Partida Rol por web

  El río más grande de Belaya es el Rio Wirl, naciendo en un gran cañón va quebrando la roca hasta abrirse paso por las praderas y el bosque, navegable y muy profundo, es muy ancho y de intensa corriente....decenas de cantos rodados se aferran a sus bordes y serpenteando forma meandros, algunos de ellos decapitados, formando asi pequeños reductos de agua que sirven para refrescar a las crituras que aquí habitan.

  Son famosas sus grandes cañadas, así como los pequeños reductos de bosque que alimentan las leyendas y las historias de terror entre los habitantes del Cabo. Sin embargo Pwyll tenía poco tiempo para pensar en cosas tan triviales, mucho menos para pararse a contemplar el paisaje, ahora ensombrecido por aquella gran figura, para ser un lobo era uno de los lobos más grandes que había visto en su vida.

 Su manada ya se retiraba, ante sus ordenes, de aspecto severo sus gruñidos fueron eficaces, cuando su hocico se arrugaba nadie se oponía a su voluntad. Sin duda porque sabía lo que convenía al grupo. Era fuerte, su pelaje era lacio y bien cuidado, majestuoso y brillante. Su cola peinada y sus ojos penetrantes. Su lengua se mantenía a raya, tras los colmillos aunque se movía de forma nerviosa como suele ocurrir en estos animales, todo era natural en él y su confianza en el control de la situación parecía desbordante.

 Había un pequeño sendero de roca que descendía al cañón, en dirección al Rio Wirl, y podía observarse con claridad las gigantescas montañas al fondo, cuyo nombre era desconocido para el semielfo. Los bosques, dentro del propio cañón, sobre las que alguna vez fueron terrazas de inundación se mostraban frios, oscuros, peligrosos...pero no encontraría nada fuera de lo común que pudiese delatar la presencia de seres peligrosos en la zona.

   El aullido de su garganta se extendió sin ningún eco por lo alto de aquel acantilado que daba pie al cañón, Groum estaba a salvo cuando Romuc dió la orden de que la manada debía retirarse. Estos obedecerían.

 El joven apuntaba con su arco, y tardó en descender con él y la flecha. Como depredadores no nos alimentamos de esa clase de seres, pero si hemos de proteger nuestro territorio de caza la cosa es bien dintinta, y sería él quien no lo contaría. Acepta los consejos, y busca información. Pero ya le he ayudado bastante...

  Tuerzo el hocico, mirando hacia otro lado, emitiendo un largo suspiro lobuno. Recorro con mi penetrante mirada ámbar la trayectoria del rio hacia las montañas.

 - Los hijos de la oscuridad...- masculló entre los colmillos - Son aquellos que renegaron y se ocultaron cobardemente de la luz del sol. Cerca de las montañas, bajo las marismas se encuentra la muerte más horrible que puedas imaginar.

 Por cierto....yo soy Romuc, Alpha de la manada de la cañada de Weirst. - Dijo con un tono cansado, retirandose, pero voleviendo a encarar al semielfo cuando había tomando algo más de distancias, casi como si hubiese algo que le impidiese irse sin más.

  Iris tiraba de Groum con fuerza, de su cabellera, tanta fuerza que casi arranca uno de sus gruesos, largos y asquerosos pelos que sobresalían en lo que serían sus mejillas. Impasible, aquel tozudo animal no se movía. Pero no era suficiente para que la rabia invadiese a una criatura como el hada. Comenzó a revolotear a su alrededor, peor en cuanto escuchó el aullido se escondió detrás de las orejas del jabalí.

  Asomó timidamente la cabecita, sin mover las alas ni un ápice y siguió con sus pequeños ojos la trayectoria de los lobos que se retiraban. Pronto, cuando esuvo segura gritó algo al oido de Groum, y tiró de su oreja, llegando incluso a morderla. (Luego tosió como si hubiese tragado pelo, puaj)

 Y en un rápido vuelo alcanzó a Pwyll. Junto a él miró al Alpha de la mana y, en cuanto habló volvió a esconderse introduciendose entre las ropas del semielfos, asomando los deditos en el borde de su cuello, junto con la naricita y los ojos, estaba temblando pero nunca reconocería que tenía miedo.

En efecto... el lobo me entiende y lo que es más extraño, yo le entiendo a él sin problemas.

"Mi nombre es Pwyll, Alpha de la Manada", digo con todo el respeto al lobo, "semielfo de Puerto Gris... os agradezco el favor que me habéis prestado... estoy en deuda con vosotros...", añado.

"Tendré cuidado con esos Hijos de la Oscuridad, no tengo intención de morir tan pronto... tengo aún muchas cosas que hacer...", digo con una sonrisa.

Entonces es cuando una imagen cruza mi cabeza... igual el lobo sabe algo de...

"Tan solo una cosa más... ¿reconocéis esto?", pregunto a Romuc enseñándole el medallón de mi abuelo.

El alpha de la manada gruño, y sus ojos se iluminaron con rabia, mostró sus dientes y giró el hocico, para dar la vuelta sobre si mismo de forma brusca, rozando el enojo. Puede que estuviese molesto por tantas preguntas, o que sus palabras no fuesen del todo sinceras:

 - No puedo ayudarte con eso. - Continuó gruñendo entre dientes, y una mirada de reojo que reflejaba cuanto menos...cierta precaución. Y alzando el hocico, como si hubiese visto comprometido su mando sacudió la cabeza y continuó caminando, mascullando entre dientes algo que, en esta ocasión, pwyll no pudo entender.

  No tardaría en alejarse después de darle la espalda, con dirección al Bosque de Tildar dando un buen rodeo, uniendose a su manada y encabezandola como una partida de caza en un lugar donde cada día es más dificil encontrar el alimento suficiente para sobrevivir...

   Iris le sacó la lengua e hizo una sonora pedorreta cuando Romuc estuvo lo suficientemente lejos como para no presentar una amenaza. Se ayudaba de las manos para formar lo que sería una especie de cuernos con sus dedos, en una burla entrenada virando los ojos en circulos con direcciones opuestas y consiguiendo una expresión no muy grotesca que tornaban al hada un ser más bien cómico en aquel momento.

  Cuando la manada se alejó salió de entre la ropa de Pwyll y sobrevoló su cabeza en círculos hasta quedar flotando sobre su hombro, con las manos en la cintura y la vista en el horizonte, el labio inferior inusualmente salido hacia el exterior y una mirada severa propia de un militar como Oropher, de hecho, había algo en ella que podía recordar al principe de los altos elfos.

 - ¡Ja! ¡Que engreido!- Dijo con bastante mala baba, después relajó su tono de voz- Menos mal que estabas aquí...

 Iris sonrió emocionada y comenzó a señalar insistentemente una de las zonas boscosas en el interior del cañón.

 - ¡Debemos ir allí! ¡Debemos ir allí! - Pero a decir verdad la única que lo tenía fácil para descender era ella, tendrían que buscar algún paso o alguna forma capaz de salvar la gigantesca pared vertical.

Me quedo paralizado ante la reacción del lobo. Está claro que malinterpreté su reacción al marcharse, pensando que quería preguntarme algo más... o que podría responderme...

Las palabras de Iris me hacen reaccionar.

"No, Iris... no es engreído... es orgulloso...", digo a la pequeña hada, "Son cosas diferentes..."

Y entonces me vuelvo hacia Groum.

"Bueno, espero que dejes de meterte en lios, Groum... no puedo estar todo el día salvándote el culo...", digo con una leve irritación. El último despecho de Romuc me ha dejado mal sabor de boca...

"En fin, sigamos camino... cuanto antes encontremos a Ignea, mejor...", digo a Iris.

"¿Por dónde seguimos?", digo intentando olvidar al lobo y tratando de forzar una sonrisa... el día estaba siendo bueno, no quiero que este encuentro con Romuc me lo estropée...

   Groum gruño asintiendo, no muy convencido, pero bastante sumiso, no le acompañaría, pero volvería al bosque y la protección de los árboles, por algún motivo los lobos no solían cazar dentro del bosque, o quizás no se fijasen en presas como él gracias a la armonía creada por los elfos. La extensión de tierra era vasta y abrupta:

 Podía verse, incluiso oirle, el fluir del gran rio, Irish señalaba una zona boscosa, en la garganta, al fondo de aquel cañón y aunque al principio el descenso presentaba un sendero de rocas que se asemejaba a unas primitivas escaleras naturales luego se volvía violentamente vertical y las afiladas piedras de su pared eran una trampa mortal. A lo lejos las montañas brillaban con un halo blanquecino, cegador.

 El sol estaba en los cielos, y eran pocas las nubes que se atrevían a surcarlos formando grandes zonas de sombra en las terrazas de inhundación. Sería un camino largo y dificultoso si no encontraba una forma más sencilla de bajar, si continuaba por arriba el cañón parecía elevarse y podría llegar a no encontrar un descenso mejor. Almenos eso pudo deducir a simple vista. La hierba, acariciada por la brisa, se mecía ante la figura erguida del semielfo, groum se retiraba con paso tranquilo, removiendo parte de la tierra con el hocico y los colmillos en su marcha y la manada se había perdido a la vista por completo.

"Pues nada... vamos a bajar...", digo con una sonrisa de suficiencia.

Me aproximo al sendero de rocas. Parece que es mejor lugar para bajar por la garganta hacia el río.

Bajo con precaución por las escaleras naturales, sin importarme echar las manos o el culo cuando es necesario para descender sin riesgos.

"Vaya un joven ágil y fuerte que estaría hecho, si me tuerzo un tobillo en el primer salto que doy...", pienso para mi recordando las palabras de mi abuela.

Al llegar al corte más vertical, escudriño la garganta, para evaluar el descenso... no dejo de fijarme en que hay mucha vegetación... y que ya una vez me ayudaron a trepar un muro...

"Quizá la flauta de mi abuelo sea más poderosa que la mía...", pienso para mi.

Pero estoy envalentonado desde el enfrentamiento con Romuc, quiero ver lo fuerte que me estoy haciendo.

"No usaré la flauta a no ser que sea imprescindible.", digo en voz alta para que Iris me escuche. Ni siquiera sé si funcionará con estos árboles, ya lejos de las tierras de los elfos.

"Iris, ¿puedes bajar a echar un vistazo a las rocas? ¿Creés que un muchacho como yo podría bajar por ahí?", pregunto al hada, "qué quieres, tú puedes volar y yo no... no te costará nada...", añado sonriendo para convencer al hada...

Iris nunca se enfadaría con Pwyll por un comentario así, bueno, quizás alguna vez, pero no le duraría demasiado, era todo bondad y armonía....

   - ¡Qué te crees que soy! - Chilló revoloteando a su alrededor, histérica.

Bueno...quizás...nunca...sea asegurar demasiado tiempo...

   - ¡Hablas de volar como si fuera algo simple! ¡Me duelen las alas!

 Refunfuñó. Sin embargo, comenzó a zarandear la cabeza y su expresión de enojo desapareció, convirtiendose en una afable sonrisa, como la de una amiga que tenía mucho aprecio por el semielfo. Con las manos en la cintura y asintiendo con un gesto interesante, sacando el labio inferior como una dominatriz que perdonaba la vida del muchacho aceptó el encargo.

  - Bueeeno...está bien. ¡Pero aprende a pedir las cosas por favor!

 Le sacó la lengua guiñandole un ojo y se precipitó al vacio en picado, alzando el vuelo y girando como una libélula, divertida y posiblemente inconsciente del peligro que podrían llegar a correr en su viaje.

  La perdió de vista, y cuando apareció de nuevo, lo hizo desde arriba, como si también estuviese descendiendo...posiblemente le gustase más bajar...que subir.

 - Creo que no tendrás problema.

 Iris descendía con él, revoloteando sobre las piedras que debía usar como apoyo, y se podría decir que dispuesta a cogerlo si se caía aún cuando era obvio que no podría sujetar su peso. Dio conversación, el descenso era largo...y para ella..aburriiiido.

 - ¿Por qué quieres ir a Avalon? ¿Qué tienes que hacer allí? - Preguntó preocupada.

Desciendo a la cañada con la ayuda de Iris... la verdad es que ha sido buena idea... el descenso no es muy complicado, y menos con Iris dándome instrucciones...

"Tengo que ir a Avalon porque es donde tú misma me dijiste que estaba una ninfa llamada Ignea", digo con voz divertida recordando la poca memoria de Iris, "Ignea, en los brazos de Titania, en Avalon... eso dijiste..."

Un pie se me resbala. Los brazos tensos me soportan sin problemas mientras tanteo con la punta del pie el risco. Ha sido un buen susto, esto debería recordarme que no estoy de paseo...

"Hoy soy emisario de los elfos. He de entregar a Ignea esta bolsita de cuero en nombre de mi... estoooo... en nombre de la Suma Sacerdotisa... los sacerdotes estaban ocupados, y yo no...", añado para que Iris recuerde la misión del día de hoy.

Y entonces asocio dos idea que me preocupan. La Suma Sacerdotisa no parece una mujer débil, y me ha advertido de que la misión sería peligrosa... y Romuc ha dicho lo mismo... 

"Creo que debería poner mucho cuidado en esto...", pienso en silencio mientras un poco de miedo me atenaza el estómago por unos instantes... "Los Hijos de la Oscuridad..."

   Los pies del semielfo llegaron hasta el suelo, acariciando la tierra fértil de hierba húmeda y frondosa. Ésta se extendía a lo largo del cañón, en una inmensa fuente de flora sin más restricción que las paredes de roca, ahora roja y brillante, cegadora con el sol golpeando sobre ella. El silencio sólo se veía amenazado por el murmullo del rio, algo lejano, que con rápidos espectaculares saltaba sobre las rocas desprendidas de aquellos colosos...

   El bosque no estaba lejos, y era un lugar algo más trético, las hojas de sus árboles eran oscuras y los troncos ya desde la distancia resultaban fuertes y de corteza rasgada, propios de ancianos, eran tan amplios, tan altos que pwyll no les llegaría ni por las raices más pequeñas que brotaban del interior de Gaia. Todo era oscuro, la luz no entraba en aquel lugar, impedido su camino por el follaje espeso, y en las lindes, el susurro del viento y el rio se combinaban para dar una sensación extraña...

  No había caminos ni senderos, era un bosque salvaje en el que ni los pájaros se atrevían a entrar, evitando estos posarse en las ramas de sus árboles saltando por la hierba a espaldas del semielfo, con aquella mirada viva y a la vez vacia, observando sus movimientos con giros repentinos de sus pequeñas cabezas, sin emitir sonido alguno...

    Iris compartía con los pájaros y posiblemente con Pwyll una sensación de inseguridad, entrelazó sus manos apretandolas contra su propio pecho y se tornó seria, con la boca entreabierta. Había olvidado por que estaban allí y sólo gracias a que el semielfo se lo recordó logró volver a establecer el camino. A pesar de ello, no parecía del todo segura, no sabía demasiado bien que buscaba, sólo que debían entrar allí...

   Parece un sitio peligroso...

  Intercaló miradas entre el bosque y el rostro de Pwyll, incluso observó a los pajaros sin decir nada, manteniendo un silencio sepulcran.

 Trago saliva.

Nunca había visto un bosque tan tenebroso... el silencio es completamente antinatural...

Abuela, ¿sabías a dónde me enviabas?

Miro el rostro desencajado de Iris. Al parecer, a ella tampoco le agrada este lugar.

- ¡Vamos, seguro que no es tan malo!, digo al hada con una sonrisa en la boca, que no siento.

Extiendo la mano hacia Iris, ofreciéndole cobijo y descanso.

- ¿Hacia dónde, Iris? ¿Cómo llegamos a ese Avalon?, pregunto con ánimo, deberíamos darnos prisa para que no nos alcance la noche en este bosque...

Y, como para infundir ánimos, comienzo a andar hacia los árboles. Miro atentamente, todo arbol, toda sombra... la sensación de peligro es enorme, la adrenalina fluye por todo mi cuerpo.

No puedo evitar recordar las palabras de Romuc... cerca de las montañas, bajo las marismas se encuentra la muerte más horrible que puedas imaginar...

Anoto mentalmente no acercarme a ninguna marisma...

Iris se encogió unos instantes de hombros, pero luego pareció reaccionar, aunque parecía disimular...

   - Ehm...esto...yo..esque....¡es por aqui! - zanjó la conversación revoloteando hacia adelante, tan deprisa que si Pwyll no aceleraba el paso no podría alcanzarla, no miró hacia atrás, y no se paró a rodear los troncos de los grandes árboles jugueteando como hasta entonces habría hecho, el bosque era oscuro y algo tétrico, pero no dejaba de ser un lugar natural...

  Avanzar era dificil, y habían pasado muchas horas, demasiadas, las piernas de pwyll estarían cansadas, como lo estaban las alas de Iris. Cuando parecían seguir sin rumbo encontraron un riachuelo con rápidos y pequeños saltos de agua, al alzar la vista, pudieron comprobar que a pesar de lo inexorable de la noche el cielo se iluminaba.

   Eran llamas, consumiendo el horizonte, por encima de los árboles, gigantescas lenguas de fuego que ya transportaban su calor a través del bosque, en un viento abrasador que golpeó sus rostros y les dio un cálido abrazo...

   Todo el bosque estaba en silencio, absoluto silencio...y Pwyll podía sentir alguna clase de presencia cerca, quizás más de una, que lo observaba, clavando sus miradas en su nuca.

Me concentro en seguir a Iris a través del bosque.

Apenas noto el cansancio, la sensación de urgencia y peligro del bosque es tan terrible, que solo pienso en alcanzar nuestro destino.

Pero cuando contra toda lógica veo el resplandor al final del bosque, me detengo en seco.

Fuego... esto es el fin...

El cansancio se apodera de mi de golpe. Observo que Iris también está agotada.

- "Iris, ¿estás bien?", es la primera pregunta que me surge, inconsciente... estamos delante de una muerte segura...

Miro hacia todos los lados.

¿Dónde encontrar refugio en un bosque en llamas? ¿En una cueva?

Pero no hay tiempo... el fuego ruge y avanza... quizá estemos más seguros dentro del río...

¡Eso es! ¡Dentro del agua!

- "¡Iris, deprisa!", digo al hada extenuado... el calor comienza a ser sofocante... "¡Nos meteremos en el río. Ahí estaremos a salvo!"

Sin pensarlo mucho, cojo al hada y me dirijo al río. No hay tiempo para pensar. Me meto hasta donde cubre por las rodillas, y me siento en el río. Y me agarro a cualquier cosa. El agua me llega al cuello.

Y entonces, noto las presencias... Sentí lo mismo con los Simios y con Kersha, pero por alguna razón, ese bosque era más cálido que este...

Bueno, no... Más cálido imposible... Me río en voz alta, de manera casi histérica... Por Lantamae, qué buen momento para un chiste tan malo...

Miro despreocupado hacia atrás, intentado detectar las miradas... la situación no puede empeorar mucho...

 De súbito, una decena de flechas silbó, cuando Pwyll estuvo a salvo y a ras de la tierra, e Iris, junto a él, tratando de no mojarse (temía poder ahogarse, esa muy facil siendo una hada tan pequeña) hacia un grupo de criaturas, aquellas que vestían capas oscuras con las que ocultaban sus rostros y armas siniestras que producían una sensación extraña en el cuerpo, eran temibles, y a pesar de que el bosque estaba en llamas el ambiente se volvió gélido.

  Alzaron la vista, siempre oculta, cuando tres de las flechas abatieron a dos invisibles humanoides que cayeron de bruces contra el suelo, y uno de ellos contra el rio, descendiendo rápidamente, florando a pesar de su peso, pasando justo al lado del semielfo, corriente abajo, hacia el mar para alimentar con su sangre a Lantamae.

  Cuando sucedió, decenas de ellos salieron de entre los árboles, como espíritus, todos de cabellos blancos y tez pálida, casi maldita. Las flechas siguieron silbando a su alrededor, y esta vez, el tosco sonido de unas ballestas acabaron con un gruñido de dolor a su espalda, viendo caer al otro extremo del rio a numerosos elfos, los mismos que podría haber encontrado en Tildar, en apariencia...muertos. Se contaban unos diez cadaveres en una furiosa lucha que acabó pronto, muy pronto, con las fuerzas de los Altos elfos. De entre aquellos seres oscuros, quedaba una mujer, alta, de curvas impresionantes, de aspecto peligroso, y tres varones que pudiese ver, cuyos rostros ya no estaban cubriendos, mentones cuadrados, musculosos y a la vez...ágiles, pequeños, como elfos, lo que más llamaría su atención serían sus orejas, picudas, algo que tenían en común, elfos, semielfos y aquellas tétricas criaturas.

   Cuando la delicada y potente voz de la mujer brotó de su garganta Pwyll recordó la voz de Lantamae, mística, pero a diferencia de la diosa, aquel respeto impuesto por el cálido sonido de vuz, se había convertido en algo aterrador, aquel idioma maldito era reconocible por cualquiera como algo malvado...

  - Alu...Udos z'klaen xuz nindol nibele. Elgg mina jal.

 Y se dispusieron a ponerse en marcha. Sus afinados sentidos habían sido capaces de encontrar a los elfos  pero, sin embargo, Pwyll les resultó invisible.

Me escondo como puedo. Estar en el centro de una batalla, con aspecto de pato mojado nunca ha sido buena idea...

La batalla es violenta y rápida. 

Y cuando finaliza, la voz de la mujer oscura me recorre toda la columna vertebral, como una sierra... Afortunadamente, parece que no me han visto...

Mejor, mejor...

Solo puedo susurrar a Iris.

- "Iris... ¿Quiénes son? ¿Has entendido sus palabras?"

Cerca del río... las marismas... la muerte más horrible que puedas imaginar...

   Iris estaba completamente inmovil, tocando con sus pequeñas manitas el hombro de Pwyll, con los ojos cerrados, con los párpados apretados con todas sus fuerzas, parecía estar realizando un esfuerzo por encima de sus posibilidades, un esfuerzo que obtuvo término cuando Pwyll habló, cuando aquellas sombras ya estaban alejandose, lo suficiente, como para no oir aquel susurro o confundirlo con el simple murmullo de los rios.

  Agotada respiraba por la pequeña boca de labios diminutos terminando por posarse sobre su cabeza, agarrandose al flequillo para no caer mientras miraba hacia abajo exahusta, puede que el hecho de que no le detectasen tuviese que ver con su cansancio desmedido.

    - Son....s...son el...elfos os...oscuros....- Lo miró con verdadero pavor y negó ante el desconocimiento de lo que habían dicho. Su terror se convirtió en indignación, jamás aprendería un idioma como aquel, un idioma que sabía que no tenía una sola palabra para referirse al amor y sin embargo tuviese más de cuatro para referirse al odio.

   Iris estaba agotada, quizás por eso no oyó o no reaccionó ante un gemido cercano, Pwyll, sin embargo, pudo oir con total claridad con la corriente del rio de fondo, como uno de los elfos abatidos aún respiraba y quejaba de sus heridas, por necesidad...mortales.

  Observo a Iris... está agotada... no hay más que mirarla para darse cuenta de que no puede ni moverse...

¡Pero si no estaba haciendo nada! ¡Sólo estaba...

Entonces me doy cuenta de que, a lo mejor, estoy vivo de milagro... y que Iris ha hecho algo para que esos elfos oscuros no me viesen...

- "Iris, ¿estás bien?", pregunto con un deje de inocencia, "Iris... tú... has hecho magia, ¿verdad? Por eso no nos han descubierto esos elfos oscuros... por eso estás tan cansada..."

No espero del hada que lo reconozca. Ya sé que hace las cosas, en cierto modo, de forma inconsciente... pero me ha salvado...

- "Muchas gracias, Iris", digo con una sonrisa. Y sin que lo espere, le beso la mejilla con rapidez.

Es entonces cuando detecto al elfo moribundo.

Me acerco con todo mi "sigilo" aprendido de los ladrones de Puerto Gris, preocupado por la vuelta de esos extraños elfos oscuros.

La herida es terrible, el asta de la flecha sobresale del pecho, a la altura del corazón... 

Me invade una terrible urgencia. No puedo dejarle morir sin más... Noto sus jadeos...

- "Tranquilo, tranquilo...", digo al herido esperando que no note mis propios nervios, "... yo te ayudaré..."

¿Yo? Lo único que sé de medicina lo aprendí al ver (y oler) cómo restañaban el vientre a List, y no creo que eso fuese precisamente un buen remedio...

- "Te sacaré la flecha... si no, morirás sin remedio...", eso es lo que decían en el puerto, en los bares... hay que sacar la flecha, siempre hablaban de eso...

Pero no sé si podré...

- "Dime, ¿cómo te llamas? Tendrás que ayudarme con esto... Mi nombre es Pwyll...", digo al elfo. Más me vale que él sí sepa como extraer una flecha... yo podría matarle...