Tan pronto como nos lanzamos al combate, los enemigo iniciaron una contracarga, mi desafío había sido recibido por dos de los sectarios que abalanzaron sobre mi mientras el resto de compañeros libraba sus batallas. Decidí ignorar por el momento sus situaciones y tratar de acabar cuanto antes con aquellos dos adversarios. El primero de ellos mostró más arrojo y se atrevió a venir de un modo un tanto descuidado, ataqué con una lanzada directa al corazón, pero mi exceso de confianza me hizo errar. No obstante, fui previsor y adelantarme al lugar al que se desplazaría para asestar un poderoso golpe con el segundo envite. Dudaba mucho que la herida fuera fatal, pero su sangre ya había empezado a machar el suelo y eso me daba la ventaja.    

Sigo combatiendo contra mi rival, el cual cada vez parece leerme mejor los movimientos, y sin problemas esquiva mis ataques.

El susurro de mi compañera me hizo apretar los labios. Asentí afirmativamente. -Shar- repetí para mis adentros mientras Lyth desaparecía al otro lado de la cortina. Si hay alguien, no parece percibir la intrusión en la alcoba. -Mal asunto- comenta el enano...

-Mal asunto, extrema las precauciones-

-¿Vas a dejar toda la diversión para Lyth?-

Inspiré hondo, miré al enano y asiento -Vamos a entrar-. Pero antes cierro los ojos concentrándome en la energía de mi interior pero, esta vez, en lugar de manifestarla en toda su grandeza, necesito que me cubra de sutileza, de ocultación.

-Que los enemigos no me vean-

-Ver sin que me vean-

-Ver sin ser vista-

-Ver sin ser vista- susurro liberando la energía que rápidamente recorre todo el cuerpo con un cosquilleo agradable. Veo mis manos desaparecer en la penumbra del corredor y el rostro del enano enarcando las cejas.

Ya invisible, me preparo para cruzar en el mismo momento en que lo haga Thyrrick y, tras hacerlo, posaré una mano sobre el hombro de Lythrai para que sepa que estoy tras ella.

01-Ahradiel
La batalla le provoca un cosquilleo en el estómago muy placentero. Frente a él, un elfo descarga una andanada de flechas. -Éste es mío- piensa al tiempo que tensa su arco largo compuesto reforzado. Inspiro hondo mientras tenso, contengo el aliento para apuntar y disparo. Sonrío pues la trayectoria es la acertada, pero mi sonrisa dura muy poco. Mi flecha se cruza con otros proyectiles -Qué rápido-. Mi cuerpo cae hacia atrás. Siento dolor, frío, convulsiones. -El dolor me acerca a mi diosa. Mayor daño he sufrido.- Las torturas Scahrossar sirven para algo más que dignificar a nuestra patrona.

El olor de la poción y mi compañero a mi lado delatan sus intenciones -idiota-. Cojo el odre y bebo con ansia sintiendo la magia regenerando mi cuerpo. He perdido un tiempo precioso. Como un resorte me levanto para volver al combate.

02-Arhadiel
Corro eludiendo las flechas que encuentran a mi compañero -pobre infeliz- y cargo contra el elfo. -¡No volverás a disparar!- grito mientras describo un arco lateral con el arma que encuentra a su objetivo. Aunque la agilidad de este elfo me sorprende al intentar esquivar el golpe, huelo su sangre.

Inicio una nueva maniobra junto a mi oponente, recurriendo al entrenamiento sé que puedo dar más de un golpe... pero el desnivel del suelo me juega una mala asada. Me tuerzo el tobillo y caigo a un lado quedando a su merced.

03 a 01
Un curioso sonido de succión y mi aliado desplomándose es cuanto necesito. Esbozo una mueca -estás más cerca de Scharrosar, compañero- mascullo mientras me acuclillo sobre él sacando una de mis pócimas. Él, que sorprendentemente aún está consciente, arrebata el orbe de mis manos y bebe con ansiedad.

La hemorragia cesa y le ayudo a levantarse para volver a la lucha.

04-Socar
Corrí hacia la enorme armadura con el acero desenvainado. Golpeé contra la hombrera izquierda, mucho más dura de lo que esperaba, el retumbar casi hace que suelte el arma. -Descuidado- Había subestimado a mi oponente que atacó con su lanza. Logré esquivar el primer ataque pero no vi venir el segundo que desgarró la carne -Esto va a ser interesante-. Pienso mientras aprieto los dientes, alimentándome del dolor...

...otro Scahrossar lo distrae y ahora puedo contraatacar. Cambio el peso, juego de pies para buscar su flanco y ataque bajo a por sus caderas. Su lanza desvía el golpe que hiende el aire pero no me detengo. Me dejo llevar por la inercia alzando el codo, buscando golpearle en la cara pero también lo esquiva.

06-Socar
Debería haber ido hacia las celdas. Allí estaban más igualados y mi presencia daría ventaja a los Scahrossar. Pero la presencia de este caballero, sus votos son un insulto. Veo cómo mi compañero le asesta un golpe en el hombro, pero la mole de acero no se detiene. Raigar esquiva el primer golpe pero no el segundo -Por la diosa, le ha debido de arrancar la nariz de cuajo- pienso al ver cómo sangra. En el momento en que Raigar retrocede, salto hacia adelante -¡A mí!- grito para que le deje mientras se recupera y ataco alzando el arma en un arco oblicuo buscando la axila de aquella mole sin éxito -¡Fallo! Me ha esquivado- 

Me alejo para tomar perspectiva de la situación

07-Hazir
El ver acercarse al enemigo es gloria para la diosa y me llena de motivación y ansias. -La esencia de mi vida-. Arco ascendente ejecutado a la perfección, su pecho se abre y sangra igual que el mío. -Ahora... ¡muere!- tenso los músculos para cambiar la trayectoria del arma y que descienda de nuevo sobre el oponente ayudado de mi peso... el calambre recorre mis brazos cuando la hoja golpea contra el dintel del acceso. El ataque se detiene en seco haciendo saltar esquirlas de piedra. El arma rebota en la roca, mis manos la sueltan, el golpe me deja en una situación comprometida... -ya está, estoy muerto-. El ataque descendente de mi enemigo cercena, destroza, como si el arma fuera inconmensurable. -¿Cómo puede manejarla?- Me encuentro herido, quizá de gravedad... pero no hay tiempo. La adrenalina mitiga el dolor..

08-Ishrad
Los intrusos no te salvarán- pienso mirándolos. Mi distracción a punto está de costar algo más que el combate. Pero esquivo los golpes con movimientos rápidos del arma. Voy a iniciar el contraataque cuando siento las flechas en el hombro derecho, por la espalda, a traición. -Malditos-. Las fuerzas me flaquean, caigo de frente mientras todo se vuelve oscuridad.

La reina Azur yace boca arriba sobre su lecho. Su pecho asciende y desciende al ritmo de una respiración lenta, tranquila. Que contrasta con el caos y la muerte en el exterior.

Un combatiente Scahrossar sale de detrás del cabecero con su arco largo compuesto reforzado desenvainado y una flecha tensa que apunta a la sien de la reina. -No os mováis- Sostiene la cuerda con la punta de los dedos -Esto no debería ser así. No debería... nos han engañado- la ira es la mayor emoción que expresa éste combatiente, pero también está nervioso, temeroso -Tendría que encontrar un modo de salir de aquí, irme con los míos...- está claro que piensa con rapidez, intentando encontrar una ventaja de la situación.

Thirrick está al lado de Lyth, que ha sentido la mano de Yzlin aunque no puede ver su cuerpo. Grook está detrás, aún cerca del tapete, junto a Theod.

-¡¡Grrroarrr!!- Me llevo las manos a las sienes y grito para eludir el intento de doblegar mi voluntad -¡No lo oís! Esa voz, esa voz... me dice que la mate, que mate a la reina y abra las puertas... aaaaah- golpeo con los puños en las sienes intentando no escuchar lo que dice.

Al ver la reacción del enano tenso más el arco y subo el codo cambiando la trayectoria de la flecha de un punto aleatorio de la cabeza a uno de los ojos de la reina.

    Ambos contendientes me rodearon, no esperaba menos de ellos, sus ataques hicieron saltar chispas en mi armazón, pero el daño apenas llegó a causar daño alguno. Sin embargo, seguíamos sin conocer el número exacto de enemigos en esta sala ni si seguirían viniendo más una vez acabásemos con aquellos con los que nos batíamos actualmente. Cerré con fuerza mi puño en torno a la lanza y preparé un nuevo ataque contra aquel al que ya había herido, sería más fuerte que su compañero, pero lo había alcanzado ya y podía volver a hacerlo.

    La punta de lanza salió dispara al encuentro, pero la fuerza puesta en ella me hizo perder el equilibrio y errar los ataques a la par que dejaba expuesta mi guardia, un error que bien podría resultar fatal en una situación con tan poco margen para la victoria. Malditos scharrosar, debía realzar las defensas y minimizar daños si no quería precipitar el fracaso.

Su adversario había demostrado ser un combatiente más que capaz, y quedaba claro que no era la primera vez que cogía un espadón. Sus movimientos eran efectivos y meditados, y se movía como un guerrero profesional. Lo que era peor, sus heridas sacaban en sus ojos un brillo especial, casi de placer. Parecía que aquella diosa a la que veneraban era diosa del dolor, o algo similar, y Hazir sabía mejor que nadie lo complicado que era combatir a enemigos que se regocijaban en cada herida, a los que el dolor no hacía más que espolearles para seguir. 

Además, lo malo de atacar temerariamente para sorprender al enemigo era que le dejaba totalmente expuesto. Hazir sabía que poco podría hacer contra los tajos de aquel espadón: su cota de malas no serviría para detener golpes de tanto peso, y el alfanjón podría mellarse si detenía con él los ataques. Supo que iba a venir una buena herida, y fue tan profesional como había supuesto, de arriba abajo, fallando el objetivo a la costilla por solo unos centímetros. 

Por suerte para Hazir, aquel hombre no estaba entrenado para luchar en espacios cerrados como aquel, y su arma era demasiado grande para la estrecha entrada. Se apartó un poco, lo justo para quedar cubierto por el dintel,y, tal como había supuesto, el arma emitió un quejido al golpear la piedra, acalambrándole la mano. Hazir esperaba que aquello le hiciera retroceder, sacar otro arma o combatir con los guanteletes de su armadura, pero parecía que aquella furia febril que le daba el dolor le había nublado el juicio. Para sorpresa de Hazir, intentó recoger el espadón, agachándose delante de él. 

Su mano se movió sola, sin pensar, pues aquella oportunidad era demasiado buena como para desaprovecharla. El alfanjón bajó con toda la fuerza que le daban los aumentos mágicos, y su pesado pomo impactó de lleno en la cabeza del guerrero. Si no hubiera llevado casco, habría muerto allí mismo, pero aun así el acero se combó y el cultista cayó inconsciente en el acto. 

El combate estaba siendo más complicado de lo que había parecido en un principio. Aunque los dos guardias que tenían delante habían muerto o quedado inconscientes, sus compañeros lo estaban pasando mal contra los restantes, y aún llegaban más, listos para el combate y tan hábiles como aquellos. Una mirada bastaba a Hazir para ver que estaba herido de gravedad, y aquella situación podía torcerse en seguida si no hacían algo. 

Así que se concentró en el dolor, se concentró en su urgencia, en su necesidad de ir rápido para apoyar al grupo de la reina. Se concentró en el olor de la sangre, en el tacto del arma, en el sonido de las gotas carmesí cayendo de los cuerpos de amigos y enemigos. Su visión se agudizó, su oído se afinó. Notó una ira, una furia incontenible creciendo en su interior, y sus ojos destellaron con frenesí bestial. Las heridas se le cerraron a medias, y sus músculos crecieron de tamaño, con el rostro transido en una máscara de depredador. Girando sobre sus talones, gritó a Ishrad: 

-¡Remata a ese!

Y, sin más, dejándose llevar por fin por la sharkandir, cabalgando en sus alas de furia roja, cargó. Sus pies le dispararon a tal velocidad que su tajo falló por poco el objetivo al cuello del luchador, pero inmediatamente se recompuso para dar otro golpe. Sus ojos ardían en la sharkandir, y pedían sangre con tal ansiedad que el alfanjón parecía destellar sediento. 

Nada más entrar en la habitación, al ver a la reina en cama Lythrai se quedó paralizada del susto. Por un momento pensó que ya estaba muerta sin más, y que todo el plan se había ido por el retrete en un abrir y cerrar de ojos. Entonces la vio respirar, y justo cuando notó la mano de una invisible Yzlin sobre su hombro, haciéndole saber que estaba con ella, apareció frente al grupo un guardia de Scahrossar.

"Mierda..." murmuró la Fonn'Aster. El Scahrossar estaba armado con un arco, apuntando peligrosamente a la cabeza de Su Majestad. Y no solo eso, sino que para mayores problemas, el cerebro del enano parecía estar siendo también lavado. ¿El Azotamentes? Lythrai no pensó primero en que fuera el ilícido, sino algo aún peor. Una especie de ritual Scahrrossar, el que estaba provocando que se mataran entre ellos. Pero... si lo pensaba bien... ¡aquello tampoco tenía sentido! ¿Matarse entre ellos cuando podrian estar matando a los seguidores de otras religiones? Y además ¿la alevosía con lo que lo habían estado haciendo?

Fuera cual fuera la respuesta, no quería tener al enano haciendo lo mismo que estaban haciendo los Scahrrossar allá fuera. El Scahrrosar de dentro tampoco lo quería. Pero, más importante que todo ello era la reina, y Lythrai había tenido tiempo para pensar un plan. ¡Gracias a la oportunidad que le estaba brindando el enano! "¡Por las marcas de Arokham, jodido enano, estate quieto!" empezó a decir, mirandole directamente y apuntandole con la mano, haciendo abiertamente un hechizo. Pero en realidad, fueron dos. Brinco Dimensional sobre Yzlin, que estaba tocando a Lythrai, para teleportarla cerca de la reina para que pudiera ponerle la marca de Arokham. Y otro hechizo sobre el Enano, toque de fatiga. ¡Bueno! Los enanos no eran resistentes a estas cosas? Si fallaba, mejor para todos. Si no, pues que se jodiera: necesitaba un cabeza de turco para disimular sus hechizos.

"¡Guardia Scahrrosar! Soy una sierva de Shar. Si por nuestras diosas fueran, nos tendriamos que matar entre nosotros. Pero estoy dispuesta a hacer la vista gorda si tú también haces lo mismo." señaló con la cabeza el tapiz del que habían salido. "Coge por este mismo pasadizo secreto y vete por ahí a tomar viento. Pero dispara esa flecha... y ten por seguro que te mataré."

El frenesí del combate ya había comenzado, a Socar le habían interceptado antes de poder llegar al cuello de botella lo que significó que al menos uno de los oponentes tenía vía libre para poder llegar hacia mi posición, rápido, ágil, se notaba bien entrenado para el combate, aquel sujeto cargó hacia mi con un poderoso golpe, instintivamente mi cuerpo reacciona, tensando los músculos e impulsandome a un lateral para intentar evitar el golpe, que si bien no consiguió impactar de lleno, si logró hacerme una herida algo profunda, pero apenas tuve tiempo de reaccionar, el segundo ataque de aquel combatiente se acercaba, casi podía sentir ya su filo cortando mi carne, pero, gracias a la posición que había tomado, aquel maniaco tropezó, quedando completamente indefenso por un momento, yo solo sonreí -Ahora deberías agradecerme, te enviaré a ti y a tus compañeros a ver a vuestra diosa- en ese momento retrocedí apenas un paso, lo suficiente para tenerlo al tiro de mis flechas y solté hacia el dos disparos que le dieron de lleno, aunque el otro al que le había disparado antes ya se había levantado, bueno, no lo haría por mucho, tensé nuevamente mi arco para disparar hacia el una tercera flecha la cual se incrustó profundamente entre las junturas de su armadura, en verdad eran duros, pero ese en particular parecía bastante hecho mierda ya

01 y 03
Tras asistir un combatiente al otro, ambos recorren la estancia tomando perspectiva de la situación. Envainan sus espadones y sacan sus arcos largos compuestos reforzados.

02 - Ahradiel
Aguanta las embestidas de las flechas mágicas y devuelve el golpe a Ahradiel, pero al dejarse llevar por la ira falla en su ataque.

04 - Hazir
El alfanjón delató la posición del nuevo adversario. Estuvo muy cerca de cercenar el cuerpo del Scahrrossar. El combatiente, salta a un lado para alejarse de Socar realizando un ataque reflejo contra el nuevo agresor dibujando la que será una nueva cicatriz. -Debo acabar rápido con él y matar a la armadura- piensa para sí sintiendo aún la presión por demostrar su valía contra esa armadura.

06 - Socar
Inoportunamente, su compañero (04) es acosado por otro enemigo, el del gran alfanjón. Por lo que la armadura queda entera para él. Intentando una maniobra ofensiva, el espadón golpea la armadura. Pero el golpe no es limpio y la dureza de Socar favorece que el arma corra por su superficie sin hacer mella.

07 - Ishrad
El arma había caído y, en consecuencia, recibió el ataque de Hazir e Ishrad casi simultáneamente. El combatiente rodó para coger su espada con una maniobra impecable, pero al alzarse se encontró de nuevo con el filo de Ishrad que le abrió el cuello. El Scahrrossar se dejó caer a un lado dando bocanadas, consiguiendo (más por fortuna que por pericia) que su atacante errara el segundo golpe de tal forma que ambos perdieron el equilibrio y cayeron. El Scahrrossar se ahogó con su propia sangre.

09, 10, 11, 12
Nuevos combatientes se unen a la lucha. Éstos no lo hacen corriendo sino andando y su presencia es delatada por las risas y los comentarios.

-Los verdugos han llegadoooo-.
-¡Vamos! ¡Corred! ¡Os damos ventaja!-.
-Jajajajajajah-
-¡Moriréis!¡Moriremos todos!¡Jooooojojojojoh!

Portan armas que arrastran contra la superficie rocosa provocando el habitual sonido metálico.
 

El guardia escuchó atentamente las palabras de Lythrai ajeno a que Yzlin ya se encontraba tras él. Sorprendido vio cómo la palidez se apoderaba del rostro del enano cuando ésta lo tocó. Destensó un poco el arco. -Apartáos de la puerta y me iré- afirmó con contundencia, intentando dar convicción a sus palabras.

Sin dejar de apuntar a la reina, comenzó a rodear la cama en dirección a la puerta.

Hay presencia de auras mágicas. Varios son los objetos mágicos que hay en el interior de esa estancia, sin embargo, el mal que afecta a la reina, así como aura de algún conjuro de invisibilidad realizado para ocultar a aquel que ha afectado al enano. De ser así, no han usado magia.

Sin embargo, sí que sientes magia en el combatiente Scahrrossar. Varias áuras poderosas y otras misteriosas que no sabrías identificar.

El guardia que frente a mi se encontraba en el piso logró incorporarse, aunque de poco le sirvió, noté sus músculos tensarse esperando mis próximos ataques, pero le faltaba experiencia, experiencia que yo había acumulado por cientos de años, y la cual me permitió conseguir leer a la perfección sus movimientos, acertando sin ningún problema mis siguientes flechas, si, quizá el acercarse a rango de una espada pudiese ser una buena táctica contra otros, pero yo era un arquero de primera línea, el que redujese la distancia entre ambos, sería su perdición, aún así, a la larga concentrar la mayor cantidad de esfuerzo en atacar a ese idiota me hizo perder un poco la concentración, haciendo que mi tercer disparo hacia el moribundo del fondo apenas y rozase con su armadura, sin hacerle realmente daño, tenía que acabar esto rápido, pues también podía ver claramente que Hazir e Ishard se encontraban en bastantes aprietos

Si Hazir no estuviera sumido en la furia, tal vez habría visto que la situación se complicaba por momentos. Tal vez habría visto que no dejaban de llegar enemigos, frescos y listos para el combate, mientras que ellos no dejaban de recibir heridas y gastar sus fuerzas. Tal vez habría visto que todos ellos eran cultistas entrenados y bien armados, y para colmo adictos al dolor, que se batían con eficiencia y profesionalidad. Tal vez habría visto que poco podía hacer él contra los tajos de sus espadones, pues su humilde camisote de mallas de poco valía ante armas tan pesadas, y su alfanjón no era un arma pensada para bloquear. 

Tal vez hubiera visto, incluso, que su propio cuerpo estaba cada vez más desmejorado: en su carne brillaban enormes tajos por los que manaba la sangre, heridas que seccionaban músculo y órganos. Un par de tajos le cruzaban ambas caderas, cerca de las vísceras, y un corte le atravesaba el pecho en diagonal, dejando dos costillas a la vista, blancas y brillantes a la escasa luz. 

Pero la sharkandir le llevaba, y nada de eso importaba. Ni siquiera sentía el dolor, que a aquella intensidad habría dejado inconsciente a un hombre adulto. En alas del frenesí del acero, no sentía nada de todo aquello. Todo su mundo era el aroma de la sangre, el sonido del acero chocando, los gruñidos de los hombres en el combate, el caos de la lucha y la locura de todos aquellos hombres, la locura que solo se ve en hombres batiéndose a muerte. Sus sentidos se habían agudizado tanto que todo tenía otra dimensión, otro color, otro aroma, y, sin embargo, no notaba el dolor propio más que como una presión lejana y olvidable. 

Atacó al hombre que acababa de cortarle con el espadón sin miedo, sin prudencia, sin táctica ni estrategia: solo a base de fuerza bruta y velocidad extrema. El guerrero, que sin duda estaba centrado en él y preparado para esquivar su acometida, acertó a esquivar por poco uno de los dos ataques, pero su pesada armadura le impedía moverse con mucha agilidad, y el segundo cayó como un ariete, con el arma colisionadora cortando el acero como si fuese papel. El filo parecía brillar de gozo ante la sangre, propia y ajena, recorriendo el arma. 

¿Qué? ¿Le había convencido? ¿Y tan fácil? Lythrai casi que no podía creerlo. Debía ser por su armadura y emblema, que le daba el porte de una General. ...¿No? O eso, o había cambiado mucho desde que la embarcaron en el Despeñapresos, no, había empezado desde un poco antes... Y ahora tenía a una jodida divinidad de su parte, tenía buenos amigos y compañeros, y además tenía una causa, un propósito. Quizás la imperiosa necesidad de tener éxito en esta misión la hacía de verdad dar lo mejor de sí misma. Algo en lo que reflexionar más adelante, pero no ahora, o dejaría de estar centrada en lo que tenía que estar. "Muy bien, ¡ya le habéis oído! ¡Apartaos de la puerta y dejadle marchar!" exclamó, agarrando al exhausto enano y apartandolo del camino. "¡Theod, tú también! La reina es la prioridad."

Lythrai estaba contenta. Aquello había salido mejor de lo que esperaba, de hecho. Casi que podría haberse ahorrado el otro conjuro... casi, porque si el Scahrrosar hubiera disparado no habrían tenido un plan b. Mejor andarse con pies de plomo, desde luego. Lo más importante, asegurar a la Reina, parecía lo habían logrado. Pero ahora quedaba lo más difícil... Encontrar a una sirvienta que fuera igual que ella. Heh, pobre diabla. Esperaba que a Theod no le fueran a dar ahora remordimientos por matar inocentes...