Partida Rol por web

Y al final suspiró, no por no llegar a una conclusión, sino por la nueva pregunta lanzada por Mischa; no era la cuestión en si, sino el tono, las formas. Esta vez, sin embargo, se quedó en silencio y no dijo nada, primero porque no quería provocar una discusión tentando a la suerte y poniendo a prueba el orgullo de aquél hombre, y seguro porque, en realidad, también estaba interesado en las respuestas que pudiera dar la deidad.

La anciana divinidad miró unos instantes al alquimista, tras lo cual posó su mirada en las ondulantes llamas. Pasaron varios segundos antes de que la deidad volviera a pronunciar palabra alguna. Cuando lo hizo su voz sonó ligeramente turbada, cargada cierta tristeza.

—Acmed no se encuentra aquí con nosotros porque yo no busco adoración entre mis seguidores— dijo finalmente—. El cometido de mi existencia es guiar a las personas a mejorar su vida y su ser. La fe ciega y la adoración son pesadas cargas para el alma que tienden a entorpecer el buen juicio. Sin duda puede ser algo bueno, ya que trae paz y consuelo a muchas personas, pero fácil es perderse en el camino del pensamiento radical y la obsesión.

» A pesar de ello, seguida con vosotros, como regalo por su incansable búsqueda del conocimiento a pesar de las adversidades. Siempre y cuando superéis las pruebas—añadió poco después con voz queda—. Las pruebas están creadas para poner a prueba vuestra alma, mente y cuerpo. Si no tienes mas preguntas, continuemos. Aún espero vuestras impresiones de la historia que os acabo de contar. ¿Qué opináis al respecto?

Aunque aquella última pregunta había sido pronunciada de manera general, los ojos de Irori se posaron de manera directa sobre Rosario, la cual no había pronunciado palabra desde que habían llegado.

Shaktar se sintió avergonzado casi al momento. Las palabras del Sabio, junto a la historia, hizo que se viera en cierto modo como aquél profesor, solo que en relación a la fe. En seguida se disculpó con Mischa por haberle llamado la atención, consciente de que no todos debían de ser como él mismo en cuestiones tan importantes como su trato con lo divino, y luego miró a la deidad.

—Si queremos recorrer este camino, cualquier camino, debemos hacerlo con la mente abierta, olvidarnos de nuestros prejuicios, para bien o para mal, y actuar como niños que aprenden de nuevo la vida. —Asintió—. Una pizarra en blanco, lo entiendo

Las pruebas de Irori consistían en eso: la primera, abandonar sus limitaciones materiales, sus posesiones —cuerpo—; la segunda, con las historias, era para que expandieran su capacidad de pensar, que pusieran en entredicho todo lo que sabían y se dieran cuenta de que había infinitas posibilidades, y que no podían atarse a ninguna —mente—; faltaba por ver la tercera, que iría seguramente relaciona con su espíritu y pondría a prueba su temple —alma.

Mischa suspiró por no haber tenido respuesta ante si aquello seguían siendo las pruebas de Irori. Las evasivas y respuestas poco claras siempre le habían resultado molestas, pero en aquella situación no le quedaba más que aguantar y seguir adelante.

— No puedes aprender nada si crees que ya lo sabes todo — respondió Mischa —. Solo alguien capaz de admitir las limitaciones de su conocimiento puede abrirse a las posibilidades de todo el que el mundo tiene que ofrecer.

El investigador tenía claro que la historia estaba dirigida expresamente hacia él. Sin embargo, la meditación no le iba a ayudar a solucionar el pesar que se le aferraba, pues la causa no se iba a solucionar hasta que pudiera ver de nuevo a su familia.

- Respecto al caracol y la lechuga, resoplo la Monje, esos monjes están muy aburridos y seguro que podrían aprovechar el tiempo en cosas importantes.

Rosario se levantó con un movimiento ágil y coordinado...

- Hemos atravesado medio mundo para buscar ayuda y consejo en la lucha contra una amenaza que puede devorar el mundo. Ahora mismo hay gente sufriendo y muriendo, por lo que cada segundo importa y puede salvar vidas. Si nosotros no somos los elegidos para utilizar el cuerno, ir a buscar a alguien para hacerlo, porque si esperamos mucho más no quedara nada para salvar. En tiempos de paz se puede buscar el equilibrio y la autoperfección en tiempos de guerra solo funciona la acción. En las palabras de la media orca, no había ira si no autodeterminación, aunque para quien no la conociera, su porte sería podría llegar a intimidarle bastante.

Irori asintió ante las palabras del grupo con gran serenidad. Acto que repitió a pesar de que Rosario increpo a la deidad, ignorando la segunda prueba plateada. Aquello no era extraño. ¿Después de todo que era un instante comparado con la eternidad? ¿Que era impaciencia de un mortal comparado con el bienestar del Cuerno de la Tormenta?

—La premura es un camino escabroso, lleno de contratiempos y problemas— dijo poco después con su peculiar voz calmada—. Cuando salgáis de aquí, solo habrá transcurrido un instante en vuestro mundo. No es necesario todo esto; sin embargo, si lo que deseáis es el cuerno, ahí lo tenéis.

Instantes después una luz nació en un punto indeterminado de la oscuridad, provocando que las tinieblas se replegaran, mostrando el artefacto que tanto ansiaban, suspendido sobre unas aguas cristalinas. Dubitativos miraron al Sabio de las Tres Voces, el cual asintió, invitándoles a tomarlo.

—No temáis, acercaros y cogedlo— alentó la deidad sin retirar sus ojos del fuego—. Si realmente sois dignos, podréis cogerlo sin problemas. 

Con paso lento y cauteloso el grupo se acercó. Al igual que las aguas oscuras, estas soportaron el peso de su cuerpo; sin embargo sintieron como sus pies se sumergían de manera casi imperceptible. ¿eran imaginaciones suyas o se hundirían mas con cada paso que dieran? 

Era fácil culpar a la sangre mestiza de Rosario, pero lo cierto es que la impaciencia de la semiorca no era desacorde a la mostrada por tantos otros. Lo cierto es que no podía achacarse a nada más que a ella misma, y siendo así no veía como alguien como Irori podía posar sus ojos en ella; Ragathiel, si él hubiera actuado similar, con una mentalidad tan distante de sus principios, haría tiempo que le habría apartado su favor, estaba seguro de ello. En cualquier caso, no era él quien debía juzgar como actuaban otros dioses con sus seguidores, era cosa de otros y no tenía la capacidad para valorar ni era capaz de pensar como lo hacían las deidades, así que no lo hizo y se centró en lo que tenían delante, en lo que ya estaba frente a ellos: el Cuerno de la Tormenta a su alcance.

Protegido mentalmente por la voluntad de su dios y su propia convicción, avanzó. Paso tras paso, zancada tras zancada, que le acercaron hasta el objeto, cada vez con más aplomo, más seguro de ser capaz de cogerlo, de ser digno. Debía serlo para lo que venía a continuación, para el siguiente paso de su cometido.

- La paciencia es una virtud, Rosario. Esa forma de ver las cosas te llevará a actuar sin pensar, lo cual puede ponerte a tí y a quienes te rodean en peligro.

Teniendo al fin el objeto que necesitaban al alcance, y tras la confirmación de la deidad, Mischa empezó a caminar para recogerlo. Pese a lo que le acababa de decir a su compañera, realmente estaba impaciente por terminar de una vez con todo aquello. Puede que se notara como si empezaba a sumergirse, pero mientras consiguiera mantenerse por encima de la superficie lo conseguiría.

Por alguna razón Rosario no imito a sus compañeros, viendo entonces como Shaktar y Mischa avanzaban hacia el Cuerno de la Tormenta. En un comienzo todo marchaba bien; sin embargo poco después el alquimista comenzó a hundirse en el agua. Al principio solo fueron sus pies, pero pronto encontró su cuerpo sumergido hasta la cintura, momento en el cual fue incapaz de avanzar.

Por el contrario, el devoto de Ragathiel caminó por encima del agua durante todo el trayecto. En ningún momento su cuerpo se sumergió lo mas mínimo, siendo capaz de llegar hasta el artefacto sin ningún tipo de problema. Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho y los nervios a flor de piel, extendió sus manos y lo tomó. En aquel momento, Mischa fue repelido hasta situarlo de nuevo sobre el agua.

—En la guerra y en las situaciones difíciles es complicado mantener una correcta moral— dijo el Sabio de las tres voces con voz calmada—. Si en vuestra lucha la perdéis, ¿qué os diferenciara de Lilith o sus hermanos?

Instantes después, antes de poder responder, observaron como el entorno era desdibujado hasta convertirse en una oscuridad perpetua. Estaban de nuevo en el plano material. Sin perder la calma observaron a su alrededor, hasta encontrar una luz en la lejanía, guía que no dudaron en seguir. Cuando la oscuridad llegó a su fin, el grupo se encontró de nuevo en el pequeño paraíso natural donde habían conocido al líder del templo de Irori.

—Enhorabuena— felicitó el corpulento hombre—. Cuando queráis, algunos de mis pupilos y yo, os custodiaremos hasta la Tormenta Incesante, donde podréis utilizar este artefacto y entrar a la antigua Khaj´Malar.

Mientras el monje pronunciaba aquellas palabras, Acmed, quien estaba sentado en un roca cercana, se levantó y se acercó al grupo. En su mirada podían ver alegría y orgullo, pues pronto vería cumplido su sueño.

¡Lo había conseguido! El Cuerno de las Tormentas estaba en sus manos, y ahí seguía cuando todo se difuminó y, en lugar del claro dónde habían hablado con el Sabio, volvían a estar a oscuras, sin duda en la caverna de las pruebas. ¿Se habrían movido de allí siquiera? Se imaginaba que no como él había pensado en un primer momento.

Agradeció la luz del día como un sediento agradece el agua. Volver a ver la luz, para alguien de su condición, era un alivio, pues si también le hubieran quitado la vista, posiblemente no habría podido soportarlo y se habría derrumbado; o puede que no, y habría visto en aquella dura prueba la mano de Ragathiel y habría luchado por seguir adelante. Por suerte, y sintió alivio al pensarlo, no tendría que averiguarlo.

Fuera, les esperaba el mismo monje, regio y a la par humilde, que ya les había estado esperando antes, aquél que sabía de su llegada y su objetivo, y que ahora sonreía complacido. Su felicitación produjo el mismo gesto en su propio rostro.

—Será un honor, y les estaremos muy agradecidos por toda su ayuda. Espero que podamos demostrar ser dignos cuando nos enfrentemos a lo que viene. —Y más vale que lo fueran, pues mucho dependía de ello—. Yo estoy listo para partir —dijo con decisión.

Mischa no se rindió cuando se hundió hasta la cintura. Trató de nadar, de arrastrarse si fuera necesario, pero nada servía. Cuando fue repelido de nuevo hasta la superficie, golpeó el suelo con frustración.

"¿Es que esto os hace gracia?" pensó, sin llegar nunca a decirlo en voz alta ". Tengo que negarme a ver a mi mujer e hija tras tantos años de cautiverio porque tengo que cumplir esta estúpida misión, y luego me ponéis la zancadilla con la excusa de que no soy digno" apretó los puños con fuerza ". Al fin y al cabo para vosotros somos más un entretenimiento que otra cosa, ¿no?"

Mischa escuchó la pregunta del sabio, pero decidió no responder sabiendo que era una pregunta retórica. Simplemente salió caminando en silencio cuando volvieron al plano material, y al llegar junto al resto de monjes simplemente hizo lo mejor por fingir una sonrisa ante la situación. Su único gesto sincero fue cuando le dio unas palmadas en el hombro a Acmed.

— Por fin podrás verla con tus propios ojos — le dijo al anciano —. Espero que lo documentes bien, seguro que tendrás muchas bocas que cerrar cuando volvamos.

Cuando los aventureros regresaron con el Cuerno de la Tormenta de la pruebas de Irori y los habitantes del templo comenzaron los preparativos, sintieron como el ambiente del lugar había cambiado. A pesar de que los monjes del templo habían realizado un voto de silencio voluntario, los aventureros sintieron como estos se movían de manera intranquila. 

Una vez todo estaba preparado, Shaktar, Rosario, Mischa y Acmed fueron custodiados de regreso al Desierto Azul de Ansar. En un comienzo tal viaje lo emprendieron a pie, pero cuando las inclemencias del tiempo amenazaron con retrasar el objetivo del grupo, estos alquilaron un camello para cada uno de los integrantes de la comitiva. Finalmente, tras dos semanas de extenuante marcha, llegaron a su destino. 

La Tormenta Incesante, inmensa y peligrosa, se agitaba de manera inmovil, furiosa y atronadora. De manera silenciosa, tal y como habían acordado, los monjes rodearon la ventisca de arena y se sentaron con las piernas cruzadas. Tras esto, cerraron los ojos y se sumieron en un trance estable. Fue entonces cuando el avatar de Ragathiel sopló a través del artefacto, provocando una nota grave y profunda. A ojos visto, percibieron como las ráfagas de aire reducían su velocidad y como la pantalla de arenisca se posaba en el suelo. 

Instantes después, cuando los ciclones que arrastraban la arena se vieron detenidos por completo, la ciudad de Khaj´Malar se pudo ver. Ante aquella visión, Acmed cayó de rodillas y observó el lugar con ojos llorosos. Poco después, una risa, tímida y nerviosa, comenzó a florecer de las entrañas del bibliotecario, hasta finalmente convertirse en un sollozo. Los presentes no necesitaron mucho tiempo para comprender el motivo, después de todo había cumplido su sueño. 

En aquel momento, el líder del templo les observó de manera seria, larga y tendida. Finalmente comenzó a utilizar la lengua secreta de los monjes, una que no necesitaron conocer para comprenderla. El monje realizó multitud de formas con sus manos, mientras el lenguaje corporal del resto de su cuerpo los acompañaba. 

—Dentro de Khaj´Malar, el hogar del Velo, se encuentran aquellos que nunca pudieron obtener descanso— tras emitir aquel mensaje de manera silenciosa, señaló la imponente ciudad—. Es por ello que debéis guardar silencio, pues estas entidades de humanidad perdida por el paso de los siglos, se encuentran perdidas tras las puertas del olvido. 

» Nosotros desde aquí acallaremos el ruido del exterior, permitiendo que los habitantes de la ciudad sigan durmiendo; sin embargo no podemos hacer nada por el ruido que provoquéis en el interior— añadió poco después con gran preocupación. 

Cuando momentos después atravesaron el perímetro creado por los monjes, el sonido de la suave brisa se extinguió. Solo el silencio habitaba el lugar, provocando que sus pisadas en la arena resonaran de manera alarmante.