Partida Rol por web

El frío, la oscuridad y la humedad que te han acompañado durante las largas e interminables horas de viaje por fin parecen llegar a su fin.

Al abrir la puerta de la taberna tus sentidos quedan bloqueados por un segundo, una lumbre arde en medio de una rectangular habitación de unos 10 mts de profundo por 5 de ancho. Varias mesas cuadradas están repartidas por el local, la mayoría de ellas parecen estar ocupadas por grupos bastante variopintos, tanto de vestimentas como de razas. 

En la parte contraria de la puerta que acabas de abrir, ves a un hombre mayor limpiando un mostrador de madera que hace las veces de barra de la posada. Al final de esta barra, a la izquierda, hay una puerta que se abre hacia los dos lados por donde una joven entra y sale con bandejas cargadas de platos calientes y bebidas en jarras.

El aroma de comida caliente recién hecha te recuerda que hace horas que no has comido, y el ruido de risas, voces y canciones parecen llenar el ambiente, algo altas para tú gusto, pero no llegan a molestar demasiado.

La gente empieza a mirar hacia la puerta, hacia a ti, al percatarte terminas de entrar y cierras la puerta, y todo parece volver a la su normalidad.

¿Qué haces?

Después de varias jornadas casi me cuesta creer que he llegado a mi destino. Aunque mis maestros siempre me dijeron que no confiara en nadie de fuera del bosque, al entrar en la posada no veo que la escena sea muy distinta a nuestras fiestas. La mirada de la gente se dirige hacía mi al unísono y me recuerda con un lenguaje no hablado que aún no he cerrado la puerta. Tras corresponder el calor se hace más evidente, aunque mi cuerpo pide más y el aroma a comida me recuerda que lo único que he comido en días ha sido raciones secas.

Sin más dilación me dirijo a la barra a entablar conversación con quién parece el posadero.

-Buenas noches. Busco comida, hospedaje y toda la información que me pueda facilitar sobre las Ruinas de Ruth.-

-Buenos días- Dice el posadero y mira un momento hacia la ventana de la pared de la derecha.-Aunque bien podríamos decir buenas noches por lo oscuro de la tormenta de nieve-

-Lo primero es fácil, me parece que aun tengo sitio en la posada, aunque dejame un momento...-

El hombre se dirige a una esquina de la barra y saca un libro, por lo que puedes ver parece estar lleno de garabatos y nombres.

-Está un poco dificil la cosa- Te comenta sin apartar la mirada del libro -Tengo una sola habitación vacia, pero es para cuatro huespedes. ¿Le vendría bien?

-¿Cuatro huéspedes?- Le miro con estupefacción y agarro mi bolsita de monedas como acto reflejo. -¿De qué precio estaríamos hablando?- Mis maestros siempre decían que los humanos solían apreciar el dinero por encima de todas las cosas y por ende sus servicios eran muy caros. Aunque puede que sus suposiciones se deban por una o dos malas experiencias y hayan terminado generalizando, no sería la primera vez. Mejor ofrecer el beneficio de la duda.

-Pues serían 32 monedas de plata por noche- Levanta la vista del libro y al ver tu expresión añade -Están llegando muchos aventureros ahora que se han descubierto las ruinas, quizás podrías encontrar a alguien para compartír habitación y que os salga más economico.-

Mira a un mediano a unos pasos a tu derecha en la barra que le llama y se aleja un paso de tí.

-Me llaman- Te dice volviendose un momento hacia tí, -pero te digo rápidamente, el menú de esta tarde es ensalada de col con trucha o pollo con setas y una jarra de cerveza o sidra. Serían 8 monedas de plata.-

Y se aleja para atender al mediano.

No es tan caro como creía, pero tampoco es barato. Igual debería intentar un regateo.
Mi estómago ruge y pillo la indirecta.
Pensaré mejor con el apetito saciado. Pero no me siento cómodo en la barra, será mejor que busque una mesa y piense en posibles candidatos para compartir habitación sino quiero que mis escasos ahorros desaparezcan en una semana.
Miro a mi alrededor buscando una mesa libre y posibles compañeros...

Al observar detenidamente la habitación ves que el fuego en el centro de la posada arde con fuerza, a su alrededor hay 10 mesas, tres a tu derecha, tres a tu izquierda y una tanto enfrente tuya como en la parte más lejana a tí y cercana a la puerta por la que has entrado.

Casí todas las mesas estan ocupadas ya por grupos de aventureros. Pero hay una libre en la parte de tu derecha, la izquierda desde la entrada, al lado de la ventana por la que el posadero observó el exterior.

En la mayoría de las mesas parece haber grupo de humano, elfos o enanos, pero no mixtos y los grupos suelen ser de 4 o más intrigantes, sin embargo, en la mesa más alejada a tí y más cercana a la puerta, hay tres jovenes, un elfo vestido con túnica larga, una mediana con una armadura de cuero y un paladín con armadura decorada con hojas y ramitas, con unos cuernos de ciervo en el casco.

Me siento en la mesa libre y, mientras espero a que el posadero me tome nota, barajo las posibilidades.

Abro la puerta y lo primero que me llama la atención es la hoguera. Traigo mis ropas húmedas por la tormenta de nieve que comenzó la noche anterior. Casi sin fijarme en nadie de mi alrededor, cierro la puerta con presteza y me dirijo directamente a la lumbre. Esquivo las mesas y decido acuclillarme delante del fuego ya que la mayoría de los sitios cercanos a ella están ocupados.

Hace varios días que apenas he probado bocado, sin embargo estoy totalmente acostumbrada y puedo estar varias semanas alimentándome solamente de mendrugos de pan duros o de frutos que me encuentro por el camino.

Me alegro de haber encontrado la posada porque, aunque dormir a la intemperie no es nada nuevo para mí, a veces echo de menos la sombra de un techo bajo el que resguardarme.

Miro a mi alrededor con sutileza. Todos están hablando y compartiendo comida. Por un instante siento envidia, pero me recuerdo a mí misma que no puedo fiarme de nadie y que aquel con el que un día ríes bien puede clavarte un puñal durante la noche.

Tras estar varios minutos absorta contemplando el fuego, me pregunto qué debería hacer a continuación. Por las tormentas que ha habido, el frío que hace y la cantidad de personas que se encuentran en el interior, diría que seguramente estará completa.

Decido barajar las posibilidades. Si la posada está completa, seguiré mi camino esa misma noche, no sin antes hacerme con algunos alimentos; si por el contrario, hay alguna habitación libre, consideraré pasar una noche en mejores condiciones en las que he estado durmiendo últimamente.

Me levanto del suelo y a regañadientes me acerco a la barra y espero a que el posadero, que se encuentra ocupado, me atienda.

Después de servir una vendeja con varias jarras de vino y cerveza a un mediano, el posadero se gira hacia la nueva inquilina de la posada.

-Buenos días señorita, disculpe la espera. ¿En que puedo ayudarla?- Te dice mientras te da una sincera sonrisa lleno de energía, aunque puedes ver que muestra cansansio en sus ojos.

- Andaba buscando refugio pero dado que le local está lleno, lo dudo bastante; así que si es tan amable me gustaría hacerme con un plato de comida caliente.

El posadero parece simpático. Quizás pueda proporcionarme alguna información que no conozca. Intentaré ser amable, sonreír y no perder la paciencia con él.

Tras cerrar la puerta del todo, miro en derredor, intentando que mis ojos se acostumbren cuanto antes al cambio de luz. Sacudo los restos de nieve de mi manto, e intento fijarme en los ocupantes de la posada por si reconozco alguna cara conocida. Últimamente todo el mundo habla de Ruth y sus ruinas. No me extrañaría nada encontrar a alguno de los merodeadores que conozco por aquí. La ciudad bulle con los recién llegados, las noticias se extienden rápido, y todos deben estar pensando que en las ruinas debe haber algo que merezca la pena, eso sin contar los que habrán venido a desplumar a los ingenuos que irremediablemente deambularán por el lugar. De hecho, más vale que no pierda de vista mi bolsa...

No parezco reconocer a nadie, así que avanzo hacia la barra. El posadero parece ocupado. Eso está bien. Nada mejor para comprobar qué clase de tipo es.
-Posadero, ponme un plato de tu comida, no importa lo que sea. Y más vale que sea rápido.

-Pues la verdad es que aun tenemos disponible una habitación para cuatro huespedes, ¿ves ese joven semielfo de ahí?- Te indica señalando a Birch -Él está buscando gente para compartir la habitación me parece, podríais llegar a un acuerdo y pagarla entre los dos-

Se distrae un momento al acercarse un nuevo cliente, parece un barbaro, le asiente con la cabeza y se gira hacia la cocina. -¡Camila! Sal si puedes a atender a este caballero.

Dicho esto sale una joven ataviada de camarera y se dirige hacia el barbaro que os ha interrumpido la conversación.

-De platos calientes tenemos esta tarde sopa de maiz o también un plato de patas de mantícora picantes, es un plato típico de Mahosca pero el dueño es amigo mío y me cedió la receta.- Dice sonriente mostrandose muy orgulloso de su logro.
 

Una joven y atractiva elfa se acerca a Hogan portado una bandeja llena de lo que parecen trozos de carne jugosos calientes.

-¡Oh!- Gime sorpendida antes tu imponente figura -¿En qué puedo ayudaros mi lord?- Te pregunta con voz sedosa

La forma en la que le bárbaro se ha dirigido al posadero y su presencia me altera, pero oculto mi descontento.
Contemplo con cuidado al semielfo que el camarero me ha señalado. No es que compartir habitación con un desconocido me agrade pero tampoco tengo muchas más posibilidades. Ahora que sé que existe la posibilidad de dormir cobijada, me siento tentada a aceptar.

A primera vista el semielfo no parece peligroso ni tampoco un mendigo que no vaya a poder pagar su parte de la habitación, así que asiento para mí, decidida.
-Mantícoras picantes pues.-sonrío al posadero mientras contesto.

Me doy la vuelta y con paso firme me dirijo a la mesa. Me detengo junto a él.
-¿Le importaría compartir la mesa conmigo?

-Ahora mismo le llevo un plato- Te comenta y desaparece por la puerta de la cocina.

Bueno, pues ese posadero me la ha jugado bien. Al traste con mi idea de intentar sonsacarle todo lo que pudiese. Supongo que de nada sirve ser agresivo con la camarera. Son los hombres los que suelen responder mejor a mis dotes de intimidación. Además, las mujeres suelen mentir mejor. En fin, qué se le va a hacer.

-Buenas noches tengáis, señorita. Acabo de pedirle al posadero un plato de comida. Si es ése que traéis en las manos, tienen ustedes un servicio increíblemente rápido. Añado la mejor de mis sonrisas. Y si no lo es, reitero mi petición de un plato de comida, el que sea. Aceptaré gustoso sus sugerencias. Además, me gustaría saber si es posible pernoctar aquí hoy, y cuánto va a costarme la cama si la hubiere, y la comida que pienso disfrutar en breve.

-En absoluto.- Le digo mientras le ofrezco a siento retirando una de las sillas. -En días como hoy estos sitios se llenan demasiado y si no compartimos mesa solo nos queda la incomodidad de la barra.- 

-¿Esta simpleza?- Te dice mirando un momento la bandeja que porta. -No es digno para alguien de su categoría mi Lord. Voy a llevarla a la mesa que la pidió y ahora mismo le traigo nuestro mejor banquete, y por solo dos monedas de oro. Te dedica una sonrisa mientras te guiña un ojo y se desplaza rozando su cadera con la tuya.

-En cuanto a lo de pasar la noche...- Te dedica una intensa mirada mientras susurra las siguiente palabras. -Mi cama es muy fría desde que empezó esta tormenta, sino os resulta ningún inconveniente, puedo ayudaros a calentar y ofreceros el mejor descanso, además, no os cobraré por ello.

El posadero sale de la cocina con un plato lleno de trocitos de carne calientes y unas patatas envueltas con una suave salsa marrón clara de aroma algo exotico y algo picante. Se dirige hacia la mesa en la que estan sentado Birch y Erea y lo pone en el lado de Erea.

Al verlo y olerlo se os abre el apetito.

-Espero que sea de vuestro agrado- Te dedica una suave sonrisa y te arrima un vaso de agua que portaba también en la bandeja.

-¿Y bien mi señor semielfo?¿Que os apetecería tomar?- Pregunta dirigiendose a Birch.