Partida Rol por web

Llegaste a la gran puerta y aguardaste en previsión de que la comitiva no hubiera llegado aún. Tras comprobar que no la habías adelantado, lo que aseguraba que los prisioneros heridos ya se encontraban en el interior. Te acercaste a las puertas y llamaste con los nudillos sutilmente. Sólo algún acólito cercano escucharía tu llamada y no alertaría a los más lejanos.

Aguardaste obteniendo sólo como respuesta el silencio. Llamaste con más fuerza pero no obtuviste respuesta. Diste dos pasos hacia atrás para coger perspectiva y mirar el gran portón y la altura de las ventanas... sería muy difícil escalar y llegar hasta ellas, además habría que romper las vidrieras...

Una voz a tu espalda te sacó de tus pensamientos.

Regreso al templo cuando me encuentro a un fiel devoto llamando a sus puertas a tan altas horas de la noche. Me acerco a él -Hermano- atraigo su atención y, cuando seguira, extiendo las manos en señal de incredulidad -¡Ah! el fiel protector de Arkhania en persona. ¿No sabéis que el templo permanece cerrado cuando la oscuridad de la noche atenaza el buen juicio de aquellos de moralidad incierta?- lo miro directamente a los ojos, sosteniendo su mirada, pero con una sonrisa -¿Qué deseais?¿Por qué vuestra alma busca consuelo con tanta urgencia?- maneniendo una apariencia incorruptible.

Llegaste sumido en la oscuridad de la noche a este barrio de esquisitas construcciones. Las calles no eran como las de Arkhania que recuerdas ya que en este tiempo no se mueven ni cambian de posición, pero la monumentalidad del templo que rodea la estatua del Fin del Mundo es visible y puedes orientarte fácilmente.

Al cobijo de una sombra llegas hasta el templo y, a lo lejos, ves a un encapuchado hablando con uno de los acólitos. El encapuchado se gira y entonces ves que se trata de Langdom Carnuto, el héroe regresado. -Rose- piensas.

El silencio, sólo roto por sus nudillos al golpear el portón del templo, fue la única respuesta que obtuvo ante la insistencia en su llamada. Sabía que el lugar permanecería cerrado de normal a tales horas, pero había confiado en llegar antes de que eso ocurriera, sin duda motivado por los acontecimientos recientes. Sabía que no iba a obtener un resultado distinto a las dos veces anteriores, pero sólo por última vez, llamó y aguardó. 

Fue una voz la que atrajo esta vez su atención. Durante un instante creyó haberlo logrado, pero entonces se dio cuenta de que provenía del exterior, y no de dentro. Se dio la vuelta con calma, con una sonrisa mil veces ensayada, y miró cara a cara a quien tenía delante. Sus ojos se cruzaron con los de él, y su gesto se ensanchó. Había cometido un error, y le había dado su oportunidad. Sólo tenía que aprovecharla. 

Una vez más, su mente se extendió, su conciencia tocó la del monje y se filtró a través de sus recuerdos y pensamientos, arrancando de raíz cada memoria que el hombre tenía. Esta vez no buscaba respuestas como con el soldado, no, esta vez debía, ser él, y para ser él, no podía dejarle con vida.

Las preguntas del hermano quedaron sin respuestas, prisionero de repente en una red de la que no podría escapar. Necesitaba todo. Lo tendría todo. Y cuando lo hiciera, la huella que activaría en él haría que se quedara confuso, indefenso, el tiempo suficiente. A esas horas no había nadie allí, eran dos almas solitarias, y pronto sólo habría una.  

Los pensamientos superficiales son los más fáciles de digerir e identificar -...soy servidor de Dionisos. Sus designios son mi ley...-  Dionisos es un dios que pertenece a otro plano de existencia y con el que Fender tuvo contacto en su infancia. Descubre que este humano ha viajado mucho y ha tenido mucha suerte en el camino o... quizá no... pronto llegas a unos pensamientos más íntimos.

-...Ann Évering, la enfermera. La ataría a mi cama y... azotes... lamiendo...- La mente obscena de este individuo te levanta el estómago y, de pronto, bum, los pensamientos que mantenía hacia esa tal Ann cambian tras la llegada, esta misma noche, de la nueva. La joven LEISLE. La imaginación del acólito fantaséa con el cuerpo de ambas desnudas, esposadas, con un collar al cuello y dispuestas a satisfacer sus oscuros y perturbados deseos.

Paralelamente descubres que Fender mantiene su fachada como un miembro querido por los vecinos. Conoce cada rincón del templo y suele pasar allí la mayor parte del día. Atendiendo las confesiones de las jovencitas (y no tan jovencitas) que van a suplicar el perdón por sus pecados o a pedir que Fender rece al Don del Orden por el regreso de algún ser querido. Siempre, siempre hay contacto físico pero sólo ha conseguido mancillar a ocho mujeres que creyeron que si se dejaban violar, obtendrían la salvación, el perdón o que sus plegarías serían escuchadas.

Dionisos, el dios del vino, el enloquecedor de mujeres. Su símbolo es un tirso, un bastón coronado por una piña y con una parra enroscada. Pertenece a un plano desconocido llamado el Olimpo y sus ámbitos de poder son el Caos, la Destrucción y la Locura y sabes que, si Fender hubiera percibido amenaza en ti. Podría haberte hecho enloquecer con facilidad. Detectas que la deidad le da más poder de Destrucción y de Locura que de Caos y saba como convinarlo.

La noche era cerrada y permitía el ocultamiento entre los callejones de los edificios. Cuando me despedí de las chicas en la mansión tomé precauciones¹ para evitar ser descubierto.

 Cambié mi atuendo por uno de ladrón encapuchado, me hice invisible, y comencé a caminar por las calles fundiendo me con la oscuridad. La armadura me proporciona indetectabilidad y visión en la oscuridad, aun así, fui precavido, evitando las calles principales, sorteando obstáculos y caminando de esquina en esquina, pues a pesar de mis protecciones alguien podría estar siguiendo me. Evité tomar los conductos del mapa del laboratorio de Victor, pues ahora podrían estar infectados de guardias sin embargo, hay una zona que no aparece en el mapa, justo debajo del lugar al que voy. 

Allí se encuentra el monumento del fin del mundo, en mi tiempo no estaba cubierto por un edificio, pero es posible que aun esté el pasadizo secreto que hay bajo sus pies - La guarida del sequito de Airat-. En mis años como Comendador recorrí esos pasajes infinidad de veces, conozco la mayoría de sus entradas, sus trampas, y senderos. -El templo podría estar custodiado magicamente, las probabilidades de ser descubierto son mayores. Mas vale malo conocido, que bueno por conocer- 

Tomé un rodeo, me dirigí a una de las entradas más cercanas a las catacumbas del séquito, con el fin de encontrar a Valeria y rescatarla, -si esos pasajes aun existen, podré utilizarlos también para la huida, de lo contrario, tendré que hallar otra forma de entrar-

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La llegada a la Barriada del Fin del Mundo es apacible, tranquila y rápida. La luz es tenue, tan sólo por los faroles salteados. Es noche cerrada y la oscuridad ayuda a plagar el lugar de posibles escondietes.

Llegaste hasta el templo. La puerta estaba desierta. Llamáste con fuerza y un acólito te abrió. Te identificaste y te condujo hasta Ann, la enfermera encargada del lugar. Le presentaste tus credenciales, ella te reconoció.

-Disculpe, soy Ann Éverin y estos enfermos están a mi cargo. No me opondría al general pero debo avisarle. Me temo que Valeria se encuentra grave y no puede ser expuesta a un traslado en esas condiciones, no lo soportaría.- Le digo hablando con la mayor sinceridad y el máximo respeto.

El único impedimento que te había puesto Ann eran las heridas de Valeria. Algo para lo que tenías un vial que resolverá el problema.

Ann es una humana atractiva, sencilla y dedicada a curar sus enfermos. No sólo se encarga de los heridos por la guardia (como es el caso de Valeria y Víctor Vargas) también atiende a los enfermos terminales en el sótano 2 y a los enfermos mentales peligrosos en el sótano 3.

-Por sus heridas no se preocupe, me encargo de asumir la responsabilidad por su traslado, tengo mis formas de mantenerla viva- le mencioné sin decir demasiado, había cosas que un general no podía decir al pueblo por muy versados en la medicina tradicional o mágica que fuesen, así que sin demasiados rodeos me acerqué al lugar donde se encontraba, saqué el vial y tras destaparlo, lo vertí delicadamente en los labios de la compareciente miembro del gremio de espadachines

El icor negruzco no tardó en hacer efecto. La herida de Valeria se cerró milagrosamente y la mujer abrió los ojos de par en par.

De pronto el dolor desaparece y me inunda una energía incontenible. Abro los ojos y me incorpor con velocidad. Visiblemente nerviosa, no por dónde me encontraba sino por algo cuyo sabro aún tenía en la boca -¡General!- dije al reconocerlo. Inmediatamente me puse en pie. Quería hablar, sentía la necesidad de contarle que yo no había hecho nada malo, que la sangre que Guiulia había detectado no era la de un magus de sangre. Pero no podía sin delatar a... miré el vial, saboreé lo que quedaba en mi boca y volví a mirar al general. -¿Le han enviado a por mí?- Pregunté con cierta ingenuidad. Me había esmerado tanto en mi trabajo, había luchado tanto por ser buena, llegar a donde estoy... pensé que debido a este incidente me degradarían o me abandonarían pero al ver esta situación compruebo que mi trabajo, mi dedicación, han dado sus frutos. -Soy una pieza importante para Arkhania- dije con voz ilusionada más para mí que para el general.

Salto de la cama, me pongo firme -¡Dígame! ¿Cuáles son las órdenes?- Sentencié finalmente recobrando totalmente la seguridad en mí misma.

-Vendrá conmigo, después enfrentará los cargos marciales en la guarnicionería- le dije con un tono creíble, aunque guiñandole un ojo a modo de complicidad, claramente me habían mandado con ella, pero ahora había que guardar las apariencias

Durante un instante, un breve segundo, estuvo a punto de detener su mano. Pero fue una simple ilusión. Cuando vio lo que aquél sacerdote albergaba en su interior, sintió también un terror atroz ante lo que habría ocurrido, lo que ocurriría, si le dejaba darse cuenta de lo sucedido. Era un miedo que, momentos después, se disolvió en la marea de pensamientos de Fender Greeves, y las posibilidades que le abría. Un poder semejante... 

Se dejó imbuir por los sentimientos de ese discípulo divino, dejó que la devoción del hombre por Dionisos le embargara, y rápidamente todos los sucios deseos del humano fueron relegados a un segundo plano, aunque dejaron en él una huella que tardaría en olvidar, si es que podía hacerlo...

Tras un minuto que le pareció una eternidad, sintió que lo tenía todo. Su mente le pertenecía. Y no sólo eso. El dios del Olimpo ahora era su dios, tanto o más de lo que el Don del Tiempo podría llegar a serlo. Sus poderes estarían a su servicio, aprendería a controlarlos y usarlos en su beneficio. Se dejaría llevar por el placer que la festiva deidad quisiera propiciarle. Empezaría un camino nuevo y...

Despejó su cabeza, haciendo un gran acto de voluntad para parar aquél bombardeo de sensaciones. ¿Así se sentiría Leisle? Leisle... Notó como sus propios deseos se mezclaban con los de su víctima, y a punto estuvo de hacerle perder la cordura. Tenía que tranquilizarse. Y tenía que acabar con el hermano Greeves. 

Su mano fue directa a una de sus dagas y salió disparada contra el cuello del humano. La conexión se rompió al mismo tiempo que clavaba la hoja. Pero no dio tiempo a que el otro reaccionara. Con un simple pensamiento activó el vestigio de conciencia que había dejado en él, atontándolo momentáneamente para darle tiempo a otra puñalada. Nada, nadie, podría sobrevivir a eso. 

Una sonrisa lobuna afloró a su rostro mientras miraba el cuerpo tendido del pobre diablo, y luego borró el gesto para mirar a su alrededor, atento a cualquier presencia, aunque nada le había avisado que le espiaran. Tenía que deshacerse del cuerpo, y ahora que podía entrar al Templo, sabía quien podría hacerlo. La súcubo había demostrado su valor al dejar a Langdom irreconocible. Tendría que hacer lo mismo esa noche. 

Desde una perspectiva externa, cualquiera podría pensar que Fender Greeves mantenía una cordial conversación con el héroe regresado, Langdom Carnuto. Sin embargo, en un rápido movimiento el cuello del acólito quedó cercenado. La sangre le brotó a la boca pero no llegó a escupirla. Fender recibe otra puñalada mortal. La sangre sale a raudales por la yugular abierta tiñiendo sus vestiduras de rojo y salpicando a su agresor. No tarda en formarse un charco carmesí que se escurre escalones abajo en la misma puerta del Templo del Fin del Mundo.

El cuerpo quedó inerte rápidamente, desplomándose como un gran muñeco de trapo. El agresor miró a las calles y las ventanas, pero nadie observaba desde allí. Utilizó su "sexto sentido" para percibir, pero si alguien lo observaba no era con intenciones hostiles. Ni siquiera cuando quitó la vida a uno de los religiosos de aquel lugar sagrado.

Asentí al general dispuesta a complacerle. Me levanté del lecho, recogí mis pertenencias y marché junto a él hacia la salida. Nos topamos con algunas miradas incrédulas pero al estar en presencia del general, nadie osó cortarnos el paso, ni siquiera decir una palabra. Pronto saldría de aquel lugar.

Curzáis el interior para salir. Camináis hacia la puerta principal del templo y vuestros pasos resuenan en la vacía estancia rebotando contra las paredes. Sólo unos pocos metros os separan de la entrada. Si algún acólito estuviera por allí fuera podría escucharos a la perfección y abriros la puerta. Sin embargo, era ya muy tarde y sería extraño encontrar a nadie por los alrededores.