Partida Rol por web

Faliar se rió ante el desconcierto del chico. Luego bajó el tono de voz para que nadie más le oyese

- Caray Aaron, ¿tanto he cambiado? Vale que me he dejado barba y el pelo largo, y que no es lo mismo verme de gala que repartiendo golpes de hacha, pero joder, de ahí a no reconocerme... Nicolai Organov, pero tu puedes llamarme Faliar -dijo guiñándole un ojo

No era posible. 

Definitivamente, Alice... Beatrice, Xerine... como quisiera llamarse, estaba alucinando.

La chica que había pedido un asiento y se encontraba un poco apartada en un lado del jardín no podía ser otra persona más que Catherine, la bella cantante de Córvinus, que, ahora, la superaba en belleza. A su lado, permaneciendo a su vera para velar por si necesitaba cualquier cosa una niña cuyas facciones eran realmente similares a las de aquella pequeña flautista de la misma isla. Era Nahia... Y no era sólo eso, había una pareja hablando al lado de una de las mesas con licores y bebidas... una pareja que le resultaba muy familiar.

Faliar....

y Aaron.

¿Era una broma del destino?

Aaron boqueó un par de veces hasta que consiguió hablar.

-Faliar...-Repitió, a pesar de que ese nombre no significaba nada para él-Me temo que se está equivocando de persona-Pero si lo estaba haciendo sabía su nombre.

La cabeza del muchacho era un hervidero de pensamientos. Buceaba en su memoria, tratando de encontrar en ella a la persona que tenía delante, pero por más que lo intentaba no lo conseguía.

-¿Cuando fue la última vez que nos vimos?-Volvió a sonreír con cortesía.

Eso último le sorprendió; ¿estaba fingiendo o había perdido la memoria?

- Hace tres años; Corvinus. ¿No lo recuerdas?

No le gustaba, no

Su instinto de asesina se removía, inquieto, dando zarpazos y dentelladas, instándola a alejarse de allí. Pero... ¿Qué otra opción tenía? Su misión estaba clara, y no veía otra manera de comenzarla, no digamos ya de completarla. Alice siempre intentaba anticiparse a los movimientos de los demás, pero en aquella ocasión estaba realizando un tiro a ciegas... Y eso hacía que todos sus sentidos estuvieran disparados

Para empezar, no sabía nada del tal Frederic. Oh, sí, había intentado recopilar mucha información, pero todo eran rumores, detalles de su vida pública o pequeñas verdades a medias que poco le importaban. En esos momentos sabía lo que habría sabido cualquier otro integrante de la fiesta que no tuviera una buena relación con el anfitrión: Nada. Nada útil, al menos. Tenía que conseguir ese salvoconducto como fuera, pero no tenía nada que ofrecer al cambio. ¿Tenía que esperar que el tal Frederic se interesara en ella y decidiera condecerla ese don? ¿Tendría que esperar a un momento de despiste para conseguirlo por métodos menos legales? ¿O tendría que vender su cuerpo como una ramera más? No le importaba, pero eran opciones demasiado complicadas. Ninguna le ofrecía la misma seguridad que otras más preparadas y trabajadas. Mirar a una persona, contemplar sus movimientos y estudiar sus rutinas, ese era su verdadero modus operandi. Buscar lo que desean, conseguirlo y luego hacer un trato con ellas. Amenazarlas, sugestionarlas o seducirlas, sabiendo a lo que se enfrenta uno. Pero no así. Lo único que podía hacer era improvisar sobre la marcha. Era frustrante

Luego estaba el hecho de su imagen pública. Sí, había invertido tiempo y esfuerzo en maquillarse y prepararse para que nadie pudiera reconocerla, pero la situación no marchaba nada bien. Estaba atrayendo demasiada atención casi sin proponérselo, y eso no era bueno. Nada la aseguraba que no hubiera una asesina de Selene entre los integrantes, o algún sirviente del conde de Monteglione. Puede que algún noble muy observador se diera cuenta de que tenía un aire a esa bella joven que tiempo atrás había hecho las delicias de los aficionados a la música en Chaville. Cualquiera de esas opciones la aterraba: Aunque no implicara un enfrentamiento directo, sí revelaría su posición... Y luego sería cuestión de tiempo que recibiera alguna visita no deseada

Por desgracia, sus viejas costumbres la estaban jugando una mala pasada. Llevaba tanto tiempo sin jugar al baile de máscaras que ahora su cuerpo parecía moverse solo, sus labios pronunciaban frases olvidadas largo tiempo atrás, y sus músculos se tensaban para dibujar un lenguaje no verbal que hace años había sido tan natural en ella como el respirar. Sentía una especie de morboso deleite, una profunda satisfacción que la hacía desear más... A pesar de ser consciente de que si cruzaba la línea ya no habría vuelta atrás. Pero era en ese tipo de peceras donde se había movido mejor Xerine, y aún quedaba algo de la intrigante música en Alice. No podía evitarlo: Tenía que bailar

Lo mejor sería empezar a centrarse en su verdadero objetivo. Debía encontrar a Frederic y comenzar a tantearle, si quería lograr tener el salvoconducto en sus manos antes de que acabara la noche. Quizás un acercamiento menos directo, intentando acceder a él por medio de sus allegados, o puede que algo menos sutil, si daba la casualidad de que no estaba demasiado solicitado. Cuanto antes terminara con toda esa farsa, antes podría desaparecer, y cuanto antes pudiera desaparecer, mejor para todos. Había demasiadas variables en juego, y no estaba dispuesta comprobar las consecuencias en caso de que algo saliera mal

Lo que no sabía es que, efectivamente, había más variables de las que creía. Y no tardaría en descubrirlo

Durante unos segundos, Aaron desenfocó la mirada sin perder la sonrisa, lo que le confirió una expresión un tanto cómica, pero cuando volvió a fijarse en Faliar ésta se había vuelto algo más dura.

-No conozco tal ciudad. ¿Puede estar en Helenia? Es allí donde he pasado gran parte del tiempo estos últimos años.

A pesar de que trataba ser correcto, Aaron se había distanciado unos centímetros de Faliar.

La chica que acababa de entrar en la sala.. 

Beatrice...

No, él la conocía por otro nombre, y no exactamente el que se había presentado. La había visto, hacía aproximadamente un año y medio. Estaba seguro. Esa cara era imposible de olvidar. Sí, ahora estaría bajo capas de maquillaje y perféctamente vestida, pero cuando él la había visto tenía una expresión mucho más limpia, decidida, mucho menos... aristocrática.

Era la lider de un gran ejército... o eso quería recordar. No es que sea demasiado fácil traer a la memoria una cara que has visto...

en un sueño.

Y no era la única sorpresa. ¿Aquel hombre que estaba en la mesa hablando con ese tipo tan extraño del parche en el ojo no era Faliar? Había sido su compañero de fatigas en Gabriel durante sus años mozos.... hacía lo menos 20 años. Parecía que no había envejecido nada.

Estaba desconcertado. Tal vez en el naufragio hubiese perdido la memoria. O tal vez se hubiese equivocado de persona... Pero no podía ser; estaba seguro de que era él

- No, no... Una isla de... -se interrumpió; si no lo recordaba, no tenía sentido tratar de concretar más- ¿De verdad no sabes de que estoy hablando? ¿Catherine, Xerine, Quint...? ¿No te dicen nada esos nombres?

Dio un sorbo, aunque su gesto era preocupado

- ¿Al menos tu nombre es Aaron, no?

Esta vez, el miedo se convirtió en odio. ¿Cuantos recuerdos le había arrebatado Nathaniel? Por el bien de los dos esperaba que aquella empresa saliese bien y abandonase su cuerpo.

Porque cuando lo hiciera, sería el propio Aaron quien acabase con él.

Llevaba desde que había entrado en la sala así, pero ahora Faliar se dio cuenta de que su anillo no es que estuviera caliente, es que quemaba al tacto, y los ojos del grifo parecían verdaderos rubíes. No es que Aaron le estuviera mintiendo... o al menos no tenía por qué ser eso. Es que la cantidad de mentiras por metro cuadrado de ese lugar....

tendía a infinito.

Aaron asintió y tragó saliva. Su cara había palidecido ligeramente.

-Si, mi nombre es Aaron, pero no se de quien me habla. ¿Está seguro de que no se ha equivocado de persona?

Volvió a mirarle a los ojos y volvió a tratar de recordarle. Todo intento fue en vano.

Faliar dejó la copa y cubrió su anillo disimuladamente con su mano izquierda. Ya se esperaba que en una fiesta llena de nobles, las mentiras volarían por todas partes, pero no que su anillo reaccionase así.

Faliar dejó su copa y cruzó su mano izquierda por delante de la derecha

- Estoy completamente seguro de que eres quien creo que eres

Se acercó a él, para evitar que nadie más oyese lo que iba a decir

- ¿No recuerdas tampoco como perdiste el ojo?

El anillo empezaba a quemarle de verdad, y no podía dejárselo puesto y seguir disimulando. Deslizó con cuidado la mano izquierda, y se quitó el anillo, guardándolo dentro del puño. Como no se le ocurría nada mejor que hacer con él, lo dejó caer con disimulo en la copa de vino, esperando que el color oscuro del líquido lo disimulase. Si Aaron le había visto, ya se lo explicaría más tarde.

Aaron entreabrió la boca y se tocó suavemente el parche de su ojo mientras negaba con la cabeza, pero apenas un instante después, su rostro se endureció.

-]Y según usted, ¿Cómo lo perdí? Me gustaría saberlo-Y no mentía.

Abrió la boca, luego la cerró. Luego volvió a abrirla

No

Fue una única palabra, pero tan contundente que incluso el noble que en ese momento estaba contándole su última fanfarronada calló bruscamente. Beatrice oyó una especie de pregunta confusa, pero no pudo procesar el contenido. Decidió soltar alguna frase estereotipada para disculparse y se alejó de su interlocutor sin más ceremonia

No, no, no, no

No podía ser. De todas las personas que... No, no, y no. Mil veces no. Que todos los demonios se reunieran para maldecir a Seline y a sus estúpidas profecías. Que el mundo se tragara toda esa mierda del destino. Ella ya no era la misma persona, pero lo que valía para la sonriente Xerine se seguía aplicando para la tajante Alice, o eso parecía. No era justo. No era nada justo

No pudo evitar sonreír con ironía. No había dejado de repetir esa frase durante los últimos años, y a estas alturas ya había perdido todo el sentido. Faliar, Catherine, Nahia... Todos estaban allí. Incluso Aaron. Todos habían ocupado espacio en sus pesadillas, y ahora se reunían para atormentarla. Todo su plan se caía a pedazos, y entre los escombros solo quedaba perplejidad. Ironías, siempre ironías. La casualidad era su vieja compañera de fatigas, y ahora volvía a situarse a su lado, con expresión burlona, mientras murmuraba un provocador "¿me echabas de menos?"

No, no te echaba de menos. Pero te esperaba

Su mente comenzó a funcionar de nuevo. No se permitió dudar mucho más tiempo. Tenía que tomar alguna decisión

Xerine se habría mantenido oculta entre la multitud, evitando una confrontación directa. Habría intentado alejarse, buscar un plan alternativo. Alice había aprendido que la magia existía, que era una perra traicionera y que si había decidido actuar, poco se podía hacer para contrarrestarla. Una coincidencia era creíble. Dos eran aceptables. Tres eran muy poco probables. Cuatro ya rozaban el absurdo. Solo había tres explicaciones viables: La primera, que fuera todo una casualidad. No le extrañaría que hubieran sobrevivido todos al naufragio, y que Aaron hubiera decidido permanecer junto a la familia recién reunida. La segunda, que estuvieran buscándola, en cuyo caso era cuestión de tiempo que la encontraran, teniendo en cuenta sus dotes mágicas. La tercera, que una fuerza más poderosa les hubiera reunido. Daba igual: No podía remar contra la corriente. En esa situación, intentar aceptar los hechos y corregir el rumbo poco a poco era lo más adecuado. Necesitaba información... E iba a obtenerla

Así que se acercó a Nahia, colocándose a su espalda

De todas las personas a las que habría esperado ver esta noche Espero a que la joven se girara para seguir hablando, esbozando una sonrisa de medio lado Creo que tú estabas de las últimas en la lista

Nahia estaba al lado de Catherine, por si acaso su madre quería algo que no se tuviera que levantar. Todo el mundo parecía divertirse, o al menos, pasar el tiempo. El baile de máscaras que era la fiesta quedaba muy lejos para lo que había sido educada la pequeña. Sin embargo, un sonido familiar apareció tras ella, una voz que hacía demasiado tiempo que no escuchaba, y que, sinceramente pensaba que no volvería a escuchar.

De todas las personas a las que habría esperado ver esta noche

Nahia se dio la vuelta lentamente.

Creo que tú estabas de las últimas en la lista

Xerine.

- Como resultado de un pacto. Sé más detalles, pero es... complicado de contar, y más en este lugar, con tanta gente. Si quieres acompañarme... Estoy junto a mi esposa y mi hija. -y señaló hacia donde se encontraba sentada Catherine

Aaron guardó silencio mientras valoraba que era lo mejor, si acompañar a un completo desconocido para que le contase una historia que fácilmente podría ser inventada o quedarse allí y seguir disfrutando de la fiesta

-Verá, Faliar. Lo cierto es que me encantaría escuchar esa historia, pero ésta es una ocasión única y también me gustaría disfrutar de la fiesta. Si a usted le parece, podemos hablar más tarde, cuando las cosas estén más calmadas.

Una vez más, y de forma casi pedante, Aaron volvió a sonreír con cortesía.

Faliar se encogió de hombros

- Si, en eso estoy de acuerdo. Pero si sigues teniendo dudas... creo que mi esposa y mi hija también te reconocerían. Luego hablamos.

Se despidió con un gesto de Aaron y se volvió con Catherine. Ese encuentro le había turbado bastante.