Partida Rol por web

Campanas de sangre

Bifurcación de caminos (abrazo Meribeth)

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18/10/2017, 22:40
Narradora

 

Bifurcación de caminos

 

Martes, 10 de Noviembre de 1918

20:00 h

El frío del invierno calaba bajo los abrigos de las dos mujeres que caminaban con paso ágil de regreso a sus casas. Meribeth se encontraba acompañada de una compañera sindicalista tocaya de su hija que acostumbraba a liderar la ruta de hogares para acompañaba a cada mujer hasta la puerta de su casa hasta quedar ella sola.

Los pasos de las mujeres reverberaban por el ladrillo de las calles advirtiendo a los vecinos que todavía quedaban almas dispuestas a pasear a deshoras.

Annabelle detuvo sus pasos en la plaza que se abría para dejar a la vista entre otros hogares, la puerta que cerrada el de los McAllister, nunca se acercaba, no era bueno que una de las pocas farolas que iluminaban Sheffield las viera juntas, se quedaba en la distancia hasta comprobar que su compañera y lo hablado en la reunión quedaban bajo llave.

En casa, los hijos de Meribeth ya deberían haber tomado la cama y la señora Dunn fumado dos cigarros de más impaciente por el tardío regreso de la madre de los pequeños. Pero cuando Meribeth entró en casa pudo ver luz bajo la puerta de la habitación de Annie. Se trataba de la danzante luz de un candil de gas, amortiguada por demasiadas sombras que dejaban entreleer que Annie intentaba no ser descubierta.

En la sala que servía de comedor y cocina, la señora Dunn esperaba con un cigarrillo apagado colgado en los labios, dos platos de sopa en la mesa y una baraja de cartas entreteniendo sus manos y haciendo gala de la agilidad de sus dedos.

Meribeth McAllister —saludó arrastrando las palabras casi en un susurro y anunciando la gravedad de lo que venía a continuación—, siéntate, cena conmigo. Tenemos que hablar de tu hija.

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29/10/2017, 20:52
Meribeth McAllister

Caminaba a paso ligero junto a Annabella, mientras nuestros abrigos apenas lograban refrenar el gélido frío del invierno. Este había llegado con fuerza, y cada noche se empeñaba en recordárnoslo. El sonido de nuestros tacones contra el suelo de ladrillo era prácticamente lo único que se escuchaba en la calle, no tardando en alcanzar en silencio la plaza que se encontraba frente a casa.

Annabella se detuvo antes de entrar en esta. Siempre nos acompañaba tras las reuniones, pero evitaba acercarse demasiado a mi puerta, queriendo impedir que la luz artificial fuera testigo de nuestro encuentro; e impidiendo que tampoco lo fuera ningún vecino.

- Buenas noches, ve con cuidado. – le dije a mi compañera en voz baja con una tenue sonrisa, antes de disponerme a cruzar la plaza y dirigirme a casa.

Al entrar en esta traté de hacerlo con cuidado, pues mis pequeños debían estar durmiendo, pero en seguida me di cuenta de que por debajo de la puerta de Annie se asomaba algo de luz; y a juzgar por lo tenue de esta, todo parecía indicar que mi hija trataba de no ser descubierta. Le concedí aquello, pero sólo por algunos minutos, dispuesta a regresar para instarla a que se durmiera en cuanto saludara a la señora Dunn. Sin embargo, esta me saludó de forma solemne mientras movía aquellas cartas entre sus dedos, invitándome a sentarme a cenar y a hablar sobre mi hija.

Aquello me inquietó, haciendo que me sentara en seguida en la mesa necesitando saber más.

- ¿Qué sucede, Fiona? Mi niña está bien, ¿No? ¿O es que ha hecho algo? – trataba de adivinar, nerviosa por lo que la mujer tenía que contarme.

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04/11/2017, 16:58
Fiona Dunn

La mujer hizo volar las cartas de una mano a otra repetidas veces en el tiempo que tomabas asiento, y aunque sus labios escucharon tus palabras pacientes intentando mantenerse en calma más allá de las palabras que ya ordenaba en su garganta, era justamente en ese juego de manos en el que revelaba su malestar.

- Annie no ha hecho nada -zanjó tu preocupación antes de que tu cabeza cavara más hondo de lo necesario y te lanzó dos cartas casi rozando la madera de la mesa-. Pero Evan me ha contado que en el colegio se han metido con ella- se repartió dos cartas para sí y dejó el mazo entre ambas. Todavía ni las miró-. Algunas niñas querían saber si era tan mala mujer como su madre -expuso aguantando su propia indignación en la presión de su índice y corazón sobre el cigarrillo apagado que se vió obligada a retirar de los labios-. Empiezan a correr rumores sobre tus reuniones, Meri-pronunció aquella última palabra antes del nombre como si hubiera de ser un eufemismo-.

Liberó un suspiro levantando para sí las esquinas de sus cartas.

- Tal vez deberías dejarlas un tiempo.

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06/11/2017, 17:28
Meribeth McAllister

Durante unos pocos segundos, mientras tomaba asiento, seguí el movimiento de las cartas que la señora Dunn dejaba deslizar entre sus dedos. No sabía qué pasaba por su cabeza, pero no debía ser nada bueno lo que estaba sucediendo.

Nada más sentarme me dijo que mi niña no había hecho nada, lanzándome dos de aquellas cartas, resbalando estas por la mesa hasta mí. Las tomé, mas no las miré, siendo a Fiona a quien mis ojos continuaban mirando con expectación. Estaba algo más tranquila, pero continuaba inquieta. Me reveló entonces lo que había presenciado Evans, concretándome poco después la forma de aquellas burlas.

Cuando me confirmó de dónde venía todo aquello, mis ojos se abrieron aún más, preguntándome cómo podía ser aquello; pues siempre tomábamos precauciones. Si en el colegio ya se hablaba de ello, ¿Cuánto tiempo pasaría hasta que a alguien que no le conviniera aquello se enterara?

- Tal vez... – dije sin mucho convencimiento, bajando mi mirada hacia las cartas, aunque de nada sirvió aquel vistazo, pues mi mente estaba centrada en otra cosa. – No entiendo cómo ha podido pasar. – añadí al volver a levantar mi rostro. – Mala mujer… - musité.

¿Cómo puede estar la gente tan ciega?

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06/11/2017, 20:36
Fiona Dunn

Las dos cartas te devolvieron la mirada fugaz desde un tres de tréboles y un rey de diamantes; Fiona lo hizo desde unas pupilas penetrantes que no se creían ese "tal vez", ni creían que hubiese pasado por tu cerebro. sus labios se arrugaron en un mohín. No estaba mosqueada aunque a cualquier otro se lo hubiese podido parecer por su expresión, tenía verdadera preocupación por todos vosotros pues más allá de su negocio se consideraba una amiga y a veces una madre.

Sus cejas se arquearon inquisitivas, incrédulas de tu inocencia y su mano devolvió el cigarrillo a sus labios para luego lanzarse al mazo que había entre ambas y levantar tres cartas: As de diamantes, cuatro de picas y seis de picas. De los napies viajó a una vela que se acercó al cigarrillo para encenderlo.

El silencio que salía de ella era tiempo de reflexión que te pedía que tomaras para ti pero finalmente encajó el cigarrillo entre sus dedos índice y corazón y habló con toda la suavidad de la que era capaz.

¿No entiendes cómo ha podido pasar? Esas mujeres con las que te juntas... supongo que tendrán maridos —lanzó su acusación—. Siempre hay un hombre detrás de toda mala lengua, Meri —ilustró puntualizando sus palabras con dos toques de su mano en el aire como si se trata del martillo de un juez creando ley—. Siempre —secundó con desprecio—.

Necesito dos caladas antes de proseguir.

No sé lo que contarán, no sé de qué se supone que son tus reuniones nocturnas pero los hombres no tienen demasiada imaginación, o la tienen muy suelta para lo que quieren. ¿Quieres que los acompañe al colegio mañana?

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14/11/2017, 23:18
Meribeth McAllister

La expresión que mostraba Fiona no era alentadora. No porque su rostro pareciera mostrar alguna especie de reproche, sino porque a estas alturas ya sabía que aquel tipo de conducta realmente reflejaba una preocupación en ella, una verdadera preocupación.

Terminé posando las cartas sobre la mesa, boca abajo, mientras soltaba un suspiro; alzando mi rostro cuando mi casera y amiga finamente se decidió a hablar. De forma recia, me dejó claro que todo debía haber sido por los maridos de las mujeres con las que me juntaba, lo cual me sorprendió en un principio, pero pronto aquella sensación pasó. Tenía todo el sentido del mundo, aunque no dejaba de ser curiosa la forma en que Fiona insistía en su afirmación, como si hubiera vivido ya muchas situaciones similares.

Tras continuar exponiendo lo que pensaba al respecto, habiendo hecho una pequeña pausa para dar otras dos caladas, me preguntó si deseaba que acompañara a mis hijos al colegio.

- Puede que tengas razón. Dudo que los maridos de mis compañeras vean con buenos ojos que se reúnan a ciertas horas, y mucho menos para qué, si es que saben algo al respecto de eso. – hice un breve pausa, mirando hacia un lado, buscando la luz que salía del cuarto de Annie. – Quizás debería acompañarla yo, y hablar con la profesora, no sé. A lo mejor ella me puede aclarar mejor el asunto, y enterarme de qué se dice exactamente. – mi habitual seguridad se tambaleaba cuando se trataba de mis hijos, quería hacer lo que fuera mejor para ellos, evitar cualquier posible error. - ¿Qué opinas, Fiona?

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17/11/2017, 17:21
Fiona Dunn

La señora Dunn había expuesto un nuevo napie sobre la mesa en el tiempo que la luz de candil que se mostraba por el bajo de la puerta captaba tu atención. Ella sabía que ninguna de las dos estaba realmente pendiente del juego pero necesitaba ocupar sus manos.

Asintió a tus palabras, pero no tardó en aportar su sentido común.

¿No tienes trabajo a esa hora? ¿Te pueden sustituir?

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20/11/2017, 00:43
Meribeth McAllister

Ver que la señora Dunn posaba un nuevo naipe sobre la mesa me hizo recoger los míos, mirándolos distraídamente hasta que me hizo aquella pregunta, lo que me obligó a mirarla nuevamente. Estaba tan absorta en solucionar lo que pudiera estar pasando para que mi pequeña no sufriera, que ni siquiera había reparado en lo que Fiona apuntaba.

- Sí, claro, tengo trabajo… - no estaba nada centrada. Mis hijos eran mi debilidad, pero una madre que actuara sin cabeza no era lo que necesitaban para sobrevivir. – Quizás podría pedir el favor a alguien, pero será mejor que vaya a trabajar. – escogí una de las cartas y la puse en la mesa boca arriba, volviendo a clavar pronto mi mirada en la señora Dunn. – Si pudieras acompañarles te lo agradecería, necesito saber qué está pasando allí. En cuanto a las reuniones… Creo que tienes razón. Debería dejarlo aunque sea unos días. Mañana les informaré de mi intención antes de volver a casa. – comenté con decisión, antes de que mis ojos volvieran a desviarse a las cartas. – Creo que no conseguiría ganarte ni aunque me dejaras elegir las cartas con las que jugar. – bromeé, antes de volver a mirar de soslayo la tenue luz que salía de la habitación de Annabella, queriendo saber si se habría dormido ya.

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20/11/2017, 21:47
Fiona Dunn

Fiona asintió con aprobación a aquella idea implantada por sí misma apreciándola como si nunca se le hubiese ocurrido. Ir a trabajar sería lo mejor. Y aunque ella te adoraba prefirió no sugerir cubrirte en el trabajo y dejarte hacer de madre, en vez de cubrirte en el papel de madre y dejarte trabajar; ya hacía muchos años que los cayos de sus manos habían dejado de formarse.

Una sonrisa divertida se abrió de medio lado en sus labios al verte echar la carta y sus párpados cayeron sentenciando que no tenías ni la menor idea de lo que estabas haciendo. Sus propios pensamientos se mezclaron con tu adivinación sobre el destino de cualquiera de vuestros juegos, o directamente, cualquier partida de cartas en la que ella participara haciendo que su humor mejorara como una sopa con sal.

ay niña —suspiró dejándose el alma y sus manos recogieron los naipes— Tendré que enseñarte algún que otro juego. Y a apostar.

Su sonrisa se volvió un poco más tierna después, mientras tus ojos volvían de la luz parpadeante que se asomaba de la habitación de Annie. Dos segundos de su silencio dejaron que recogieras dentro de tu pecho aquella debilidad tan evidente antes de que su mentón te empujara a ir dónde tu corazón pedía.

Ve. Yo ya os dejo —se levantó con aquellas palabras sujetando el cigarrillo en los labios para recoger los napies y sacudir la ceniza que había caído en la mesa—. Nos vemos mañana Meri.

Se despidió dejando un beso al aire para ti y acompañándose ella misma a la puerta.

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24/11/2017, 15:23
Meribeth McAllister

El gesto que mostró la señora Dunn en aquel rostro en el que empezaba a notarse el peso de los años, me dejó claro que mi jugada era mucho peor de lo que yo creía. Esbocé una tenue sonrisa, resignada, ampliándose esta ante la apreciación de Fiona de que tendría que enseñarme algún juego, así como a apostar.

El tema de las apuestas me llevó a abrir más los ojos, sorprendida, antes de llevarme una mano a la boca para acallar una risa.

- Te tomo la palabra, Fiona. – le dije con un ligero asentimiento de cabeza, antes de observar la luz que aún salía del cuarto de mi pequeña.

Al volver a mirar a mi amiga, esta me dijo que fuera, que nos dejaría a solas. Mi deseo de ir a echar un vistazo a mi pequeña se había hecho más que evidente al parecer, y la señora Dunn no tardó nada en concederme aquello. Era una mujer particular, de aquello no cabía la menor duda, pero estaba claro que le importábamos.

- Gracias, Fiona, buenas noches. – le deseé mientras recogía y terminaba por salir, poniéndome entonces yo también en pie.

Me dirigí a la habitación y abrí la puerta despacio, por si mi hija se encontraba ya durmiendo. Aunque algo me decía que aquello no sería así.

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25/11/2017, 00:03
Annabella Mcalister

Al otro lado de la puerta de Annabelle un baile de luces y sombras dejaba ver a una pequeña sentada en su cama, con las piernas cruzadas y la espalda encorvada encima de un libro que intentaba sujetar con manos y rodillas.

La lampara ciega iluminaba tan poco que la pequeña había necesitado meterla dentro de la cama ignorando el peligro que ello comportaba.

La puerta apenas hizo ruido pero el chivato de las clavijas fue suficiente para que una espiración de sobresalto revelara que Annie había sido puesto sobre aviso. Sus pequeñas manos corrieron a apagar la luz y contuvo la respiración en su fuerte de sábana esperando que la creyeran dormida.

Notas de juego

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27/11/2017, 16:19
Meribeth McAllister

Al abrir la vieja puerta no pude evitar que esta chirriara ligeramente, escuchando a continuación un sobresalto que me confirmó que mi hija aún permanecía despierta. Sin embargo, al entrar ya no había luz en el lugar. Debía haberse apresurado a apagarla, aunque…

¿Cómo podía ser si estaba bajo las sábanas?

Y es que a pesar de sus intentos, tras unos segundos no me costó adivinar una oscura montaña sobre la cama, acercándome a esta para retirar la ropa de cama. Lo hice despacio, a pesar de que no me hacía ninguna gracia lo que ya intuía. Al descubrir a Annabella, la encontré con la lámpara junto a ella, mirándola de forma severa mientras se la quitaba y la ponía sobre la mesa.

- ¿Qué hacías con la lámpara bajo las sábanas? Eso es muy peligroso. – la reñí mirándola, antes de comenzar a encender aquella luz para volver después a su lado, sentándome sobre la cama y atrayéndola hacia mí con un brazo; dejando que reposara sobre mi cuerpo. – Eso es muy peligroso, mi amor, prométeme que no volverás a hacerlo. – le pedí dándole un beso entre el cabello, antes de pedirle que se girara y me mirara. – ¿Podrías contarle a mamá qué ha pasado en el colegio? – le pregunté, queriendo ver si la pequeña podía decirme algo más sobre aquello antes de dejarla descansar.

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28/11/2017, 21:02
Annabella Mcalister

Los ojos de la pequeña siguieron el movimiento de su sábana y conforme el abanico se iba dibujando la disculpa ya aparecía en su mirada.

No dijo nada mientras apartadas la lámpara de ella y cuando la luz volvió se vio obligada a frotarse los ojos con las yemas de sus dedos.

Lo siento —dijo arrepentida mientras tu brazo la rodeaba obviando, picaresca, formular esa promesa que no sabía si cumpliría—.

Su cuello agachó la cabeza bajo el beso que pusiste en su cabello y al centrarla en tu mirada pudiste ver sobre sus mejillas restos de lágrimas ya secas pero cuya sal todavía brillaba con la luz de gas.

Su mirada huyó de la tuya tras la pregunta casi suplicando no tener que hacerlo y sus hombros se encogieron quitando peso a lo primero que había venido a su mente como si no supiera qué contar.

El profesor Campbell está enfermo y nos ha dado clase el señor Joans. En el recreo Mery Ann me ha dejado jugar con ella y su muñeca, unas niñas han sido malas con nosotras pero Mery Ann dice que ella mañana también jugará conmigo y la señorita Remington dice que mañana le toca a Evan llevar flores para la clase pero que tengo que acordarme yo por él.

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04/01/2018, 01:02
Meribeth McAllister

Mi pequeña en seguida se mostró arrepentida, recibiendo mi abrazo y beso antes de que sus ojos volvieran a encontrarse con los míos. Le pregunté entonces qué había sucedido en el colegio, advirtiendo en sus mejillas aquellos restos salados que daban cuenta de que Annabella había estado llorando.

Mi hija era muy inteligente, y a pesar de su corta edad ya debía saber a la perfección a qué me refería, cosa que me dejó clara al encogerse de hombros y desviar la mirada de aquella suplicante manera. Sabía de lo que le hablaba, y por eso no quería hablar de ello. No quería hacer daño a su madre.

Aun así no se quedó callada, hablándome de otras cosas sucedidas en la escuela ese día. En realidad sí hizo mención a un suceso desagradable, aunque muy por encima, y finalmente me vi obligada a insistir.

- Cariño… - la sujeté suavemente, girándola hacia mí, queriendo que me mirara antes de volver a pedirle aquello. – Esas niñas que dices que han sido malas, ¿son las que se han metido contigo? ¿Te han hablado de mí? – Me dolía profundamente el pensar que mi pequeña pudiera estar sufriendo por mi culpa, y no deseaba hacerle recordar ese mal rato, pero necesitaba escuchar de su boca qué era lo que había pasado, y resolver cualquier duda que pudiera tener. – ¿Hay algo que le quieras preguntar a mamá, mi amor?

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15/01/2018, 22:53
Annabella Mcalister

Annabella supo en el mismo instante en que la llamaste que no se había librado de ser adulta. Hinchó los pulmones mientras la girabas para captar su mirada y al llegar sus iris a los tuyos pudiste ver en ella esa fuerza y determinación de una luchadora volviendo a levantarse tras un golpe de la policía.

Su inocencia se escapaba con cada segundo. Creía más rápido de lo que ninguna madre había o hubiese previsto.

Asintió a las dos primeras preguntas y al llegar a la tercera su pecho contuvo el aliento en un espasmo revelando a tu ojo conocedor de tu propia hija que sí había algo que quería preguntar y que ese algo le asustaba lo suficiente como para no lanzar su lengua a pescar una respuesta.

El debate entre curiosidad y autoprotección hizo vibrar sus labios y su cuello se tensó presionando al saber pero finalmente negó con la cabeza.

Te quiero, mamá —prometió como si necesitare afianzar aquello—. Y quiero a padre. Pero si quieres volver a casarte, no nos importará si eres feliz.

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19/01/2018, 16:20
Meribeth McAllister

La mirada de mi hija me resultó reveladora en aquellos momentos. No era ni mucho menos la primera vez que me quedaba prendada de aquellos pequeños y preciosos ojos, pero en aquel instante, estos revestían una expresión que se me antojó inusualmente madura.

Mi niña crecía, día a día, y cuanto estaba teniendo que vivir le estaba privando de su infancia, madurando a un ritmo que no debía ser tal. Combatí conmigo misma para que mi rostro no se mostrara triste, sobre todo cuando Annie respondió afirmativamente a las dos primeras cuestiones que le había planteado. Por un instante pensé que aceptaría mi propuesta, que me preguntaría por lo que había escuchado en el colegio, pero finalmente eso no sucedió.

Sin embargo, sí había algo que quería decirme, y al advertir el temblor de sus labios y la tensión en su cuello, llevé una de mis manos hasta su nuca, acariciándola con cariño.

- Di lo que tengas que decir, mi amor. Puedes hablar de cualquier cosa con mamá... - quise hacerle saber, escuchando entonces cómo decía que me quería.

En otras circunstancias hubiera sonreído ante ello, pero el tono empleado me llenó de preocupación, así como sus siguientes palabras. No sabía si mi hija simplemente estaba madurando a pasos agigantados, o aquello también era algo con lo que le atormentaban en el colegio.

- Cariño... Yo también te quiero. Mucho. A ti y a tu hermano. Y que seais felices es lo que me hace feliz a mí, no necesito a ningún hombre para ello. - le dije con una tenue sonrisa, volviendo a sujetar sus manitas. - ¿Pero por qué me dices eso justo ahora, Annabella? ¿Qué te preocupa?

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20/01/2018, 18:32
Annabella Mcalister

La pequeña se relajó bajo tu caricia, sus ojos brillaron con la admiración que te tenía y la ilusión de cada vez que escuchaba tu amor.

Es que Marcy —nombró a una de las chicas mayores del colegio, hija de Louisa y Maximiliano Robinson, dueños de la principal mina de acero de Sheffiled— dice que su madre dice que llegas tarde todas las noches por buscar hombres, y que su madre dice que no vendrás con nosotros al cielo; yo le he dicho que eso no era verdad, que haces cosas muy importantes. Y luego la profesora Windy la ha reñido por usar la palabra que empieza por "p" y me ha dicho que no la escuche y que está bien volverse a enamorar.

Guardó silencio terminando de decidirse — Yo también creo que está bien pero me gustaría que volvieras antes. Si puedes.

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20/01/2018, 20:40
Meribeth McAllister

Me alegró comprobar que mi pequeña se relajaba, pero mi corazón se volvió a encoger ante sus palabras. Me sentía culpable porque tuviera que escuchar aquella sarta de mentiras, por el dolor y confusión que estas le habrían causado, aunque al menos su profesora parecía haberla calmado; pero ese no era el único problema. Tras una breve pausa, Annie me dejó claro que a pesar de todo, deseaba que volviera antes a casa.

La rodeé con mis brazos y la apreté con cuidado contra mi pecho.

- Lo intentaré, mi amor. Al menos una temporada. Pero ten claro que mamá no es una mala mujer, y por supuesto que irá al cielo. – le dije antes de soltarla, buscando sus brillantes ojos. – Hago cosas importantes, como ya sabes. – toqué su naricita, sonriéndola. – Si la deslenguada de Marcy Robinson o alguna otra niña vuelve a decirte algo, cuéntaselo a la señorita Windy y a mí, ¿de acuerdo? No está bien que hagan esas cosas. – le dije, animándola con un gesto a que se tumbara. – Pero ahora deberías dormir, cariño. Mañana os acompañará la señora Dunn al colegio, portaos bien, ¿vale? – le pedí con una sonrisa, dándole después un beso en la frente.

Aguardaría por si mi pequeña quería decirme algo más, y de lo contrario, cogería el candil y saldría despacio de la habitación; dejándola dormir y disponiéndome yo a hacer lo mismo.

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23/01/2018, 19:09
Annabella Mcalister

La sonrisa agradecida que se había puesto en tu pequeña al escuchar que volverías antes menguó a la duda cuando le pediste que si volvía a pasar lo contara no una, dos veces. No le gustaba irse de la lengua, aquello era algo que había heredado de su padre y todavía no era fácil decir si era alago bueno o malo pero era.

Lo intentaré —prometió sabiendo que la única persona que se lo podría impedir sería ella misma—.

Se tumbó, acomodándose como cochinillo en el barro, con tu gesto. Parecía renovada, feliz de haber hablado contigo e incluso el sueño que había apartado la preocupación de no tenerte en la otra vida volvió para cargar sus párpados con la arena de los sueños.

Asintió enterada aunque no conforme pero sí conformada a lo de la señora Dunn.

Mamá, — te llamó antes de que te fueras—Evan tiene que llevar las flores —recordó perdiendo la vocalización por el camino hasta caer rendida—.

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23/01/2018, 19:19
Narradora

Candil en mano te dispusiste a ir a tu cámara, la casa estaba tranquila, tan dormida como tus pequeños y el único ruido que se oía era el fuego que todavía calentaba tu parte del potaje que la señora Dunn había preparado para cenar. Ese fuego también era la única luz que quedaba en la casa.

Probablemente a estas alturas ya estaría demasiado caliente para tomarlo sin producirte yagas en la garganta. Pero podías esperar a que se enfriara u olvidar recargar tus energías, no sería la primera vez que te acostabas sin cenar y si además tenías que encargarte de comprar flores antes de ir al trabajo tendrías que madrugar -más, todavía más-.