Partida Rol por web

Astérope

Binevo Astèropé

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07/06/2020, 23:31
Director

I N T R O D U C C I Ó N

 

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07/06/2020, 23:54
Avión

El alquiler de la que sería su residencia durante los estudios era un regalo de sus padres. Un “chalet” de lujo junto al mar en las afueras de un pueblo llamado Sassaneva a cinco kilómetros del campus.

Los caseros eran unos amigos de la juventud de mamá, Remo y Lilla. Bryony sólo los había visto una vez, cuando era demasiado pequeña como para recordar. La casa era la residencia de verano de la pareja, y la dejaban para darle espacio a su hija, que también comenzaba ese año estudios universitarios, de “arte”. Sí, Bryony tendría que aguantar a una compañera de “piso”, y no sabía nada de ella, más que que sus padres tenían que ser ricos.

El piloto del airbus había anunciado la llegada a Astérope invitando a los pasajeros a que buscaran en el paisaje los círculos concéntricos de la Atlántida, entre unas marismas que tenían formas fractales de distintos tonos y reflejaban la luz del sol de la mañana como si fueran las alas de una mosca vistas por el microscopio.

El aterrizaje fue suave y la gente aplaudió. Parecían contentos porque eran turistas y habían venido a pasárselo bien.

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07/06/2020, 23:58
Aeropuerto de Critias

El Aeropuerto de Critias estaba estratégicamente cerca de Atlaneva, una ciudad construída de la nada durante la “reconstrucción” de la Atlántida, a principios del siglo XX, y que había sido la capital del país durante el dominio italiano de la isla.

Era febrilmente moderno como cualquiera de su tráfico que se preciara. Aquí el toque excesivo era provocado por las monumentales columnas, de madera, un homenaje a un estilo de arquitectura característico de algunos edificios monumentales de Atlanova, controvertido por su pretenciosidad, llamado “brutalismo fascista”. Si el Art Decó recordaba a las ruinas de Babilonia y Egipto, el brutalismo fascista era la idealización alucinada de los arquitectos de Mussolini a la mitificada arquitectura atlante: gigantes columnatas, puentes custodiados por torres, formas concéntricas y canales. El aeropuerto era una estructura ciclópea a base de madera, algo de mampostería, acero, y, sobre todo, cristal.

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07/06/2020, 23:59
Remo Farkas

En la zona de las tiendas le esperaba el tal Remo -Remo Farkas-, que resultó un hombre viril, de tez muy oscura, atlético, con los ojos brillantes, que sonreía sosteniendo un cartel que decía “Bryony”. No es que no encajara con la descripción que le habían hecho sus padres de él, sino más bien que la imagen que habían sembrado éstos en su mente era una versión descafeinada, insulsa. Difícilmente lo podría haber imaginado así.

Era septiembre. El hombre vestía una camisa floreada de manga corta, unos pantalones sport y unas albarcas asteropenses, que se caracterizaban por combinar neumático en la suela, cuero en el empeine y una tira de esparto sujetando el tobillo. Su voz era afín a su físico, grave, pero no rota. Su primera frase era en una mezcla entre el asteropés y el italiano. La segunda en un inglés propio de un londinense educado en colegios privados.

—¡Bineva Astèropé, signorina! ¿Le acerco a algún sitio?

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08/06/2020, 00:14
Avión

La beca incluía, además de un pequeño salario para gastos, la estancia en un colegio mayor que al menos en su web se vendía como lo más de lo más. Se la había conseguido su psiquiatra, que resultó tener un buen amigo entre los fundadores de la Facultad de Estudios Esotéricos, un colega de profesión, pero también parapsicólogo llamado Nió Vicassy. Adam llevaba consigo una carta, cerrada, de recomendación para él, escrita por su terapeuta, que debería entregar en mano en cuanto tuviera ocasión.

Tras una noche soporífera sobrevolando el interminable Océano Atlántico amaneció ya casi en el espacio aéreo de Europa y la atmósfera cargada del Airbus se fue disipando conforme subían las cortinas y servían el desayuno.

No pasó mucho tiempo cuando por el ventanuco que había junto a su asiento Adam pudo ver los terrenos inundados que brillaban, allí abajo, con distintos tonos atornasolados, como un espejo roto que se mantiene en su sitio, sin desperdigar sus pedazos.

El murmullo de los turistas frenó en seco cuando sonó por el hilo musical la voz del piloto, segura de sí misma, como la de un locutor de radio.

—Estimados pasajeros, si miran por su ventana les sorprenderá el bello paisaje de las Marismas de Tiestes. Si buscan entre los terrenos inundados, podrán ver dentro de… veinte segundos, las murallas circulares concéntricas y los canales de la Atlántida.

Alialia les da las gracias por haber elegido nuestra compañía para sus viajes y les da la bienvenida a Astérope, deseándoles que tengan una feliz estancia.

Algunos de los pasajeros fueron vitoreando, ilusionados como niños, conforme iban descubriendo la especie de laberinto, minúsculo desde esa altura, de murallas y canales.

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08/06/2020, 00:20
Minibús

Hora y media después, ya en tierra, Adam había cruzado parte de la moderna arquitectura de columnas y vigas de madera y muros de cristal y estaba subiendo al minibús de su colegio mayor.

Por una especie de ley del espacio social los que iban entrando ocupaban primero los asientos junto a las ventanillas, de los que quedaban algunos libres. Sobre cada sitio vacío había un folleto informativo titulado: “Athanasius Kircher li dona la binevo Astèropé”, que algunos de los que ya se habían acomodado consultaban. La gente sonreía y se miraba, entre la timidez y el atrevimiento.

En el folleto venía una sucinta información de bienvenida, explicando que el Athanasius Kircher era un colegio mayor ideado con los criterios pedagógicos más punteros, que dependía de la Universidad de Atlaneva. Estaba situado a sólo cinco kilómetros del campus, cerca de un pueblo llamado Sassaneva. Tenía una piscina y estaba a apenas cuatrocientos metros de la playa. Estaba dotado de talleres, biblioteca, comedor, cafetería, gimnasio, minicine, sala de conciertos y conferencias y piscina. Las habitaciones eran individuales pero cuatro habitaciones compartían baño, terraza y sala de estudios.

A los cinco minutos de que Adam se hubiera acomodado en su asiento una chica peliroja entró encontrándose todos los sitios junto a las ventanillas ocupados.

Se tomó su tiempo, allí plantada, observando con descaro a los que se habían sentado, para elegir compañero de viaje.

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08/06/2020, 00:34
Avión

Ingvild aprovechó una estancia en Londres para tomar un vuelo a precio de ganga a Astérope. Embarcó de madrugada y a la hora del almuerzo ya sobrevolaba las lagunas de Triestes. Los terrenos inundados por el mar formaban, debido a algo relacionado con el limo, los minerales, la temperatura, la salinidad del agua y las corrientes del río Herpo, que se difuminaba en ellas, celdas poligonales, normalmente hexágonos irregulares, de cientos de metros de lado. Entre ese rompecabezas de formas, naturales como membranas, distinguió los círculos concéntricos más famosas del mundo: las murallas y los canales de la Atlántida.

Justo entonces el piloto avisó, in extremix, de la presencia de la mítica atracción turística, objeto del viaje del noventa por ciento del pasaje.

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08/06/2020, 00:35
Aeropuerto de Critias

Tras un aterrizaje sin nada que destacar recorrió la zona de tiendas del aeropuerto de Critias, un mamotreto de arquitectura moderna que lucía unas enormes columnas con vigas de madera y paredes de cristal y acero.

Había conseguido una habitación a un precio interesante en un pueblo costero a apenas siete kilómetros del campus universitario, Sassaneva.

Desde alli salía un tren que tardaba apenas media hora en llegar a Sassaneva, parada de diez minutos incluída en la ciudad de Altanova, que tenía fama de ser una joya arquitectónica .

También tenía opción de ir en un autobús fletado por una compañía de hoteles en la que ella, gracias a su carnet de guía turística, tenía un importante descuento.

O alquilar un coche, también con descuento.

De una forma u otra antes de la hora de la comida podría dejar sus maletas en su apartamento. Lo compartiría con la inqulina-casera una estudiante de “Relaciones Públicas Internacionales” que realquilaba una habitación.

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08/06/2020, 00:38
Aeropuerto de Critias

Era su primera mañana en Astérope.

Bediviere acababa de aterrizar en el aeropuerto de Critias y al día siguiente empezaría el curso.

En el avión la voz del piloto les había deseado un buen día después de anunciar triunfante la llegada a la isla, indicando dónde podían divisar la Atlántida. Los viajeros, en su mayoría turistas, habían ido celebrándolo con vítores, conforme distinguían, allí abajo, las formas concéntricas de las murallas y los canales que, como un laberinto de plata líquida, brillaban, delatando una construcción humana entre el orgánico paisaje de las marismas, una agregación de celdas de polígonos irregulares refulgente a esas horas de la mañana.

El aeropuerto era famoso por su estructura gigantesca de madera y cristal.

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08/06/2020, 01:06
Tren de Cercanías

Su tren parecía un objeto de museo en comparación con los de alta velocidad, que esperaban en otro andén y no tenían parada en Sassaneva. En todo caso los ferrocarriles de cercanías de Astérope eran famosos por la calidad de su servicio a un precio de birria. Además, el tren en el que subió tenía cierta personalidad, como de un juguete apreciado por un niño, quizá porque estaba pintado de un rojo nada agresivo.

Sentada en un vagón casi vacío se dirigió en dirección contraria a la Atlántida, con unas vistas magníficas, primero de las marismas, luego el imponente río Herpo, que cruzó por un puente de hierro. En su dirección estaban a pocos kilómetros de la costa y a la derecha, tras las imponentes montañas del “Atlas Asteropano” se encontraba uno de los pocos desiertos de Europa. Quizá era sugestión pero con las ventanas del viejo vagón abiertas podía oler el mar, el desierto, y las montañas. El clima era tan benévolo como decían las guías. Era principios de septiembre y nadie llevaba manga larga.

La primera parada fue en la tercera ciudad más grande del país, Atlaneva, una joya de la arquitectura de principios del siglo veinte que había sido la capital de Astérope en el dominio italiano de la isla, durante la primera mitad del siglo XX. La estación, en la que hizo una parada de casi un cuarto de hora era una nave enorme, de estilo art-decó, colorido y frutal. Allí pudo ver el trajín de la gente del país, con el periódico bajo el brazo o escuchando música o mirando el móvil.

Había muchísimos músicos callejeros y mucha gente canturreaba o silbaba o sin preocuparse por llamar la atención.

Cuando el tren se puso de nuevo en marcha tardó tan poco en llegar a la siguiente parada -la suya-, que apunto estuvo de saltársela. Sassaneva, había sido un poblado de pescadores que había ido creciendo con el turismo.

Bajó a del vagón a un andén junto al que había una pequeña casa que según la guía había pertenecido al guardavía. Desde allí, al final de una calle, se veía el Mediterráneo. El agua azul claro y la arena de la playa de un intenso amarillo.

Allí le esperaba su compañero de piso y casero, un arqueólogo asteropense que alquilaba dos habitaciones con derecho a cocina para poder pagar el piso. También había otra inquilina, una estudiante de psicología que, como ella, comenzaba en la Universidad de Atlanova este año.

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08/06/2020, 01:22
Sento

El cuerpo del chico, grande y un poco alargado, estaba en sintonía con la foto de su cara que había visto en Internet.

Llevaba un sombrero que estaba al límite de combinar con su camiseta, de un grupo femenino desconocido para ella. Pantalones cortos que parecían de pijama y una especie de sandalias de suela de neumático, empeine de cuero y tira para sostener el tobillo de esparto. Tenía los pies muy grandes.

Se acercó a la recién llegada con una sonrisa un poco sobrada y le dio la bienvenida estampándole sendos besos a los lados de la cara. Su inglés era perfecto, con una musicalidad un tanto desenfadada. Era idioma cooficial y en la isla todo el mundo lo hablaba.

—Bienvenida a Astérope ¿Te invito a almorzar?

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08/06/2020, 01:02
Ingvild Hoem
Sólo para el director

Era uno de los beneficios de residir en Londres; las ofertas de viaje de última hora a casi cualquier parte del mundo. Por supuesto, ella no vivía en la capital británica a tiempo completo, sino tan sólo durante la temporada alta, cuando la National Gallery se veía abrumada por hordas de turistas sin escrúpulos. Era más rentable así. En Oslo, la Nasjonalgalleriet debía también soportar un flujo constante de turistas —en su mayoría deseosos de sacarse una selfie posando al lado de "El Grito"— pero ciertamente sus servicios como guía eran más y mejor apreciados de aquel lado del mar del norte.

Observó por enésima vez el billete de avión que la llevaría a Astérope. Era un hábito suyo chequear las cosas una y otra vez antes de viajar; posiblemente lo había heredado de su madre, siempre tan circunspecta al respecto.

Durante el viaje en avión se maravilló contemplando las lagunas de Triestes. Se entretuvo siguiendo el contorno que delimitaban aquellas particulares celdas en forma de polígono. Creyó detectar algo de De Stijl en aquellas formas, aunque su complejidad fuera mayor. Definitivamente un paisaje digno de ser pintado.

Su mirada se desvió instintivamente el asiento contiguo donde su mochila reposaba. Dentro —pues era demasiado valiosa como para ser despachada sin más en una valija— se encontraba su particular cámara, disfrazada como un viejo libro. Le debía muchas cosas a Sir Joshua Reynolds, y el ser precavida era una de ellas.

No había conseguido sitio en el campus de Atlanova, por lo que le tocaba hospedarse en el pueblo costero de Sassaneva. Tan sólo esperaba que su inquilina fuera tranquila y que la ventana de su habitación personal diera al norte, que ya se sabe que es la luz del norte la preferida por los artistas. Apenas si dedicó unos minutos a admirar la arquitectura del aeropuerto. Ya habría tiempo más adelante.

Se decidió por fin a alquilar un coche. No quería que su inquilina pensara que era una estudiante particularmente pudiente, pero estaba agotada y era una forma eficaz de utilizar su descuento como guía turística.

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Coge el auto más barato y pequeño que encuentre, pero que tenga cierto estilo.

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08/06/2020, 01:57
Piso de Nikita

Ya había pagado la fianza y los primeros tres meses de alquiler. Parecía un poco abusivo pero aquel lugar era un chollo. Era de los abuelos de un amigo de un amigo, la única herencia de un montón de hijos a los que por motivos de impuestos no convenía vender. Aun así era mucho dinero para él sólo. Había encontrado dos inquilinos más, ambos asteropenses que también empezaban este año a estudiar en la Universidad de Atlanova. Uno, un chico de origen libio que estudiaba Física y disfrutaba de una beca y la otra, de tez también morena, que iba a empezar Bellas Artes. Por las fotos de su facebook parecía estar muy buena.Había quedado con ambos después de comer y eran las once del mediodía.

La casa era antigua, del "centro histórico" de un pueblo que construyeron los italianos de Atlanova para veranear. La playa de Sassanova era más amarilla que la de Morrysley. La fachada de la finca, de tres pisos, era color huevo.

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08/06/2020, 01:57
Sharif Karamani

Su amigo Sharif le había ayudado con la mudanza. Habían venido los dos desde Morrysley trayendo todos los trastos en una furgoneta gigante a la que llamaban "Frankensteina" y que medio barrio alquilaba a bajo precio para trasladar cualquier cosa, desde lanchas hasta pianos.

Ya lo habían colocado más o menos todo y tomaban unas cervezas, frías, que habían traído en una nevera portátil. Habían dejado las camas nuevas y los escritorios para las habitaciones apoyados en la pared y habían cargado los viejos en la furgoneta. Sharif se encargaría de llevarlos a un ecoparque que había de camino. Durante la mañana tenía que venir el técnico a instalar el Internet por cable.

Estaban decidiendo qué hacer con un enorme mueble feísimo que se comía un buen trozo del salón y hablaban de un disco que habían estado oyendo durante el viaje -un tecno emotivo demasiado cercano al trap como para pasar el control de calidad del oído exquisito de su amigo-, cuando alguien llamó a la puerta.

Era la chica de las fotos.

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08/06/2020, 02:03
Irene Castellini

Tenía la voz un poco rota.

—Ohhhh. Osties.*

Estaba mirando a través de Nikita, señalando el salón con la palma de su mano izquierda.

—¡Heme lliurada de mhon parés! ¡Liberta a la fí!

Miró a Nikita, como dándose cuenta de algo fundamental de la vida.

—¡Aniemo a festar-ho!

Se podía decir que era el arquetipo de chica asteropense.

Sharif, sentado en un sofá que parecía pedir a gritos una cerilla, miraba hacia ellos con su típica cara de póker que quería decir "está muy buena, sí señor".

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08/06/2020, 02:34
Avión

Ferenc le había abierto una tarjeta de crédito para sus gastos con un fondo de diez mil euros que, dicho con sus palabras, se repondría automáticamente el día uno de cada mes. Pero no era libre de elegir el lugar en el que viviría esos años. Un colegio mayor de lujo cerca de la costa.

Había salido por la mañana temprano, el billete, enviado a su correo electrónico, era de primera clase. Desayunó sobrevolando Francia y cuando una azafata se le acercó y con cuidado, como no queriendo molestarla, le informó que estaban sobrevolando las marismas de Triestes, en Astérope, y que si se asomaba por la ventana, podría ver las ruinas de la Atlántida.

Las vió como un diminuto laberinto de plata fundida en medio de un paisaje de terrenos inundados que brillaban al sol de la mañana en distintos tonos atornasolados.

Poco más de media hora después estaba subiendo al minibús del colegio mayor, en el aeropuerto de Critias, un mamotreto moderno con columnas y vigas de madera y paredes de cristal.

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08/06/2020, 02:35
Minibús

Por una especie de ley del espacio social los que iban entrando ocupaban primero los asientos junto a las ventanillas, de los que quedaban algunos libres. Sobre cada sitio vacío había un folleto informativo titulado: “Athanasius Kircher li dona la binevo Astèropé”, que algunos de los que ya se habían acomodado consultaban. La gente sonreía y se miraba, entre la timidez y el atrevimiento.

En el folleto venía una sucinta información de bienvenida, explicando que el Athanasius Kircher era un colegio mayor ideado con los criterios pedagógicos más punteros, que dependía de la Universidad de Atlaneva. Estaba situado a sólo cinco kilómetros del campus, cerca de un pueblo llamado Sassaneva. Tenía una piscina y estaba a apenas cuatrocientos metros de la playa. Estaba dotado de talleres, biblioteca, comedor, cafetería, gimnasio, minicine, sala de conciertos y conferencias y piscina. Las habitaciones eran individuales pero cuatro habitaciones compartían baño, terraza y sala de estudios.

A los diez minutos de que Branwen se hubiera acomodado en su asiento una chica peliroja entró, encontrándose todos los sitios junto a las ventanillas ocupados.

Se tomó su tiempo, allí plantada, observando con descaro a los que se habían sentado, para elegir compañero de viaje.

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08/06/2020, 09:25
Nikita Pontecorvo
Sólo para el director

Conducir hacia el sur. Hacía meses que no hacía un viaje tan largo por carretera y Nikita aprovechó para disfrutar del camino aunque hacerlo a bordo de aquella furgoneta no era precisamente un placer de la conducción. La ventanilla abierta y la visión del mar desde algunos de los tramos de la autopista, la voz de Sharif y la música de su emisora preferida de radio —que aquella mañana desde luego no había acertado en sus gustos—, todo lo disfrutó, también la nariz arrugada de su amigo, gesto que ponía exactamente igual cuando olía mal que cuando una música dejaba bastante que desear.

Cómo iba a echar de menos poder verlo prácticamente todos los días, así había sido desde la infancia. Le había insistido las veces justas que en su habitación habría siempre un colchón para él, aunque no habría podido ser de otra forma. De tanto en tanto lo miraba de lado, sonriendo y levantando las cejas en un gesto de alegría y nerviosismo por lo que empezaba: los estudios más raros del mundo.

Su familia se lo había tomado de modo dispar, en general más con extrañeza que desagrado, pero podía decirse que lo apoyaban aunque solo fuera porque sabían que nada iba a detenerlo al respecto. Algo distinto le pareció a Nikita su padre. Lo que el chico tomaba como una prueba de su disconformidad, incluso de reprobación silenciosa por haber emprendido un camino tan incierto —tal vez incluso inutil—, no era en realidad sino una expresión más de lo lejano e insondable que era para él todo lo que rodeaba a su hijo y su don. A Nikita le resultaba extraño pensar en estar lejos de todos y no podía evitar sentir un punto de culpa mezclado con cierta alegría por la separación. Y no conseguía saber cuál de las dos cosas lo perturbaba más.

La aparición de Irene sacó al chico de la burbuja en que vivía cuando estaba a solas con Sharif. Tras oír su espontánea declaración de independencia, rió e hizo un gesto de barrido con su brazo, mostrándole el salón como si fuera el escaparate que acababa de ganar en un concurso de televisión. Cansado de tanto mover muebles aceptó la propuesta sin pensarlo.

Ok, aniemo —sacudió las manos como si se quitara el polvo acumulado. Miró a Sharif—, è il moment de trovar nostre primo bar preferito.

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08/06/2020, 19:29
Bediviere Lafayette
Sólo para el director

Bediviere se había quedado dormida, tras participar, tal sólo momentáneamente, de la emoción colectiva que embargaba a los viajeros a bordo al contemplar la Atlántica, sobre la que posó la vista con evidente curiosidad y comedido asombro, diciéndose que sería uno de esos sitios que debía visitar durante su estancia en Astérope antes de caer rendida ante el yugo del jet lag sobre su asiento. 

La megafonía que anunciaba el aterrizaje la había despertado, aunque se sentía más bien aturdida. El viaje desde Nueva Orleans había sido largo, y pesado. Buscó desesperadamente un café, al entrar en aquel tren pintoresco, y se colocó en el primer espacio que encontró disponible para poder fumar, si es que lo hubiera. Respiró, aliviada, y pudo contemplarlo entonces todo de otra manera. No sonrió, no era lo suyo. Pero pudo admitir que era hermoso, diferente al paisaje de ciénaga y pantano que poblaba si ciudad natal. 

Bajó en la parada que le habían indicado en la información que le había mandado la universidad, aunque la falta de costumbre casi hace que se la salte. Se metió un chicle de hierbabuena en la boca, por cortesía, queriendo saludar a su casero y compañero de piso sin que oliese profundamente a cigarro. Suspiró, y agarró sus cosas. Sintió quizá algo parecido a lo que debiera sentir Armstrong al pisar la Luna por primera vez, si es que aquel hito había sido verídico. Respiró el aire nuevo, húmedo, cargado de brisa marina. Un olor de costa diferente al de la costa que ella ya conocía. 

Su casero esperaba. Su cara no había sido una sorpresa, habiéndolo visto en la foto que le habían mandado como referencia. Su ropa, sin embargo sí. Era, en general... Diferente. Por no decir que contrastaba profundamente con los colores oscuros de la de Bediviere. 

Se sorprendió, al escuchar su inglés- Gracias. - dijo, tras recibir su calurosa bienvenida, poco acostumbrada a aquello de los dos besos- Claro, ¿por qué no?- respondió, diciéndose que no le vendría mal comer algo de verdad. 

 

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08/06/2020, 20:47
Branwen Glyndwr
Sólo para el director

Montaba por primera vez en avión y la experiencia fue en parte intrigante. Tenia en la cabeza las descripciones de Deian, mas sudorosas, apretadas y en el fondo divertidas y no podía decir que, el obsequio de la privacidad y la atención de la primera clase, no tuviera un algo de decepcionante.

A la vista de los cuidados, el señor Rákóczi, tenia una estima muy grande por la comodidad y la libertad de gasto. Había revisado una terna de veces el saldo de su cuenta a crédito, lo mismo, por mes, que ella y su tío pudieran ahorrar en tres años y primero se enfurruño (creyó que era la continuación del plan de su padre para seguir comprándola), luego se asusto, y al final, si, trazo un plan para ser consecuente. Gastaría lo necesario y normal y antes del final de mes se gastaría en su tío lo que quedara.

Apuntalo el borrador de su curso de acción entre los huevos al vapor y el zumo de naranja y lo sello con la copa de champan de refrigerio (que al principio estuvo reticente de aceptar - por dios eran las nueve de la mañana!!).

A ratos se entretuvo en observar la tierra diez mil metros por debajo, echar repasos a la guía Trotamundos de Astérope y dar las gracias sinceramente a los asistentes de vuelo (Deian había insistido mucho en que no se confundiera, que no las llamara azafatas, suponía una lección aprendida cuando salió con aquella Luan de los Estados)

El aviso sobre la visión de las famosas ruinas Atlantes casi la pilla perdida en pensamientos divergentes, entre las secuencias en espacio f y la evocación de lo que sintió (noveladamente) Tiffany Dolorido en su ascenso a las montañas del carnero para aprender a ser bruja.

Lo que vio, incito mas su futura curiosidad que la impresiono (y eso que el piloto hizo la pasada turística reglamentaria para dar la oportunidad de contemplar el lugar en todo su esplendor). La atrajo mas el brillo de la luz en los espejos de agua. Ese sol que no era el suyo, si no uno con una lavada de cara.

Siguió oteándolo: en su piel, en las sombras, en los colores, ya después de agenciarse de regreso su maleta y arrearse la mochila y guiarse hasta el transporte de su nueva residencia. Era la primera y mejor evidencia de que estaba en otro lugar. Uno nuevo.

Pensó al buscar un sitio en el minibús, mas en el espacio para dejar su trasatlántico (por el tamaño) equipaje que en los paisajes. Se dijo que ya tendría tiempo de explorar y además que era mucho mejor, y fructífero, hacerlo a pie, así que solo busco un hueco donde aparcar su bulto y se sentó en las cercanías.

Había información por doquier del colegio mayor y, la tanteo un momento, hasta recordar, con una sonrisa tenue, lo que mienten los artículos de propaganda de todo el mundo y lo aparto a un lado para comprobar su conexión a internet.

Desdeñaba las atenciones 'muy de empresa' del señor Rákóczi, pero con el primer ingreso se había comprado un smartphone ultimo modelo con lo mejorcito en potencia y conectividad. Era Tope.

Estaba consultándolo, cuando se percato de la inquisitiva pelirroja que asemejaba estar tratando de mover los engranajes mentales de los demás solo con echarles una mirada. La observo un momento e imagino lo que buscaba y le hizo el gesto de 'es tuyo a mi me da igual' señalando la ventana que había conseguido.