Partida Rol por web

Et hallábanse sendos bandidos en pendencia cercana, mano a mano, cosa que gustaba a ambos...

6 en la cabeza x2 12 menos su protección. secuela 8, pierde un ojo.

ataque 2 fracaso, se ve que me apiadé de él.

Intentó el bandido acercárse peligrosamente a Tancredo, más aquel movimiento fue su sentencia de muerte. Tropesóse con una raiz que sobresalía cual mano de la parca haciéndole caer a los pies del Bandido-alguacil. Non tardó aqueste en propinarle profundo tajo en la cara faziéndole perder un ojo...

...Entre alaridos et rezos, pidió el recién tuerto clemencia...

Intento Inmovilizar a B2*

Complacido por lo oido, Tancredo se dispone a desarmar y a cachear al bandido. Obviamente se quedará con los objetos de valor Y armas que encuentre, pues no en vano ha sido el su pellejo el que ha corrido peligro.

Si en verdad estimais la vuestra vida, clemencia os daré, pero manteneos quieto mientras os desarmo et registro.

Aqueste soltó presto su arma, et con ambas manos taponaba como podía el agujero en el que antes estaba su ojo. Apenas podía contener la sangre que brotaba de la cuenca... Poca resistencia opondría aqueste, pues era como si non estuviera allí, sólo parecía prestar atención a su ojo mientras Tancredo registrábale. Como muerto en vida caminaba en la dirección que marcábale el bandido de Medina del Campo...

Me guardo los 13 maravedies con el bolsillo, y el cuchillo. La armadura y las ropas que las lleve puestas, tambien la talega.

Nos ponemos en camino, en direccion a mis compis de aventura. él marcha primero, y yo detras bracamante en mano.

Pelayo estaba exausto, y rodilla en suelo y bracamante en mano, decidiose a avanzar un poco, torpemente debido a sus heridas, e intentar acercarse a la zona de la lucha, para mirar de cerca y de frente a sus enemigos, mientras recordaba los sucesos acontecidos desde que de Burgos partiera, intentando hallar en aquellos desconocidos una cara reconocible.

La bestia de Pelayo demostró serlo. Saltó sobre el primero de aquellos bandidos et partióle el cuello en potente dentellada. La sangre manaba de aquella ferida a borbotones, et antes de que el otro bandido pudiera tan si quiera reaccionar, Becerrillo abalanzóse sobre él. Su feroz mandíbula fizo estragos en aquel hombre, más cuando aqueste perdió el conocimiento, el alano le dejó con vida para acercarse al Cortalenguas, quien trás un triste resbalón, encontrábase tumbado en el suelo viendo aquella placentera escena dominada por vísceras et sangre. El fiel can que agora lamíale las feridas al tumbado enmascarado, habíale salvado a buen seguro de varias dolorosas puñaladas.

Pelayo acercábase a ambos a paso lento et tambaleante. Veíasele bastante maltrecho. Cojeaba et tenía un feo corte en el pecho. No estaba en su mejor momento el escriba...

...Poco después de que hubieren recuperado el aliento oyeronse cascos de caballos. Era Hernando, galopaba tras el líder de los bandidos. No tardaría en darle alcance.

Levantéme lentamentemente, intentando evitar los lametazos del bueno de Becerrillo, que indudablemente, habíame salvado la vida, o lo que es más, había evitado más cuchilladas y agujeros en mi cuerpo. Ahora mismo no sabía dónde me habían clavado qué, o cuál de los dos había sido. Estaba exhausto. Notaba que no era el mismo que una vez fui; aquel saltaba de tejado en tejado, viendo desde las alturas a aquellos a los que a punto de asaltar estaba, cayendo desde arriba. Los oxidados barrotes me habían corroído por dentro, y por dentro andaba corroído, como un barrote oxidado. Sin duda que ya no podía cazar como hacía antes, más si podía hacer lo que me era propio...

Saqué el cuchillo oculto en el dobladillo de mi bota, y me fui contra los dos caídos. Me agaché, y noté que Becerrillo me miraba como intrigado. Les cogí de la cabellera, les bajé el maxilar y le introduje el filo a ambos en su boca. Fue entonces cuando apreté (aunque no más que la dentellada salvadora del can) y les cercené las lenguas a esos dos desgraciados... Crucé la mirada una vez más con el perro, mas no sé si entendió lo que yo hacía. Para mí aquello era un trofeo, una demostración de que aún estaba, aunque condenado sin remedio a recibir a la Parca no dentro de mucho, vivo. Y miré las lenguas, y tal que Becerrillo me salvó la vida. se las lancé al terreno, aún sangrantes, regalándoselas por si comerlas quisiera, que él era quien se las había ganado...

Cogí mi hacha presto y luego me dirigí a las mujeres que yacían tumbadas, comprobando si, por alguna ínfima casualidad, alguna de ellas aún era viva...

Acercose Pelayo a junto el cortalenguas et dejole terminar su ritual, que por algo tenía el apodo que tenía, et tras terminar este,dedicose a examinar los cuerpos en busca de algo que pudiese identificarlos, un anillo, un blasón, una marca...cualquier cosa.

Tras hacer esto sentose, al lado de los asaltados, et llamó a Becerrilo, e dedicose el escriba a acariciarlo et premiarlo por su buen trabajo. Miró al de Burgos et díjole, refiriéndose al Alano:

-Buen animal, et mejor compañero aqueste, verdad?

Necesitaba centrar su atención en otra cosa, que no fuera su herida en el pecho, al menos hasta que llegasen los demás.

Asentía a Pelayo mientras le miraba, a través de mi máscara, la herida que le asomaba en forma de manchas y filtraciones a la altura del pecho. No sé si parecía demasiado grave, más el escriba estaba en pie, y a poco más que eso non importaba. Dejé que saqueara los cuerpos de los fulanos mientras cogí mi hacha y colguémela al cinturón, para luego volver a la zona de la arbolada y recoger mi ballesta, que habíala dejado caer cuando me lancé contra los tales...

Para cuando regresó Tancredo con su prisionero, que non era otro sino el bandido que había sido saeteado por el Cortalenguas et que poco despues hubo dádose a la fuga, ya habían el escriba y el Negro de Burgos registrado con minuciosidad los cuerpos de los bandidos. Aseguráronse también de que el hombre et la mujer tendidos non respiraban, et luego cargaron los cuerpos de aquestos en su propia carreta.

El caballo que tiraba de la mesma hallábase sorprendentemente tranquilo et además intacto. Habíanse cuidado los bandidos bien de aquello, pues aquel caballo de tiro, un buen ejemplar, probablemente valía más que todo el contenido que arrastraba. La carreta portaba un sin fin de paños et telas de mediocre calidad, unos pocos víveres para el camino y algunos utensilios para preparar trampas y cocinar lo que con ellas se capturara.

Mientras registraban cuerpos et carros, oteaban el horizonte en busca de hernando, et maltrataban al reo, la Belarda volvió. Aparecío aquesta de entre los matorrales con la mocosa de la mano, más non había rastro de la mayor. Habríasela tragado el bosque pensaron algunos...

Diversas opiniones et pensamientos cruzáronse en aquel claro; interrogar al reo, ajusticiarlo allí mesmo, ir en busca de la muchacha, partir a Villasana de inmediato... El sonido de cascos galopantes acercándose interrumpieron aquella vorágine de opiniones et planes...

Era Hernando. En su grupa cargaba el cuerpo del lider de los bandidos. Las manos y las piernas de aqueste colgában en un vaiven inerte. Sin cruzar mirada o palabra alguna con el grupo desmontó. Con enérgicos movimientos abrió las alforjas tras desabrochar las correas de cuero que hacían de cierre. Sacó del interior una soga de cáñamo, et tras atar un extremo al rededor del cuello del muerto, de un fuerte tirón lo bajó de la montura haciendo que su cuerpo se estrellara con el duro suelo. Arrastró el cadaver a los pies del aquel viejo et seco árbol que fue mudo testigo de la lucha et masacre. El otro extremo de la soga dió vuelta sobre una de las ramas más fuertes, et con ayuda de la montura izó el cadaver. Allí quedó penduleante aquel para dar testimonio de que destino esperaba a quienes hicieran del bandidaje su medio de vida.

El soldado señaló las montañas cercanas; - Debieremos volver a Villasana. - Una espesa niebla bajaba hacia el valle como si de la espuma blanca de una ola se tratara. Si seguía así, en pocas horas un manto blanco cubriría aquellos parajes...