Partida Rol por web

Rick se había acostado tarde, muy tarde, el puto escritor lo había traído de cabeza. No había callado en toda la noche, siempre tan bocazas.

Siempre tan gilipollas…

Prácticamente cerró el bar con Harry, no tenia resaca gracias a Dios, apenas bebió una vez apareció David, pero ya estaba viejo para estos trotes y estaba muriéndose por dentro.

La voz de Thommy lo saco de su sopor, escucho tranquilamente lo que tenía que decirle, se le veía nervioso cuanto menos. –Muy bien, dime una hora, y allí estaremos.- dijo escuetamente, su compañero tenía prisa, y no iba a ponerse en modo maruja, ya hablarían luego.

Desperté.

Las corrientes de aire cambiantes se agradecían. Habían hecho que no me hubiera despertado en tan malas condiciones como si hubiera dormido en la calle. Pero a cambio, el tunel le había dejado dolor de espalda.

Pronto recobré la lucidez. Tenía sueño, pero al recordar la misión me despejé. Joder. No podía fallar. Automaticamente miré la hora...

La casa de Charlmers era enorme. Elegante, sin embargo rebosaba el pragmatismo del director del periódico. Le faltaba algo: seguramente un toque femenino. Ronald se había divorciado hacía un par de años, como bien sabía Bradley, pero Linda pasaba la mayoría del tiempo con su padre. Solo un par de fotos en el cuarto de la chica, donde salía con una versión suya perfectamente conservada de cincuenta años de compras, dejaba claro que Linda tenía una madre que parecía ser poco más que una compañera de vacaciones.

Cuarto del que Bradley tenía llave, todo sea dicho. Viendo que se acercaba la hora de la cena Charlmers se la dejó para que pudiese revisar la habitación al día siguiente, junto con la del jardín. ¿En serio creía que iba a bañarse en esa preciosa piscina una mañana helada de noviembre?

El resto del tour por la mansión, un pequeño repaso de la situación. Charlmers parecía más tranquilo, aunque cada vez más melancólico. No había dicho ni diría nada a la policía, salvo lo que Bradley le había asesorado. Los agentes aún no iban a ponerse en marcha y su autorización había sido ratificada por un notario, autorización que ahora iba en un sobre en la americana del abogado. Sus espaldas estaban cubiertas.

Solo faltaba encontrar las de Linda.

La cena fue silenciosa y alto tensa por su tristeza, pero agradable a su manera. Dolores era muy servicial y cariñosa tanto con su jefe como con el propia Edward, aunque parecía estar al borde del ataque de llanto continuamente. Si Bradley difícilmente aguantaba a Linda, le costaba imaginarse como la sirvienta podría tenerle tanto cariño, siendo lo petarda que podía ser. La mujer le acompañó a su habitación y todo, y el abogado casi tuvo la terrorífica sensación de que le daría un beso de buenas noches. Gracias al cielo no fue así.

- Encuentre a la señorita rápido, por favor...-fue lo único que le susurró, con fuerte acento y en confidencia, casi como una plegaría al cielo. El Señor no podrá dormir hasta que lo haga...

Eran las 06:13, pero Benjamín ya estaba despierto, apoyado en una de las paredes.

- Buenoss díass- Saludó con educación, antes de levantarse y señalar el túnel. Te acompañaré a la ssalida. No te pierdass. dijo servicial, guiando a Nat hasta la entrada del conducto. Fuera hacía frío y aún no había salido el sol, un momento perfecto para salir y pasar desapercibido. Con cierta sorpresa, Nat notó que el hombre cocodrilo le colocaba algo pesado en la espalda: un grueso abrigo, no muy elegante pero si muy cálido.

- Ssuerte en tu missión, Sscot...se despidió, antes de cerrar la puerta tras de sí y volver a encerrarse en los conductos. Desde luego, su vida tenía que ser bastante solitaria...No es que alguien con sus rasgos pudiese ir al cine o a pasear al parque...

Nat estuvo un buen rato dando vueltas, casi media hora, hasta reconocer que estaba en Queens. No era muy habitual del barrio, pero sabiendo eso podría más o menos situarse. Tenía que haber una parada de metro cerca, y con eso sabría situarse. No tenía ya su bono mensual, perdido en la cartera junto con Benjamín, pero con el dinero que tenía podría de sobra sacar uno.

Los metros comenzaban a circular ya, perezosos y llenos de trabajadores, y Nat se subió a uno anónimo. Demasiado anónimo Siempre se había creído superior a esa gente, pero ¿que era ahora? El esclavo de un hombre reptil, vestido con ropa que le quedaba grande. Anodino. No tenía más identidad que la que se creía, pero ¿acaso tenía esa gente alguna? Poco más que un carnet. Un trozo de plástico.

Unos veinte minutos más tarde se bajó, junto con una oleada de gente, en Manhatan cerca de la sede del periódico. Tendría que andar un poco, pero después de lo acontecido anoche todo los males le parecían pocos...El edificio fue aumentando su tamaño: un edificio de oficinas considerablemente grande, que parecía compartir con otra editorial de libros, guardado por un segurata que bostezaba con un vaso de café en la mano mientras los trabajadores entraban obedientemente como un rebaño de ovejas...

El miércoles amaneció con mala noticias. La niña desaparecida seguía en ese estado, tristemente, y la policía no parecía ir a hacer nada. Pobre muchacha y pobre familia. Pero el mundo sigue y aunque Ulysses estuviese entristecido por lo oscura que se estaba volviendo la vida en Nueva York, se encaminó al trabajo como un miércoles cualquiera, esperando encontrarse con otro día cualquiera.

Cuan equivocado estaba.

En su mesa seguían los papeles sobre el conducto de ventilación destruido del otro día, pero había otro tipo de sorpresa. Frente a su puerta, un hombre de aspecto muy nervioso jugueteaba con sus gafas, y fingió con muy poca gracia no tener interés en el trabajador, aunque estaba bien claro que lo venía buscando.

- Disculpe...¿es usted Ulysses Brown? preguntó en un tono de voz apenas audible, manteniéndose a una prudencial distancia.

Thomas resopló de forma audible. ¿A qué hora? Joder, como si él supiera cuándo se iba a cometer el siguiente secuestro... pero bueno, algo tendría que decirle a su compañero, él no era responsable de su estado de nervios, al menos no del todo.

-Con que empiece a haber gente a partir de las seis bastará. Hasta tarde, eso sí.- al menos Thomas agradeció en silencio la profesionalidad del detective, sin preguntas innecesarias y directo al grano. Como debía ser. Colgó sin más ceremonia.

Y la burocracia para los políticos. Lo suyo se trataba de proteger y servir. Proteger a las posibles futuras víctimas y servir al pueblo deteniendo al tarado, o tarados que no descartaba nada, que estaban haciendo eso.

Tran pronto como colgó a Rick llamó al agente Black, sin soltar el teléfono. Esperando que no estuviera todavía en el hospital con su madre.

-Aunque conociéndole echará más horas que los celadores allí...no es que culpe al pobre chaval-rumió el veterano mientras el teléfono sonaba. Tan pronto como descolgaron sin mediar saludo largó su diatriba

-Agente Black, buenos días. Le llamo por motivos de trabajo-hizo una breve pausa dejando que el otro se diera cuenta, al menos, de quién le llamaba-¿Sería posible tener el mayor número de agentes de paisano esta tarde por cierta dirección? Es por el caso. Puesto que oficialmente está usted al mando me pareció de cortesía informarle...-eso y que obviamente a él no le iban a hacer ni puto caso si iba con el cuento al comisario.

Que si el viejo chochea, que si hay que jubilarle... y al día siguiente a ver cómo explicaba que tenía esa información de confirmarse la futura desaparición.

En cierta forma, Black era predecible. No como agente, sino como persona. Si Jackson era un adicto a su trabajo en su placer por resolver crímenes, Richard era un adicto por su absoluto sentido por el deber.

- ¿Que ocurre, Thomas?.-Black sonaba cansado, pero escuchó con atención las palabras de Jackson.- No puedo movilizar a los hombre sin más datos ni sin autorización del comisario...

David cogió el coche, dirigiéndolo de nuevo hacía el lujoso barrio de Lew. Sin embargo esta vez pasó la casa del rockero, aparcando un par de puertas más allá. Pese a vivir en el mismo barrio, la casa del ruso no se parecía nada a la de Lew.

El señor Ibrainovich vivía en una enorme mansión de tres plantas con un jardín lleno de estatuas de aspecto antiguo, piedra comida por el tiempo y los líquenes, que vigilaban un camino de piedra que llevaba a la puerta de la casa. Que por otra parte, parecía ser la única parte algo cuidada de la propiedad. El sobrio césped crecía en la enorme entrada de manera asalvajada, y la verja y en general todo tenía un aspecto muy dejado.

El timbre, sin embargo, sonaba como el de una mansión de verdad, igual que el eco de alguien bajando las escaleras. El sonido de una cadena de seguridad retirándose avisó de la apertura de la puerta, en la que apareció un hombre joven, de aspecto bastante atractivo y trajeado, que miro a David sorprendido...

Al menos al principio.

- ¡Amigo! declaró con una risa, antes de dar un abrazo efusivo al escritor. Al parecer, el ruso llevaba las resacas mucho mejor que él, pues parecía acordarse.- Estaba esperando tu llamada...ya pensé que habrías muerto o algo..

- Pasa, pasa...-se apartó de la puerta, dejando hueco para que el escritor pasase a una casa de aspecto desolador. Al parecer el ruso no había traído nada al mudarse, y la casa tenía poco más que cajas y algunos muebles, de los que se había retirado la sabana que los cubría hacía poco.

Sin embargo le indicó con seguridad que pasase al salón, donde un sillón de aspecto novedoso y tentador convivía con una mesa que tendría bien entrados los sesenta años, donde había un par de vasos. En la repisa de la chimenea, unas cuantas botellas que pese a ser pocas en número, dejaban claro que el Ruso no bebía cualquier cosa.

- Sírvete. ofreció, apoyado en el marco de la puerta con aspecto interesante. David podía entender que, con dinero, aspecto y maneras, llevase el burdel itinerante que le habían dicho que llevaba. ¿Te costó mucho recuperarte de la resaca, viejo? preguntó, retador y divertido. La visita del escritor parecía haberle agradado sobremanera, como si llevase todos esos días esperándola con ansia.

Ulysses no estaba acostumbrado a recibir visitas en el trabajo. De hecho, su trabajo le mantenía oculto para la mayoría de la gente durante casi toda la jornada, lo que le había formado un carácter un tanto tímido para relacionarse con desconocidos.

No sin temor a que la respuesta pudiera incomodarle, Ulysses puso su mente a la defensiva y respondió:

-Sí, yo soy Ulysses, qué desea? Quién es usted? 

Thomas contuvo un nuevo bufido telefónico, aún era demasiado pronto para andar exasperándose.

-No jodas Sherlock...-pensó malhumorado obligándose a pensar una respuesta para intentar convencer a Richard. Bien podría después proponer su candidatura a la presidencia, sería más fácil que hacer que ese dejara de observar una norma

-Bien, seré breve-ahora sí suspiró. Temía que, al llegarle esa información al comisario, se hiciera cargo él mismo del caso para colgarse la medalla y la jodiera bien jodida con la consiguiente persona que dejaría de estar donde se suponía-como tenía tiempo eché un vistazo en profundidad a tus notas, hay una relación entre las desapariciones... matemática, el número áureo y la serie de Fibonacci-se dio cuenta de lo estúpido que sonaba-A lo que me refiero es que hay una progresión geométrica matemática que se cumple con precisión asombrosa. Y el siguiente elemento de dicha progresión es esta noche, en los alrededores del local "Lumiere"-bueno ya estaba dicho

-Ahora bien, mi "sugerencia" de que fueran agentes de incógnito era para evitar una desbandada del culpable, dejarle que se confíe y cogerle con las manos en la masa. Ésto debe acabar, y es la única forma que se me ocurre de que dejen de desaparecer personas inocentes-total, ya no tenía nada que perder y tenía algunas cartas ya puestas en juego. Aquella zona esa noche iba a ser suya-Ésos son mis motivos agente Black, si quiere con más calma le redacto un informe pero ahora no sobra tiempo. La decisión de qué hacer es suya-

-Las normas están muy bien cuando no tienes esa presión ¿verdad chaval?-pensó mientras esperaba respuesta al otro lado del teléfono

Un mensaje de un número desconocido hizo vibrar el teléfono de Jackson, con un mensaje paranóicamente críptico.

Soy su molesta amiga rubia. Necesito hablar con usted en un lugar seguro. Me vigilan. Tengo información importante.

El silencio del otro lado de la línea lo decía todo. Era un amable y omitido "estás como una puta cabra, Jackson". Y jodía. Jodía precisamente por venir de alguien que siempre se había molestado por él, incluso cuando no tenía motivos, y no parecía muy dispuesto a hacerlo ahora.

- No te ofendas, Thomas, pero espero que no sea un delirio a lo Dan Brown... respondió, con una mezcla de vergüenza y dolorosa honestidad. Aunque a decir verdad, sus razones tenía. El silencio volvió a inundar el otro lado de la línea. Dime una hora. Veré que puedo hacer. Creo que antivicio tenía cierto interés en el local, y quizás podamos aprovechar tu descubrimiento - había algo de duda en su voz.- para su beneficio.

David sonrió. Le consideraba exageradamente pedante y educado, en discordia con su estilo macarra y surfero, pero le entendía perfectamente. Su pregunta mental era qué imperio había heredado o creado, y cómo. Sin embargo, tuvo una serie de nuevas preguntas, que se respondió a si mismo con sorprendente velocidad.

¿Era un hombre dejado? No, el aspecto de su casa por fuera era reflejo de que acababa de mudarse. Aunque tantos días en la ciudad y eso aún le indicaba que poco le importaban. De ser así, se hubiese mudado tras dejar las cosas en condiciones.

- Querido, esa flora exterior está más dejada que la de una monja- comentó con su habitual zaparrazo gratuito, habitual en su carácter-. De alguien con ese traje me esperaba un jardín infinitamente más impoluto. Y de paso, frecuentar sitios más del estilo de ElectroSand y menos de Decadence. Pero para gustos alcoholes- apuntó, echando un ojo al minibar.

Ansiaba saber qué bebía exactamente. Sabiendo eso se podía saber mucho de un hombre. O corríjase. No según lo que que bebiese, sino lo que expusiese a la vista en su propia casa. Tras mirarla con detenimiento, sacando un vino de haber, pese a querer whisky, con el único objetivo de no hacerle un feo, se sentó en el sofá ofrecido.

- Pues hasta hoy con la resaca, señor Ruso- dijo al fin-. Y va mi médico y me dice que según una analítica he acabado drogado. ¿Te lo puedes creer?- su tono era el de siempre. Ilusorio -. Bueno, sí, te lo puedes creer. No es que haya sido la primera vez, vale, ¡pero no fue intencionado!

Todo aquel que mirase desde arriba a David, viendo su cerebro abierto, sabría como es. Una persona carismática y manipuladora, que muerto no sería más que un cadáver mundano, recubierto de fama y el atractivo asociada a ella y a lo que ha brotado de sus manos.

No era un hombre muy atractivo por su cuerpo. Sino por su porte. Por el abrir de los labios y la mera forma de ser y estar. Y eso se aplicaba, no sólo al granjearse tantos éxitos como fracasos, sino a la manipulación. No le gustaba engañar. No le gusta mentir. No encontraba placer en tales bajezas.

Pero lo creía necesario. Hablábamos de su hija, y si debía engañar a Dimitri Ibrainovich para ello, lo haría. Lo necesitaba. Si al final prometía ser de tanta confianza como Lew Ashby, Charie, Anne o cualquier otro, lo haría. Salvo que debiese mentirle, como había hecho tantas veces con la aún no veinteañera y con su esposa.

Llegó a fingir que la prostituta del novio de Clare era su prostituta, y únicamente para que ella siguiese feliz con su pareja. Aquello era sacrificarse por los demás. En aquel caso, no encontraba ningún tipo de atractivo en el mentir a un hombre que no parecía interesado en el qué dirán, pero no podía arriesgarse. Podía ser un héroe o un villano, y hasta descubrirlo seguiría en ese juego.

- Necesitas amueblar esto. Con urgencia- apuntó el hombre-. Creo que puedo oír mi propio eco, y no sé si eso me excita o me parece demasiado ególatra.

Pero su personalidad era suya, y ese aire de hablar con palabras agresivas y narcisistas con actitud desinteresada y agradecida era un contraste. Media población lo amaba por ver lo segundo, y media lo odiaba por ver lo primero.

Nótese que no dijo su nombre, y que sólo lo llamó "señor Ruso". Era claramente un apelativo dentro de contexto, pero no iba a molestarse en fingir y ocultar algunas cosas. Dejaría que fluyesen, por el momento. De ahí su mención esporádica y dejaba caer casi sin pretenderlo sobre el Lumiere.

Estaba un poco nervioso, pero sencillamente me uní a la hilera de trabajadores que estaban entrando.

Heché un vistazo alrededor sin pararme demasiado... Quería tener noción de como funcionaban las cosas en el edificio, y con suerte charlar con la secretaria de Chalmers (si es que tenía). Obsevé como funcionaban las personas, quería saber si podía dar una vuelta por el edificio como si fuera un trabajador. Antes de hablar con nadie, quería tener la oportunidad de pasearse discretamente por ahi.

Busqué el mostrador donde te atendían, y entablé conversación con una recepcionista apartada... Buenos días

-Vamos no me jodas el puto crío este...Dan Brown-esas fueron las palabras que Thomas habría querido decir, pero sin embargo se guardó el malhumor, había conseguido algo, así que no lo iba a echar a perder.

-Veamos, si pudiera ser a partir de las siete de la tarde... y puestos a "poder ser" una zona de cuatro manzanas a la redonda creo que sería lo ideal.-era consciente que Black sabía organizar vigilancias pero no podía evitarlo-Dependiendo de cuántos efectivos dispongan los de antivicio... y por todo lo que es sagrado que dejen las putas gafas de sol en casa, que será de noche-por experienca Thomas sabía que los de Antivicio estaban allí porque no eran precisamente sutiles ni Operaciones Encubiertas.

Había alguno que merecía la pena, era cierto, pero poco duraban ahí. Allí únicamente quedaban armatostes con más músculo que cerebro que solían distinguirse de los chulos a los que arrestaban por tener una placa. Pero eso era otro tema, después de todo si parecían chulos... idea feliz

-¿Sería mucho pedir que puesto que van a parecer proxenetas llegaran a algún acuerdo con las chicas que tengan fichadas por reducciones de condena si colaboran?-era algo descabellado que horrorizaría al recto agente Black, pero Thomas estaba completa y absolutamente desesperado y cualquier idea para poner gente a vigilar esas calles le valía.

Se despidió no sin antes lanzar una última pulla bien dirigida.-Por cierto agente Black, si tiene tiempo busque en su teléfono listo información sobre el caso Zodiac...-su mal genio le iba a perder un día, pero eso de Dan Brown había dolido. Más cuando había sido el capullo ese el que había copiado el modus operandi de algunos de los peores psicópatas que habían azotado los Estados Unidos.