Partida Rol por web

De distintas formas y maneras han llegado hasta Baldur's Gate. Si bien es sabida la diferencia y distribución social que rige en esta ciudad, como así también los peajes que deben pagar para pasar de un estamento a otro, hoy saben que nada de eso rige gracias al Día de los Fundadores.

En este día todos los peajes y sectores de ingreso a cualquiera de los sectores de la ciudad, ya sea el externo, interno o alto, tienen vía libre para comerciantes y transeúntes por igual. Por lo cual la ciudad es un infierno y hervidero de gente. ¡HACE UNA HORA QUE ESTÁN HACIENDO COLA Y ESTA SE MUEVE PEOR QUE UN CARACOL!

Al final, y después de la irritante espera, tienen la oportunidad de ingresar por la famosa Puerta del Dragón Negro. Entre la primer puerta (de salida de la Ciudad Inferior) a la segunda (entrada al Alto), hay un espacio barroso que es imposible de esquivar, pero al hacerlo notan como los golpes de las herrerías, el hedor de las bestias y los ladridos de los perros se desvanecen de a poco junto con el bullicio y los gritos de la gente para dar lugar a algo de calma y murmullos a medida que se acercan a la segunda puerta.

Observando torvamente hacia abajo desde la segunda puerta se encuentra la escultura que da a esta su nombre: un tallado de piedra que forma la cabeza de un dragón negro con la boca abierta. Según los rumores en tiempos de asedio esta posee una propiedad mágica y puede arrojar ácido a los enemigos. 

La sensación de ingreso por aquella escultura da una sensación algo desagradable, como si estuviesen siendo engullidos, mas vuelven a la realidad cuando un guardia vestido de negro y casco con rayas rojas les señala una hilera de raspadores de botas de hierro forjado y fijado a los adoquines de la pared.

- La suciedad de la ciudad inferior bajo ningún concepto puede ingresar al Alto - dice en voz seca y gruñona sin lugar como para discutirle o retrucarle algo.

Una vez que hubieron limpiado la mayor parte del barro y muestran al guardia, este asiente y les permite pasar para dejar el lugar a otro grupo de botas mugrosas.

El cambio de panorama es asombroso. En menos de 20 metros, de pasar de casas rudimentarias, de barro, adobe y paja, rodeados de bosta de caballo, vacas y otros animales, el hedor del hierro caliente y pescados es suplantado por un lugar totalmente limpio, con estrechas y empedradas calles, edificios regulares de sólido granito, con puertas y contraventanas de colores vivos, rojo, azul y verde. Plantas florecientes y enredaderas que caen de las macetas ubicadas en los balcones. Hasta podrían jurar que el aire es más dulce que unos metros antes.

El bullicio de la Ciudad Inferior ha desaparecido para volverse un exitado murmullo y voces bajas con tonos respetuoso y cautelosos. Los empujones de la gente y el gran aglomerado no les da espacio para moverse con suficiente libertad, con lo que el flujo de la misma los lleva hacia El Amplio, la gran plaza del mercado de la ciudad.

Antes de llegar a la misma pueden notar desde lejos como una estatua comienza a erguirse, unos momentos después se dan cuenta de que es el centro mismo del mercado donde se la multitud está yendo. Con una altura de cerca de 5 metros, se ve a un fornido guerrero con armadura de placas. A diferencia de las acostumbradas esculturas sombrías y serias, esta muestra un semblante relajado y con una sonrisa reluciente. Lo que más resalta de la misma es que en uno de sus brazos sostiene otra pequeña escultura que tiene la forma de hamster.

En la plaza de El Alto, se dispersa un poco la multitud y les deja un poco más de espacio para moverse, pudiendo apreciar a no menos de 10 metros se alza un escenario donde está tocando una pequeña banda una música pegajosa y que le da alegría al ambiente, como así también la inmensidad de comerciantes y la delicadeza de lo que venden hace que sus ojos brillen más y más a medida que visitan un puesto distinto.

Desde sedas de colores exóticos y tan finas como el tul, hasta aves tan exóticas que jamás hubiesen imaginado ver. En una de estas aves se ve un pequeño cartel: "Tucán pico amarillo, traído de Payit, del mismo Mundo Verdadero". Solo por leyendas saben que el Mundo Verdadero está más allá de Evermeet, el paraíso de los elfos, cruzando totalmente el Mar de las Espadas.

Botas, escudos, armaduras, espadas, mazos, dátiles, cervezas traídas de todos lados del continente.... hasta escuchan que uno de los vendedores trajo cerveza de contrabando de Calimshán. Una de las mejores estacionadas y con sabor que se ha probado en todo el mundo.

Aparentemente, todo transcurre con enorme calma y tranquilidad a pesar de lo ferviente del ambiente y el ritmo de alegría y paz que se muestra en esta concurrida plaza. 

Desde lo alto de una pila de cajas en uno de los accesos del Amplio, una hin contempla el bullicioso mercado mientras canturrea unos versos.

—«Al sur de las ruinas del viejo Illefarn y al norte del verde país de Tethyr, una Puerta fue erguida donde muere el Chionthar...»

Se detiene: una cabra la está mirando intrigada desde el suelo.

—«...con oro traído de un lejano confín» —termina para la cabra, su único público.

Se miran. La cabra pestañea. La hin, no. Al cabo, la cabra vuelve su atención a los transeúntes.

—¡Ah..! El público de la gran ciudad... —se dice—. Tan difícil como siempre.

Finalmente, la pequeña mujer parece encontrar lo que andaba buscando, desciende al suelo y se pone a caminar. Sonríe. Obviamente, no ha venido a Puerta de Baldur en el Día del Fundador a declamar poemas al ganado, sino a buscar fortuna, como tantos otros: no todos los días hay paso franco a los mejores barrios de la principal ciudad de la Costa de la Espada, donde uno puede ofrecer directamente sus talentos a la aristocracia a cambio de oro, o quizás incluso de favores. Todo el mundo sabe, por otro lado, que el mejor sitio donde encontrar oportunidades son las tabernas y posadas de las grandes ciudades. Quizás por eso los pasos de la pequeña parecen dirigirla ahora hacia unos toldos cercanos.

De vuelta en una ciudad no se encontraba demasiado cómoda, demasiada gente, demasiadas miradas y la agobiada el bullicio, en su bosque estaba bien, amplio, sin gente curioseando, ni miradas indiscretas, pero no tenía más remedio que conseguir ciertas cosas que el bosque no podía proveerla, de ahí que eligiese ese día, en que la entrada era libre y había mucho más comercio donde encontrar lo que le hacia falta. Estaba bastante arrepentida de haberse metido en aquel embotellamiento, pero ya fuese ese día u otro, necesitaba entrar, dejo que la marea de gente la llevase, todos como ovejas.

Finalmente llego por fin a la parte Alta, le obligaron a limpiarse las botas y el agobio era algo menos que en la parte baja, por ahí podía caminar sin chocarse inevitablemente con alguien. Se paro y vio la estatua gigantesca que se levantaba en aquella plaza, con un hamster en la mano le recordó a alguien, no estaba segura de a quien pero le resulto cómico. Se dirigió hacia donde estaban los comercios, cuanto antes terminase antes se iría.  

Todo me resulta familiar. Los olores y sonidos de la Ciudad Inferior sobre todo, pues hace mucho tiempo que no piso las calles de mi ciudad y sobre todo se pierde en el recuerdo la última vez que anduve por el Alto .

—¿Y la suciedad del espíritu, amable guardia? —le digo al hombre, con aire distraído— ¿Cómo haremos para evitar que las manchas del alma traspasen estas puertas?

Hablo por hablar, estoy de buen humor y sonrío. Una vez que el guardia me facilita el paso continúo mi camino. He pasado buenos y malos momentos aquí en el pasado, pero ahora me siento como un forastero más. Soy una persona muy diferente de la que se marchó a recorrer el mundo. Pero aun así, Puerta de Baldur está y estará siempre en mi corazón.

Sonrío al contemplar la gran estatua y finalmente me dejo llevar hacia dónde mis pies me lleven. Por si acaso, llevo la mano pegada a mis escasas pertenencias. No pienso dejar que la alegría de regresar empañe mi cautela, aquí rodeado de tanta gente variopinta.

El brujo, como viejo marinero, acostumbraba andar con una especie de turbante en la cabeza. Así se cuidaba del sol y de los mirones que, a veces, quedaban pegados mirando su cachuda apariencia.

Mucho publico, mucha gente, y el terreno ideal para ladrones de baja monta hicieron que Rotryn descuidara de todos y cada uno, y pusiera sus sentidos en alerta...

Siempre quedándose entremedio del gentío, divisó una infinidad de tiendas, y, aunque el dinero no sobreabundaba, se acercó a alguna tienda donde vendan brebajes ..."nunca estan de mas" - se repetia para sus adentros.

Mientras caminas por la zona alta ves varios lugares que tienen frascos con distintos componentes alquímicos, si bien algunos tienen precios más baratos y otros más caros, los precios en promedio se mantienen en competencia directa, 1 pieza de cobre de más o de menos no hace una diferencia significativa. Lo que alcanzas a encontrar es lo siguiente:

- Ácido (Vial): 25 piezas de oro.

- Fuego Alquímico (Frasco): 50 piezas de oro.

- Antitoxina (Vial): 50 piezas de oro.

- Agua bendita (Botella): 25 piezas de oro. 

- Aceite (Frasco): 1 pieza de plata.

- Venenos varios (obviamente ocultos y en venta secreta que no te cuesta mucho darte cuenta) (Vial): 100 piezas de oro.

- Pociones de Curación: 25 piezas de oro. (2d8)

- Poción de Invisibilidad: 20 piezas de oro.

- Poción de Encantar (Charm Person): 55 piezas de oro.

Una leve llovizna comienza a caer en la ciudad, pero así y todo, ni este evento climático amaina el estado de ánimo festivo reinante.

Un mar de toldos de tonos brillantes se extiende por toda la gran plaza de la ciudad, y la gente de todos los estratos de la sociedad y de todas las profesiones se mueven entre los puestos de venta de los comerciantes.

En el lado oriental detectan un escenario recién construido con una cortina de color blanco brillante adornada con la heráldica de la ciudad, un barco sobre un mar en calma se divisa desde donde se encuentran.

Llama poderosamente la atención ver que el escenario se encuentra vigilado por miembros de la Guardia, individuos bien vestidos y otros vestidos con bandas se encuentran detrás del escenario, al parecer a la espera de que suene el reloj de la Alta Casa de las Maravillas, el famoso templo de Gond.

Parece que hay tiempo antes de que comience oficialmente el festival, y podéis curiosear entre las mercancías exóticas que provienen de todas las esquinas de Faerûn y más allá, si tienen suerte de dar con el comerciante indicado.

Sin notarse demasiado, se cruzan entre ustedes un par de veces, aunque sin duda el que sobresale es un ser con cuernos y piel amarronada, que se lo ve dando vuelta por distintas tiendas. En una de ellas se escucha el grito de un comerciante.

- ¡Es la segunda vez que pisa mi capa, Señor! - le increpa a Rotryn - ¡O lo estás haciendo a propósito, o eres el ser más torpe e incompetente que he visto en mi vida!

El comerciante es un ser bastante robusto, con la clara barriga típica de los comerciantes de alta alcurnia.

- ¡Este manto es de seda fina y mira cómo lo has deshilachado! Espero que me compenses el costo, demonio. - la última palabra se nota que la dice con desprecio y con un tono amenazante de fondo.

Al escuchar los gritos observan como la plaza se queda quieta por unos momentos, volviendo todos la vista hacia los gritos del rechoncho y barbudo comerciante contra el thiefling. 

Rotryn no sabía como se veían sus cachos, pues andaba con un gran turbante... Aunque ese gran turbante no delataba sus cachos, lo que si delataba era su anaranjada piel, y sus facciones, las cuales no escondía.

"No he sido yo" - replicó al principio débilmente el Tiefling.

"Es la primera vez que paso por acá, y si fuera mi culpa te lo pagaría, pero no es así" -replicó mas enérgico el tiefling.

Se irguió cuando grande era y manteniendo la vista firme, no amilanó ante aquel que lo acusaba injustamente.

Se volvió al escuchar tal jaleo, Se sorprendió al ver a aquel individuo tan peculiar con aquellos rasgos tan significativos ¿que hacia un se como él aquí? según tenia entendido rondaban poco o nada las ciudades y dudaba mucho que el comerciante se equivocase, esos rasgos eran fácilmente reconocibles, quizás intentaba salir del paso con la escusa de no haber pasado por ahí, negó suavemente, no era asunto suyo, perdió interés en la escena.

Volvió a centrarse en el puesto con arcos y ballestas, sin duda era uno de los puestos donde no la engañarían, sabia de eso, después de todo era elfa ¿y quienes hacían mejor los arcos que ellos? también necesitaría mantas o algo con lo que abrigarse, el invierno en el bosque era frío y pensándolo bien no había mucho que comer en invierno, igual algunas provisiones no estaría de mas. Estaba claro que el poco dinero que había reunido ayudando a viajeros perdidos y haciendo algún que otro trabajillo, se lo dejaría allí si no se andaba con ojo.

La lluvia pilla de improvisó a la hin que hace unos instantes hablaba con una cabra.

—¿Lluvia? —se pregunta mirando repentinamente al cielo—. ¿Así es como el destino pretende espolear a la intrépida Shoshana? Qué decepción.

Ignorando las miradas extrañadas de los transeúntes, la pequeña hembra apresura el paso hacia su objetivo. Para su beneficio, la lluvia despeja las callejuelas entre las tiendas, pues muchos se apretujan bajo los toldos para evitar mojarse. En un momento, la hin observa con atención la tarima engalanada con el emblema balduriano y a la gente que la rodea, expectante.

—Como estrellas esperando a la luna —murmura brevemente, antes de que una voz indignada frente a ella atraiga su atención y le haga girar el rostro.

Se trata de algún tipo de disputa entre un orondo mercader ricamente vestido y un extranjero de piel morena con un extraño... ¿Turbante? La expresión de indiferencia del rostro de la hin desaparece cuando frunce el ceño.

—¿O es más de lo que aparenta?, se pregunta Shoshana —se la oye decir.

Para cuando el comerciante llama al extranjero «demonio», ya se ha detenido completamente a observar la escena.

En el grupo de gente que se ha detenido a observar la escena, destaca una halfling. O un halfling, quién sabe. Tiene el pelo lila y corto, se apoya en un bordón de su tamaño y carga a su espalda una mochila y una bolsa de la que sobresale el mástil de un instrumento de cuerda. Por unos instantes, su atención está clara e intensamente enfocada en el turbante de Rotryn. Su expresión es de sorpresa, extrañeza e interés. Aquello dura muy poco: un pestañeo más tarde, la criatura observa la escena en su conjunto, no parece que con interés, pero sí con cierta curiosidad y entretenimiento.

En el preciso instante en el que Aishël aparta su mirada de la escena, por el rabillo del ojo ve algo de color lila moverse entre la multitud reunida en torno al mercader y el individuo del turbante. De un rápido vistazo comprueba de qué se trata: tan sólo es un pequeño halfling con el pelo teñido. Viste ropas de viaje, una mochila al hombro y se apoya en un pequeño bordón. A la espalda lleva también una bolsa de la que sobresale el mástil de algún instrumento de cuerda. Un viajero más, sólo eso.

"Es la primera vez que paso por acá, y si fuera mi culpa te lo pagaría, pero no es así"

- ¿Cómo que no? ¿Acaso me llama mentiroso señor? - ves como una vena empieza a aparecer en su cuello - Me debe 50 piezas de oro, mire, mire como la ha dejado, toda arrugada y manchada con sus pusilánimes botas. ¿A qué espera? - dice el comerciante indignado mientras te extiende la mano - ¿O prefiere que llame a los guardias? Seguramente estarán encantados de ver a uno de.... su raza en la ciudad.  

Estoy disfrutando con el ambientillo, tanto que me acerco al pequeño tumulto con una leve sonrisa beatífica.

—¡Ah, mi ciudad, tan entretenida como la recordaba!

Al principio contemplo al tiefling con una mirada desconfiada. ¡Esos seres de sangre demoníaca pueden ser muy problemáticos! Sin embargo, la acusación me parece fuera de lugar, más bien una provocación injustificada.

—¡No creo que los guardias tengan que intervenir por una capa pisoteada en una plaza llena de gente! —digo en un tono de voz lo bastante alto para que se me oiga— ¿Qué pruebas tiene, señor, de la culpabilidad de este ehhh caballero? No me parece justo juzgar a alguien por su apariencia. ¡Y cincuenta monedas de oro por una capa un poco arrugada!—hago un aspaviento— ¡por Helm, que es una vestimenta demasiado cara como para arriesgarla en zonas concurridas!

Miro directamente al comerciante y me muestro tranquilo. En realidad, estoy deseando pegarle con la maza en la cabeza a ese ricachón ostentoso.

La creciente hostilidad del mercader no parece alterar a la halfling, que sigue contemplando la escena como cualquiera contemplaría un espectáculo de marionetas. Sin embargo, en el momento en el que un tercer hombre...

—Algo más que un hombre de armas, si es que una no ha perdido su buen ojo.

...interviene, la pequeña mujer le dedica toda su atención. De hecho, parece muy satisfecha con este giro de los acontecimientos, hasta el punto de que un espectador cercano quizás la oiga murmurar para sí:

—¡Sorpresa! ¡Exclamación! —Brevemente, examina a la audiencia. Su sonrisa aflora del todo, su atención vuelve al trío protagonista.— Entra el héroe... ¿Cómo iba a saber Shoshana que estaba ante un preludio?

Su actitud ahora parece más atenta... ¿O quizás más ensimismada? Sus labios vocalizan, sus dedos pulsan sobre el bastón, claramente guiados por el recuerdo de un acción familiar.

El comerciante indignado mira a Cadwyr con los ojos inyectados en sangre y la vena de la garganta a punto de explotar.

- ¿Y usted quién se cree que es para venir a intervenir en este asunto? Yo no me meto en sus problemas. Usted no se meta en los míos. Esta seda es traída directamente de Amn. ¿Se piensa que es barato traer algo tan lujoso para que un.... naranjita venga a estropearla? Soy una persona influyente muchachito, la guardia hará lo que yo le pida. Y este irá a pasar la noche tras los barrotes. Y siga así usted y lo acompañará seguramente. 

Las miradas cada vez son más, formándose un círculo alrededor del trío encabritado. El comerciante parece al borde de lanzarse a la pelea, su enojo, claramente, está nublando su juicio. 

Mientras el comerciante te está increpando, por el rabillo del ojo, notas unos movimientos casi imperceptibles a los costados. Tres individuos están haciéndose los distraídos mientras bolsiquean a diestra y siniestra. 

Ves como uno de ellos se acerca a una elfa que anda viendo la tienda de arcos y con total disimulo le extrae una pequeña bolsa. No hay que ser un genio para darse cuenta de que hay alguien que dormirá bajo el puente esta noche. Así mismo, los ladrones miran de reojo hacia el comerciante, el thiefling y vos. 

Te das cuenta al acto que esto no es un problema de telas, el pobre naranjita ha caído víctima del gremio de ladrones de la ciudad para crear una distracción mientras otros se hacen con varias monedas durante la obra teatral. 

La discusión se caldea, ahora entre el mercader y el recién llegado, pero la halfling sigue con su rutina: articulando con los labios, toqueteando con los dedos... Hasta que se menciona a la guardia: aquello parece enfriar su diversión. Se detiene.

—¡Qué mezquindad! ¡Qué actitud tan impropia de la generosa gente de Baldur! —grita en un tono que mezcla lástima y desaprobación.

Luego, retrocede y se mueve, tratando de confundirse entre la muchedumbre.