Partida Rol por web

Tras un rápido vistazo al entorno, caigo en la cuenta de lo que sucede. No es que me haga gracia meterme en líos tan pronto, pero a pesar de todo y sin perder de vista al comerciante, me encaro a la audiencia con una sonrisa de autosuficiencia. Una vocecilla femenina resuena en la plaza.

—¡Qué mezquindad, así es! ¡Y he aquí la causa, por Helm! ¡Que la luz se lleve a la oscuridad, y permita que los honrados parroquianos abran los ojos! ¡El homb… señ… caball… persona naranjita con cuernos aquí presente ha de ser inocente por fuerza, una mera víctima!

Señalo a los ladronzuelos con gesto arrogante.

—Una farsa, eso es de lo que se trata, para atraer la atención de los desprevenidos, mientras los cómplices vacían bolsillos ajenos —señalo a la atractiva elfa que se me cruza en el campo de visión—. ¡Cuidado, mi señora, pues aquí no se respeta ni siquiera la belleza!

Esgrimo la maza de combate a la vez que centro mi atención en el «comerciante». No puede haber otra salida a esta situación, un siervo de Helm hace lo que debe de hacer.

—Dí a tus cómplices que devuelvan lo robado, y sin duda la pena será mucho menor.

Rotryn estaba abrumado. Seguro de que el no había hecho nada, vió de repente aparecer a una especie de sacerdote, o paladín o quien sabe que, quien, con grandilocuencia hablaba de todo como si fuera el mas.

La confusión de llegar a un pueblo nuevo después de su larga travesía, no se vio mejorar cuando fue injustamente acusado, y ahora, mas encima, salia de la nada alguien a defenderlo...

Se rascó la cabeza detrás del turbante, el no era precisamente un vengador de la justicia, claro que agradecía al cual lo estaba defendiendo, pero todo le pareció una gran obra de teatro...

Aún con las pocas cosas que tenía, agarró su bolsa y, sin perder el contacto visual con el mercader, ni con el paladin justiciero, se acercó a éste.

"Disculpe noble joven, dice que esto es un show para asaltar a la gente?" - miró con curiosidad a los que señalaba el paladín para intentar ver algo...

Definitivamente estar en la ciudad era como tener un  pez fuera del agua, y Rotryn se sentía así.

Finalmente al ser señalada y con todo el revuelo, no tuvo mas remedio que interesarse y se acerco al corrillo de gente que los había rodeado. ¿Belleza? que humano tan extraño, sin conocerla de nada ya la aludía por su belleza, los elfos eran bellos de por si, pero... ella intentaba pasar desapercibida, sin duda, no lo había conseguido.

Miro al humano, luego al mercader y finalmente al naranjito algo extrañada -¿Que ocurre aquí?- miro al mercader bastante enojada porque estuviese robando a esas gentes, no le importa la cuidad, no era asunto suyo, pero no le gustaba la gente que hacia mal, aprovechándose de la gente.

La muchedumbre comenzó a increpar al mercader, entre los gritos de Shoshana y el posterior discurso de Caedwyr fueron suficientes como para que varios empezaran a cerrar filas. Mientras que el actor de telas finas comenzaba a mirar para todos lados buscando una vía de escape y su frente empezaba a ponerse brillante de transpiración.

Al señalar a uno de los ladronzuelos, este se da vuelta y sale corriendo entre la multitud, perdiéndose entre la misma. Observan que unos tres individuos más hacen lo mismo. Queda solo el mercader. 

De la multitud aparece un hombre bastante fornido, calvo y va directo al actor, al cual le arremete un buen puñetazo y empieza una gresca entre ambos. 

La elfa se acerca al verse nombrada, al ser alertada de los robos, se toca los bolsillos y nota que le falta dinero. Un total de 3 piezas de oro.

El fornido y el actor empiezan a dar vueltas y la multitud poco a poco se va abriendo para permitir la pelea, lo suficiente se abren como para dejar una vía de escape, por lo cual una vez se percatan de ella, tanto el fornido como el actor salen corriendo. 

Mientras la situación sigue su curso en la plaza, con aquel hombretón vociferando y acusando al mercader de estar montando una escenita con fines deshonestos, y una elfa uniéndose a la fiesta, la pequeña halfling se escurre entre la gente cercana. La pequeña, bregando para alejarse de donde estaba, sonríe ligeramente cuando la gente empieza a increpar al comerciante. De vez en cuando, mira entre las piernas de la gente hacia el centro del corrillo. En un momento, se gira bruscamente cuando un pequeño individuo sale corriendo cerca de ella, provocando que la gente comience a gritar y comprobar sus pertenencias. Ella también lo hace: no parece notar nada en falta. Finalmente, consigue abrirse paso entre la gente y volver a primera línea, alejada de su posición inicial. En ese momento, el farsante y un hombre fornido están peleando en el medio del corro. Ella lo contempla todo con la misma expresión de vago curiosidad y diversión que tenía al principio. No tardan en salir corriendo, lo que parece provocar que ella alce una ceja.

Cuando se oyó la exclamación, la halfling del pelo lila desapareció entre la gente. Ahora, mientras el hombretón y el falso mercader pelean, la pequeña reaparece en primera línea, en otro punto del corro de gente. Cuando reaparece, su interés está en la pelea, pero también en el hombre que descubrió al farsante. Cuando se cruzan sus miradas, la halfling le sonríe y le saluda ligeramente con la cabeza. «Buen trabajo», parece querer decir.

La gresca continuó con celeridad frente al espacio que la gente dejaba.

Al ver correr a los dos actores, repentinamente Rotryn entendió todo. Ladrones eran ladrones en todos los barcos.. y la ciudad era como un gran barco lleno de estas ratas, solo que algunos de ellos, además, eran actores, y lo peor, el había caído en esa red de trampas como un pez multicolor en banco de atunes..

"Me lleva el ..." - alcanzó a decir, al ver como los hombres se recuperaban y huían despavoridos...

"LADRONES, LADRONES!! DETENEDLOS..GUARDIAS!"- vociferó el Tiefling, con su voz grave , aumentada enormemente por algún extraño motivo..

"Son DOS, el calvo fornido y el comerciante gordo" - alcanza a decir , mientras estos emprenden la huida...

Se palpo la bolsa que llevaba al cinto, cierto era que le faltaban algunas monedas. Se volvía a confirmar lo que pensaba, terminar aquí cuanto antes y volver a su bosque, allí nadie le robaba, ni peleaban de esa manera tan absurda, a gritos, el dinero solo traía problemas, por eso ella se mantenía con lo mínimo.

Fue de nuevo hacia la tienda en la que miraba arcos y flechas, sin interesarse demasiado por ninguno igual si alguno fuese de manufactura elfica, le podría interesar.....

Estoy satisfecho, la gente seguro que admira mi valía al deshacer el entuerto. De hecho, una pequeña y graciosa halfling gesticula hacia mí y me siento bien, todo un justiciero.

—Pero, que se escapan...

Un vozarrón cercano que grita me pega un susto y apenas logro mantener la compostura heroica. Es el ser anaranjado, la pobre víctima que resulta tener unos pulmones de gigante.

—¡Eso es, guardias! De hecho yo no puedo permitir que esto quede impune —miro directamente al tiefling, dudo unos instantes—. ¡Sígueme muchacho, ayudemos a impartir justicia y a mejorar la imagen de mi ciudad!

Echo a correr tras los fugitivos sin comprobar si alguien me sigue o voy más solo que la una. Un poco de entretenimiento no vendrá mal, y no me fío demasiado del desempeño de los guardias.

Justicia - la palabra sono imverbe dentro de su cabeza.. eso era lo que buscaba ...justicia...

Sin mas, el guerrero/paladin/clerigo salió despedido tras los ladrones, como alma que lleva el diablo.

Esta bien - repitió para sus adentros Rotryn

"...Hagamos justicia!". Sonó la atronadora voz...

Lo dijo mientras sus pies caían en polvareda junto al que ya corría...

La salida de los combatientes y del hombre de armas no parece alterar demasiado a la halfling, aunque tampoco es que parezca entusiasmada con el fin del espectáculo. En todo caso, permanece en su lugar y ahora su atención vuelve a posarse sobre el hombre del turbante. Lo mira como tratando de desentrañar algo. Sin embargo, cuando el tiflin se suma a la persecución, la halfling pega un respingo y comienza a correr también, siguiéndole.

Una tremenda voz pone en aviso a los guardias de que algo estaba fuera de lugar. Mas ninguno de ellos se mueve de su lugar a pesar de que se ve el nerviosismo de alguno de ellos, como queriendo lanzarse a la carrera pero no pudiendo hacerlo.

Así mismo, los que tuvieron los problemas con los ladrones si se lanzan a la carga con la clara intención de atraparlos. 

A pesar de que Caedwyr fue el primero en tomar carrera, se vio impedido de mantener el ritmo debido al los tumultos de gente que iban apareciendo frente a él, mas por el rabillo del ojo pudo notar como Rotryn se movía sin problemas entre los mismos. Francamente parecía un gato al ver la flexibilidad del thiefling persiguiendo a quienes lo habían tomado por tonto.

Shoshana, por su parte, y tomando ventaja por su tamaño, se mueve sin muchos inconvenientes entre la multitud, pero le sucede lo mismo que al clérigo, las piernas son demasiadas y los empujones significativos dentro de la plaza.

Por su parte, los ladrones también tienen sus problemas para poder escaparse de sus perseguidores. Uno de ellos se tropieza con una laja que estaba suelta en el piso y cae de bruces al piso estrepitosamente, raspándose parte de la cara, otros dos se ven cercados al pasar una carreta con mercancías, mientras que los otros dos logran escaparse de sus perseguidores sin inconvenientes.

Así mismo, al verse acorralados, los ladrones agarran un par de bolsitas de las que habían estado agarrando y las lanzan por los aires, permitiendo que una pequeña lluvia de monedas de plata, oro y cobre caiga sobre la plaza. Al principio la gente no se dio cuenta, pero al notar el vil metal, un gran movimiento empieza a aparecer, con gente tirándose, literalmente, sobre los lugares donde vieron caer monedas. 

La elfa, ajena a toda situación solo ve desde lejos lo que está pasando, así mismo ve por el reflejo de la luz del día, que muchas monedas son tiradas al aire... que ciudad más buena para con sus habitantes... regalando dinero y esas cosas. 

Rotryn, al ver alejarse los individuos, hizo de tripas corazón, y aunque lo físico no era lo suyo, intentó alcanzarlos...

La hin del bastón no hace lo que puede para tratar de no perder de vista al hombre del turbante: ora salta sobre unas balas de heno, ora se cuela por debajo de un gran carromato, o entre una pareja de negociadores, o bien corretea sobre los charcos que forma una fuente, salpicando a las mujeres que acuden con sus cántaros... Pero es imposible: no es sólo que con la multitud presente en la plaza la entorpezca, sino que su pequeño cuerpo apenas puede seguir el paso a los de los demás. En un momento, cae al suelo, usando su cuerpo para que no le pase nada a su instrumento. En otro momento, oye el tintineo de un puñados de objetos metálicos lloviendo contra el empedrado -¡las monedas!- y la gente se alborota. Con una expresión de frustración en el rostro, la hin busca algo entre la multitud.

El thiefling, con una agilidad difícil de dar crédito, se abrió paso entre la gente, vio un pequeño carro que tenía la posición justa como para usarlo de trampolín, piso fuerte, se impulsó, y dando un par de volteretas en el aire, cayo sobre uno de los ladrones tiradores de monedas. La caída fue tan dura que el ladrón golpeo la cabeza contra el piso y quedó noqueado.

El otro, por su parte, con cara de pánico, salió corriendo y se perdió entre la multitud.

La gente se seguía arremolinando alrededor de los ladrones y nuestros nuevos héroes, pero no para felicitarlos, sino para ver más bien si quedaba alguna moneda tirada en el piso que pudiesen recoger. 

De entre el tumulto, se ve a un grupo de cuatro guardias abriéndose paso.

- ¿Qué ha pasado aquí? - dice uno que aparentemente es el jefe del grupo. Pero se responde a él mismo al ver al ladrón noqueado en el piso. Ven que saca una daga de su cinturón - ¿Otra vez esta maldita rata? El Gremio tendrá que dar muchas explicaciones para haber manchado un día tan importante como este. - dicho eso, agarra la mano del ladrón para, posteriormente agarrar el dedo índice de este y rebanarlo de un corte seco y limpio. 

El ladrón se despierta de su golpe a causa del dolor y se escucha un grito descomunal que hace que, por unos segundos, se haga un silencio en un rango de 40 metros para que todos se den vuelta buscando el origen de aquella agonía.

De los otros tres guardias, dos se posicionan uno al lado del otro para agarrar uno de cada brazo al ladronzuelo mocho y empiezan a arrastrarlo. El jefe del grupo es quien abre la marcha, mientras que el cuarto se vuelve hacia el thiefling.

- ¿Tú lo has atrapado? Ten - te dice, mientras te entrega unas cuantas monedas de plata. - La ciudad agradece la prestación de sus servicios para detener a este malviviente. - dicho eso se da la vuelta y a paso rápido trata de llegar hasta donde está su jefe y sus compañeros.

Mientras todo sucede rápidamente para nuestros héroes, alguien que lleva una banda de aspecto oficial empieza a hablar en el escenario, pero el ruido de la multitud hace que sea imposible de entender lo que está diciendo, ya que una vez todo vuelto a la normalidad y a sabiendas de que ha sucedido, todos vuelven a sus quehaceres habituales.

Así mismo, poco después, se hace evidente que el individuo estaba haciendo una presentación. La multitud estalla en vítores cuando un anciano de aspecto sorprendentemente fuerte se planta en la parte delantera de la plataforma. Los vítores, aplausos y lanzamiento de sombreros al aire prosiguen durante un minuto sin señal alguna de que decaiga el entusiasmo.

Ante la perplejidad de nuestros aventureros, varios ciudadanos les dicen a los gritos y con tonos de excitación desmesurada:

- ¡ES EL DUQUE ABDEL ADRIAN! - como si con eso lo explicara todo.

Cuando el hombre del podio da señales de que está listo para hablar, la multitud obedientemente guarda silencio embelesado a todos excepto a una persona que grita,

- ¡Te queremos, Abdel!

El hombre en el estrado responde,

- Yo también te quiero, Puerta de Baldur - y el público rompe a gritar y animar aún más fuerte que antes.

Con un nuevo aspaviento el orador atrae de nuevo la atención de la multitud. Durante varios minutos elogia al civismo de Balduran, el fundador de Puerta de Baldur, y expone sobre las virtudes de vivir en comunidad y poéticas reflexiones sobre el futuro.

Entonces de repente, el discurso de Duque se apaga y empieza a mirar a su alrededor entre la multitud. Parece no está mirando a nadie en particular. En realidad, parece estar tratando de buscar a alguien entre la gente. Un murmullo preocupado comienza a surgir de la multitud y por encima de todo alguien grita:

- ¡HEY! ¡Miren allí arriba, en la ventana!

Sin saber a qué ventana mirar, exploráis rápidamente los edificios más cercanos y entre los espectadores asomados a los pisos podéis ver a varias personas armadas con ballestas. 

Entonces disparan.... Y el caos se hace presente...

A cierta distancia, la hin observa con expresión de asombro la fabulosa pirueta del hombre del turbante, pero, cuando aparece la guardia, la pequeña avanza ágil y discretamente hacia el alboroto, bastón en mano... ¿Es que pretende intervenir? Para cuando llega al lugar, la guardia está aplicando sus expeditivos métodos y el grito de aquel infeliz le hace detenerse de golpe y apartar el rostro. Si oye al individuo que habla desde el entarimado, no lo parece.

En cambio, no puede evitar girarse cuando estalla la celebración. Su expresión de incomprensión lo dice todo. Habiendo perdido aparentemente el interés en el hombre del turbante, la pequeña hin se sube al objeto grande más cercano: un carro.

Allí está la halfling del pelo lila otra vez: encima de un carro, de nuevo con un brazo en su bastón y el otro en su bolsa. Desde ahí, mira al tal «duque Abdel Adrian», al que todo el mundo parece amar, con visible curiosidad. Durante el tiempo que dura el discurso, la expresión de la pequeña parece evaluativa, sus ojos brillando de aprobación en algunos momentos, sus cejas arqueándose con desaprobación en otros. Cuando el duque se detiene y la gente empieza a murmurar, la pequeña comienza a otear en todas direcciones, quizás preguntándose por el motivo del titubeo de aquel hombre. Al comenzar los disparos, lo último que de ella se puede ver es como salta rápidamente del carromato y desaparece.

Al ver lo que pasaba, el tiefling se relajò. Con la mano siempre en la bolsa para evitar ser robado, y un ojo puesto en cualquiera que se acercara, escuchó el discurso de buena gana, aunque sin dar vitores como el pueblo.

Repentinamente el discurso se va apagando y el orador se empieza a poner nervioso... parece como si supiera algo...pero que? piensa el tiefling...

Todavía está en esto, cuando de repente alguien grita, y todo se vuelve un caos.

Mujeres  y hombres gritando por igual, corriendo en una caótica sinfonía, cuyas notas se ven acentuadas por la visión de hombres con ballestas desde los pisos superiores de los edificios...

Rotryn piensa rápido y busca un refugio allí donde otros no. Cerca del pilar de los edificios, donde es mucho más dificl darle desde el mismo edificio (al menos es un atacante menos, piensa el tiefling), e intenta cubrirse con cualquier cosa, mientras otea la cantidad de asaltantes y despiadados que se asoman...

Seguía la elfa curioseando arcos y flechas, cuando empieza el discurso de aquel que parecía ser el manda más de la cuidad, dado que todo el mundo vitoreaba y aplaudía a ese hombre, anciano pero no débil por lo que podía ver, desde su posición más alejada y sin duda, no pensaba acercase a tal bullicio de gente.

De repente algo paso, empezaron a atacar, aunque por instinto se agacho, sabia que las flechas era poco probable que llegasen tan lejos como donde estaba ella, pero era absurdo correr riesgos innecesarios, sin duda vaya día de celebración más movido tenían.