Partida Rol por web

Viste una sombra aparecer con velocidad hacia donde estabas, además de ver a Mike quitarse la camisa para empezar a posar, pero todas aquellas escenas se hicieron distantes a tus ojos, cuya tristeza embargaba tu cuerpo a un nivel tan profundo que perdiste contacto con tu alrededor hasta sentir que caías en un abismo infinito. ¿Valía la pena continuar luchando si Ephorus había muerto de nuevo? Después de todo el trabajo duro, el sufrimiento... Las batallas... ¿Acaso algo tenía sentido?

¿Quieres... vengarlo?

Como un ruego de tu corazón, escuchaste una voz amiga familiar, de alguien cuyas manos te reconfortaron en tus peores momentos, de aquella que te llevó consigo desde el primer día. ¿Cómo era que su voz llegaba hasta ti? Como si la pregunta fuera el detonante, caíste en lo que parecía un enorme abismo oscuro hasta chocar con el suelo. Allí abriste los ojos para encontrarte con la cálida mirada de tu madre que te observaba con una gentil sonrisa.

- Sorry, darling. ¿Estás despierta ahora? Veo que has sufrido mucho, pero estoy aquí para ayudarte - aún adormilada, como si de un sueño se tratara, veías su rostro borroso, pero poco a poco veías tus alrededores, reconociendo que se trataba de tu casa; esa que compartías con tu madre y... Edward -. No te preocupes, todo estará bien ahora que estoy aquí - y acariciaba tu cabello, confortándote en tu agonía. Fue entonces que caíste en cuenta que estabas justo con la cabeza reposando en su regazo, como tal vez te dormías cuando eras una niña. Su tacto era conocido y su calor te daba paz. En ese momento eran solo ella y tú, compartiendo aquel momento de infinita intimidad.

Estaba claro que el no haber acertado el golpe enardecía aun más a Mamoru. El rubio bramó, presa del enojo, evitando el golpe de Titiritera luego de verlo por el rabillo del ojo. Tan bajo... Era tan bajo. Sintió que su cuerpo ardía. Sin embargo, a pesar de su sentimiento, las abrasadoras llamas no hacían aparición. Era frustrante... Tan frustrante. Le dedicó una mirada realmente desagradable a la mujer antes de volver a mirar a Allen. Mamoru dio un paso al frente, haciendo que la tierra se desquebrajase. Apretó los puños con fuerza, y cuando se propuso a partirle la cabeza a Allen, alguien se interpuso.

―Calíope... ―Mamoru apretó los puños con mucha más fuerza, así como la mandíbula. Bajó la mirada y sintió mucha más ira emerger. La llegada de Calíope y la muerte de Allen era lo de menos. Miró a Allen como quien mira un simple pedazo de carne. El núcleo de la ira de Mamoru era pensar en lo que podía estar sintiendo Calíope. Esa mirada. Sí, podía reconocerla.

Cuando la chica los miró, Mamoru le mantuvo la mirada; una mirada muy parecida a la suya. Sin decir nada, se dio la vuelta, mirando a Titiritera. ¿Por qué Ephorus había perdido de esa manera? Su rival era fuerte. Mamoru habría muerto al primer instante. Sin embargo, Ephorus era mucho más fuerte que él. ¿Por qué simplemente no le había cerrado la boca? Solo tenía que haberlo hecho una vez más. Me hubiese gustado que nos hiciéramos amigos mucho antes. Con ese último pensamiento, y dejando escapar otro bramido, Mamoru se lanzó hacia Titiritera. Otra sombra. Sí. Se detuvo en seco al ver que había errado a la chica una vez más. Ya estaba cansado de todo eso. Estaba harto. Mirándola con total odio, y con las venas de su rostro marcándose claramente, el chico bramó de nuevo. En ese momento, sin que realmente lo quisiera, unas poderosas llamas imbuyeron sus brazos.

―¡No es momento para juegos! ―y una vez más, dejando una nube de polvo tras de sí, Mamoru se lanzó hacia Titiritera. Por un momento, pese a que era el rostro de Mamoru, cualquiera que lo viese podría jurar haber visto la fiera expresión de Dawn.

Conforme la negrura comenzó a rodear a Katherine, la sensación de soledad y dolor parecían querer asfixiarla, llorando por la pérdida de su hermano y que parecía ser que Jaycee no había hecho nada al respecto y así, perder a los dos al mismo tiempo. Juzgando los mensajes de Ephorus... de Edward, su ex-novio no había estado peleando en serio y Mamoru estaba en aprietos. ¿El dragón de hielo aún se negaba a ayudarles? Además, Hikari tenía otras prioridades y Caliope había estallado. La joven solo quería llorar, gritar, sacar este sufrimiento de su corazón y...

¿Aun valía la pena seguir peleando? ¿Seguir perdiendo a  más seres queridos?

Al sentir que caía abrió los ojos, topándose con la mirada de su mamá. A diferencia de su hermano, sus recuerdos con ella eran genuinos y había tenido una vida plena con ella y su padre, aunque éste residía en otro país. Ver su rostro hizo que su sollozo empeorara más porque aún padecía lo que había pasado.

-Mamá...-susurró, apretando sus dientes para levantarse y abrazarla con todas sus fuerzas-. Mamá.. mamá... yo...

Y fue entonces que cayó en cuenta que lo último que recordaba era que combatía con Hikari y Mike, y por supuesto, lo sucedido con su hermano. Su llanto le impedía hablar, pero se esforzaba por seguir hablando.

-¿Cómo... cómo llegué a casa?-apretaba sus ojos para continuar observando, pero las lágrimas continuaban emergiendo-. Mamá, perdóname... no pude... no pude...

¿Ella sabía que Edward habría muerto? ¿Qué pasó con la pelea? Eran cuestiones que no podía preguntarle, tendría que reservarse y salir a investigar; pero ahora, se quería refugiar en los brazos de su madre, desconsolada y dolida por la pérdida y la soledad que la embargaban. 

Al ver cómo Katherine cae de rodillas abatida, aunque no entiende el porqué, Mike trata de llamarla, pero la inglesa no reacciona, no contesta. Es como si no escuchara. Después, la intervención de Hikari hace que se giré hacia él - ¿De qué estás hablando? ¿Quién es Lety? No es de los nuestros. Deberías enfocarte en esta lucha. Podemos morir - y con esto, una idea se le vino a la cabeza. Se quitó la camisa y de repente, los enormes músculos de Heracles se reflejaron en el lánguido cuerpo de Mike mientras empezaba a posar como fisicoculturista. El sol de aquel lugar reflejaba en sus hermosos músculos, haciendo que incluso los enemigos se vieran distraídos por esta acción.

De repente, una enorme ventisca empezó a rodear el cuerpo de Katherine, quien yacía de rodillas en estado catatónico. Llegó al punto de ser tan fuerte que la arena a su alrededor la cubría, haciendo imposible acercársele y ver lo que estaba pasando dentro de ese vórtice de viento. Poco después, una sombra negra se movió a gran velocidad, aprovechando la distracción de la einar que antes atacaba a Katherine - ¡Triple golpe oscuro! - mientras un sable de oscuridad le hacía daño. La einar, distraída como estaba, no pudo defenderse, recibiendo grandes heridas de parte de quien recién había llegado. Aquella no era otra que Irisu. Tras aterrizar y sonreírte, se arroja hacia la einar, repitiendo el mismo ataque dos veces más. La einar gritaba de dolor mientras caía sobre su propio charco de sangre, inerte en el suelo.

La distracción fue tan efectiva que ni Yami ni su sirviente pudieron dejar de mirar lo que Mike hacía. ¡Y es que cómo no! Su cuerpo esculpido era perfecto. Mas hubo alguien que no cayó presa de ese espectáculo, y esa fue Storm Angel, quien alzó su mano de nuevo hacia Hikari para atacarle, desatando una tormenta que el chico no evitó. Hikari estaba en su límite. Si no hacía algo, estaría en problemas.

- ¿Qué le sucedió a Katherine? A Aimi le pasó algo parecido y lo último que supe es que se fue corriendo. Salí a buscarla, pero llegué aquí -.

Tal vez con Irisu allí, la batalla se igualaría un poco.

Tu madre se sorprendió ante el abrazo, pero su sorpresa solo duró un segundo mientras te devolvía el abrazo con delicadeza y con amor. Acarició tu cabello con delicadeza, como si consolara a una niña pequeña - Llora cuanto necesites, cariño. Está bien. Yo estoy contigo - su voz era una suave caricia al viento. Sabía que hablar demasiado fuerte podría romper la intimidad de tu confesión, así que solo se dedicó a eso.

Apenas le preguntaste eso, se detuvo un momento para luego reír suavemente - ¿Pero qué dices? Acabas de llegar. ¿Lo olvidaste? - claro... Habías regresado a la Tierra a ver a tu madre. Era lógico. ¿Cómo pudiste olvidarlo? Ella te llamó y tú viniste.

Apenas se te ahogaban las palabras, ella dijo - Lo sé, cariño. Por eso te llamé para que vinieras. Te dije que estaría contigo y lo estaré. ¿Quieres la fuerza para vengar a tu hermano, Katherine? - y por el tono de voz que usaba sonaba extrañamente natural... Como si esa fuera una pregunta de rutina para ella. Seguía sonriendo y no se apartaría de ti si tú no lo hacías de ella -. No puedo luchar a tu lado, pero puedo darte la fuerza. ¿Sabes? Aimi vino hace poco y ahora está tratando de salvar a Mamoru y a Jaycee. ¿Quieres ayudarla? -.

Caliope se interponía entre su rival y él, y Jaycee de algún modo suspiró entre aliviado y preocupado, siempre había querido que Paradox tomara un camino recto... Habría querido rehabilitarla, pero era imposible no tenía las capacidades necesarias para eso.

Miró a Titiritera, dudaba que Caliope le permitiera intervenir y en parte era mejor así, puesto que él era incapaz de atacarla y a duras penas le había golpeado una vez y quizás por accidente.

Pero ahora iba contra otro oponente, y contra éste sus tareas no tardaron en aparecer... Más allá de ello, incluso sus ojos se volvieron rojos por un instante, y parecía que algo quedaba claro, no podía haber golpeado demasiado seriamente a una chica que creía ver cómo a una víctima, Jaycee habría querido poder proteger a aquella muchacha y hacerle ver un mundo mejor.

- ¿Te ayudo? - dijo lanzándose contra titiritera pasando al lado de Mamoru. Sus garras eran muy diferentes ahora, estaban imbuidas de un brillo semiopaco negro y rojizo, lleno de ira o quizás de frustración, no aparentaba ir a controlarse en este caso más los impactos aparentaban drásticos. Además parecía más atento ahora, ¿Sería por cambiar de rival tan solo? ¿O por las palabras de Caliope?

Más allá de las distracciones, mis poderes parecían no funcionar allí. Pero era una guerrera y eso no me iba a detener.

-Si no puedo utilizar el poder del agua, entonces utilizaré la fuerza bruta -dije mientra me abalanzaba contra Storm Angel. Pero aún así, la pelea no iba a ser tan fácil. Afortunadamente, Irisu llegó de repente- Qué bueno que estés aquí -le dije al verla llegar-, nuestra situación es delicada.

El consuelo de su madre le agradaba, se sentía indefensa y sufriendo por lo que pasó con su hermano y prefería estar así a situarse en medio de la batalla sin saber si podría salir bien parada o con la posibilidad de que perder a otros amigos y compañeros. Cuando aceptó sus poderes de nuevo sabía que la lucha sería difícil, pero no quería contemplar la posibilidad de que alguien muriese y menos su hermano, y ahora que eso se había hecho realidad su corazón dolía a otros niveles insospechados.

Entonces recordó que su mamá le había hablado y por eso estaba ahí. ¿Lo habría olvidado por el calor de la batalla y la noticia de Edward? Era muy probable, a veces la mente hacía olvidar cosa para proteger la psique y que no se dañara más, y por lo mismo, aunque no recordaba cómo salió de ese sitio donde estaban atrapados y llegó exactamente a casa, no le dio mucha importancia porque lo importante era que atendió el llamado de su mamá.

-¿Vengarme?-preguntó, abriendo sus ojos azules mientras veía a la mujer sin dudar de lo que le ofrecía-. Pero... mamá...-se limpió la cara, aún lloraba por lo sucedido-. ¿Cómo... cómo sabes lo... que está pasando? ¿Cuándo... supiste que mi hermano y yo.. y Aimi, y Mamoru y...?-no quiso pronunciar el nombre de Jaycee, lo cual omitió con un suspiro-. ¿... que no somos...?

No pudo terminar la pregunta, el llanto le impedía mantener una buena conversación y la respiración era igual de complicada para serenarse. Aún así quiso seguir con otra interrogante.

-¿Cómo... cómo es que Aimi vino y regresó tan rápido? Pensé que la pelea había acabado...-Katherine aún veía a su madre, esperanzada con alguna respuesta a la vez que pensaba en esa oferta de que se vengara-... Y... mamá... Edward... ya no... ¿Por qué... por qué no estás llorando? Era.... es... tu hijo.

Ante tu desconcierto por su ofrecimiento, tu madre no se alteró siquiera. Seguía con esa sonrisa amable, buscando solo consolar a su hija. De hecho, parecía que tu desconcierto le resultaba algo normal. Acarició tu cabeza sin perder la expresión que quiere expresar calma para luego decirte - Una madre siempre sabe, cariño. Además, Ed es peor que tú en ocultar secretos, ¿verdad? - sonrió -. Pero también es de una madre saber respetar las decisiones de sus hijos, así que si no querían decirme nada es por algo - y cuando preguntaste por la velocidad de Aimi, sí se vio un poco desconcertada.

- Bueno... El tiempo no transcurre igual en todas partes, así que lo que para ti pueden ser segundos, allá pueden ser horas. Y no tengo que recordarte lo veloz que es Aimi. Además... - su expresión se volvió en una un poco triste - la pobre chica no pudo sobrellevar el dolor. Su determinación fue rápida. ¿Acaso... no quieres vengarlo? - te miró con ojos tristes.

- Te lo dije. No puedo luchar, pero eso no quiere decir que no te pueda dar la poca fuerza que tengo en tu favor en la batalla. Podré protegerte de la nefasta magia de ese lugar y si luchas, es como si yo estuviera llevándote de la mano - tomó tu mano -. ¿No quieres mi ayuda, cariño? ¿No confías en mí? - y sus ojos se humedecieron.

Con Calíope allí, al menos ahora los números se igualaban, pero la oscuridad en la chica era cada vez más fuerte. Sin embargo, seguía ayudándoles en la batalla. Mamoru pudo centrarse en su rival en esta ocasión, concentrándose para invocar sus llamas. Estas llenaron sus puños, pero apenas se lanzó hacia su rival, solo fue otra sombra la que desapareció. Las copias de Titiritera chocaron los puños y dirigieron sus enormes manos empuñadas atacó al rubio. Mamoru estaba listo y las llamas que caracterizaban su poder lo rodearon en una burbuja para protegerlo del ataque, haciendo que Titiritera tuviera que retroceder para no ser afectada por estas. Esto le dio una apertura que otro dragón aprovecharía. Jaycee, ya cambiando a un rival que no dudaría en enfrentar, sus uñas se tornaron en unas garras enormes, brillando de un color carmesí que se entremezclaba con negro. Sus ojos se tornaron fieros y fuertes, su mirada en su objetivo y con una velocidad que podría llegar desde el impulso de sus alas, llegó con una sombra. Chocó con esta y atravesó justo donde estaba el corazón del tétrico muñeco. Sus garras ahora teñidas de sangre se movían al ritmo del corazón de la titánide que luchaba por respirar. Las copias desaparecieron mientras quedaba solo esa que el dragón atravesaba. El peluche gigante dejó de moverse mientras caía hacia atrás después que Jaycee retirara sus enormes manos. El pelinegro absorbía la sangre de Titiritera mientras sus heridas parecían curarse parcialmente. El peluche fue regresando a su tamaño normal mientras la figura de Titiritera se revelaba otra vez. Temblaba luchando por un último aliento y con una última mirada de odio a los dos dragones, se deshizo un orbes de luz.

Una menos, faltaba otra. Y de hecho, la fuerza abrasadora de Calíope no estaría en tanta ventaja. La rubia intentó invocar su poder, pero este le falló y en cambio, Paradox le dio un espadazo que hizo que la rubia saliera volando por el cielo para caer pesadamente. La chica parecía dispuesta a repetir lo que ya había hecho antes con Jaycee, pero Mamoru, listo para otro ataque, se lanzó para interceptar a Paradox, golpeando su rostro con su puño embuído en llamas y sintiendo el sonido de la piel de la pelirroja crujir al quemarse. Ella rodó por el suelo debido al puñetazo y se puso de pie con una expresión rabiosa - ¡Idiota! ¡Quemaste mi rostro! ¡Pagarás por esto! -. La pequeña distracción fue lo que Calíope necesitaba para concentrar su poder. Giró sus manos dibujando un círculo que se materializó en forma de luz detrás de ella y abriendo lo que parecía un portal. Mamoru había sufrido este ataque en carne propia una vez. La rubia gritó con fuerza y Paradox trató de contrarrestar esto, llegar a su rival antes que lo disparara, pero fue muy tarde - ¡Puerta del juicio! - gritó la rubia mientras ese devastador rayo de luz salió disparado hacia quien todos llamaban Leticia. La chica gritaba de dolor mientras el rayo la arrastraba con este hasta perderse en el infinito. Su existencia se redujo a nada en cuestión de segundos gracias al potente ataque. Calíope era tal vez tan poderosa como Ephorus.

El combate parecía haber terminado. No había sido fácil, pero habían sobrevivido, aunque perdiendo a Ephorus en el proceso. Una luz extraña tiñó el lugar mientras el cielo se oscurecía de repente y lo que parecía un portal mágico apareció a unos cuantos metros de donde estaban todos.

Mientras se acercaba, la reina sonreía, mas cuando frenaste tu avance de repente, alzó una ceja y se puso de pie. Su figura era imponente, medía un poco más de tres metros y su figura era tal cual la recordabas. Esbelta, fría y hermosa. Extendió sus enormes alas mientras le disparabas y su sonrisa se borró solo un segundo. Estabas seguro que los dos ataques le habían dado. El primero, lo recibió en el pecho sin siquiera mostrar una pizca de dolor. El segundo lo recibió con su mano vacía y viste cómo esta echaba humo.

- ¿Acaso ya me olvidaste? ¿Tanto tiempo ha pasado que eres incapaz de reconocerme? Yo te di ese pendiente. ¿Por qué se activaría estando conmigo si yo no lo quiero? Después de todo, lo uso para saber dónde estás – sonrió confiada.

Las plumas de sus alas se alzaron y te dispararon una gran cantidad de plumas, rodeándote como si de un torbellino se tratara. Tu visibilidad quedó reducida a nada por la velocidad y la cantidad de las plumas. Cuando la tormenta se disipó, ella estaba a escasos centímetros de tu rostro.

- Me traicionaste – y una onda expansiva te envió lejos. Rodaste tal vez un poco y aunque había dolor, era ligeramente leve en comparación con lo que pudo haber sido un golpe de la verdadera Reina oscura -. Y todo por la Sacerdotisa dragón. ¿Tan frágil fue tu convicción? – su tono era calmo, sin siquiera alterarse un poco. El último ataque ni siquiera lo evitó. Lo recibió plenamente, rodando por el suelo.

- Si no soy quien ves, ¿quién soy? -.

Di un paso al ver el huracán acercándome a Haruka y Hook. No sabía qué estaba ocurriendo, pero claramente no era bueno. El rastro de vegetación marchita que dejaba tras de sí no auguraba nada bueno. Entonces, nos vimos arrojados hacia atrás al explotar el huracán y nos encontramos en presencia de dos esferas de alquitrán.

- Nunca había visto nada como esto - dije intentando distinguir algo dentro.

No tardé mucho en averiguar qué escondían aquellas oscuras esferas al adoptar unas formas humanoides. Sentí la energía oscura que emanaban aquellos einars y entrecerré los ojos. Colocándome frente a Haruka y Hook, los miré desafiante.

- ¿Quienes sois? - traté de ganar algo de tiempo mientras trataba de encontrar una solución.

De pronto, mis ojos se llenaron de ira y, sin previo aviso, ataqué.

El odio dentro de Mamoru era mucho. Como tal, solo quería descargarlo sobre alguien. Entre ceja y ceja tenía metida a Titiritera. Era tan estúpidamente molesta. Y además, en un momento así... Mamoru solo quería que cerrara la boca de una vez por todas, aun si él tenía que cerrársela para siempre. Y precisamente ir a por todas y terminar golpeando una de las copias... solo hizo que Mamoru bramase con más fuerza.

En su interior estaba maldiciendo muy fuertemente a Titiritera, al mismo tiempo en que activaba su defensa. Aunque lo que pasaría inmediatamente después de eso sería la clave para vencer a aquella rival tan astuta, a Mamoru le sentó fatal ver quién se ofrecía a ayudarlo, pasándole por un lado y haciendo ver fácil algo que Mamoru no había podido conseguir en un buen rato. El rubio apretó los puños con mucha fuerza, clavándose las uñas en la piel.

Al ver a Titiritera sufriendo, Mamoru sintió pena, pero solo por no haberle dado el golpe final él. Por lo mismo, cuando la chica desapareció entre orbes de luz, Mamoru sintió pena, pero no por ella. Sintió pena por no haberse manchado las manos con su sangre. ¿Qué estaba pasando con él? ¿Quizá la oscuridad en su corazón estaba emergiendo, o simplemente la impotencia por aquello que había pasado con Ephorus lo estaba comiendo? Quizá fuese un poco de ambas cosas. No conforme por el resultado de aquella pelea, volteó a ver a Calíope y Paradox. Sin siquiera pensarlo un momento, se lanzó hacia las dos chicas, tratando de conseguirle tiempo a Calíope. ¿Era eso... o quizá simplemente quería saciar su sed de sangre? 

De una forma u otra, Mamoru asestó el golpe, sintiendo un oscuro gusto al ver los efectos de este. Sin embargo, lejos de estar borracho de tanta malicia, retrocedió rápida y sabiamente, dejando que Calíope hiciese lo suyo. Mamoru mentiría si dijese que no disfrutó ver a Paradox desaparecer de esa forma. No sintió la más mínima pena por el sufrimiento de ella. Con eso acababa el combate.

Poco después, una luz tiñó todo y un portal apareció. Agitando sus manos con fuerza, Mamoru apagó sus llamas, volteándose para mirar a Calíope. No le dijo nada. No había nada que pudiese decir. Sin embargo, sí que tenía algo que decirle a Jaycee.

―Si podías hacerlo, ¿por qué no acabaste con Paradox así de rápido? Iba a matarte. ¿Qué otra razón necesitabas para atacarla en serio? ―y luego de eso, con una expresión ensombrecida, buscó el cadáver de Ephorus... para no encontrárselo― ¿Dónde está... Edward? ¿Su cuerpo salió volando? 

Mamoru se apresuró a correr hacia el lugar en donde se suponía estaba el cuerpo de Ephorus... solo para no encontrar nada. Era de esperarse que estuviese sorprendido; él no había visto cómo la tierra se lo había tragado.

―¿Dónde está? ―desesperado, empezó a mirar hacia todas partes.

Jaycee vio tras acabar con Titiritera, como las esperanzas de rehabilitación de una víctima desaparecían junto a la víctima misma, no iba a llorar su caída dado que le dio oportunidades de sobras, pero... Si suspiró por lo que ya le parecía muy obvio; "otro fracaso a su lista de tantos", querría saber si estaba condenado a fracasar tantas veces, porque no era un sentimiento agradable.

Y allí estaba, Caliope teñida de oscuridad y Mamoru reprochando que no hubiera atacado a alguien a quien habría querido ayudar - los escudos pueden golpear, pero prefieren defender... - dijo con cierta sensación de derrota, además había caído Edward bastante cerca de él... No había hecho las paces con Katherine todavía y ahora caía su hermano. Ja fina capa de hielo cubrió de forma involuntaria su ojo, imperceptible seguramente más allá de aportarle cierto brillo extra, a veces se desean congelar las emociones y esa fina capa traslucida poseía esa capacidad.

Ante ellos aquel portal se abría soberbio, sin dar pista alguna de si era una salida, una entrada, o una trampa, los ojos de Jaycee se centraron en él evaluándolo.

Cogió aire con calma y lo soltó con mayor parsimonia todavía, preparándose para lo que fuera que tocara hacer.

¡Tú me cortaste el cuello!*

Reclamé ante su mención a la traición. Ver cómo mis intentos por dañarla se habían visto reducidos a poco más que magulladuras era algo que me llenaba de frustración. Incluso notar cómo su golpe fue mucho más débil de lo que debía haber sido. Sonreí, extendí la mano para convocar el arma de mi hermana, pero... no apareció.

Todo han sido ilusiones desde que hemos llegado. ¿Por qué debería fiarme de lo que veo?

Me puse en pie, temblando ligeramente. Había rodado por el suelo, la había tenido cerca. Una parte de mí seguía creyendo que lo que veían mis ojos era real, aunque sabía que no era así.

Si me fiase, mi convicción sí sería frágil. Nunca he dejado de amar. Porque no hay nada más poderoso que el amor.

Poco a poco mi cuerpo se envolvió de una energía que me permitía recuperar la mía propia.

Dime tú ¿Quién eres? ¿Y por qué temes a la sacerdotisa?

Entonces lo intenté. Intenté imaginar que aparecía, del mismo modo que podía hacer con las mariposas. Quizá era un sencillo juego de mentes contra mentes. Pero... era incapaz de recordar nada más que un bebé en apuros intentando salvarse en nuestro planeta inicial. Era bastante egoísta por mi parte. Hasta me sentí mal.