Partida Rol por web

Xerine no se giró para mirarla, pero estaba atenta a sus palabras. Cuando terminó, exhaló un suspiro

Ese es tu problema, Nahia. Etiquetas muy rápido a la gente, clasificas a las personas dentro de tus conceptos idealizados, sin creer que pueda haber algo más. Yo soy la que soy, y nada más que eso. No soy fría, no soy insensible, pero tampoco soy cálida o amistosa. Soy yo, y nada más que yo

Giró su rostro hacia Nahia, y sus ojos parecieron bucear entre los de la niña, como si la música la entendiera tampoco como esta a ella

Ni siquiera me llamo Xerine Confesó Xerine no es más que otra máscara, como tantas otras. Me han llamado Cara Sucia, Poignet Voleur, Ledda... Y más nombres que no puedo revelarte. Pero ninguno de ellos me define, pues una palabra es algo demasiado banal para definir a una persona. Somos más que un montón de músculos, huesos y sangre. Pensar que puedes definir a alguien con una palabra es algo ridículo

Se apartó un poco, mostrando lo que llevaba en la mano derecha: Su violín

No quería hablar contigo delante del resto... Pues creo que esto solo te incumbe a ti Se agachó frente a ella Y quiero que pienses sobre lo que te voy a decir, pues puede salvarte la vida algún día

Hizo una pausa, y tomó aire

Fuera de Corvinus, el mundo es traicionero. La gente usa máscaras, y son pocas las personas en las que puedes confiar de verdad. Cuida a tu padre, a Catherine, e incluso a Aaron como un tesoro, pues su alma es pura y sus sentimientos nobles, y esos son tesoros que van a escasear allí afuera. Las cosas no son lo que parecen, ¿Recuerdas?

Acercó el violín a Nahia

Y sobre todo, nunca dejes de practicar con tu flauta, pues la música es el más sincero y puro de todos los artes. Toma, esto es un regalo. Quizás, si aprendes a tocarlo, algún día volvamos a encontrarnos, en alguna cámara de música o sobre algún escenario. Quién sabe

Se levantó, y se giró de nuevo hacia el mar

Nunca sabemos lo que nos deparará el destino

Aaron entró en su camarote con un nudo en la garganta que no consiguió deshacer hasta que cerró la puerta y se aseguró de que nadie podía entrar sin que él lo supiera. Apoyó la espalda contra la pared y resopló un par de veces, tratando de mantener la calma.

Bien, ya está. Asegúrate de que nadie puede entrar y ponte a ello. Es la última oportunidad, si no responde…

Tragó saliva y bloqueó la puerta con una silla. Después, empezó el ya típico ritual para llamar al hierofante y, cuando éste apareció, le indicó que guardara silencio.

-Necesito que entregues un mensaje y necesito que nadie, excepto la persona que lo ha de recibir, sepa que lo has hecho.

Aaron se aclaró la garganta y comenzó a hablar.

Una voz comenzó a hablar. Xerine podía escucharla claramente, pero no parecía provenir de ningún sitio. Casi parecía como si alguien o algo estuviera hablando dentro de su cabeza, alguien o algo cuya voz había escuchado más de una vez. Era el hierofante.

-Miedo. Todos lo hemos sentido alguna vez. Atenaza el cuerpo y encoge el alma hasta el punto de querer huir de él. No lo soportamos pero forma parte de nuestra naturaleza, incluida la tuya.

Tienes miedo a sentir, no eres la única. Te ofrezco una salida, sólo tienes que coger mi mano. Tan sencillo como eso.

Tan liberador como volar.

La voz se extinguió con un susurro.

Aaron limpió los restos de la invocación y resopló. Aquella había sido su última oportunidad. Si Xerine no respondía simplemente se daría por vencido. Quizás había confundido sentimientos o términos, quizás las cosas fueran precisamente lo que parecían y Xerine disfrutaba con su máscara. Sea como fuere le había dado oportunidades más que suficientes y no estaba seguro de querer seguir presionando.

Asegurándose de que quedaba todo recogido y no dejaba ninguna prueba de su pequeña fechoría, desatrancó la puerta, se tiró en la cama, cerró los ojos y se limitó a esperar.

Quint llegó al camarote de Aaron, y se encontró la puerta bloqueada. Al parecer quería que nadie entrara. Sintió una sobrenatural descarga de magia en el interior, así que pegó la oreja a la puerta. Pudo escuchar a Aaron hablando, al parecer, con alguien.

-Necesito que entregues un mensaje y necesito que nadie, excepto la persona que lo ha de recibir, sepa que lo has hecho.

Más tarde, comenzó a hablar. Diciendo que quería que Xerine escuchara el mensaje.

-Miedo. Todos lo hemos sentido alguna vez. Atenaza el cuerpo y encoge el alma hasta el punto de querer huir de él. No lo soportamos pero forma parte de nuestra naturaleza, incluida la tuya.

Tienes miedo a sentir, no eres la única. Te ofrezco una salida, sólo tienes que coger mi mano. Tan sencillo como eso.

Tan liberador como volar.

¿Quien era esa mujer? Las palabras de Xerine llegaban directamente al corazón de Nahia. Estaba sorprendida. No, no era como aparentaba, era mucho más, una persona única. Se veía fría, distante, calculadora,alguien a quien temer, de quien cuidarse y sin embargo le había mostrado una parte de ella mucho más humana.

Pero sinceramente ¿no es la indiferencia, el individualismo, el egoísmo un rasgo totalmente humano? Definitivamente Xerine era más que una máscara o un nombre, No era alguien a quien temer, sino alquien de quien aprender, alguien que Nahia ¿admiraba?. Quizás su estilo no concordase del todo con el de la pequeña pero, era increible todo lo que guardaba dentro y que la gran mayoría de la gente, ella incluida, desconocían.

Era cierto, la gente no es como parece. Los ojos de Nahia se abrieron de par en par, incrédulos cuando Xerine le entregó su violín. Si hubiese sido cualquier otra persona le habría abrazado, y dado mil veces las gracias después de asegurarse de que de verdad estaba segura de su decisión. Pero no era ni la persona, ni la situación. Si la música había hecho eso es porque estaba segura.

El momento era perfecto tal y como estaba, sin palabras que lo estropeasen. Nahia se limitó a sonreir como gesto de agradecimiento. Cuidaría de él con el mismo cariño que de su flauta. 

Cuando el violín cambió de manos, Nahia empezó a notar un leve cosquilleo en los dedos, seguramente producido por la emoción y la sorpresa de aquel regalo. Seguramente...

O al menos eso pensó al principio, pues al cogerlo el violín estalló en llamas zafiro. Llamas que iluminaban la cubierta del barco con su luz azulada, fuego que marcaba las facciones de las dos chicas, que asombradas no pudieron sino quedarse paralizadas al contemplar lo que el propio violín estaba desencadenando.

Las llamas no quemaban, estaban tibias, por eso la pequeña hechicera no tuvo que soltar el instrumento, pero el artefacto empezó a vibrar en sus manos, como si estuviera esperando ese momento desde hacía mucho tiempo. El destino tiene nudos muy intrincados, y tratar de deshacerlos o ver de dónde provienen los hilos es virtualmente imposible.

Segundos más tarde, las llamas desaparecieron, quedándose en un simple violín. Tal y como había sido hasta ahora. Rígido, hermoso... pero normal.

Nahia clavó su verde mirada, en los verdes ojos de Xerine. Ambas estaban sorprendidas hasta un punto inimaginable.

¿Qué había pasado?

Todo ocurrió en unos pocos segundos, pero las reacciones de Xerine fueron tan diversas como repentinas. Primero mutó su expresión a una más seria, como si de repente no estuviera allí. Luego dejó paso a la sorpresa, cuando el violín estalló en llamas. Y por último, sus ojos mostraron desconfianza, mientras miraba a Nahia con expresión incrédula

¿Qué has hecho?

En cuanto a Aaron... Aquello había estado fuera de lugar, desde luego. Estaba claro que era él quién había invocado ese hechizo, pues no era la primera vez que oía dicha voz. Sin embargo, no tenía claro cuál había sido el motivo de tal insensatez, y más teniendo en cuenta que les había dejado muy claro lo de no usar magia durante el trayecto. Además... ¿Qué se creía que iba a conseguir con ello? ¿Que Xerine de repente se diera cuenta de lo errada que había estado y se echara a sus brazos implorando su salvación? Había que ser imbécil

La situación la irritaba en extremo. No solo ese chico creía que podía analizarla así como así, como si la conociera de toda la vida... Es que además se creía con derecho suficiente a erigirse como su "salvador", su "héroe" altruista dispuesto a sacarla de las brumas en las que vivía. ¡Que arrogancia, que descaro! ¿Pensaba que con un par de palabras bonitas y prefijadas iba a cambiar de opinión? Era enfermizo

Pues lo que no sabía Aaron era que Xerine ya había tomado una decisión. Lo que no comprendía el chico era que ella era feliz con su vida anterior, y que estaba dispuesta a retomarla. Lo que no se había parado a pensar era que, por encima de todo, Xerine no tenía ninguna intención de unirse a su mundo, y no por miedo especialmente, no. Hasta ese momento, la espina clavada de aquella noche había seguido hurgando en su mente, pero con ese estúpido mensaje Aaron había conseguido abrirla los ojos. Y, de repente, un muro se alzaba entre los dos, y ya no había espinita. Ahora estaba todo claro

Debería haberle matado cuando tuvo la oportunidad. Debería haberle dejado en medio del bosque, pues no había aportado nada al grupo. Debería haber muerto, y, sin embargo, ahora Xerine se veía obligada a soportar sus fútiles intentos por "rescatarla". Por una parte, casi agradecía ese último hechizo, ya que había despejado las dudas de su mente. De ahora en adelante, Aaron solo vería una estatua de marfil cuando la mirara, pues todo acceso a su interior le había sido vedado. Y si en algún momento cruzaba la línea... Bueno, le había dado una advertencia

Y Xerine no era de las que avisaban dos veces

Mejor no sacar conclusiones precipitadas. Tal vez solo esté hablando con un marinero, o inclusoescribiendo mientras piensa en voz alta.

Quint sacó la nota que le pensaba dar a Aaron del bolsillo y comenzó a replantearse si sería una buena idea a fín de cuentas. Temiéndose lo peor, se apolló contra la pared al lado de la puerta y esperó a que dejasen de oirse ruidos en el interior.

El tiempo pasaba, y Aaron no salía de la habitación. De hecho, dejó de escucharse cualquier sonido en su interior. Así que, Quint, decidió que era hora de intervenir.

Levantó su mano derecha y llamó tres veces a la puerta.

Pum

Silencio

Pum

Silencio

Pum.

Tres toques en la puerta, separados un segundo entre ellos. Alguien estaba fuera, alguien podía haber oído lo que había realizado..

Aaron tragó saliva y se levantó de la cama como una exhalación. Una fría gota de sudor le recorrió la cara.

Lentamente, se acercó a la puerta y, con manos temblorosas, abrió una rendija para ver quien era.

Aaron abrió la puerta, para encontrarse con Quint apoyado en la pared, con las piernas cruzadas. El rubio había acudido a la habitación, pero no sabía desde cuando llevaba en la puerta.

El convocador suspiró aliviado, aunque por dentro no se sentía tan tranquilo. Apoyó una mano en la puerta entreabierta y se dirigió a Quint.

-Hola. ¿Querías algo?

Quint se apartó de la pared y se colocó lentamente frente a la puerta.

-Sí... y no. Me pareció que la despedida que tuvimos arriba con Xerine fue demasiado... violenta. Si ella quiere olvidarse de nosotros no se lo voy a impedir, pero a mí me gustaría hacer las cosas de otra manera. ¿Está ahí Faliar? Quería esperar a que terminárais de hablar, pero hace un rato que no oigo nada, y tampoco nadie ha salido de la habitación.

Aaron sonrió.

-No, Faliar no está aquí. Cuanto terminamos de hablar yo bajé a mi camarote y no he salido desde entonces. Me alegra que quieras volver a hablar sobre ese tema, la conversación con Xerine me dejó demasiado frío.

Abrió la puerta por completo, invitando a entrar a Quint para mantener la conversación con algo más de intimidad.

Quint aceptó la invitación y entró en el camarote. Una vez dentro, dio una vuelta sobre sí mismo como si buscara algo.

-¡Qué raro!... Juraría que te escuché hablar con alguien desde la puerta... ¿De verdad estabas solo?

Mierda mierda mierda... Al final iba a estar en lo cierto...

Aaron cerró la puerta y se volvió hacia Quint, encogiéndose de hombros.

-Ya ves que aquí no hay nadie, quizás me oíste pensar en voz alta. ¿Qué era lo que decía?

Se rascó la barbilla con expresión neutra. Que hubiese sido precisamente Quint el que le hubiese escuchado parecía una cruel ironía del destino. No había sido ni Faliar, ni Nahia ni Catherine, no, había sido Quint. Maldita su suerte…

-Pues no presté mucha atención, así que no recuerdo más que lo primero que oí...

El chico miró al techo un momento, pensando, como si intentara recordar toda la conversación.

-Creo escuché cómo le pedías a alguien que entregara un mensaje a otra persona... Justo después de sentir una sacudida de magia. -Añadió bajando la cabeza y mirándole fijamente a los ojos.- Será mejor que digas la verdad. ¿Con quién, o QUÉ hablabas?