la jodida vávula tricúspide, giró el pomo. El cerebro y sus arrugados huevos ordenaban lo contrario, pero no había marcha atrás...y lo que cualquiera vería como una mujer cansada, con aspecto de no haber dormido una mierda, deprimida, angustiada y enemistada a muerte con su peluquero,...Max contemplaba a su mitad herida.

- Pasa.- le dijo al suelo. Mucho había aguantado la mirada teniendo en cuenta que, después de todo lo que la había hecho - y por muchos años que pasasen-, Aguirre se había ganado a pulso los rigores de la vergüenza. Max se echó ligeramente a un lado, invitándola, y reparó en un pelo negro que resaltaba sobre el blanco inmaculado del gres porcelámico barato. Un puto pelo en el suelo. Aguirre deslizó el pié, muerto de los mismos nervios, hasta cubrir la mácula.

De cualquier modo, Maximimilano se encogía por la preocupación: Diane tenía especial apego por verse guapa, maquillarse, peinarse y oler como debe oler el albornoz de Dios. Ahora se presentaba en casa de Max con un aspecto muy desmejorado que, aunque a ojos del mejicano no restaba ni un ápice de su atractivo, sí invitaba a la inquietud.
Sin embargo, en ese momento no pudo reunir el valor para hacer las preguntas que importan. En vez de eso, quiso Aguirre romper el hielo con algo que venía un par de días rondándole la cabeza y las narices.

- Dime a qué huele.- le dijo a su ex, atreviéndose a esbozar una sonrisa.

Notas de juego

Perdona mi tardanza, Mel. Un par de asuntillos (nada grave) me han tenido bastante liado. Ya estoy otra vez a mi ritmo.

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11/11/2009, 18:57
Diane

La puerta se abrió y aunque Diane no lo dejó notar, latía rápidamente y no se engañaba a sí misma, sabía que era por él. Por el hombre que había sido todo para ella, el padre de sus hijos, su amigo, su protector y ahora nada, nada. Levantó la vista pero no se encontró con su mirada porque él estaba mirando al piso, ella reconocía esa sensación, había estado muchas veces de igual manera con Max, sólo que en aquel entonces sus lágrimas se escurrían y ahora... ¿Ahora? Ahora también tenía ganas de llorar, de abrazarlo, tenía miedo y estaba cansada pero no podía dormir desde que la habían alejado de los chicos. Dio un paso dentro de la casa y respiró profundo, era estar de nuevo en el mundo de Max.

La pregunta de Max sin un saludo, la distrajo por completo y entonces volvió a respirar profundo, era verdad, había un olor en el ambiente que le recordaba cosas muy antiguas. Por un momento pensó que era una broma del mexicano, luego creyó que tendría a alguna mujer cocinándole algo exquisito y poético en la cocina -como si eso fuera posible para los simples mortales por aquellos días-, optó por la segunda opción y lo miró con rabia, estaba bien que ahora no estaban juntos pero poner a cualquiera de esas mujerzuelas bajo el mismo techo que su hijo, era algo que no estaba dispuesta a perdonarle a Max.

-¿Bien, dónde la tienes? Esto es una broma demasiado estúpida, Maximiliano Aguirre-la voz de Diane temblaba y demostraba un cierto celo mientras se acercaba a la cocina, se detuvo en seco y se volvió hacia él, el olor estaba por todas partes.-Lo siento, yo...-Diane bajó la mirada.-Huele a canela.

Entonces sacó un cigarrillo, aquel olor le recordaba a los tiempos en que eran felices y que nada podía hacerles daño, cuando no tenían aún a los pequeños y luego cuando si, todo el tiempo con él cuando era la única mujer de su vida. Dio una calada larga al cigarrillo y lo miró nuevamente, ya sin furia, un poco avergonzada, sabía que lo que había dejado entrever, no iba a pasar inadvertido para su ex esposo. Sabía perfectamente que sus hijos se habían salvado por causa de McMord pero también sabía que por su causa los había puesto en peligro y temía que por culpa de ella, ellos corrieran más peligros pero no sabía cómo decírselo a Max. Se dejó caer en un sillón cercano, siempre le había gustado la limpieza y orden de su esposo, buscó un cenicero con la mirada.

Notas de juego

No te preocupes, yo también estuve fuera por que me lastimé una mano. Ya te contaré si se tercia.

Un beso

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17/11/2009, 10:42
Max "Machete" Aguirre

Si Maximiliano Aguirre naufragase en una isla desierta con el equipo de animadoras de Los Angeles Lakers, el sufrido mejicano cogería una puta pelota de volleyball y se metería en una cueva, así, en plan hermitaño hasta que algún atunero lo rescatara. Aquel, entre otros, era el precio que Max se había autoimpuesto: castigo de castidad por un mal irreparable, vergüenza eterna y maldición de no poder ver a mujer alguna como bálsamo de sus instintos más primarios.

Salir con alguna otra chica sería traicionar a Diane. Besar a otra mujer, acariciar otra piel, estrechar otro cuerpo...Era curioso cómo el mayor y más fuerte compromiso de fidelidad lo había firmado Aguirre la misma mañana en la que recibió los papeles de divorcio.

- Siento no haber podido ir al hospital.- dice mirando al cenicero que acaba de coger de una pequeña mesita auxiliar. Se lo acerca y se retira unos pasos: a pesar de encontrarse en su propia casa, Max se siente incómodo. El olor a canela había propiciado un ataque de celos en Diane, y eso sólo hacía aumentar sus ganas por sincerarse ante ella, pedirla perdón mil veces con las entrañas en las manos y soñar con poseerla allí mismo, mientras los niños duermen.- Me surgió un asunto...

Pinche juego de mierda el que te traes, viejo...

Y ,sin poder remediarlo, Max se arranca los pensamientos y vuelve a adoptar el papel que de un tiempo a esta parte había interpretado. De pié, frente a ella a unos metros de distancia, el mejicano acelera los trámites. Todo por evitar ser molesto para la esposa de otro hombre, por disfrazar el anhelo de que todo sea como fué. Él sabe que no tiene derecho a otra cosa.

- Están durmiendo...- señala con la cabeza a la habitación de sus hijos.-...pero es buena hora ya para que despierten.. Aguirre dá media vuelta en dirección al cuarto, esperando de Diane una palabra o un gesto que la mantenga un minuto, un segundo más a su lado. Quería preguntarla por lo que pasó aquella noche en su edificio, por McMord, por cómo Miguel y Daniel fueron envueltos en todo aquello. Quería también interesarse por su salud, por cómo le iban las cosas, contarle que se estaba matado a trabajar para que la cuenta del banco arrojase un saldo de 483.921 dólares con 47 centavos mientras él vivía en un piso de mierda, comiendo porquerías enlatadas y con las botas rajadas por el uso. Todo para ella y los chicos cuando él faltase.

Pero no. No lo hizo porque debía callar. Max sabe que no debe ser un obstáculo para la nueva vida de su ex,...y por eso se echa a un lado, discreto y le entrega a la carne de su carne sin reservas.

- No tendrás que estar aquí mucho rato.

Notas de juego

¿Cómo vá esa mano?.

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18/11/2009, 02:44
Diane

"No tendrás que estar aquí mucho rato"

Las palabras de Max retumbaron en su cabeza mientras jugueteaba con el cenicero en una mano y el cigarrillo en la otra. Clavó sus azules ojos en la espalda de su ex esposo mientras éste se alejaba en busca de sus hijos, los hijos de ambos. Los hijos de un amor que había sido real y que les había cambiado la vida de un modo realmente maravilloso. Iba a quedarse callada pero no lo consiguió, ya no iba a quedarse callada nunca y se lo había prometido antes de pisar el umbral de Max.

-Max... Espera. Ven aquí.

Se levantó lentamente y lo miró a los ojos, no esperó a que él se acercara, lo hizo ella con todo el temor del mundo a estar cometiendo una locura, con toda la rabia contenida de años, de siglos alejada de él. Dejó el cenicero junto con el cigarro en cualquier lugar que encontró al pasar antes de acercarse a él y entonces lo tomó de la mano y lo alejó de donde supuse estaban los chicos. Una lágrima cayó por su rostro, descuidada, parecía diez años más vieja de lo que era y a continuación lo abrazó.

-Te amaré siempre-recordó la frase del día en que se habían comprometido.-No te dejaré nunca...-había dicho él.

No alcanzaba a comprender en qué momento habían dejado que todo se escapara de sus manos y ahora estaban en peligro pero no tanto los niños o ella, como él. McMord no lo decía pero tampoco ocultaba lo mal que le caía Max y Diane sabía que él no pararía hasta conseguir alejarlo de ellos. Lo apretó aún más fuerte, escondiendo su rostro en el cuello del recio hombre, aspirando el olor a él que en ese momento se confundía con el de la canela que inundaba todo el ambiente. La humedad de sus lágrimas llegó hasta la camisa de Max y el abrazo no era cualquier abrazo, ella nunca había estado tan cerca de él desde su divorcio.

-Lo siento mucho, Max. Lo siento... Nunca quise que esto pasara pero tú...-sollozaba y le hablaba al oído.-Tienes que irte lejos, no quiero que te pase nada. Odio esta maldita situación pero sabes que hice lo mejor para los niños. Nunca vas a entenderlo o quizás sí, no lo sé pero eso ya no importa. Lo que importa es que estés bien y que...-hizo un largo alto, intentando convencerse a sí misma de que estaba actuando bien y que nada podía salir mal.-Necesito que estés bien, por los chicos... Por mí.

Entonces levantó la cara sin soltarlo, era el abrazo de alguien que recién llega luego de muchos años de no ver a la otra persona, era el abrazo de necesidad, de quedarse con lo conocido y amado. No era cualquiera y Max debía saberlo tanto como ella.

-¿Me entiendes, Max? Tengo miedo...

Lo había dicho, aún cuando ya no le correspondía a él cuidar de sus miedos. Lo había dicho y no había marcha atrás.

Notas de juego

Mucho mejor, gracias por preguntar.

¿Qué tal van tus cosas?

Mel

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23/11/2009, 15:59
Max "Machete" Aguirre

Así deberían morir los hombres buenos,...pero Max nunca lo fué y siente que no merece aquel paraíso. La mano de Aguirre había creado huérfanos, viudas y madres sin hijos. Una puta de sangre, que asesina por dinero. Un demonio.

Toda esa basura pesa ahora, cuando la vida, el kharma, el destino o como cojones se llame toda esa mierda, le regala ahora el regreso, aunque sólo fuese por instante, del calor de Diane. Los nervios y - sobre todo - la culpa impiden que saboree con plenitud el momento, pero no puede controlar el modo en que aquellas cuatro paredes, ese estercolero de ciudad, la pequeña habitación decorada con muebles limpios y baratos, se desmorona y se difumina hasta desaparecer...y convertirse en aquella suite de La Habana, habitación 216, Hotel Saratoga con vistas al Malecón. La ventana entreabierta y los visillos acariciados por la brisa. Las aspas de un ventilador de techo. La música que suena fuera. Los muebles de madera. El sol que se pone y deja tenue la habitación.

Y el olor a canela. Max y Diane, en su luna de miel, se abrazaron de la misma manera...y parece que han pasado siglos enteros. Aguirre abrazó a la mujer de su vida, suave y fuerte a la vez,...y sintió erizarse el vello de la nuca con el sollozo de su esposa.

- Tienes derecho a tener miedo...- dice, por fin, mirándola a los ojos.- ...pero yo no lo tengo. Ya no.

Maximiliano Aguirre, con el futuro asegurado para sus hijos en una cuenta blindada y con el amor de Diane entre sus sus brazos, siente que le ha llegado el momento de la redención..., y que puede morir tranquilo.

- En Marzo cumplo Cincuenta y ocho. Casi no puedo creerlo. Es mucho más de lo que esperaba, ¿sabes?. Mis amigos están muertos, mi familia en Tijuana. Sólo queda este viejo en pié...y así será hasta que Dios quiera, cielo.- Max se deja llevar. Su rostro queda cerca del de Diane. Con ella no hay secretos, ni media lengua... ni medias tintas.- No sé cuando llegará, pero voy a pelearlo. Y lo haré sin perderos de vista, mi vida. No voy a largarme,...porque sois todo cuanto tengo.

Maximiliano vé el peligro. Lo intuyó cercano desde que aquel edificio estalló en llamas y el nombre de McMord saltó a la palestra. Pero las lágrimas de su esposa no sólo actuaban como alivio para su conciencia...sino también como impulso para luchar.

Y por la Santísima Virgen de la Buena Muerte que le arrancaría la puta columna vertebral a quien vieniese con ganas de arrebatarle la vida.

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23/11/2009, 19:44
Diane

A pesar de la tranquilidad con la que él le dice aquellas palabras, no puede evitar sentir un vuelco en estómago; es como si de pronto todo estuviera resuelto, a él le da lo mismo porque sabe que ellos van a estar bien. Se siente furiosa, furiosa y confundida y la palabra cielo retumba en sus oídos. Quizás si ella hubiera sido más fuerte, si hubiera aguantado un poco más las locas aventuras sexuales de él porque al fin y al cabo eso es lo que eran; ella seguía siendo el motor de su vida y él de ella pero ¿a qué precio? Puso su naricilla en el cuello de Max, ya no podía pedirle más, no estaba en el derecho de exigirle más y si él había tomado aquella decisión creía que poco podía hacer porque cambiara de idea o quizás no pero no era el momento.

-Los chicos te necesitan... A mí no me importa lo que hayas hecho antes, quiero... Me basta con saber que estás bien...

Levantó la vista y se dio cuenta de que aún lo que sentía por él existía, que no importaba que McMord fuese un millón de veces más rico, ni de que su cara fuera la de un maldito modelo, eso no tenía importancia. Estaba parada, apoyada literalmente del hombre que la había hecho mujer y que le había ayudado a crear a ese par de hijos que tenían. No apartó la mirada llorosa de su cara cada vez más maltratada por los años; 58 años era un montón para alguien que vive de lo que vive Max pero era nada para las personas que lo amaban. Se lo dijo en silencio, sin necesidad de decir ni una sola palabra más, él la conocía bien. Hacía mucho que ella no se acercaba a él pero era por el temor a volver a lo mismo y sin embargo, ahora, tan cerca de lo desconocido, de una posible muerte, ella no podía más que rendirse.

-Me llevaré a los niños pero tú, Maximiliano, no puedes decir que ya está todo hecho. Esta vez no voy a permitir que me dejes...-lo habría besado, moría de ganas de hacerlo pero se contuvo, aún así no dejó de abrazarlo y mirarle.-Si tienes cosas que hacer, yo y los chicos nos iremos enseguida, cielo...

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26/11/2009, 15:49
Max "Machete" Aguirre

- Espera.

Max se apartó de ella con delicadeza. Las yemas de los dedos se resistían a abandonar aquella cintura, pero lo hicieron al fin -entre protesta- para coger un libro de la estantería. Se trataba del "Bricolage en madera: hágalo usted mismo", de Francesco Pesce, en edición de bolsillo del 86. Las tapas estaban cuarteadas y las puntas dobladas por el uso y por los años.

Aguirre tomó el libro con ambas manos con todo el cuidado del mundo. En su época, allá por los ochenta, aquel volumen no dejaba de ser un baratija condenada a la agonía del mercadillo de cuarta mano. Sin embargo, en el siglo de plastiacero, los implantes biomecánicos y el fallout..., esas 93 hojas impresas en papel natural se habían convertido en objeto de culto y tesoro para coleccionistas retro.

Aquella mierda valía una pasta y, sobre todo, era cuanto conservaba de Octavio Aguirre, su padre.

- Llevo tiempo queriendo hablarte de esto.- Max abrió el libro por una de las páginas centrales. Allí descubrió un pequeño papelillo suelto , de aspecto brillante. Aquel pequeño documento era más plástico que celulosa, más petróleo que corteza de árbol. Estaba doblado.- Tengo una cuenta en el banco, Diane. Es todo cuanto he podido ahorrar en estos años. No sé,...quizá no sea mucho, pero creo que es suficiente para que tú y los chamacos viváis sin necesitar de nadie.

Aguirre entregó a su ex mujer aquel extracto bancario. Casi medio millón. Y lo hizo con el miedo a insultarla, a ser malinterpretado por ningunear a una mujer que se mataba a trabajar. Diane no estaba con McMord por dinero y Aguirre lo sabe. Sin embargo, el mejicano necesitaba dejarles algo, un legado, algo material a lo que anclar el recuerdo: a sus hijos no pudo -o no supo- darles una educación, y a su mujer no supo -o no pudo- compensarla con el mínimo. Con la fidelidad.

- A mí si me importa, Diane.- dijo apartándose nuevamente de ella.- Me importa lo que he hecho, y me pesa.

Con eso dió Max media vuelta, dolorosamente consciente del beso que ambos deseaban darse. ¿Qué otra cosa podía hacer?. ¿Coger el medio millón, a los niños, a Diane y tomar un vuelo a Córcega?.

Eso era una sentencia de muerte para todos,...y con la propia ya tenía bastante.

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02/12/2009, 19:02
Diane

La primera reacción de la cincuentona fue mandarlo al diablo porque así se defendía a ella misma y se aseguraba de no estar dando más pasos de los necesarios hacia él y sin embargo no lo hizo. Ya no tenía fuerzas para seguir ocultando cosas, no tenía fuerzas para permanecer lejos de él pero él sí y ambos lo sabían. Lo observó sacar aquel libro, ella lo conocía bien pues no en vanos había pasado mucho tiempo a su lado pero lo cierto es que ni de cerca se imaginaba lo que el mexicano iba a sacar de allí, cuando lo descubrió o mejor dicho él se lo mostró, Diane se quedó en silencio por un momento largo, era como una bofetada fría y ella sabía que él podía darlas bien aunque a ella nunca la hubiera tocado de ese modo. Dio un paso hacia atrás tras tomar el papel y comprobar de cuánto dinero estaba hablando su ex esposo; de inmediato lo puso sobre el libro.

-¿Tú crees que necesito eso de ti?

Diane era una mujer valiente, capaz, lograba sobresalir en su trabajo a pesar de no ser nada fácil y había aprendido a mantener a sus hijos sólo con dinero que ella se hubiera ganado; ni siquiera permitía a McMord que le comprara las cosas más básicas a los chicos, excepto cuando se trataba de algún regalo de cumpleaños y sin embargo: ahí estaba Max, su Max, diciéndole que le guardaba aquello para cuando él faltara. Si Diane se había sentido cercana a él, si tenía miedo y sólo había sabido acudir a aquellos brazos ajados por los años, ahora lo había olvidado todo de repente. Una luz parpadeó frente a ella, un terrible dolor le empezó en las sienes como si hubiera sido producido, se dobló de dolor pero no gritó aunque ganas no le faltaron de hacerlo; ahora el olor a canela le resultaba nauseabundo.

"Han de ubicar el chip en una zona donde al enviar señales desde la distancia para controlar al individuo, logremos también recibir una reacción en todo el cuerpo. No lo olviden, ahora estas personas dependen de nosotros y procuraremos usar para nuestro beneficio sus aptitudes y actitudes."

La voz dejó de sonar en la cabeza de Diane, el dolor cesó lentamente pero no dejaba de sentir asco por aquel olor a canela y por aquella sensación de estar siendo lastimada una vez más por Max.

-¡Niños, despierten, mamá está aquí y nos vamos!

Se escuchó ruido en la habitación, los pequeños se vestían apresurados. Querían a su padre pero su amor por Diane era terriblemente abrumador, algo de cierto modo normal.

-No entendiste nada de lo que te acabo de decir-Diane parecía haber olvidado las palabras en su cabeza y claro, el dolor, se comportaba como si nunca hubiera sucedido.-Nunca me has entendido por eso tuve que irme a pesar de lo mucho que te amaba, Maximiliano pero yo si te he entendido y ahora no tienes más de qué preocuparte. Puedes guardar ese dinero, pedir que se lo entreguen a tus hijos cuando cumplan la mayoría de edad...

Una lágrima rodó mientras ella daba otro paso hacia atrás, de pronto estar cerca de él era demasiado.

-A mí no me metas en el medio y yo no llevo tu sangre, así que no lo merezco...

La última mirada de dolor que la mujer lanzó a Max fue indescriptible.