Partida Rol por web

Ánima:Más allá del bien y del Mal II, Un reino de Pesadillas

1. La fiesta.

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03/04/2012, 22:56
Director

15 de agosto del 992 después de cristo. 

Karlsrude.

El bastión del dragón.

Karlsrude es el principal bastión de Hendell y para los extranjeros se ha convertido en la oficiosa capital del reino. Como todos los bastiones, la ciudad está rodeada por enormes murallas de piedra, tan altas que difícilmente deja ver las grandes construcciones que hay detrás. A pesar de que a primera vista no puede compararse con las grandes metrópolis occidentales, tras una inspección más detallada cualquiera puede percibir que Karlsride tampoco tiene demasiado que envidiarles. Todos sus edificios están construidos en pidera, la mayoría d sus calles se encuentran pavimentadas e incluso algunas de las vías principales tienen farolillos para iluminar por la noche. En honor al guardián del bastión, la ciudad entera está repleta de motivos alusivos a dragones, y es normal ver gárgolas o edificios llenos de banderas adornadas con la forma de estos míticos reptiles. El más famoso de estos adornos se encuentra en la entrada principal, llamada precisamente la Puerta del Dragón, la cual tiene la forma de dos Wyrms enfrentados, uno blanco y otro negro.

La ciudad es conocida por tener numerosas escuelas de lucha, que han ido depurando sus estilos a lo largo de los años. Hay una enorme rivalidad entre ellas, lo que a veces produce altercados entre sus integrantes. La más famosa es la academia de Hrolfeir, pues es donde se instruyó el propio Erick Sterki, el señor de la ciudad. Todos los años las distintas escuelas compiten enviando a multitud de luchadores a los Juegos del Dragón, uno de los acontecimientos más llamativos de la ciudad y que atrae a numerosos visitantes de todas partes.

 

Pero ese día no era ese evento el que atraía todas las miradas de los habitantes de la ciudadela. Frederic Andersen, mercader adinerado venido de Gabriel iba a festejar la inauguración de un nuevo negocio... o al menos eso es lo que se sabía hasta el momento. 

Mantener el secreto es algo casi imposible, y más cuando la nobleza de Chaville está invitada a tal ceremonia. Los chismes corren, persiguen las mentiras y dejan las verdades atrás. Nunca creas nada que escuches de una vieja, aunque hay ocasiones que tienen más verdades de las que podrías entender.

Pero, en este caso, lo que tenía que ser silencio, era un secreto a voces.

La hija de Frederic se desposaba con Ingimund Sterki, hermano menor de Erick. No estaba del todo claro si este era un matrimonio de conveniencia o era realmente por amor, pero lo que sí era cierto es que desde que la Familia Andersen estaba en la ciudad, los turistas, visitantes y guerreros errantes habían aumentado exponencialmente. Podría ser por la publicidad que daba el nombre de la poderosa familia Gabrielense o quizá por una interesante estrategia comercial del magnate.

Sea como sea, la unión era la comidilla de todo el pueblo.

Y por ello, ese mismo día, en uno de los palacios más lujosos de toda Karlsrude, se invitaba a más de dos centenares de personas a un tremendo convite. Había absolutamente de todo lo que una persona podría desear en un lugar como ese, en un momento como ese. Comida hasta decir basta, bebida tanto alcohólica como no espirituosa en grandes cantidades, de absolutamente todas las clases y posibilidades. Y, si algo no estaba a la vista, sólo tenías que pedir el favor a uno de los numerosos camareros, para que en cuestión de minutos tuvieras ante ti el plato o licor deseado.

Todos los detalles estaban cuidados al extremo.

El lugar donde todos los invitados entraron y donde se desarrollaría la velada era el jardín del palacio. Tenía unos cien metros de largo por treinta de ancho, y estaba decorado a intervalos regulares por estatuas de grandes guerreros de la ciudad. Hombres con espadas más grandes que su cuerpo, arcos cuya cuerda se tensaba tanto que podrían lanzarse a ellos mismos, incluso alguna mujer quienes, con armas menos pesadas como lanzas o estoques fueron igual de letales que los demás en sus tiempos. El césped estaba perfectamente recortado, y surgía en el suelo en los espacios que dejaba un camino de mármol negro que llegaba hasta todas las puertas y lugares de interés del jardín; como podían ser la mesas con comida para picar antes de la comida, y la mesas con las bebidas.

Fuentes de las que el líquido cristalino surgía melodiosamente también decoraban el lugar.

Era símplemente maravilloso.

 

Notas de juego

Ahora os iré poniendo a cada uno un post individual para que podáis comenzar a postear ^^

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03/04/2012, 23:39
Director

Aaron se levantó del suelo con la sensación de que alguien le había partido la cabeza en dos y el labio lleno de la sangre que le goteaba por la nariz. Nunca había bebido, pero si lo que decían era cierto aquello sentaba como la peor de las resacas.

Incorporándose poco a poco, sintió como el dolor remitía. Lo bueno de aquellos momentos, si es que podía decirse así, era que el dolor era intenso, pero duraba apoco, apenas un par de segundos. Se limpió la nariz con el dorso de la mano y tosió, pero al punto su cara adquirió la blancura de la leche.

Algo iba mal.

Desesperado, Aaron trató de hacer memoria, de recordar lo que había pasado en los instantes en los que La criatura había tomado su cuerpo, pero era incapaz. Allí no había nada, los recuerdos de las últimas horas habían desaparecido como una gota de agua en el mar. Pero no sólo era eso, en aquel sitio había algo más. Una espada y una nota.

Con las manos temblorosas y todavía pálido, cogió la nota y se obligó a si mismo a calmar el tembleque de la mano que le impedía leerla. La repasó un par de veces más hasta estar seguro de haber entendido lo que ponía y después miró a la espada con la cara desencajada. Se atrevió a tocarla con el dedo índice, pero no pudo contenerse y le dio un manotazo que la lanzó un par de metros hacia atrás. Se sentía corrupto, infectado, y no era para menos.

Con un dolor sordo en la mano que ignoró, Aaron respiró entrecortadamente un par de veces y se levantó de un salto. Un medio para salir de su cuerpo, eso había escrito, pero, ¿Cómo podía fiarse de él? No era más que un parásito, no saldría de su cuerpo jamás porque vivía a costa de él.

Pero aquella era su única esperanza de librarse de Nathaniel.

Antes de salir de allí, quemó la nota y escondió lo mejor que pudo la espada, llegando incluso a agenciarse una vaina para poder guardarla y no cortarse con su filo, por complicado que aquello fuese. Con el poco dinero que había recaudado en su viaje compró la camisa más elegante que encontró y unos pantalones nuevos y se dirigió hacia Karlsrude.


Aquella ciudad parecía una fortaleza, las grandes murallas de piedra que daban la bienvenida a todos los visitantes estaban adornadas con feroces dragones y Aaron no tardó en comprobar que gran parte de la población local adoraba la lucha. Las escuelas de guerreros se repartían por docenas alrededor del bastión y no eran pocos los enfrentamientos en las tabernas por cuestiones de honor. Esa gente era guerrera por naturaleza y estaban orgullosos de ello.

Aaron pasó la noche en la posada, cavilando sobre cómo podría introducirse en la fiesta sin llamar la atención. No fueron pocas las ideas que descartó, aquello tenía que salir bien, pero a la mañana siguiente, con el tiempo apremiando y sin un buen plan para colarse, la desesperación hizo que recogiese todo cuanto llevaba en aquel viaje, se vistiese con la ropa que había elegido para el momento y saliese de la posada, directo a la fiesta.

Una vez llegó a la puerta le costó impostar la voz, pero sacando fuerzas de flaqueza se inventó que tenía muchas ganas de aprender el oficio de guerrero y que le habían contado que en aquella fiesta estarían los mejores. Haciendo gala de su mejor labia y gracias a unas monedas de oro extra para el portero, Aaron se coló con la cabeza alta y la espalda erguida, pero con una sensación de desasosiego en el corazón y unas ganas tremendas de salir de allí corriendo.

 

 

Notas de juego

Ale... cuando de luz verde ya podrías postear. Por ahora aguarda.

LUZ VERDE

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03/04/2012, 23:41
Director

Una vez llegaron a la ciudad, Faliar no tuvo más que mover unos cuantos hilos, informar a algunos contactos y recordar a algunos nobles quienes eran sus amigos para poder obtener sin demasiada dificultad una invitación para la mayor fiesta que nunca se iba a dar en esa ciudad.

Aunque los verdaderos motivos de la familia eran otros.

Notas de juego

Hale, ya estáis dentro, postead cuando queráis detallando como vais vestidos y todo eso.

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03/04/2012, 23:44
Director

Pierre llegó a la ciudad acompañado por su secretaria, hija y amiga, Níobe. Bastante perturbado por el hecho de que la propia condesa les hubiera mandado hasta allí, no dudó ni un momento que lo que quería era entrar en aquella ciudad, por lo que viajó hasta Karlsrude sin hacer escalas.

Una vez allí, no le costó, gracias a su apellido Gabrielense, recibir una invitación oficial a la fiesta. Por parte de la organización todo fueron perdones, pues se lamentaban mucho el no haber recordado invitar a tal ilustre figura... es decir, todo peloteo. 

Muy propio de Gabriel.

Notas de juego

Estás dentro. :P

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03/04/2012, 23:47
Director

Por fin el rubio podría hacer uso de sus nuevas habilidades. Ahora era un ser social, que no repelía a los que veía nada más conocerlos, por lo que la primera idea que tuvo el rubio para poder entrar en la fiesta fue hacerse pasar por un comerciante Abelense con intención de hacer negocios con el señor Frederic.

Gracias a dios, los encargados de las invitaciones no le pusieron ninguna pega a su cohartada, al parecer querían que fuera el mayor número de personas. Por lo que Quint, casi sin esperarlo era otro de los invitados oficiales a la fiesta.

Notas de juego

Ale, a postear ^^

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04/04/2012, 00:01
Director

Alice había previsto todo al milímetro, con precisión de cirujano. O... de asesino profesional. Había estado vigilando durante el primer día el lugar donde sería la tremenda fiesta. No fue difícil conseguir ese dato, al fin y al cabo no se hablaba de otra cosa en la ciudadela.

Cuando vio que una mujer joven, que acudió sola al lugar y se llevó sólo una invitación se alejó comenzó a seguirla. No es que fuera muy parecida a Alice, pero con la cantidad de gente que iría a esa fiesta, la asesina pensaba, y estaba en lo cierto que un ligero cambio en uno de los invitados sería irrelevante.

Como si de un gato negro se tratase, Innominatum acechó a su presa durante un día entero. El tiempo jugaba en su contra y no podría hacerlo durante mucho más. Necesitaba aprender todo lo posible sobre sus formas, su manera de moverse, de vestir. Y sobre todo... sus rutinas.

Al fin y al cabo, asesinar a alguien que conoces bien es mucho más sencillo.

El segundo día, a media tarde, se las ingenió para arrinconarla en un callejón oscuro y acabar con su vida. Casualidades del destino, la señora Beatrice Windestain llevaba la invitación encima. 

Alice sólo tuvo que comprar ropa elegante, maquillaje y elaborar un bonito peinado para para tratar de asemejarse a la señora que ahora se había fundido con el flujo de almas. Una vez en la fila de entrada, fue presentada como Beatrice, y nadie se escandalizó.

La parte más difícil había pasado.

Notas de juego

Ale... ya estás dentro, ahora creo que un primer post detallando cómo vas vestida y todo eso sí que se merece el mundo... no? ^^

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04/04/2012, 00:10
Aaron

Aaron estaba cubierto de arriba abajo por un desagradable sudor frío. Se había obligado a si mismo a no temblar y a mantener la calma por encima de todas las cosas. Aquello tenía que salir bien, y por Dios que así iba a ser.

Intentando no desentonar mucho, cogió un par de aperitivos y una copa de hidromiel que cambió por un zumo al comprobar su contenido etílico. Habló desinteresadamente con algunos de los guerreros de la zona, pidiendo consejos que no le interesaban para nada y dedicando falsas sonrisas a aquellos que se esforzaban por instruirle en el arte de la guerra, aunque sólo fuera verbalmente. En el fondo, y por muy distraído que pudiera parecer-Cosa que se esforzaba por aparentar y que no le costaba mucho hacer-tenía muy claro su objetivo.

De vez en cuando lanzaba miradas de soslayo hacia el conjunto de la sala, buscando con la vista a aquel que pareciera el artífice de semejante celebración. Si lo que Nathaniel le había escrito era cierto, sólo aquel hombre podía darles la llave que les conduciría a Ark, y si quería librarse de la molestia que suponía la presencia de La criatura necesitaba jugar muy bien sus cartas.

Notas de juego

Puesto que Aaron no reconoce a nadie de la anterior partida, no voy a describir su apariencia ahora, sino que voy a esperar a que alguien se acerque a hablar con él (Que supongo lo harán)

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04/04/2012, 01:42
Pierre Conrad
Sólo para el director

Pierre Conrad, adinerado noble de Chaville, no disfrutaba tanto de la pompa y el refinamiento como la mayoría de Gabrielnenses de su clase, no obstante, no era ningún bruto, y tenía el refinamiento que su familia le había inculcado desde que había podido caminar. Además había que mantener las formas. Pero no era eso lo que apasionaba el corazón del aquel hombre, sino ese lugar. El lugar de los sueños. El lugar de sus sueños. Era hermoso, o aterrador. Era perfecto, o mundano. Era un reto, o un hogar confortable. Allí donde vio a Niobe, antes de conocerla y conseguir que su padre la adoptara para tener una hermana pequeña. El lugar del que tanto había aprendido. Aquel lugar era su obsesión, y esa fiesta, una parada en el camino para conseguir llegar hasta allí. Pretendía ser el primero en estudiarlo, y cartografiarlo, como era su trabajo. Sería un gran conquistador. Con los años, Niobe se había interesado por el tema que tanto abstraía  su hermano mayor adoptivo. Y la joven se había convertido en una especie de ayudante. Por ello, y por la relación que guardaba con aquel fascinante mundo, estaba acompañándole en su viaje. También iba con ellos François, uno de los muchos lacayos que servían a la familia Conrad, y que se encargaba de hacer de mayordomo, chófer ocasional y hasta perchero. François llevaba, o ayudaba a coordinar, el transporte del equipaje de su señor, y de llevar, clasificar, y guardar los múltiples mapas, planos, pergaminos, y libros que acompañaban a Pierre en su odisea. Sí, aquella era la aventura de su vida.

Ahora, otro obstáculo. Apenas había llegado a Ark, primera parada en Moth, la tierra que según había estudiado, podría esconder el secreto para alcanzar el Mundo de los Sueños, cuando le habían negado la entrada, Descaradamente, haciéndole bajar hasta aquel pueblucho, pues a ojos del Chavilleniense, eso es lo que era, comparado con la gran urbe que era su hogar, y allí, debía pedir un salvoconducto. Y justo llegaba en el momento en el que aquel a quien debía pedírselo, celebraba una fiesta. Al parecer, esa engreída duquesa pretendía colocar a Pierre en esa fiesta, tal vez por aumentar la lista de alta sociedad, en respuesta a algún posible favor. Pero eso eran suposiciones.

Una vez en el "pueblucho", se alojó en el mejor Hotel que pudo encontrar, y en la mejor Suite posible. Todo lo mejor y más refinado para él y su encantadora ayudante. Decidió dejar la mayoría de sus cosas en la lujosa habitación. El dinero y documentos y libros más importantes, los guardó en el arcón de seguridad de hierro forjado que disponía la suite para guardar los objetos valiosos. En el armario, su opulento vestuario y el de Niobe, no menos espléndido, y también, en el amplísimo armario, apoyado en la pared del fondo, dejó su fiel estoque, regalo de su maestro de esgrima, un arma hecha a medida para su brazo, bellamente elaborada expresamente para él, pero principalmente pensada para la eficiencia. Decidió que no lo necesitaría en la pomposa fiesta. Aunque no iba a ir totalmente desarmado. Ordenó a François ayudarle a Niobe a encorsetarse y ponerse el vestido que ella quisiera. Confiaba en el buen criterio que la joven ya había demostrado muchas veces tener para arreglarse para las ocasiones. Ella eligió un vestido negro con lentejuelas que cruzaban la parte frontal, descendiendo por una falda larga con algo de cola, y con los hombros al aire.

Pierre, mientras tanto, se vistió con unos pantalones de color marrón oscuro estriados de un estilo muy de moda últimamente en Gabriel, una camisa blanca con chorreras y mangas anchas que se cerraban en los puños, también adornados con filigranas. Se calzó unas lustrosas botas marrones, con grabados decorando su superficie. Se ajustó un cinturón negro alrededor de los pantalones y se anudó un lazo algo complicado al cuello, rodeando el cuello de su camisa. Luego se puso un chaleco color miel que tenía reflejos dorados, al que ató la cadenita de un reloj de bolsillo, de tapa, bañado en oro, cuya esfera cerrada introdujo en el bolsillo del chaleco. Después se puso la chaqueta, que colgaba de sus hombros hasta un poco por debajo de las rodillas, también marrón cargada de relieves con filigranas, especialmente en los hombros y en las solapas, y también alguna floritura en los puños de las mangas, que eran más ajustadas que las de la camisa, restringiendo la holgura de éstas. Un par de broches dorados unieron con sendas cadenitas la parte frontal de la chaqueta, de modo que no revoloteaba y se podía ver el brillo del chaleco y la cadena del reloj. Se colocó en el bolsillo exterior izquierdo de la chaqueta un pañuelo perfumado, aparte de las gotas de embriagadora fragancia que se había echado al cuello. Se movió un poco por la parte de la suite en la que estaba, separado por un biombo de la parte en la que Niobe se perfumaba, a juzgar por el sonido del frasco. François salió de detrás del biombo, y con una inclinación anunció que iba a preparar el carruaje. Pierre asintió, no sin ante preguntarle qué tal lucía, y recibir un "espléndido, monsieur" por parte del adulador siervo.

Una vez éste hubo dejado la suite, Pierre siguió moviéndose, y tras comprobar que el atuendo no le ofrecía casi ninguna restricción de movimientos, cogió su bastón, que había dejado sobre la cama. Era un objeto precioso y bello, labrado en una madera exquisita. una argolla dorada separaba un pequeña región de  unos quince centímetros de la madera antes de quedar la vara rematada por una gema de color verde brillante, a juego con los ojos de Pierre. el otro extremo, rematado por un taco firme y resistente, rodeado de otra argolla dorada, algo más larga. En realidad, Pierre no necesitaba un bastón para caminar, pero el objeto aportaba un aire de opulencia y clase incomparable. Normalmente, los nobles de Chaville lo portaban sólo por eso, pero para Pierre era algo más. Era su defensa secreta, por si acaso. No sería la primera vez que tras una fiesta despertaba con quien no debía (como aquella ocasión, cuando tras aquella despedida de soltero, el novio canceló la boda por su culpa, aunque oficialmente acusaba a su prometida de infiel). Aunque los problemas no siempre eran por causa de sus encantos, y podía imaginar mil razones para llevarlo con él. Pero las razones que importaban (pensaba mientras desenvainaba el estoque escondido en la longitud del bastón, cuya empuñadura era el segmento entre la gema y la argolla, que era donde se encajaba el falso bastón que hacía de funda) eran las que no podía imaginar. El arma no era tan magnífica ni tan impresionante como su estoque personal, pero era casi igual de útil (salvo por las guardas), equilibrada y mortal, además de aportar el don de la discrección. Una vez comprobó que el doble filo de la estrecha hoja sequía bien afilado, volvió a guardarlo, quedando el arma camuflada como un magnífico pero ostentoso bastón.

Después se puso su sombrero, marrón y a juego con la chaqueta, decorado también con filigranas en relieve y con el fino ala levemente triangular, rematado en una vaporosa pluma blanca, mientras Niobe salía de detrás del biombo. Estaba preciosa, acompañaba el vestido con unos guantes largos  y una diadema brillante, ambos a juego. Había preparado un pequeño maletín con todos los documentos necesarios para identificarse, además de papel en blanco, pluma y tinta, haciendo la muchacha un estupendo rol de secretaria. Podría parecer una preparación exagerada, pero para un noble de Chaville de su posición, era casi lo básico para no levantar habladurías.

Cerrando la suite con llave, que Pierre guardó en un bolsillo interno de su chaqueta celosamente, bajaron a la calle, donde François les esperaba soteniendo la puera abierta. Pierre ayudó a Niobe a subir, y después de que él mismo subiera, François cerró la portezuela y subió al pescante, para instar al caballo que se pusiera en marcha.

Unos minutos después, llegaron al palacio, que Pierre consideró bastante impresionante, para tratarse de un obstáculo burocrático. El carruaje fue llevado a las caballerizas cuando bajaron, con François detrás de ellos fielmente. Mientras esperaban en la fila a llegar a las puertas, Niobe le dio a François un papel, y el sirviente lo cogió sin preguntar ni mirarlo. Una mera formalidad, estaba mejor visto que ese papel, en el que se listaban todos los títulos y propiedades de Pierre y su familia, como autentificación de su identidad, lo portara el criado. Cuando llegaron a la altura del hombre de oteaba la lista de invitados, Pierre se presentó formalmente: Pierre Jean-Baptiste Vi-Strausse Conrad, duque de ... y una pequeña retahíla de títulos que el cartógrafo había heredado, aparte de su oficio, mientras François le tendía la carta de presentación y Pierre se la entregaba al hombre, que se la devolvió tras ojear las dos primeras líneas. Pierre se la devolvió a Niobe directamente, cansado de tanto protocolo, mientras les guiaban por el suntuoso palacio hasta los jardines. Cuando fue anunciado oficialmente, entró en la fiesta, y comenzó la aburrida pero inevitable mascarada, llena de charlas vacías y presentaciones. Mientras otros nobles le aburrían con sus cotilleos, Pierre tomó un pastelito delicioso de una de las bandejas que desfilaban a su alrededor. Después pidió a un camarero que le trajera un cóctel con una lista de ingredientes casi más larga que su nombre completo, y un néctar de frambuesas para Niobe. La función había empezado, ahora debía buscar al anfitrión para insinuarle lo del salvoconducto.

Notas de juego

Fiiiiiiiiiiiiuuuuuu, vaya peazo post introductorio. Estaba inspirao. me voi a la cama, que me muero de sueño.....

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04/04/2012, 08:42
Quint

El viaje había sido completamente agotador, o eso es lo que hubiera pensado cualquier otra persona. Finalmente, tras más de diez días de marcha sin descanso, Quint había llegado a su destino dos días antes de su objetivo.

Karlsrude. Bonita ciudad. Pero le sobraba ageteo.

Nada más llegar, el chico comenzó la tarea que podría ser la más difícil durante su estancia en la ciudad: buscar alojamiento en las posadas abarrotadas por invitados, visitantes ocasionales y curiosos de mil tipos diferentes. Tuvo suerte de encontrar rápido algo discreto: una bonita y pulcra posada situada cerca del centro de Karlsrude. El precio no era el más barato de la ciudad, pero podía permitirse más perder dinero que tiempo.

Luego comenzó la segunda parte del plan: encontrar ropa elegante. Tenía que ser bonita, pero no preciosa o llamaría la atención. Elegante, pero no ostentosa. Formal, pero no de gala.

Esto es un coñazo. Con lo sencillo que sería entrar por la puerta principal sin dar explicaciones... ¿Quién se atrevería a pararnos? ¿Y quién podría hacerlo? -Decía una y otra vez una voz en su cabeza.

Pero una y otra vez Quint desechaba esos pensamientos. Discrección era lo que le habían pedido, y discrección será lo que habrá. Encontró en casa de uns sastre un traje ideal para su situación y se lo alquiló para un par de días. El hombre no puso demasiados problemas una vez supo dónde se alojaba el chico y hubiera escuchado su coartada de mercader.

Por último, solo quedaba esperar a la fiesta. Quint se bañó y frotó cada parte de su cuerpo a fondo para sacar todo resto de polvo y mugre del camino, y aprovechó que había pagado la habitación para comer en la posada algo de comida caliente por primera vez en días. Era una sensación reparadora, aunque solo una sensación a fin de cuentas.

Al día siguiente, el día del gran evento había llegado. Quint se levantó temprano y se vistió lo mejor que pudo con su nueva ropa. Vestía un traje negro clásico y elegante sobre una camisa blanca y adornado con una corbata y un pañuelo tan rojos como sus ojos. Cepilló su pelo rubio y lo dejó suelto hacia atrás, recogido por su diadema de oro que relucía sobre la frente. Finalmente se puso aquel colgante que le recordaba que todo no había sido un sueño, y escondió un par de hojas en los pliegues de sus ropas.

Siempre hay que tener un as en la manga. O en el pañuelo.

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04/04/2012, 11:41
Catherine Absolom

La chiquilla que hace no más de tres años no había salido nunca de una pequeña isla del mar interior estaba realmente cambiada. Se podría decir que tanto su aspecto, como su mirada era mucho más madura.ç

Y sólo habían pasado tres años.

Catherine cruzó el umbral que separaba el jardín del palacio cogida de la mano de su marido, pero pronto se soltó para buscar un asiento donde poder descansar. Los mayordomos que se encargaban de mantener a todos los invitados de la fiesta contentos y atendidos no tardaron nada en traer a la dama una pequeña butaca, donde podría reposar su cuerpo. No en vano, la mujer era uno de los centros de las miradas y los cuchicheos de la gente en cuanto entró. No por ser conocida, pues nadie en el lugar recordaba haber visto en la vida su cara; ni por su belleza, que aunque capaz de quitar el sentido a más de uno no era lo que más destacaba, era... otra cosa.

Algo más evidente.

La chica iba vestido con un elegante traje del color de los ojos de su marido, y su mejor amiga. Diversos tonos del color de las esmeraldas acariciaban su cuerpo, convirtiendo los pequeños brillos y los pliegues de la ropa en una verdadera textura viva. Es como si la propia Catherine fuera una pequeña piedra preciosa, que se iluminara cuando la luz le incidía.

Los hombros tapados con una pequeña manga que llegaba hasta el codo, era la única parte de tela que subía por encima del escote, un elemento perfectamente marcado en el busto de la señorita. Catherine había aumentado de talla de pecho en los últimos meses, por lo que el vestido tuvo que ser hecho a medida, aunque también hubiera otra razón de mucho más peso. Entre sus senos caía un colgante que brillaba en el más puro rojo fuego, color del rubí que pendía de él. La cadena de plata que lo sostenía titilaba con los destellos de la luz, lo que con los carmesies de la piedra preciosa hacía un efecto casi hipnótico.

Bajo sus pechos se encontraba el verde luminoso del vientre que rodeando a Catherine dejaba la espalda a la vista sólo cubriendo la parte delantera de la mujer, en los tonos verdosos antes mencionados. A partir de ahí, una falda larga que cubría hasta los pies de la muchacha, tan ligera que parecía hecha usando como material el propio aire completaba el conjunto, haciendo de la chica una verdadera belleza.

Pero el elemento que más llamaba la atención de su cuerpo, dejando aparte su precioso pelo rubio platino, y sus ojos miel encantadores era su barriga. Catherine estaba embarazada, de unos cinco meses y medio a judgar por el estado de su cuerpo.

Faliar iba a ser padre, por segunda vez... que él recordara.

 

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04/04/2012, 13:00
Faliar

Faliar se quedó junto a su esposa, atento continuamente a su estado. Desde que le dijo que estaba embarazada, no había dejado ni un momento de preocuparse por ella. La urgencia del viaje y de lo que buscaba había pasado a un segundo plano; lo que realmente le importaba era el bienestar de Catherine. 

Cuando le confesó su estado (porque ya no lo podía disimular más) al principio estuvo tentado de dar la vuelta y regresar a Du´lucart, pero teniendo en cuenta de que para entonces ya habían hecho más de la mitad del viaje, no tenía sentido. Al principio se mostró un poco contrariado; si Catherine ya estaba embarazada antes de salir, debería habérselo dicho. Pero por otra parte entendía que su esposa se lo había ocultado para que no renunciase al viaje, así que pronto la contrariedad fue sustituida por una inmensa alegría: iba a ser padre por segunda vez, y veía ante él la oportunidad de tener una vida feliz junto a sus hijos y su esposa. Pero para que eso fuese posible, antes tenía que resolver ciertos asuntos con el pasado.

Faliar no iba tan deslumbrante como su esposa, pero iba elegante de igual modo. Llevaba un frac azul marino sobre una camisa blanca, pantalones negros de buena calidad y zapatos a juego. En su mano derecha lucía un anillo dorado con el emblema de un grifo. El pelo, más largo que hace tres años, lo llevaba recogido en una discreta cola de caballo. También tenía más barba, y no solo la perilla que llevaba antes, convenientemente recortada y arreglada para la ocasión. Por lo demás, seguía siendo el hombre fuerte y apuesto que había sido siempre, extrañamente joven para su edad, pues pese a estar ya entrado en los 40 (al menos por lo que él estimaba) no aparentaba ni treinta años. 

Se sirvió una copa de vino y pidió otra butaca para  poder sentarse junto a Catherine. Le cogió una mano, y tras dedicarle una sonrisa, dio un sorbo a su copa y dirigió la vista a los invitados a la fiesta, esperando encontrar a quien estaba buscando. Creyó ver a una figura familiar entre los presentes, pero descartó la posibilidad en cuanto la perdió de vista.

- No es posible...

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04/04/2012, 14:40
Director

Sí, no había duda... aquel hombre que había pasado delante de ellos tenía un parecido realmente razonable con Aaron. El hombre se había acercado a una mesa de licores, y había cogido uno que, tras beber un poco volvió a dejar en la mesa para buscar un poco de zumo.

Inconfundible.

Además...

le faltaba el ojo derecho.

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04/04/2012, 14:06
Pierre Conrad

El magnífico y enorme jardín, rematado por un techo acristalado, en el que vibraban los murmullos y las notas de una orquesta de cámara. Estaba repleto de invitados para el festejo. Tantos eran, que resultaba difícil enterarse de qué invitados iban llegando. Aun así, quienes no estaban demasiado  alejados de la entrada, podían enterarse, si es que les interesaba, de qué ilustres invitados iban siendo presentados al entrar. Como con cada nuevo invitado ilustre que llegaba al jardín, el hombre situado en la escalinata que descendía desde el interior del palacio recibió a tres personas, que venían guiadas por otro lacayo a través del palacio.

Se trataba de un hombre de mediana edad, tal vez unos cuarenta años, a juzgar por su pelo cano, aunque sus facciones se mantenían libres de arrugas y se le podía considerar apuesto, un galán. vestía un traje de chaqué, compuesto por una chaqueta marrón que descendía hasta un poco más abajo de las rodillas, y estaba surcada por relieves de filigranas en los hombros, solapas, y puños de las mangas, de las que sobresalían las florituras y chorrerasde una camisa blanca. La chaqueta, de cuyo bolsillo frontal asomaba un pañuelo cuidadosamente doblado, estaba abrochada con dos cadenitas doradas, de modo que permitía ver que bajo ella, un chaleco color miel con reflejos dorados cubría la camisa, de cuyo cuello, adornado con un lazo complicado, colgaban también más chorreras y detalles. una cadenita dorada que salía del chaleco y se perdía en un bolsillo de éste permitía intuir la presencia de un reloj de bolsillo. Más hacia abajo, un cinturón negro circundaba el borde de unos pantalones estriados (como era la moda en Gabriel) y de un marrón algo más oscuro que la chaqueta, que cubrían las piernas hasta quedar rematadas por unas elegantes botas de un marrón oscuro muy lustroso, salpicadas de más filigranas en relieve, con un leve tacón, apenas apreciable para un noble, pero que resultaría incómodo a un hombre de campo. La cabeza del personaje la cubría un complicado sombrero a juego con la chaqueta, también marrón y con relieves, con un ala modesta pero llamativa, de forma casi triangular. El sombrero quedaba rematado por una vaporosa pluma blanca. Las manos del hombre, enfundadas en unos finos guantes de seda blancos, sostenían un bastón decorativo, rematado en una gema esmeralda brillante, a juego con los ojos de su portador, en la mano izquierda, mientras la derecha entregaba al hombre que custodiaba el paso al jardín una hoja de papel.

Tras el caballero, un lacayo estirado, con un traje de pingüino y un ridículo tocado blanco con rulos a los lados de la cabeza, y una hermosísima joven, ataviada con un vestido negro precioso, salpicado de brillantes lentejuelas que descendían por su larga falda, con unos guantes largos a juego y una brillante pero sencilla diadema negra sobre su pelo azabache.

Cuando el hombre que custodiaba la entrada hubo echado un vistazo a lo que ponía, comprobó la lista y le devolvió el papel al caballero, quien se lo entregó a la joven para que lo guerdara en un pequeño maletín que portaba. Entonces el custodio de la entrada dio tres golpes en el suelo con su bastón metálico, como hacía al anunciar a cualquier noble.

Monsieur Pierre Jean-Baptiste du Fontaigne Vi-Strausse Conrad, de Chaville, duque de Le Chateû des Marevilles, La Fondine du l'Ocre, Le Channel Plus y conde de Les Lissandres d'Or, Cartógrafo y Cronista del Principado de Gabriel, y su ayudante, la señorita Madame Niobe Conrad.

El caballero mostraba una expresión que cualquier noble o burgués habría interpretado como modesta indiferencia, pero que cualquier otra persona identificaría de inmediato como aburrimiento. El caballero y su acompañante, seguidos por su silencioso lacayo, descendieron hasta el jardín, y allí comenzó la fatigosa mascarada, de falsas sonrisas y conversaciones repletas de fingido interés. Conrad se tomó un pastelillo que cogió de una bandeja ambulante, y pidió a un camarero un cóctel con más ingredientes que los títulos del noble, y un néctar de frambuesas para su acompañante.

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04/04/2012, 19:07
Faliar

Faliar se quedó mirando al muchacho. Si no le faltase el ojo derecho, no se atrevería a hacer conjeturas. Pero esa pista era inconfundible. Susurró para que solo su esposa y su hija pudieran oírlo

- ¿Ese no era Aaron? Voy a comprobarlo. Enseguida vuelvo.

Se levantó y se acercó discretamente al joven. Aunque estaba impaciente, un reencuentro efusivo llamaría la atención, y además, podría equivocarse

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04/04/2012, 19:12
Faliar

Faliar se acercó discretamente al joven. Cuanto más cerca estaba, más seguro estaba de que era Aaron. Se alegraba enormemente de verlo allí y comprobar que no había muerto en el naufragio. ¿Pero que hacía ahí? Otra vez volvían a cruzarse los caminos... y ya sabía lo que eso significaba. Sosteniendo la copa y sin mirarle directamente, se colocó lo suficientemente cerca para que pudiese oirle sin tener que levantar la voz

- Veo que sigues prefiriendo los zumos

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05/04/2012, 14:37
Alice

Beatrice Widestain

No hubo títulos, quizás por petición de la propia aludida. La gente tampoco se giró al oír el nombre, pensando que debía de ser otra noble de baja cuna o invitada de última hora, sin demasiada relevancia entre la crema de Gabriel. Los pocos que, sin embargo, dedicaron a la joven una breve ojeada, se dieron cuenta de que la tal Beatrice era mucho más de lo que podría pensarse por su escueta presentación

Y no eran pocos los ojos que se quedaban prendados de ella. Aunque se intuía cierta desmejora que con el tiempo había mermado una belleza que debió de ser cuasi divina, nadie podría negar que su aspecto era uno de los focos de atención que iban atrayendo poco a poco a los menos precavidos a su alrededor. Su rostro, de porcelana, presentaba algunas líneas poco perceptibles, que demarcaban, si no una edad ya algo madura, al menos sí cierta experiencia y sabiduría extraídas de la propia experiencia. Pero estos eran detalles que solo eran advertidos tras un breve escrutinio, pues la primera impresión que ofrecía la tal Beatrice era, como poco, impactante

Dos ojos penetrantes parecían bucear entre los rostros de los allí presentes, como si estuvieran analizando dentro de las máscaras que estos utilizaban para cubrirse. De color verde oscuro, parecían irradiar cierto brillo propio del que se siente seguro y se mueve por un terreno ya conocido. Tanto por sus movimientos como por su actitud y sus gestos, estaba claro que la mujer no era ninguna novata en el arte de la conversación y el baile de máscaras que suponía cualquier encuentro de la nobleza gabrielense que se preciara. Pero sus ojos no eran lo único que destacaba en su aspecto

Su peinado estaba tan trabajado como bien diseñado. Cientos de bucles tapizaban un frontal bastante voluminoso y llamativo, adornado con un broche plateado que relucía entre el mar negro de rizos y mechones negros como la noche. La parte trasera caía en cascada por encima de los hombros y la parte superior de la espalda, algo menos cuidada pero no por ello menos estética o adecuada. Era obvio que la mujer debía de haber pasado mucho tiempo realizando ese trabajo con sus cabellos, pues ningún sirviente la acompañaba. A menos, claro, que hubiera contratado a alguien para ayudarla. Un observador muy atento y detallista podría haberse dado cuenta de que el cabello oscuro estaba en realidad tintado, aunque con increíble maestría. Cuál era el tono natural de este, nadie sabría decirlo

El vestido merecía otro aparte. Beatrice se había decantado por un modelo clásico y no demasiado recargado, de color rosa pálido que contrastaba fuertemente con el tono de sus cabellos. El corsé y la parte superior del vestido daban paso a una ancha aunque delicada falda que recordaba el aspecto de una flor invertida abriéndose ante la brillante luz de la luna. Unos guantes del mismo color remataban el aspecto, dando al conjunto un resultado algo simplista pero que cumplía perfectamente con su objetivo: Resaltar la belleza de su portadora sin dejar de ser, por ello, otro simple conjunto más. Una elección segura, poco arriesgada, y bastante inteligente por parte de esta

La personalidad de la joven no tardó en hacerse bastante palpable para los más observadores. Aunque su belleza, que otrora habría brillado como ninguna en aquel salón de baile, ahora competía con las de otras pocas elegidas, su carisma natural y habilidad a la hora de manejar las conversaciones la ponía claramente por encima de ellas. A pesar de ser prácticamente una desconocida entre los círculos sociales que se movían por la fiesta, no tardó más de unos pocos minutos en comenzar a tener un pequeño corro de seguidores detrás de ella. Algunas mujeres la miraban con mal fingida envidia, otras se limitaban a encogerse de hombros, y otras pocas iban a charlar con ella. Sorprendentemente, aunque Beatrice mantenía una actitud de cortesía y amabilidad con todos los que trataban con ella, algún experto en la materia podría haber adivinado que sus verdaderas intenciones eran bien distintas: Ni buscaba llamar la atención, ni deseaba tener a ese coro de nobles y burgueses rondándola. Sus rechazos eran sutiles y acolchados, pero no por ello dejaban de ser rechazos

Un hecho curioso era la forma que tenía de presentarse a los demás. Aunque la habían presentado como Beatrice Widestain, ella solía hacerlo como Beatrice Fontaine. Si alguien la pregunta por la razón de esta incoherencia, aseguraba que el apellido de su madre era mucho más sonoro y elegante, y que, aunque no sentía vergüenza alguna por su primer apellido, prefería presentarse usando este otro, pues el conjunto la resultaba más musical y agradable para el oído. Algún entendido podría haber visto fácilmente cuál era la verdadera razón: Widestain no era un apellido propio de la nobleza gabrielense

¿Quién era en realidad esa desconocida? Nadie parecía saber nada de ella, pero muchos darían cualquier cosa por saberlo. Incluso las lenguas más viperinas y las máscaras más bien manejadas reconocían su talento para las intrigas, como si aquel fuera un juego al que no pocas veces hubiera jugado. Pero ninguno recordaba haberla visto antes... O, al menos, eso es lo que parecía. Ya que, por otro lado, no dejaba de ser una mujer de la que era difícil olvidarse, por suerte...

O por desgracia

Notas de juego

La parte frontal del peinado es algo como

La parte trasera, y el vestido, es algo como

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05/04/2012, 15:14
Aaron

Aaron dio un respingo y se giró hacia la persona que había hecho el comentario. Tras mirarle de arriba abajo con un ojo entrecerrado y la confusión pintada en su cara, alzó su copa de zumo y su mirada saltó hacia ella.

-Si, bueno. Siempre me ha gustado el zumo. Mucho más que el vino o cualquier bebida alcohólica.

El muchacho le dedicó una breve sonrisa de cortesía y su mirada volvió a saltar una vez más hacia la sala al tiempo que una tal Beatrice Widestain era anunciada. Sin dedicarle más tiempo a la mujer de lo que dura un pestañeo, volvió a girarse hacia su interlocutor.

-Usted, sin embargo, prefiere el vino-Señaló el líquido-¿Es bueno?

Aaron iba ataviado con unos sencillos pantalones negros y una camisa blanca a juego. Su pelo se deslizaba indomable hasta la nuca y tapaba parcialmente un parche colocado sobre su ojo izquierdo. Estaba claro para cualquiera que le prestase un mínimo de atención que no tenía ni la más mínima idea de etiqueta, así como de vestimenta. Comía a destiempo, cerraba la boca al masticar sólo cuando se acordaba y hacía bailar su copa de zumo de una mano a otra sin ningún tipo de elegancia. No, no había nacido para las reuniones sociales.

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05/04/2012, 15:28
Faliar

O no le había reconocido, o se hacía el loco. Lo que estaba claro es que sus modales en la mesa no habían cambiado tampoco, lo cual le hizo reirse por lo bajo al recordar la escena en la mansión del Marqués. Contempló unos instantes a la tal Beatrice y toda la cohorte de babosos que habían surgido a su paso; había algo en su belleza que le resultaba conocido, pero la mujer desapareció en mitad de una multitud y no pudo fijarse mejor. Luego respondió al muchacho

- No soy un experto, pero está bueno, y viendo lo pomposo y recargado que resulta todo esto, estoy seguro de que un buen dineral si que vale

Le puso una mano sobre el hombro

- Me alegro de verte. Temía que no hubieses sobrevivido al naufragio

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05/04/2012, 15:37
Aaron

La sonrisa de Aaron se le congeló en la cara mientras miraba directamente a los ojos a aquel hombre. ¿Le había puesto una mano en el hombro? Si, lo había hecho.

-Que se alegra de… ¿Verme?-Parpadeó, sintiendo ahora todo el peso de la mano sobre su hombro-¿Acaso nos conocemos?

Aaron sonaba sincero.

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05/04/2012, 15:44
Aaron

Aaron sintió un acceso de miedo que consiguió reprimir antes de que algo en su expresión lo delatara. Aquella escena le resultaba terriblemente familiar y sabía a que se debía. Nathaniel. Aquel maldito bicho había vuelto a hacer de las suyas.
Una vez más, la sensación de no sentirse dueño de su cuerpo volvió a golpearle con una fuerza abrumadora, pero se las arregló para que nada de aquello saliera a relucir. A ojos vistas, Aaron seguía siendo el de siempre.