Partida Rol por web

Acabáis de llegar hasta Puerto Blanco en alguna de las naves áreas que han empezado a traer a las gentes refugiadas de España, Italia, Francia, Estado de la Ciudad del Vaticano, Grecia y Portugal; y cualquier que quiera escapar de la invasión Angloteutona (gente de Rumanía, Macedonia, Andorra…). La Alianza Latina ha sido muy abierta en acoger a aquellas personas que vengan con buenas intenciones pero son implacables con aquellas que causen problemas.

Os encontráis ante un puerto de construcción antigua reformado para acoger las naves que empiezan a llegar hasta la isla. Poco a poco la gente empieza a desembarcar y a encontrarse con los puestos legionarios de control de acceso a la ciudad. En dichos puestos podéis ver a dos legionarios solicitando documentación de identificación y realizando controles médicos rudimentarios, además de solicitando información sobre qué podéis ofrecer para la reconstrucción de la isla.

Cuando os acercáis a ellos os saludan:

- Ave visitantes, bienvenidos a San Miguel. La Alianza Latina os recibe de buen grado. Documentación, por favor…

Llego allí con mis mejores ropas en la maleta y un simple abrigo, una camisa y unos pantalones acompañando unos zapatos cómodos sobre mi cuerpo. No quiero llamar la atención. No es bueno para el negocio.

Me acerco a la zona en la que tenemos que identificarnos y ofrecer algo útil en una situación como en la que actualmente se encuentra el mundo. Le ofrezco a los legionarios mi pasaporte, mi resumen de títulos en una hoja certificada y la mejor de mis sonrisas, mientras dejo a un lado la maleta en la que guardo la ropa que he podido traer, aunque conservando la mochila con algunos enseres extra y la bandolera en la que se esconde mi portatil.

Daniel Raven García- me presento-. Psicólogo, terapeuta y profesor. Vengo a ayudar con los refugiados y preparar a las siguientes generaciones. También estoy entrenado para ser médico de campaña- añado- pero supongo que ahí atrás tengan a alguien con una carrera de medicina de verdad, y camarero, aunque esos eran otros tiempos. Unos mucho más agradables.

Espero a que me dejen pasar sin perder la compostura y la sonrisa.

Precisamente, si está por foro no sale el personaje sino el jugador. Si la quitas es cuando sale bien.

El viaje en la nave fue bastante tortuoso, el niño que tenía a mi lado no dejaba de llorar y de mirarme, me ponía nervioso y me habían dado ganas de matarle, pero no creo que a su madre le hubiera sentado precisamente bien, así le ofrecí una mirada amistosa, hasta que en un momento que su madre se despistó, le eché una fulminante mirada al niño. Desde entonces y hasta que llegamos al puerto no se atrevió a mirarme otra vez, al parecer encontró mucho más interesante mirar sus zapatillas grises que en otro tiempo eran blancas.

Cuando llegamos al puerto bajé con mi macuto y mi ropa deportiva, cuanto más sencillo menos llamaría la atención. Llegué a los controles y con una sencilla sonrisa les entregué mi documentación para que la verificasen-Agente de seguridad, tengo licencia de armas en regla por si fuera necesario-contesté brevemente y esperé a qué me diesen el visto bueno. Allí había muchísima gente, colas muy extensas y cuanto menos tiempo estuviese allí mejor para mí.

Junto al puesto de control observáis un grupo de tres personas que parecen estar mirando a los recién llegados. Se trata de dos hombres y una mujer.

Uno de los hombres es un suboficial de unos 50 años que viste con un uniforme militar de sargento de entrenamiento, de 1,90 m de altura, ojos verdes y pelo corto negro canoso. Su mirada es firme, seria y vigilante, observa a todas y cada una de las personas que pasan por el control. Cuando os acercáis veis que hace una señal a la mujer y al otro hombre. En ese momento una mujer de unos 2 metros de altura y de cuerpo fibroso se gira también a mirar, sus ojos son de un profundo azul con pequeños destellos brillantes, de piel pálida y pelo color azabache; viste con uniforme de legionaria española. A su lado se encuentra una gran loba negra tumbada tranquilamente a su lado. Junto a ellos hay también un hombre que aparenta unos 26 años y que se gira cuando el Sargento les hace una señal. 

Los legionarios del puesto de control miran vuestra documentación, uno de ellos se acerca al suboficial que se encuentra un poco apartado, le entrega la documentación y éste asiente con la cabeza.

El otro legionario pone un sello en vuestros papeles, su compañero llega y se pone frente a vosotros.

- Acompañarme, el Sargento quiere hablar con vosotros dos... Por aquí... 

Os guía hasta un pequeño rincón en donde veis a un suboficial, una legionaria, un hombre y una gran loba negra. 

- ¿Ves esos dos de ahí? - Señala a los dos hombres que están acompañando al legionario hasta vuestra posición - Parece que han sido seleccionados, bendecidos o maldecidos para algún tipo de ¿aventura? ¿encuentro? Creo que estaría bien que te relacionaras un poco con ellos, serán compañeros nuestros... No te preocupes, están acostumbrados a la gente del "otro lado" (recuerda que eras de la parte de fantasía del mundo, con elfos, orcos, etc.). Eso si, no les cuentes nada de "La Nave"... ¿Bien? 

Parecen capaces, vive Dios!!!. Parecen tener arrestos.

Voy a acercarme antes de que lleguen a donde el sargento. (Me acerco discretamente hacia ellos. Curiosamente parece que no se fijan especialmente en mi las gentes de alrededor...)

Hola, muy buenas señores, les invito a tomar algo en la Taberna... cuando terminen si les parece, por supuesto.

Soy Don Diego Guzmán Reales de... bueno, no importa... llamenme Diego. Y no se dejen impresionar por mi atuendo, soy lo que se dice un clasicista. Por eso llevo estos atuendos, Sombrero emplumado, Jubón, camisa acolchada, pantalón ancho de cuero y botas de media caña, con giro. Y una Ropera floreada, adornando mi costado. A su servicio.

Que aquel legionario me mirase con curiosidad, me puso en alerta pero mantuve un rictus de relativa calma viendo su reacción fue la de enseñarle mis papeles otro legionario separado unos pocos metros del restos. Le miré con curiosidad y a continuación desvíe la mirada de forma distraída hacia una fila de desafortunados próxima a la mía.

En ese momento se acercó un hombre que desconocía totalmente y comenzó a hablarme de una forma a la que no estaba acostumbrado por lo que me quedé unos segundos observándole-Encantado- Contesté escueto, desconfiaba de todo el mundo y más de un hombre así. Por fortuna regresa el legionario con mis papeles sellados junto a los de otro hombre que miré de reojo, por lo visto nos requerían a los dos así que seguí las instrucciones del militar sin rechistar.

Aquel pequeño grupo legionario daba bastante respeto, sobre todo teniendo aquel maravilloso animal con un pelo negro y brillante perfectamente cuidado. Me puse ante ellos y esperé instrucciones.

Por fin!Llegamos a San Miguel. Un puerto de paso muy concurrido.

Una gran muchedumbre nos rodea. Niños y ancianos, mujeres y hombres de diferentes países que se une bajo una misma bandera para empezar una nueva vida. Me parece emocionante. Paro un monteo y miro al grupo de exiliado al que acompañamos, veo caras de felicidad y no puedo dejar de pensar que hemos realizado la misión con éxito. !Vaya !espero que haya muchas de estas. Llegamos al destino sin demasiadas incidencias. Ahora sólo queda presentarse a los superiores y que me asigne un alojamiento. Estoy deseosa de empezar con el trabajo en la isla y que me encomienden una nueva misión. Veo que hay compañeros legionarios en el control de acceso los saludo de forma militar y les doy mi documentación.

--- Agente Aamale, tengo que presentarme a mis superiores--

Asiento, recojo mis cosas y sigo a los legionarios hasta el lugar a dónde nos recibe tan pintoresco grupo.

No estoy especialmente impresionado, ya que tampoco es que entre mis querencias respecto a las personas esté la demostración del poder militar. Entiendo la utilidad de la violencia, pero normalmente quien manda no es quien tiene la pistola sino quien no la necesita. De todos modos al final acabaré teniendo que hacer uso de esa clase de ayudas externas, con lo que al menos las observo con atención.

El legionario que ha quedado en el puesto de control saluda a la Agente Aamale.

- Bienvenida, el Sargento Vulkan la está esperando en la Taberna Guillermo de Orozco. Se encuentra con la oficial Enya y algunas personas más... 

El legionario os acompaña hasta la entrada a lo que parece ser una taberna de puerto. En su interior podéis observar que la mayoría de personas son militares de los puestos de seguridad que parecen estar en sus descansos. También hay algunas personas refugiadas que parecen estar tomándose un momento de calma. 

En una de las mesas veis al oficial de entrenamiento sentado junto a la legionaria. Os hace un gesto con la mano para que os acerquéis a la mesa. 

- Bienvenidos a San Miguel. Tomen asiento, un camarero les tomará nota por si deseas tomar algo. Tenemos asuntos que tratar con ustedes... 

Cuando la Agente Aamale entre y se dirija a la mesa la saludará:

- Bienvenida a San Miguel, Agente Aamale, enhorabuena por la misión de evacuación. Puede sentarse y tomar algo, si así lo desea. 

¡¿Qué, no me reconoces Jokin?!   -La verdad es que era difícil reconocerla en el estado en que estaba.  

¡Toma, toma mis papeles!, y le dio empujao un paquete de fibra cibelectrónica que chisporroteaba por estar toda envuelta en un moco transparente pero no por eso menos viscoso.  Es más, toda ella estaba envuelta en una sustancia similar, con pedazos un poco más sólidos o coagulados que el resto. 

Se volteó a los demás.  ¡¿Qué, nunca han viso a una SanJorgina a la que le ha estornudado encima un biotitán, eh?!  Bueno, soy la primera, entonces. ¡Esto les pasaría si estuviera enfrente de uno que acabara de hacer una larga sumersión y tuviera que salir a respirar después de varias horas de moco acumulado.!  Estaba de malas, y con razón.    Pobrecito, era sólo una prueba. 

Bueno, ya Jokin, -le dijo más tranquila- si soy yo, Qimaera, procesa mis datos, mira.  Quitó el moco, la mayor parte, con una mano enguantada.  Creo que así si lo puede leer la máquina. Vale, si.  Benditos materiales nuevos.  

Al final nos reunieron a cuatro personas, todas extrañas para mí que observaba con curiosidad posando mis ojos en cada uno de ellos mientras nos llevaban a aquella cochambrosa taberna de puerto. Desde luego no era la primera que visitaba y con suerte no sería la última pero yo prefería otro tipo de ambientes, aunque dada la situación no había más opciones, así que asentí ante las palabras del legionario y le seguí al igual que los otros tres desconocidos. El tipo del sombrero era tan reservado como yo o más, el otro tipo con sus modales extraños y la mujer militar, ya que por sus palabras y la reacción de Vulkan estaba claro que no era una civil.

Al entrar en el local nos llevaron hasta un tal Sargento Vulkan. Sin duda era un veterano curtido y aunque tenía unos modales más que correctos, seguro que era capaz de sacarte del catre de una sola patada para hacer cincuenta flexiones.

Cita:

-Gracias Sargento Vulkan-dije con una sonrisa agradecida mientras me sentaba-Yo con un poco de agua estaré servido- comenté mientras miraba al militar.

-Bueno, supongo que sí nos han traído hasta aquí, ante usted será por algún motivo importante ¿Una oferta de trabajo tal vez?- pregunté mirando a Vulkan fijamente esperando respuesta.

Vaya, nada más empezar y ya de copas con los soldados. Menudo inicio.

Me siento cómodamente, dejo a un lado mi equipaje y llamo al camarero para que nos tome nota.

Un zumo de frutas, un plato de sardinas asadas y unas bravas- pido antes de atender a nuestro anfitrión-. Nada más por ahora.

Tras pedir me giro hacia Vulkan a la espera de que nos cuente que puede necesitar de nosotros o qué hemos hecho tan mal. Confío en lo primero, ya que nos veo lo suficientemente distintos como para que sea improbable que cualquier cosa que tengan que tratar con nosotros tenga relación con alguna irregularidad que hayamos cometido. Demasiada casualidad sería.

Aunque esperemos con paciencia.

Los legionarios miran con cierto asco el moco, cogiendo los papeles con unas pinzas. 

- Raúl, acércate por el puesto 8... Tenemos un caso de viscosidad titánica... Sí, necesitamos de tus habilidades... Sí luego te invito a una cerveza... No me jodas que el Sargento la está esperando.. 

Vuelve a mirarte - Qimaera, espera un momento que ya hemos avisado que vengan a limpiar un poco el estropicio... 

Al poco aparece un hombre de cerca del metro ochenta de estatura, de ojos amarillos y pelo canoso, viste una túnica amarilla y se acerca hasta el puesto, te mira de arriba a abajo y chasquea los dedos. En ese preciso momento las sustancia pegajosa que te envolvía desaparece dejándote limpia de nuevo. 

- Listo - Mira a Jokin - Me debes una cerveza... 

El legionario vuelve a mirarte, te entrega de nuevo los papeles y te señala la taberna

- El Sargento Vulkan está esperándote en la taberna... Ha Solicitado la presencia de algunas de vosotras...