Partida Rol por web

El golpeteo de las ramas mecidas por el viento sobre tu ventana te obligó a abrir los ojos.

Estaba siendo una primavera demasiado cálida y escasamente lluviosa, y aunque aun no había comenzado la temporada de las lluvias, las precipitaciones en esta época del año ya eran habituales.

El gobierno ya estaba preparando medidas para hacer frente a las posibles inundaciones en la cuenca de río Yangtse, y aunque eso no era un problema para la Corte de la Sangre de Běijīng si lo era para la Corte de la Carne de Shanghai. La relación actual entre ambas cortes era cordial, y los Ancestros estaban interesados en que continuasen de ese modo.

Hoy, para regocijo de unos y pesar de otros, las temperaturas habían descendido un par de grados y las nubes cubrían la noche de Běijīng.

Cuando te levantaste notaste algo extraño, había algo fuera de su lugar retorciendo las lineas de chi, haciendo tu refugio menos armónico que de costumbre. No te costó encontrar el causante de este desorden, un sobre deslizado bajo la puerta de tu refugio, con el sello del Ancestro de la Corte, pudiste sentir las lineas de chi, retorciendose y replegandose sobre el sello lacrado.

En cuanto despierto siento que hay algo que no encaja. Algo que rompe la armonía del chi resultando claramente molesto. Paseo mi mirada atenta por mi habitación, buscando al responsable, y no tardo en ver un sobre en el suelo que provoca mi curiosidad. El chi parece fluctuar, concentrándose a su alrededor.

Avanzo hacia él lentamente a pesar de la curiosidad y lo recojo con cuidado. Antes de abrirlo lo observo por fuera y me permito sentir el chi que pasea por su superficie como una corriente. Algo me dice que su contenido es importante, no sé si para bien o para mal, y alargo el momento de abrirlo unos instantes. Es bueno desarrollar control sobre los impulsos y cualquier momento sirve para educar la mente y mantener el equilibrio interior.

Me acerco a la cocina en busca de un cuchillo con el que despegar la solapa sin romper el sobre y con serenidad vuelvo a la habitación, para sentarme en una silla. Allí lo abro, deslizando el cuchillo por el pegamento con cuidado. Después miro en el interior del sobre desplegando, por fin, mi curiosidad.

Deslizas el cuchillo con tanto cuidado que ni el sobre ni el sello resultan dañados, no obstante, una vez abierto el sobre, las hebras de chi que se arremolinaban en torno al sello caen al suelo como delgados hilos de seda.

La nota escrita en mandarín y de cuidada caligrafía es breve y concisa.

Te conmina a acudir al Salón de la Unión, uno de los salones del Patio Interior de la Ciudad Prohibida, donde confluyen en Yin y el Yang para producir armonía.

Es posible que tal "invitación" tuviese que ver con la presencia del gaki que había llegado a la ciudad hace dos semanas. Los rumores sobre él eran tantos, que no se podía dar crédito a ninguno y los Ancestros habían mantenido oculto el motivo de su estancia, y nadie osaría jamas cuestionar tal decisión.

Observo con una pizca de tristeza cómo las desgarradas hebras del chi caen lentamente hasta el suelo, disolviéndose junto con la tensión que provocaban, devolviendo la armonía a mi refugio.

Con un suspiro, dejo la nota encima de una repisa, totalmente paralela al borde de la pared, sin pensar más en ella por ahora, y me dispongo a realizar los ejercicios que me permiten mantener mi cuerpo y mi mente en un perfecto equilibrio.

- "El movimiento continuo es como el fluir de un río. Ninguna parte del cuerpo se para, especialmente cuando se cambia de un movimiento al siguiente. El Taiji fluye como un gran río, no sube y baja como lo hace un océano” - Casi me parece escuchar a mi tío repitiéndome estas palabras una y otra vez mientras empiezo a moverme como me enseñó. Desde mi segundo aliento, he mejorado mucho mi equilibrio y mi resistencia. A cambio he perdido parte del control de mis instintos. Es algo en lo que trabajar cada día, contra lo que luchar cada minuto. Pero me mantiene alerta y despierta y eso es bueno.

Cuando termino de ordenar mi espíritu, empiezo a prepararme para acudir a la cita a la que he sido convocada. Entonces, por primera vez me permito pensar en ello con una ligera curiosidad. - ¿Para qué será la reunión? ¿Será sobre ese gaki?

La melancolía que te invade cuando se desgarra el chi entorno al sello, desaparece rápidamente al recordar las palabras de tu tío.

Al igual que el Taiji, el chi no puede ser contenido, solo canalizado.

El río que no fluye,

                         se estanca.

La llama que no crece,

                         se apaga.

Y el espíritu que no lucha,

                         se debilita.

Al terminar tus ejercicios, ves que tienes tiempo de arreglarte si lo deseas y aún llegarías al Salón unos minutos antes como tenías planeado, pero no demasiados, pues tan descortés es la falta de puntualidad, como el exceso de anticipación.

Llego de vuelta a mi refugio pensando en comer algo de fruta antes de ponerme a preparar el equipaje para el viaje a Tokio. Una muda de ropa y mis armas es todo lo que necesito. Decido hacer también algunos ejercicios para calmar mi mente y apaciguar mi espíritu.

El tiempo se desliza lentamente dejando a su paso un rastro de incertidumbre. Durante los preparativos, mantienes a raya la inquietud de tu espíritu. Colocas con cuidado la ropa y revisas tus armas antes de guardarlas con celo.

Los ejercicios que realizas consiguen arrinconar en lo mas hondo de tu ser la inquietud, el desasosiego que sientes.

Al rato, una llamada de teléfono, interrumpe tu estado de paz, han pasado 40 minutos desde que llegaste a tu refugio. Te extraña, pues recuerdas que la Mandarín aseguró que irían a buscarte... quizás algún contratiempo les ha obligado a contactar contigo de este modo.

Cuando contestas la llamada, reconoces inmediatamente la voz que escuchas, se trata de tu mentora, Sui Sixin.

Lleváis mucho tiempo como mentora y discípula, así que a pesar de su férrea disciplina no te cuesta distinguir un deje extraño en su voz, no te cuesta distinguir sonidos ambientales, se encuentra en la calle, sin duda

- Lin, me he enterado ahora. Voy a tu refugio, llegaré en una media hora.

Preparo con cuidado mi ropa en una bolsa de tela en primer lugar, antes de buscar mis armas y prepararlas también, revisando casi con mimo su estado y pasando un paño por ellas para limpiarlas. Guardo el dan dao en su funda, dejando que se deslice despacio, produciendo un leve silbido al hacerlo, y lo dejo junto a la bolsa, listo para colgármelo en la espalda, al igual que el palo, también dentro de su funda. Preparo entonces la funda del abanico, para colgármela en la cintura y poder acceder a él en cualquier momento, y una vez lo tengo todo listo, permanezco unos instantes contemplándolo, asegurándome de que está todo en orden.

Comienzo a hacer entonces mis ejercicios, hasta que suena el teléfono y me saca de mi estado de concentración. Escuchar la voz de Sui Sixin me sorprende. Suponía que la Mandarín ya la habría informado antes de llamarme y que estaría de acuerdo con el viaje. - Claro, estaré aquí. - Respondo antes de colgar.

Dejo el teléfono en su lugar y lo miro un poco confusa. Es curioso que me encomendaran esta misión sin contar con la opinión de mi mentora y, a pesar de que me esfuerzo en recuperar la calma de mis ejercicios, me siento ciertamente nerviosa ante la idea de no saber qué está pasando exactamente.

No han pasado ni quince minutos cuando llaman a tu puerta. Un solo toque con la mano, firme y sereno, y después el silencio. Sin duda alguna Sui Sixin te habría hablado.

Ha llegado la hora, el enviado de la Ciudad Prohibida ha venido a buscarte.

Sui Sixin dijo que tardaría unos treinta minutos, aún puede tardar en llegar unos veinte minutos, y la Mandarín dijo que estuvieses preparada cuando acudiesen a buscarte...

Cuando llaman a la puerta detengo mis movimientos despacio, sin cortarlos bruscamente. Todo lo que se empieza debe terminar su fluir. Me acerco a abrir, cogiendo el teléfono móvil por el camino hacia la puerta, segura de que vienen a buscarme y dispuesta a enviarle un mensaje a Sui Sixin avisándola de que debo irme ya.

Tomas el móvil de camino hacia la puerta. Cuando abres puedes encontrar a un hombre de aspecto formal y trajeado.

- Srta Wchang, Sun Yandong me envia... ¿necesita que le ayude con su equipaje?

La cara del hombre te resulta conocida, recuerdas haberlo visto siempre cerca de la Ciudad Prohibida, conduciendo y cuidando un antiguo Bentley de color blanco, un recuerdo de la época colonial.

- No es necesario, no llevo muchas cosas. - Respondo con una inclinación de cabeza. - Pero muchas gracias.

Vuelvo al interior para coger mi equipaje y antes de salir mando un mensaje al móvil de Sui Sixin:

Han venido ya a buscarme y no puedo hacerlos esperar. Ahora te llamo desde el coche.

- Ya estoy lista. - Informo al hombre, mientras salgo por la puerta para seguirlo hacia donde me guíe. 

Mientras cierras la puerta de tu refugio llega un mensaje a tu móvil, un aviso de que el destinatario ha leído tu mensaje.

Bajáis las escaleras que dan a la calle. El coche que recordabas se encuentra aparcado a pocos pasos, cuando llegáis a su altura, te abre la puerta invitándote a entrar con un gesto de la mano. Una vez te encuentras dentro, cierra la puerta, y sube al asiento de delante. Un cristal separa el asiento del piloto de los asientos de los pasajeros, concediéndote cierta intimidad.