Mientras mis compañeros comenzaban a hacer lo suyo, rescatar lo que debían, yo por mi parte no necesitaba nada, todo lo que pudiesen necesitar de mi parte, era mi conocimiento y experiencia en algunos campos, por lo que me dirijo a donde sea la evacuación, no estoy nerviosa, pero si impaciente por salir de aquí, no quiero quedarme a ver el espectáculo de como las cosas de mi laboratorio explotan al mezclarse con el agua, no me agradaría ni la idea de estar cerca. El ruido de las alarmas es bastante molesto, y me estresa en cierto punto.
-Malditas alarmas, siempre las he odiado - Un tipo me pega en el hombro al ir corriendo en pánico, pero intento ignorarlo - Una lastima lo del mecánico, me caía bien.
Al llegar al lugar donde esta el mini submarino, noto que no ha llegado nadie, pero veo un objeto que podría servirme, un combo* en caso de que haya que romper alguna piedra al llegar.
*Un martillo grande, usado para romper cosas en las construcciones, en formato maso.
**Perdon no responder ayer, use el día entero para estudiar.
Me ocupé de encontrar el diario. Cogí un pequeño bolso donde llevaba algún utensilio y bajé a empujones hasta la bodega. Durante el camino la gente se agolpaban en la parte superior, había gritos, demasiado gritos y se escuchaban como la balas de salvamento salían despedidas del submarino. Hasta diez conté pero seguía habiendo gente, y no quedaba forma de salvarse.
Me encogí de miedo durante un instante y pronto volví a retomar la carrera hasta llegar a las bodegas. Allí se encontraba Elisabeth.
-Tubalcaín dijo algo de unas granadas, ¿qué deberíamos hacer? -pregunté ansiosa y preocupada.- No queda forma de salvarse, estamos demasiado sumergidos como para hacerlo a nado -le comenté, temiendo que nuestra muerte estaba muy cerca.
Corrí hacia la bodega, cuando llegué no había nadie, por suerte todos fueron a la zona de salvamento por lo que me dejaba espacio y tiempo para trabajar hasta que aquella lata se hundiera por completo. Me acerqué al vehículo anfibio y lo encedí, lo hizo a la primera, es me reconfortó. Empecé a soltar los amarres para que pudiéramos salir de allí cuanto antes. Mi plan era simple, salir por el portón de carga con el vehículo cuando se inundase, solo tendría que esperar a que todos estuvieran en el interior y yo accionaría la palanca de apertura del portón de carga, solo tendría unos segundos para entrar en el vehículo antes de que todo se inundase.
Al quitar el último gancho de amarre vi que Elisabeth y Alana estaban esperando.
- ¡Eh, señoritas!, lamento meterles prisa pero las circunstancias apremian así que si hacen el favor de entrar en el vehículo se lo agradecería- se lo dije de manera amable aunque hubiera preferido haberles dicho que moviesen sus culos hasta el maldito submarino pero ya habría tiempo de desahogarme de alguna manera- ¿donde se ha metido el señor Jurgen? Lo necesito para que maneje este trasto - estaba empezando a impacientarme y el sonido de las alarmas no ayudaba - Y no se preocupen por las granadas, están con el seguro puesto y bien sujetas en sus cajas.
Granadas y caja munición:
Ya va, ya va... - se oye de fondo a Jurgen, el cual su cerebro había elegido un mal momento para ponerse a funcionar a todo trapo... le ralentizaba cualquier otra cosa que no fuera pensar. Al menos el oído le funcionaba mejor que las piernas, ya que entró después de Alana y tras hacerles gestos también para que entraran, el cazatesoros accedió al vehículo.
Jurgen ya había analizado todas las posibilidades, dentro de su conocimiento que no por desgracia no era absoluto, y había repasado que no se dejaba nada antes de ponerse a los mandos del nuevo vehículo que les llevaría a la Atlantida. Llevaba demasiados años invertidos como para lanzarlos muriendo en un ataúd enorme e inservible de acero.
Espero que estéis preparados, porque nos volvemos a poneros en marcha. - comenta Jurgen al resto de tripulantes que le acompañan en el vehículo.
Me acomodo en mi asiento y pongo a mi lado el pesado mazo de metal que he cogido por si hacia falta que rompa algo cuando lleguemos allá, no me fío mucho de los explosivos de Alexander, pero no hay tiempo para discutir, ni para hacer comentarios negativos, y para que decirlo, menos esta la disposición de escuchar tales comentarios, en la situación compleja en la que nos encontramos.
-Yo estoy lista, puede partir cuando quiera, señor Jurgen.
Miro a los otros tripulantes del pequeño submarino, y sonrió, me acorde del momento en el que partíamos, pues, en las ironías de la vida, el submarino ahora se estaba hundiendo, una dura bofetada de la vida, para decirnos "esto es la vida real, no un juego en el que van, y consiguen todo lo que quieran sin sacrificios".
-La partida de poker tendrá que esperar hasta que la loca expedición acabe señor Jurgen al parecer - Bromeo para aliviar un poco la tensión - Pero me gustaría que partiésemos, antes de que las cosas explosivas de mi laboratorio se caigan al suelo, o sean alcanzadas por alguna explosión interna del submarino, pues, sera una linda escena, digna de contemplar, a una distancia bastante prudente por supuesto.
Perdonen la demora.
Y cuando Alexander nos echaba el sermón, Jurgen apareció como un héroe para sacarnos de allí. Incluso pareció que una áurea luminaria que venía de ningún sitio, iluminaba su figura como si fuera una estampa celestial.
El agua ya nos llegaba por las rodillas. Apreté el diario contra mis pechos y me dirigí al pequeño submarino después de Elisabeth y me senté en uno de los cuatro asientos de la cabina principal. Escuché nerviosa el comentario de las explosiones de Elisabeth y empecé a morderme las uñas con ansia.
-Bien, vale, de acuerdo. Ya estamos dentro, y ahora ¿cómo salimos? Y tendrá que ser una evacuación rápida. Muy rápida -dije a ver a los tripulantes que no había podido salvarse entrar en la bodega a nado, pues el agua ya llegaba hasta los hombros.-¡Oh! ¡Madre mía! -exclamé con los ojos inundados de lágrimas, al darme cuenta de su situación. Se iban a morir delante de nosotros.
Mi sonrisa se esfuma, pues sabía el porque de la expresión de Alana, me levanto, y me acerco a alana tomando su mano, yo ya tenía la experiencia de ver morir a gente delante de mi, y había aprendido a ignorar eso, aunque nunca fuese algo agradable.
-Alana, mírame - Digo seriamente - Vamos ha estar bien, tienes que tener fe.
Doy un suspiro para pensar bien en mis palabras, y la miro fijamente a los ojos.
-No llores por los que no puedan salvarse, es la selección natural del destino - Me muerdo el labio - Tienes que pensar en seguir adelante, y que sus muertes no sean en vano, por los que han muerto antes que nosotros, por los que morirán hoy en este lugar, y por nuestra propio destino, concéntrate en llevar esta expedición a buen rumbo.
Se que son palabras duras, pero no hay mucho mas que pueda hacer por ella, nunca estuve en una familia unida, ni en un ambiente familiar, pero aun así, sigo siendo una mujer, y entiendo, o intento entender los sentimientos de los demás.
-¿Fe?-gemí mientras dirigía mi mirada a Elisabeth.-No es justo-balbucé. También, ¿yo debería morir y ceder mi lugar a alguien? No era mi destino. Debía encontrar la Atlántida con el grupo que había sobrevivido. Con ellos tres daría con el hallazgo. Pero entonces ¿por qué no podía dejar de llorar?
Jurgen se giró hasta encontrar los ojos de Alana.
No, no lo es. Pero si no seguimos adelante todo sacrificio habrá sido en vano. Ya pasaremos cuentas con el destino una vez hayamos descubierto la Atlantida, y la historia nos pondrá a cada uno en su lugar correspondiente.
Tras estas palabras que intentaban ser un apoyo - algo que no se le daba especialmente bien, no al menos así - se dirigió a Alexander.
¿Está todo preparado? ¿Podemos ponernos en marcha?
Cuando llegó Jurgen respiré aliviado, pensaba que no llegaría o que había decidido escapar de otra manera.
- !Bien! Sin más demora entrad en el vehículo, yo accionaré la palanca para abrir la puerta de carga- tendría unos segundos antes de que empezase a entrar agua, lo sentía por los que se no habrían encontrado un modo de salir de allí pero le ahorraría horas de agonía. Corrí hasta la palanca de apertura manual y la accioné, empecé a correr hacia el vehículo a toda prisa mientras sonaba la alarma de apertura de la puerta pero se detuvo, me paré en seco al ver que aquella maldita puerta no se abría.
- ¡¡¡¡Maldita lata de sardinas!!!! Voy a tener que utilizar un abrelatas para salir de este maldito armatoste - no había pensado que la puerta se abría hacia el exterior y que al estar sumergidos la presión sobre ella evitaba que se abriera. Pensé por un momento que hacer hasta que ví flotando una caja de granadas por el agua y ¡eureka! con un poco de explisivo plastico, unas granadas y un mando a distancia mandaría esa puerta al infierno. Me acerqué al vehículo a decirle de los nuevos y explosivos planes.
- Señores, mi plan a sufrido ligeras modificaciones - sonreí, al menos si no saliamos de allí me cargaría el maldito submarino, ya lo hice con el gato y no iba a hacer ninguna excepción- la puerta no se abre debído a la presión de agua, voy a poner cargar explosivas en la puerta para que reviente y empiece a entrar agua en el interior de la bodega, cuando esté debilitada solo será cuestión de empujarla con el vehñiculo y podremos salir a bailar con los peces, si no les parece de su agrado siempre pueden meterse en la exclusa de torpedos y salir disparados.
Corrí de nuevo a una de las cajas para coger el explosivo, las granadas y el mando activador a distancia. Empecé a poner el explosivo y a pegar las granadas por el marco de la puerta, el agua ya me llagaba por la cintura y cada vez entraba más. Cuando terminé corrí o más bien nadé hasta el vehículo pero por desgracia uno de los vehículos que había en la bodega se soltó y vino hacia mi, aprisionando mi pierna.
- Joder, maldita chatarra - miré al vehiculo donde todos me esperaban- Cerrad la puerta, accionaré el explosivo y podreis salir de aquí, no os preocupeis de mí, me pagan para que otros puedan vivir, es mi destino como lobo de guerra - me resigne.