Partida Rol por web

¡Aventureros!

I. La Maldición del Hombre Muerto.

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02/07/2024, 12:30
Ntala

Ntala desvió el arco y dejó que la estigia siguiese su camino con un asentimiento. Que la bailarina pareciese tener razón le dolía.  Podían haber sido más astutos, más listos, más capaces. Aunque poco había que hacer cuando la traición se interponía en el camino.

—Tu—se dirigió a Zaela entonces. Su arco se había desviado hacia ella. Acalló el miedo en su interior, para intentar que su voz sonará firme — ya no vienes con nosotros. Quien sabe si acabarás matando al mago o acabarás vendiéndonos para salvar tu pellejo. No te quiero a mi espalda.

 

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02/07/2024, 13:17
Jareth

- Estoy de acuerdo con Ntala -secundó. Te mereces un destino peor, por eso y por casi todas las decisiones que has tomado esta noche. 

Se plantó firme junto a la mujer del arco, preparado para responder en caso de violencia o cualquier otra reacción sorpresiva que pudiese provenir de Zaela, un instrumento del caos como nunca había visto antes.

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02/07/2024, 20:45
Gunnar Arison

Parecía que la única salida posible la brindaba bailarina, alguien que no era de fiar. Pero por algún motivo que Gunnar desconocía nos ofrecía salvarnos. Y aunque no era de fiar, seguramente tenía mejores intenciones que aquella jauría de soldados y maleantes que estaban inundando el castillo.

Ntala, intentó dominar la situación con Bailarina pero ella tenía la sartén por el mango y no se dejó domeñar.

Tras ello Ntala apuntó a Zaela, y Jareth la secundó. Gunnar pensaba que para librarse de Zaela había que matarla, no echarla. Echarla haría que siguiera haciendo de las suyas y que volvieran a encontrársela. Ella dominaba el subterfugio por lo que no sería fácil desprenderse de ella sin más. O se le daba muerte o seguiría interponiéndose en el camino del grupo. Nadie allí presente tendría la voluntad o sangre fría de matarla allí mismo ahora para librarse de ella, si ahora no daba motivos. Y él no iba a matarla así.

Así que sin tomar partido de esa amenaza, que él creía no servía de nada. Miró a Bailarina y le dijo te seguiré.

Después quedó a la expectativa de la resolución del conflicto.

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03/07/2024, 08:55
Matt

Aquello era una sálvese quien pueda. Matt corría como el diablo para escapar de las garras de un demonio y solo en alguna ocasión echó la vista atrás para ver si sus compañeros lo seguían.

-¡Venga, venga, corred! - gritaba, como si fuese necesario darles ánimos para librarse de esta pesadilla.

Costronno les había dejado marchar. Él, Akeronte, y sus seguidores, se lanzaron al pozo. ¡Terrible! Directos a las fauces de lo que fuese que ascendía desde los infiernos. Algo abominable absolutamente, solo había que notar la reacción del gran Gunnar. 

Pero después se toparon con los guardias, soldados y gente de malvivir. A Matt se le cayó el alma al suelo, casi tuvo ganas de llorar. Sus ojos buscaron, frenéticos, un resquicio, un hueco, una salida. Las ventanas, alguna puerta, las escaleras que ascendían a los pisos superiores. Mientras, Bailarina contaba otro de sus rollos, a los que prestó atención a medias.

-De oca en oca y tiro porque me toca - respondió, recordando ese juego que a veces jugaba con sus hermanas. 

Observaba el barullo de soldadesca, sus compañeros parecían decididos a seguir a la ladrona, que no se arredró ante las amenazas de Ntala. Incluso Jareth aceptaba esa opción. ¿Única? Miró de reojo a Zaela, otro agente del caos. Seguramente sus planes no eran aleatorios ni caprichosos, a no ser que estuviese muy loca. 

Aunque claro, la magia que hizo Bailarina con la pared, le desencajó la mandíbula, muy abierta la boca.

-¿Cómo lo has hecho? Eres discípula del mago, ¿verdad?

Matt empezaba a pensar que la chica era más de lo que aparentaba a simple vista. Máscara sobre máscara. También consideró en cogerla y apartarla del portal. A ver cómo se enfrentaba a la jauría de los lobos. Que se le borrase esa sonrisa de suficiencia y arrogancia. 

No hizo eso. Si todos iban a seguirla, él no quería meter la pata. Se encogió de hombros y dio un paso hacia el portal.

-Bueno, vamos. Nunca he visto a un mago auténtico. Solo los de la feria. Y esos son asombrosos.

¿Cómo sería uno de verdad?

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04/07/2024, 00:07
Director

Zaela miró divertida flecha con la Ntala la estaba apuntando. Aún habiendo demostrado ser una arquera con sangre fría no llegaba a sentir que la situación estuviera bajo su control. Jareth se colocó a su lado, alerta como un lobo al que pretendieran dar caza. Su presencia tampoco supuso una gran seguridad para ambos dos. Zaela era como un araña que tejía telas de seda a su alrededor. Si, podían enfrentar a la araña, pero se encontraban prisioneros dentro de su red.

Gunnar no se posición. Sus pensamientos eran más drásticos, como una guillotina, pero él no los pondría en práctica. Matt se mantuvo al margen. Bailarina no.

—Si, vete ¡Yo tampoco te quiero!

La máscara de perfecto maquillaje de la asesina no se descompuso. Analizó sus opciones. Dio un paso al frente, la fecha rozó la cuerda, la espada de Jareth asomó en su funda. No, no pelearía con ellos. Atraería a los guardias y a los sicarios.

—Si eso es lo que queréis —pasó por delante de ellos, alejándose como una pesadilla que, al fin, se desvaneciese —. Volveremos a vernos. En pesadillas y callejones. Guardad vuestra espalda.

Ignoró a Matt, acuchilló con la mirada a Bailarina y a Gunnar le lanzó un beso carmesí.

Pudieron ver como se pegaba a la pared y de ella, saltaba a una de las ventanas. De allí, al exterior. Ellos eligieron adentrarse en los caminos de la magia.

—Matt de las Decisiones Claras. No soy aprendiz del mago, solo una sierva. Pero de vez en cuando, el me deja usar su poder.

El túnel carecía de paredes y era sólido. El suelo era de piedra y niebla. Al fondo del túnel se veía una luz. Varias antorchas iluminaban una cámara llena de secretos y misterios; misteriosas criaturas, o partes de ellas, atrapadas en botes de cristal, un herbolario con plantas traídas de todos los continentes, un gran libro negro sobre un pedestal de piedra con forma de garra, un orbe que absorbía toda luz desde su pedestal, algún cráneo, papiros, una zona de estudio y de trabajo, una piel de un oso moteado como alfombra, una espada encastrada en una piedra repleta de joyas, algo de oro derramado sobre una mesa, entre un cráneo humano, velas y un astrolabio.

—Es la casa del mago. Dejadme hablad a mí. Hablaré bien de vosotros.

Tras ellos, el castillo de Turia se iba desdibujando. Avanzaron por aquel túnel, pero la cámara del mago parecía encontrarse siempre a la misma distancia. Bailarina empezó a ponerse nerviosa.

—Nunca se tarda tanto en atravesar un túnel. Algo está pasando —jadeó, asustada —. Señor. ¡Mi amo! Intento volver a vos, pero el túnel está roto.

No tardó en aparecer una figura en medio de todo aquel esplendor brillante. Un hombre alto, espigado, robusto, ataviado con una túnica negra en la que se veían reflejadas algunas de las constelaciones invisibles que solo podían verse cierta noche del año desde ciertos lugares prohibidos del mundo. Rostro de veterano, arrugas de látigo, una mueca feroz en los labios, ojos de depredador. Llevaba una capucha negra y sobre ella, dos enormes cuernos, como de carnero, enrollados, confiriéndole un aspecto amenazador.

—¿Quién llama a Toth-Amon a través del velo de las realidades? ¿Quién osa?

Bailarina tragó saliva.

—¡Amo! Soy yo, vuestra humilde sierva.

Parecía que el mago no les veía con tanta claridad como ellos a él.

—Ah, recuerdo. ¿Has cumplido tu misión mi pequeña serpiente? —su voz era pedernal rascando, chispeando.

—Si, mi señor. Aquí lo tengo. Y he venido con aquellos que me ayudaron a recuperarlo. Estoy segura que os servirán tan bien como yo…—dijó, mirando al grupo, dudando.

—Algo ha salido mal.

—El túnel, señor. Se ha roto.

Toth-Amon se permitió unos momentos de silencio. La magia era fuerte en él. Su comprensión no provenía solo de sus sentidos, sino de lo los secretos que le susurraban los espíritus y los chismorreos que los diablos le contaban.

—El túnel está bien. Sois vosotros…los malditos.

Silencio, pausa. Dejaron de caminar. Tras ellos se había cerrado el portal de acceso al castillo.

—Magia, antigua, pérfida. Palabras con poder. Estáis atrapados en Turia. No podéis escapar de la ciudad, tal reza la maldición. No importa que camino toméis. Incluso este, un puente tendido mediante la magia, no sirve para dejar la ciudad. Estáis atrapados. Para siempre. Y ni sois los únicos. Toda la ciudad ha sido maldecida. Nadie puede abandonarla —frunció el ceño —. Se convertirá en un Infierno, sino lo es ya.

—Señor, tiene que haber una forma de la que podamos escapar.

—La hay. Aquel que maldijo la ciudad os maldijo doblemente a vosotros. Con vuestra muerte, la de todos los presentes cuando se ejecutó la maldición, Turia volverá a quedar libre. Pero supongo que esa opción no la queréis considerar —esbozó una sonrisa —. Pero otros seguro que la consideran. Espero que no tengáis muchos enemigos en Turia, porque ahora se sumaran otros que buscarán vuestra muerte por su anhelo de libertad.

Bailarina se quitó la máscara que cubría parte de su cara. Enarboló el dedo y el anillo de Costronno como si fuera una auténtica joya.

—Si no puedo llegar a vos, no podré entregaros la reliquia.

—Lo sé. Pero es poco lo que puedo hacer por vosotros. Esa maldición solo puede romperse desde dentro.

—Entonces, no hay solución. Estamos atrapados en Turia.

Un infierno, sin duda. Ya habían entablado demasiadas enemistades. Pronto, videntes, charlatanes y magos de segunda lanzarían sus huesos, leerían sus runas, y les acusarían como los culpables de la maldición. La ciudad los buscaría para sacrificarles. Por lo hablar de aquellos con los que tenían deudas pendientes. De sangre, oro, venganza, odio.

Atrapados. Matt recordó algo. Costronno lo había mencionado. Busca a un tal Akiroh la próxima vez que no sepas escapar del lío en el que te has metido. Jareth creía haber escuchado ese nombre por las calles de la ciudad. Un sabio, o algo similar. Vivía en la ciudad. Quizás, y solo quizás, era una posibilidad.

—Mi magia es poderosa, pero no tanto como quebrar las palabras de un muerto. Como mucho, puedo trasladaros a otro punto de Turia si aquel en el que estáis no os ventajoso. Quizás encontréis una alternativa por vuestra cuenta, pues parecéis la clase de bribones capaces de escapar de cualquier entuerto.

Pero esa, es otra historia.