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Anima: A traves del espejo.

Ambientación Gaia

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14/06/2016, 20:41
Director

La historia de Gaia

 

Los reinos santos habían desaparecido ya por completo, y bárbaros, bandidos y criaturas sobrenaturales saqueaban los asentamientos de los refugiados en busca de oro y comida. Dicen que el heroísmo nace de la necesidad, y aquel era un momento que clamaba por héroes. En esa época de declive, Zhorne, todavía al mando de un pequeño ejército, decidió poner orden en aquellas tierras caóticas. A sangre y fuego exterminó a miles de saqueadores, permitiendo a aquellos que se rindiesen unirse a su cruzada. Un incontable número de desamparados empezó a seguirle, pues les entregaba comida y cuidaba de los enfermos. Algunos meses después alcanzó las ruinas de Arkángel y ordenó su reconstrucción, mientras partía de nuevo para asegurar otros territorios. Refugiados de todas partes llegaron hasta la ciudad, que creció de un modo asombroso en apenas cinco años. Finalmente, tras casi una década de luchas sin descanso, regresó hasta la capital, donde tomó su decisión más importante. Reunió a sus cuatro generales principales y les concedió el título de Señores de la Guerra, quienes se encargarían desde entonces de mantener la integridad de las tierras bajo su control y de la incorporación de nuevos territorios. Creó también la figura del Sumo Arzobispo, que estaría a cargo de los asuntos espirituales y de la Iglesia. Y para asegurar la estabilidad política de las tierras unificadas, las separó en principados, poniendo a nobles o eclesiásticos como gobernadores. De aquel modo, recuerdo que aquel 16
de septiembre del año doscientos treinta y tres después de Cristo, a la edad de veintisiete años, Zhorne Giovanni fundó el Sacro Santo Imperio de Abel, del que se proclamó Emperador y Sumo Pontífice.

Pero el aún joven Emperador no permaneció inactivo mucho tiempo. A pesar del excelente trabajo de los Señores de la Guerra, volvió a salir en persona al campo de batalla para anexionar nuevos principados y unificar todo Gaïa bajo la bandera Sacra. En su camino, encontró algunas pequeñas poblaciones aisladas de seres sobrenaturales que habían intentado reconstruir sus hogares después de la guerra. Aun con dolor de su corazón, se vio obligado a expulsarlas de sus tierras, conocedor de que no podía permitirse tener compasión. Y de aquellas que se negaron a marcharse y trataron de combatirle, no dejó ni sus cadáveres.

Sin embargo, algunos supervivientes se infiltraron entre nosotros, camuflándose u ocultándose gracias a sus mermadas habilidades sobrenaturales. Para solucionar este problema, con la aprobación del Emperador, la Iglesia recreó el cuerpo de la Inquisición, a la que dotó de más poder del que nunca había tenido. Los inquisidores, individuos seleccionados con habilidades casi sobrehumanas, se encargaron de dar caza a cualquier brujo o criatura sobrenatural superviviente y destruirlos completamente. Pero Zhorne no quería que todas aquellas obras se perdieran completamente, y deseaba que al menos alguien recordara a quienes antaño caminaron a nuestro lado. Por tanto, creó un cuerpo de caballeros que no responderían ante los Señores
de la Guerra ni ante la Iglesia, sino únicamente bajo sus mandatos directos. Su función sería la de conservar en secreto los conocimientos y la cultura de los mitos de Gaïa, asegurándose de que, al menos, alguien no los olvidara. Esta poderosa orden tomó como principal base de operaciones la antigua fortaleza de Rah, por la cual son conocidos como los caballeros de Tol Rauko.

Durante cincuenta años él y los Señores de la Guerra prosiguieron con su tarea. Los territorios que no querían unirse al Imperio eran obligados por la fuerza de las armas en pos de la unificación. Primero todo el Viejo Continente, después Lannet y Shivat, y por último, Zhorne envió una potente fuerza hacia el continente oeste, que con el paso de los años, también formaría parte de Abel.
De aquel modo, toda Gaïa se encontró refundida bajo una sola bandera. Al fin, Fue una época de grandes cambios tras casi medio siglo de lucha, el Emperador pudo descansar y pasar tiempo con su Emperatriz, a quien había desposado cuando fundó el Imperio. Y en el año trescientos cincuenta y cinco, a la edad de ciento cuarenta y nueve años, Zhorne Giovanni falleció como siempre había deseado; en su cama, plácidamente.

Su único hijo heredó la corona del Imperio, y bien instruido desde su niñez para soportar su peso, Lázaro demostró estar a la altura de las expectativas de su padre. De este modo, durante seis siglos, los Giovanni condujeron Abel a una era de gran prosperidad. Por supuesto que el Imperio pasó por ciertas dificultades, sería mentira decir lo contrario. Lannet y Shivat trataron de independizarse en tres ocasiones y las rebeliones tuvieron que ser sofocadas. El principado de Kushistán entabló una oposición directa con la iglesia vaticana, desarrollando sus propias doctrinas religiosas, y el poder sobre el continente oeste empezó a disminuir lenta e imperceptiblemente. Sin embargo, todos estos problemas fueron solventados con gran destreza por los emperadores, quienes actuaron en su justa medida empleando siempre el método más apropiado para cada ocasión.

El hombre, poco a poco, empezó a olvidar la historia anterior al Imperio, hasta que la existencia de seres sobrenaturales y brujos se redujo sólo a historias que los viejos contaban alrededor de las fogatas. Nada parecía ser ya capaz de dañar la fuerza de Abel...

Hasta el mandato de Lascar Giovanni. Ataviado de los poderes absolutos del Emperador, llevó a la corte a una depravación y crueldad como nunca se habían visto. Mandaba ejecuciones sin sentido, tomaba a las mujeres que deseaba, declaraba guerras inútiles e incluso empujó a su esposa al suicidio después de que diera a luz a su único hijo, Lucanor. Elías Barbados, el más joven e idealista de los cuatro Señores de la Guerra y primo político de Lascar, vio peligrar los cimientos del Sacro Santo Imperio. Incapaz de quedarse con los brazos cruzados, no pudo soportar durante más tiempo las acciones de su señor y se rebeló contra él. Aquel golpe de estado fue rápido y con poco derramamiento de sangre. Todo se organizó en Arkángel, e incluso la Iglesia y Tol Rauko le dieron la espalda al Emperador. El plan era simple, obligar a su primo a abdicar en su hijo sin hacerle el más mínimo daño. El Señor de la Guerra era muy consciente de que si ejecutaba a Lascar el Imperio estaba condenado, ya que la figura sagrada del Emperador perdería su santidad. Sin embargo, orgulloso hasta el final, Lascar utilizó a su hijo Lucanor para quitarse la vida, forzando al pequeño a ensartarle con la espada imperial de Zhorne.

Aquello había condenado al heredero y Abel necesitaba urgentemente un nuevo señor. Así fue como Elías, el descendiente más directo al título, fue proclamado santo Emperador con el apoyo
de los restantes Señores de la Guerra y del Sumo Arzobispo Augustus. Incapaz de emprender ninguna acción contra el joven Lucanor, Elías le envió lejos, confiriéndole el título de príncipe de uno de los territorios más importantes, Lucrecio. De ese modo, en el año novecientos cincuenta y siete, la larga genealogía de los Giovanni abandonó el trono imperial después de casi siete siglos de mandato.

Elías demostró ser un soberano perfecto, capaz de desenvolverse tan bien en la política como lo había hecho en el campo de batalla. Con pericia y decisiones adecuadas, consiguió mantener la estabilidad del Imperio, a pesar de que muchos principados creían haber hallado el momento ideal para independizarse. Por desgracia, en su vida personal no tuvo tanta suerte. Su esposa murió al dar a luz a su primera hija, Elisabetta, lo que le dejó profundamente dolido. Echando la culpa de lo sucedido a la pequeña, la puso a cargo de la Orden del Cielo, su guardia personal, y la evitó siempre que fue posible.

Poco después, su amigo y mentor, el Sumo Arzobispo Augustus, falleció sin dejar un claro sucesor. La decisión de elegir su sustituto era una tarea realmente difícil, ya que ningún aspirante parecía estar cualificado. Sin embargo, en una de sus entrevistas, Elías conoció a una joven abadesa llamada Eljared que, con apenas veintiséis años, había alcanzado ya el título más elevado al que puede acceder una mujer en la Iglesia. El Emperador quedó fascinado por ella, incapaz de quitársela de la cabeza. Pasaron mucho tiempo juntos, y para sorpresa de todo el Imperio,
decidió otorgarle a ella el título de Sumo Arzobispo, acto que contradecía todas las tradiciones eclesiásticas. Muchos principados y una gran parte de la Iglesia se rebelaron contra esta decisión, pero el Emperador hizo oídos sordos a sus protestas. Poco a poco la nueva Arzobispo empezó a ostentar más poder en el Imperio, hasta que llegó un punto en el que el Emperador no tomaba ninguna decisión sin su consejo. Finalmente, Elías dejó en sus manos Abel, cegado por el amor que sentía hacia ella. En aquel momento, Eljared acaparó tanto poder como el mismo Emperador, tomando sus propias decisiones sin dar ninguna explicación.

Los principados protestaron enormemente por sus actos, hasta que Maximilian Hess, señor de Remo, la acusó públicamente de brujería y de tener hechizado al Emperador. Una semana más tarde, Remo sería completamente arrasado por las tropas del Imperio, con una crueldad tan grande que todos los demás principados se sintieron estremecidos. La reacción no tardó en desatarse, y algunos de los señores se declararon independientes del Sacro Santo Imperio. Contrariada, Eljared declaró la guerra a todos los reinos rebeldes, ordenando a sus ejércitos que no dejaran piedra sobre piedra por allí donde pasaran. Fue entonces cuando el Señor de la Guerra Tadeus Van Horsman, amigo personal de Elías y general de los ejércitos de Arkángel, imploró a su amigo que detuviera semejante atrocidad. Pero Elías ni siquiera reaccionó ante las súplicas de su antigua camarada, recomendándole que se mantuviera al margen si no quería ser él mismo acusado de traición. Viendo que no tenía ninguna otra salida, Tadeus levantó parte de las tropas del ejército de Arkángel y, en nombre de la futura Emperatriz Elisabetta, asaltó el palacio. Las intenciones del Señor de la Guerra sólo eran detener a su señor, como este trató de hacer años atrás con Lascar. Pero de nuevo nada salió como debería. La joven Emperatriz, que entonces sólo tenia doce años, detuvo a Elías e instó a su padre a que reconsiderara el inicio de la guerra, pero este, enloquecido, acusó a la niña de ser el origen de todos sus pesares y trató de ejecutarla. En ese momento se interpuso Kisidan, general de la Orden del Cielo y mentor de la futura Emperatriz, viéndose obligado a acabar con la vida del Emperador.

Aquella noche no fue como las demás. Una enorme tormenta cubrió los cielos de toda Gaïa... y durante unos minutos se tornaron rojos como la sangre.

La muerte de Elías revolucionó el Imperio. Eljared había desaparecido en la nada y nunca se sabría más de ella. Tadeus y la Orden del Cielo se pusieron bajo las órdenes de Elisabetta, a la que declararon heredera legítima del trono de Abel. Los principados rebeldes se negaron a aceptarla como su soberana y algunos Señores de la Guerra la consideraron también inapropiada para
ostentar semejante cargo, proclamándose ellos mismos soberanos de los territorios que controlaban. Y en aquel periodo de caos, la Iglesia nombró por su cuenta a su propio Sumo Arzobispo que, a la espera de un nuevo Emperador, se convertiría en la suprema autoridad eclesiástica. Y por primera vez desde los albores del Imperio, el mundo volvía a entrar en un periodo de incertidumbre...

Y ahora...

...Ahora estamos en el año novecientos ochenta y nueve. La magia está retornando con fuerza a Gaïa, y la línea que separa el mundo de la Vigilia con el nuestro es cada vez más frágil. El Imperio se ha desquebrajado, y va a dar comienzo una lucha entre la Emperatriz, los Señores de la Guerra, y la Iglesia por acaparar el control. Las almas de los seres sobrenaturales que murieron a lo largo de estos últimos siglos se reencarnan en niños humanos, dando lugar al nacimiento de Nephilim. Y entidades que han sobrevivido ocultas al hombre durante eras se dan cuenta de que ha llegado el momento de volver a manifestarse en el mundo...

Todos pueden sentirlo. Ha empezado. Y las cosas que he relatado... yo las vi. Porque nunca olvidé... Esa fue mi condena.

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14/06/2016, 20:46
Director

LA ALIANZA AZUR

El bloque de oposición al Imperio más sólido está formado por la Alianza Azur, compuesta por los principados de Togarini, Remo y Bellafonte, donde el Señor de la Guerra Matthew Gaul tenía su área de influencia. Cada uno de estos países es completamente independiente, pero hacen un bloque común en contra de Abel. Es de todos sabido que Gaul pretende levantar su propio Imperio, aunque ni Remo ni Bellafonte están aún del todo conformes con ello. Estos países han declarado el inicio de un nuevo calendario y comienzan a acuñar su propia moneda, borrando la estampa de Abel de las antiguas. Por lo general, se trata de tierras fértiles con clima y vegetación atlánticos.

TOGARINI

Togarini fue la primera región en independizarse del Sacro Santo Imperio. El Señor de la Guerra Matthew Gaul se negó en rotundo a aceptar a Elisabetta como nueva Emperatriz al considerarla débil, ya que para él una mujer no era capaz de ostentar semejante posición. Gaul, que tenía su residencia en Togarini, depuso al anterior príncipe y se nombró a sí mismo señor del principado y verdadero heredero del espíritu de Abel.

Togarini es uno de los reinos más avanzados cultural y militarmente del mundo. Prácticamente, todos sus caminos están pavimentados, sus ciudades rebosan actividad y tanto la ganadería como la agricultura son prósperas. Los vinos y bebidas que elaboran son reconocidos en toda Gaïa como los mejores. En lo que respecta a su potencia bélica, Gaul ha unificado el antiguo ejército del principado con sus propios soldados, creando uno de los brazos militares más poderosos de la actualidad.

Toda la región está llena de prósperos pueblos y grandes ciudades, de entre los que destaca su capital, Kaine, una ciudad-fortaleza construida en la cima de una inmensa meseta. Togarini lidera la Alianza Azur junto a Remo y Bellafonte. Dado que sus fronteras superiores limitan con Abel, existe una enorme tensión bélica, aunque de momento ninguno de los dos bandos parece desear una confrontación directa.