Partida Rol por web

Alice se quedó quieta. Luego se giró, lentamente. Ya no sonreía

Dilo. Di mi nombre. No el que llevo ahora, ni el que llevaba en la fiesta. Di el nombre con el cuál me conociste

¡Estúpido! Había cometido un error fatal. Conrad estaba paralizado. Ni siquiera se había dado cuenta hasta que ella reaccionó. Una palabra. Una palabra que había desmoronado todo. ¿Cómo había sido tan descuidado? Había metido la pata, hasta el fondo. Ahora sólo le quedaba andarse con mucho más cuidado, y con suerte podría salvar el resto del plan. Ahora no era una estrategia, sino su única esperanza.

- Yo... -el cartógrafo se quedó pálido de repente, de un modo muy obvio. Aquella palabra se le había escapado, y ahora ya se había disuelto en el aire, y en lo oídos de ella- ...yo...no...no sé de qué me hablas. 

Retrocedió un par de pasos, y se dio la vuelta, comenzando a andar, alejándose.

- Nunca te he conocido por otro nombre -Su voz ya no temblaba al pronunciar esa frase, lo que indicaba que no mentía, o por lo menos estaba convencido de que decía la verdad.

Siguió alejándose, pero no hacia el caballo, sino más allá. Se alejaba del campamento.

Y realmente decía la verdad: cuando la conoció, era una niña que decía no tener nombre. Y por eso le buscó uno. Pero no la conoció por ese nombre, aunque después pensara en ella como Xerine. La había conocido como una niña sin nombre. Y ahora la había conocido de nuevo, cambiada, madura, enigmática. Y lo había hecho por otros dos nombres, diferentes.

Entonces somos desconocidos Se giró y anduvo hacia el campamento Y hoy en día es una locura fiarse de un desconocido...

Sus últimas palabras fueron poco más que un susurro. Si Conrad las había oído o no, poco la importaba

Volvió al campamento

... O eso quería hacerle pensar

Xerine no vio cómo Conrad se volvía, desde un poco más allá del carro, y la miraba, con los ojos humedecidos.

Pierre pasó un buen rato deambulando por la zona adyacente al claro. Pensaba en su  plan. En cómo realizarlo. Con quién debía hablar antes......¿Xerine, o Faliar? Ella parecía que no iba a preguntarle más, pero, por su última frase, tal vez iba demasiado desencaminada. Tal vez, si veía una oportunidad de volver a hablar con ella...era arriesgado, pero dicen que quien no arriesga, no gana.

Conrad no vio, como Xerine realmente sí que vio como el cartógrafo se volvía, desde un poco más allá del carro, y la miraba, con los ojos humedecidos.

Deambuló un rato sin hacer nada especial, parecía estar poniendo en orden sus ideas.

Pasada una media hora, el grupo se empezó a preparar para proseguir con el viaje. Conrad volvió justo a tiempo para ayudar a recogerlo todo y, una vez subidos todos al carro, siguieron avanzando.

El resto de la tarde transcurrió sin incidentes. El cartógrafo se mantuvo igual que el día anterior: distante del resto del grupo, como un extraño entre conocidos, limitándose a escudriñar el mapa que le había dado Julius y a quedarse mirando el paisaje que cruzaban. Árboles, árboles, y más árboles. Aquél era un bosque grande. Aún no habían alcanzado la fuente natural de la que Julius les había hablado, cuando empezó a oscurecer. Pero no había de qué preocuparse, ya que aún les quedaba un trecho para llegar a la fuente, y aún no les faltaba el agua. Si todo iba bien, llegarían al día siguiente, tal vez al anochecer. Entonces sabrían que iban por buen camino.

Pero Julius les había advertido que no viajaran de noche, de modo que buscaron un lugar donde descansar hasta el día siguiente. Montaron campamento en un claro, algo más pequeño que el anterior, y Quint fue a ver si lograba cazar algún animalillo para completar un poco la cena.

Alice decidió ir a buscar leña para la fogata. Llevaba unos minutos vagando por el bosque, sin alejarse demasiado, y había recogido varias ramas adecuadas para el fuego, mientras cada vez había menos luz. Fue entonces cuando escuchó el ruido de la hojarasca crujiendo a sus espaldas: alguien la estaba siguiendo.

Alice no dejó de recoger leña. Al contrario, volvió a agacharse y cogió otra rama partida, uniéndola al montón que ya llevaba en las manos. No fue hasta que se hubo incorporado que su voz cortó el viento

¿Querías algo?

Ni siquiera se giró. Conrad no había ido a emboscarla. Se habría tomado más molestias, habría tenido más cuidado. No, la intención del noble no era pillarla por sorpresa

Aunque eso no la tranquilizaba

Avanzó con cuidado por entre las ramas caídas y raíces sobresalientes. Sus botas, de leve tacón, pensadas para salones de baile, no eran un calzado precisamente apropiado para un bosque. Cuando estuvo un poco más cerca de ella, el cartógrafo se apoyó en un árbol, y se quedó callado unos segundos, contemplándola. Al parecer, la fría indiferencia de la muchacha le había resultado algo chocante, y parecía no saber muy bien cómo empezar.

Lentamente, se giró para mirar al curioso noble. Sus fríos iris esmeralda le evaluaron, y sus músculos se tensaron ligeramente, como si esperara que Conrad fuera a saltar encima suya en cualquier momento

Conrad estaba nervioso. Iba a hacerlo: iba a dar el paso, para comenzar a poner en marcha su idea. Esperaba que todo funcionara bien. Dado el carácter que demostraba tener aquella chica (el cual no le sorprendía, tal y como imaginaba que había crecido) tendría que ir con mucho cuidado.

- Yo.......- se encogió de hombros. Parecía dudar sobre lo que estaba haciendo. Suspiró- ...creo...que antes ninguno de nosotros hemos sido del todo sinceros..............

Volvió a hacer una pausa de apenas dos segundos, que se hicieron eternos.

..........Xerine.

Toctoctoctoc

La leña se desparramó por el suelo. En las manos de Alice ahora reposaban sendas dagas. Pero lo que más afilado allí era su mirada

¿Quién te envía?

- No me envía nadie. Vine aquí porque yo quería. Ni siquiera esperaba encontrarte.

Conrad alzó una ceja ante el fugaz movimiento de ella. Si se sentía inquieto al ver las dagas, no lo parecía. Él iba desarmado, sencillamente estaba allí, apoyado en el tronco del viejo árbol, hablando con ella, con total tranquilidad.

Bajó las dagas despacio, aún con la mirada desconfiada en su rostro. Sin embargo, su posición ya no era agresiva

Explícate

El cartógrafo volvió a encogerse de hombros.

- No sé quién puede envidiar tanto tu vestido como para que creas que enviaría a alguien como yo a por tí.

La mirada del noble no reflejaba el tono inocente de la frase. Conrad estaba instándola a confiar en él, ya que él había decidido confiar en ella. Pero no iba a mover ficha sin esperar a que ella también moviera.