Partida Rol por web

De entre medio de la multitud ven aparecer a un ser de tamaño considerable. Un Semiorco. Sus ojos rebosantes de odio y ansias de sangre y asesinato. 

Un solo salto le fue suficiente para llegar hasta la tarima donde estaba el anciano, el cual, con un vigor inusitado en alguien de su edad desenfunda una espada larga y detiene el ataque del semiorco. Trabándose ambos en una lucha frenética que en más de una ocasión hace que salten chispas ante el cruce del hacha de uno y la espada del otro.

Peor ese no es el peor de los problemas, la multitud ha comenzado a hacer lo que hacen las multitudes... correr desenfrenadamente, atropellando a quienes tengan frente a ellos, sin importar absolutamente nada más que su propia supervivencia. Ancianos, niños, adolescentes, hombres fornidos, no importaba nada, más de uno ya había muerto por el propio atropello antes que por los ballesteros que seguían lanzando sus saetas contra la multitud enardecida. 

En varios lados comienzan a notar que se hacen pequeños espacios. Al principio no entienden el porque de esas zonas liberadas, pero a los pocos segundos se dan cuenta del porque.

Dos (2) hombres de gran porte están con espadas cortas, ya cubiertos de sangre y con una sonrisa de oreja a oreja, disfrutando a cada corte que hacen a su paso. Varios cadáveres ya hay a sus pies y siguen avanzando entre la multitud, sin hacer diferencia de sexo o edad, sus espadas traspasan a los transeúntes sin ningún tipo de miramiento. 

El lugar es un caos, y los guardias no dan abasto con la locura reinante. Muchos de ellos están trabados en lucha con otros seres, todos parecen querer llegar a la tarima donde el viejo y el semiorco están luchando. 

En medio del caos que te rodea, el cual se ve más grande debido a tu tamaño, te viene al momento una historia que escuchaste hace mucho tiempo. De un ser que había llegado hace más de un siglo a Baldur y se había ganado el respeto de la gente de la ciudad a pesar de que en su sangre corría la sangre del dios de la muerte y la destrucción... asesinado en antaño.

Mas este dios había sido inteligente antes de encontrar su fin, y había dejado varios hijos con partes iguales de poder en su ser. Se creía que a medida que se iban matando entre ellos la fuerza crecía en el resto de la prole de aquel dios.

Uno de esos hijos tomó el nombre de Abdel Adrian. 

Se habría dado la vuelta, evitando así la confrontación con alguien, pero en ese mismo instante fijo la vista y no pudo darse la vuelta, una cosa era que atacasen a adultos, pero niños, esas criaturas eran aun inocentes, no merecían morir y despertándose su instinto protector elfico no o dudo demasiado sacando el arco y cargando una flecha en él. Dado que la gente dejaba un claro alrededor de aquellos dos, no seria muy difícil darles sin causar daños adicionales.

Busco algún sitio donde poder subirse, para abatirlos estando por encima de ellos, no a su altura.

Escondida tras de una de las ruedas del carro, la hin asoma prudentemente la cabeza para ver lo que está ocurriendo. Su mirada se dirige a la tarima, donde el archiduque y el mestizo monstruoso intercambian espadazos. Al ver cómo el viejo maneja el acero, una idea o un recuerdo parece acudir a su mente.

—«Salud, hijo de Baal, que en buena hora ceñiste espada y te enfrentaste a tu hermano...» —recita en un murmullo, titubeante. Entonces, se le ilumina la cara—. ¡Revelación! ¿Está esta hin ante una leyenda viva? El anciano es un hombre, pero a juzgar por su aspecto bien podría contar de primaveras el ciento... ¡Y su fuerza es prodigiosa, ciertamente!

Al momento, gira el rostro: cerca de ella, dos hombres de armas se han puesto a repartir tajos entre la multitud, que ya estaba escapando aterrorizada de las flechas y ahora huye despavorida. Es difícil llevar la cuenta de los que caen. No lejos, un niño yace en el suelo, sentado y paralizado de terror. La halfling mira al niño y al asesino más cercano con tensión. Cuando el hombre comienza a acercarse a un niño, la hin la bolsa con su instrumento y sale escopeteada de su escondrijo.

Justo en el momento en que uno de los hombres armados avanza decidido hacia un niño que, aterrorizado y encogido en el suelo, no es capaz de reaccionar, una mancha lila surge veloz de debajo del carro donde estaba la halfling y corre hasta interponerse entre ellos con su bordón. Ya no lleva el instrumento.

—¡Sorpresa!, dice Shoshana. ¡Una brava hin irrumpe en defensa del desamparado! —exclama. A continuación, apenas girando el rostro, comenta al chico:— El joven humano debería huir ahora.

La pequeña parece determinada a defenderse y luchar. Por momentos, lanza miradas laterales hacia el otro hombre de armas, que lanza tajos no muy lejos de ellos.

El caos empieza a reinar en la plazoleta.

El espectáculo parece cambiar drásticamente, o no.

Rotryn se ve de repente dubitativo por un momento, no es por que no sepa que hacer, sino mas bien, porque todo parece ser una gran acto...

Sin embargo, al cabo de unos instantes se da cuenta de la realidad. Hombres disparando desde lo alto, un alto personero siendo atacado a vista y paciencia de todos, y otros fornidos hombres sembrando el caos.

Subiendose a una mesa o lugar un poco mas alto, Rotryn siente renacer en el su herencia mágica, ese pacto que ahora lo llevaba a estar ahi enciende su interior, y extrayendo una rama un poco chamuscada, musita unas palabras, mientras unos gestos simulan una performance teatral de un rayo que desciende de lo alto a las manos del tiefling.

Entonces, un VERDADERO RAYO azulado brota de las manos del tiefling, en dirección al gran semiorco de la plataforma, con la cual pelea el anciano...

El rayo sale presuroso y directo en contra del semiorco en un arco de un chisporrotear eléctrico...

Con un barrido del brazo aparato todo lo que había sobre la mesa del comerciante de arcos, que actualmente se encontraba bajo la misma mesa -lo siento- dijo cuando tiro todo al suelo y con un ágil salto subió a la mesa. Vio a la pequeña que creyó ver anteriormente en la "pelea" y vio que salvaba a un pequeño de las garras de aquellos, necesitara ayuda pensó y sin pensárselo dos veces, cargo su arco y disparo a uno de los atacantes. 

Contemplo con estupor como atacan al anciano, y no me puedo creer la osadía de esos matones que hieren a mis conciudadanos.

—¡Por Helm, cómo os atrevéis! —le grito a los dos tiparracos que acuchillan a la gente. 

Temo por el duque, pero no puedo consentir que asesinen a inocentes cuyo único pecado es hallarse al alcance de esos asesinos. Invoco el poder de mi Dios y pido que la luz abrasadora caiga sobre el más cercano de ellos.

Quiero llamar su atención y que deje de lastimar a inocentes.

La situación era frenética. Los arqueros en los techos seguían disparando a la multitud, los guardias se veían superados significativamente por los atacantes, la gente se atropellaba permanentemente y se hacía difícil poder moverse, aunque no a los tajeadores, quienes disfrutaban de su trabajo aparentemente.

Uno de ellos vio un niño desprotegido... o al menos eso pensaba, de la nada apareció una mediana que le dio un susto significativo al interponerse mientras trataba de descargar su espada. El golpe que tenía como objetivo terminar la inocencia de aquel pequeño erro significativamente, sumado a que recibió un flechazo en medio del hombro, lo que lo desequilibró un poco, al volver la vista ve a una elfa parada sobre una mesa tensando nuevamente su arco.

Por otro lado el thiefling se concentra y de su mano sale un rayo de luz que golpea directamente al semiorco sobre la tarima, este se da vuelta enfurecido y hace una seña con el brazo para que uno de los arqueros le apunte, esto le costo caro ya que el anciano aprovecho la distracción para asestarle un golpe importante al nivel del abdomen, los ojos del semiorco se inyectan en sangre y un rugido se siente en toda la plaza mientras carga con todo lo que tiene contra Adrian.

El arquero que nota el movimiento de su jefe apunta hacia el hechicero y suelta su flecha, la cual pasa por los pelos al lado de Rotryn y se clava a menos de 50 cm. de donde este se encuentra parado. 

El seguidor de Helm ve que uno de los tajeadores está a su rango y ruega a su benevolente dios que lleve su castigo divino hacia aquel ser que desprecia la vida de inocentes. Sus plegarias parecen ser escuchadas y una lengua de fuego cae sobre el ser sin lastimar a nadie alrededor de este.

El tajeador ve al clérigo y se dispone a ir tras él, el fuego va desapareciendo de su ser y se ve bastante afectado, pero no lo suficiente como para dar una estocada con su espada que penetra uno de los muslos del clérigo, dejando una herida más que importante al seguidor de Helm.

Viendo que había dado al niño y a la mediana una oportunidad para huir, al impactar su disparo en el hombro del atacante,  aun así a riesgo de que no les diese tiempo a escapar, decidió acabar con él, después de todo, no hacia ningún bien vivo. Aprovechado su altura, volvió a  disparar su flecha contra el mismo atacante.

Rotryn, viendo como su rayo impacta, y viendo que no se acerca nadie, estratégicamente y sin perder la concentración en el conjuro que sigue manteniendo, fija su vista en el semiorco, e intenta establecer el vínculo entre la rama que aun posee en las manos y hace el gesto técnico del rayo en contra del semiorco... Luego se mueve un poco (5 pies), sin perder la visual del semiorco, y cubriendose de los ataques de altura...

El rayo sale presuroso e impacta de lleno en el semiorco.

El olor a carne chamuscada empieza a llenar la tarima, donde el semiorco sigue peleando con Adrian...

¡La halfling lo ha conseguido! ¡El espadachín no ha podido dañar al crío humano! Sin embargo, la pequeña no parece contenta, sino todo lo contrario.

—¡Qué grosería! —exclama indignada—. ¡Qué propio de los hombres ignorar a los hin!

En ese preciso momento, su enemigo recibe en pleno hombro la flecha de Aishël. Rápidamente, la hin mira en la dirección de origen del proyetil y ve la figura femenina en lo alto de la mesa, sacando ya otra flecha. Sonríe.

—El estúpido rufián no ignorará eso, ¿eh? —dice volviendo su atención al hombre, con una mezcla de burla y persistente enfado.

Nada más hablar, la halfling comienza a lanzar bastonazos contra el espadachín.

Aunque el primer impulso de Shoshana ha sido huir de la plaza, su buen corazón y un cierto altruismo no le han permitido dejar a este niño enfrentándose a la muerte sin intervenir. Por eso dejó bajo el carro su laúd, su posesión más preciada y un objeto frágil, y salió a luchar. Su enemigo le ha parecido un bruto asesino desde el primer momento, pero ahora encima le ha cogido tirria. Por lo demás, Shoshana ha pensado por un instante que el flechado de Aishël era un disparo enemigo errado, pero al ver a la elfa no ha tenido ninguna duda de que le están ayudando. En cuanto el niño huya, ella intentará hacer lo mismo, cogiendo su instrumento por el camino. También se muere por saber qué pasa a su espalda, donde oye truenos, rugidos y fogonazos. En el aire, huele la magia y el fuego.

La mayor parte de la gente ya se ha retirado de la plaza, quedando algunos grupos que reaccionaron lento o comerciantes que en su ambición no osan dejar solas sus pertenencias a pesar de que ello puede costarle la vida misma.

Los tajeadores comienzan a perseguir a los rezagados y los arqueros siguen tratando de impactar a todos los que puedan.

El thiefling, por su parte, continúa con su rayo hacia el semiorco, el cual, distraído por eso baja la guardia, dándole la oportunidad al anciano de impactar directamente en la caja torácica de su enemigo, cortando en dos su sucio corazón, la última mirada del semiroco recae sobre el thiefling, una mirada de odio desenfrenado contra el que le ha costado la victoria. 

Un hilo de sangre va cayendo por la comisura de su labio mientras cae pesadamente sobre la tarima. 

El anciano deja caer su espada y respira profundamente, mirando el cielo como si fuese a ser la última vez que lo vaya a hacer. Quedándose así unos pocos segundos.

Después se lleva las manos a la cabeza y comienza a gritar desenfrenadamente, como si un ataque de locura lo hubiese tomado por sorpresa... o al menos eso es lo que parecía.

El cuerpo del anciano de repente comienza a mutar, horribles sonidos de huesos rotos, la carne despegándose de su cuerpo, los chirridos de la armadura de metal que llevaba deformándose hasta romperse y caer sobre la tarima, la cual poco a poco va crujiendo y crepitando a medida que los músculos de este extraño nuevo ser se van desarrollando y va ganando tamaño y peso hasta formar algo grotesco.

Los ojos que hasta hacia unos momentos veían al mundo en tranquilidad y paz, ahora estaban inyectados en sangre, mirando hacia todos lados, se nota claramente la locura y sed de sangre en el mismo. 

Un tremendo rugido resuena en toda la plaza, salpicando el piso con una baba negruzca y ponsoñoza.

Los pocos ciudadanos que han quedado atónitos y dejaron de correr, lo mismo que los tajeadores que estaban más cerca de la tarima, son los primeros en ser víctimas de la fuerza descomunal de este ser, siendo partidos en dos o aplastados contra el piso como si fuesen meras hormigas. 

Miro lo que pasaba con el orco, viendo que aquel anaranjado no era nada inútil con la magia, sonrió al ver al orco caer, pero luego ocurrió algo... ¿¡que narices!? se había convertido en... ¿¡que era eso?!. No sabía a que se enfrentaba y odiaba eso, enfrentarse a algo desconocido, probo suerte, a ver si las flechas hacían algo a aquel ser. 

Cuando veo en lo que se ha transformado el anciano y su demostración de poder, trago saliva más que impresionado por el espectáculo. Recapacito en seguida: quería quedar como un héroe delante de mis conciudadanos, pero creo que será mejor retirarse del alcance de este nuevo y horripilante adversario.

Sin perder de vista al matón que logró herirme, retrocedo hacia el más cercano de los tenderetes del mercado. Necesito curarme y planificar una estrategia. Mientras me muevo con cautela, caigo en la cuenta de que estoy cerca de mi circunstancial aliado naranja con cuernos.

—Pssst...¡más vale que retrocedas muchacho!—le susurro al tiefling— En estos momentos no parece que Abdel Adrian vaya a agradecerte tu ayuda.

Después de su golpe, la halfling vuelve a levantar la guardia, dispuesta a defenderse. La mujercita levanta la nariz y olisquea: el olor a ozono, azufre y chamusquina y los truenos llenan el ambiente. Magia. Magia de batalla. La hin hace un mohín: parece disgustada de... ¿Estar perdiéndose el espectáculo?

Un poco después, sin embargo, comienza los desgarradores gritos del archiduque. No parece que la hin entienda lo que pasa, ni que vaya a girarse -por la cuenta que le trae-, pero los rostros de la gente a su alrededor no indican nada bueno. Entonces, suena el rugido y el sonido de destrucción.

—¡Por todos los demonios del Abismo...! ¡Que el crío humano mueva su pequeño culo y se largue ya! —grita hacia el niño al que ha defendido, para que corra—. ¿No entiende que Shoshana quiere huir también?

La flecha de la elfa vuela certera como un halcón e impacta de lleno en el torso de la abominación en que se ha transformado el duque Adrian, que lanza un bramido inhumano hacia el cielo. Sin embargo, el golpe no parece afectarle demasiado, pues al momento se abalanza sobre el matón que está justo frente al escenario, aplastándolo y abriéndole la cara con una de sus garras. Para vuestro horror, los otros matones no parecen horrorizados, sino al contrario: ¡celebran aquel espectáculo! ¿¡Es que se han vuelto locos!?

Por suerte para vosotros, los tiradores de los tejados han dejado de ser una amenaza: hombres armados -vestidos con los colores de la guardia que visteis al entrar- han llegado hasta ellos y los están pasando por la espada.

En ese momento, junto a la elfa que dispara desde lo alto de una mesa, una pequeña halfling agarra a un niño humano y ambos escapan corriendo, perseguidos por uno de los matones. Como ellos, la mayoría de la gente ya se aleja de la escena o se ha escondido entre los tenderetes. Un hombre encapuchado y un fornido enano, sin embargo, han decidido plantar cara a los asesinos y ayudar a la elfa, el arcanista y el clérigo.

La cosa que hasta hace unos instantes era el duque Abdel Adrian parece ahora bastante entretenida destrozando el cuerpo de uno de los atacantes del mercado. Muy cerca de ellos, un segundo matón vuelve a concentrarse en su oponente, un apuesto clérigo de Torm que ya ha tenido que echar mano de sus poderes para no visitar a su divinidad antes de tiempo. Cerca a su vez de ellos está el conjurador que con un portentoso rayo ha derrotado al enemigo del duque. Al otro lado de la criatura, y de la tarima, un tercer espadachín decide a cuál de los dos recién llegados atacar: ¿al enano o al encapuchado? Entre los puestos del mercado, erguida sobre una mesa, una elfa de cabellos plateados y piel oscura prepara una nueva flecha en su arco. ¡Sin duda, hace mucho que los baldurianos no asisten a un combate similar!