Partida Rol por web

En cuanto el artefacto estuvo en las manos de Catherine, un terremoto sacudió la mansión. Grietas aparecían por las paredes, por el suelo. El mismo acantilado estaba empezando a desmoronarse.

Pedruscos del tamaño de la cabeza de Galael empezaron a caer del techo, mientras este se desmoronaba. Toda la estructura de la mansión empezaba a resentirse por el efecto de la naturaleza enfadada.

Los cristales de las ventanas estallaban en mil pedazos dejando pasar el aire del exterior y el sonido de la tormenta, que lejos de amainar había aumentado descomunalmente en poder. 

Los rayos y los truenos eran constantes, y el cielo estaba permanentemente iluminado por sucesivas corriéntes eléctricas que descargaban su luz sobre la isla, permitiendo ver casi con tanta claridad como si fuera de día.

Algo más apareció mientras todo se desmoronaba, al principio como un susurro que entró en los oidos de todos los asistentes al festín de la madre naturaleza, después como un gemido lastimero, mucho más claro que no pudieron confundir.

Un gemido infantil.

Seline lloraba, chillaba y jadeaba. Estaba pidiendo ayuda.

-¡No! ¡No ha acabado aún! Algo se acerca desde el exterior... algo mucho más viejo y poderoso que Galael. ¡Rápido, necesito el Fl...!

La frase se cortó a la mitad, dejando la intriga en los corazones de los que la habían escuchado.

El sonido del mundo real volvió a ellos, y con ello, la consciencia de dónde estaban. En una mansión que se estaba viniendo abajo.

En ese fatídico momento un terremoto sacudió la mansión. Grietas aparecían por las paredes, por el suelo. El mismo acantilado estaba empezando a desmoronarse.

Pedruscos del tamaño de la cabeza de un gigante empezaron a caer del techo, mientras este se desmoronaba. Toda la estructura de la mansión empezaba a resentirse por el efecto de la naturaleza enfadada.

Los cristales de las ventanas estallaban en mil pedazos dejando pasar el aire del exterior y el sonido de la tormenta, que lejos de amainar había aumentado descomunalmente en poder.

Los rayos y los truenos eran constantes, y el cielo estaba permanentemente iluminado por sucesivas corriéntes eléctricas que descargaban su luz sobre la isla, permitiendo ver casi con tanta claridad como si fuera de día.

Algo más apareció mientras todo se desmoronaba, al principio como un susurro que entró en los oidos de todos los asistentes al festín de la madre naturaleza, después como un gemido lastimero, mucho más claro que no pudieron confundir.

Un gemido infantil.

Seline lloraba, chillaba y jadeaba. Estaba pidiendo ayuda.

-¡No! ¡No ha acabado aún! Algo se acerca desde el exterior... algo mucho más viejo y poderoso que Galael. ¡Rápido, necesito el Fl...!

La frase se cortó a la mitad, dejando la intriga en los corazones de los que la habían escuchado.

El sonido del mundo real volvió a ellos, y con ello, la consciencia de dónde estaban. En una mansión que se estaba viniendo abajo.

- ¡Maldita sea! ¡¿Es que esto no se va a acabar nunca?! 

Cogió sus cosas y se apresuró a salir cuanto antes de la torre

- ¡Vamos, antes de que esta mansión nos trague a nosotros también!

Agarrando el artefacto con fuerza, Catherine también empezó a correr. Tenían que salir de allí. Lo primero que había que hacer era bajar las escaleras. Un salto por la ventana sería más rápido, pero dudaba que pudiera caer bien, así que la seguridad era primordial.

Un paso en falso podría hacer que murieran sepultados.

Catherine no fue la única en poner pies el polvorosa al sentir el edificio desplomarse. Nahia empezó a correr detrás de Cath y de Faliar, sintiendo que el suelo iba a desaparecer bajo sus pies.

-¿Esto no había acabado ya? El marqués ha muerto... ¡No quiero seguir peleando!

Ahora la niña sí que mostraba realmente su edad. La determinación que mostraba antes de matar a Cavalcanti había desaparecido, una vez vencido el ser. Una cosa es luchar contra un ente... más o menos mortal que ha esclavizado a tu aldea, y otra bien distinta es hacerlo contra la madre naturaleza.

Estaba cansada, lo que le apetecía ahora era descansar un poco para poder calmar el pulso pero mientras corría no podía dejar de pensar que entre aquellos entes que arrastraron al Marqués al olvido, había echado de menos el rotro de uno en especial. Su madre..le hubiese gustado poder verla por última vez, poder guardar en su memoria otra imagen final distinta a la hacía unas horas. Y..pensando un poco más..recordó a su padre, Aún no sabía que habría pasado con él cuando vencieron a Cavalcanti, quizas aquella niña que ahora volvía a necesitar de ellos, quizás..si la ayudaban podría preguntarle si sabía algo de él. 

Qué es lo que hemos hecho...

El mundo parecía estar derritiéndose entre el caos y la confusión. Las rocas eran aplastadas contra el suelo, la tierra se abría, sedienta, dispuesta a tragárselos sin clemencia alguna. Incluso los cielos parecían estar clamando el fin, tronando y derramando sus lágrimas sobre unos páramos demasiado heridos ya para soportarlas. Corvinus no había sufrido bastante, por lo que parecía. Quizás esa isla estaba condenada a sufrir eternamente

¿Y si Guido estaba unido a la isla de alguna manera mística e incomprensible? ¿Y si Seline les había mentido, y, derrotándolo, habían desencadenado un verdadero apocalypsis, algo que ni ellos ni nadie podían controlar? ¿Y si ya era demasiado tarde para dar marcha atrás, y la única opción viable era correr por sus vidas? Demasiadas preguntas, y ninguna respuesta. En el vals de la destrucción, la única que baila es la sombra de la muerte. No había tiempo para pensar: Debía huir

Agarró la muñeca de Quint, más como un acto reflejo que debido a una verdadera intención de ayudarle, y tiró de él con fuerza para instarle a reaccionar. Los dos corrieron tras Nahia, justo a tiempo de esquivar un montón de rocas que destrozaron el suelo sobre el que estaban situados un segundo antes. Sintiendo que el corazón se la salía del pecho, Xerine corrió por su vida

Y ahora... ¡¿QUÉ ESTÁ PASANDO?!

No había tiempo para aclarar lo que estaba pasando. A toda prisa, Quint siguió a sus compañeros por las escaleras, con sumo cuidado de no irse para abajo rodando al mínimo temblor.

-¡No debiste coger eso sin saber antes cómo funcionaba, Catherine! ¡Ahora todo el poder que robó Galael se está escapando sin control!

Cuando llegaron abajo y salieron de la torre, Quint tendió la mano haca la chica.

-¡Rápido! ¡Dámelo! ¡Tal vez yo pueda detener su poder!

- ¡No te pares y sigue corriendo! 

El jardín seguía estando dentro de la casa; no estarían a salvo mientras permaneciesen dentro de la mansión... aunque quizás la isla entera se estuviese viniendo abajo y no hubiese lugar seguro...

El corazón de Faliar estaba desbocado. Sus heridas no eran graves, pero los sucesivos combates que había tenido que librar lo habían dejado exhausto. Apenas podía mantener el ritmo de carrera; presentía que el pecho le iba a estallar en cualquier momento

Aaron palideció al observar la escena que se estaba desencadenando frente a él. ¿Que había pasado? ¿Que había echo su grupo? ¿Quien...quien había ganado?

Sin pensárselo dos veces cogió el libro y se apresuró a reunirse con el mayordomo.

-¡Tenemos que irnos de aquí!-Le gritó para hacerse oír por encima del ruido ambiental. Sin esperar su respuesta le cogió del brazo y le obligó a salir al exterior, poniéndose las manos en la cabeza y evitando como podía los fragmentos de techo que se desplomaban sobre él. Todo aquello era una locura y Seline había hablado.

¿Que era lo que se acercaba y quien era Galael?

Tosiendo, salió al exterior arrastrando al hombre consigo. Una vez consideró que estaba a salvo se giró y buscó con la mirada a sus amigos, asustado. Sospechaba que los pinchazos que sentía en el pecho eran debidos a algo más que el simple dolor físico. La preocupación acerca del estado de Nahia, Catherine, Faliar, Xerine y Quint le había pasado factura y era tal que incluso hacía que le costase respirar.

-¿Chicos? ¿¡Chicos!?

Aaron gritó algo desesperado, esperando que alguien le respondiese.

Catherine no soltó el artefacto, no le permitió a Quint tocarlo y corrió por su vida. Tenía que salir de allí, tenían todos que salir de allí sin pararse a hacer nada más que correr. Salieron al patio de la mansión mientras la grieta les seguía los pies. La torre entera fue consumida por la tierra. Ahora pertenecía a Gaïa.

Los cuervos habían desaparecido, seguramente liberados de la influencia macabra del marqués, no había nada que les impidiera correr. La puerta de entrada seguía en el suelo como era de esperar. Y se lanzaron a atravesarla.

Uno por uno cruzaron la puerta, por orden de velocidades. Faliar iba el último, acosado por el cansancio provocado por la pelea. Sin embargo, no parecía perder terreno con el propio terremoto.

Las salas laterales del palacio empezaron a ceder, hundiéndose sin remedio. Todo lo que allí dentro hubiera, desde objetos, libros, armas y el propio Aaron habría sido consumido por el temblor.

Al entrar en la sala de baile, la estatua de araña que pendía del techo cayó al suelo, liberando multitud de pequeños cristales que se clavaron en los que corrían, es más, Xerine tuvo que dar un salto y caer rodando al suelo para evitar las múltiples agujas que hubieran supuesto estar justo bajo ella. Había sobrevivido a la lámpara, pero ahora estaba retrasada. Sin embargo, Catherine le ofreció una mano para que se levantara. La desconfianza había terminado.

Impulsándose sobre ella la música consiguió levantarse rauda y reanudar la carrera. Los demás estaban atravesando ya la puerta de entrada y ellas estaban terminando de salir. Las puertas caían tras ellas, y la grieta les perseguía. Faltaba muy poco.

Pero al fin, llegaron al linde de la finca. Y allí estaban esperando Aaron, y Albert, el mayordomo de Cavalcanti, con una cara especialmente extraña. Xerine y Cath llegaron las últimas, jadeando. 

La mansión entera se hundió tras ellos, y el temblor cesó.

-¿Chicos? ¿¡Chicos!?

Las palabras de Aaron resonaron en el lugar mientras el palacio terminaba de venirse abajo. El joven convocador les estaba esperando fuera. Se había cambiado, llevaba un fino traje de los de Cavalcanti, en vivos colores, y a la cintura el estoque de Émil. También había en sus brazos un enorme libro negro.

A su lado, el mayordomo del marqués, con cara de no creerse lo que estaba ocurriendo.

Por otro lado, el único que presentaba cambios notables era Faliar. Se le notaba visíblemente cansado y además, había perdido su gabardina. Solo tenía su camisa verde y su pantalón. Amen del hacha y el escudo, sus inseparables compañeros. Los demás permanecían en el mismo estado en el cual estaban en el momento de la separación.

Sólo Catherine tenía algo especial. Un inusual cubo metálico en la mano.

La tormenta renovó su fuerza y el velo que provocaba la lluvia hacía que casi no se pudiera ver bien ni siquiera a 5 metros de distancia. Parecía que el mismo cielo se desangraba sobre las cabezas de los hombres, con sangre de cristal.

Xerine se detuvo, una vez se aseguró de que el peligro hubo pasado, para tomar aliento. Detrás suya, la mansión era engullida entre las fauces de la tierra, con una furia y rapidez inusitadas. Asistió, muda del asombro, a tal despliegue de poder, a ese espectáculo de destrucción y renacimiento, y solo cuando acabó decidió manchar el momento con palabras

Gracias, Catherine Dijo, mirando a la joven Por un momento creí que no lo contaba

No ha sido nada. Si bien no confiaba en tí antes de entrar en la mansión -Catherine se sinceró con Xerine- los sucesos en el interior me han hecho considerarte una compañera. Tienes mi confianza y gratitud.

Cath sonrió a la música. Con una sonrisa verdaderamente sincera. A pesar de la urgencia de la situación, y de lo complicado de los sucesos que estaban por suceder, se permitió ese momento de distensión. Quería decirlo, quería agradecerle su ayuda en el combate contra el marqués.

Xerine asintió, algo solemne, tras las palabras de Catherine

Somos un equipo. Lo dicho en la catedral sigue siendo igual de cierto ahora. Si no confiamos los unos en los otros, estamos perdidos. Y hablando de eso...

Levantó su daga y la orientó hacia el mayordomo del Marqués. Su postura era, como poco, amenazante

Tú. Intenta algo raro, y te corto el cuello. Tendrás tiempo de hacer y responder preguntas Miró al resto Cuando hayamos resuelto este entuerto. No hay tiempo que perder. Seline nos espera

-Yo... yo... yo... ¿Esto... qué? ¿Vosotros sois los brujos que querían asesinar a Cavalcanti?

Albert se tiró al suelo, gimoteando. Lloraba como un niño pequeño al que se llevan por primera vez de casa, y le alejan de sus padres.

-Mi señor... ha muerto... y ¡¡¡además habéis destruido la mansión con vuestros poderes demoniacos!!! ¿por qué?

No tenemos tiempo para esto

Xerine se giró hacia el resto

Parece totalmente inofensivo. Dejémosle aquí, ya nos encargaremos más tarde de razonar con él

Acto seguido, y si nadie tenía nada más que añadir u objetar, se dispuso a ir a la catedral

Aaron, emocionado, no pudo contener el impulso de correr hacia sus amigos con los ojos lacrimosos. Una vez hubo llegado hasta ellos los abrazó uno a uno.

-Pensaba que no volveríais-Dijo con solemnidad mientras abrazaba a Xerine, cuidando de no cortarse con la daga. Albert no iba a suponer una amenaza, la música podía relajarse-Estaba muy preocupado.

Cerró el círculo con Nahia y se aseguró de no golpearla con el libro, después, se apartó unos pasos y se limpió una de las lágrimas que le resbalaban por la mejilla.

-¿Que ha pasado? ¿Cómo lo habéis echo?-Aaron estaba radiante y casi parecía mentira que apenas media hora atrás había estado algo deprimido. Todo el miedo, toda la inseguridad, todo se había esfumado de golpe al verles sanos y salvos, si bien el peligro todavía no había pasado al menos estaban todos juntos y eso era mucho decir.

Sin esperar la respuesta a sus preguntas (Ya habría tiempo para hablar más tarde) se giró hacia Catherine y señaló el cubo.

-¿Eso es el Flauros? Si lo es debes llevar cuidado. En la mansión encontré notas acerca de ése objeto y, a parte de lo que puede hacer, parece ser que atrae la mala suerte a quien lo lleva.

Miró al cubo con cierto recelo mientras en su mente todavía ondeaban los fantasmas del grito de Seline. Dedicó un instante a Albert y después volvió a girarse hacia el grupo, incapaz de contener una sonrisa.

Juntos...como una gran familia.

Xerine se removió, algo sorprendida, ante la efusiva bienvenida de Aaron. Por unos instantes, una repentina chispa de afecto hizo que la sombra de una sonrisa se dibujara en su cara, pero rápidamente desapareció aplastada bajo la tensión del momento. Frunció el ceño

No hay tiempo que perder, Aaron. Podemos ponernos al día según vamos a la catedral Hizo una pausa, para remarcar sus siguientes palabras Seline dice que algo se acerca. Algo más peligroso que Galael

Catherine empezó a caminar hacia la catedral. Si tenían algo que comentar, siempre podrían hacerlo de camino al lugar.

Miró a Aaron, que hablaba sobre el objeto que poseía en sus manos. ¿Había dicho que sabía como se usaba?

-¿Has dicho que sabes lo que puede hacer? ¿Cuales son las cualidades de este artefacto? En el momento de cogerlo fue cuando se desencadenó este terremoto. Así que puede estar involucrado. Pero Seline lo necesita para liberar la isla. Tengo que entregárselo.

Los ojos de Cath estaban fijos en los de Aaron. Esperando una respuesta.