Partida Rol por web

Sarah baja hasta el kiosko y compra los periódicos del día. Después se dirige a una cafetería cercana y tras pedir el desayuno le echa un vistazo a las noticias más relevantes. Entre todo el politiqueo y noticias sin interés dos llaman su atención, una de ellas evidentemente relacionada con lo sucedido anoche:

Gran incendio a las afueras de Nueva York

NY. Redacción. Esta madrugada ha tenido lugar un incendio de grandes dimensiones en la zona boscosa situada al oeste de la ciudad. Fueron necesarias tres dotaciones antiincendios para controlar los principales focos. En el momento de cierre de redacción todavía estaban aplacando las llamas y las informaciones son confusas, aunque parece ser que el fuego se originó en una granja de la zona dedicada al cultivo de hortalizas transgénicas. Todavía no se ha confirmado si hay que lamentar pérdidas humanas.

La otra se refiere a una zona que la Llama conoce bien: los muelles de la ciudad...

Nuevos tiroteos en la zona de los muelles

NY. Redacción. Nuevamente la zona de los muelles ha sido testigo de una serie de tiroteos en los que en esta ocasión se han visto implicados agentes de policía. Al parecer una banda de latinoamericanos habían tomado como base de operaciones la vieja fábrica de Fish & Co, abandonada en la zona portuaria, y fueron sorprendidos por la agente Adriana Brody que realizaba una inspección de rutina siguiendo una investigación. El lugar se convirtió en un campo de batalla cuando un coche de policía acudió al socorro de la agente espacial al escuchar el tiroteo. En ese momento uno de los maleantes utilizó un arma de gran calibre - según testigos presenciales un lanzacohetes o algo similar - para volar por los aires un coche patrulla. Los integrantes de la banda lograron huir entre la confusión de las explosiones.
Afortunadamente los agentes de policía se recuperan de sus heridas en el Hospital NYC Health Corp y probablemente a lo largo del día podrán ser dados de alta.

Sarah se permite unos minutos de descanso en la cafetería, mientras sigue con los periódicos y el desayuno. El día de ayer fue largo para ella y el de hoy promete serlo también, así que cada minuto utilizado para descansar y relajarse un poco está bien invertido.

Tras ojear los periódicos y ver que, efectivamente, su entrevista extrañamente aún no ha sido publicada, Sarah se centra en los anuncios clasificados, por si su contacto periodista hubiese querido ponerse en contacto con ella tal y como acordaron.

Sarah revisa la sección de contactos. Casi podría decirse que tiene un presentimiento antes de leer el mensaje:

Central Park es precioso cuando cae la noche. No vuela quien no puede. The Watcher.

No vuela quien no puede. Sarah recuerda la vieja broma de Talbot sobre ciertos patos de uno de los lagos que estaban tan gordos que nunca se movían de la zona. En realidad no es que estuviesen tan gordos que no pudieran volar, sino que visto lo bien que se alimentaban no tenían ninguna gana de alzar el vuelo. Está claro que el periodista quiere reunirse a la noche en el parque. Pero ¿por qué no ha publicado la entrevista?

Parece que la tarde será completa... ahora solo tengo que hacer que la mañana sea también útil...

Sarah, después del desayuno y de leer el periódico, se acerca a la parada de metro más cercana con la intención de dirigirse a Brooklin, a la casa de ese tal Corbitt.

Por las calles, Sarah camina como una ciudadana más y mientras no puede evitar pensar que la máscara no le da más incógnito que ser una simple caminante más de la ciudad.

La dirección de Corbitt en Brooklyn conduce a Sarah a un pequeño edificio de cuatro plantas, de paredes grises, clásica estampa de la zona. El portal, al que se accede por una corta escalinata, tiene una puerta de madera que está entreabierta y cuyo cristal ha recibido en algún momento un golpe cuya grieta nadie se ha molestado nunca en reparar. Mirando alrededor es fácil darse cuenta de que esta zona ha visto mejores tiempos. Según la nota de la direccion Corbitt vive en el cuarto piso.

Sarah levanta la vista hacia lo alto. No se ve movimiento. Uno de los pisos tiene las persianas bajas. ¿Será el de Corbitt?

Sarah rodea el edificio entrando en un callejón lateral. Un contenedor de basura, una escalera de incendio. No debería ser muy difícil acceder por ahí hasta la azotea. Aunque a esta hora del día pasa bastante gente por la calle y tanto el contenedor como la escalera están cerca de la entrada del callejón.

Quizás sea más sencillo acceder a las escaleras por el interior del edificio que por la parte de afuera, piensa Sarah mientras se dirige al portal de cualquiera de los patios que comparta terraza con el de Corbitt.

Una vez allí, si está abierto, subirá directamente a la terraza e intentará acceder al balcón de su objetivo. Si se encuentra la puerta cerrada, llamará a cualquier timbre y se hará pasar por vendedora de seguros de defunción para conseguir que le abran la puerta.

Del portal de la derecha de Corbitt sale una señora acompañando a un niño. Sin desaprovechar la oportunidad Sarah se cuela antes de que la señora cierre la puerta. Por fortuna la ropa de Sarah parece impresionar a la señora, que ni siquiera le pregunta a donde va.

Una vez dentro sube las escaleras. La zona ha visto tiempos mejores: el papel de las paredes está húmedo y despegado, hay goteras y un olor continuo a humedad. Suponiendo que los edificios son más o menos iguales a Sarah no le parece que el Corbitt ese nadara en la abundancia.

La fortuna sigue sonriéndole cuando llega a la zona superior. La puerta de la terraza hace años que perdió su cerradura y así continúa. Salir al exterior no tiene ningún problema.

Asomándose por el borde de la terraza Sarah ve un pequeño balcón que coincide con el piso de Corbitt. Está a solo un par de metros por debajo de ella: no sería muy difícil descolgarse aún vestida de calle. ¿Le vería alguien? Quizás si en ese momento alguno de los transeuntes levantara la cabeza podría sorprenderse de ver a una mujer con pinta de abogada desprendiéndose por una terraza hacia un balcón. Pero ¿alguien levantará la cabeza?

Sarah aprovecha la soledad de la terraza para cambiar sus ropajes e introducirse en su elástico traje de Llama negra. Tras la protección de su máscara, el miedo a ser reconocida se difumina y una descarga de adrenalina recorre su cuerpo al descolgarse ágilmente hasta el balcón de Corbitt, aprovechando algún momento con poca densidad de tráfico humano por la calle.

La Llama pasa a la acción y tras esconder las ropas de Sarah entre unas chimeneas la ágil figura embutida en cuero negro realiza un ágil salto para caer, sin hacer ruido, en el balcón de Corbitt. Rápidamente se agacha para que se le vea lo menos posible a través de los barrotes de piedra del mismo y sus ojos se fijan en la puerta que conduce al interior. Es de cristal, y está entreabierta, como invitando a su exploración. La Llama atisba por la rendija y encuentra un salón pequeño, con un horrible sofá de color azul oscuro, frente al cual hay una vitrina sucia cuyas puertas están abiertas de par en par. En el interior hay una botella de whiskie mediada y dos vasos.

Desde donde está, sin entrar en el interior, la Llama no logra ver nada más. Todo parece en silencio... Parece que no hay nadie en casa.

Intentando hacer el menor ruido posible, la Llama corre la puerta del balcón y entra en su interior. Su intención es, primeramente, echar un vistazo general a la casa para comprobar que no hay nadie (ni siquiera durmiendo), para luego, con más tranquilidad, rebuscar un poco más a fondo.

La Llama se desliza en el interior de la casa. La sala está revuelta, pero no como si alguien buscase algo sino como si su dueño fuese terriblemente desordenado. Tan solo hay una pequeña cocina que da a un patio de luces y un habitación en la cual hace mucho, pero mucho que no se han cambiado las sábanas. Parece que la higiene no era el fuerte de Corbitt. ¿Donde buscar cuando todo parece una pocilga? Armarios, cajones, debajo de la cama... Sistemáticamente la Llama recorre cada uno de los lugares donde podría ocultarse algo de información, pero aparte de algunos DVDs y revistas de guarras hay poco de información sobre este Corbitt.

Finalmente los ojos de la heroína se fijan en la parpadeante luz del contestador. Cinco mensajes. Excelente, algo es algo.

Pulsa sobre el botón y escucha como la máquina le cuenta su vida, los cuatro primeros son la misma voz de mujer llamando, aunque en estados de ánimo bien distintos. El quinto es muy distinto:

Mensaje 1. Sábado, 20:00. Peeep. ¿Mik? Maldita sea, me has vuelto a dejar colgada... Me cago en tus muertos, a mí tú no me puteas... Maldito cabrón... Llámame hoy mismo u olvidate de mi.

Mensaje 2. Sábado, 02:15. Peeep. La misma voz, evidentemente borracha: Mik... Eres un soplapollas... Yo... Yo no te necesito... *snif*... ¡QUE TE JODAN!

Mensaje 3. Sábado, 04:00. Peeep. Nuevamente la mujer, ahora algo más calmada, pero borracha igualmente. Ahora te vas a cagar mamón. He llamado a Billy Boy y le he dicho donde te puede encontrar. ¿Te jode eso? ¿Eh? ¿Qué vas a hacer ahora capullo? ¿Donde te vas a esconder? A ver si tus amiguitos del gobierno te pueden ayudar, gilipollas...

Mensaje 4. Domingo, 14:45. ¿Mik? Oye... Yo, anoche... Verás... Hice algo que no debía... No sé.. No me acuerdo bien. Llámame, ¿vale? Es importante... Es sobre tu deuda con Billy Boy... Joder. Me estalla la cabeza.

Mensaje 5. Lunes, 14:10. Es la voz de un hombre, muy seria, muy fría. Casi da miedo. ¿Señor Corbitt? Hemos esperado por usted para que realizase la devolución del vehículo. No estamos acostumbrados a que nos dejen plantados. Espero que tenga un buen motivo. Le dejaremos la furgoneta en el callejón, con las llaves puestas. Espero que me llame antes de las 19:00 para decirme que todo se ha resuelto según lo convenido. De lo contrario me temo que rescindiremos nuestro contrato. Y usted ya sabe que no nos gusta pagar finiquitos.

Fin de los mensajes.

La Llama intenta anotar mentalmente todos los datos de los diferentes mensajes del contestador, luego rebusca por los cajones de la casa por ver si hubiese alguna agenda con números de teléfono intentando encontrar el de su pareja o la del tal Billy Boy.

La Llama se dedica a rebuscar en todos los rincones de la casa con la esperanza de encontrar alguna referencia a Billy Boy o a la novia del inquilino... Nada. Ni una miserable nota en un post-it. Maldita sea...

En el mismo momento en el que ha regresado al salón algo alerta a la Llama Negra. El sonido de una llave rozando la cerradura. ¡Alguien viene!

Rápidamente, la Llama busca un sitio donde poder esconderse y, a la vez, poder ver quien entra y qué hace.

La Llama ve rápidamente lo que busca: un ropero empotrado cerca de la entrada podría mantenerla oculta. Sin pensárselo dos veces se cuela en el interior dejando solo una rendija por la que observar a quien quiera que entre en el lugar.

La puerta se abre y la Llama ve avanzar por el pasillo a un tipo alto, rapado, vestido con una camiseta de tiras y unos pantalones raídos. Se mantiene en excelente forma física, como demuestra su amplia espalda. Los tatuajes que decoran sus hombros y bajan por sus brazos parecen los clásicos carcelarios. Un angelito, sin duda. Entra con cierta despreocupación en el apartamento, avanzando directamente hacia el salón y detiéndose en el umbral del mismo. La puerta de la calle ha quedado abierta y obstaculiza la visión de quien quiera que esté tras ella, ya que la Llama escucha la respiración de alguien más en el umbral del piso.

- Que coño buscamos aquí tío... El pavo era un fiambre ¿no sí? Mierda... Ni siquiera tiene un buen Beta que podamos llevarnos...