Partida Rol por web

El sol comenzaba a salir de nuevo por el horizonte mientras la música de un solitario violín le recibía, como a un invitado realmente esperado. Cada cual había pasado la noche donde había podido, o donde había querido. Los primeros rayos de ese invitado penetraron por la cristalera de la catedral, iluminando las facciones de un Quint dormido, y sus ojos se fueron abriendo con delicadeza.

Por su parte, Nahia, Faliar y Catherine recibieron el nuevo día en casa de Cath. Faliar había insistido en dormir con la rubia y la chica no se había negado, pero tampoco había pasado nada más. Nahia por su parte, colocó la pintura que acababa de conseguir al lado de su cama para verla nada más despertarse y durmió allí, con una sonrisa en los labios. El nuevo día les recibía, y las expectativas eran geniales.

Por su parte Aaron tuvo un sueño inquieto, en parte debido a su visita nocturna. ¿Qué es lo que haría?¿Qué decidiría? Sólo él, y el destino lo sabían. Si es que ese destino existía.

Xerine recibía al astro rey con sus compases, por lo que fue la única que fue capaz de ver como una silueta recortaba a la estrella. Las velas de un enorme barco oscurecían el naranja del horizonte. El día había llegado, podrían irse de la aldea. Los que quisieran.

Incluso a tanta distancia, Faliar pudo escuchar los acordes de Xerine tocando en la playa, transportados por la brisa matinal. Ese sonido, apacible y embriagador, le despertó. Lo primero que percibió fue la tenue luz que entraba por las ventanas, y luego se giró. A su lado estaba Catherine, durmiendo con una calma y tranquilidad fascinantes. Se quedó un buen rato mirándola, hechizado por su belleza y por la serenidad que transmitía. Sonreía por la suerte que le había tocado; había dormido junto a un alma gemela, alguien que le completaba y le hacía sentir que no estaba solo en el mundo. Y una habitación más abajo dormía Nahia, lo único puro y hermoso que quedaba de su vida anterior. Procurando ser delicado, acarició un mechón del pelo dorado y brillante de Catherine, y le dio un beso suave en la mejilla. La muchacha se revolvió en sueños, y sonrió sin ser consciente de lo que pasaba a su alrededor. Luego, el warlock salió despacio de la habitación, procurando no despertar a Catherine, bajó las escaleras, y entró con cuidado en la habitación de Nahia. Se sentó despacio en el pie de la cama, intentando no perturbar el sueño de la niña. Contempló la imagen de Penélope unos minutos, lo suficiente para recordar por unos instantes lo que había compartido con aquella mujer, y por primera vez no sentirse culpable por ello, sino feliz y agradecido; a fin de cuentas, era la madre de su hija, y eso no se le volvería a olvidar jamás.

Luego se quedó mirando a Nahia. Su corazón se llenó de ternura, y simplemente se quedó allí, sonriente y deseando que aquel instante, acompañado por las notas de Xerine, no terminase nunca.

La luz seguía estando allí, aún no terminaba de acostumbrarse a ver el sol nada más despertar, pero era un cambio claramente agradable. Se estiró en la cama, saboreando esos últimos segundos de antes de ser totalmente consciente.

Parecía que las agujetas del día anterior habían desaparecido en gran medida. Miró a su alrededor, , quería recordar esas sensaciones, esas imágenes tan nuevas y a la vez familiares en su mente. Muchas veces había dormido en casa de Catherine, y se conocía bien el cuarto, pero..ahora transmitía otra calidez, otro sentimiento de recogimiento y paz. Quería que esa fuese la imagen que tras el pasar de los años perdurase en su mente.

De pronto vio a Faliar mirándolo como si ella fuese un pequeño tesoro. Dio un pequeño bote en la cama y rió a causa de su propia reacción.

-Buenos días papá. ¿Ya estáis todos despiertos?

Soltó una risita al ver la reacción de Nahia

- Buenos días, cariño. No; Catherine aún sigue durmiendo. ¿Y si vamos preparando el desayuno y le damos una sorpresa?

La pequeña hablo mientras se quitaba las sabanas de encima energicamente , y con un pequeño saltito ponia los pies en el suelo:

-Sí, perfecto. Vamos, seguro que le encantará.

Y tras ponerse algo en los pies, se encaminó a la cocina.

Faliar se dirigió a la cocina junto a Nahia, e intentó preparar un desayuno a base de huevos y bacon. Sin embargo, no se le parecía dar la cocina tan bien como la magia. Le hacía bastante gracia comprobar lo torpe que era con esas cosas, y esperaba que a Nahia se le diese mejor.

La pequeña aldeana tampoco es que fuese un portento, pero la verdad que se le notaba algo de soltura en la cocina aunque algunas veces cometiese pequeños errores. Durante muchos años estuvo prácticamente alimentando ella a su madre, aunque esta se empeñase en ser la cocinera. Siempre que Penélope se ponía en la cocina ..o tenia un día "bueno" o la comida se le quemaba, le quedaba cruda o le faltaban ingredientes. Así que Nahia la supervisaba, haciendo el papel de "pinche". 

Le hacía mucha gracia ver como Faliar se las ingeniaba para luchar contra los instrumentos de cocina, No podía evitar reirse de aquella situación. pero no lo sentía como nada malo, todo lo contrario, esos fallos le daban más humanidad y hacían que le pudiese sentir más cerca de ella.

-Bueno creo que esto ya está. Vamos a ponerlo bonito y...luego desayunamos nosotros? Es que ...también me levanté con hambre -dijo sonriendo de forma tímida e infantil.

- Claro, he preparado suficiente para los tres... o eso creo. No se si a esto se le pueden llamar "huevos fritos" -dijo señalando a la masa blanco-amarilla medio cruda medio quemada que se le había quedado en la sarten - En fin, espero que seas mejor cocinera que yo -añadió con una sonrisa

Un barco

Dejó que el violín cayera en su costado, y observó al horizonte en silencio. Una sonrisa se instaló en su rostro

¡Un barco!

Sí, no era un sueño. Allí estaba el navío que Seline les había prometido. Allí estaba su salvación, allí se encontraba su billete de vuelta a casa. Hasta entonces no había estado segura de que la diosa de las pesadillas cumpliera su palabra, pero ahora estaba segura. ¿Podía tener fe, incluso alguien como ella? Sí, tenía fe. Y de nuevo, sentía que las cosas volvían a su curso

Como debía ser

No tardó en vestirse y volver corriendo a la aldea

Xerine entró en el puerto, corriendo, con una sonrisa encajada en la cara

¡Un barco! Decía a todo aquel que se cruzaba con ella, extendiendo la buena nueva ¡Un barco, en el horizonte!

Parecía pletórica de felicidad. Cuando llegó a la posada, abrió la puerta de golpe y fue a buscar al resto

Vienen a por nosotros Anunció, sonriendo Lo he visto, en la playa. ¡Podremos volver a casa!

"Te escribo esta carta para ahorrarnos a ambos el trago de una conversación a solas; sé que no eres muy sentimental, y que te sentirás menos incómoda o invadida si hago esto por carta, así que te pediría que leyeses esto antes de romperla.

Sé que tu y yo no nos hemos entendido bien desde el principio. Pertenecemos a mundos distintos, eso ya lo dije antes, y nuestras diferencias son más que evidentes. Hemos discutido, nos hemos insultado, y en general ha habido una fricción bastante notable entre ambos, y ciertamente no confiaba en ti. Sin embargo, cuando las cosas se pusieron complicadas, elegiste permanecer a nuestro lado, quizás porque pensabas que era la mejor manera de sobrevivir, pero colaboraste con nosotros, y salimos vivos. Y por ello te ganaste mi respeto y mi admiración, aunque ello pueda significar poco para ti. Ha sido... emocionante combatir a tu lado y acabar con aquellos demonios, y creo que no lo habríamos conseguido sin tu ayuda. Solo me queda darte las gracias, y pedirte perdón por los "malentendidos", especialmente por los insultos que te lancé cuando nos encontramos a Emil en la mansión del marqués. Supongo que formaba parte de tu plan, de todos modos. 

Espero que te vaya bien allá donde vayas y que tengas éxito en lo que te propongas. Me gustaría que nuestros caminos se volviesen a cruzar algún día.

Atentamente, Faliar"

Aún no había mucha gente en la aldea, acababa de amanecer y no todo el mundo era tan madrugador, aunque las pocas personas que quedaban tenían un sentimiento enfrentado entre alegría y tristeza. 

Alegría porque por fín podrían cumplir sus deseos aquellos extranjeros que les habían liberado, la segunda, precísamente por eso. Se iban... y habían traído mucha alegría por el pueblo.

Minutos más tarde de que Xerine entrara en la posada, entró Marcus con cara de felicidad.

Aaron hizo crujir los huesos al despertarse. Tumbado en la cama, con un brazo pasado por encima de los ojos, recordó la visita nocturna de Xerine y cómo ésta le había amenazado de muerte.

No volverás a acercarte a mí, ¿Entendido? No volverás a decirme que me amas, no volverás a proponerme vivir contigo. No volverás a hablar conmigo a menos que sea estrictamente necesario, o para guardar las formas delante del resto.

Esas habían sido sus palabras, y no dejaban lugar a dudas, claras y concisas.

Aaron se sentó en el borde de la cama y se frotó los ojos. Aquel era el día, iban a dejar la isla, y eso significaba que se le acababa el tiempo. ¿Cómo convencer a alguien que no quiere escuchar? Para él estaba todo muy claro, pero Xerine se empeñaba en seguir con la función.

Se acercó hasta la ventana y la abrió, dejando que el frío aire matutino le azotase la cara y le abriese los bronquios. En la lejanía, un barco, mucho más grande de lo que jamás habría imaginado, se acercaba perezosamente hasta la isla, y junto con él la promesa de una nueva vida lejos de todo aquello.

Suspiró, y entonces algo interrumpió su calma…

-¿Así que un barco?

Miró a Xerine, con una amplia sonrisa y palmeó su espalda. Una amplia sonrisa coronaba su faz, que no podía irradiar más felicidad.

-He pensado en ir al continente, a probar suerte con mi oficio. Gracias a mis habilidades quizá acabe trabajando para un noble... o... para la mismísima emperatriz. ¿Te imaginas?

Allí, en la posada, Xerine gritaba como una posesa que había visto el barco que les llevaría a casa. Aaron se vistió, abrió la puerta y se encontró con la música de frente. Mordiéndose el labio para contener una carcajada, se balanceó en el sitio un segundo y salió de la habitación cerrando la puerta tras de si.

-Tengo hambre. ¿Te apetece desayunar? No me fio de la comida que nos pongan en el barco.

Se giró y comenzó a bajar las escaleras de la posada, sin muchas ilusiones de que Xerine aceptara su propuesta. Daba igual, tenía hambre, y todavía le quedaba un último as en la manga.

Cuando Aaron bajó al piso inferior, vio a Xerine al lado de Marcus, el herrero. Al parecer, el hombre estaba realmente contengo, juzgando el tamaño de la sonrisa que iluminaba su cara.

El nuevo día llegó para la bella rubia. Abrió los ojos lentamente, con cuidado. El sueño había sido inusualmente tranquilo, relajante, y  descansado gracias a la cercanía de Faliar. Aunque no lo supieran, podría tener bastante que ver con su pasado, con el pasado de sus almas.

Descubrió que su hombretón no estaba a su lado cuando comenzó a oler un aroma de huevos fritos... o algo que se le parecía. Por contra, el olor de una tortilla riquísima dominaba sobre el otro. Lo reconoció al instante, Nahia estaba cocinando. Y... a judgar por el otro olor, Faliar también lo había... intentado.

Bajó las escaleras con una sonrisa. Mirando a su amiga y al mago, soltó una risita, y habló con ellos:

-¡Gracias! Podríais haberme despertado y os hubiera ayudado con eso.

Faliar sonrió, un poco avergonzado por el desastre que había montado

- Bueno, se supone que tenía que ser una sorpresa. En fin, la próxima vez cogeré unas flores y listo

Catherine y Nahia rieron, y más tarde, desayunaron juntos. La verdad, es que la tensión que se respiraba el día anterior había pasado en su mayoría, y hasta podría decirse que parecían una pequeña familia. Realmente extraña... pero una familia.

Una vez terminaron de comer, se dirigieron a la aldea, y a lo lejos escucharon los gritos de Xerine.

-¡Un barco!  ¡Un barco, en el horizonte!

Caminaron tras ella, y llegaron a la posada. Y entornando la puerta, entraron allí. Se encontraron con Aaron, Xerine y Marcus, el herrero del pueblo, que tenía la felicidad grabada en la cara.

Faliar, Nahia y Catherine entraron en la posada, segundos después de que Aaron bajara las escaleras. Sólo faltaba Quint, y estarían todos los salvadores de la aldea.