Partida Rol por web

Le hipnotizó como una chica de burdel, su voz era el canto de sirena, su piel una promesa de deseo...y cuando los sentidos de él estuvieran saturados, confundidos y distraídos, le golpearía en la entrepierna con ambos pies, ayudándose con la cama para no caer al suelo y, mucho menos, perder los pantalones.

 Era difícil saber si Ossandrei utilizaba la amenaza de sometimiento para lograr la información, o viceversa. En cualquier caso, parecía un experto en ambas lides.

La maniobra de Rowen fue sorpresiva. Surgió una fuerza inusitada de algún repliegue oculto de su existencia. Mientras Ossandrei se retorcía de dolor, completamente doblado hacia adelante, y su amenazadora daga caía al frío suelo de piedra, haciendo resonar con estrépito el eco del metal en aquella mazmorra, Rowen creyó ver, durante un instante sólo, una figura quieta en un rincón de la habitación: un guerrero de duros rasgos orientales mirándola fijamente, con bigotes crecidos pronunciadamente hacia abajo, enfundado en una armadura ceremonial y un recargado yelmo, todo él aureolado por un fulgor verdoso, apenas perceptible. La aparición no duró más que un segundo, después se difuminó entre las sombras de aquella miserable habitación.

Sin tiempo para procesar lo que acababa de ver, la maga dúnadan se incorporó con presteza de aquel maloliente jergón, y con sus manos atadas en la espalda tanteó el picaporte de la puerta para salir de allí, aunque sólo sirviera para retrasar un instante su destino, si es lo que estaba reservado para ella.

- ¡Ossandrei! - le gritó enfurecido, mientras pateaba los barrotes - Cobarde miserable... ¡Si fueras un hombre, la dejarías y te enfrentarías!¡Pero siempre serás un segundo... de todos! - el enano tomó aire - ¡Ven aquí!

Mientras tanto, Öter se revolvía con impaciencia en aquella jaula ceñida a su cuerpo, demasiado estrecha para las hechuras de un enano. Su mente enana no estaba preparada para anticipar el sufrimiento de la previsible tortura a base de fuego que se avecinaba, así que no podía sentir miedo. Sólo sentía rabia, una rabia infinita por no poder mediar en la monstruosidad que estaba a punto de perpetrarse en la celda del carcelero. Por ello suspiró con atropellada esperanza cuando escuchó el estruendo de la daga contra el suelo y vio la puerta de la celda del carcelero abrirse precipitadamente y a la maga salir deslizándose todo lo rápido que su situación le permitía. 

De esa manera, Rowen se movió hacia la entrada del calabozo, a los pies de la escalera que subía a los niveles superiores de la torre. Pero en medio de su huida vio que algo iba mal: sin el sostén de su cinturón, los pantalones de piel girada que hasta ahora llevaba precariamente en su sitio, cayeron del todo a la altura de sus tobillos y eso hizo trastabillar a la dúnadan y darse de bruces contra el suelo. En esa posición pudo ver a Ossandrei emerger de la celda del carcelero empuñando sádicamente la daga y aproximándose con velocidad hacia ella.

- ¡Deténte, Ossandrei! - de pronto, una voz profunda y autoritaria tronó desde arriba de las escaleras.

Ruby entro en la sala y se coloco junto a la elfa apoyando con su presencia a su compañera pero dejando que ella hablara. Solo de vez en cuando asentía con la cabeza y emitía alguna afirmación o corroboraba con una palabra la narración de su compañera. Estaba algo nervioso por encontrarse ante la presencia de Meneldir pero esperaba que confiara en su palabra apoyada por las pruebas. Sin lugar a dudas contar con la presencia de sus compatriotas era un buen augurio.

–Comprendo que le invada la duda, mi señor, y la desconfianza hacia nosotros. Créame que también nosotros padecemos de esos miedos. Pero le suplico que vayamos al punto de encuentro acordado con los exploradores ya. Si hay algo que podamos hacer para por lo menos mitigar sus dudas, por favor háganoslo saber. 

Se hizo un denso silencio en la estancia de Meneldir. Las palabras de Mithgannel, por lo grave de su naturaleza, se quedaron unos instantes flotando en los oídos de todos los presentes.

En aquel preciso momento de suspense, Mithgannel creyó ver, durante un instante sólo, una figura quieta en un rincón del aposento, al otro lado del arco que llevaba a la habitación: un guerrero de duros rasgos orientales mirándola fijamente, con bigotes crecidos pronunciadamente hacia abajo, enfundado en una armadura ceremonial y un recargado yelmo, todo él aureolado por un fulgor verdoso, apenas perceptible. La aparición no duró más que un segundo, después se difuminó en los rayos de sol de aquella luminosa mañana.

Meneldir pareció dar cierta verosimilitud a las palabras de la elfa, o al menos así lo indicaban las preguntas, al principio cautelosas que dirigió a continuación. Poco a poco, Mithgannel fue dando más detalles de la situación: uno de ellos fue la referencia al apresamiento de Mut, el tercer explorador hobbit, que había instigado Ossandrei tal como habían escuchado en la casa en las afueras. Ésta revelación provocó revuelo entre Bit y Zoz, que a duras penas fueron capaces de reprimir sus emociones por el criminal trato recibido por su compañero y amigo. Bradoc y Ruby se unieron también a las explicaciones sobre los últimos avatares: el modo cómo Ossandrei había utilizado a Ham Arroyuelo, posadero de "El Descanso Real" para investigarles, la pavorosa presencia de la bestia alada y el ataque sufrido por Bradoc, etc.

Sin embargo, hubo información que no se reveló a Meneldir, por el momento: todo lo relativo al parentesco entre Mithgannel, Bradoc y la figura encapuchada, la detallada información sobre los túmulos que figuraba en el libro de Öter, la ayuda de Aranuir. Todo eso, si se terciaba, podría ser explicado más adelante. Pero ahora lo primordial era encontrar a Ossandrei y detenerle. Así es como los héroes instigaron de nuevo a Meneldir, crecidos por el interés que su historia estaba suscitando en el capitán. 

- Está bien - dijo finalmente, con rostro muy serio - Vamos.

Toda la comitiva se dirigió por el pasillo y escaleras abajo hacia la entrada principal de los barracones, que era en realidad el punto de encuentro convenido para la reunión con los hobbits. Nadie se encontraba allí, aparte de los guardias de la entrada.

Pero cerca de allí, Meneldir se dirigió a un guardia que llevaba otras vestimentas. Bit susurró a los aventureros, mientras el capitán se acercaba a él: - Es el carcelero, pero...¿qué hace fuera de su puesto? 

Meneldir y el carcelero intercambiaron unas rápidas palabras y luego Meneldir hizo un gesto apresurado para que todos le siguieran: - ¡Guardias, conmigo! - ordenó, y otros dos guardias del interior del barracón se unieron a la comitiva, esgrimiendo sus armas.

Entrando por una discreta puerta en la muralla, bajaron varios niveles por unas empinadas escaleras. Se dirigían a los calabozos de Bree, según les dijo Zoz. Cuando por fin llegaron, desde lo alto del último tramo de la escalera todos pudieron ver una escena dantesca:

Abajo, en la pieza central del calabozo, Rowen yacía de espaldas en el suelo, con las piernas al desnudo y mirando aterrada en dirección al fondo de la mazmorra. Allí, a unos escasos 10 metros, un renqueante Ossandrei blandía una afilada daga, empuñándola amenazadoramente mientras se aproximaba a la maga.

- ¡Detente, Ossandrei! - bramó Meneldir desde lo alto de la escalera. 

Gracias a las explicaciones de Mith conseguimos convencer a Meneldir de que su escudero es un traidor. Parece convencido y le seguimos hasta los calabozos de Bree. Cuando llegamos hasta allí nos encontramos al bastardo de Ossandrei y a Rowen en el suelo. Como ella misma había predicho Oter podría encontrarse con problemas, pero donde estaba el enano.

Ruby saco su honda y se preparo para lanzar contra el traidor en el caso de que no atendiera las ordenes de su superior. Mientras hacia esta maniobra comprobó su daga para tenerla a mano si era necesaria sacarla. Aunque Meneldir parecía de su parte no era de fiar.

Tenía la oportunidad de vengar a su primo como le había pedido el tío Ramaviva y no iba dejar pasar esa oportunidad. Estaba en guardia preparado para lanzar contra el traidor.

Había hundido la virilidad de aquel hombre en lo más profundo de su ser, junto con sus fantasias de dominación y sus instintos de cerdos. Antes de echar a correr tuvo unos momentos de lucidez, pateó la daga debajo de la cama y, mientras tanteaba el picaporte con sus manos atadas, escupió al hombre. Un gesto nada propio de una digna hechicera, pero no iba a gastar más saliva que aquella con un cerdo de tal calado. La puerta se abrió y ella salió corriendo sin mirar atrás. Se prometió que volvería a por Öter. Incluso esos guardias de cabeza cuadrada tendrían que escucharla, y socorrerla, cuando vieran lo que Ossandreí había pretendido hacerle. ¿O no? ¿Tenía él más amigos en aquel lugar? Debía arriesgarse porque atada y sola, no tenía muchas más opciones. —¡Volveré Öter! —gritó a los pasillos, jadeando y casi sin aliento. Volvería, o moriría intentándolo. El corazón le ardía en el pecho. Escuchó los pasos del traidor, tras ella. Las escaleras, su salvación. Y entonces...se le cayeron los pantalones. Se dio un buen golpe contra el suelo y su fuga quedó truncada momentaneamente. "La gran conjuradora Rowan, asesinada por una daga en la espalda mientras se subía los pantalones". Aquello era tan hilarante que no sabía si tenía ganas de reir o de llorar. Tuvo un momento de fría calma, recordó el guerrero misterioso que había visto en la celda. Mucho se temía que ya no llegaría a saber si había perdido la cabeza o si las piezas del esterlinga la habían marcado como una maldición. En cualquier caso, recuperó la compostura. La escalera estaba allí. Escuchó una voz, ¿Amigo o enemigo? Poco importaba, no podía ser peor que aquel cerdo. Tardó una miléisma de segundos en dilucidar cual era la mejor opción; si subirse los pantalones o quitárselos usando los pies. Una vez libre de su atadura, prosiguió su escalada hacia la libertad. —¡Por favor, ayuda!

Mith se sobresaltó al ver la escena. Esperaba haber llegado a tiempo para socorrer a Rowen y que el enano se encontrara bien.

De forma silenciosa acomodó una flecha en el arco y tensó sus miembros para disparar de verlo necesario. Se limitó a bajar despacio y buscar el espacio necesario para atacar. Y aguardó las indicaciones del capitán o de un movimiento brusco del traidor.

La fortuna estaba de su lado, o eso pensó Bradoc cuando las palabras de Mithgannel consiguieron convencer a Meneldir de la traición de su oficial. Pero al descubrir a Ossandrei en los calabozos teniendo presa a Rowen y a punto de atraversala con su daga supo que la suerte que les había acompañado en la estancia del capitán amenazaba con abandonarles.

Y el mensaje de Aranuir volvió a retumbar en su cabeza “protégela con tu vida, si es preciso” a la vez que Bradoc se sorprendía a sí mismo yendo a toda velocidad desenvainando para socorrer a la maga. No sabía cómo era posible que sin llegar a oír esas palabras del propio mago las tuviera tan grabadas a fuego, pero así era y no dudaría en atacar a Ossandrei si mostraba la más mínima señal de acercarse a Rowen. 

LINK AL PLANO TÁCTICO:

Plano de Combate_Asalto_1

Al verse sorprendido de tal manera, Ossandrei detuvo su psicopático gesto amenazador, para mutar a una victimista actitud, aunque las sórdidas circunstancias en que había sido descubierto junto a Rowen y sobre todo, la naturaleza del crimen que se adivinaba, no le iban a ayudar mucho frente a Meneldir.

- Ah! ¿Estáis dando algún crédito a estos forajidos, Meneldir? Son más hábiles de lo que había supuesto, entonces - apuntando con un dedo acusador hacia Rowen, quien ahora hacía esfuerzos por incorporarse a pesar de llevar las manos atadas detrás de su cuerpo - Esta sucia hechicera trató de usar sus malas artes de seducción para intentar desviar mi atención de sus turbios asuntos, ¿es que no lo veis?   

Las palabras de Ossandrei sonaron huecas e impostadas en aquella mazmorra. Durante toda su teatralización, había seguido acercándose a la posición de Rowen, aunque ésta ya había conseguido ponerse en pie y se había colocado a refugio detrás de Bradoc. Meneldir, en primera fila frente a Ossandrei, mantuvo un gesto extremadamente grave, mientras, flanqueado por los dos guardias levantaba una mano para indicarles que estuvieran listos.

- Ossandrei, no voy a volverlo a repetir. Tira el arma y entrégate - dijo Meneldir con autoridad. El rostro de Ossandrei adquirió de nuevo una mal fingida expresión de cordero degollado, mientras, en aquella ubicación frente a Meneldir, a unos tres metros de él, fue agachándose hacia al suelo, depositando lentamente la daga en el suelo.

- Está bien Meneldir. Me entrego - dijo pausadamente mientras se inclinaba - Me entrego a la mayor gloria de tu pequeño reino. Pero, estarás de acuerdo conmigo en que, frente a las grandes corrientes del destino, tu vida y la mía son de lo más insignificante. Tu rey también se dará cuenta de ello, cuando la muerte le tenga cercado y acuda pidiéndote ayuda, pero no obtenga ninguna respuesta. Porque ya llevarás muerto mucho tiempo.

Con un sorpresivo salto, sin haber aún depositado del todo la daga en el suelo, se incorporó y la arrojó como un rayo contra la figura de Meneldir.

Mithgannel se había posicionado bien. Y ahora que su inesperado sobrino había cubierto a la dúnadan, la elfa se encontraba más relajada, observando detenidamente a Ossandrei. Cuando el traidor hizo ademán de atacar al Capitán, la flecha silbó para tratar de detenerlo.

Bradoc llegó a tiempo para interponerse entre Ossandrei y Rowen, que aprovechando la discusión entre el capitán y su oficial ya prácticamente se había alejado del peligro.

— ¿Os encontráis bien? — le pregunta a Rowen sin despegar la mirada de Ossandrei.

En el momento en que Ossandrei lanzó su daga contra el capitán, Bradoc aprovecha ese hueco en su defensa para lanzar un tajo contra él.

El enano sujetó con fuerza los barrotes en un intento inútil de intentar abrir aquella celda. Notaba como a lo largo del pasillo se movían luces y se escuchaban ruidos, pero no podía saber con certeza que estaba pasando allí. Apoyó la cabeza en los barrotes y dejó salir con fuerza el aire por la nariz, resignado. 

- ¡Volveré Öter!

El enano salió de su letargo y miró en dirección al final del pasillo. Aquella voz, aunque se escuchaba débil, le era familiar.

- ¡Señorita Rowen! - dijo sin ninguna respuesta, el corazón le latía con rabia. Una sonrisa se apoderó de él.

Retrocedió un paso y apoyó la espalda contra la pared de la celda, para después dejarse caer lentamente hasta sentarse. Ese "Volveré" era bueno, albergaba esperanza, significaba que había escapado, o eso era lo que quería pensar el enano.

¡Nada, nada, máster! No hay problema, no te preocupes :D me encanta leer la trama así que estoy bastante entretenido. Así que sin problema :)

Cuando el bastardo de Ossandrei lanzo la daga contra el jefe de la guardia Ruby no dudo un segundo y lanzo su ataque contra él. Lanzo el proyectil que ya tenía preparado en su honda. Este primer lanzamiento no fue muy acertado pero rápidamente preparo su honda otro proyectil para un siguiente asalto. 

¿Y quién era aquel heroico príncipe azul que bajaba desde lo más elevado de sus sueños más románticos para interponerse entre ella y su agresor? La luz a su espalda lo había convertido en una sombra; en una figura, una ficha de ajedrez que representaba una torre, una fortaleza. Seguridad. Era fornido y sus cabellos dorados ondeaban allí donde su capucha los dejaba escapar. Arco, espada, un paso firme y seguro, una mirada de acero pero ardiente en su interior. Su corazón, desbocado por el miedo, aceleró más aún, pasando del terror al éxtasis. La figura se colocó delante de ella. Antes de que le hablase le reconoció.
Por su forma de andar, por su aroma, por su porte. Bradoc, susurró para si misma como si fuese una palabra de un poderoso encantamiento. “Han venido, todos ellos” pensó, alegre, casi a punto de llorar. El arco que se tensaba tras ella solo podía ser el de Mith, y casi podía escuchar los pasos cortos del hobbit. El capitán también estaba allí. “Salvada” pensó, aunque ahora mismo solo tenía ojos para un solo hombre allí. Y no era Ossandrei.
—Lo estaré —respondió —. Cuando recupere un poco mi dignidad. Y mis pantalones.
“¡Diablos y diantes! ¡No llevo pantalones!”. Por suerte nadie la miraba. Ossandrei hizo un movimiento ladino y todo se desencadenó. Ella se pondría en pie, no sin antes pasar sus manos atadas por debajo de sus piernas, colocándolas así delante de ella. Eso le daría alguna opción más.