Partida Rol por web

En el momento que cogisteis el sombrero de vaquero, las extrañas náuseas regresaron a vuestro cuerpo ¿es que aquello iba a ser el modus operandi del programa?

Al parecer, la puerta de metal debía representar otra cosa ya que el mero hecho de coger el objeto en vuestras manos os teletransportó a lo que sería vuestra misión.

Cuando finalmente desaparecieron las náuseas y se retomó el control de la situación, se pudo comprobar que el escenario donde os encontrabais ahora era bien distinto.

El sonido escandaloso de una muchedumbre riendo, gritando y cristales rotos ambientaban un escenario propio de cualquier taberna de mala muerte. Una vez recobrado el sentido comprobasteis con claridad que vuestras ropas ya distaban de ser aquel uniforme de IMPERUM, sino que lucíais trajes dignos del oeste americano con sus característicos elementos que con tanta elegancia adornaban una turbia época.

Estabais en mitad de un Saloon, a vuestro alrededor más de una decena de personas que hacían diferentes actividades: beber, cantar embriagados, dejarse seducir por las palabras pagadas de las prostitutas y escuchar aquel piano desfasado cuyas notas estaban programadas a medias…

Prefiero un rifle, aunque lo normal es tener revólver y además, si quieres, rifle, ¿no?

Estuve a punto de caer al suelo, pero de alguna manera logré mantenerme en pie... y descubrir que me encontraba en un lugar diferente, sobre todo cuando una botella pasó volando por encima de mi cabeza y fue a estrellarse a una pared vecina. Cuando miré a mi alrededor, me di cuenta de que estaba en mitad de un saloon al más puro estilo de las películas del oeste y que yo mismo, iba vestido como un auténtico cowboy. 

Cuando elevé mi mano, me di cuenta de que también tenía puesto el típico sombrero de vaquero y cuando miré mi brazo, vi que llevaba un rifle. 

Al menos voy armado.

El ruido era como el de cualquier discoteca moderna, pero con peor música, que venía sobre todo procedente de un piano mal afinado y los cánticos sin sentido de un grupo de borrachos que había en la barra. Por supuesto, no podían faltar prostitutas para darle color al lugar, ni tampoco armas... por todos lados.

De repente, ya no me hacía tanta gracia estar allí. Aquello no era la sala de hologramas del USS Enterprise, con los protocolos de seguridad activados, sino un auténtico tuburio, lleno de gente potencialmente peligrosa que ya fuese bajo los efectos del alcohol o de su propia arrogancia, podían matarles.

Inconscientemente, agaché la cabeza y di un paso atrás, como si fuese a poder salir de allí, y entonces lo pensé. Habíamos llegado tocando el sombrero, pero... ¿cómo íbamos a volver? Y... ¿qué tenían que hacer allí?

Tragué saliva. 

Fue tocar el sombrero y sentir las náuseas en la boca del estómago. ¿Los viajes espaciales serían algo así? Fue la estúpida pregunta que me hice mientras nos dirigíamos, sin movernos del sitio, a dios sabía dónde y, cuando descubrí cuál era ese dónde, me quedé con los ojos abiertos de asombro y una repentina opresión en la cabeza debida al ruido repentino que había a nuestro alrededor.

¿El Oeste? ¿Estábamos en medio de un típico saloom del Salvaje Oeste? No podía ser cierto pero, por mucho que intentara negar lo sucedido, que tocando un simple sombrero vaquero ya nos encontraríamos en medio de una escena repetida mil veces en mil películas de indios y vaqueros, ahí estábamos. Todos los elementos que yo me había imaginado, gracias a los libros leídos o las películas vistas, que habría en un saloom estaban ahí. Los borrachos, las putas, los tahúres, el maldito piano con su chirrido que se metía en los oídos y armas, todo el mundo en aquel maldito sitio portaba armas. Y entonces fue cuando me di cuenta que yo también iba armada... como ellos. No era ninguna de las armas que yo solía manejar sino un revólver enfundado en su cartuchera. ¿Pero qué coño? Si incluso llevaba sombrero y trenzas como las indias de los dibujos.

Por unos instantes cerré los ojos y respiré hondo, haciéndome a la idea de lo que estaba pasando y pensando qué estábamos haciendo allí porque no tenía ni idea cuál era nuestra misión. Miré un segundo a Columbus sin saber muy bien qué hacer, si salir de aquel lugar o quedarnos y acercarnos a la barra a observar lo que se cocía por allí.

—¿Qué hacemos? —Le susurré mientras esperaba que a nadie se le ocurriera meterse conmigo aunque fuera armada porque, en ese caso, ¿lo correcto sería batirse en duelo o algo así? La verdad es que no tenía ni idea. Todo sería cuestión de ir viendo qué sucedía.

Una vez que os habíais habituado a vuestra nueva indumentaria el barman os interrumpió con su mirada picaresca y su barba bien recortada.

- Vaya, dos nuevos forasteros ¿verdad? No me suenan vuestras caras pero eso no impedirá que recibáis toda la hospitalidad de este pequeño pueblo – dijo mientras escupía sobre un vaso para seguir frotando con su trapo.

- Y bien, ¿Qué os pongo? Tengo whisky escocés, un licor de frutas y el especial de la casa, “el ojo del Diablo” – al decir la última palabra se notó que aquella bebida (fuese lo que fuese) era algo potente de verdad.

Agradecí por un instante que alguien se dirigiera a nosotros, pero no tanto lo que vi. No pude evitar poner cara de asco cuando vi al barman escupir en el vaso con el fin de limpiarlo y estaba seguro de que mi acompañante no se sentiría mucho mejor. ¿De verdad suponía que íbamos a beber en vasos lavados con escupitajos y trapos descoloridos?

 Y bien, ¿Qué os pongo? Tengo whisky escocés, un licor de frutas y el especial de la casa, “el ojo del Diablo” 

Me apoyé en la barra colocando el rifle sobre ella y pensé un instante. Licor de frutas... como que no. Demasiado ligero para esos lares. Ojo del diablo... peor. Había visto muchas veces El Dorado y no tenía ganas de sentirme como Robert Mitchum, con ardor de estómago durante días o semanas. Así que en realidad, la elección era sencilla.

-Whisky -dije de forma cortante, intentando aparentar una seguridad que no sentía. Miré a mi compañera y asentí con la cabeza para indicarle que pidiera lo mismo, aunque al final la decisión era solo suya.

-Parece un pueblo bastante animado -dije, intentando iniciar un poco de conversación, como si supiera lo que estaba haciendo.

Cerré los ojos unos instantes nada más ver el gesto del barman que se había dirigido a nosotros. Por un instante sentí como mi estómago se rebelaba para intentar echar lo que fuera que aún quedara en su interior, lo que menos me apetecía en esos momentos, y en esas circunstancias, era ponerme a beber. Pero aquello era una prueba. Una prueba para la que se había estado preparando durante mucho tiempo, y no tenía pensado falkar por unos estúpidos escrúpulos.

—Lo mismo para mí —dije, intentando sonar de la forma más natural.

Eché un vistazo a mí alrededor para fijarme en la gente y ver su form decomportarse para pasar inadvertidos, o por lo menos poder mimetizarse con el ambiente y no llamar demasiado la atención. De pronto se dio cuenta que no sabía si, entre odo aquel disfraz, también llevarían dinero.

Aún sin saber cuál era vuestro objetivo aquí decidisteis que era buena idea tomar algo para empezar aquella experiencia con buen pie. A pesar de que vuestra elección era fuerte, os sirvió para despejar vuestra mente y complacer a un barman que comentó alegre que os invitaba a esa copa con tal de que volvieseis más adelante.

De repente de manera agitada entró el alguacil del Sheriff, se le veía bastante torpe puesto que se tropezó con varias mesas antes de gritar a viva voz que algo malo sucedía.

- ¡Escuchad! ¡Hay unos locos que quieren dinamitar el tren de las 12:00! Si alguno de ustedes conoce a Perry el tuerto que se pase por la oficina del Sherrif, tenemos encerrado a ese hijo de perra pero dice que no hablará con nosotros. El Sherrif dice que si ayudáis seréis recompensados…  por favor… esta vez va en serio – El alguacil parecía dubitativo, algo que generó que de cara al resto de los presentes la noticia no tuviese interés. Pudisteis escuchar los rumores donde hablaban que ayudar al Sheriff era como ayudar a una piedra, que no era la primera vez que solicitaban “colaboración ciudadana” pero después todo caía en saco roto pero… ¿y si ustedes erais de otra condición? Igual el programa quería que asistierais a aquel alguacil.

Teniendo en cuenta que todo podría ser parte de "La barca" os acercasteis al alguacil solicitándole más detalles sobre lo sucedido.

- Alabado sea Dios, sabía que alguien me haría caso – El hombre se secó el sudor con un pañuelo tras quitarse el sombrero.

- Mirad, no sé si conocéis a Perry u os creéis capaces se sonsacarle algo, pero él ahora mismo está encerrado en la celda del cuartel del sheriff y cualquier colaboración a la hora de obtener información será bien recibida – en vista de que por intentarlo no perdíais nada aceptasteis la propuesta de ir hasta la celda para hablar con él.

Y allí estaba Perry, insultando en voz baja a la vez que se movía con espasmos. Sin lugar a dudas resultaba extraño que alguien así formase parte de una banda pero… ¿quién sabe que potencial oculto tenía esa persona?

- Oh… carne fresca en el pueblo… ¿buscáis trabajo?¿eh?¿buscáis trabajo? Jejejeje – rió de manera grotesca.
- Puede que solo tenga un ojo pero sé reconocer cuando alguien tiene un alma especial… oh sí sí, especial especial… ¡como yo! – de repente notasteis que si dejabais que ese tipo hablase más de la cuenta ibais a terminar con la cabeza loca. Teníais un objetivo claro, extorsionarle, interrogarle, persuadirle… ¡cualquier cosa valía con tal de conseguir la información! Era bastante sencillo: ¿dónde iban a asaltar al tren?¿quiénes eran?

Quizás no deberíamos haber accedido con tanta facilidad, pero después de todo, aquello era un programa y quién sabía lo que esperaba de nosotros. Qué superásemos pruebas, era evidente, así que... les seguimos el juego.

Y cuando llegamos y vimos al tal Perry, daba auténtica lástima. Desde luego, aquel tío estaba como una regadera. Casi tuve que aguantarme la risa nada más verlo y oírlo, porque además de ser un puerco, oler mal y hablar peor, no tenía aspecto de valer mucho como individuo.

Mmmmmm. Entonces pensé que quizás eso era justamente su punto débil.

-Yo creo que deberíamos decirle al sheriff que este idiota no sabe absolutamente nada de nada -dije en voz alta, mirándole directamente al único ojo que tenía.

-Es evidente que nadie confiaría en él para un trabajo porque se ve a distancia que es un completo inútil, incapaz de hacer ninguna tarea. Seguro que no solo no iba a participar en el asalto sino que tampoco sabe nada del asunto y que habla solo por hacerse el importante. ¡Como si no estuviese harto de ver idiotas así por todas partes!

Entonces me giré hacia el alguacil.

-De verdad, alguacil, creo que está perdiendo el tiempo. No merece la pena perder el tiempo con él.

Aunque aquel whisky no tenía nada que ver con los que yo estaba acostumbrada a tomar cuando salía de copas, ya que el que nos acababa de servir el barman era mucho más fuerte, le pegué un trago intentando no atragantarme. Apenas había dejado el vaso de nuevo sobre la barra cuando alguien entró gritando y pidiendo ayuda, por la estrella que llevaba parecía ser el sheriff o alguno de sus ayudantes. Nadie le hizo caso, algo por otra parte que tampoco me extrañó, aunque no sabía decir muy bien porqué, quizás simplemente por el hecho de que estaba demasiado influenciada por las películas que había visto sobre vaqueros.

Por unos instantes se me cruzó la idea de pasar yo también de él pero ¿y si se trataba de una prueba del proyecto? Suspirando, seguí a mi compañero para hablar con el hombre el cual, un poco atropellado, nos explicó qué estaba sucediendo y lo que querían de nosotros.

No sabía que esperaba encontrarme en la celda pero desde luego no a aquel loco y maloliente hombre al que le faltaba un ojo. Desde luego aquella gente no tenía demaisada originalidad para poner apodos. Iba a decir algo pero mi compañero se adelantó y, al darme cuenta de la táctica que quería emplear, preferí no intervenir para no fastidiarlo así que me mantuve en segundo plano observando y, si lo que pretendía Columbus no funcionaba, buscar otra forma de hacer hablar al tuerto.

- Jajajajaja ¿de verdad? ¿con que esas tenemos eh? – de repente Perry empezó a darse golpes contra los barrotes mientras seguía riéndose.

- Jajajaja, ¡no voy a deciros nada! ¡Nada! ¡Antes prefiero morir! ¡moriré si es preciso! – y seguía con los golpes hasta el punto de provocarse una brecha, no era grave pero si seguía así podía ser peor. No teníais mucho más tiempo para conseguir la información era ahora o nunca.

La respuesta de Perry no dejaba lugar a dudas. Mi táctica no había servido para nada. No sabía a quien quería convencer. Una cosa era pensar algo sobre el papel y otra muy distinta llevarla a cabo. Nadie caería en una trampa tan tonta. Y mientras tanto, el loco no dejaba de intentar abrirse la cabeza, algo que por otro lado, si no estuviesen en una prueba, seguramente dejaría que hiciese sin ningún remordimiento.

Así que me giré hacia mi compañera y me encogí de hombros.

Si se trataba de una prueba, seguramente no la pasaríamos ya que la intentona de mi compañero había resultado un auténtico desastre pues aquel hombre tuerto no sólo se negaba a hablar sino que incluso se había empezado a autolesionarse. Mientras escuchaba las voces del tal Perry negándose a contar lo que necesitábamos saber, mi cabeza funcionaba a toda máquina buscando alguna otra táctica que nos sirviera. No sabía cual, pero estaba claro que tenía que intentar algo. Mejor fracasar después de haberlo intentado que no conseguir nada por falta de acción.

Me había mantenido todo ese tiempo en segundo plano, intentando pasar inadvertida, pero había llegado el momento de mostrarme así que, acercándome con paso decidido y sin mostrar animadversión hacia el hombre, me quedé a poca distancia de los barrotes que separaban al tuerto de la libertad.

—Tranquilo, aquí nadie va a morir —dije con voz tranquila y algo susurrante—. Tampoco me gustaría que te hicieras más daño —señalé la brecha que se había hecho después de golpearse—, luego tendré que mirar esa herida para que no vaya a peor.

Me quedé mirándolo, dedicándole una sonrisa un tanto coqueta que me costó un gran esfuerzo mantener, mientras me acercaba un paso más hacia la celda pero a la distancia suficiente para que él no pudiera sujetarme si sacaba un brazo entre los barrotes.

—Has dicho algo que ha despertado mi curiosidad. Dime... ¿por qué crees que tenemos un alma especial? ¿A qué te refieres? ¿De verdad crees que soy especial? —Aumenté aún más la sonrisa en un intento por calmarlo aunque, después de lo sucedido, dudaba mucho que una táctica tan burda como la que estaba empleando surtiera algún efecto.