Partida Rol por web

¡Aventureros!

II.I. La Casa del Placer en el Ojo de la Bestia

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02/01/2025, 19:50
Matt

-Por eso aprendo de la mejor - una llama fugaz brilló en los ojos del chico. ¿Bailarina quería provocarlo? Siempre lo intentaba, iba en la sangre de ella. Pero Matt no caía en esas trampas (aunque sí en otras), sus ideales y comportamiento eran otros. -Puedo probar, claro. Lograrlo o no, lo dirá el destino. 

Sonriendo, le ofreció a la muchacha, una golosina comprada en el mercado ese día. 

Las chicas seguían siendo complejas, eso no había cambiado. Giselle se cabreó cuando él le dijo aquello con la mejor de las intenciones. Y a Bailarina se le erizaba el vello de los brazos si él se mostraba amable con alguna de las mujeres. Escuchó con atención a la madame del lugar. Sabiduría en sus palabras que atesoró en su cabeza.

-Reparar su corazón... -algo que estaba fuera de su alcance. Asintió a la experimentada mujer, a la vez que su mirada se perdía tras la carrera de Giselle. ¿Acaso la joven no tenía claro lo que deseaba desde un principio? El elegido fue Matt, porque no había otro. ¿O realmente Giselle sentía alguna cosa en su pecho? 

-No era mi intención, señora. -afirmó, compungido- Mi corazón está tan desorientado como mi entendimiento. Dile que lo siento. No era esa mi intención -repitió. Y luego le explicó los detalles de su pierna artificial -Puede que haya que realizar ajustes una vez puestos. Llámame si me necesitas.

Perplejo, andaba sin rumbo por los pasillos o los jardines. Ultimó el artilugio y luego se puso a diseñar un pequeño juguete, un gatito. Le pidió al enano, ropas, pantalón y chaleco, un par de cuchillos, y las herramientas. También se confeccionó unas ganzúas con el recio alambre. Y un pañuelo negro, de seda.

-Muchas gracias, señor. Ha sido un gran honor conocerte. Turia necesita más personas como tú. Gracias, de verdad. Has salvado a mis amigos.

Agradeció al enano todo lo que hizo por ellos. Era una buena persona, a pesar de trabajar para Karmak. Tal vez no lo era tanto, ¿tuvo elección?  Matt no pensó más en eso, como no le daba vueltas a la mayoría de las cosas que pasaban en su vida. No era alguien de perderse en sus pensamientos. Pensamientos enfocados a robar los dos objetos a Rolfo. Ideas que dejaron paso a la alegría al ver recuperada a Ifigenia. Parca en palabras y seria. Era ella, sin duda, y no su fantasma.

-¡Buenos días, Ifigenia! -la sonrisa abarcó toda su expresión- No hay plan por ahora. En eso estamos, necesitamos de su sabio consejo - Le guiñó un ojo. Lo cierto era que él continuaba soñando y maquinando con sustraerle la cartera a Rolfo.

-Ligero de equipaje y de espíritu, ¿no? -bromeó una noche con Bailarina, los dos en lo alto de la azotea a la que habían trepado.-¿Esa es la esencia de un ladrón? Sin embargo, somos más que ladrones, Bailarina. Yo soy un artista circense, y tú una flacucha esquirla de estrella. -Matt alzó la cabeza hacia el cielo nocturno. "Flacucha y casi sin formas, vale, sin embargo, la deseo".  

-Puedes engañarme, Bailarina. Lo acepto. Pero, por favor, no traiciones a mis amigos. ¿Puedes prometerme eso?

Dudaba de que lo hiciese. La jovencita era un misterio. Una sombra que casi no le dejaba un momento a solas. Por algo sería, ¿no? 

 

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03/01/2025, 01:53
Director

Los ojos de Bailarina correspondieron al fuego en la mirada de Matt con un incendio particular. Era fácil picarla, prendía tan fácil como el alcohol en un incendio.

—Si tú vas a intentarlo, quizás lo intente yo —dijo medio cantando —. Y quizás te gane yo. Y entonces tendrás que llamarme reina de los ladrones. Porque si puedo robar a un príncipe...—Sus ojos brillaban como las propias estrellas. Quizás sí que era parte de ellas —. Puede que en mi reino tenga un espacio para ti, Matt de las Palabras Osadas.

Sonreía, sincera, cercana. Eso no lo hacía con nadie más. Incluso algo en el instinto de Matt le decía que él era el primero con el que se comportaba así. O quizás era su corazón, engañándolo. O ella, y otros de sus hechizos envueltos en palabras y pestañeos.

 

—Giselle también interpretó más de lo que debía —le dijo la madame a Matt —. No le culpo a ella, no la culpes tú. Ni a ti. Sois jóvenes y el corazón necesita tiempo para poder leerse con claridad.

 

Días más adelante Matt tuvo que efectuar esos ajustes en la prótesis de metal que había confeccionado por Giselle. Colocada en la pierna semidesnuda de la muchacha, no estaba bien ajustada...aunque era evidente que cualquiera podría haberlo hecho, pues era un sistema de correajes bastante intuitivo. No obstante, apretó las correas como debía. Giselle, hasta ahora en silencio, sin quitarle ojo de encima, se puso en pie. Caminó. Recta, ágil, sin zozobrar.

—Eres un mago, Matt —dijo ella, asombrada, los ojos a punto de rebosar con las lágrimas de la emoción —. Antes, los hombres me agasajaban con todo tipo de regalos. Solo querían una cosa de mí. ¿Cómo puede ser que lo más valioso que me han regalado nunca venga justo del hombre que no quiere nada de mí?

Ella le buscó, primero con la mirada, luego con su presencia, cerrándole el paso. Se pegó a él como para decirle un secreto. Presionó su pecho menudo sobre el de él. Matt podía intuir su tacto suave debajo de la tela semitransparente que la joven llevaba encima. Aquello solo era para recordarle que aunque menuda, era una mujer.

—Si esa otra mujer te rompe el corazón —dijo, lenta, pausada, sus labios color cereza saboreaban cada palabra —. No me importará que vuelvas. Lameré tus heridas y podremos construir un corazón entre los dos con nuestros pedazos...

Había tristeza, y rabia, y deseo, en sus ojos, en su cuerpo joven y cimbreante. Había un dique también entre ambos.

—Y por si decides no volver...

Ahí le besó. Fugaz pero intensa. Suave como un lecho de plumas de ganso, pero agresiva como una tigresa. Sus labios se fusionaron un momento, o una eternidad. Ella lo paladeó. Con una sonrisa se apartó de él. Se alejaba contoneándose ahora que podía. Y vaya, como movía sus caderas de un lado a otro...

—Te esperaré, Matt.

 

La azotea. Bailarina. Estaba callada. Le había llamado Matt de los Mil Secretos Susurrantes y Matt, el de los Pantalones Inquietos y Labios Flamígeros. Por supuesto, había visto su último encuentro con Giselle pero no le había dicho que había sido aquello lo que le había molestado. Tampoco le había pedido explicaciones. Con el tiempo, y las bromas de él, ella se había ablandado. Siempre volvería a él porque de todos los lugares de Turia, Matt era el único sitio seguro que tenía. Pero ella no podía ofrecerle lo mismo.

—Toth-Amon es mi señor y tiene mi lealtad —no dijo que ella le fuera leal, sino que su lealtad no era suya, sino de su amo —. Traicionaré a tus amigos si me lo pide. Incluso a ti, Matt —le dijo, desparramando un poco de tristeza por el tejado, ensuciando las estrellas —. Eso de lo que hablas, la familia, solo está en tu cabeza. Me gustaría creer, pero… —se encogió de hombros —. No puedo hacer que confíes en mí. Pero yo si confío en ti.

Miró abajo, a la caída, luego arriba, al cielo estrellado. Siempre que lo hacía tenía en su expresión una cualidad enigmática, misteriosa, como si solo ella viese lo que nadie más podía. Hizo algo de música sobre su pierna hasta que un pensamiento acudió a ella.

—¡Ah! ¡Ya sé! — dijo, quitándose las botas.

Se acercó el borde del tejado, algo irregular, caminando por su filo. Luego cerró los ojos, pero no dejó de caminar. Aunque seguía el borde del tejado con sus pies descalzados, el borde no le daría toda la información a Bailarina para no precipitarse al vacío. Era cuestión de tiempo que cayese.

Un paso, se tambaleaba, una ráfaga de aire caliente. Abrió los brazos para ganar algo de equilibrio.

—Si me dejas caer, librarás a tus amigos de la presencia de mi amo. ¿No es acaso lo que hacen los amigos? Pero si me salvas...—dijo con un pie en alto —...si me salvas, serás cómplice de lo que suceda.

Una parte de ella quería ser salvada, que él estirase su mano hacia ella, la apartarse del peligro y, ¿Por qué no? Que la abrazase. Pero había otra parte, la justa, la que nacía de esas emociones que no podía identificar, porque eran nuevas, y vibrantes, y la quemaban como el fuego…esa otra parte quería morir. Caer al vacío y desaparecer. Porque, de vivir, terminaría haciéndole daño a Matt.

Notas de juego

Vaya vida tan intensa que tiene Matt.

Recordad que podéis interactuar con los demás personajes del lugar. Quizás saquéis algo, quizás no. ;)

PD. Arwenniss, cuenta con que Ifigenia recupera el martillo y todo lo que dejó atrás. Lo mismo para todos.

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03/01/2025, 02:32
Jareth

Jareth tomó la moneda que le daba el enano. Sin nombre, curioso. Como bailarina. Su mente no se detenía, hacía conexiones y cuando no podía terminar de plasmarlas les ponía un alfiler, esperando más datos. 

Miró la moneda, evidentemente significaba algo, era una muestra de agradecimiento y era más que una baratija. 

- Me gustaría poder daros algo en compensación, pero no tengo nada que me sobre. Tal vez luego. Os agradezco el regalo. Una moneda que no tiene dos caras. Si, es adecuado -respondió. 

Como era habitual, el dilema de Jareth era ético. Sabía que era más hábil con la espada que muchos, que la mayoría, pero vacilaba para utilizar su pericia. En este caso era lo mismo. Pensaba en si debía utilizar el regalo del enano o no. Mientras miraba la moneda llegó Ifigenia, recuperada.

- Veo que las artes de Ntala son más de las que dejaba ver. Me alegro de veros bien. ¿Planes? -se permitió una sonrisa-, he intentado trazar veinte planes desde que nos encontramos en esta maldita ciudad, y no se ha seguido ni uno de ellos. Es tiempo de reconocer que los únicos planes que puedo trazar son los míos propios, pero por supuesto estoy dispuesto a escuchar y seguir el que el grupo acuerde o la mayoría acepte.

Una idea comenzaba a formarse en la mente de Jareth, aunque le faltaban unos toques. Probablemente le fuera útil, aunque seguramente no lo sería. De cualquier forma, era mejor que entrar sin nada.

Observó a Matt y sus problemas de mujeres. Si lo buscase le daría su consejo, pero también era oportuno que cometiera sus propios errores, y sus propios aciertos. Era un chico despierto y lo apreciaba mucho.

En un momento dado se acercó a Bailarina. 

- Escucha, te agradezco la información como supongo que tú agradeces que te sacaramos de aquí, si es que estabas en contra de tu voluntad, cosa que me permito dudar, pero no quiero que vengas con nosotros a la casa de apuestas. Si la mayoría está de acuerdo no me opondré, pero creo que estamos a mano.

Asesino de reinas. Peón de criminales. Marioneta de reyes. Ratón de hechiceros. 

Jareth necesitaba recuperar algo de cordura, algo de control sobre si mismo, porque cuando estás tantas veces al borde de la muerte, cada vez hay más posibilidades de que la moneda caiga del lado equivocado.

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03/01/2025, 09:47
Ifigenia de Turia

No había novedades, ni tampoco planes. Ya empezaba a acostumbrarse a eso de ir a lo loco trazando improvisando sobre la marcha. No tenía fuerzas ni tampoco ganas de pelear con los demás para que se cumpliese alguna de las tramas que se le pudiesen ocurrir. En realidad, no tenía ningún plan ella tampoco. Se sentía decaída y más sola de lo que se puede esperar de alguien que está rodeada de gente. Sonrió levemente a Matt, ni si quiera verle tan feliz y despreocupado la animaba.

Observó a Jareth, recordaba levemente que en algún momento intentó ir hacia él para curarle una grave herida. En ese momento parecía totalmente recuperado. - Espero que estés recuperado también y me alegra ver que estáis todos bien. - le respondió al comentario sobre las artes de Ntala. - Esta vez yo no tengo nada que decir al respecto. Lo que decidáis está bien, y así lo haré. - comentó con aire pesado. Tras aquello, escuchó como su compañero hablaba con la tal bailarina y ahí la sacerdotisa intervino de nuevo - El Maestro... - dijo con tristeza en la voz - nos dijo que todos sois importantes en esta misión, incluso ella. Aunque no podamos confiar en su lealtad. - hizo una pausa para morderse el interior de la boca y poder escupir las siguientes palabras - incluso la zorra de su asesina... es importante que no muera todavía. - La furia de su voz hacía vibrar sus pupilas. Cogió aire y lo soltó suavemente. - ¿Dónde está? - preguntó mirando a Matt, ya que lo último que había sabido de ella es que saliera por la ventana tras él.

Antes de recibir una respuesta, a sabiendas de que la ágil asesina estaba seguramente viva todavía, dirigió su atención al enano. Aquella charla iba a ser dolorosa para ella, pero sabía que era algo que tenía que hacer - Por cierto, también me gustaría saber que hacía Crisótemis aquí. ¿Cómo llegó a este lugar? ¿Cómo acabó siendo la favorita de ese monstruo? ¿Para qué vino? - Las preguntas salían de sus labios como bofetadas: frías y dañinas. No dejaba ver si en realidad apreciaba u odiaba a su hermana. 

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03/01/2025, 17:11
Ntala

Ntala sintió los dias pasar con creciente ansiedad.  Inquieta, había salido en numerosas ocasiones a vigilar el escondite de Rolfo, sin encontrar resquicio alguno en su seguridad.  Cientos de ojos inquisitivos, desconfiados, disimulados y astutos rondaban cada rincón de aquel lugar.  Solo un ejército podría abrirse paso hasta el príncipe 

Parte de su nerviosismo nacía de las horas muertas, en las que volvía a recrear todo las equivocaciones que había cometido, parte de la incerteza de un destino que, tal vez, no estaba escrito en el firmamento bajo el que nació.   El hogar puede que estuviese realmente donde esté tu corazón. 

Sentía que había dejado mucho atrás. La arena blanca, su larga cabellera rizada solo eran símbolos de esa pérdida, de esas cadenas rotas.  Enfrentada a la muerte de un ser querido, no había dudado en usar lo que había aprendido observando a esa bruja que aún habitaba en sus pesadillas.  Tampoco había dudado en dar un paso más, en esbozar tímidamente esas habilidades intuidas, ocultas en su interior y reprimidas durante tanto tiempo. 

Ntala había cambiado...y no estaba segura de gustarle ese cambio, pero no tenía otro remedio que seguir la senda que el destino le había marcado. Kàdárah 

—Gracias a tí — devolvió el agradecimiento a Ifigenia. La sacerdotisa  estaba fuera de peligro gracias a unos poderes que aún no entendía del todo —, por salvarnos en la taberna.  No importa si fueron órdenes de Akiroh, la cuestión es que estamos.. es que estoy viva gracias a vosotras. Gracias a tí.  

Cerró la boca y parecía que no pensaba hablar más, pero la nueva Ntala era algo más habladora.

—¿Quieres ir a casa de Akiroh? Te acompañaré.

...

El momento en que Enano guió a Ntala a los aposentos de Karmak, Ntala supo que se acabó todo eso de recobrar fuerzas.  Disimuló su inquietud al entrar en aquella sala tétrica.  No creyó que supiera orientarse para volver alli, pero durante el trayecto con los ojos vendados hizo todo lo posible por hacerse un mapa mental del camino. Sin embargo, una vez en su interior, no le entraron ganas de volver a pisarla. Había algo podrido en esa sala. Conocimientos elevados usados para satisfacer los más bajos instintos. Artefactos sin alma, fabricados sin amor, destinados a extraer, forzar y abusar de lo natural.  

Desde la charla con Akiroh, Ntala era consciente de cosas que siempre había elegido ignorar.  Había despertado.

Oteó en busca de algo que fuese de su tierra, pues recordó que Karmak había reconocido sus tatuajes y era posible que ese conocimiento lo hubiese sacado de aquella sala, pero la condición de Enano le hizo replantearse aquello. Frunció el ceño al ver la mirada del nuevo señor de la casa de empeños.  Era inteligente y sabía que la posición de Karmak se cimentaba en su poder mágico.

—Es fácil creerse por encima de lo humano cuando tienes poder.  

Se centró en la misión.  Intentó recordar el sello que le había mostrado Akiroh. En Turia, de entre todas las ciudades, debería haber algún objeto, algo como un amuleto de protección, una defensa contra el mal que anidaba ahí abajo.

....

—El plan es apostar algo contra Rolfo y ganar.  Pero ¿Hay algo en lo que podamos vencer al príncipe de los ladrones y sus secuaces? No con juegos de manos ni azar.  Ni luchando si ese cerdo presuntuoso está a su servicio.

Pensó un momento.

—Creo que podría ganar a cualquiera jugando a los dardos — dijo con una de sus infrecuentes sonrisas.  Le sentaba bien sonreír, un rayo de sol en su rostro permanentemente encapotado.

—O a adivinar cuánto valen las cosas. Se me da bien eso, pocas veces me equivoco.

»¿Pero qué es lo que tenemos que pedir a cambio si ganamos? Tenemos que tener claro lo que queremos porque no tenemos mucho con lo que pagar. Ni muchas oportunidades.

- Tiradas (2)

Motivo: Amuleto contra la plaga

Tirada: 1d100

Resultado: 22 [22]

Motivo: Orientarse con los ojos vendados

Tirada: 1d100

Resultado: 23 [23]

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04/01/2025, 00:16
Matt

Quizá no vuelvo, no porque lo decida yo, sino porque la buena suerte se me termine”.

Es lo que pensaba Matt viendo la espalda recta y semidesnuda de Giselle y el grácil contoneo de sus caderas en aquella huída, tras encender sus labios y su imaginación con aquel beso y el contacto del cálido y seguro que dulce, cuerpo de la chica. 

“No creo que haya que dar nada a cambio de algo. Al menos no siempre”.

Ingenuo, simple. ¿Bobo? Probable que sí. “He medio reparado su pierna. Pero no su corazón. ¿Cómo se puede hacer eso? No entiendo tal cosa. Puedo darles un corazón que mueva a mis juguetes, sin embargo no uno que les haga sentir. Eso sí es de magos, ¿no?”

Entonces se fue a pedir consejo a la madame. ¿Cuál era su nombre? Aquí mucha gente no quería decirlo, ¿una costumbre de Turia? 

 

 

Aquella noche Matt recibió una respuesta de Bailarina para la que estaba, más o menos (menos que más), preparado. Se tumbó de espaldas, cerrando los ojos al espectáculo fascinante de los dibujos y formas que pintaban las estrellas en el cielo muy lejano e inconmensurable. 

-No crees porque no quieres hacerlo. Porque te guías por tu pasado y niegas el presente. -Se extrañó de que él pudiera expresarse así. También estaba cambiando. Quien sabe, quizás no era tan tonto. O, en realidad, acababa de decir una tontería. 

Qué más daba.

Y, una vez más, ella le desafiaba de manera intensa y arriesgada. ¿Dónde terminaba el juego y comenzaba la verdad? ¿Y si él actuaba como ella y la llevaba al límite sin mover un músculo? No. Bailarina sabía que él no haría eso.

Bailarina sabía de antemano la decisión de Matt. Jugaba así porque conocía las cartas de él. Confiaba en él. ¿Y Matt? Salvar a Bailarina era traicionar a sus amigos. ¿Seguro? Sus amigos conocían de que pie cojeaba la ladrona. Y al revés, era decepcionarla y abandonarla. 

La agarró de un brazo y la atrajo hacia sí. Abrazó a aquel pedacito de plata caído desde la bóveda celeste con una firmeza y determinación inusual en él. -Las relaciones entre amigos son complejas. Llevo toda la vida viviendo con mis hermanas y son un enigma. -La besó, sin esperar respuesta. Había aprendido de Giselle y de los consejos de las otras chicas. Un beso, esta vez, largo y pasional. 

-Le quitaré tu lealtad a Toth-Amon y te la devolveré. Entonces, serás libre y podrás elegir tu camino. Me podrás, incluso, decir tu nombre.

Notas de juego

Pondré algo más en este finde como respuesta a los compis. Ahora se me iba muy largo ;-)

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04/01/2025, 14:27
Matt

En aquel almuerzo, Matt estaba un poco sumido en el laberinto de sus pensamientos. El presente era tangible y lleno de líos, el futuro inquietante y a la vez esperanzador. No se creía eso de el fin del mundo. ¿Cómo se iba a terminar el mundo? Después de un día, llegaba otro al que daba paso la noche. ¿Y qué pasaba con la gente de… de Kitai, por ejemplo? ¿Estaban enterados? Además, que el mundo es muy grande. Él había visto dos barcos de Kitai atracados en el puerto de Messantia, la poderosa capital de… De no se acordaba. Y decían que Kitai estaba tan lejos que un niño se hacía hombre en el viaje. 

No, algo no encajaba, o no lo hacía en su cabeza.

-No creo que Rolfo acepte cualquier desafío. Aunque tenga medios y gente para sustituirle -respondió, distraído, a lo que comentaba Ntala. Su amiga había cambiado, ahora resultaba que era una curandera avanzada, tiradora de dardos y vidente. Matt tenía suerte, rodeado de todas estas personas tan especiales. Maldecidos pero también héroes.

-A mí lo que me da miedo es lo que nos pida si perdemos. -A saber. Matt recordaba tantas cosas peligrosas que les habían exigido en todo este tiempo en Turia. “Cuando todo esto acabe, me dedicaré a ayudar a la gente, como hice con Giselle. Soy bueno en eso y da menos problemas”.

Levantó los codos apoyados en la mesa y apartó las manos de su barbilla al escuchar a Jareth. No le gustaba Bailarina, claro. Por eso tampoco podía pedirle consejo, le contestaría que se olvidase de ella. Ya. Torció la boca, apesadumbrado. ¿Y si le preguntaba a Lega? Daba la impresión de que conocía el amor. Pero era también una chica. ¿Y al enano? No, que había perdido a su amada. Tal vez podía probar con Trolus. ¿No? Mejor no.

Menos mal que Ifigenia les recordó la importancia de todos en esta historia.

-Eso -la apoyó él, mirando a la sacerdotisa y luego a Bailarina. Pero no dijo nada sobre su discutida lealtad.

-Bailarina y yo logramos que se cayese del tejado. Lo malo es que no vimos ni se encontró su cuerpo. Supongo que consiguió agarrarse a un saliente y escapar luego - respondió a Ifigenia. Al momento se dio cuenta de algo.

-¿Qué has dicho, Ifigenia? ¿Zaela ha matado al sabio Akiroh? ¿Cuándo? ¿Cómo lo sabes? -A Matt le recorrió un largo y estremecedor escalofrío.

-¿Es lo que te dijo a la oreja? Esa mujer vierte mucho veneno constantemente. No paraba de decirme que nos han engañado y mentido, para que me uniese a ella. 

“Hasta me ofreció un baño juntos”. Pero eso se lo guardó para él.  

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05/01/2025, 03:01
Director

Jareth.

Bailarina encorvó la espalda igual que un gato con malas pulgas cuando Jareth se acercó a ella. A la defensiva, no dejó de mirar atrás, a un lado, a otro, hasta tener clara su vía de escape.

—Fue Matt quién me salvó. A ti no tengo nada que agradecerte.

Sus ojos de diamante estaban tallados con dureza, su lengua escupía veneno y mala baba. Dio dos pasos atrás cuando Jareth le expuso su postura.

—No quieres que vaya con vosotros. Claro, claro. ¿Por qué querría ir yo con vosotros?

Su sonrisa fingida se convirtió en una mueca inquietante, luego, desapareció por uno de los pasillos del palacio a la carrera. Aquello no había terminado allí.

 

Matt

Clementine, la Madame, no le daría ningún consejo para ganarse a Giselle, tampoco para atemperar su situación. Ella le importaba más que él. Después de todo los hombres eran como hojas mecidas al viento; siempre terminaban alejándose de mujeres como las de aquella casa.

—Creo que ya sabes demasiado sobre mujeres, muchacho. No te daré la ventaja que necesitas.

 

Bailarina sabía que él la cogería, eso lo tenía claro. Así que estaba jugando con él. Pero ni en todas sus fantasías se había imaginado un beso. Primero quiso decir “¡Eh!”, siguió con un “¡Ah!”, para terminar en un “¡Oh!”. Todas las barreras que había alzado a su alrededor cayeron esa noche. Cuando los labios de Matt tocaron los de Bailarina ella se resistió, solo para abandonarse al momento. No eran como los labios bien perfilados y carnosos de Giselle, y húmedos. Sobretodo los recordaba húmedos. Los labios de Bailarina eran más secos, más menudos, cortados por el cálido viento del desierto.

Ella prolongó en el beso como si pensase que aquel momento no podría volver jamás. Escuchó su promesa y sonrió mientras el color acudía a sus mejillas. No sabía a donde mirar. Así que miró a sus pies descalzos. Luego empezó a jugar con ellos y los de Matt. Se armó de valor y le miró a los ojos. Dolía. Matt comprendió que ella tenía razón en varias cosas y que muchas se le escapaban a él. Aquellos ojos eran como diamantes tallados. No podían ser de este mundo.

—Oh, Matt, si pudieras robarme a Toth-Amon entonces si serías el auténtico rey de los ladrones.

Y ella, su reina.

 

Ifigenia.

El enano se sentó en una butaca cercana para contestar a Ifigenia.

—Como todas las mujeres que llegan aquí, Crisótemis lo hizo buscando trabajo, dinero y protección. Pronto vio que, por sus artes...ejem... podía ocupar una posición privilegiada cerca de Karmak. El brujo tenía unos gustos muy particulares y ella parecía llenarlos todos. Todos pensamos que se cansaría de ella, tarde o temprano, igual que con las otras. No fue así. Ella era su juguete favorito —dijo, apretando las manos con tanta fuerza que sus nudillos quedaron blancos —. Ella veía todas y cada una de las perversiones de Karmak. Las otras chicas sufrían sus torturas y deseos. Ella deseó ayudarlas. Quizás conmovida por tanta barbarie y perversión, quizás era parte de su particular venganza o tenía otro plan. Ella siempre fue enigmática. Sabía que palabras decir para llamar la atención y cuando callar para pasar desapercibida. En una de sus estancias nos encontramos y... quizás yo solo era otro de sus planes, parte de su venganza, de su ascenso al poder. Ella me prometió amor porque no tenía otra cosa. Yo le prometí que cuidaría de ella. Que me perdone —agachó la cabeza, avergonzado —. Me gusta que pensar que, de haber salido todo bien, ella estaría entre mis brazos, pero Crisótemis siempre parecía estar mirando más allá. No sé si era la pena o una segunda intención.

Suspiró, hay muchas dudas en el ambiente. Así era la muerte, te quitaba todo lo que era, lo que no era y lo que podía haber sido.

—Siempre me pareció dolida, incompleta. Ojalá hubiera sido más valiente.

 

Ntala.

En una caja olvidada y polvorienta, entre pliegos de pergamino ajado y un bote de cristal que contenía el esqueleto de algo que parecía un murciélago, pero que no lo era ni por asomo, Ntala reconoció algunos grabados similares a los que había visto en casa de Akiroh. Karmak no había sido capaz de encontrarle utilidad a aquello. La presencia del Dios Ibis estaba allí.

Al abrir el ornamentado cofre encontró dos brazaletes de intrincados arabescos. El metal era negro, frío al tacto y, si se lo acercaba al oído, parecía vibrar. Utilizando el pergamino que Akiroh la había entregado logró dictaminar el significado de los grabados que había sobre la caja. "Puerta".

Si bien el hallazgo merecía una segunda incursión en los aposentos privados de Karmak, Ntala no logró recordar el camino de vuelta. La venda, claro, había servido para extirparle uno se sus sentidos. Pero su oído era bastante bueno y su sentido de la orientación propio de las gentes que viven y mueren en el mar. Estaba segura de haber memorizado el camino hasta allí. Pero ese recuerdo se desvaneció de su mente como un sueño al amanecer. Comprendió que ella no era la única que se había llevado algo consigo de las dependencias del animista. El enano era en verdad brillante. Y también, medio brujo.

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05/01/2025, 03:01
Director

Grupo.

—Entonces lo sabes —dijo Isabella mirando a Ifigenia —. No había querido mencionarlo hasta que estuvieras recuperada del todo. Quise volver a la guarida de Akiroh. A pedir consejo o yo que sé... Era inteligente, suficiente para buscarlo cuando estás perdida. Ya no quedaba nada de su casa. Fuego. Lo lamento.

La espadachina colocó su firme y sucia mano sobre el hombro de Ifigenia tratando de transmitirle una fuerza que no llegaría.

—Todo era cenizas. El fuego lo había devorado todo. Lo poco que quedase de valor fue saqueado por los carroñeros de esta ciudad—añadió Gunnar, maldiciendo, escupiendo al suelo.

—Ya que Matt saca el tema —dijo lsabella —. Akiroh, bueno, yo no le conocía. Y parecía saber cosas. Pero yo no vi nada en su visión y para mí todo este asunto es un galimatías peligroso. Uno que implica magia. ¿Estamos seguros de lo que estamos haciendo? —había colocado sus botas llenas de polvo y barro del camino sobre la mesa, sin importarle lo cerca que estaban de la comida —. A ver, esa furcia roja le dijo a Matt que Akiroh le había mentido. ¿Cómo podemos saber que estamos haciendo lo que queremos hacer? Veo muchos hilos aquí.

Gunnar se la quedo mirando fijamente, luego miró a sus brazos y finalmente al techo.

—Yo no veo hilos en mis brazos —gruñó.

—Como quieras —dijo Isabella quitándole hierro a sus propias palabras —. Yo soy solo una espada aquí. Voy, pincho unos cuantos culos, alguien sale perdiendo y me llevo mi parte.

Suficiente para una espada en Turia.

Bailarina no estaba sentado con ellos. Sino que estaba tres pasos lejos de la mesa, junto a una columna. Siempre cerca de Matt. Solía sentarse a jugar con sus pulseras o a soñar despierta. En ese momento estaba tensa, con la espalda recta y los hombros cargados.

—Zaela me marcó la cara —dijo llevándose la mano a una cicatriz de su rostro —. Y el otro día intentó estrangularme. Esa perra es mala como una dosis de veneno. No la podréis encontrar, ella lo hará.

Hizo una pequeña pausa.

—No queréis que vaya, ¿No? —dijo, miraba especialmente a Jareth —. No me opondré. No puedo pedir que todos confiéis en mí. Y no, Matt, no quiero que me defiendas. Son tus amigos, tienes que cuidarles. Yo puedo cuidarme sola. Así que me quedaré aquí…

Cabizbaja, se sentó sobre los cojines. Subió las piernas hasta apoyarlas en la columna, cogió una uva de un plato cercana y empezó a hacer malabares con ella. La atrapó entre los dientes.

—O, bueno, si no queréis que vaya con vosotros entonces quizás me apetezca ir por libre a ver a Rolfo. Si, es una buena idea. Así podría retarle, pedirle el dedo y el anillo y ganármelo justamente. Y si eso os molesta, en su casino no vais a poder tocarme un pelo —masticó la uva, la tragó —. Ya he probado a engañar a Rolfo antes, no funcionó. Pero es un amante del juego. Jugará cualquier juego que le propongáis. El problema es que gana siempre. Por supuesto no solo no necesitáis a una mujer hábil, joven y bonita que la habilidad suficiente para ganar al príncipe de los ladrones en su propio juego. Claro, no solo no la necesitáis, sino que la vais a poner en el otro lado del tablero.

Cogió otra uva, la masticó con la rabia, la engulló.

—Me parece perfecto, a todos nos gustan los desafíos.

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07/01/2025, 10:52
Ifigenia de Turia

La conversación con el enano no había servido de nada. ¿Incompleta? Una mierda. Había intentando sacarla de aquel mundo varias veces y ella nunca quiso salir. Al menos, había ayudado a aquellas mujeres, había hecho algo por los demás, a diferencia de todo el resto de su vida. O tal vez, como decía aquel hombre, solo había sido por un plan mayor. - Gracias. - Fue lo único que respondió a las emotivas palabras de su interlocutor. Seca, fría y distante. 

Observó a Ntala cuando se ofreció a acompañarla hasta la cueva de Akiroh y asintió. Momentos después, Isabella y Gunnar le informaban de que todo estaba en llamas, y por tanto ir hasta allí solo sería perder ese valioso tiempo. Furiosa, dio un golpe con el puño en la mesa. Y se cabreó todavía más tras las palabras de su compañera - ¿Cómo dices? - Le preguntó, levantándose de la silla y acercándose a Isabella - Si no estás segura de lo que estás haciendo, puedes irte. - comentó tratando de controlar su ira. Se acercó mucho a la muchacha, hasta tener casi la nariz pegada a la suya - Isa, has sido útil hasta ahora. Sobre todo viendo las pintas que traías el primer día de muerta de hambre. Si crees que este camino no es el tuyo y prefieres volver a las calles, adelante. Nada te retiene. - Miró al resto - Los demás, si tampoco estáis seguros de las palabras y la misión del Maestro, podéis decírmelo ahora. - les observó uno a uno, esperando sus respuestas. - Podéis volver todos a dónde estabais antes de que él os llamase. Podéis seguir huyendo por vuestra vida en esta jaula, hasta que no os quede dónde esconderos. - Lo dijo en general, a sabiendas de que Lega también huía de algo (o alguien). Estaba muy furiosa. Poner en duda la palabra de Akiroh era algo que no se esperaba de Isabella.

 

Bailarina seguía recordándole a la caprichosa de su hermana. Se acercó sigilosamente a ella mientras estaba tirada en los cojines comiendo uvas y acarició suavemente su cabeza - Está bien, tranquila fiera. Supongo que tendrán sus motivos para no fiarse de ti, yo los tengo y no te conozco, pero me recuerdas a mi hermana... - suspiró - No hace falta que te pongas a la defensiva ni que trates de enfrentarte a nosotros. Puedes ayudarnos. ¿Quién te lo impide? - preguntó la sacerdotisa, que no sabía de la historia detrás de aquella joven. 

Ifigenia se paseaba por los pasillos aquí y allá. No buscaba nada, pero sí a alguien. Buscaba a la Madamme, para hablar con ella sobre Crisótemis. Necesitaba averiguar qué hacía allí o que buscaba allí. Su hermana no solía moverse porque sí. Cuando la encontró le solicitó hablar con ella en privado, y si aceptase indagaría en qué podría contarle aquella mujer sobre su hermana.  

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07/01/2025, 13:59
Ntala

Ntala se mantuvo junto a Ifigenia mientras ésta estallaba contra Isabella. Sintió tristeza por el destino del sabio anciano y miró, pensativa, los brazales que Enano le había permitido tomar de Karmak.  Se había acostumbrado tanto a su casi imperceptible zumbido, como a que la ruina siguiese su estela. Puso su mano sobre la espalda de la sacerdotisa, justo donde Trolus la había herido.

—Hacer caso a las palabras de Zaela es tan estúpido como dejarse morder voluntariamente por una serpiente venenosa —sentenció.

Aunque la isleña desconfiaba de todo y todos, nada en Akiroh le pareció sospechoso o fuera de lugar, ni siquiera el hecho de que supiera tanto de ellos. 

—Por mi parte, la única senda que tenemos es la marcada por el Sabio Akiroh. Estoy segura de que a cualquier otro interesado en nuestro problema no les importará si al final vivimos o si morimos. 

Sus ojos dorados buscaron los brillantes y expresivos ojos de Bailarina mientras decía estas palabras. Luego, tras la oferta de la esclava de Thoth Amon, miró a Matt y, durante un instante, pareció contrariada, como si algo le diese mala espina y no supiese señalae exactamente de qué se trataba.

— Preferiría negociar con Rolfo a desafiarle, no es que me guste especialmente jugarme la vida a loa dardos, pero no se si es prudente hacerle saber que deseamos tanto el anillo y el dedo y no sé que podríamos ofrecerle a Rolfo que no pueda tomar él mismo.  Lo ideal sería robárselo, pero es imposible pasar inadvertido en aquel lugar.

Se preguntó Ntala si tendrían que recurrir a la consabida enemistad con los otros señores oscuros de Turia.

—Rolfo sabe de nuestro problema con Mecías, y es posible que ya sepa que Karmak ha caído.  Quizás esté agradecido.  O quizás podamos prometerle encargarnos de Mecías en un futuro.  De todas formas, acabaremos teniendo que hacerlo.

 

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07/01/2025, 14:06
Jareth

- Matt te salvó, si. Y le agradeces jugando con sus sentimientos -había respondido a Bailarina. Yo sólo te salvé de Rolfo, Thul Dur y los Lobos de Acero. Y me devolviste el favor, en el incendio por ejemplo. Ahora yo me pregunto si así es que funcionas, "bailarina", si todo es moneda de cambio, es favor que puedes utilizar. Si te sientes cómoda en tu papel de peón de tu maestro. Yo no te ayudé para que me des nada a cambio, y estoy seguro de que Matt te hubiese salvado aún si eso fuese en opuesto con la "misión". ¿Harías tú eso por él? Si tuvieses a la mano el objetivo de tu amo, sea cual fuere, pero eso significara daño para Matt, ¿qué harías? Por eso es que no quiero que vengas, porque aceptaría de buen grado la compañía de una amiga de Matt, pero no la de un perro con correa de un brujo que le mueve los hilos desde lejos. 

No le había quitado la mirada de los ojos, era algo que llevaba contenido hacía cierto tiempo.

- ¿Quieres ir por libre? Pues ve por libre. Prefiero los desafíos a las traiciones. Y como te dije lo anterior te digo esto, y sé que no me creerás. Te digo ahora que por respeto a mi amigo Matt no te haré daño. Nunca. Pase lo que pase. Pero tampoco dejaré que tu amo se salga con la suya si eso implica condenar a Turia. 

Luego se puso a pensar. Planes. Desafiar a Rolfo. Estaba cansado de trazar planes que nadie seguía, y por suerte, mala o buena, en este caso todo parecía indicar que se trataría de intentar ganar al ex príncipe de los ladrones en su propio juego. Algo individual.

Claro que hubiese preferido ir con algo grupal pensado, algo se le podría ocurrir, pero las cosas eran como eran. Se puso a pensar alternativas individuales, o para cubrir las espaldas de sus compañeros en caso de ser necesario. Algo iba tomando forma en su mente.

Entonces Ifigenia tuvo otro arranque de mal caracter, como antes. Los interpeló, y consideró adecuado responder ya que se veía en el medio, nuevamente.

- Yo no estoy seguro de las palabras de Akiroh, como no estoy seguro de que eso sobre nuestras cabezas sea el cielo o que si lo que me acabo de comer era en verdad una sopa de fideos, pero por ahora las considero las opciones más probables. Entiendo tu dolor, Ifigenia, pero no se trata de que utilidad tenga la gente, y si eso es lo que te enseñó tu maestro, más dudas tengo. No juzgo a la gente por su utilidad sino por su calidad humana. Si seguimos por este camino tendremos muchas menos posibilidades de salir airosos. Terminaremos entrando de uno e uno en la casa de apuestas, y ya sabemos que así, la casa gana. 

Ntala fue la voz de la razón y Jareth lo agradeció. Se enfocaba en el problema y en la solución. En cerrar heridas.

- Para negociar con Rolfo deberíamos tener algo que le interese. Es una opción, pero deberíamos pensar en qué puede interesarle. Desafiarlo es un atajo, pero lleva la dificultad de que si perdemos pedirá algo costoso, o material o costoso en otro sentido. Yo creo que mostrar nuestro interés en el dedo y anillo de Costronno no es tan difícil de adivinar si nos presentamos ahí, estamos relacionados con la maldición, es incluso lógico. Rolfo sabe el valor que eso debe tener para nosotros, aunque no adivine para qué lo utilizaríamos. Si tu apuesta sería a los dardos, podemos proponer los demás en qué pensamos que tendríamos posibilidades y acordar el orden de los desafíos.

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08/01/2025, 18:14
Ntala

—Vale. ¿Y qué podría interesarle? Quizá podamos averiguarlo preguntándoselo directamente. Podríamos retarle para que nos lo dijera.

Ntala seguía molesta por algo y esto se reflejaba en su tono que, sin ser airado, si que parecía algo acelerado, sin la cautelosa cadencia habitual.  Quizás le había incordiado que Ifigenia la metiera en el mismo saco que a los demás. Quizás se debía a ver como Matt se perdía por unas faldas tan fácilmente como lo habría hecho Gunnar.  Quizás echaba de menos su pelo. Quizás era todo aquello o no tenía nada que ver ¿Como saberlo?

—No sé cómo serán las reglas de esos retos. Quien dice primero qué es lo que apuesta, a qué se juega, qué es con lo que no se puede apostar.  Quizás Enano lo sepa y quiera decírnoslo antes de que se vuelva una versión en miniatura de Karmak.

»Bailarina. Tu seguro que lo sabes, ¿verdad? Sabes cómo hacer que Rolfo suelte prenda.  Estaría bien que compartieses esa información.  Sería de agradecer.

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08/01/2025, 23:10
Director

Cuando Ifigenia se acercó a Isabella, la espadachina no se achantó, sino que llevó la diestra sobre la empuñadura de su espada, teniendo muy claro el lema que había aprendido nada más llegar a Turia “Tu vida vale lo mismo que la rapidez con la que desenfundas tu espada y pinchas al otro”.

—Claro que no estoy segura de lo que estoy haciendo. Magia, brujos, hechiceros, promesas de monstruos, ladrones y Mitra y Crom saben que más nos espera en ese camino. Puede que tú no te cuestiones nada, pero yo he visto las varias caras de la gente. A Akiroh no le conocía tan bien. Y a ti…tampoco.

Se quedó mirándola, de forma significativa. Los pies sobre la mesa, rumiando un chusco de pan. Terminó por apartar la mano de la espada, pero solo cuando la sacerdotisa se hubo alejado.

Implacable con una, tierna con otra. Cuando Ifigenia trató de acercarse a Bailarina, no lo logró. La ladrona se apartó de ella antes de que la tocase, correteando detrás de la columna. No le gustaba que la tocasen. Bueno, puede que Matt si, quien sabe, esas cosas no se dicen. Pero nadie más.

—Ya os estoy ayudando —dijo, mascando una uva con fruición —. Ese, ese es el que no me deja ayudaros más —dijo señalando a Jareth sin soltar el racimo.

 

Ntala intentó calmar la oscuridad latente dentro de la sacerdotisa. Ella si confiaba en Akiroh a pesar de que tampoco tenía motivos para ello. Gunnar, pragmático, práctico, señaló una obviedad muy cruda para él.

—En su visión, yo debo morir. No es que se preocupase mucho por mi pellejo.

Si bien Akiroh había acompañado ese presagio con sabiduría. Los sueños y visiones debían interpretarse. Difícil cuando la mente estaba cansada, nublada o herida.

Ntala trató de buscar con la mirada a Bailarina. Sus palabras quedaron en una pretensión, pues nunca llegaron a ella. Bailarina no era fácil de convencer. Era un ratón huidizo. Resultaba increíble que Matt hubiera podido acercarse tanto a ella.

Las palabras de Jareth no cayeron bien en la ladrona. Sopló y resopló, el rojo acudió a sus mejillas. Frunció el ceño, le lanzó las uvas a Jareth, las cuales pasaron volando cerca de su oreja.

—¿Quién juega con quién? Matt ya sabe lo que soy, lo que haré. A él no le miento. ¿Qué haces tú? ¿Acaso si tuvieras en tu mano lo que más deseas y en la otra a Mat…o a cualquiera de tus compañeros, no elegirías aquello que prende tu corazón? —le miró, con aquellos de diamante capaz de rayar el alma —. ¡Mientes! —le dijo antes de que pudiera responder —. No existe la lealtad, no existe la familia. Solo seguís juntos porque tenéis un interés común —les miró a todos, de soslayo, como si sospechase que cualquiera de ellos le clavaría un puñal mientras dormía aquella misma noche —. Si quieres sacar a mi amo de tu ecuación, mátame. Aquí, ahora.

Y descubrió un poco de su pecho, nada indecoroso, para mostrarle donde podía clavar su espada, entre viejas cicatrices y quemaduras.

—¿Acaso no lo darías todo por tus amigos? ¿No es eso lo que pregonas? Pues mátame. Ahora tienes una oportunidad. A la siguiente, no me dejaré cazar.

Le miró desafiante, ardiente. Luego se desinfló, cerró los ojos. Esperó.

Un, dos, tres, latidos. Abrió el ojo cuando la conversación siguió adelante. Rolfo era el problema, no Bailarina. Al menos no de momento. Abrió un ojo cuando la isleña la nombró.

—Rolfo,¡Te reto a un pulso! Y le dices cual es tu premio. Él te dice el suyo. Si aceptáis, jugáis. Es sencillo —le dijo a Ntala, volvió a retroceder hasta sus cojines, hizo un mohín al ver que había mandado las uvas al quinto diablo —. Rolfo no puede negarse. Esa es su norma. Pero puede elegir un campeón de su corte para que compita por él —se encogió de hombros —. Y cualquier otro que esté presente puede unirse al juego y competir por el mismo premio. ¡Se doblan las apuestas! Honor entre ladrones, la palabra dada. Puede que te pida que te cases con él. No, él no es Karmak. Pero dicen que ganó la lealtad de Thul-Dur Cabeza de Trueno, Lengua de Piedra, en una partida de póker descubierto. Me necesitáis. Eso está, claro. Me necesitáis.

Aunque más bien parecía ser al revés.

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09/01/2025, 00:32
Matt

Hacer caso al corazón era un problemón. Si fuese un desalmado sin empatía alguna ni escrúpulos, capaz de traicionar a sus amigos, y a Bailarina, resultaría más fácil la vida. Una especie de Zaela en hombre. Quizás debería haber aceptado la oferta de esa arpía y formado una sociedad con ella.

Para amanecer un día con el cuello rajado de lado a lado, claro. 

Pero tenía corazón. Sentía afecto por sus amigos. Por Bailarina. Aprecio. 

Bailarina. Cariño. La estimaba. Intentaba comprenderla, cuando no encontraba palabras para describir lo que sentía por ella.

Sus amigos tampoco la entendían. Ni ella a ellos. Bailarina alzaba muros. Jareth también. Ntala lo intentaba. Ifigenia también, a su manera, pasional y efervescente. Lega, callaba. ¿Y Matt? El chico creía que parte de él conectaba con la arisca ladronzuela. 

Al fin y al cabo, Bailarina no mentía. Se movía en la hoja de una cuchilla y dejó claro para quien trabaja. Aquel que era su amo, contra la propia voluntad de su amiga. 

Matt no tenía muchas luces, pero pensaba que lo más sensato era tener a la muchacha cerca. Para vigilarla. Para protegerla de Zaela. Para… 

Para… Porque deseaba estar a su lado. Como quería estar con todos los demás.

Matt puso en la mesa el gatito en el que trabajaba. Miau saltó cerca, olisqueando el juguete, curioso e intrigado.

-Si una pieza falla, por pequeña que sea, el juguete no funcionará bien o dejará de hacerlo. Es un conjunto. El mas diminuto tornillo o arandela, es necesario.

¿Qué decía? Le costaba ordenar sus pensamientos. Miró, sin enfado alguno pero sí con cierta tristeza, a Bailarina. No era justa con lo que les decía. No tenía, del todo, la razón. Solo parte de ella. Jareth tampoco lo era. Ni Ifigenia con Isabella. Resultaba lícito que las dudas aflorasen a la superficie. 

-No discutamos, por favor. Bailarina -miró a la chica, a Matt le brillaban los ojos, por las lágrimas cercanas a derramarlas. Se avergonzó, cerró los ojos y tragó su pesadumbre- Ya basta. Existe la familia y la amistad. -su mirada fue hacia Jareth -Ya está bien, amigo mío.

No le dijo más a la joven, conocía de sobras a la ladronzuela y no pretendía regañarla. Se acercó a ella, con un racimo de uvas que le ofreció.

-Es verdad, te necesitamos. Yo, te necesito. -le tendió su mano - Ven, siéntate a mi lado, y no digas más tonterías. No seas fanfarrona, Bailarina, Hija de las estrellas -Sonrió, cercano, dubitativo, inquieto- Por favor. Mira a Miau, creo que le gustas más que yo. 

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10/01/2025, 14:01
Lega Calpurnia

Lega oía conversaciones intensas al otro lado de las cortinas, suspirando. Sus nuevos amigos, (los únicos que tenía ahora), tenían un montón de conflictos llenos de emoción, arrepentimientos y pasiones terribles, con gritos y enfados y eso que tenía Ifigenia que era como un enfado pero más gordo. Eran aventureros acostumbrados a las aventuras, pero para Lega una aventura era ir de compras y no encontrar una falda plisada. No había estado a la altura, y si seguía así no lo estaría nunca.

Al final había sido ella la que atacó el cofre. Las palabras del viejo propietario de aquella tienda tan desordenada volvieron a su cabeza, afirmando que ella podía ser algo más. Pues a lo mejor sí. Oye. Para eso se había metido en aquel gigantesco reservado, el inmenso lugar en el que las chicas del harén guardaban sus hermosos vestidos y sus exóticos complementos. Era casi tan grande como su guardarropa en la mansión, y descubrió algo azorada que aquellos vestidos no se diferenciaban mucho de los que usaba en sus recepciones; lujosamente caros y reveladores. Frunció las cejas pensando que los bonitos vestidos ya no eran una opción, si quería ir de aventuras, mejorar y recuperar su posición en el Imperio Lacedonio tenía que endurecerse.

Frente a un espejo observó su largo cabello rubio, primorosamente trenzado y recogido; realzaba su aspecto delicado y cortesano. Y de eso ya tenía bastante, no necesitaba realzarlo para nada, o sea. Necesitaba un peinado práctico. Pensó en coger las tijeras que había en la cómoda y cortarse rabiosamente las trenzas mientras se imaginaba alguna canción guerrera, pero luego lo pensó dos veces. O sea, seguía siendo ella, ¿no?. Se deshizo las trenzas, se cepilló el cabello, y luego se lo cortó en estilo paje, con un largo flequillo que le caía sobre un ojo; un peinado corto, agresivo, pero que le quedaba bien. Mientras, al otro lado de las cortinas las conversaciones se volvían aún más intensas. ¿Qué se estaría perdiendo?.

Se alejó para observar su vestido en el espejo; una pieza perfecta, hecha a medida, pero adecuada para una recepción, no para un combate contra un brujo metido en un cofre. Se dirigió a los armarios del harén, y empezó a seleccionar las prendas más resistentes, sustituyendo la seda por la piel y el cuero. Encontró unas botas oscuras, unos pantalones largos, resistentes y bastante elásticos que logró enfundarse, de tono marrón clarito, y descubrió algo avergonzada que no había ninguna prenda que pudiera adaptarse a su busto. Finalmente, al fondo de un estante de complementos exóticos, encontró un top metálico de fantasía claramente pensado para exagerar el pecho; dos gigantescas y resplandecientes piezas abombadas, forradas en su interior por suave algodón y unidas por un cinturón de cuero que logró ceñir con fuerza al torso. Llenó perfectamente aquel absurdo tamaño y sonrió descubriendo que con aquello su principal impedimento para moverse seguía allí, pero al menos inmóvil y más o menos protegido. Y lo de llevar el torso al aire parecía algo habitual fuera del Imperio Lacedonio, a lo mejor ganaba algo de color al sol.

Cogió una pesada capa de piel para protegerse del frío, y luego salió con su nuevo look para presentarse a sus amigos, justo cuando Ifigenia hablaba de su maestro. "Akiroh me dijo que podía ser útil. Que podría mejorar", dijo mientras se agachaba y recogía una espada tirada durante la refriega, poniéndosela al cinto. "Cuenta conmigo, a partir de ahora intentaré ser más útil", terminó llena de determinación y resolución.

Luego tartamudeó un poco; "Bu... bueno, si me dais clases de esgrima".

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11/01/2025, 04:20
Ntala

Era como aquella vez, hace casi dos años. Entonces era una hambrienta chiquilla solitaria rebuscando entre la basura del puerto de Messantia. Se había aferrado a un grupo de desconocidos que compartían sus penosas circunstancias y la traicionaron de la peor forma en que podía hacerse.  Las palabras de Bailarina tenían, por tanto , algo de verdad y la Ntala de entonces, herida, habría estado completamente de acuerdo con ellas. La de ahora,son embargo, tenía sus dudas.

—No somos así, Bailarina... —dijo sin alzar mucho la voz. Las dudas se acumulaban, de nuevo. Realmente no tenía claro si los demás podrían dejar de lado sus deseos —de venganza, por ejemplo —para salvarle la vida a otro de sus compañeros.  

Ntala había jugado con la venganza en su mente, una y otra vez, acariciando sus bordes afilados, mientras su estómago rugía de hambre, su garganta aullaba de sed y sus sueños volvían una y otra vez a las pirámides de cabezas cortadas, a los gritos de los suyos.  Sabía de venganza más que nadie.  De ahí sus dudas.

No ayudaba a su seguridad que Gunnar señalara lo obvio: que la interpretación de Akiroh le mandaba a una muerte segura.  

—Tienes razón en eso, Gunnar —dijo mirándole a los ojos. ¿Se habría tomado a bien la isleña que el destino la convirtiese en un entretenimiento para aquel demonio subterráneo? Seguramente no

—El destino que vio pudo ser el de un combate contra un oponente invencible, pero eso no es culpa de Akiroh. Él solo era el intérprete. No ensuciemos la memoria de quien nos salvó la vida.

»Y de todas formas —continuó — ese no era un destino inamovible, solo un futuro de entre muchos.  Y te ayudaré* a enfrentarte a él...

La entrada de Lega fue toda una sorpresa, no esperaba que la joven apareciese. Su atuendo de "aventurera" hiperbórea era digno de verse, con esos enormes cazos cubriendo los pechos y esos pantalones marrones ceñidos. Ntala sonrió un poco, con algo que parecía ternura. Lega era alguien que, pese a las limitaciones que sabía que tenía, no dudaba en dar un paso al frente.

—Eres increíble, Lega...y la persona más valiente que he conocido nunca. Te enseñaré a lanzar cuchillos, si quieres.

 

Notas de juego

Ayudaré, no ayudará 

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13/01/2025, 09:17
Ifigenia de Turia

Pudo observar la incomodidad que su pregunta sobre Akiroh originó en los demás. Nadie estaba seguro de lo que estaban haciendo, ¿acaso ella sí?. Ahora era la última de su familia con vida y su Maestro tampoco estaba allí para guiarla, pero las palabras del Dios Ibis resonaban en su mente.

La sacerdotisa se había percatado del cambio de actitud de Ntala y decidió sentarse a su lado. Parecía haberse apaciguado de repente - Lo siento - dijo a la mesa en general en voz baja. Encogiéndose sobre sí misma, encorvando la espalda. - En realidad el Maestro siempre me decía que debía ser más paciente con los demás y mirar en su interior. Que no todo el mundo es malo o egoísta... EL problema es que yo ya había aprendido antes de conocer al sabio Akiroh, por las malas, que la mayoría de la gente busca su propio beneficio. Él era distinto, no era como todos los demás, siempre ayudaba sin esperar nada a cambio y ofrecía todo lo que tenía incluso a quién no se lo merecía. - Observó a Jareth. Aquella mirada no parecía la de Ifigenia; apasionada, decidida y llena de ira. Se veía triste, apagada y perdida, como una niña asustada. Bajó de nuevo la mirada hacia la mesa y suspiró. Se frotó los ojos disimuladamente y apartó la vista hacia la cortina por dónde aparecía una Lega casi irreconocible. Una ligera sonrisa se formó en los labios de la sacerdotisa, quién volvió a enderezarse en la silla. - ¡Oh! Si tenemos una nueva compañera. ¿Podría presentarse, caballera? - le dijo en un tono divertido. Tras la oferta de Ntala de enseñar a la portentosa rubia a lanzar cuchillos ella se animó a ofrecerse también - yo puedo enseñarte a manejar la maza, si quieres. Aunque tendremos que buscarte una propia.

Era fácil darse cuenta que Ifigenia no se encontraba en su mejor estado mental, sus emociones pasaban de la ira a la tristeza en un segundo, y al siguiente estaba bromeando. Tal vez una bomba fuese más predecible que su carácter en aquel momento. No parecía saber o quizá no quería o no era capaz de procesar todo lo que había perdido en un solo día o tal vez solo se estaba volviendo más loca de lo que parecía estar ya.

Con aquella misma sonrisa observó como de bien se llevaban Matt y bailarina. Si Matt le tenía aprecio a aquella muchacha, ella también. No sabía cual era el motivo de que el hombrecillo le causara tanta confianza y ternura. Pero allí estaba. 

Cada uno de sus compañeros le causaba una sensación distinta: con Lega sentía cierta amistad y empatía. Hacia Jareth, y aunque no lo hubiese demostrado todavía, sentía respeto. Isabella le había hecho sentir camaradería, aunque ahora estaba molesta con ella. Matt y bailarina le daban muchísima ternura. Ntala le causaba nervios, seguridad, intriga, confianza y ahora que le había salvado la vida, un respeto incalculable. Y Gunnar tranquilidad y sinceridad. Era un buen grupo, Akiroh la había enviado con ellos por algún motivo. Habló de nuevo para todo el grupo - Yo vuelvo a ofrecerme de nuevo, ese tal Rolfo no me conoce ni sabe que estoy con vosotros. Puedo retarle al escondite, se me da bastante bien. También podría a ver quién es más hábil o más poderoso con la maza. Podría intentar jugársela en algún juego de azar, tampoco se me dan mal. Y si fallo, no podría pedirme nada que tenga que ver con vosotros, porque dudo que sepa que os conozco. A no ser... que la zorra asesina fuese a contárselo... Sabéis si se conocen y se llevan bien? - terminó, con un tono algo preocupado. No sabía muy bien que podría querer Zaela, ¿qué ganaba ella poniéndoles la zancadilla en la misión? ¿qué ganaba nadie impidiéndoles liberar la ciudad de la maldición? 

 

Por último, dirigiéndose de nuevo al enano le preguntó si había en el lugar alguna biblioteca o almacén de libros dónde pudiese echar un vistazo. Quería buscar alguno sobre Mitra, sobre magia, o sobre poderes. Casi se había olvidado de lo que ocurrió en la pelea, pero, vista la sensación que tuvo y cómo consiguió cegar al pálido espadachín, lo mejor era buscar información e investigar sobre el tema.

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15/01/2025, 02:45
Jareth

Jareth escuchó a Bailarina e iba a contestarle, pero intervino Matt. Respondió levantando ambas palmas en signo de paz, y lo dejó con ella, no iba a seguir discutiendo con ella si él se lo pedía. Era un buen chico y Jareth le había tomado mucho cariño, tal vez se considerara un especie de hermano mayor, pero caía en la cuenta de que no lo era en realidad y debía respetar sus deseos.

No la necesitamos, pensó. Pero no lo dijo, no quería echar más leña al fuego. Sólo podía estar atento a sus acciones, sus palabras no significaban nada.

- Lega, yo también te enseñaré si hay tiempo luego de los demás, tal vez haya una cosa o dos que pueda servirte, particularmente para defenderte.

Se notaba el esfuerzo de la chica para estar a la altura. Y si bien parecía un estereotipo plano y superficial, había algo en ella, un fuego que de a poco iba creciendo. Esperaba poder alimentarlo para que pudiese sentirse completa.

Luego fue la hora de los planes.

- Ifigenia, si quieres entrar por separado, hazlo. Creo que cada uno debería pensar que tan confiado se siente para desafiar a Rolfo. Bailarina, tú que pareces conocer tanto, él puede elegir un "campeón"..  ¿Y sus retadores? ¿Pueden elegir otro que juegue por ellos, o no? Es importante para un posible desafío que tengo en mente. Si no, deberé optar por un plan B

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15/01/2025, 22:59
Director

—Puede que la amistad exista, Matt —respondió Bailarina, la pena danzando tras su retina, la risa ahogada justo a su lado, en un cubo de agua sucia —. Incluso la familia. Pero debe ser algo como...como un collar de perlas cosechadas; existe, pero solo para unos pocos.

Aceptó las uvas, se sentó a su lado. Miró su juguete, una metáfora chapada, luego al gato. Ahí Matt se había equivocado. Cuando Bailarina quiso coger a Miau, el gatito salió corriendo, espantado.

Nadie le dio más importancia porque Lega se reunió al fin con ellos. Podía haberse quedado en el palacio, con el enano como jefe y ella como una dama. Vestir elegantes vestidos, pasar los días bronceándose, perfumándose y poniéndose vestidos, era una opción. Allí o en cualquier casa menor. Su belleza era su impacto, nadie dudaría en acogerla.

Pero había decidido dar un paso más, hacia delante. La espada pesaba en su cinturón, el cual caía sobre sus caderas, oprimiéndola. Su improvisada armadura le cortaba la respiración...y a todo aquel que la mirase, también. Su nuevo corte de pelo era toda una declaración de intenciones. Nada había cambiado, todo era diferente.

Ntala trataba de llenar los huecos que nadie más podía llenar. Sus compañeros tenían carencias: falta de confianza, problemas de ira, ego, ansias de venganza, dolor, soledad, tristeza. En fin, la vida. Eran humanos. Lo hizo lo mejor que pudo dándole cuerda al gato de chapa y engranajes creado por Matt. Pero el gatito de metal no se movió tampoco. Algo faltaba pero el ladrón no logró encontrar, esta vez, el problema.

Ifigenia abrió su corazón. O parte. Gestionar las emociones para alguien que se había criado a base de desesperación y dolor era complicado. La risa y la pena, la ira y la calma. A veces brillaba, otras, su rostro se hundía en las sombras, junto a los pedazos rotos de su alma. Akiroh había sido un oasis en mitad del desierto. Ahora solo quedaba arena tostada y un horizonte que nunca podría alcanzar. Quemaba.

No encontró libros de religión en esa casa de putas y perversión. La magia era una cosa, lo suyo, le dijo el enano, había sido un milagro.

—Es un templo a donde debes acudir —le había dicho —. Antes uno podía acudir a varias casas, con varios dioses. Hoy día, la desesperación ha llevado a la gente rezar en el templo del dios de la destrucción o a escuchar a esas malditas vestales que hablan con veneno y ofrecen placer. Será complicado encontrar un altar a Mitra.

Jareth seguía con sus sospechas y sus planes. El mundo no atendía a la razón que trataba de inculcarle. Bailarina fingió no haberle escuchado. Luego hizo un mohín, miró a Matt. Respondió.

—Solo Rolfo puede elegir un campeón, tú juegas con tus cartas —se encogió de hombros —. Debe haber algo en lo que seamos mejor que él ¿No?

Perdidos, rotos, errantes. Si, seguramente había algo. Pero ¿El qué? Charlaron, se prepararon. Hora de partir. Matt olvidó el gato de chapa sobre la mesa. Cuando la habitación quedó a oscuras, el autómata se movió, dio unos saltitos y luego se detuvo.

Funcionaba.

Notas de juego

Fin del capítulo.