Partida Rol por web

¿Tú otra vez? La voz de Xerine, esta vez, sonaba divertida, como si ya hubiera asumido la presencia de Emil Piérdete o cállate. Estoy ocupada

Tranquila... sólo estaré aquí... observando...

Sí, eso me tranquiliza Pensó, con tono irónico ¿Sabes? De hecho, creo que luego tengo que hablar contigo. No te vayas muy lejos

Para Aaron el resto del mundo había dejado de existir cuando Xerine decidió mostrarse desnuda ante él. En aquel momento, sólo podía pensar en el deseo que le inundaba. La música era una mujer creada para el pecado y sabía aprovecharse de ello.

Cuando le empujó hacia la cama, Aaron se dejó llevar, hipnotizado por la sensualidad que desprendía por cada uno de sus poros. La erección había sido inevitable, pero poco le importaba en aquel momento. Sólo cuando cayó de bruces sobre la cama pudo racionalizar toda la situación.

-No, no-Balbuceó mientras intentaba incorporarse, pero la presencia de Xerine delante de él le hacía imposible llevar a cabo la tarea. Sacudió la cabeza para aclarar las ideas y miró con gravedad a la mujer.

-No, Xerine. No me has entendido. No es esto lo que quiero, no sólo esto.

Aaron bajó la mirada por el cuerpo escultural de la mujer y tragó saliva.

-Otra vez vuelves a comportarte así...-Su voz sonaba rasgada-...ofreciéndome algo que sabes que quiero sólo para que me calle. Crees que una vez que nos hayamos acostado la idea de vivir junto a ti me parecerá menos atractiva, pero no es así.

Temblaba. El convocador estaba temblando de pies a cabeza, y un sudor frío empezaba a empaparle el pecho.

-Actúas como un robot. Fría. Calculadora…pero en el fondo eres de carne, como todos, y tienes miedo porque te has implicado más con nosotros de lo que te gustaría.

Aaron se deslizó por la cama y agarró el vestido de Xerine con las manos temblorosas. Con ternura, se lo ofreció y tapó su desnudez.

-Puede que no te conozca, es cierto. Pero en el fondo sé que no estoy tan equivocado. No sé que o quien te ha hecho comportarte así, pero no es bueno, no puedes llegar a ser feliz.

Pasó una mano por su cara y le acarició la mejilla. Su voz, un susurro.

-Sólo muéstrate como eres, aquí no estás en peligro. Sólo estamos tu y yo, y tenemos todo el tiempo del mundo…

¡¡Eh!! no solo estáis él y tú. Se equivoca... dile que se equivoca...

Agarró la muñeca de Aaron con firmeza, instantes antes de que esta rozara su mejilla, deteniéndola en su empeño. En sus ojos ya no había seriedad. Sólo había... Desprecio

Entonces tus sentimientos son genuinos

No era una pregunta, sino una afirmación. La música agarró el vestido, y lo colocó frente a ella, tapando sus vergüenzas. Acto seguido se dirigió a la puerta, y luego se giró

Eres patético

Sin embargo, en sus ojos solo había confusión. O eso creyó ver Aaron, pues la música salió dando un portazo, segundos después, regresando a su habitación

Ni siquiera respondió a Emil. En aquellos momentos, la mente de la asesina era un hervidero de preguntas, y lo que menos la apetecía era estar conversando con fantasmas

Aaron esbozó una sonrisa triste al ver marchar a Xerine. Siendo sincero consigo mismo, se esperaba alguna reacción parecida, no era fácil hacer cambiar a una persona, y menos a la música. Con todo, sentía que las cosas no habían acabado mal.

Todavía no había perdido su oportunidad.

Xerine llegó a su habitación en un suspiro, y cerró la puerta de golpe tras ella. Allí seguía la trampa que había montado, días atrás, pero apenas la prestó atención. Se dejó caer sobre la cama, sin detenerse a vestirse, y dejó que sus ropas cayeran al suelo, junto a ella. Cerró los ojos

Ese idiota...

No lo entendía. ¿Cómo podía amarla, si apenas sabía quién era en realidad? Había superado su prueba, y eso la había desconcertado. Esperaba que, como los otros, Aaron no estuviera interesado más que en su físico. Pero había devoción en sus ojos, y no era el cuerpo de Xerine lo que veían cuando se cruzaban con los suyos. Había rechazado su oferta, y ahora sólo había preguntas. No tenía sentido. ¿Cómo podía amarla de esa manera, si no había visto más que la superficie? Era algo ilógico, irracional. Algo que desconocía, a lo que nunca se había enfrentado. Sólo una vez en su vida se habían preocupado por ella de esa manera, ofreciéndole una ayuda desinteresada sin pedir nada a cambio. Años atrás, en una tienda donde servían chocolate...

Negó con la cabeza, frustrada. No, debía de haber otra explicación. Aaron era egoísta y posesivo. La veía como un reto, como una yegua furiosa a la que domar. Esa era la razón por la que la ofrecía un mundo que ella no podía aceptar. Sí, esa era la única explicación que se le ocurría. Aaron sería su perdición, y no había más que hablar. Pero... Pero...

Sintió una presencia

Lo he pensado mejor. Creo que no me apetece hablar ahora. Largo

Oh... cariño ¿No crees que soy mucho mejor que él? A mí tampoco me puedes sacar de tu cabeza...

Por desgracia

Esto último lo dijo en alto. Absorta, dejó su mente en blanco durante unos segundos. Luego sonrió, divertida

¿Sabes? Comienzo a pensar que no eres real. O, al menos, no tan real como esta cama, o esa puerta. ¿Quieres oír mi teoría?

No esperó respuesta, y siguió hablando sin dar opción a réplica

Creo que me estoy volviendo loca. Debe de ser alguna clase de remordimiento, por muy ilógico que me parezca. Y no es que yo sienta remordimientos por estas cosas... No sé. Empiezo a pensar que eres parte de mi cabeza, que ha decidido jugarme una mala pasada

Se llevó una mano a los ojos, frotándoselos de forma circular y monótona

Pero hay algo que no encaja. Hace mucho tiempo me dijeron que los locos no son conscientes de su locura. Entonces, si realmente me estoy volviendo loca... ¿Cómo es que puedo racionalizar el proceso?

Sonrió de nuevo

¿Tú que piensas, querido?

-¿Yo? ¿Querido? Me alagas, despiadada asesina. Si crees que estás loca, acabarás estándolo...

Xerine rió de forma algo despectiva

¿Despiadada asesina? Oh, Emil, eso suena tan... Resentido

Abrió los ojos y miró al techo

Fuiste una presa muy fácil, no me guardes rencor por ello. El típico capitán de la guardia, galán y cortés, todo un buen partido...

Se encogió de hombros

Una pena lo de tu relación con el Marqués y todo ese asunto de ángeles y demonios en el que estabas metido. Si te sirve de consuelo, si no hubiera sido por Guido probablemente lo nuestro habría tenido futuro

Tras pensar un largo rato y desechar varias hojas llenas de tachones, Quint cambió de mano y por fín comenzó a escribir.

Para Nahia:

En este único día que hemos estado juntos han pasado demasiadas cosas, cosas que mucha gente no creería o le sería siquiera imposible llegar a imaginar. Hemos combatido a mostruos salidos de nustras peores pesadillas, reído, llorado y desvelado un gran misterio. Y eso hará que nunca ninguno de nosotros olvide a los demás.

Una vez más, quiero darte las gracias por haberme salvado la vida. Y también por habernos ayudado en esta batalla. Tengo que reconocer que al final fuiste de tanta ayuda como el que más a pesar de tu corta edad, y no hace falta ser Seline para saber que llegarás a ser una maga muy poderosa.

Pero todo esto no significa que nos hayamos unido.  Yo apenas se algo de tí, y tú no sabes nada de mí. NADA. No soy quien tú crees, o quien quiras creer que soy. Hace tiempo qeu decidí seguir un camino que me hizo olvidarme poco a poco de lo que es ser un hombre normal. Un camino que debo recorrer en solitario y nunca abandonar si no quiero fallar en mi misión. Solo alguien de mi misma condición podría acompañarme, y tú no quieres ser ese alguien. Nadie querría ser ese alguien.

Te cuento todo esto por que me recuerdas a una persona por la que una vez sentí lo que creo que sientes por mí. Yo era solo un niño, y ella tendría tal vez un año o dos menos que tú, y casi era tan guapa como tú. Se llamaba Eranor, y era encantadora. Su sonrisa iluminaba hasta la noche más oscura. Cuando cantaba te hacía olvidar todas las penas. Y siempre estaba allí para ayudar a otros.

Un día, cuando un anciano enfermo llegó a nuestra aldea, ella fue la primera que acudió a socorrerlo. Por ese entonces, nuestra aldea vivía bajo el yugo de un cruel y terrorífico brujo, y tenía prohibida la entrada o salida de cualquiera del pueblo. No sabemos cómo el anciano consiguió llegar a través del bosque encantado, pero sabíamos que no debíamos acogerlo, y menos ayudarlo. Esa acción le costó la vida a Eranor. Al día siguiente, el brujo apareció en la aldea y exigió a Eranor como tributo. Como tantas chicas que se llevaba, ella nunca volvió. Fue la última chica que secuestró, y la última vez que aterrorizó a nuestro pueblo.

Según escribía esta parte, Quint tuvo que secarse los ojos con la manga. Eran unos recuerdos que creía haber dejado atrás hace tiempo, pero que ahora habían vuelto al pensar en ellos. Y dolían.

Ese día morí para renacer casi un mes más tarde, no como niño idealista que quería liberar a su pueblo de una maldición, si no como un incansable y despiadado cazador. Había pasado demasiado tiempo viendo como ese monstruo aterrorizaba a mi pueblo, y era hora de la venganza. Sí, venganza. Al principio era solo eso, un cuerpo que se movía alimentado por su odio hacia lo sobrenatural y que mostraba por todo su cuerpo las atroces cicatrices que la magia habían dejado en su carne, cicatrices que debían haberme matado. Durante años, viajé por el mundo matando a todo usuario de la magia y destruyendo todo cuanto tenía relación con ella como si fuera un animal salvaje poseído por una sed de sangre insaciable. Hasta el día en que vi la luz, no fui capaz de entender que la magia tenía un lado bueno. Y aun así, aun desconfío de la mayoría de sus usuarios.

¿Por qué te cuento todo esto? ¿Por qué revivir cosas del pasado que serían mejor olvidar? Pues porque el pasado nos persigue a todos, igual que a tu padre. He intentado disuadir a Faliar de su idea de perseguir sus recuerdos perdidos, recuerdos que podrían hacer mucho daño tanto a él, a tí o a cualquiera que se acercara demasiado. Su búsqueda es una muy peligrosa, y podría hacer que sus antiguos amigos o enemigos os persiguieran, o incluso convertir a Faliar en el monstruo que Galael, Raptor y Seline dijeron que fue. Por eso tengo que pedirte un favor: Quiero que cuides de tu padre.

Si alguna vez os encontráis en peligro, ya sea por que alguien os persigue, Faliar descubre algo que nunca debiera o simplemente no tenéis a donde ir, dejo escrito en el reverso de esta hoja un nombre y una dirección. Se trata del hombre que cuidó de mí y me abrió los ojos cuando estuve perdido. No os dejéis engañar por su aspecto; aunque es anciano y bondadoso, se trata de un mago que fue capaz de vencerme sin herirme una y otra vez hasta hacerme entrar en razón. Y esas son muchas veces.

Ahora ya sabes algo sobre mí, lo que he sido en el pasado. Y si aun sabiendo esto quieres perseguirme, piénsalo dos veces. Siento que algo dentro de mí ha cambiado en esta isla, y una fuerza oscura crece en mi interior. Por favor, no se lo digas a Falair y no intentéis seguirme, y si alguna vez nos volvemos a encontrar tened cuidado. Temo hasta que punto pueda crecer este... poder.

El cirio se apagó según acababa de escribir la última palabra, y casi con un borrón debido al cansancio, Quint firmó la hoja. Antes de que la cera se enfriase dobló la carta y la selló. Con cuidado la guardó junto a la otra carta y la hoja que solo tenía la dirección y se sentó a contemplar con calma la luz de la luna que se filtraba por las vidrieras.

Puede que sea oscuro, y que desconozca su naturaleza. Pero no nos engañemos: este poder puede resultarme muy útil...No debo reprimirlo. Debo aprender a someterlo a mi voluntad.

Quint comenzó a recitar las palabras que el anciano moribundo dejó caer en su oído años atrás y sintió como ese familiar frío le llenaba poco a poco. Sintió como se extendía por su cuerpo con cada latido del corazón, y como éste se ralentizaba a cada instante. Sintió cómo todas sus preocupaciones desaparecían mientras iban siendo sustituídas por la nada. Sintió cómo todo su viejo odio hacia la magia y el dolor de sus recuerdos eran reemplazados por un vacío de sentimientos total.

¿Y si al liberar este poder me convertí en un monstruo pero incluso que aquellos a los que pretendía combatir? ¿Y si es él el que comienza a controlarme a mí?

El frío comenzó a salir de su cuerpo y a llenar poco a poco la estancia mientras las dudas asaltaban su mente. La pequeña vela que había encendido para recorrer la catedral tintineó un instante antes de apagarse.

¿Qué pasaría si dejo que el frío llegue a matar a alguien que esté a mi lado?

Quint cerró los ojos y se concentró en el aura que estaba extendiendo a su alrededor. Sintió que su corazón volvía a acelerarse y frunció el ceño. Poco a poco el aura se detuvo y comenzó a retroceder haca su origen y volvió a quedarse dentro del chico. Luego volvió a abrir los ojos y extendió la mano hacia la nada. Con un gruñido de esfuerzo envió toda la oscuridad al extremo de su brazo, y no pudo evitar admirar sorprendido lo que pasaba. Su mano se oscureció, enfundada en un finísimo guante negro que parecía disolverse en el aire como si estuviera hecho de un fino polvo oscuro, o incluso de humo. Podía sentirlo frío, helado, más que ninguna cosa que hubiera tocado antes, pero a la vez cálido. Y sentía que podía agarrar el mismo aire.

Pero... ¿Y si llego a dominarlo algún día?

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Quint con ese pensamiento y dejó que la oscuridad se desvaneciera, que volviera a refugiarse en lo más profundo de su ser.

A fín de cuentas... ¿En qué se diferencian los ángeles de los demonios si no en su forma de usar su poder?

Se tendió en el suelo y apoyó su cabeza sobre la mochila a modo de almohada. En esa posición se quedó dando vueltas a la idea de seguir usando el némesis o dejarlo para siempre mientras contemplaba la luna. Y siguió así largo rato hasta que poco a poco fue quedándose dormido.

Es esto lo que ansias, pues... ¿Qué si no?

Las palabras de Xerine seguían resonando en su mente, como ecos de un pasado que no merece ser recordado. Una canción inacabada tocada al son de la desesperación.

Fría

Ella se había marchado dando un portazo, un final a la altura de las circunstancias. ¿Qué otra cosa podría haber hecho? No, debía mantener su máscara bien fijada a su alma, porque ya se había convertido en parte de ella.

Calculadora

¿Qué si no? Esas habían sido sus palabras. ¿Debía pensar que Xerine no entendía sus sentimientos? ¿Que no era capaz de ver las cosas como las veía Aaron? Tanto tiempo sola, tanto sufrimiento…

Magnética

Así y todo, podía ver cómo sus defensas se debilitaban, como una parte de Xerine luchaba por romper la máscara que la ataba sin que la otra le dejase. ¿Cuál de las dos ganaría? ¿Cómo podía ayudar?

Aaron miró por la ventana de su habitación. Seguramente todos estarían abajo, tomando algo y festejando su victoria. Podría acompañarles en su jolgorio pero no le apetecía. No podía decirse que Aaron estuviera deprimido o decaído, se esperaba esas reacciones y estaba preparado contra ellas, pero ahora no sabía que hacer. No le quedaba tiempo para hablar con Xerine y seguir presionando sería demasiado precipitado.

Se acercó hasta la ventana y acarició el frío cristal. Sus dedos quedaron impresos en el vidrio cuando apartó la mano, y la huella de vaho que habían dejado tras de si comenzó a disiparse lentamente. De entre todas las mujeres que había conocido en su vida, ¿Por qué se había fijado precisamente en Xerine? La respuesta iba más allá del ámbito sexual, muchos hombres la querrían sólo por eso, pero Aaron no era uno de ellos.

¿Por qué, entonces? Porque era la primera que no le había juzgado por lo que era, porque no le importaba lo que pudiera hacer con sus poderes y porque le había aceptado tal cual era, sin condiciones ni expectativas. Porque le había salvado la vida aun a sabiendas de que iba a ser una carga para ella y no le había pedido nada en aquella ocasión. Porque su personalidad le resultaba estimulante y porque sus esfuerzos por alejarle de su vida sólo hacían que se interesase más por ella.

Porque donde antes había una persona arisca y tenebrosa ahora sólo quedaba la imagen de una mujer desvalida.
Aaron suspiró y se tumbó en la cama con los brazos tras la cabeza y mirando al techo.

Todavía no he perdido mi oportunidad.

El tiempo pasaba despacio, muy despacio. Mirando al techo, el tiempo pasó sin que pudiera evitarlo. Casi media hora, mirando a ese desvencijado techo.

-Me rompiste el corazón querida, en varios sentidos. Pero ahora parece que podemos estar juntos, para siempre. ¿Me concederás ese privilegio?

Se levantó lentamente y desentumeció los músculos. Con desgana, abrió la puerta de su habitación y bajó las escaleras de la posada.