Partida Rol por web

Mientras se desliza por el conducto la Llama piensa en sus posibilidades: ¿intentará huir en horizontal para salir cuanto antes por otra sala? ¿o buscará un conducto vertical para intentar alcanzar un piso superior o inferior? ¿Cuantos SWAT habrá en el edificio? ¿Y policía adicional? ¡Tienen hasta un helicóptero! ¿Quién ha podido mover a tanta gente tan rápido? ¿Como sabían, diablos, que irían a ese edificio?

Muchas preguntas y demasiado poco tiempo para reflexionar en esos momentos. Lo único importante es escapar, luego será momento de plantearse si Quest se la ha jugado o ha podido ser alguna de sus compañeras que salieron corriendo del edificio justo un momento antes de que llegaran los polis.

La Llama, finalmente tras la ligera seguridad de los conductos de ventilación, se escurre por ellos lo más rápidamente posible, intentando cambiar de rumbo tan a menudo como puede, girando a izquierda y derecha, bajando y hasta subiendo en alguna ocasión.

En un edificio tan grande, piensa la Llama - si consigo que me pierdan el rastro, tendré posibilidades de poder esconderme y desaparecer.

Los tubos de ventilación son un laberinto. La Llama sin embargo no pierde detalle: ha intentado moverse siempre en dirección a la zona de ventanales y ha aprovechado para descender un piso. ¿Cuanta policía puede haber desplegada? No cree que hayan traído al ejército para cazar a un par de enmascarados. Por una de las rendijas echa un vistazo: parece que ésta da a una zona de recreo cerrada. Hay una tenue luz procedente de una cristalera. ¿Será un buen lugar para salir o mejor sería continuar por los tubos de ventilación?

Salir por la fachada ya no era tan buena idea como lo fue entrar por allí, el helicóptero lo ponía todo mucho más difícil. La Llama piensa en ello y decide que intentará salir del edificio por su propio pie o bien quedarse dentro hasta que se hiciese de día para luego escabullirse con el bullicio de los trabajadores.

La ágil vigilante, que parece haberle cogido ya el truco a las lisas paredes de los conductos de ventilación, sigue desplazándose por ellos intentando bajar algún piso más para despistar aún más si cabe a sus perseguidores.

Desciende otro piso más y se desliza por las tuberías. No pueden cubrir todo el edificio, era evidente. Mientras tanto sopesa todas las posibilidades: quedarse en los conductos puede ser una buena idea salvo que utilicen algún tipo de gas para hacerla salir como una rata. ¿Podrían hacerlo? ¿Vendrían tan bien equipados? Pensando en el helicóptero de fuera la Llama no iba a descartar ninguna posibilidad. También podía intentar descender hasta los sótanos donde estaban sin duda las calderas. Era una zona oscura y llena de recovecos. ¿La rastrearían hasta allí? O salir en una oficina al azar.

La Llama tenía una idea: si conseguía formar algo de revuelo le sería más fácil salir de allí y eso es lo que se proponía hacer.

Después de avanzar algo más por los túneles de metal del edificio, va tanteando las rejillas que acceden a las diferentes salas y se decide por descender en alguna que sea pequeña y sencilla, de las que no sea fácil que tengan cámaras, pero que sí tenga algún teléfono a la vista.

Una vez allí, la Llama marca el número de los bomberos de NY.

En cuanto ve su oportunidad la Llama desciende en uno de los despachos más pequeños. Toma el teléfono procurando utilizar la mesa como conveniente cobertura ante el movimiento del exterior. A través de una puerta con cristal esmerildado puede ver luces en el pasillo. Marca el número de los bomberos...

- Sí, buenas noches, le llamo desde enfrente del Empire State, parece que hay fuego en el piso 10, deberían venir a echar un vistazo antes de que se extienda y se forme un verdadero desastre..., la Llama intenta no parecer demasiado nerviosa y disimula como puede sus amplias respiraciones fruto del esfuerzo de la huida.

Una vez dejado el mensaje, cuelga y echa un vistazo a su alrededor. Archivadores, libros, muebles... un paraiso inflamable. Busca rápidamente un mechero o unas cerillas en los cajones del escritorio y algo para acelerar la combustión (quizás una botella de whisky de esas que se suelen guardar en el último cajón, y si no, algo de cola podría servir...).

Dos incendios en un día. Se estaba encasillando.

Bueno, al fin y al cabo... no dejaba de ser La Llama...

Tras dejar todo conveniente empapado con algo de alcohol de 96º grados encontrado en un botiquín y acompañado de un poco de pegamento la Llama se sube nuevamente al tubo de ventilación. No puede sentir un leve peso de conciencia al pensar que alguien inocente se verá perjudicado por su acción. Se imagina lo que significaría para Sarah perder tanto papeleo en un incendio. Pero mientras dejaba caer la bola de papel incendiada en el medio de la pequeña oficina y veía como empezaba a prender todo lento pero seguro se encogió de hombros: mejor un poco de papeleo para un desconocido que una muerte para la familia.

La Llama, una vez visto que su pequeño incendio se pone en funcionamiento vuelve a la supuesta seguridad de los conductos de ventilación y se vuelve a mover, intentando apartarse de la nube de humo que se generará cuando la hoguera esté en su apogeo.

Baja un par de pisos más (el humo supuestamente subirá, así que no debería haber problemas) y busca un lugar seguro y tranquilo donde esperar el sonido de las sirenas de los bomberos.

La Llama espera pacientemente y sonríe cuando las alarmas anti-incendios del edificio comienzan a sonar. No han pasado cinco minutos cuando otro sonido amplía su sonrisa: el de las sirenas de los bomberos. El departamento anti-incendios de Nueva York es muy eficiente, aunque eso es normal si tenemos en cuenta que el Empire State es un emblema de la ciudad.

La Llama se detiene un momento. Con todo el barullo es difícil discernirlo pero tiene la sensación de que los rotores del helicóptero se siguen escuchando. Al menos no ha visto pasar a ningún SWAT mientras estaba en el despacho incendiado. El Empire State es enorme y no cree que hayan desplegado a un ejército... Quizás el equipo operativo habitual de seis hombres... Como mucho dos... ¿O quizás no?

La Llama decide aprovechar la confusión creada por la llegada de los bomberos para abandonar por fin el edificio, convertido en una ratonera para ella durante los últimos minutos. La ágil enmascarada continúa bajando pisos por los sistemas centrales de ventilación. Pese a que le desagrada bastante, por fin tiene decidido cómo saldrá del Empire State sin ser vista: por las alcantarillas.

La Llama decide que es un gran momento para hacer un mutis por el foro y desciende a toda velocidad a través de los canales de ventilación. Alcanza lo que considera que tiene que ser el primer piso pero comprueba que los conductos de aire acondicionado no descienden más. Tendría que salir en el algún punto de la planta baja para alcanzar desde allí los sótanos. Ha escuchado en algún lado que existen unos túneles bajo el Empire State con una serie de filtros para evitar las inundaciones y que conectan de forma directa con el alcantarillado. Es un buen punto de huída, pero primero requiere arriesgarse a bajar en algún lugar de la planta baja para alcanzar el sótano.

Bueno, un último esfuerzo y quizás pueda salir de aquí por fin...

La Llama recorre los conductos de la primera planta asomándose por los respiraderos de cada estancia para intuir por donde puede estar el acceso a los sótanos. Una vez detectada la salida, se toma el tiempo que estima necesario para comprobar que en las cercanías de su lugar de bajada no haya ninguna presencia humana que pueda delatarle, ni SWATs ni bomberos. Llegado el momento, desliza con cuidado la rejilla que la separa del mundo real y se descuelga con cuidado hasta el suelo.

Una vez allí, se mueve, ágil y cautelosa, hacia las escaleras de bajada a los sótanos.

Hay un acceso del aire acondicionado que finaliza a escasos metros de las escaleras que conducen hacia los sótanos. Desde donde se encuentra la Llama ve el pasillo y parte de las escaleras. ¡Maldición! Hay un SWAT de guardia junto a ellas. Se mantiene alerta, con la mano en su automática, y por supuesto cuenta con un interfono. Vigila el pasillo.

Desde donde se encuentra la Llama - desde cualquier lugar, constata con cierto pesimismo la heroína - es necesario recorrer nueve metros de pasillo sin cobertura antes de llegar a esa entrada. Durante ese recorrido sin duda el tipo puede disparar al menos una vez. Y dar la alarma, claro. Aunque si alcanzase la puerta del sótano antes de que llegasen los demás quizás tendría posibilidades de huir.

Todo estaba siendo demasiado fácil... llega el momento de jugarse el pellejo...

La llama no se lo piensa dos veces y busca aprovechar el factor sorpresa. Sale disparada como un rayo del conducto de ventilación y nada más caer se lanza a la carrera hacia el SWAT. Sin dejarle tiempo a pestañear, la vigilante le lanza su bastón con toda la fuerza que le da la rabia contenida y se pone a dar volteretas y saltos a lo largo del pasillo para presentar un blanco lo más difícil posible.

La Llama cae del cielo como una promesa. El SWAT, sin embargo, está bien entrenado y no duda. Dispara sin pensárselo dos veces. Sin embargo no es lo suficientemente rápido como para alcanzar a la mujer, que ya se desliza a ras del suelo mientras saca el cobertor de su bastón mostrando una afilada cuchilla. A esas alturas la Llama ya no tiene ganas de comportarse con delicadeza. El bastón vuela por el aire y alcanza a su oponente en plena frente. La Llama ni siquiera se detiene cuando pasa a su lado. Agarrando al SWAT por el cuello tira con fuerza de su bastón dejando después que el cuerpo inerte caiga por las escaleras en medio de un mar de sangre.

Llegando abajo golpea con fuerza la puerta del sótano, que cede rompiéndose hacia dentro. Tras ella escucha ya voces de alarma que acuden a los disparos.

Es un sótano amplio, de cemento, con una serie de llaves de paso para controlar el flujo del agua. Al fondo ve lo que busca: una puerta de metal cerrada con un candado que conduce, sin duda, hacia el alcantarillado. No hay mucho que pensar. Su bastón hace palanca en el candado y los músculos se tensan al máximo. Oye las voces en la escalera. La desesperación da la fuerza necesaria y el candado rompe abriendo el paso. Al otro lado de la puerta de metal se ve un túnel que conduce a las alcantarillas.

La Llama, sin mirar atrás, se introduce por los túneles de las alcantarillas. Sintiéndose cada vez más libre, corre lo más rápido que es capaz por el suelo mohoso y cambia de dirección varias veces para intentar despistar a sus más que probables perseguidores.

Una vez se cerciora de que ha conseguido perder a los SWAT, o lo que sea esos tipos, busca una salida a la superficie de la ciudad.