Partida Rol por web

Las palabras masculinas que flotaron en el aire se desvanecieron dejando un eco siniestro, tan pronto como habían llegado. Un halo de misterio descendió sobre todos. Julius estaba en el suelo de rodiilas. Al parecer ese conjuro era agotador. Por su expresión en el rostro él no había escuchado las palabras que habían resonado en la habitación, sólo ellos, los elegidos, los condenados habían podido escuchar esa declaración.

¿Qué significaba?

Conrad, que había acabado de escribir las peticiones, sin olvidarse de pedirle a Fraçois algo de ropa más cómoda, especialmente para las mujeres, y había guardado ambas hojas, cuidadosamente dobladas, junto con las llaves que le dieron, en un sobre, que selló con cera de una vela roja que había en el escritorio y estamó con su anillo el escudo de los Conrad en el líguido caliente antes de que se enfriase. Después, se colocó donde les indicaba Julius y observó los preparativos con curiosidad.

El despliegue místico que presenció a continuación le dejó estupefacto, con el añadido especial de aquella voz de ultratumba. No se movió, ni dijo nada, preguntándose si ya había terminado, o el proceso había sido interrumpido.

"El descenso del Cuervo"

Esas palabras se habían quedado grabadas a fuego en la mente de Faliar. Casi parecía algo personal ya, aunque el mensaje hubiese hecho especial hincapié en la "hermosa mujer de ojos verdes". Como venía sospechando, se estaba metiendo directamente en la boca del lobo, y había arrastrado a Nahia y a Catherine con él. Se sintió culpable, pero en parte entendía que, si no hubiese hecho ese viaje, todo aquello habría ido a buscarle a él, y entonces quizás hubiese sido peor. Porque él ya asociaba los cuervos a aquel hombre que vio flotando sobre Corvinus instantes antes de su destrucción, y que a veces también sentía acechándole en sus sueños; el que fuera el señor de Raptor, de Emil... y también de él mismo.

Julius no parecía haber oído nada, por lo que prefirió permanecer en silencio. Ya lo hablaría con los demás. Sobre todo con Xerine. No le cabía la menor duda de que ella era la mujer a la que se refería la voz.

Se levantó del suelo lentamente,y miró a sus compañeros con gesto serio

- Bien, ¿nos ponemos en marcha?

Aaron se sobresaltó al oír la voz. No había entendido mucho de lo que había pasado, pero intuía que no era nada bueno.

Sin atreverse a mover un músculo, guardó silencio hasta que el resto decidiera que hacer. Por lo visto el que más perdido estaba allí era él.

Y sin embargo, a Nathaniel le resultó extráñamente familiar esa voz, demasiado conocida. Pero, no la lograba ubicar. De lo que estaba seguro es de que no era la primera vez que la escuchaba.

Ni sería la última.

¿Malekith? ¿Eres tú?

Ah, sería delicioso...

A medida que sentía la magia entrando en su alma, Quint luchaba contra el impulso de destruir el conjuro y reducirlo a cenizas. Solo el inminente peligro al que estaba expuesto Selten le permitía contenerse. A cada instante, sentía la bilis en la garganta y cuando el conjuro terminó tuvo que retener una arcada. Si ese conjuro había hecho algo en su alma, este no era ni mucho menos el mejor momento para hacerlo.

Pero cuando por fin terminó, se sintió de nuevo pleno, reconstituido. Como si hubiera recuperado algo que había perdido. Solo la voz que resonó en su cabeza le hizo concienciarse de que algo no iba del todo bien.

La hora del descenso del cuervo.

Una imagen se formó en la mente de Quint: un inmenso hombre-cuervo sobre la isla de Córvinus. Y al hacerlo, un escalofrío le recorrió la espalda.

Y al ver la imagen en su cabeza, otra voz masculina habló en su desde lo más profundo de su mente. Una voz que hablaba en la lengua perdida de los Duk'zarist.

+Así que ese es el tipo al que sentí cuando estabas en la isla... Creo que lo usamos para convencer a Justina de que nos perdonara, ¿no te acuerdas, Quint?

Una fuerte jaqueca atacó por un instante a Quint y la imagen se volvió real. De pronto estaba de nuevo en el barco, en mitad de la tempestad, viendo con sus propios ojos como la isla era destruida sin poder hacer nada para impedirlo. A su lado, una figura oscura contemplaba la escena con una sonrisa.

+Mira cómo mueren todos esos humanos. -Se limitó a decir Tywyll.- Si hubiera tenido ese poder, tal vez nunca habría tenido que hacer lo que hice.

-Cállate. Creía que te habías ido.

+Parece que no del todo. Parte de mí se mezcló con tu alma, ¿recuerdas?

-... No se qué pasó después de la fiesta, todo está borroso, con lagunas. ¿Qué haces aquí? ¡Estos son mis recuerdos!

+Nope, tú me los distes, Quint. A cambio de los míos. Ahora somos uno, tal y como querías, ¿no es así?

-Pero... ¿Qué pretendes hacer mostrándome esto?

Tywyll sonrió más aún.

+Dijiste que eras mi redención, y yo algo así como tu felicidad. ¿Qué te parece si de ahora en adelante te ayudo un poco a... divertirte?

Y tras esas palabras, la escena se disolvió en el aire, volviendo a la habitación en la que se realizó el conjuro.

Catherine corrió hacia Julius cuando pensaba que todo había terminado. El chico parecía realmente cansado. Conocía los efectos de la magia en las personas, y si el conjuro era muy cansado, estaba segura de que ahora puede que tuviera problemas incluso para respirar.

-¿Estás bien?

-Yo...

Julius se reincorporó ligeramente cuando la rubia le ayudó a levantarse. Jadeaba. Y de su boca salía un pequeño hilo de sangre. El conjuro había sido más costoso de lo que pensaba.

-Nunca lo había hecho a tantas personas a la vez, ha sido realmente extenuante. Creo...-tosió, escupiendo sangre por el suelo.- creo que tendré que descansar aquí unas horas. Partid cuanto antes, hacia el suroeste, en dirección a ...

-¡Pero estás herido! No podemos dejarte aquí así.

-... a Koven.

Julius miró a Cath cuando se ofrecía a ayudarle y sonrió. Agradecía la ayuda que le brindaba la chica, pero ese no era el momento.

-No, partid ya. Tenéis aún varias horas antes de que anochezca. Podréis aprovechar el día si salís cuanto antes. Viajar de noche por los campos de Moth puede ser...

-¿cansado?¿difícil?

-peligroso.

- Muy peligroso

Faliar había leído sobre Moth en sus estudios. Una tierra oscura, pantanosa y muy traicionera, plagada de monstruos de leyenda. Y él ya había visto lo suficiente como para saber que las leyendas a menudo son ciertas.

- Cath, Julius tiene razón. Debemos darnos prisa si queremos aprovechar las horas de luz. Pero Julius, ¿seguro que estarás bien?

-Julius es algo así como mi hermano. Creedme, estará bien en cuanto descanse un poco.

Quint se acercó a su amigo tiró de él para levantarle.

-En cuanto te hayas recuperado, manda la carta y huye a casa. Te prometo que Selten estará allí antes de que te des cuenta.

-Sí, _{eso espero}-Dijo por lo bajo.

-Tranquilos, no os preocupéis por mí. Tenéis asuntos más importantes que atender. En cuanto me encuentre en condiciones, partiré hacia Karlsrude para entregar la carta al citado François. Espero que nos encontremos en Koven dentro de alrededor de una semana.

-¡Oh! Muchacha. ¿Así que al final vas a venir a verme?

- ¿A cuantos días de camino está Koven, más o menos?

Beatrice estaba pálida. No había dicho nada desde que el ritual terminara, pero tenía los nudillos de la mano derecha blancos, gracias al apretón que se estaba dando ella misma en la otra muñeca. Observaba el vacío en silencio, con la extraña calma de quién guarda una tempestad en su interior.