Partida Rol por web

El bárbaro abría la caja de Pandora ante la promesa de una muerte sanguinaria o una victoria aún más bañada en la sangre de sus oponentes.

El resto del grupo podía inmediatamente hacer uso de lo que aún les quedaba de sorpresa contra las bestezuelas...

Era tiempo de matar o morir!

Durbara bufó malhumoradamente. Eran demasiados enemigos, y no tenían necesidad de aniquilar a todos y cada uno de ellos. Ella hubiera preferido entrar furtivamente en la cueva y cerrar la puerta tras de si. 

Pero una vez más, una masa de músculos y poco sentido común ponía en peligro al grupo entero lanzándose ciegamente al combate lanzando una lluvia de babas y espumarajos. La enana puso los ojos en blanco. Toda otra maniobra quedaba ahora anulada, sólo quedaba atacar a discreción.

Lanzando una maldición en enano, cargó hacia el trasgo más cercano, blandiendo el hacha por encima de su cabeza. Tras situarse junto a Hugash, descargó un golpe mortal en el cráneo sobre la desafortunada criatura que envió sesos en todas direcciones. 

La batalla habia comenzado, Hugash y Durbara fueron los primeros en comenzar el baño de sangre. Me adelante de mi escondite para aprovechar la toma por sorpresa y acabar con los trasgos que estaban mas alejados.

A paso seguro y preciso llegue hasta justo detras del paladin, y luego dispare mi flecha hacia el trasgo que tenia mas alejado por mi misma linea.

El disparo de la semielfa lejos de aniquilar al trasgo en cuestión roza el hombro derecho del mismo, desde atràs, haciendo que suelte un chillido asustadizo, que sin duda pone sobre aviso a sus colegas... Curiosamente, ni la carga de la enana ni los veloces mandoblazos del bárbaro habían agitado así el enjambre!

Cargo contra el trasgo más cercano que no haya sido liquidado por Hugash o Durbara

Desde el lugar donde se encotraba, Magnus alzó una plegaría para que su dios les ayudase en la batalla.

Oh Caballero Rojo, escucha a tu humilde siervo y ayudanos a acabar con este mal que corrompe este lugar.

En cuanto termina un halo de luz le envuelve y estalla inofensivamente envolviendo por un momento a sus compañero.

Y ahora, a por esos malditos trasgos.

Despues de lanzar su conjuro, el clérigo se mueve todo lo que puede hasta llegar al lado del barbaro.

Desesperado quizá por dar protección a sus compañeros, o quizá por erradicar el mal que significan aquellas criaturas, Nathan Fenders, paladín al servicio de Tyr, tropieza y cae de rodillas, no pasando a mayores solo por haberse apoyado en su escudo para que la gravedad no lo haga besar el piso...

Saqué de mi bolso pétalos de rosa especialmente para momentos como aquellos, levanté las manos lentamente y comencé a dejar caer los pétalos en dirección a donde estaban el trasgo más grande y sus secuaces y así hacerlos dormir.

-Mnalala njia kama usiku hovering juu angani...*

Aguardé con paciencia a que lo aprendido funcionara, no tenía la menor duda de que lo haría y con ello superar a los trasgos que si bien nos superaban en número, empezaban a ver mermadas sus filas. Sentía mucha fuerza dentro de mí, más que antes, parecía que cuándo estábamos en peligro, esa fuerza quería salir de mí y ayudarme y en este caso ayudarnos.

La maga gesticula mientras los pètalos se mantienen aún  en el aire, soltando una parrafada para sus compañeros ininteligible.

A lo lejos, en la vanguardia de la columna trasga tres criaturas parecen perder inmediatamente la conciencia, cayendo torpemente al suelo cual si la vida les hubiera sido arrancada de cuajo por la usuaria de lo arcano... Sin embargo, solo ella pudo notar en ese instante que su principal objetivo, el inmenso semiorco había ganado a fuerza de voluntad una batalla de la cual seguramente dependía su vida...

Sin embargo, el elemento sorpresa se había extinguido como la vida de los tres primeros trasgos en caer...

Luego de semanas y semanas de duro andar, en donde la supervivencia había sido casi tan dificultosa como la tarea de encontrar un rastro invisible en la nada... Luego de seguir un lazo tan imperceptible como una aguja en un pajar... Minsk, el pequeño hurón encontraba finalmente la zona aproximada a un destino que le es propio... A una parte de si mismo, distinta de su ser...

Sin embargo, al llegar al claro en medio del bosque, observa atento lo que en el centro del mismo ocurre: Una batalla campal entre criaturas de distinta índole...

Paciencia, y reflejos, para estar atento al desenlace de tamaña lucha sanguinaria...

Al mirar de soslayo dentro de la entrada bajo la roca, ves oscuridad iluminada por antorchas... Y lo que parecen ser los soportes de una escalera de madera...

La piedra aún no ha comenzado a moverse para cerrar la entrada a la guarida de las criaturas...

y para "entrar" a la guarida yo tendria que darle toda la vuelta a la roca no???

El bárbaro estaba eufórico, había acabado con dos de las criaturas en un abrir y cerrar de ojos, y sus compañeros actuaban seguidamente teniendo sendos resultados, aprovechando su velocidad y se precipitó a enfrentarse a otros dos, pero esta vez la precipitación fue algo más que ingénua...

Se precipitó de tal maner que algo le hizo tropezar con tal inercia que no pudo detener el avance y acabó chocando con uno de los trasgos...

El bárbaro arremete brutalmente contra uno de los trasgos, tropezando quizá con la maza de uno de los difuntos, para errar el golpe por mucho... Por tanto, que va a dar contra el otro trasgo a su lado, cuyo impetu por seguir viviendo le hace gastar todos sus esfuerzos en parar el torpe golpe gratuito de la criatura del norte...

Durbara se detuvo durante un latido de corazón. A su alrededor, sus compañeros habían golpeado con fuerza. El primer empuje era muy importante: rara vez un rival se recuperaba de un primer y fulminante esfuerzo. Pero aún quedaban muchos trasgos en pie. Lo peor de la batalla empezaría cuando empezaran a rodearlos. 

Por eso atacó detrás del bárbaro y cubrió su flanco para evitar que nadie pudiera pillarle con la guardia baja. Fintó con el escudo y lanzó un poderoso tajo con su hacha de arriba abajo que se clavó profundamente en el hombro del trasgo. Mientras la desgraciada criatura chillaba y se retorcía de dolor, la enana extrajo el filo del hacha de un tirón y alzó su escudo para protegerse de la oleada de ataques que iban a llover.

--¡Por el Hacha Brillante de Hela!