Partida Rol por web

Aaron tragó saliva. Para él, aquella conversación y aquel momento estaban pasando a cámara lenta. Dos esbirros de dos poderosas organizaciones. Si esas organizaciones chocaban, las consecuencias serían inimaginables...y estaban a punto de luchar.

El chico decidió mantener la boca callada. Si había que luchar, lucharía, pero aquella no era su guerra. ¿Julius había muerto? No podía evitar sentir cierta lástima pero apenas había conocido a aquel hombre y no le debía nada.

¿Selene? Ya tengo un nombre.

Quint se colocó lentamente en guardia.

-Y si no colaboras, serán más. Empezando por tí y tu otra compañera.

Faliar cada vez entendía menos. ¿Selene? ¿Así se llamaba la asesina que tenía delante? ¿Tan buena se creía como para ponerse al mismo nivel que la Inquisición? ¿Y que demonios quería Quint de ella, o de Xerine?

-O puede que la inquisición empiece a caer por partes... Todavía no me has dicho tu plan, pequeño.

La tensión se podía cortar con una cuchara. Los dedos de la asesina se crispaban en torno a la lanza, como si esperara en cualquier momento un ataque...

-Ni tú me has traído a tu amiga.

La oscuridad envolvió a Quint, que se lanzó corriendo a través (literalmente) de los muebles de la habitación que los separaban.

-En ese caso, ¡muere aquí y ahora, zorra del demonio!

Los músculos de Aaron se tensaron y se preparó para luchar. Por lo que sabía, la otra asesina podría estar a sus espaldas y no se darían ni cuenta.

Mientras Quint se lanzaba al combate, gritó lo suficientemente alto como para que le oyera.

-¡Recuerda que es una fuente de información muy valiosa!

Los músculos de la asesina se tensaron como nunca. Aquel crío estaba demostrando unas habilidades sobrenaturales muy poco comunes. Pero tanto ella como sus propias técnicas podrían hacerle frente. Sólo necesitaba un golpe de gracia, un primer ataque desequilibrante y los demás puede que tuviera demasiado miedo como para atacar.

Apretó tan fuerte su arma que casi se hizo sangre en sus propias manos. Cerró los ojos un instante justo antes de que el inquisidor comenzara a atravesar los muebles de la habitación y sintió la habitación a su alrededor. Cuando eres una asesina experimentada no es sólo lo que llevas en las manos lo que es capaz de matar. Todo el entorno es tu arma.

Una mesa, una silla, el pequeño armario y las maderas que estaban a medio quemar en el hogar. Todo ello pudo sentir con sólo escuchar el entorno y oler el ambiente. Incluso el sudor que recorría la cara de Faliar, y la herrumbre del arma improvisada de la niña. Escuchaba el latir de los corazones de sus enemigos y el suyo propio, que había acelerado de pronto dando una descarga de adrenalina a todo su cuerpo.

Sólo había que actuar con velocidad y precisión. En fin, ese era su trabajo.

El rubio estaba ya a poca distancia, era hora de empezar con la acción. Cada una de las células de su cuerpo sintió la tensión, y su alma salió fuera de ella. Un aura azulada la cubrió por completo, tanto a ella como a su arma. Ésta parecía lenguas de fuego que acariciaban su cuerpo, quemando sus músculos convirtiendo en energía toda su reserva física.

Sus pupilas tornaron rojas y una tremenda fuerza liberada tomó control de su cuerpo. Antes siquiera de que el rubio llegara hasta ella, estaba saltando en la silla y elevándose por encima de Quint que no pudo hacer otra cosa más que mirar con sorpresa la veloz reación de la asesina.

Su pelo marcaba el recorrido de su cuerpo, dejando un río congelado en el aire, allí donde su figura había estado instantes antes. Sus piernas casi tocan el techo, y sus ojos estaban clavados en la nebuliforme figura del cazabrujas, midiendo cada movimiento, tanto suyo como de su contrincante.

La lanza, por su parte giraba en las manos de Tsuki como esperando su destino final, deseando probar la sangre de Quint.

La voltereta terminó con Tsuki de rodillas, justo delante de Quint, espalda con espalda con él. Mas su lanza no apuntaba hacia delante, sino que ya se había alojado en el vientre del inquisidor, atravesando aquella masa informe de poder del némesis, e hiriendo al verdadero ser que había detrás.

Su pelo cayó entonces, ocultando su expresión y mostrando tras la cortina azul los ojos rojos brillantes.

Un gesto más fue suficiente para infundir, si no temor, sí respeto en los corazones de los que habían presenciado aquella demostración.

Sólo faltaba un movimiento más, otro salto, esta vez para atrás. Usando la lanza como apoyo, volvió a colocarse tras la mesa, que quedó derribada con el movimiento. Y con la inercia del salgo dio un latigazo con su arma, haciendo que Quint saliera disparado hacia la otra parte de la habitación, golpeando con la pared al lado de Faliar, Nahia y Aaron. Su carga había sido un fallo estrepitoso, y Tsuki clavaba sus ojos en los demás, esperando su ataque.

Pero había algo más... se la veía jadear. Mucha energía en ese ataque. Quizá no fuera aún suficiente para caer extenuada, pero su cuerpo había realizado un esfuerzo brutal.

Y para muestra, el cuerpo del inquisidor, del que manaba sangre como en un manantial.

Ahora Tsuki estaba tras una mesa, si querían ir a por ella tendrían que saltarla... o derribarla.

-Te lo dije criajo. Juega a mi son, o deja de jugar.

Faliar recuperó la compostura y se dispuso a lanzarse al combate. Parecía que las intenciones de Quint no eran negociar, después de todo.

O eso esperaba. Ya tendría tiempo para preguntarle cuando acabasen con la asesina.

La conversación no era el fuerte de Quint ni de aquella tipeja, por lo que se veía.

Nahia cambió el emplazamiento de la flauta por el de su nueva e inútil arma. Aquella daga que había cogido en la herrería era en verdad bastante inservible si nunca habias cogido una antes.

Las palabras parecían dejar pasos a los actos...curiosamente eso solia pasar mu a menudo, especialmente con Quint por medio.

Eso le honra. Haber cuidado de ellos de forma tan altruista... Aunque, por otro lado, es usted sacerdote

Sonrió, intentando quitarle peso al asunto

Hablando de la hermana... ¿Dónde está?

François estaba decaído, sentado en un banco del fondo de la iglesia. No podía levantar la cabeza y se le escuchaba sollozar. Miró a su señor, y volvió a bajar la cabeza.

-Pregunte lo que quiera...

-Debería de estar aquí. Lo estaba comentando antes con Laguna... Bueno, supongo que se habrá retrasado un poco... no pasa nada. Tendrá que estar al caer.

Sonrió a Alice y se dio la vuelta,

¿Laguna? ¿Seguro que no sabes donde está tu hermana?

Una niña preciosa, sin duda Alice aprovechó que el cura se giraba para lanzar otra mirada a la ventana, luego a la puerta Aunque algo inquieta, por lo que he visto hasta ahora. ¿Soy demasiado osada al aventurar que sus intereses son algo más mundanos que los de su hermano?

-Me ayuda.. de eso no hay duda. Pero no tanto como Laguna. En ocasiones desaparece de nuestra vista, y vuelve al día siguiente, bastante más contenta. No le digo nada, mientras no salga de los muros, y sabe que no puede hacerlo, no me preocupa.

Se quedó pensando un momento...

-No, no es tan inconsciente como para salir de la aldea.

-No... Una voz sonó desde la sacristía.-¿Puedes ayudarme con esto, papá? Pesa...

-Voy. Tranquilo, no hagas muchos esfuerzos. Tienes que cuidar ese costipado...

Joshue se dirigió a la sacristía. Desde ahí, su "hijo" le pedía ayuda para transportar algo pesado. Sonrió a Alice una vez y se dio la vuelta, dándose un poco de prisa. Tenía dos acepciones de padre su nombre. El sacerdote de la aldea, y el adoptivo de esos dos críos.

A decir verdad, parecía una buena persona, lejos de sus apariciones populares.

Alice asintió, conforme

No se lo tenga en cuenta. El corazón de las mujeres es casi siempre más inquieto y rebelde que el de los hombres. Está en nuestra naturaleza

La asesina recorrió la plaza corriendo sin mirar atrás. No quería esperar ni un segundo, y si el carro estaba ahí seguro que encontraba a aquel cochero que tanto trabajo les había costado seguir. Si ahora estaba vivo, no era por otra razón que guiarlas hasta sus objetivos. Pero ya estaban allí, ya no hacía falta. Sería el siguiente en morir.

Cuando llegó hasta cerca de la puerta, redujo el paso. Una verdadera asesina nunca entra corriendo en un sitio, evalúa la situación y luego se arriesga.

Miró a ambos lados, sólo había una ventana, y estaba muy elevada. Además, tendría que romperla y eso haría mucho ruido, no podría cerrarla encaramada a ella... sin embargo sí que se le ocurrió una idea.

Entró en el carruaje y apartando el cuerpo de Julius sin más miramientos abrió el cajón. Ahí había ropa, ropa de mujer. Ropa de fiesta quizá. Sí, podría valer. Entrar camuflada y al menor gesto atacar con todo lo que tiene. Al fin y al cabo, es sólo cuestión de ganar unos segundos...

Y había que crear una distracción. Cogió el reloj de bolsillo de Alice que descansaba en ese cofre, y desgarró algunas telas y ropa que había en el baúl. Con mucha más habilidad que un perfecto artesano, tenía creado un arco tenso, que se dispararía cuando el reloj marcara las doce en punto... 

Exáctamente... dentro de diez segundos.

El sacerdote afirmó con la cara y suspiró antes de entrar en la sacristía y cerrar la puerta. Conrad estaba con François, quien parecía alicaído y triste. Quizá la pérdida de Julius le había afectado a él también, o quizá era el cansancio del viaje... aunque por eso no lloras a lágrima viva.

Las puertas se abrieron en ese momento, y una mujer con un traje realmente intrincado entró en la iglesia. Parecía que cojeaba y por lo abultado del vestido tendría que ser una señora regordeta. Iba con las manos cruzadas y no levantó la cabeza en todo el rato, caminando con cuidado como si fuera a caerse en cualquier momento.

Y justo cuando estaba entrando... otro sonido, más estruendoso, venía de la parte de arriba de la iglesia, de la zona donde estaba la ventana... ¿qué era?