Partida Rol por web

La luna estaba en cuarto menguante en el cielo de la noche. Escuchaste el crujir de una cuerda tensa. Viste unos pies colgando en el aire, mecidos por el aire frío y cargado del olor a carroña. Alzaste la mirada y reconociste el cuerpo maniatado de Pinna, colgando del cuello de un viejo y retorcido sauce. Su túnica estaba destrozada, mostrando evidentes signos de violencia. Su rostro estaba desencajado en el rictus de la muerte.

—¡Alto ahí!

De entre los edificios del pueblo abandonado (no cualquier pueblo abandonado, notaste, sino Roble Muerto) aparecieron aldeanos blandiendo todo tipo de hachas, martillos y otras herramientas a modo de armas. Delante de ellos, protegiéndolos o quizá liderándolos había un hombre con armadura de cuero y un tricornio del mismo material. El hombre te arrojó a los pies una cuchara de plata y te apuntó con una ballesta.

—¡Coge la cuchara o disparo!— te advirtió.

Doblaste las rodillas y alargaste la mano, haciendo intención de ir a recoger el utensilio, pero no pensabas hacerlo. Era una treta, una artimaña. Estabas ganando tiempo: llamabas a la manada, que aquellos momentos estaba rodeando la casa para atacar a los aldeanos desde atrás. Saltaste hacia delante mientras te abandonabas a la bestia interior. Tu cuerpo se trasformó con rapidez haciéndote más rápido, más fuerte, convirtiéndote en el cazador definitivo. Estabas ya en pleno salto en el aire cuando el hombre del tricornio reaccionó. La ballesta se disparó con un chasquido, enviando un dardo de plata directamente a tu corazón.

Despertaste de golpe, en el truco de la cuerda, recibiendo la mirada interrogante de Galatea, que era la única que estaba despierta en aquel momento.

Marca solo a Galatea.

Os recogisteis en el Truco de la cuerda de Savinian y poco después empezaste con tu meditación. Puede ser que no necesitaras dormir con los humanos, pero necesitabas despejar la mente después del duro día que habíais tenido: física, mental y emocionalmente hablando. Saliste de la Ensoñación cuatro horas más tarde. Áscalon lloriqueaba en sueños, rememorando quizá alguno de los difíciles momentos del día. Podías escuchar los suaves ronquidos de Sésperis. Savinian aún estaba en la postura de la meditación, aunque sospechabas que se había quedado dormido. Él también había recibido de lo lindo.

Trataste de quedarte en silencio para no molestar el sueño de tus compañeros cuando, de improviso, viste que Berenice se levantaba como un resorte.

Marca solo a Berenice.

Galatea había supuesto que no estaría sola, confiando en que su compañía hubiera sido Savinian por motivos obvios. Pero la cosa era que sí se encontró sola... y aquel tipo de situaciones eran un poco incómodas cuando no podía simplemente dar un paseo por el bosque durante las cuatro horas muertas de rigor que suponía viajar con compañeros humanos. Pero tampoco quería molestar al mago.

Claro que quedarse sentada sin hacer ruido en medio de ninguna parte no era lo mejor que se le ocurría hacer cuando su espíritu no estaba tranquilo. Acarició despacio a Áscalon para intentar calmarlo, tratando de encontrar ella misma consuelo en el contacto aunque entonces... 

Galatea estaba acariciando a su lobo pero dio un respingo en el sitio cuando Berenice se levantó como un resorte y se la quedó mirando con los ojos tan abiertos que en lugar de almendrados se habían vuelto redondos. Tras tres segundos de silencio confuso sólo añadió:

—¿Qué pasa?

Berenice tenía el pelo enmarañado por el sueño agitado y sentía un hormigueo en una de las alas, probablemente se le había dormido medio cuerpo por estar tumbada en tan mala postura. Con los ojos fijos en un punto indeterminado y una expresión de horror, tenía la respiración tan agitada que parecía a punto de ahogarse. A la selunita le costó entender lo que estaba pasando, unos segundos muy largos hasta que recuperó la noción de la realidad y pudo asimilar que había tenido un sueño espantoso. La voz de Galatea la hizo saltar de su posición, se llevó una mano al pecho, sintiendo los latidos agitados del corazón. Y también un doloroso pinchazo, el impacto del virote de su sueño se sentía como si la hubiese atravesado de verdad.

-Un sueño -se pasó la mano por el pelo, tenía la piel húmeda de sudor. Y tenía ganas de vómitar también. Se estremeció y se cubrió la cara con las manos para evitar el llanto. Era demasiado sensible ante ciertas cosas. Cuando pudo recobrar la serenidad, miró a su amiga-. Una profecía. No estoy segura. Algo horrible va a pasar en Roble Muerto cuando la luna se encuentre en cuarto menguante. He visto... he visto a Pinna ahorcada en un árbol, estaba... ha sido espantoso -no quiso describir aquella imagen porque le hacía sentir muy mal-. Un grupo de licántropos atacará el pueblo. Yo era uno de los licántropos, me acercaba al pueblo y veía el cadáver de Pinna, y luego un grupo de lugareños me salía al paso. Habían abandonado Roble Muerto, pero quedaban aldeanos armados con herramientas para luchar contra la invasión. La manada entera. Creo que eso sucederá dentro de cuatro o cinco noches...

«Por supuesto, nadie se lo habría esperado... » gruñó Galatea para sus adentros.

En el exterior sin embargo se limitó a coger aire.

—Sueño—dijo levantando ligeramente una palma como quien interrumpe un instante—. De momento es lo que es.

Si bien cualquiera lo habría achacado a un cúmulo de agobios por todo por lo que habían pasado en las últimas horas, la druida era consciente que con los oráculos las cosas no siempre se limitaban a eso, había que darles algo más de importancia por si acaso. Pero como de costumbre, prefería el equilibrio: ni desestimarlo ni obsesionarse con ello.

—No harán nada si les paramos los pies antes—añadió. Intentaba decir algo positivo para que su amiga se calmase pero como solía ser bastante seria hablando no tenía muy claro si lo terminaba de conseguir—. Y es a lo que vamos, ¿cierto? Tengámoslo en cuenta pero no pongamos la venda antes que la herida.

Berenice encogió las piernas y se abrazó las rodillas, acomodando las grandes alas a su alrededor, barriendo el suelo del lugar encantado con las plumas. Lanzó un suspiro, todavía sentía el ánimo agitado.

-Los sueños a veces son reales -dijo llena de pesadumbre-. No puedo garantizar que lo que he visto vaya a suceder, pero tampoco puedo estar segura de que no suceda. Confío en que si detenemos a la manada que ha invadido la Colina Aullante, lo que he visto no se produzca jamás. Pero, ¿y si hay otra manada? ¿Y si hagamos lo que hagamos, mi sueño se cumple?

Tragón saliva y se apretujó aún más las piernas contra el pecho y las alas al cuerpo.

-La luna estaba en cuarto menguante. Acabemos con todo antes de esa noche y volvamos a Roble Muerto. Quiero estar allí esa noche por si algo inesperado sucede.

—Ya lo sé—acortó Galatea haciendo un leve gesto de alto con la mano cuando Berenice habló sobre lo que ella misma ya sabía con respecto a la relatividad de los "sueños" de los oráculos. Luego la giró con la palma arriba y añadió:—. "¿Y si cae un rayo sobre el bosque y se prende todo en llamas?".

Ladeó la cabeza un instante como dejando claro el quid de la pregunta retórica.

—Si intentamos preocuparnos por cada cosa que puede suceder nos volveremos locos—suspiró—. Yo también temo por no saber qué ha sido de mi hermana, Bere. Y Savinian seguramente tema por los eilistreitas, y Rya por Morann. Está bien tener miedo, el miedo te hace prudente, pero no permitas que te controle o no te dejará ver.

Intentó esbozar media sonrisa.

—Por lo pronto ocupémonos de lo que podemos hacer ahora por mejorar las cosas. Después podemos hacer una visita a Roble Muerto si te quedas más tranquila. Tenemos tiempo antes de esas cuatro o cinco noches e igual hasta descubrimos algo al respecto aquí.

Berenice ya había estado allí antes. En la locura. Una no dejaba de ser una chiflada así como así, no cuando era un recordatorio constante. Pedir calma cuando en su cabeza bullían las cosas, cosas que no podía controlar y por tanto escapaban a lo que una podía hacer, causaba aún más ansiedad. En esos breves momentos se sentía incomprendida. Entendía perfectamente la llamada a la calma de su amiga y tenía toda la razón del mundo. Mas esa chispa permanecía, en el fondo de su mente, los rescoldos de una hoguera que dudaba fuese a extinguirse.

Se pasó la mano por el pelo plateado, metiendo los dedos entre los mechones para tocarse la cabeza.

"No puedo ocuparme de todo a la vez. No podemos ocuparnos de todo a la vez"

-Me gustaría ir a Roble Muerto cuando acabemos aquí. Si Selûne me ha mostrado este sueño, tengo que asegurarme de que va todo bien -"o me volveré loca"; en realidad, ya lo estaba. Miró a Galatea-. ¿Cómo estás? Sé que no te he dicho nada en todo este tiempo, no quería invadir tu privacidad, disculpa si te he parecido fría en algún momento. Puedo... podría preguntar a Selûne sobre tu hermana. Quizá ella pueda decirme que está bien.

Pero, ¿y si no estaba bien? Ese era el problema de las preguntas, que podían darte una respuesta que no te gustase en absoluto.

El gesto de Galatea se desvaneció.

—¿Cómo crees tú que estoy, Bere?—dijo—. Cuando hablo de mantener la calma no me refiero a calmarse por arte de magia; si pudiéramos elegir como sentirnos estaríamos siempre felices.

»Pero no correr de un lado para otro gritando histérico no significa que estés tranquilo. Por lo que no puedes controlar, por lo que desconoces, le pasa a todo el mundo. Simplemente... correr de un lado para otro gritando no cambia nada.

Suspiró y miró al suelo cruzando los brazos con fastidio. Si es que se podía llamar estrictamente "suelo" a la superficie de aquel peculiar lugar. Pensaba que lo de que aquello le pasaba a todo el mundo era evidente pero al parecer no lo era tanto.

—Intenta dormir otra vez, aún quedan cuatro horas—terminó diciendo. Luego se quedó en silencio pensativo durante unos cuantos segundos antes de volver a hablar. Más por no hacer un vacío feo a la pregunta realmente que por otra cosa—. Sí, quiero saber como está. Pero no quiero elegir a mi conveniencia cómo gastamos nuestros recursos sin preguntar a los demás.

O necesitaba saberlo... y a la vez tenía miedo de saberlo. Que también.

Berenice siguió el consejo de Galatea y se fue a dormir, aunque no descansó tan bien como le habría gustado debido a las tribulaciones. Tras un intenso debate interno, la semi-celestial consiguió dormir profundamente y despertó cuando todos estaban ya arriba y listos para bajar del truco de la cuerda. Se frotó los ojos, bostezó y luego intentó arreglarse el cabello enmarañado. Al tocarse la mejilla se encontró la marca de las arrugas de la ropa por haber estado durmiendo mucho rato en la misma postura. Movió las alas para desentumeceras y se sentó sobre el petate. Dormir con alas era sumamente incómodo y no se lo deseaba a nadie.

-Buenos días -saludó, aunque con la voz un poco congestionada. Carraspeó y miró a Galatea, después a Savinian, a Kora, y al final miró a Rya-. He tenido un sueño. Me desperté en mitad de la noche y hablé con Galatea. -Sacudió la cabeza, tenía demasiadas cosas en mente y necesitaba comunicarlo a sus compañeros. No podía guardar información tan importante-. Sucederá dentro de varias noches, durante la luna menguante. O puede que no, no estoy segura. Vi a Pinna, muerta, de una forma horrible que no voy a describir. Después vi, bueno, más bien yo era uno de ellos. Vi a la manada de licántropos de dientes negros atacaba Roble Muerto. El pueblo parecía abandonado y un grupo de aldeanos resistía, haciéndoles frente con herramientas. Era la manada entera y yo era uno de esos lobos.

Se quedó callada un momento para que asimilaran la información.

-Puede que suceda o puede que no. Puede que sea una forma de avisar de que tenemos que darnos prisa y acabar con todos los problemas que esos lobos están causando la región. No lo sé. ¿Qué pensáis vosotros?

DM informa que podía hacer la transición al día siguiente.

Dentro del truco de la cuerda solo había una noche eterna, iluminada por una infinidad de estrellas. Rya, más de una vez, cuando el sueño la eludía, había tratado de agrupar los astros en patrones y dibujos, como hacían los contempladores de los cielos, pero el sueño la alcanzaba siempre antes de que su memoria pudiese registrar ninguno. Ni siquiera podría haber asegurado si el espacio era siempre el mismo, y si lo era, si el conjurado por Savinian era igual al de cualquier otro mago en el que se hubiera refugiado.

Sésperis estaba aplastada contra una esquina como una gata. Rya la despertó acariciándole el cuello para evitar que la dragonnel provocara un accidente en el reducido espacio si se levantaba bruscamente. En cuanto abrió los ojos y reconoció dónde estaba, la fiera gañó y se deslizó a duras penas por la ventana que comunicaba con el exterior.

La paladina se llevó la mano a la boca para ocultar un bostezo. Se rascó los ojos legañosos con el dorso de la mano. El relato de Berenice la despejó de golpe.

Dientes negros, repitió. Hasta ahora, solo los habían visto en perros y lobos, animales. Tenemos que parar a quien produce esa cosa negra. Los seguidores de la Doncella no son capaces de hacer algo así, por mucho que su nueva líder sea una malarita.

Berenice era una oráculo desde mucho antes de transformarse en lo que era ahora. Rya no se cuestionaba la veracidad de su sueño.

¿Cuánto queda hasta la luna menguante? preguntó. ¿Tenemos tiempo para acudir al Calvero?

—No harán nada si les paramos los pies antes—dijo Galatea repitiendo lo que ya le había dicho a Berenice—. Tengamos esa visión en cuenta pero no entremos en pánico. En cuanto acabemos nuestros asuntos aquí igualmente podemos ir a Roble Muerto para curarnos en salud, según Bere hay como cuatro o cinco noches antes de esa luna. Así que deberíamos tener tiempo más que suficiente.

Cogió aire y lo dejó ir. Sentía de pronto una especie de ánimo plomizo encima, no sabía si había sido por el recordatorio o a saber los dioses qué... pero sí sabía que éste había sido con toda la buena intención del mundo, así que tampoco es que fuera culpa de nadie. No iba a hacer el feo de no mencionarlo. 

—También dijo que podría preguntar a Selûne sobre mi hermana pero no... digo, sí... —hizo una pausa y gruñó con fastidio; ni se le daba bien ni estaba cómoda hablando de si misma, se sentía extremadamente torpe. Empezó de nuevo—. Sí, quiero saber cómo está. Pero no quería elegir a mi conveniencia cómo gastamos nuestros recursos sin preguntaros antes.

-Quedan varios días, sí -comentó-. Creo que es acuciante que resolvamos el misterio del Calvero, puede que se trate de una señal de que nos estamos acercando a algo, una advertencia de que vamos por buen camino y este sueño no sea más que las consecuencias de lo que podría suceder si fracasamos.

Se puso en pie y sacudió las alas, necesitaba salir del espacio para expandirse un poco más, le pasaba un poco como a Sésperis, que estaba arrinconada allí.

-Puedo hacerle una pregunta a Selûne y que ella me diga si tu hermana está bien. Es un augurio, la última vez que intenté fracasé, así que tampoco quiero darte falsas esperanzas al respecto.

Cómo vamos a negarte algo así, Gala, replicó Rya. Si fuera capaz, lo haría yo misma.

Lo haría para Galatea. Si fuese ella quien estuviese pendiente del destino de un ser amado; si regresaba a casa y no encontraba a Morann, y el templo desecrado...

—Gracias, Rya.

Galatea murmuró aquello pensando que la respuesta le había resultado más grata de lo que tenía intención de admitir. Y no entendía por qué, eran sus amigos a fin de cuentas, ¿no? Llevaban ya un tiempo juntos como los Escudos de la Rastra.

Claro que los elfos medían el tiempo de forma diferente. No podía evitar tener la absurda sensación de que se habían hecho "amigos en muy poco tiempo". E irónicamente eso era lo que hacía grata la respuesta, no dejaba de tener su gracia.

Miró a Berenice y negó con la cabeza.

—Lo sé... no te preocupes. Me quedo con la intención.

Desayunasteis, aún en el truco de la cuerda, hablando de cosas más banales y tras rellenar vuestros odres en un arroyo cercano reemprendisteis la marcha hacia el norte. Savinian y Galatea iban en cabeza, guiando a la comitiva el primero y buscando los senderos más apropiados la segunda. Todos vosotros, quien más quien menos, tenía un ánimo sombrío. Galatea seguía amargada, con el alma en vilo por el destino que podía haber sufrido su hermana después del ataque al Círculo de los Cedros. La sensación opresiva, de peligro inminente que había tenido a Berenice le mantenían en un estado de agitación permanente; la profetisa de Selûne se asustaba por cualquier sonido. Rya notó algo más: una sensación de vértigo, un vacío en el estómago. No era solo la zozobra de que Morann estuviera bien, era una sensación de náusea que parecía provenir del familiar peso de la magia en su mente¹. A juzgar por cómo intercambiaban miradas, Kora y Savinian también lo percibían.

Llevabais una hora de viaje cuando os alertó el sonido de una batalla. Os apresurasteis a comprobar qué pasaba al escuchar los ya familiares aullidos de los hombres lobo del Pueblo de la Sangre Negra. Cuando llegasteis a la escena del combate, empero, descubristeis que ya había terminado. Había tres cadáveres y otros tantos cuerpos de lobos muertos. En el suelo, heridos aunque aún vivos, recibían tres drow las atenciones una sacerdotisa de Eilistraee. Una elfa oscura de semblante ceñudo, con la espada corta aún empuñada, os observó acercaros.

—¡Jezzara! ¡Zilvra! ¡Cómo me alegra encontraros con vida! —dijo Savinian, acercándose a ellas con una sonrisa.

1: a partir de ahora y hasta que hagáis algo por restaurar la Urdimbre todos los conjuros arcanos de evocación, transmutación o de luz sufren un penalizador -4 al nivel de lanzador. El resto de conjuros arcanos se lanzan a -1 NL. Los conjuros divinos no se ven afectados.

Un lanzador arcano notará estos efectos en el próximo conjuro que lance (el falsa vida de Rya aún no cuenta). Hasta entonces solo sabe que algo va mal.

La sacerdotisa que había estado atendiendo a los heridos devolvió la sonrisa a vuestro compañero y se levantó. Os observó al resto con curiosidad antes de responder al mago.

—¡Que Eilistraee te bendiga, Savinian! Creíamos que estabas muerto —suspiró la sacerdotisa—. ¿Has traído refuerzos?

La elfa de la espada corta bajó el filo a regañadientes, y lo limpió en la piel de un lobo antes de devolverlo a su funda, en la cintura.

—¿Por qué no has venido antes, Savinian? —dijo en un tono amargo—. Llevamos un mes luchando a brazo partido, sin parar y ha muerto muchos de los nuestros. Te necesitábamos aquí. ¿Has olvidado quién es tu auténtica familia?

—He estado librando mis propias batallas, todo el Valle está en conflicto —dijo en un tono de disculpa, captando la amargura en el tono de voz de Jezzara—. No me he enterado de que estabais bajo asedio hasta hace un par de días. Pero lo importante es que estamos aquí, y podemos ayudar.