Partida Rol por web

Había llegado el momento. Tras cruzar la puerta metálica aparecisteis directamente en la entrada del rascacielos de Detroit.

Había un cordón policial que separaba a los ciudadanos y la prensa del perímetro de seguridad, aunque si realmente en aquel edificio había una amenaza de bomba ese perímetro era tan solo una broma de mal gusto.

Los helicópteros sobrevolaban el edificio a gran velocidad y notabais que todo el mundo se fijaba en ustedes, dos personas armadas y con chaleco antibalas que iban a dirigirse a la boca del lobo a resolver la situación.

De repente un mensaje de radio llegó a vuestros diminutos auriculares.

“Es la hora, el éxito o el fracaso del proyecto de Imperum depende del resultado de esta operación. Recordad, en una planta de este edificio se encuentra la hija del presidente de los EE.UU la cual está siendo retenida al igual que otros civiles"

Esto no es una simulación, esto no es “La Barca”, esta es una misión real. Vuestras prioridades son las siguientes:

• Rescatar a la hija del presidente a toda costa.
• Desactivar la bomba, recordad que intentan liberar un arma biológica.

Neutralizar a los terroristas o liberar al resto de los rehenes es secundario mientras no se consigan los objetivos principales

¿Ha quedado claro?

Confiamos plenamente en ustedes...”

Entrasteis en el edificio, su interior era como cualquier otro centro de negocios, bien decorado, amplio y con ascensores. Había que tomar una decisión sobre qué hacer. Ahora no estabais en la simulación, notabais vuestro corazón palpitar a toda prisa...

¿Habrá servidor de algo todo lo que se ha aprendido?

El edificio era nuestro enemigo real. Ese fue el pensamiento que cruzó por mi mente en cuanto lo vi. Los terroristas estaban dentro, la hija del presidente estaba dentro, pero nada de eso importaba si no lográbamos derrotar a aquella mezcla de acero y hormigón, desentrañar sus misterios, no íbamos a conseguir nada.

Miré a los policías que acordonaban la zona. Estaba seguro de que no conocían cuál era el peligro real que yacía en su interior, aunque sabía que de ser así, ninguno de ellos se movería. Aquel podía ser el momento crucial de sus vidas, el que habían estado esperando desde que entraron en el cuerpo.

Y también el nuestro, sin duda.

A nuestro alrededor, una enorme cantidad de gente miraba, expectante, la escena, como si aquello fuese el rodaje de una película. En realidad, si todo fuese una cuestión de rehenes, tendría sentido, pero la bomba le daba a todo aquello una magnitud que resultaba difícil de cuantificar. Todos los que estaban allí iban a morir, junto con quién sabe cuántos millones de personas más, si no conseguíamos resolver aquella situación.

Miré hacia arriba y pensé en dónde colocaría yo la bomba. ¿Arriba? No, no. Cuando más abajo, mejor, para así acabar con los cimientos. Pero los rehenes sí que debían estar en cualquier planta.

Morrigan estaba a mi lado y ambos contemplábamos en edificio nerviosos. Lo noté porque me pareció que respiraba, al igual que yo, más profundamente de lo normal, y no era por el miedo, sino por toda la responsabilidad que se nos echaba encima.

Cuando recibimos el mensaje en nuestros auriculares, agarré mi escopeta con fuerza y nos dirigimos hacia el estómago de la bestia. Mientras atravesábamos por el cordón policial y caminábamos, le expuse a Morrigan mi punto de vista.

-A pesar de lo que digan, creo que nuestro primer objetivo debería ser desactivar la bomba. De nada servirá rescatar a la hija del presidente si no lo conseguimos. Es una cuestión de números, creo yo. Además, creo que la bomba debe estar en los sótanos, para poder hacer más daño sobre los cimientos y echar todo el edificio abajo.  ¿Tú que opinas?

Cuando traspasamos aquella puerta metálica no nos llevó a ninguna otra época del pasado, ni a vivir situaciones extrañas, simplemente nos llevó a la cruda realidad a la que pertenecíamos. Todo aquel entrenamiento, todas aquellas pruebas a las que habíamos sido sometidos tenían como meta prepararnos para ese único momento. La responsabilidad que caía sobre nuestros hombros era grande, demasiado grande para sólo dos personas, pero teníamos la fortaleza, la templanza y la inteligencia suficientes para enfrentarnos a aquel problema y solucionarlo. Por lo menos eso era lo que se esperaba de nosotros.

Por unos instantes me sentí mareada al ver tanta gente curiosa alrededor del edificio donde la hija del Presidente estaba retenida junto a otros rehenes y, por si eso fuera poco, una bomba amenazaba con cobrarse la vida de muchas otras personas... demasiadas personas. Me sentí observada, sabiendo que aquella gente que nos miraba no era consciente aún del peligro que corrían. No era sólo salvar la vida de la hija del mandatario, sino salvar sus vidas, pero de eso seguramente no eran conscientes los curiosos.

Respiré hondo, antes de seguir a Columbus en aquella misión que, si fallábamos en esa ocasión, no nos llevaría de vuelta a la seguridad de una sala blanca. Rocé con los dedos la empuñadura de la katana que había elegido como arma sin saber muy bien el motivo que me había llevado a tal elección. Podría ser una locura, y seguramente lo era, pero las enseñanzas del viejo me habían llegado muy profundo y quería rendirle un pequeño homenaje sirviendo con honor a la causa que teníamos por delante.

Todo el ruido de las voces, del tráfico de la ciudad, de las radios de los patrulleros, de las sirenas que sonaban quedó atrás nada más pusimos un pie en el interior del edificio. Había llegado el momento de la verdad y, a partir de ese punto, estábamos nosotros dos solos. Ahora sólo había que decidir qué hacer primero aunque, como venía sucediendo hasta el momento, la idea que lanzó Columbus era compartida por mí.

—Sí, me parece lo más lógico. Si no desactivamos la bomba de nada servirá que rescatemos a los rehenes —dije, aunque una idea me estaba rondando la cabeza ya que también teníamos la opción de separarnos, Columbus intentaría buscar y desactivar la bomba y yo mientras tanto podía ir en busca de los retenidos.

Con un movimiento de cabeza aparté aquella idea pues hasta el momento nos habíamos mantenido juntos, habíamos colaborado y nos había ido más o menos bien, no era el momento de cambiar de táctica.

—Tiene sentido —le dije como única respuesta a su comentario sobre el lugar donde pudiera estar la bomba—. Bajemos entonces a ver qué esconden los sótanos y recemos porque demos pronto con la bomba —añadí, a pesar de que yo no era una persona particularmente creyente-

Decidisteis ir en búsqueda del artefacto explosivo. Según el informe de inteligencia debería encontrarse en la zona baja del edificio para que así el daño estructural sea más grave. Eso implicaría ir registrando cada una de las plantas entre la 1 y la 20, eso implicaría emplear un tiempo del que probablemente no dispondríais, debíais usar la lógica y la intuición para llegar hasta el lugar a tiempo antes de que todo se vaya al traste.

Tras un par de plantas registradas os diste cuenta que debíais concentraros ¿dónde la habrían colocado? Solo teníais unas pocas referencias... aquello era más complicado que encontrar un tesoro perdido.

Llegasteis incluso a entrar en plantas que estaban en reformas.

Tras registrar unas pocas plantas, empecé a pensar que estábamos perdiendo el tiempo. ¡Había tantos sitios en los que se podía esconder una bomba que iba a ser imposible hacerlo a tiempo! ¡A la mierda los rehenes! La bomba era nuestra prioridad, y aquello no iba a ser nada fácil.

-Tenemos que separarnos -le dije a Morrigan -. A mi no se me ocurre en donde demonios pueda estar esa bomba, pero si lo hacemos por separado, tendremos más posibilidades de hacerlo a tiempo.

Otra posibilidad era ir a buscar al terrorista y preguntarle directamente, pero de alguna manera dudada que fuese a ser tan colaborativo, teniendo en cuenta que no le importaba en lo más mínimo acabar con la vida de millones de personas. Así que esa opción, quedó descartada para mí en cuanto se me ocurrió.

-Yo creo que estará en los sótanos, así que quizás uno debiera empezar justo por abajo e ir subiendo mientras el otro lo hace al revés.

Miré a Morrigan inquisitivamente. 

-¿Qué opinas?

Por mucho que intentase poner en práctica todo lo aprendido en las distintas misiones a las que nos habíamos enfrentado, en especial la correspondiente al Japón feudal donde, desde mi punto de vista, más conceptos nuevos había asimilado, no conseguía mantener la calma y la frustación iba haciendo mella poco a poco en mí. Eran demasiadas plantas, demasiados rincones, demasiados recovecos donde mirar ya que cualquier lugar parecía perfectamente válido para dejar una bomba.

—Tienes razón. Cubriremos más terreno yendo por separado —contesté a mi compañero sabiendo que esa era la opción más lógica y con la que tendríamos el doble de posibilidades de dar con el artefacto que yendo los dos juntos—. Si quieres empiezo yo desde abajo y voy subiendo mientras tú partes desde aquí y vas bajando. Te doy un toque si encuentro algo —no hacía falta añadir que si él diese con la bomba me avisara.

Dicho y hecho. Bajé a toda velocidad hasta la última planta bajo tierra de aquel edificio y empecé a buscar con cuidado, pero sin perder el tiempo, por cada escondrijo en que los terroristas pudieran haber escondido la bomba. Íbamos contrarreloj y, a medida que peinaba cada habitación, cada esquina, miraba por encima de vigas y tuberías y no encontraba nada, más nerviosa me ponía. Tenía que tranquilizarme, dejar que mi mente me guiara si quería conseguir algo de provecho ya que obsesionarme en el fracaso sólo conseguiría ponernos en peligro a todos.

Me tomé unos segundos que en el fondo sabía que no tenía, pero recordando las enseñanzas que tan bien me habían venido de Ayoi, conseguí relajar mi cuerpo y mi mente hasta que consideré que estaba verdaderamente preparada para lograr mi objetivo, que no era otra cosa que dar con la puñetera bomba.

Y así fue como empleando vuestras dotes de orientación junto con la intuición, encontrasteis la planta exacta donde se encontraba la bomba ¿por qué lo sabíais? No había más que comprobar cómo estaba la sala custodiada por el líder de los terroristas de “Caronte”.

Estaba terminando de configurar la bomba mientras dos de sus guardias vigilaban el perímetro. Después de todo lo que habíais aprendido en vuestro entrenamiento sabíais que lo único que serviría en una situación así era libraros de los obstáculos y centrarse en la bomba.

Jugando con el factor sorpresa empezasteis vuestro ataque, eliminando a los dos guardias sin ningún tipo de dificultad, sin embargo había un obstáculo aún mayor: el líder de los terroristas.

Este preparó su pistola y os apuntó, iba a ser un combate rápido pero mortal. Si se acababa con él significaría que nadie se entrometería a la hora de desactivar la bomba... ¡ahora o nunca!

Morrigan fue mucho más despierta que yo, y se dio cuenta de que había bastante movimiento de terroristas en una de las plantas que examinó, y que eso solo podía significar... que la bomba debía estar allí. Me llamó por radio y rápidamente, bajé y me encontré con ella.

-¿Cuántos son? -le susurré.

Vimos que había dos guardias protegiendo la entrada y que sin duda alguna, Caronte, su líder, debía estar al otro lado de aquella puerta, así que le señalé a Morrigan que yo me encargaría de uno y que ella hiciese lo propio con el otro.

Tras contar hasta tres en silencio, salí al pasillo, con mi compañera a mi espalda, katana en mano, y disparé hacia uno de los guardias, lanzándolo contra la pared a causa del impacto. El otro guardia, sorprendido, se dispuso a contraatacar, pero no contó con la presencia de Morrigan a mi espalda, que salió con más velocidad que un ninja y acabó con él en un santiamén.

Tras acabar con ellos, vimos al propio Caronte en persona al lado de la bomba, un dispositivo del tamaño de un pequeño baúl que atemorizaba solo con verlo. Durante un instante, me quedé casi petrificado, hasta que empezaron a llovernos las balas. Caronte también nos había visto y estaba disparándonos.

Torcí la cabeza mirando a Morrigan, indicando que todavía no habíamos terminado. Quedaba el causante de todo aquello, y debía caer.

No era la primera vez que me daba cuenta de que todo lo que habíamos aprendido hasta el momento, en las distintas épocas a las que habíamos ido, eran enseñanzas valiosas, pero fue precisamente en ese punto en el que, sólo armada con una espada frente a armas de fuego, comprendí la verdadera importancia de lo aprendido y, sobre todo, que esas enseñanzas ya formaban parte de mí.

Estaba claro que quien más me había marcado había sido Aoshi ya que, recordando todos sus consejos, me moví con total rapidez y confianza en dirección a uno de los terroristas que protegían a su jefe. Ni diquiera se dio cuenta que yo ya estaba a su lado hasta que no vio la sangre manando de su pecho debido al corte que le había dado.

Eché un vistazo a mi compañero lo justo para darme cuenta que Columbus también se había desecho del otro hombre sin problemas. Ahora sólo quedaba el jefe, el más importante y peligroso, y que nos apuntaba con su arma en esos momentos. Valoré la situación, Caronte no podría disparar a los dos a la vez si nos movíamos con rapidez, así que preparé una loca estrategia que esperaba que Coumbus entendiera. La única solución que veía era distraerlo para que Columbus le disparara.

Dicho y hecho. Sabiendo que podía recibir un balazo en cuaquier momento, me moví con toda la sehuridad y rapidez de la que fui capaz hacia un lateral, lo justo para despistar a Caronte cuando me prestara atención, dejando la acción a Columbus que sólo tendría que disparar. Sólo tendríamos unos segundos pero serían suficietes si actuábamos con rapidez y coordinación.

Morrigan se había movido con rapidez, atrayendo la atención y algunos de los disparos hacia ella, tan bien que me preocupé porque pudiese resultar herida. Afortunadamente, fue lo suficientemente rápida como para evitarlo, y me dejó un blanco sencillo. No tuve más que apretar el gatillo, y "Caronte" salió despedido hacia atrás por el impacto de la bala en su vientre. 

Cuando nos acercamos hasta él, no estaba muerto... pero casi. Vi la bomba detrás y lo agarré por el cuello de la camisa.

-¿Cómo se desactiva la bomba? ¡¡¡HABLA!!!

Pero lo único que obtuve fue una risa desesperada, típica de aquellos que se encuentran a las puertas de la muerte y que la abrazan con deseo, intentando arrastrar a cuantas personas pudieran en su viaje, porque la vida solo significaba venganza y dolor.

Asqueado, lo solté de mala manera en el suelo, y dejé que se desangrara. 

-Tendremos que hacerlo nosotros, pero no tengo ni idea de si lo conseguiremos -le dije a Morrigan, ignorando a Caronte, que parecía haber expirado.

Una vez el líder de “Caronte” fue abatido, tan solo quedaba la bomba. El sistema era complejo, pero no imposible. Os habían entrenado para haceros cargo de una bomba así, simplemente teníais que visualizar cada componente y desactivarla sin cometer ningún error. Sobre el papel parecía fácil pero en realidad la práctica era todo un mundo.

El sudor corría por vuestra frente, pero no había más tiempo que perder. Tocaba mirar los cables y cortar donde fuese necesario. Tic... tac... este podría marcar el principio de una triunfal victoria o de la más amarga derrota.

Ya no quedaba ningún obstáculo entre la bomba y nosotros y el tiempo seguía corriendo en nuestra contra. Miré a Columbus y, como si de un acuerdo tácito entre nosotros se tratara, nos dirigimos directamente hacia ella para estudiarla primero y desactivarla después. Era un modelo complejo, nada que ver con la que nos habíamos encontrado en el Salvaje Oeste, lo que nos llevaría un mayor tiempo el poder desactivarla.

Me froté los dedos antes de comenzar a tantear en las entrañas del artefacto, sintiendo toda la presión que nuestra misión acarreaba. Teníamos que conseguir deshacernos de ella si no queríamos morir, no sólo nosotros sino también muchísima más gente. Sería una auténtica catástrofe que había que evitar, y era precisamente el hecho de que estaba en nuestras manos el evitarlo lo que me creaba angustia y presión.

Todo mi cuerpo reacció a la tensión del momento, sintiendo cómo el sudor comenzaba a resbalar por mi cara, por mi espalda, por mi cuello hasta llegar a mi pecho, pero no podía hacer caso de esa reacción sino que tenía que concentrarme en lo que tenía entre los dedos, que no era otra cosa que cables de varios colores. Tenía una idea aproximada de cuál debería cortar, pero aún así las dudas golpeaban con fuerza en mi cabeza sabiendo que, si me equivocaba, la derrota sería demasiado amarga, demasiado dolorosa para muchas personas.

Cogí el cabe amarillo con una mano mientras con la otra sujetaba la pequeña tijera de electricista que debería cortar dicho cable para, de esa forma, evitar que la cuenta atrás continuara y con ella la bomba nos hiciera volar a todos por los aires.

Miré con cierta duda a Columbus intentando buscar en él la aprobación a lo que estaba a punto de hacer.

—¿Éste? —pregunté escuetamente sintiendo la garganta completamente seca.

La bomba no se parecía en nada a lo que conocíamos, pero eso no iba a detenernos. Morrigan me miró y ambos, perfectamente de acuerdo sin pronunciar palabra alguna, nos acercamos a ella, y abrimos el dispositivo para observar sus tripas...

... que daban auténtico miedo.

La bomba tenía más cables de los había imaginado y de colores tan diversos que parecía un arcoiris, pero eso no impidió a Morrigan meter las manos y empezar a mirar entre ellos, con mucha habilidad, aunque se le notaba el miedo y la inseguridad que daba el saber que si se equivocaba, todos volaríamos por los aires. Pero y no iba a hacerlo mejor y ella, la verdad, estaba siendo muy valiente, así que le di los ánimos que necesitaba.

-Lo estás haciendo muy bien, "Mor". Sigue así.

Al final, Morrigan parecía avanzar y finalmente, se quedó con un pequeño grupo de cables, esperando a tomar la decisión sobre cual cortar. Cogió un cable amarillo y se preparó para cortar, aunque antes de hacerlo, me miró, insegura:

—¿Éste? —me preguntó.

Yo la miré y sonreí.

-¿Por qué no? Si nos equivocamos, no nos daremos ni cuenta, así que corta. 

Ambos cerramos los ojos, escuché el "clic" de la tijeras.... y no sucedió nada, pero miramos el contador de la bomba y se había detenido.

-Aún estamos aquí, "Mor". Has estado genial -le dije, y a continuación le sonreí.

¡Bingo! La bomba había sido desactivada. Pudisteis extraer la cápsula que contenía el gas letal del disparador e incluso el contador digital del explosivo se detuvo por completo. Aquello significaba una gran victoria puesto que dentro de todas las amenazas, aquella detonación fatal hubiese marcado un antes y un después en la historia del terrorismo en Detroit.

Ahora tan solo quedaba dar el siguiente paso...

Teníais que buscar a los rehenes, con la amenaza de la bomba neutralizada la siguiente prioridad era la hija del presidente. Existía la sensación de que lo difícil había pasado pero ¿se podía cantar victoria? ¡Todavía no!

Cuando cerramos el maletín de la bomba, ambos respiramos mucho más tranquilos, pero también nos dimos cuenta de que aún teníamos trabajo por delante. Los rehenes, o lo que era lo mismo, la hija del presidente, debía haber sido nuestra primera prioridad y ahora no podíamos dejarlo bajo ningún concepto.

-Tenemos que aprovechar este momento. Dudo que tarden en darse cuenta de que su jefe está muerto, así que tendremos que ser muy rápidos.

Entonces miré la bomba.

-Lo primero que deberíamos hacer es deshacernos de la bomba. Después... uno de nosotros podría subirse al techo del ascensor, marcar todos los pisos y avisar al otro, que subiría por las escaleras, de donde están, y finalmente entrar juntos desde dos puntos diferentes. ¿Qué te parece?

Toda la presión que había sentido hasta el momento mientras manipulaba los cables de la bomba desapareció de golpe al comprobar que no sucedía nada. Lo habíamos conseguido, habíamos neutralizado uno de los mayores problemas a los que nos enfrentábamos. Pero sabía que esa aparente tranquilidad que sentía desaparecería tan rápido como había llegado ya que aún nos quedaba otra tarea tan dura como la que acabábamos de realizar. Ahora nos esperaba dar con los rehenes, en especial la hija del presidente y, sobre todo, liberarlos causando el menor número de bajas posible.

Me puse en pie sintiendo cómo el sudor que me inundaba hacía unos instantes se iba congelando poco a poco sobre mi cuerpo mientras miraba el maletín con la bomba. Columbus tenía razón, nos teníamos que deshacer de ella ya que no podíamos llevarla encima mientras buscábamos a los rehenes.

—Podríamos llamar a alguno de los artificieros de fuera para que entre a por la bomba, ahora que ya no hay peligro con ella —le dije a mi compañero mientras pensaba en el plan que él había trazado—. Vale, me parece bien, pero te voy a dejar a ti el honor de subirte al ascensor, yo prefiero hacer un poco de ejercicio y subir por las escaleras... debo mantener mi figura —terminé de decir con un deje de broma en la voz. Necesitamos aliviar tensiones ya que aún nos quedaba una parte muy dura de nuestra misión. Dura y peligrosa ya que de nosotros dependían la vida de varias personas, entre ellas la hija del presidente—. Entonces, vamos allá.