Partida Rol por web

El hobbit escuchó atentamente a los cuatro candidatos escrutando sus palabras y las habilidades que podían ofrecer a aquella expedición. Cuando Öter se acerco a él no pudo reprimir una ligera carcajada, estaba totalmente de acuerdo con su compañero que un bardo errante, por mucho que hubiera visto en su larga vida.

— Mi primer voto es para Leaf, como ya exprese anteriormente confió en la intuición de mi compañera. El segundo candidato todavía tengo algunas dudas.

Miro al resto de candidatos y luego mirando a su primo dijo. El parentesco de Lyham puede ser un problema o una gran ventaja. Quizá lo mas importante era saber si su compromiso sería el suficiente para aquella importante expedición.

— Tu que opinas Mut, ¿conoces a Lyham? Al fin y al cabo los nuevos reclutas te acompañarán a ti. ¿Cuál será la mejor opción para esta expedición, el hijo aquí presente o este croissant de chapa.

Mut no se sentía cómodo de tener que responder a la pregunta tendida por su primo, claramente por la presencia de su superior jerárquico Roywil Galeof, así que respondió con evasivas. Pero era evidente que se conocía con Lyham y es típico de los hobbits aquello de "más vale malo conocido que bueno por conocer". Lo que no significaba que Lyham fuera malo. El muchacho tenía el estigma de tener que demostrar su valía a su padre, por encima de todo, y eso era una de las cosas que al parecer más valoraba Öter, el enano, puesto que le asemejaba a su propia situación e historia familiar en las lejanas Montañas Azules. 

Menos confiaba el enano en el elfo cantor y en aquella misteriosa chica surgida del sótano, que al parecer se traía secretos con Mithgannel, aunque era de esperar que la elfa no habría explicado todo lo que sabía porque tal vez no podía hacerlo allí, en medio de tanta gente. Así que habría que debatirse entre confiar en ella, una vez más, o hacer caso al saber popular enano que previene contra la totalidad de la estirpe élfica.

Alentado por la petición de Mithgannel a mostrar otras habilidades aparte de aquella, indiscutible, del bello canto, Gilthaneth, el elfo de largos y lacios cabellos negros, dio un paso adelante, mientras se descolgaba un bonito arco corto de madera de arce. Se veía que el tal Gilthaneth era más proclive a los hechos que a las palabras. Del zurrón se sacó una lustrosa manzana, la colocó justo encima de la jaula del gorrión y, desde la otra punta de la sala, disparó un certero flechazo que reventó en varios pedazos la fruta. Algunos de los trozos cayeron a través de los barrotes de la jaula, para gran alegría del pajarillo, que empezó a picotearlos sin mayor dilación.

- A ver si nos lo váis a desentrenar con tanta comida a deshoras. Aunque al menos no lo habéis matado...pero, ¿apuntábais al pajarillo o a la manzana? - rió con sorna Meneldir, mientras le guiñaba el ojo al silencioso elfo.

Por su parte, las escasas luces del tal Ormon no daban una proyección demasiado amplio al significado de la palabra "astucia" al que la elfa se había referido como ingrediente esencial para la nueva aventura, pero el ejemplo de Gilthaneth le dio una idea. 

- Tapadme los ojos - dijo Ormon en modo exhortativo - la jovencita dice que puede desarmar a cualquiera cuando cuenta con el factor sorpresa, ¿no es así? Bien, yo os demostraré que no.

Leah aceptó el desafío, Ormon se colocó un pañuelo en los ojos y posteriormente tomó una espada corta en la mano, colocándose en guardia. Léah, demostrando un absoluto sigilo, se fue moviendo alrededor de Ormon en círculos. El fornido hombretón intentaba encararse hacia Léah pero no acertaba ni por asomo. Finalmente, con un ágil movimiento, Léah se colocó detrás de Ormon y tiró rápidamente de sus pantalones, bajándoselos hasta la altura de las rodillas. Maldiciendo, Ormon dejó caer la espada corta en un movimiento reflejo, para volverse a subir los pantalones, rojo de vergüenza. 

Hasta Léah se reía. Le pidió disculpas con la mirada.

- Eso es astucia - dijo Meneldir, entretenido. - Gracias señores, por vuestro interés y vuestras candidaturas. Ahora ya podéis elegir, me parece a mí.

Tras cruzar algunas miradas y susurros con su primo, Ruby había llegado a una conclusión. Ya tenía sus candidatos decididos y no tenía intención de perder mas tiempo. Tenía una fiesta que organizar y la tarde iba avanzando sin remedio. Dio un paso al frente y mirando directamente al capitán Melendir dijo:

— Señor mis candidatos para esta expedición son Léah y Lyham. Aunque podamos tener algún encontronazo desagradable, nuestra expedición es de exploración. Ellos nos ofrecerán las mejores cualidades para nuestra partida.

Dicho esto miro a sus compañeros con aire impaciente. Deseaba zanjar aquel asunto rápidamente. Ya tenía sus cosas lista para abandonar los edificios de la guardia y encaminarse a casa de su tío. En ese instante se giro agílmente hacia el elfo.

— Preparamos una celebración para esta velada. Quizá tus dotes sean adecuadas para esta aventura, ¿Nos acompañará?

- Hmm...- gruñó el enano. Se llevó la mano a la boca con la palma abierta -. Al menos el arco nos podría ser más útil que la música - le susurró al mediano, que asintió lentamente.

El siguiente turno fue para el grandullón de pocas "palabras" y la chica del sótano. En un intento por guardar la dignidad con sus habilidades, el llamado Ormon no solo la perdió, sino que también perdió los pantalones. Para Öter, la elección estaba clara.

- Bueno, mis señores y señoras, si tuviera que confiar en alguno de los presentes, sería en el hijo del señor Galeof y la habilidosa nueva amiga de nuestra querida elfa. No obstante, mi señor, que no sirva de precedente mi rechazo hacia sus habilidades con el arco - dijo refiriéndose al elfo - Si bien en algún momento se requisiera de su ayuda, por mi parte sería bienvenido.

Parecía que la mayoría de los presentes habían hablado, solo quedaban Bradoc y Rowen para dejar cerrado el tema de las nuevas incorporaciones.

Mithgannel aplaudió ante la actuación del elfo, y le concedió una sonrisa de aprobación. Luego se tapó la boca y trató de aguantarse la risa sin éxito, tras el espectáculo de Léah y el señor Ormon.

Sus compañeros de menor estatura poco habían preguntado, parecía que tenían prisa por salir de los barracones y eligieron al beórnida. La sinda miró al enano y gesticuló un "gracias" sin sonido, por haberla también apoyado en la elección de la misteriosa humana. Por su parte, el mestizo y la dúnadan parecían estar dubitativos y expectantes.

Al contrario de lo que pensaba el enano, Mith sentía que de confiar en alguien, ¡quién mejor que un elfo! No era cuestión de racismo. Aún teniendo el fatídico ejemplo de su hermano, que había sido seducido por la sombra, la sinda estaba convencida de que un elfo, en condiciones normales, no se aliaría con las fuerzas oscuras. Además, el tipo había demostrado dotes de combate, y no se podía dudar de los agudos sentidos de los de su raza.

Pero si sus compañeros habían confiado en ella para elegir a la asesina, ella también lo haría con su instinto por elegir al beórnida. El joven guerrero no debería conocer el territorio a explorar debido a las restricciones del propio gobierno, pero siempre era bueno tener un explorador curtido en los viajes por diferentes terrenos.

–Está bien. Antes que nada me gustaría agradecerles a todos por haber tenido la valentía de presentarse y por sus muestras de... desempeño en distintas facultades –dijo mirando a todos los candidatos. Mith no estaba presidiendo el acto, pero sentía la necesidad de hacer ese mínimo gesto por ellos.

–Me guiaré por el olfato de los señores Moss y Öter, y escojo a Léah y Lyham –dijo luego mirando con atención a los elegidos.

En lo que terminaba la selección, la elfa se deslizó gracilmente entre los presentes hasta el enano.

Inclinándose ligeramente hacia abajo murmuró al enano –Öter, ¿cómo quedó finalmente lo de la posada? ¿Cuál es el plan? ¿Quién os acompañará? –.

La joven asíntio con las palabras de Ruby dando a entender que compartía sus votos. En caso de un combate ni ella misma estaba segura de que pudiese aportar alguna ayuda y prefería que pudiesen ocultarse o incluso huir antes que un entrenador directo.

Yo acompañaré a maese Öter — Hablo sin levantar la voz. La duda le había asaltado por tener que madrugar tanto el próximo día. No estaba acostumbrada a beber y aún recordaba el tremendo dolor de cabeza que había tendido la última vez que había bebido en exceso. Estar sentada junto a unos Enanos, en una taberna, casi podría considerarse la antesala de una resaca. Esperaba poder obtener cualquier información lo más rápido posible o el camino se le haría duro, quizás intransitable con el mareo, sudores fríos y posibles temblores de manos por la falta de sueño.
Podemos partir cuando estes listo — Comento a Öter. Era como si en su interior le hubiese entrado las prisas por terminar cuando antes y ganar unas horas de sueño reparador. Una sensación de angustia ante el conocimiento de que no ocurriría algo así. La fornida raza enana no tenía prisas y no tenía parangón en el tiempo que podía dedicar a saciar su sed en una taberna animada y con una cerveza de calidad

- Bueno, pues asunto zanjado - dijo el enano mientras se ajustaba el cinturón. Se acercó Lyham y le puso una mano en el hombro -. Demuestra lo que vales, hijo. 

Tras sus palabras con el hijo de Galeof, se volvió hacia el grupo para planear la aparición de la taberna. Hasta la mañana del día siguiente no partirían y el jaleo de la noche podría servirles para obtener alguna información añadida sobre "los tapones" u otro tipo de asunto.

- Quizás alguien con una buena habilidad para pasar desapercibido podría ser el primero en aparecer por la posada, antes de que comience el espectáculo - dijo mirando al señor Moss -. Tantear el ambiente podría servir de ayuda para ver cuándo y donde tendremos que ubicarnos una vez dentro. Quizás al poco de empezar el espectáculo de la señorita Asianne sería buen momento para que la señorita Rowen y yo entremos, aprovechando que el público tiene los ojos centrados en el escenario - pensó un segundo -. A esa hora, ya debería de haber corrido la cerveza y las ideas seguro que son más abiertas. Sería bueno tener localizado a Grimbrand para ver por dónde se mueve.

Se rascó la cabeza ladeando un poco su yelmo.

- Los demás pueden quedarse algo más retirados o incluso echar un vistazo desde fuera, nunca se sabe qué podría pasar. Dejarnos ver un grupo tan variopinto - dijo sin mirar a nadie - podría ser un error. Ya no por los ciudadanos de Bree, quienes quizás nos reconozcan, sino por los enanos.

Parecía que el asunto de quien les acompañaría en aquella expedición había quedado zanjado. Era momento de disolver aquella reunión y dirigirse cada uno a sus quehaceres. En ese momento Öter abrió otro melón mientras al señor moss se le hacia la boca agua pensando en aquella rica fruta.

— Disculpe señor, pero yo tengo asuntos importantes que atender esta tarde y no creo que pueda acudir a la taberna temprano. Mi intención era acudir a la posada entrada la velada para ver si podría obtener alguna información extra y observar la concurrencia. — Señalando a Bit y Zoz, dijo. — Quizá mis compatriotas aquí presentes me puedan acompañar.

Observaba como el enano le miraba no muy contento porque pusiera por delante la celebración a los oscuros asuntos que les amenazaban. Pero para las costumbres de la Comarca la familia ero lo mas importante y no podía dejar de acudir a aquella celebración. Se acerco a la elfa.

—  Las capacidades de nuestra amiga Mith pueden ser útiles para su empresa. He comprobado sus esplendidas capacidades en la casa del bosque.

Guiño un ojo a su compañera y mirando al resto de hobbit busco la manera de escabullirse de aquella reunión antes de que alguien estropeara sus planes.

La elfa replicó al hobbit con una agradecida sonrisa.

–Yo... si, podría entrar y sentarme en algún rincón donde poder observar a todos los parroquianos. Supongo que el tabernero podrá ayudarme en la ubicación. Aunque probablemente no pase tan desapercibida. Una mujer sola... –dijo Mith y quedó unos momentos en silencio, pensativa.

–¿Tal vez Bradoc me quiera acompañar? O quizás él pueda entrar y yo quedarme fuera, vigilando las entradas y salidas de sospechosos. Vamos yendo en cualquier caso, y por el camino terminamos de concretarlo –concluyó la sinda.

Había pensado anteriormente en la joven Léah. Estaba segura de que la chica haría el trabajo mejor que cualquiera de ellos, pero comprendía que sus compañeros no se fijarán de ella, y el tiempo apremiaba. Además, la gondoriana estaría probablemente cansada por todo el lío en la casa de las afueras, así que desechó la idea de proponerlo y se dispuso a salir de los barracones.

La negativa del señor Moss hizo que el enano frunciera el ceño. No estaba enojado, pero sabía que sus habilidades eran las más adecuadas para ese tipo de situaciones.

- Lo entiendo, señor mediano, lo primero es lo primero - dijo inclinando la cabeza levemente -. Si bien termina con tiempo y puede unirse pronto, sería de gran ayuda - y sonrió. 

–Yo... si, podría entrar y sentarme en algún rincón donde poder observar a todos los parroquianos. Supongo que el tabernero podrá ayudarme en la ubicación. Aunque probablemente no pase tan desapercibida. Una mujer sola...

- Pues decidamos los turnos, si la señorita Mithgannel avanza con Bradoc, Rowen podría esperar dentro. Yo aprovecharía para esperar a que el espectáculo estuviera un poco más animado... ya sabéis - dijo mientras imitaba un gesto de brindis con una jarra. 

- Señores - se despidió de los candidatos -, que tengan buen día.

Después, miró a Meneldir.

- Señor, cualquier nueva, hagánoslo saber. Intentaremos sacar la información a esos enanos.

El ambiente en "El Descanso Real" era sensacional. Músicos con violines, gaitas y guitarras amenizaban la velada haciendo tiempo a que hiciera su aparición la gran Asianne. Lugareños y visitantes se apiñaban en las mesas y las mozas se deslizaban por entre el gentío esquivando todos los obstáculos. Era una gran noche de fiesta.

En un extremo del local, ligeramente elevado por la tarima y permitiéndoles dominar todo el patio de mesas, se encontraba una pequeña mesa con Mithgannel y Bradoc sentados discretamente en ellas. El zalamero dueño, Ham Arroyuelo, les había acompañado personalmente hasta encontrar la mesa que cumpliera las características la elfa y el guerrero habían pedido.

Mientras tanto, desde la puerta, medio oculto por la multitud, un fornido enano se ponía de puntillas para poder ver cómo se desenvolvía la situación en una gran mesa situada en el centro del local. Un animado grupo de enanos llamaba la atención por lo nutrido de los manjares y la profusión de las jarras en su mesa. No era fácil conseguir esa ubicación en una noche como aquella, sin duda se trataba de clientes importantes. Tal como habían quedado con Rowen, la maga se adelantaría e intentaría entablar conversación con los enanos, y Öter haría su aparición cuando lo creyera conveniente. 

Öter pudo ver como la dúnadan cruzaba las primeras palabras con uno de los enanos y cómo éste, con una achispada mirada y un balbuceo de agradable sorpresa le hacía un gesto hacia una de las sillas vacías de la mesa para que la maga tomara asiento. 

En la cabecera de la mesa enana había sin embargo una destacada ausencia. Siete enanos, faltaba uno: Öter no podía ver a Grimbrand entre ellos. Volteó la cabeza y entonces sí pudo ver a su viejo rival en lo alto de la escalera de madera, la que lleva a las habitaciones de la posada. Se disponía a bajar hacia la zona de mesas. 

Gilthaneth, el elfo músico y arquero, declinó cortésmente la descarada invitación de Ruby, indicando que tenía otros asuntos que le reclamaban esa noche. Sin embargo, Bit y Zoz sí aceptaron acompañar a Ruby y a Mut a la cena de capón en casa de su tío Ramaviva. Con una mirada suplicante, los cuatro hobbits consiguieron arrancarle a Meneldir otra moneda para un segundo capón. 

Felices como perdices, pero tomando todo tipo de precauciones para pasar desapercibidos por las calles de Bree, se hicieron con dos ricos capones rellenos de un tamaño espectacular. Con la boca haciéndoseles agua literalmente y con el ánimo por las nubes, llamaron a la puerta del tío Tommy Ramaviva. Una tormenta de emociones a flor de piel se desencadenó cuando el viejo pudo ver a su hijo libre y acompañado de su primo, sus buenos compañeros exploradores y aquellos dos pedazos de carne rellena que emitían un olor irresistible.

- A este paso me vais a matar de un infarto - dijo el viejo entre lágrimas, cuando pudo reponerse mínimamente de la emoción inicial. Pasaron al interior y en un santiamén se organizaron para preparar la mesa, descorchar viejas botellas de vinos de La Comarca reservados para ocasiones especiales, y Ruby hizo los honores cortando las raciones de capón para todos. Realmente eran raciones demasiado grandes para una persona, incluso para la Gente Mayor, pero en aquellos momentos les hubiera faltado una falta de decoro y de respeto a las costumbres hobbits servirlas más pequeñas.

El viejo Ramaviva escuchó con atención al largo relato de lo acontecido, regocijándose especialmente con la caída de Ossandrei, aunque él hubiera deseado que se hubiera utilizado su veneno para verlo morir entre estertores.

- Quédate las dosis, Ruby - dijo el viejo Tommy - por bien seguro lo tendrás que utilizar en el periplo que os queda por vivir. Tened cuidado en Bar-en-Dindol. Una vez tuve que pasar la noche en esa ruinosa torre y, sinceramente, no pegué ojo. Presencias extrañas e invisibles turbaban mi sueño continuamente, sonidos que jamás había escuchado se desplegaban a mi alrededor, rodeándome. No tuve ni siquiera valor para salir de debajo de mis mantas para ver qué ocurría fuera, pero estoy seguro de que algo o alguien estuvo muy cerca de la torre.  

Pero aquellas historias inquietantes del Tío Ramaviva se diluyeron convenientemente en el buen vino hobbit, y en adelante sólo las risas se escucharon en el acogedor comedor.

- ¿Así que vais a continuación a "El Descanso Real"? ¡Por los Valar, vais a salir bien regados esta noche! Vais a necesitar esto - dijo buscando en un cajón de su alacena y mostrándoos un bolsita de cuero - Tomad. Infalible para aguantar la bebida y neutralizar los rigores de la resaca. 

El alboroto la posada se podía escuchar metros antes de llegar a la puerta.

- ¡Parece que han empezado la fiesta sin nosotros! ¡Ha,ha! - dijo el enano contento. Le gustaba este tipo de ambientes -. Señorita Rowen, cuando Grimbrand se acerque a la mesa, entraré en la posada, a un lado, pero busque con la mirada de vez en cuando, me verá. Si consigue algo que sea de ayuda, excúsese con algo que se le ocurra y venga a buscarme. Yo en ese momento saldré fuera de nuevo y podremos hablar tranquilamente unos minutos.

El enano, el último en entrar confiaba en sus compañeros para poder ir recopilando información. Pero sobre todo, en la señorita Rowen, quien sería la que más cerca se situaría. Sus buenas artes y la confianza natural que desprendía tendría que servir para poder cumplir el objetivo.

Öter visualizaba por una de las ventanas laterales el interior de la planta principal. La noche transcurría sin ninguna sorpresa: la actuación estaba llevándose a cabo y los parroquianos bebían alegremente, servidos por el posadero y varias criadas. Mith y Bradoc se colocaron en un ala para no ser el centro de atención y Rowen no se lo pensó mucho cuando vio que lo que menos preocuparía a aquella reunión de enanos sería una buena compañía femenina entre tanta jarra de cerveza.

Pero el enano buscaba a su "compañero", a Grimbrand. No estaba con los demás en el centro de la mesa, pero no debía de andar muy lejos. Los enanos de la mesa central no hacían nada por no llamar la atención y por demostrar que esa noche era especial y de celebración. Eso le tranquilizaba, porque así sería más fácil dialogar con ellos.

Öter frunció el ceño intentando buscar a Grimbrand, pero no hizo falta porque él mismo se dejó ver.

- Ahí estás... - dijo el enano mientras se movía levemente de un lado a otro con la cabeza evitando gente que cruzaba por el salón, para no perderlo de vista.

Viendo que se dirigía hacia las mesas, entró en la posada para controlar un poco más la situación, desde una posición alejada de la mesa central para no llamar la atención.

- Señorita, una buena pinta fría, si es tan amable - le dijo a la posadera que pasaba por su lado, mientras se quitaba el casco y lo dejaba sobre la mesa.

La elfa se encontraba oteando el horizonte de cuerpos que se apiñaban cerca de la zona donde se iba a dar el espectáculo, mientras su flamante sobrino degustaba su cerveza. A ratos miraba a sus otros dos compañeros para ver cómo les iba y cuáles eran sus movimientos. 

Mientras bajaba su jarra tras un pequeño sorbo de su contenido, Mith pudo ver a Öter mirando fijamente en una determinada dirección. Siguió con la vista esa dirección y comprendió que se trataba del enano en cuestión, que bajaba por las escaleras de las habitaciones. 

–Tal vez durante la fiesta podamos investigar la habitación del enano y ver si hay algo sospechoso. Quédate y vigila que esos dos no se metan en un lío. Volveré pronto –dijo la sinda a Bradoc.

Mith se acercó luego a la posición de Öter, y con la excusa de un tropiezo le contó lo que pretendía hacer. Después se dirigió a la barra y buscó al posadero.

–Señor Arroyuelo, necesito su ayuda –dijo Mith, y con un gesto le pidió que se acercara.

Mith levantó los talones y quedando los dos a mitad de camino del tablón de la barra, la sinda prosiguió –Como bien sabrá somos relativos del capitán Meneldir. Bien, no sólo eso sino que estamos en medio de una investigación encubierta, y ahora mismo nos encontramos investigando a ese grupo. ¿Ve a ese enano de ahí? ¿Podría decirme en qué habitación se hospeda? ¿Tendría una segunda llave? –preguntó al renovado colaborador de la Guardia de Bree.

Llegaron a casa del tío y una vez superada la impresión inicial el vino, la comida y las risas fueron los protagonistas de la noche. Sin lugar a dudas el tío estaba contento y aporto buen vino de la comarca a la generosa cena que se habían costeado con los fondos del capitán. Como buena celebración hobbit no faltaron las buenas historias, todos escuchaban con atención a Tommy. Sus largas travesías por los alrededores eran de ayuda para todos los presentes.

— Intentaremos no permanecer mucho tiempo en los alrededores de Bar-en-Dindol. Pero es importante para nuestra misión acercarnos hasta la torre. ¿Conoces algún sitio a tener en cuenta en el camino de los Túmulos? Algún sitio que nos pueda servir de refugio en caso de problemas.

La velada continuaba con alegría y todos se animaron a contar sus aventuras, aunque sin lugar a dudas el mas anciano era el que mas atención atraía de los asistentes. Ruby contó cuando persiguiendo a un tejón de bonito pelaje se encontró con un gran oso pardo que a cuatro patas ya era mas alto que él. No pudo mas que correr para refugiarse en un gran chopo. Desde el árbol fue capaz de acertarle al oso, con una piedra lanzada con su honda, entre los ojos, dejándolo inconsciente.

— Necesitábamos información de ese bastardo, pero esto todavía no ha terminado. Guardaré la dosis del veneno para los traidores que se esconden por la ciudad. Espero no volver a cruzarme con Ossandrei, porque en otra ocasión no tendrá tanta suerte.

Cogió las cuatro dosis que le ofrecía su tío y guardo tres en su zurrón. La otra la mezclo con un poco de agua y se la tomo allí mismo. 

— Esta dosis me será de mucha ayuda esta noche. Parece que la noche promete ser larga y además mañana emprenderemos un largo viaje. Estar sereno es importante para obtener información. Además la bebida siempre suelta algunas lenguas y con estas hierbas podré acompañar alguno de los presentes en la taberna.

Estaba disfrutando mucho de aquella velada, pero llegaba la hora de partir al descanso real. El ambiente estaría ya cargado y era un buen momento para hacer acto de presencia pasando desapercibido. 

— Tío cuídese, la amenaza se cierne sobre Bree y en estos tiempos hay que ser cuidadoso.  

- ¡Ah, mi querido sobrino Ruby! - dijo el viejo Ramaviva respondiendo al hobbit de la Comarca su pregunta sobre posible refugio en el camino a los túmulos - si caes en problemas en estos siniestros parajes y no puedes valerte por tí mismo, más vale que reces por que ande cerca el viejo Tom Bombadil! jajaja. Seriamente, creo que lo más importante en relación a los tumularios, esos espectros moradores bajo los túmulos, es no albergar intenciones egoístas con respecto a los ignotos tesoros que custodian. Para el resto, no existen reglas generales. Pero estáis preparados, mis queridos amigos, simplemente tened los ojos bien abiertos, respetad las guardias nocturnas escrupulosamente, y nunca os confiéis.

Con el final de la cena, se produjeron despedidas afectuosas y sólo Ruby Moss continuó la noche hacia "El Descanso Real". Ya desde fuera se intuía el ambiente alcanzando su plenitud en el interior del local, así como la música que aquellas paredes de madera no podían contener del todo. 

Con su corta estatura, Ruby tuvo problemas para situarse: murallas de Gente Alta se agolpaban en todos los rincones, haciéndole la vida imposible al pobre hobbit. Además, parecía que los músicos teloneros estaban empezando a despedirse para dar paso a la gran Asianne, y todo el mundo se revolvía en su sitio intentando encontrar una mejor posición para ver a la diva. 

Por fin, en un resquicio entre los sudoroso cuerpos de los lugareños, Ruby consiguió vislumbrar a Öter, sentado sólo en una discreta mesa, algo desplazada hacia uno de los extremos del local, cerca de la puerta de entrada. Le acababan de servir una fresquísima jarra de espumante cerveza y miraba con detenimiento hacia el centro de la sala.

La inquisitiva elfa y el guerrero humano encontraron a un posadero sumamente turbado. Sudaba por todos y cada uno de los poros de su grasienta piel y parecía presa de una agitación sin límite. 

- ¿Que le diga a usted donde se alojan los enanos? ¡Oh, Dios mío, qué mala sombra la mía!...pero yo no puedo decirle, no es profesional...pero ¡qué mala sombra la mía! en qué maldito momento les di la zona noble, y ahora de repente me ocurre esto...ya están aquí, ¿y qué hago yo ahora?...maldición! debí reservarla por si acaso, para una eventualidad como ésta, pero, ¿cómo iba yo a saber?

El monólogo desquiciado del posadero se perdió mientras su obeso cuerpo se perdía escurridizamente entre las mesas, perdiéndose en la vorágine del gentío y dejando a Mithgannel con la palabra en la boca.

Poder conquistar una solitaria mesa en un lugar discreto de la sala fue el primer gran alivio para Öter; poderse quitar el yelmo y reposarlo sobre la mesa fue el segundo; el tercero llegó cuando la moza le trajo una jarra desbordante de espumosa cerveza. Pero aún habría hueco para más agradables sorpresas. Pues entre la algarabía de cuerpos pudo distinguir uno, menudo y nervioso, que se abría paso entre la Gente Grande, como sin duda hubiera dicho aquel sagaz personaje: ¡Ruby Moss! Se encontraba ya tan sólo a un metro de su posición, y habían logrado hacer contacto visual. 

Sin embargo Öter no perdía detalle de Grimbrand. A veces, su corta estatura y el movimiento del gentío, que ahora empezaban a apiñarse hacia el escenario - dado que la actuación de la banda telonera parecía estar llegando a su fin para dar paso a "la gran diva de Harad, la faraona, la inefable Asianne"  - le hacían a veces perderlo de vista, para volver a aparecer unos metros más allá. Un enano siguiendo a otro enano en medio de un mar de Gente Grande, todo un desafío. Pero le parecía a Öter que su viejo rival no estaba siguiendo el camino más corto ni el más directo hacia su mesa de compatriotas, sino que más bien parecía distraerse en medio del gentío, volteando la cabeza de un lado a otro, buscando algo o a alguien. 

Con el rabillo del ojo, de vez en cuando miraba a Rowen para ver cómo evolucionaba su conversación con los enanos de la mesa central. Habían quedado en que Rowen podía buscar al enano con la mirada y le vería, si fuera necesario se levantaría con una excusa para ir hacia él, o bien le haría una seña para que se aproximase el enano. Pero de momento la maga parecía estar aún rompiendo la capa de hielo con aquellos tapones, capa que se derretía poco a poco al fluir de los licores y la calidez de la música.