Partida Rol por web

0h, SS Ophelia. Londres.
Todos los individuos han llegado al submarino, algunos hicieron paradas y otros fueron directos. Pero ya los 6 junto con Namine y Tubalcain se encontraban en el puerto para embarcar en lo que seria su mayor aventura.

Tras llegar a puerto me dirigí hacia el barco donde tenía todo mis suministros, hice inventario y adapté lo que se tenía que llevar para la expedición.

No sabía donde estaba Tubalcaín pero no me importaba, sabía que sabría cuidarse él solo, además quería que disfrutara un poco de civilización después de tanto tiempo, incluso de calor humano.

Revisé cada vehículo, que estubiera en perfecto estado, los niveles de combustible llenos y los de reserva, aunque me preocupaba el funcionamiento si salíamos al mar, el agua y el salitre no le venía muy bien al metal de mis armas, habría que limpiarlas a conciencia a diario.

Cuando terminé todo me dirigí al puerto a hablar con la capitana de como y cuando cargar el material, además si queriamos partir pronto era mejor que algunos de sus tripulantes me echara una mano y asi terminar antes.

No tardamos mucho en llegar al puerto. El submarino estaba cerrado, así que, decidimos esperar en el bar mientras tomábamos algo caliente. Un whisky de malta se considera algo caliente y más si se le dan buenos tragos como yo hacía.
-Cuando llegue la Capitana, nos pondremos manos a la obra, ¿de acuerdo? -le contesté a Tuercas achispada.

Volvimos al coche. Allí se encontraba el mercenario completamente solo. Miré a los lados buscando al resto.
-Nada, se han echado atrás -dije decepcionada.

Majestuoso sobre la superficie del rio Támesis, el SS Ophelia reposaban atendido por su tripulación, la que aun no abandonaba el lugar, las reparaciones menores y el hermosamiento del submarino se realizaba en forma ordenada y optima, el Contramaestre Cobb, dirigía la faena.
Isabella junto a Alexander llegaron y ella miraba el que fue el navío de su padre, como una niña enamorada, ser la capitana del mejor submarino la llenaba de orgullo…por fin en casa…

- Este es el SS Ophelia, Sr. Maxwell, como vera es imponentemente cautivador…- sonríe al ver su nave…- Señor Cobb, veo que tiene todo bajo control- le da una palmada en el hombro – Tendremos invitados, y partiremos tan pronto como nos lo ordenen, una nueva misión que de seguro nos registrara en los libros de historia, el SS Ophelia será conocido en todo el mundo por mucho tiempo…Bien, ve y prepara a la tripulación para presentarle a los nuevos tripulantes…- El contramaestre asintió con la cabeza y entro al submarino dando órdenes, Isabella se gira y les da la bienvenida a los demás…

- Bienvenidos sean al SS Ophelia, sin duda esta aventura jamás la olvidaran, siéntase cómodos y disfruten de su estancia en él….Sr. Maxwell, el Señor Cobb se le ayudara a subir a bordo sus maquinas,  Srta. Helsigny espero que pueda enamorarse del navegar tanto como de volar, Profesora, mi tripulación y el Ophelia estamos a su disposición, Tuercas eres de la familia…y Sr. Müller, espero que nuestras instalaciones sean de su comodidad y agrado…..- extendiendo el brazo derecho indicando la plataforma de acceso les invita a abordar

Finalmente habían llegado al puerto, donde estaba el gran vehículo que lo llevaría a su mayor descubrimiento, a su destino. él había venido en zeppelín junto a Elisabeth y Tubalcaín, aunque no se había prodigado mucho en la conversación. En parte porque el ayudante del mercenario estuvo atrayendo la conversación y atención de Elisabeth, en parte porque no estaba para muchas charlas allí arriba. Pero no era porque tuviera miedo como inocentemente había apuntado ella, sino porque le fascinaba tanto que se podía quedar horas absorto mirando el paisaje, viendo uno de los mayores logros de la humanidad, el surcar los cielos. Pero el viaje se había hecho corto y ya tendría tiempo para hablar con ella y con el resto de la expedición.

Todos ya habían llegado, y la Capitana Isabella hizo las presentaciones oportunas. La verdad es que por lo que estaba viendo, daba pinta de ser digno de ser un carruaje de Poseidón, el dios marino griego y probablemente el guardián de la Atlántida. La cosa pintaba muy bien.

No lo dudo capitana, y parece que la compañía será excepcional - le respondo con un gesto de cortesía.

Resoplé con las prisas de Alana y cuando vi a Naminé le di órdenes al verla tender sus brazos como diciendo "¿que hago con todo esto?" le susurré -todo para dentro, los dos camiones y el coche incluidos- y dijo -pero si no va a cabeeer, que hay uno que trae tanqueeees-.

Le hice señales como que daba igual y que procediera, el hangar era espacioso y aun no había tenido tiempo de acabar los proyectos que me pidió Isa, así que haría falta material. Claro que si todos traían tanques y camiones iba a ser complicado.

-Ah, por cierto, saca tus cangrejos y ponlos a trabajar que tenemos prisa-.

Cogí un maletín que me había preparado mi ayudante, ahí debía haber lo necesario para la señorita Alana, entonces me dirigí a la Capitana.

-Isa, la profesora y yo tenemos que tratar un asunto de urgencia en el laboratorio, es imprescindible que no nos sumerjamos hasta que termine, de inmediato me pondré con las baterías, pero esto- me acerqué y le susurré -es importante, más o menos como lo que le pasaron a mis piernas la primera vez que estuve en una inmersión, pero en este caso es de vida o muerte-

Durante el transcurso había dejado a Tubalcaín con algunas chicas del zeppelín a ver si se divertía, mientras yo leía cientos de documentos a una velocidad increíble, me mantuve sería y silenciosa todo el viaje, por lo que paso extremadamente rápido, cuando llegamos al lugar donde estaba el submarino, Tubalcaín corre hacia su jefe para comentarle lo genial que pueden ser las mujeres y el tiempo valioso de su vida que había perdido antes de conocer una, era un muchacho joven, y me daba lastima la posibilidad que pudiese haber muerto en la expedición sin haber conocido a una mujer, en lo que a mi respecta, al llegar me tiro al suelo leyendo los últimos documentos.

-Mas te vale que entres ya al submarino… - Murmuro, sin mirar a nadie en especifico, procurando que nadie pueda oírme.

Al terminar me levanto y miro al mar, hacía tiempo que no andaba en barco, y esta vendría a ser a la vez mi primera vez en submarino, no estaba emocionada, pero me despertaba un poco de curiosidad saber que clases de cosas habrían bajo el mar. Tomo el documento de unas mil páginas y las tiro al suelo, saco un pequeño aparato similar a un encendedor y les prendo fuego mientras me siento alrededor de mi improvisada fogata.  Los otros ya estaban aquí, era cosa de minutos que entremos al submarino y comience esta alocada expedición.

Me dirigí para hablar con el señor Cobb para ultimar los vehículos a llevar pero viendo al que era el mecánico y su ayudante meter toda clase de aparatos y maquinaria me preguntaba si habría espacio para los dos vehículos que quería llevarme y varias cajas con armamento y munición, estaba claro que al final tendríamos que discutir.

- Señores y damas, aún no tengo claro quien es el que manda aquí, si todos os regis por vuestras decisiones al final esto será un caos absoluto - me senté en una de las cajas de munición y me encendí un cigarro algo arrugado que tenía en uno de los bolsillos-.

- Así que de aquí no me muevo hasta que el lleve las riendas de esto ponga orden - no quería discutir con nadie- sino, yo y mi ayudante nos quedamos en tierra y si tienen que defenderse de calamares gigantes utilicen tirachinas - en aquel momento no bromeaba, era algo serio, un fallo de logistica podría dar al traste con todo y no me apetecía morir en el fondo del mar por un puñado de cerebritos-.

Isabella le sonríe a Jurgen tras su frase y luego continuaba mirando a su submarino, a tal punto que su alrededor desaparecía, Tuercas se acercó sacándola de su contemplación… -Que ocurre?...- escucha las palabras del chico… - Esta bien, no tardes mucho… -le sonríe, mira a la Profesora… - Srta. O’Connell, por favor tómese el tiempo necesario en sus asuntos con Tuercas, pero agradecería que me diera una hora o fecha plazo, para evaluar si mi tripulación puede al menos ir a saludar a sus familias…-
Camina hacia las cajas y se sienta junto a Alexander y le da unas palmaditas en la pierna mas arriba de la rodilla... -Sr. Maxwell, la que manda en el Ophelia soy yo, pero el Sr. Cobb puede solucionarle sus dudas en caso de que yo no este disponible, el otro que puede tomar decisiones, por que tiene mi plena confianza es Tuercas; ahora por favor no se preocupe por el espacio el Ophelia es lo suficientemente grande para todos sus juguetes como para los de Tuercas-

Asentí y suspiré, tire el cigarro medio acabado al suelo y me levanté algo malhumorado.

- De acuerdo, pero voy a cargar mi material, si no hay espacio ya lo haré de alguna manera - sonreí y miré a Tuercas- lo mio no son juguetes, no suele hacerle cosquillas a los que se meten conmigo...

Avancé hasta uno de los vehículo y abrí la puerta.

- Señor Cobb, usted coja ese otro, así tardaremos menos - miré buscando a Tualcaín que estaba disfrutando de los placeres de la compañía femenína- ¡¡¡¡¡¡TUBALCAÍN!!!! Maldito gandul, empieza a cargar esa cajas de munición y deja de incomodar a las damas - Tubalcaín me miró y suspiró, se le había acabado su sueño de verano-.

Arraqué el tanque anfibio que sonaba genial, me aferré a los mando y aceleré con fuerza, si por el camino encontraba algo acabaría siendo chatarra o cebo para peces, ví que al lado de Tuercas había un charco, aproveché para pasar por encima de él y salpicarlo un poco, no pude evitar entrar en el hangar del Ophelia riéndome a carcajadas, me encantaba jugar un poco siempre levantaba el ánimo y la moral de mis hombres y sí, también la mía.

Muy alegremente grité al tanque que se metía en el hangar.

-Si falta algo de mi inventario le aseguro que lo repondré con lo que tenga más a mano, haga cosquillas o no!!! AH!!! y no se preocupe por el agua de mis pantalones- sin dejar de sonreír hice sonar con el puño la chapa de mis piernas -no pasaré frio aquí abajo!!!!-.

Vi como el tanque chafaba uno de los cangrejos que Naminé acababa de dejar en el suelo, se quedó paralizada mirando los pedazos, giró la cara hacia mi... era "esa" cara... levanté los brazos en señal de "yo no he sido" para mi ayudante.

No hacía mucho que aquel hombre pedía responsabilidades a quien estaba al mando, para luego acabar haciendo algo tan poco profesional.

Me giré de golpe diciendo en dirección a Alana -Nooooesmiproblema... nos vamos señorita? el laboratorio donde haremos la actualización no está lejos del hangar, por cierto ¿al final querrá llevarse su coche? nos puede... digo... le puede ser de utilizad-.

Negué con la cabeza a Tuercas.
-No hay tiempo. -Miré a la capitana.- Dígale a su tripulación que podrá irse, quiero que quede la mínima indispensable.-Me volví hacia el resto- Son las 2 de la mañana, en tres horas zarpamos.
Y con permiso de la Capitana fui la primera del grupo en poner los pies en el submarino.

Ahora que estaban todos finalmente adentro del barco miro inicialmente tranquila la ciudad portuaria que rodeaba el submarino, pero al darme vuelta hago una mueca de rabia. Camino con paso firme y entro en el submarino.

-¡Ahora voy a por ti maldito fantasma! - Digo en voz alta y de manera descarada, como si fuese algo que tuviese adentro mucho tiempo.

Desde pequeña acostumbraba a ver... "cosas" que otros no podían ver, y por culpa de esas "cosas", fui severamente castigada una y otra y otra vez, incrementandome las horas de estudio y esgrima, al final quitándome mi infancia. Con el tiempo aquellos seres inmateriales fueron desapareciendo uno a uno, pero uno de ellos, el señor fantasma como acostumbre a llamarle quedo a mi lado, y no había parado de arruinarme la vida hasta el momento, me urgía a buscar esta expedición, a tirar montones de dinero por el drenaje, ese era el motivo por el cual me mantuve aparte en el zeppelin, ese maldito fantasma me estuvo murmurando todo el viaje, y al llegar entro rápidamente al submarino. 

-Ahora ajustaremos cuentas... maldito fantasma... - Digo finalmente mientras voy abordando el submarino.

- Un momento Srta. O´Connell - sonrio - El Ophelia cuenta con toda la tripulación necesaria, ni uno sobra, ni uno falta...asi que por favor evite algun comentario respecto a eso, cada uno de mis tripulantes son mi mano derecha y tienen su lugar ganado aqui...- le responde seria... - Esta bien, Tuercas tienes 3 horas...mejor que te apresures...-

Isabella tras decir eso, aborda el subarino...

Estoy en casa con el diario y algunos libros de medicina y tecnología. Me falta algo en lo que no caigo y me impide desarrollar mi teoría. En mis libros no logro encontrar la respuesta y de repente algo me saca de mi mundo y es el timbre. Abro la puerta de mi estudio casa, mi investigación se lleva la mayoría de mis fondos pero eso si tengo dos conjuntos elegantes y el resto ropa normal. Mi padre siempre decía que un hombre siempre debe estar bien vestido cuando la ocasión lo requiere. Al abrir la puerta un mensajero me informa de que me reclaman para un trabajo importante citándome para una hora y un lugar en un submarino.Me llama una vieja conocida y así podre verla de nuevo y de paso mi adorable regalo.

Corriendo preparo dos maletas y una mochila, en una de las maletas meto mi ropa, mis cosas de aseo, mis fotos y recuerdos importante. En la segunda meto mis herramientas de trabajo y en la mochila mis libros y el diario de mi padre. Con todo preparado voy al lugar acordado incluso antes de la hora la emoción y la curiosidad me pueden.