Partida Rol por web

A Partir de Ahora.

Capítulo IV

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01/01/2010, 20:40

Mientras adentro de la casa de los Cronwell reinaba un poco de paz y algunos descansabas, otros conversaban, y el padre sorbía un poco de té, ajeno al comentario de Edmund sobre que ese momento era el adecuado para decir algo de fé, alguien estaba afuera. Ese alguien dió dos golpes sordos en la puerta del fondo:

"Knock, knock"

Todos se sobresaltaron por un momento y los pocos que hablaban acallaron sus voces. El sonido se volvió a repetir, quizá un poco más débil.

"Knock, knock."

El sacerdote dejó la taza de té sobre la mesa y se paró, asustado. Miró a las hermanas como esperando que ellas, las dueñas de la casa, fueran las que decidieran qué hacer.

Notas de juego

Retomando de a poquito =)

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01/01/2010, 20:49

Avon finalmente decide hacer la intentona, así que con unas pocas fuerzas, da unos golpes en la puerta.

"Knock, knock"

Al principio parece que nadie ha oído. Él sin embargo está seguro de haber escuchado voces. Notando que es muy tarde y suponiendo que los habitantes de la casa pueden estar extrañados de un golpe, pero demasiado cansado para pensar en ir hacia otro lado y aún con enorme temor de la horrible criatura que los acechaba, intenta una vez más.

"Knock, knock".

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01/01/2010, 21:01

Con no poco esfuerzo se logró meter a la bestia en una enorme bolsa, subirla a un caballo y hacer que éste entre en la mansión con carga y todo. Los hombres hubieran querido ser ellos mismos los que lleven a la bestia, o más bien a Vinthervill, pero lo cierto es que, aunque tenía su forma humana, pesaba muchísimo y hubieran dejado más marcas en la tierra que las que deja un caballo. Además, los cascos de un caballo en la tierra no despertaban intenterés, era la cosa más común en esos días.

Así es que todos entraron en la mansión del Señor Spencer y donde también residía Collins. El caballo, con la carga y llevado por Collins y los dos sirvientes fueron hasta las calderas. Las señoritas Hancock, en cambio, se quedaron en la sala de estar, junto con Jean y el doctor Robins que estaba asegurándose de que la salud de ambas siguiera bien. Se podría decir que, excepto por el semblante descolorido de las chicas, tanto el tobillo de Claire como la supuesta gripe de Mary Anne, habían cesado de molestar.

Abajo, en las calderas, también fue Damien. Entre todos bajaron la bolsa con Vinthervill del caballo, que pareció aliviado por primera vez y a la cuenta de 3, arrojaron el cuerpo a las llamas. El olor fue de carne quemada, como el de la que haces para cocinar, mezclado con un aire rancio. Los hombres taparon sus bocas ante el olor y, en la sala, las chicas hicieron otro tanto, aunque por suerte se evitaron de presenciar semejante espectáculo.

Byron, por su parte, se quedó afuera, en las puertas de la mansión porque aunque el sol aún no había salido, era bueno y necesario hacer guardia. Nadie quiere visitas inesperadas u ojos curiosos, menos hoy.

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01/01/2010, 22:06
Susanne Cornwell

Sue se puso rápidamente de pie y al hacerlo por poco vuelca su taza de té.

Pese a que su primer impulso fue correr hacia la puerta no lo hizo sino que fue hasta la chimenea y cogió el atizador para luego dirigir una significativa mirada a las personas que con ella estaban. No fue necesario que dijera nada, todos, en especial sus hermanas, entendieron que lo que ella les decía era que cogieran cualquier cosa que pudiera servirles para defenderse en caso de ser necesario.

Se acercó cautelosa a la puerta e intentó dilucidar, a través de los cristales de la ventana, quién era la persona que llamaba.

-¿Quién es? -preguntó y esperó la respuesta.

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01/01/2010, 23:36
Edmund Banks

- Poco señorita Anabel, la verdad es que he vivido más en el campo, y he venido porque un antiguo amigo me dijo que podría encontrar trabajo.

Edmund sonrie dulcemente cuando le hablan de las recetas.

- Por supuesto, aunque estoy seguro de que usted podría enseñarme mil cosas en la cocina. Por muy buena voluntad que le ponga, parece que los guisos de las mujeres siempre llevan algo especial. Será por su naturaleza más dulce que la nuestra.

Las llamadas a la puerta cortan la conversación. Edmund posa una mano sobre el brazo de Anabel, para indicarle que se quede donde está, y él avanza hasta la chimenea y coge un atizador para acercarse a la puerta, aunque permite que sea Sue quien hable. Después de todo, es la casa de las hermanas Cornwell, no la suya.

Notas de juego

Gracias Anabel.

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02/01/2010, 00:28
Anabel Cornwell

Anabel prestaba atención a las explicaciones de Banks, ya que éste tan amablemente se molestaba en darlas, y descubrió así con mayor facilidad de la que esperaba que se trataba de un hombre de humilde familia. Por desgracia ellas ya no podían permitirse el lujo de gastar ni un solo penique en alguien que les ayudara con la casa, si no gustosamente le hubiera ofrecido algún puesto después de haber dejado claro su saber estar y agradable actitud.
-Es posible... o quizá sólo se deba a emplear un poco más de paciencia- respondió con una risa por lo bajo al último comentario del caballero, aunque quedó cortada repentinamente por el sonido de la puerta, el cual logró darle un vuelco el corazón llevándose instintivamente la mano al pecho mientras el otro brazo era sostenido por Edmund, gesto que llegó a sorprenderla más que el sonido de la madera.

Dejó que el hombre se acercara a la puerta y, aunque no le siguió, si alcanzó a levantarse del sofá en el que se encontraba frunciendo el ceño a Sue y haciéndole gestos para que regresara.
Suponía que un lobo no llamaría a la puerta antes de entrar pero aún así no le gustaba que fuera precisamente ella la que tomara la iniciativa de acercarse a la puerta. Bien podrían ser más soldados de la reina o Dios sabe qué.

Notas de juego

*Se te ha escapado Collins, Edmund ;)

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02/01/2010, 13:05
Damien Louis de Murvile

Damien mantenía un pañuelo sobre su nariz y su boca, pero aún así su frente permanecía arrugada debido al incómodo hedor proveniente de la cercana caldera que de vez en cuando le provocaba alguna tos. Por suerte aquello no duró demasiado dado que el cuerpo enseguida quedó reducido a cenizas y entonces, a pesar de que el desagradable olor permanecía patente, ya podía prescindir del pañuelo.

-Supongo que aquel ruso tenía razón, después de todo. Era un hombre lobo, ¿no?- miró a los sirvientes presentes y finalmente abrió de nuevo la puerta del caldero con la ayuda de un trapo húmedo -Enterraremos los huesos y nos olvidaremos de esto para siempre- afirmó con aparente convicción, aunque estaba seguro de que a él mismo se le sucederían las imágenes de esa bestia durante noches y pesadillas interminables.

Vertió las cenizas y los huesos imposibles de calcinar con esas temperaturas en una bolsa que ató apropiadamente y después recogió una pala de ese mismo sótano.
-Suban a descansar con los demás, cuántos menos sepan el lugar exacto más seguro será- cargó el saco en su hombro y empezó a alejarse por el jardín hasta algún lugar lo suficientemente discreto o cubierto de plantas.

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02/01/2010, 16:14
Patrick Collins

Ayudó en silencio al joven aristócrata a dar sepultura a la osamenta, escogiendo para ello una zona cercana a un árbol. Por experiencia sabía que a la larga sus raíces partirían y destruirían la osamenta, y que ésta no quedaría expuesta a la intemperie con las riadas, porque es bien sabido entre los campesinos que los árboles fijan la tierra.

Enterraron a la criatura extraña y malvada muy hondo, sin que le remordiera la conciencia la posibilidad de que su fantasma se apareciera. Ya habían tenido suficientes sucesos extraños con aquel hombre lobo, como para comenzar a pensar en que todas las leyendas eran ciertas.

Se lavó entonces en una jofaina que la señora Spooner les había dejado, cambiándose la camisa y poniéndose el chaleco y la levita. Parecía que tenía prisa, por algún extraño motivo.

-Señor de Murville -le dijo al joven- Había ordenado a la servidumbre de esta casa que se preparara para recoger a lord Heddington, y marchárse por su parte. Es más, a estas alturas creo que ya habrán enviado los carruajes a buscarle, con nuestro equipaje.

Se cruzó de brazos, pensativo.

-Desconozco su grado de familiaridad con las señoritas Hancock, pero me parece prudente deciros que todos corremos peligro. El acantonamiento militar más cercano echará en falta a sus soldados, y enviará exploradores para ver por qué no se están recibiendo noticias de la cuarentena en Winfield.

Se abrochó el corbatín.

-Se que lo último que desean ahora es moverse más, y andar a la carrera. Pero se como operan los militares en este tipo de situaciones, y le digo sinceramente que cada minuto que pase será crucial para poder escapar. Hemos violado una cuarentena, y no podemos atribuir a un hombre lobo las muertes de los soldados de la iglesia. Nos tomarán por locos, además de asesinos. Y usted, como yo, sabrá que existen lugares donde encierran a esa clase de personas. Lugares nada agradables para un aristócrata, donde nos privarán de nuestra libertad.

Se colocó en el cinto una pistola de chispa, la última arma de su baúl, y se puso la chaqueta. El fusil del soldado estaba poco más allá, junto a la bolsa de cuero donde guardaba las balas y la pólvora.

-Mi consejo es que coja usted a sus amigos y vayan a la mansión más cercana de su pertenencia. Allí, hagan un equipaje ligero y vayánse lejos, a una casa de campo o a un lugar donde discreto donde puedan pasar una buena temporada hasta que la justicia se olvide de nosotros, o sea incapaz de relacionarnos con estos sucesos.

Parpadeó entonces, sonriendo un momento. Aquel hombre le causaba simpatía, aunque no hubiera hablado mucho con él. Apoyó una mano en su hombro, amistoso.

-¿Sabe, señor de Murville? Hace no mucho tiempo, le habría prejuzgado por ser aristócrata y francés. Pero visto lo visto, debo reconocer que tiene usted una de las cualidades que más admiro y respeto. Es usted un hombre valiente y resoluto.

Asintió, como convenciéndose. Desvió la mirada mientras lo hacía.

-El resto de la servidumbre abandonará esta casa en cuanto ustedes se marchen. Me gustaría poder brindarles mayor hospitalidad en nombre de mi señor, pero coincidirá conmigo en que esta situación atípica y violenta requiere obrar con presteza y discreción.

Había mandado que prepararan un corcel rápido, con unas alforjas que contuvieran poco más que una manta y algo de comida. Su equipaje iba en los carruajes que ya debían haber llegado a su destino, o estar a punto de hacerlo. Guardaría sus armas lo más disimuladamente que pudiera, pero relativamente a mano por si se topaban con algún peligro. Ahora, para él lo más importante era poner a salvo a la mujer a la que amaba.

Dedicó una última mirada a Murville, ofreciéndole su mano para que la estrechara.

-Espero volver a verle pronto, Murville. En mejores circunstancias, por supuesto, y más pacíficas. Creo que ha demostrado ser un digno compañero de caza, y un hombre al que poder llegar a llamar amigo.

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02/01/2010, 17:10
Damien Louis de Murvile

A Damien no le sorprendió en absoluto que a pesar de su ofrecimiento Collins decidiera acompañarle también al jardín, lo cuál fue positivo ya que conocía relativamente bien todo aquel terreno y pudieron encontrar un lugar propicio con rapidez.
Tras finalizar la tarea el joven resopló sonoramente pero su expresión denotaba satisfacción. Lavó sus manos, antebrazos y cara en la pila que les fue cedida sin embargo sus ropas seguían revueltas y un tanto sucias así que se limitó a sacudirlas y colocarlas todo lo bien que se podía permitir... sin un resultado demasiado positivo.

-¿Aristócrata?- levantó la mirada de su propia chaqueta para observar a Collins claramente sorprendido y justo entonces no pudo contener una risotada -Lamento haberos confundido, o tal vez no... lo cierto es que me siento halagado- admitió de forma abierta y despreocupada -Me temo que no tengo tierras a las que huir ni tampoco un sitio al que llamar hogar. Llegué aquí con la intención de empezar una nueva vida y supongo que podría hacerlo en cualquier otro lugar alejado de aquí... pero ya es tarde para mí. Hoy he descubierto el cielo en los ojos de una mujer, y necesitaré mantenerme cerca de ella para seguir cuerdo- ayudó a Collins a subir con mayor presteza a la montura, sujetando el caballo y tranquilizándolo. Se notaba que estaba bastante habituado a tratar con corceles.

-Lo mismo digo, amigo. Tal vez nuestro próximo encuentro sea antes de lo que imagina- estrechó la mano del irlandés con firmeza y una sonrisa un tanto misteriosa -Le deseo mucha suerte- tras eso se apartó dejando que el caballero se alejara y entonces inspiró aire hondamente para mirar la enorme mansión y dirigirse a su interior. Debía averiguar a dónde iban a ser transportados todos los sirvientes, probablemente a otra finca.

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03/01/2010, 06:45
Alexander Varsatof

Escuchando en silencio las conversaciones que se producían a su alrededor el ruso bebía de su tasa, el golpe en la puerta lo hizo quedarse un momento pausado con la taza de te aun en sus labios, la apoyo en su respectivo plato calmadamente y sin mucho alarme. Se paro lentamente y miro de reojo las acciones de las distintas hermanas, pero se quedo parando a un lado de la silla donde estaba sentado antes mirando en dirección hacia la puerta. Con la mano agarrando fuertemente el respaldo de la silla.

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04/01/2010, 17:15

Al principio nadie contesta la pregunta se Susanne y el silencio es el único emperador de la estancia. Pero luego de unos breves momentos los golpes se repiten y una voz masculina exclama:

- ¡Por favor, dejadme entrar! La criatura aún anda afuera.

Edmund es el que se decide a ir a la puerta y abrir, no porque Susanne y Anabel no fueran a hacer lo mismo, sino que, aunque está cubierta de cansancio, cree reconocer la voz. Parece la de Damien. Sin embargo, al abrir la portezuela del fondo, con sorpresa, ven a Avon.

Está maltrecho, tiene su largo cabello descuidado y lleno de suciedad. Su camisa está medio rota y sus brazos llenos de arañazos. Cuando ingresa, casi cae del agotamiento, pero es sostenido a último momento por Varsatov, quien se encontraba más cerca que el resto, por casualidad.

-Corrí por el bosque, los perdí, me me lastimé las mangas con los los árboles. Yo estoy tan cansado. Corrí y los perdí, perdí al grupo y ahora os encuentro...

Avon finalmente pierde el conocimiento. El sacerdote se apresta a brindarle ayuda, poniendo un almohadón bajo su cabeza y rezando algo despacio, parece que quiere remendar su error anterior. Francis se levanta, por primera vez, ya que estuvo todo el tiempo callando y señalando la ventana dice:

-¡Los caballos! Ha llegado el carruaje de mi mansión. Collins los habrá mandado.

Francis sale corriendo al exterior sin reparar en si aún existe peligro.

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04/01/2010, 17:24

Después de deshacerse del cuerpo, de la mejor manera posible, Collins y Damien retornaron a la estancia principal de la mansión. Uno de los criados le informó a su señor que los coches habían partido hace unos quince minutos y que seguramente estaría por llegar. Luego se retiró y volvió con una bandeja de plata llena de tazas de té y algunos biscochos. Claire al principio parecía en su propio mundo pero unos segundos después volvió en sí y tomo un biscocho y le alcanzó otro a su hermana.

Lord Byron entró en ese momento y dijo con una voz bastante aliviada:

-No hay nadie en las cercanías, mis señores, afuera está todo tranquilo.

Collins había enviado a Byron a vigilar fuera de la casa para evitar visitas inesperadas, o ojos curiosos así que el hombre, aunque no estaba acostumbrado a hacer encargos de otro, y teniendo por bien el tomar algo de aire después de tanto olor animal, lo había hecho muy bien.

Ahora eran las cinco de la mañana y en una hora el sol estaría alzándose sobre el cielo y quizá, junto con él, emergería un destino muy diferente para cada uno de ellos. Lejos de Windielf quizá, quizás no.

Entonces Mary Anne habló:

-Mañana viene nuestro padre.

Claire recordó que le había enviado una carta cuando Mary Anne comenzó a enfermar y dijo:

-Querrás decir hoy... hoy lunes. Santo cielo, hoy viene a las ocho de la mañana. Nuestra casa está cerca de ésta así que mejor vamos ya, hermana.

Jean se apuró a ofrecerse para acompañar a las chicas y, en cuanto al doctor Robins, simplemente se quedó sentado, sumido en muchos pensamientos que escapaban al resto de los presentes.

Notas de juego

Perdón si pjnotizo a alguno de uds, pero es hasta que puedan postear y para no parar la partida.

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04/01/2010, 18:59
Damien Louis de Murvile

Cuando llegaron al salón principal de la enorme mansión Damien no pudo evitar mirar de reojo a Collins, convencido de que la insistencia de los sirvientes hasta obligarle a atender a los nobles señores que habían ido allí le había resultado de lo más frustrante. Estaba claro que él deseaba regresar junto a esa muchacha pero estar al servicio de otros conlleva ese tipo de obligaciones inoportunas.

-Buenas noticias pues, parece que al fin nos hemos librado de la bestia... y quizá nadie averigüe nunca lo que pasó realmente- añadió tras las palabras del recién llegado Lord Byron -Tendremos que estar juntos en esto. Si uno habla, todos caeremos- sentenció con cierta contundencia mirando a los presentes uno por uno. Suponía que aunque fuera por simple egocentrismo todos procurarían olvidar ese asunto y no hablar de él nunca más.

-Les deseo buen viaje, señoritas- realizó una reverencia para despedirse de las damas y de Jean, bastante convencido de que Byron también las acompañaría a raíz de los últimos acontecimientos junto a la más joven de ellas. Extraña pareja, cabía decir, pero no demasiado sorprendente pues al fin y al cabo pertenecían al mismo mundo de opulencia.

Tras aquello sonrió por primera vez desde que lo conocieron, lo cuál suavizó en mucho su habitual expresión, pero quedó claro que no se debía a nadie de los presentes cuando se giró en redondo internándose en las entrañas de la mansión, justo donde el movimiento de sirvientes se hacía notar más.

 

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04/01/2010, 21:24
Claire Windsor-Hancock

De pronto había olvidado todo, de pronto nada era lo que parecía y sin duda estábamos teniendo uno de los peores de nuestros días pero seguramente podrían empeorar las cosas. Asentí cuando Collins nos hizo aquella pregunta y sonreí aunque no con mucho convencimiento.

-Gracias-dije a ese hombre que como los otros habían arriesgado sus vidas por nosotras.-Y a usted también, señor de Murvile, Doctor... Jean...-lo miré por escasos segundos y por último miré a Byron.-Gracias, Lord Byron por todo.

Me levanté y entonces me di cuenta que de pronto ya no me parecía excelente idea haber llamado a mi padre. Así que miré a Mary con los ojos llenos de lágrimas, pero no dije nada, no quería dar más molestias de las ya dadas de por sí. Sujeté a mi hermana por el hombro y le hice una seña, era hora de retirarnos y agradecía que Jean nos acompañara; miré a Byron y le hice un gesto con la cabeza a modo de despedida.

-Buenas noches caballeros... Asumo que todos estamos de acuerdo acerca de no decir nada. Por nuestra parte-miré a mi hermana.-Pueden estar seguros que no se sabrá ni una sola palabra.

Lo único que deseaba era llegar a casa y mandar a los hombres de nuestro servicio a alcanzar a nuestro padre. Por desgracia seguramente no venía solo.

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04/01/2010, 22:46
Edmund Banks

-¡¡No!!

Edmund sale tras Francis, sin soltar el atizador, tratando de detenerle, convencido de que lo que haya atacado a Avon, le ha seguido hasta la puerta de las tres hermanas.

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04/01/2010, 23:15
Anabel Cornwell

-¡Cielo Santo...!- dejó escapar la mayor de las Cornwell una vez la puerta estuvo abierta. En cierto modo la aliviaba que no se tratara de soldados de Su Majestad ni de algún engendro peor, pero por otra parte era más que evidente el preocupante estado del sr. Avon.

Tras la rápida intervención del párroco, Anabel también se acercó al cuerpo del desdichado para comprobar la gravedad de sus heridas. Entonces sí pudo respirar tranquila porque no parecían en absoluto peligrosas, sólo rasguños, golpes y agotamiento.
Emitió un suspiro y con la ayuda del Padre empezó a levantarlo para llevarlo hacia el sofá, momento en el que Lord Heddington y Banks salieron de la humilde morada de las muchachas.

-¡No salgan ahí!- exclamó con tono de súplica sin poder impedírselo a ninguno de los dos. Dejó el cuerpo del herido entonces más acomodado y lo cubrió con una pequeña manta que su propia madre había tejido años atrás. Seguro que con algo de descanso se recuperaría de problemas.
Después corrió hasta el porche principal pero ahí se quedó, aguardando posibles y funestos sucesos.

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05/01/2010, 12:04
Jean Antoine Lésdiguièrs

No iba a ser yo quien preguntara por el cuerpo de aquella cosa, no me importaba lo más mínimo lo que hubieran hecho con ella, siempre y cuando se deshicieran de ella para  siempre.

Había permanecido solícito y atento con las dos damas durante el tiempo que permanecimos en el salón, tal y como se esperaba, y dadas las últimas circunstancias, me parecía lo más apropiado. Enfrentarse a una experiencia tan irreal como esta te marcaba, eso era evidente, pero la vida sigue, la gente muere y los vivos aún tienen que comer y dormir, dos cosas de las que yo empezaba a adolecer, y dada mi nueva situación, con la triste muerte de mi primo, no iba a poder seguir manteniendo mi modesto alojamiento, salvo que a la viuda le entre un improbable ataque de  generosidad.

Así que cuando las hermanas decidieron marcharse al amanecer, mi ofrecimiento fue sincero e interesado, pero sobre todo, necesario. Asentí a modo de confirmación cuando Claire dijo que nada se sabría, nada ganaría divulgándolo, aunque una idea empezaba a formarse en mi cabeza, a ver si por una vez esta era buena.

Buenas noches, acompañaré a las señoritas a su casa y me aseguraré que lleguen a salvo dije con mucha más seguridad de la que aparentaba.

Recibí la mirada de la más joven de las hermanas, y se la devolví con aplomo, sabía que no era eso lo que necesitaba, pero tampoco podía dárselo en estas circunstancias.

Vamos señoritas

 

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06/01/2010, 01:44
Elizabeth Cornwell

Algo perdida en sus propias cavilaciones, la joven de las Cornwell no reacciona hasta después de oírse los golpes en la puerta, cuando se levanta y se dirige hacia la misma, aunque guardando cierta distancia...

Es entonces cuando los hombres entran y la joven se acerca corriendo:

-¡Charles!-grita mirando a Avon, a quien se acerca, preocupada. Pero entonces, el Lord de Heddington sale tras el carruaje, lo cual horroriza aún más a la joven, quien es seguido de Edmund, para peor:

-¡No! ¡No salgáis!-Aunque ya es demasiado tarde, puesto que ambos hombres ya han salido.

Impulsiva, demasiado impulsiva la joven salió corriendo, y sobrepasó a su hermana, desobedeciendo sus órdenes y a su propio sentido común...
Pero... No podía dejarles ir...

No quería dejarle ir sin antes...

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07/01/2010, 03:00
Patrick Collins

El señor Collins subió con Damien, y se mantuvo en un segundo plano mientras se despedía de las señoritas Hancock y el señor Lésdiguièrs. El comentario de la señorita Claire le hizo asentir.

-No se preocupe, señorita. Este asunto quedará entre nosotros, ni aunque me torturen los casacas rojas.

Cuando se despidieron, las acompañó hasta la puerta, y las vió marchar durante unos instantes. Luego, como si hubiera recordado algo, se internó de nuevo en la mansión, cerrando la puerta.

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07/01/2010, 03:04
Patrick Collins

Entró de nuevo, tomando el fusil y colgándoselo de su correa.

Estaba meditabundo, y se le estaban pasando los efectos del café. Necesitaba desperezarse con algo, y ese algo fue caminar por la mansión. No es que no pudiera aguantar el sueño, porque sabía que podía hacerlo. De hecho, en el asedio de Ciudad Rodrigo se mantuvo despierto durante casi tres días, hasta que cayó rendido en su tienda de campaña, una vez alcanzada la victoria. La fuerza que le movía ahora no era el deber a un oficial, una bandera o una patria que a veces sentía como ajena. Su fuerza ahora se llamaba Susanne Cornwell.

De camino a las cuadras, se cruzó con la señora Spooner.

-Señora Spooner, cuando el señor Damien abandone la casa, cierre con llave y váyanse lejos. Por lo que me dijo usted antes, los carruajes que ya partieron estarán de camino, así que puedo alcanzarles. Quedan los caballos del señor, los de raza. Pero me los llevaré conmigo. Me acompañará uno de los criados, armado con una escopeta. Tengo balas en mi arcón, y las de la cartuchera del soldado. Daré otras al otro criado, para que les proteja a ustedes en su camino. Tengan cuidado y eviten ser vistos, sobretodo por soldados.

Respiró hondo, parpadeando. Luego, llamó a los criados y les informó, dándole las balas para sus escopetas, y tomó la otra pistola, la de su señor. Él hacía tiempo que había enmarcado su sable para colgarlo en la pared, y no le pareció correcto destrozar ese adorno sin su consentimiento.

Luego, fue hacia las cuadras, y allí se encontró con el señor Damien. Le miró un momento, pensativo. Luego, se acercó a él.

-Señor Damien. Antes ha dicho usted que quería comenzar una nueva vida, junto a una mujer. Pero creo que la unión hace la fuerza, al menos de momento. Los soldados quizá estén ahí fuera, y yo le puedo ofrecer asilo en la casa de campo de mi señor, al menos durante una temporada, y garantizarle su manutención. Es lo menos que puedo hacer para sellar nuestra nueva amistad. De momento, me gustaría rodearme de personas en las que pueda confiar, y de las que sepa que son capaces de manejar un arma. Y usted ha demostrado ser capaz de ello.

Mientras hablaba, el criado estaba preparando los dos corceles, con alforjas, mantas y algo de la despensa, como carne salada, queso y algunas legumbres, que podían aguantar bien algunos días de camino. Luego, dispuso las armas que no llevarían "visibles" bajo las mantas, pero accesibles por si era necesario utilizarlas. Así quedaban ocultas a primera vista.

-¿Que me dice?