Partida Rol por web

Estaba extrañado. ¿Cómo podía haberse ido la urraca? ¿Era entonces, verdaderamente, algún tipo de shen? Miró la pluma atentamente, ¿era algún tipo de mensaje? ¿Una tarjeta de visita de algún tipo? La depositó sobre una mesa mientras cogía algo de ropa para ducharse.

Mientras iba cogiéndola, iba pensando en cuál debía ser su siguiente paso. Quizás dirigirse a sus compañeros en el wu, a lo mejor ellos podían saber algo sobre la urraca. Debía ser cauteloso si les hablaba del tema de los della Passaglia. Aquella era su venganza, y las interferencias podían destruirla enteramente. Tenía que elegir el momento exacto y la persona indicada para depositar su confianza. Pero sí podía preguntarles, a ellos o a los mayores, si sabían algo de la urraca, o de los sitios que había intentando relacionar sin éxito.

Tenía un baño como los europeos, era más cómodo, y más moderno; consumía menos tiempo. Se duchó con el agua fría a la mayor potencia. Aquello le ayudaba a limpiar las interferencias del exterior, a saber quién era: Takahiro, el bibliotecario. Calmaba en parte su sed de venganza, porque Takahiro era un hombre tranquilo, sereno, callado. No era un hombre que actuara por instinto. Tras varios minutos notó como las imágenes recurrentes de su muerte, patética y cruel, y de su estancia en los pozos del yomi iban alejándose y se iba tranquilizando.

Se vistió con la parsimonia habitual, y repasó su barba. Todo al milímetro. Todo calculado y ordenado. En cuanto terminó, cogió sus cosas y las puso en el maletín que acostumbraba a llevar. Un libro con haikus de Masaoka Shiki. Una pequeña libreta donde escribir los que a él se le ocurrían. Artículos para escribir. Un pequeño ordenador portátil, memorias USB y varios cables. Fuera del maletín, su teléfono móvil, dinero y una Glock 33. Pequeña, manejable, confiable, ocultable. Finalmente, la pluma de la urraca la guardó en el bolsillo de su chaqueta con cuidado. Sentía que debía mostrarle respeto, así que eso hizo.

Hecho todo, salió a buscar a los que ahora conformaban su familia.

Comienzas a caminar por las calles, el bullicio es notable, durante el día el calor llega a ser asfixiante, y los turistas, principalmente occidentales, deciden visitar la ciudad durante la noche, evitando las horas de mas calor. La noche, además, al igual que en otras ciudades, ofrece espectáculos que no se pueden disfrutar durante el día.

Sobre el cielo nocturno la luna luce como un ojo, escrutando las almas de todos aquellos que han decidido exponerse a su clara visión. La contaminación lumínica en Kyoto no es tan grave como en Tokio.

Mientras caminas, tratas de buscar calles secundarias, con menos gente, con menos ruido, donde poder pensar con mas calma. La gente camina sin reparar apenas en tu presencia, a sus ojos, eres solo uno mas, otro trabajador que regresa a su casa tras una larga jornada de trabajo, centran su mirada en ti tan solo una fracción de segundo, el tiempo que dura un parpadeo, pero parece prolongarse. Ellos, no son mas que sombras bajo el cielo azul de Kyoto.

Entonces comienzas a dudar, a sentirte inquieto, sientes como alguien sigue tus pasos, posando sus pies, donde hace un instante has posado los tuyos. Y entonces, ante tus dudas, ante tus... "miedos" *, tu P´o siente cierto regocijo, pues estos, al igual que tus dudas, no hacen mas que esclavizarte.

Takahiro se detuvo en silencio y con tranquilidad, escuchando atentamente lo que ocurría a su alrededor. Alguien le seguía, y eso no era bueno. Que alguien tuviera que valerse de las sombras de esa manera en vez de hablarle directamente significaba que había algo que quería ocultar. Si era contra él o contra otra persona, no podía saberlo. Miró al cielo un momento, y contó hasta tres antes de darse la vuelta, preparado para encontrarse cualquier cosa tras él.

Una persona te esquiva cuando te detienes para evitar chocar contigo.

Qué nuevos secretos encontrarías al girarte era algo que aun no sabias, con gusto esperaste durante unos breves segundos antes de girarte, la espera, la incertidumbre, casi podías disfrutar de ellas, ellas han sido siempre la base de la vida, esperamos desde que nacemos, hasta que morimos, y nunca sabemos que nos depara el mañana... muchos lo encontraban molesto, pero tú, tú eras distinto tras varias vidas lidiando con nuevos secretos y nuevos enigmas.

La figura que se yergue ante ti, imponente, parece sacada de alguna pesadilla, de un panteón oscuro.

Permanece ante tu vista tan solo el tiempo que dura un parpadeo.

Observas a tu alrededor algo confuso, los transeúntes continúan con sus vidas, parece que no han reparado en la criatura que se mostraba ante vosotros. Nuevas preguntas suscitaba la presencia de la criatura, ¿por qué te seguía?¿qué era?¿se había mostrado ante ti intencionadamente, o había sido descubierta en un descuido?

Observó el lugar donde estaba la criatura con el ceño levemente fruncido. Aquello lo asustó, ciertamente, aunque había aprendido que Takahiro no era un hombre que demostrara abiertamente sus emociones, incluido el miedo, por lo que simplemente agarró más fuertemente el maletín, planteándose si estaba en verdadero peligro. Metió la mano en el bolsillo en que tenía la pluma de la urraca y la miró en silencio, preguntándose si aquella acumulación súbita de avistamientos aparentemente sobrenaturales tendrían alguna conexión. La guardó de nuevo y aprovechó para tocar su pistola. Estaba ahí. Podía defenderse.

—Si vienes a por mí, muéstrate —musitó, confiando en que si verdaderamente era un poderoso espíritu lo oiría. Acto seguido cogió su teléfono y buscó en el directorio el número de Takeshi, su compañero en el wu, para marcarlo.

Tras formular tu pregunta y esperar una respuesta, marcas el numero de teléfono de Takeshi,

Comienza a sonar el tono de llamada, entonces puedes escuchar un susurro, una voz lejana venida de las tierras del espíritu, suena al principio como una pesada piedra deslizándose sobre otra piedra y poco a poco va dando paso a un sonido mas oscuro, mas gutural.

http://www.youtube.com/watch?v=3Eem_3M4gV8.

La voz de Takeshi impide que continúes escuchando la extraña voz.