Partida Rol por web

- ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? Mary Ann despierta bañada en sudor, agobiada por el sueño y muy cansada y dolorida, tanto que ni siquiera prueba a levantarse de la cama. Cierra de nuevo los ojos esperando que todo haya sido un mal sueño.

Cómo era de esperar, el dolor de Anabel pronto es compartido por Susanne, que a pesar de ello parece ser más capaz de expresarse y por se abraza a su hermana mayor y ésta la sujeta con fuerza mientras se esfuerza en contener el llanto para mostrarse más fuerte y valiente de lo que realmente se siente en estos momentos.

-Nos apañaremos, no te preocupes. Cuidaré de vosotras- afirma a modo de promesa mientras acaricia el cabello de Sue a sabiendas de lo que debería hacer si realmente quiere poder cumplirla.
Después son interrumpidas repentindamente por Alexander y el doctor Robbins, al cuál dedica una mirada fulminante dejando que vaya a comprobar el estado de su madre.

-Gracias...- Anabel agradece escuetamente el intento del ruso por reconfortarlas, suspirando hondamente una vez se marcha para limpiarse bien la cara y hacer lo mismo con Susie -Voy a traer al doctor para que te eche un vistazo- dice finalmente armándose de valor para continuar adelante y ser capaz de moverse, levantándose de la cama para volver al cuarto de su madre quedándose en el marco de la puerta.

-Quisiera comer algo...

Dije con un tono desganado mirando hacia la alcoba de mi hermana.

-Iré a ver a Mary Ann pero con la comida, traed papel y una pluma. Voy a escribir una carta.

Miré la distancia que me separaba de la alcoba de Mary Ann y lentamente, sin esperar respuesta de la sirvienta, empecé a dar más saltos sujetándome de la pared y viendo que el mundo era más lejano cuando uno de tus pies no servía.

-¡Poned todo en mi mesita, Beth!

Al fin llegué a la puerta de mi hermana, estaba cerrada, así que llamé suavemente.

Patrick enrojeció hasta la raíz. ¿Sentar cabeza? Como si eso fuera tan fácil. Lo último que quería era estar con una mujer que solo le quisiera por su posición y su influencia con su señor, que era el tipo de mujer a la que hasta hace poco solo podía aspirar (excluyendo a aquellas demasiado pobres, ignorantes o influenciables como para estar con él solo para mejorar su posición).

-Estoy trabajando en ello, milord... -dijo con aparente gravedad.

Luego, el señor Spencer dijo algo al oído a su señor, pero fue interrumpido por la presencia del párroco local. Miró a aquel hombre, que solo había visto de pasada en el pueblo, y escuchó lo que tenía que decir, alarmado. La caballerosidad le movió, porque quizá podría ayudar.

-Disculpe, reverendo. ¿Quién ha fallecido?

El Lord vuelve a reirse una vez más ante el comentario de la tormenta del Señor Spencer, pero entonces entra en la sala el reverendo y los tres hombres le miran, quedándose callados.

-Por el amor de Dios, ¿de verdad creen que es tan grave?- pregunta el Lord.- ¿Estan seguros de que se trata de la gripe? ¿De verdad debemos alarmarnos?

En realidad podria entrar en la conversacion, la verdad es qu elo de la enfermedad me ha preocupado bastante, y la conversacion sin embargo, me obligo a que no me interese, deberia dejarle via libre a mi primo, que es justamente lo que deberia hacer
Disculpeme, estas noticias me afectan un poco, necesito aire, lo lamento, parece que a la señorita tambien le afecta, quiza podrias acompañarla por si necesita algo, me ofreceria yo pero quiza fuera mala ayuda

Avon, deja el caballo atado en una de las zonas destinadas para ello. Camina con paso decidido a la tienda de libros, tratando de evitar la tienda de lazos, pues, si no recuerda mal se trata de la tienda en la que trabajan las hermanas Cronwell. Y quería pasar desapercibido para no ser pillado mientras les compraba regalos.

Se queda unos minutos mirando el exterior de la tienda y los libros que hay en él. Momentos más tarde se decide a entrar. La puerta hace un ruido extraño cuando el joven entra por ella. Dirige una mirada buscando a la persona qu ele puede ayudar a encontrar el regalo.

- Perdone, estoy interesado en buscar un libro. Tienen algo de Shakespeare?

El sacerdote se aclara la voz, evidentemente no era esta la situación en la que decir algo tan doloso. No al menos así, de golpe, cuando apenas si se había preparado para decirsélo a Lord Spencer. Sin embargo, no tenía sentido el ocultarlo.

-Señores, lamento decir que la madre de las hermanas Cronwell falleció esta mañana. Ahora el doctor está atendiendo a una de las hijas. Los síntomas son parecidos. No tenemos la certeza y que el Señor todo poderoso nos apiade y haga lo mismo con esas pobres criaturas, no sabemos si Sussane tiene lo mismo.

El sacerdote cerró un momento los ojos en una actitud de contemplación.

Spencer simplemente abrió los ojos preocupado.

-Si se muere la madre, ¿el dinero de su pensión pasa a...?

No quiso terminar la frase. Simplemente se puso el sombrero y se dispuso a acompañar al clérigo.

Avon entró en la librería. Un estante principal, lleno de libros hacía de escritorio; detrás se juntaban tomos y más tomos en repisas colocadas en forma ordenada. Una señora, de gafas redondas y con el cabello atado en un rodete, vió al joven ingresar y dejó la lectura que la tenía entretenida. Evidentemente, era la dueña del lugar, o más bien la esposa del dueño.

-¿Shakespeare dice usted? ¡Oh por supuesto, pero por supuesto!! -contestó la señora, se dió media vuelta y se puso a rebuscar entre unos tomos color café. Sacó 4 de ellos, pero por su mirada tenía muchos más.

-Mmm aquí tenemos una de sus más importantes obras "Hamlet", o ¿prefiere usted algo más alegre como "Mucho Ruido y Pocas Nueces"?- preguntó la señora con algo de picardía -también puede gozar de "Otelo" ooo mmm al juzgar por su mirada, ¿quisiera algo más romántico como "Romeo y Julieta?

La señora esperaba, impaciente, la elección del caballero.

Dejando a Jean con la joven Elizabeth, el muchacho abrió la puerta y salió a la calle, llena de lodo por causa de la lluvia que arrecía con fuerza. La noticia de la enfermedad le preocupaba, se preguntaba por las señoritas Hancock también, todo le daba vueltas en la cabeza. ¿Iría el lunes a ayudar en el jardín? Supuestamente así se había arreglado. Mientras caminaba cavilando y sin pensar muy claramente en tomar una decisión, se tropezó en el camino con una señora. Al principio no la reconoció pero luego dió a cuenta de que se trataba de Louisa, una de las chaperonas de Claire y Mary Ann.

-Oh, lo siento. Estoy tan apurada que no le he visto, señor... ¿Le conozco verdad? Ah sí, usted será el futuro jardinero. ¿Qué hace saliendo a caminar en este tiempo. Oh Dios, o Dios esta juventud. Usted es tan testarudo como mi Claire sino más. Amo tanto a esas niñas...

(la mujer se calla un instante y luego reacciona)

-Disculpe usted, tengo un correo muy importante que entregar y no debo detenerme.

Claire escribió la carta a su padre antes de ver a Mary Ann y se la dejó a Louisa, quien era más de confianza cuando se trataba de asuntos delicados, la otra chaperona estaba descansando, prácticamente sufrió un desmayo cuando supo lo de la hermana de Claire. Pero Louisa, más allá de su carácter a veces frío realmente era una mujer que las quería y en estos momentos era bueno tenerla cerca.

Claire abrió la puerta de la habitación de su hermana con lentitud, la vió entonces sentada en su cama llena de sudor.

Mary Ann está ahora sentada en su cama, nadie contestó a su pregunta y eso la preocupó. Cerró los ojos por un momento y trató de recostarse pero le daba miedo volver a soñar, entonces notó que su hermana estaba entrando en la habitación. No debía ser muy bueno su aspecto ya que por los ojos de Claire se notaba el temor al ver el estado de su hermana. Mary Ann iba a decirle que no tenía que caminar con el tobillo lastimado, pero realmente quería tenerla cerca. Los sueños la habían asustado y ahora estaba toda cubierta de sudor, sentía que ya no tenía fiebre pero nada de fuerza ocupaba su frágil cuerpo.

Alexander vuelve a la habitación en donde se encuentra Sue un poco recuperado ahora de tanta emoción acumulada. Anabel también lo hace, regresando con la compañía del doctor Robins de la habitación de su madre. Un silencio sepulcral reina en el pequeño cuarto donde estas cuatro personas están bajo el peso de una terrible noticia. Aunque Anabel ya lo sabía, aunque Sue también... todo podría ser diferente si el doctor encontraba señales que dijeran otra cosa. Sin embargo, eso no resultó así. A medida que un rayo blanquecino surcó el cielo e iluminó un poco el recinto, y con una voz baja y cansina, el doctor simplemente dijo:

-Lo lamento... sé que no es consuelo para vosotros pero nada yo igual podría hacer. Esta gripe o lo que sea se escapa de mis manos. He mandado a buscar catedrádicos de Londres que llegarán en pocos días. He dado aviso a toda la comunidad. Nunca he visto algo así en todos mis años de profesión. Señoritas, señor... simplemente pido que observéis la salud de la señorita Susanne... si presenta los mismos síntomas...

Además... alguien tendrá que hacer los arreglos del... los arreglos para su madre. Lo siento. Debo proseguir mi camino ahora, tengo demasiados pacientes, avisos de gente con la misma sintomatología. Si no puedo sanarles al menos debo tratar de que aguanten un poco más.

Lo siento.

Elizabeth y Jean se quedan solos en la tienda cuando el joven Grégoire, disculpándose se retira. La tormenta sigue su curso llenando de agua las calles de tierra y convirtiéndolas en lodo. Son ya las doce del mediodía, sin embargo el cielo se rehúsa a tomar su tono celeste habitual. La tienda se encuentra vacía, excepto por ella misma y el joven francés. No es raro que nadie se anime a comprar con semejante tiempo y menos aún sabiendo lo de esta extraña gripe, o lo que sea, que ha llegado a Windfield y parece tener la intención de establecerse en el lugar por un buen tiempo.

Lizzy se pregunta cómo estará su hermana y su madre, no puede evitar pensar en ellas a cada rato.